Etiqueta: Imperio otomano

  • Fundación por Pedro Nolasco de la Orden de la Merced en presencia de Jaime I y el obispo Berenguer de Palou

    Com Deu pare de misericordia e deu de tota consolacio e donador de conort en tota consolacio, Jesu Christ son fill per la sua gran misericordia trames en aquest segle per visitar tot lumanal litnatge qui en aquest segle era axi com en carcer catiu en poder del diable e d’infern per visitar e traher tots los amichs qui eren en aquell carcer en poder del damunt dit enemich e metre en la sua gloria e daquells e dels altres qui en aquel loch per la sua gracia pujaren tornar e reparar los lochs daquels angels qui per ergull caygueren del Cel e foren fets diables. Pare fill e sanct sprit entre les obres dels quals departiment no ha ordenaren per sa misericordia e per lur gran pietat fundar establir aquest orde apellat orde de la verge Maria de la merce de la redempcio dels catius de Sancta eulalia de Barchalona del qual ordenament ordenaren lur servent missatge e fundador e enantador frare Pere Nolasch. La vertut e lenteniment del qual e de tots los altres Maestres qui son estats apres de ell el trabal e la obra dels frares e de tot lorda es posada en aço per tots temps quel Maestre e els frares qui an feta profesio en aquesta orda en fe de Jesu Christ en esperança de salvacio en vera caritat de aquell qui en aquest segle prenent carn de la gloriosa sancta Maria Verge ver deu e ver hom en una persona estant, mort e passio per nos prenent nos visita e sempre visita sos amichs e deliura qui eren en infern, treballant de bon cor e de bona voluntat e per bona obra de visitar e desliurar aquells christians qui son en captivitat e en poder de sarrains o daltres enemichs de la nostra leg segons bon ordonament e bona voluntat del mestre daquest orde.

    Per la qual merce a seguir e a enantar e a visitar e a desliurar christians de poder dels enemichs de la orda de Crhist axi com a fills de vera obediencia alegrament sien aparelats tots temps tots los frares daquest orde si mester es posarlos vida axi com Jesu Christ la posá ver per nos per tal que al dia del judici per la sua misericordia asseguts a la part dreta sien dignes de hoir aquella dolça peraula que ab la sua boqua dira Jesu Christ: Venits beneyts de meu Pare reebre lo regne que a vos es aparellat del començament del segle perço cor en carcer era e vingues a mi. Malalt era e visitas me. Ffam avia e donas me a mengar. Sed avia e donas me abeure. Nuu era e vestis me. Hostal no avia e recolis me. Les quals totes coses ha ordenat Jesuchrist esser complides en aquest orde a mantenir e crexer obra de tan gran misericordia ço es visitar e rembre christians catius de poder de sarrains e daltres qui son contra nostra leg a qui propiament ha deus establit aquest orde.

  • Ordinació de la Festa de Corpus

    En la festa del sagrat Cors de Jhesuxpist la qual se celebrá a XXII. de juny any MCCCCXXIIII. foren elegits per los honorables consellers los ordenadors devall scrits:

    E primo, al exint de la processó, a la Seu: ço es, los honorables Johan Ferriol, Bn. de Gualbes, Bn. Ferrer, P. Boschá, ensemps ab los honorables obrers, ço es, en P. Ça Calm e en Jacme de Sos.

    Per los lochs on pass la processó:
    Johan Roure, Pericó de Muntrós; de la Seu tro al cantó d’en Senós.
    Johan Ros, Pericó Dusay; del cantó d’en Senós tro a [la] plaça del Blat.
    Bn. Ca Triya, Ferruix de Gualbes; de la carniceria de la plaça del Blat tro a la volta d’en Cirer.
    Pericó Serra, Thomás Gerona, lo jove; de la volta d’en Cirer tro a la casa d’en Jacme de Margens.
    Bertran Dez Vall, Johan de Marimon, Pericó Serra, Ffrançoy Lobet; de la casa d’En Jacme de Margens tro al cantó del Born.
    Jacme de Gualbes, Berenguer Lull; del cantó del Born tro a la carniceria del carrer Ample.
    Johan Luis de Gualbes, Johan de Camós, Bn. de Gualbes, fill de misser Bn., Johanet Lull; de la carniceria del carrer Ample tro al cantó del Regumir.
    G. de Busquets, Johan de Gualbes, fill del honorable en Fferrer; del cantó del Ragomir tro a la volta de Sanct Xpistoffol.
    Esteve Ça Torra, Johan Sanxo; de la volta de Sanct Xpistoffol tro a la plaça de Sanct Jacme.
    Ramon de Malla, P. Marquet Roig, Françoy Ça Plana, Johan Dez Puig; de la plaça de Sanct Jacme tro a la Seu.

    Les persones ordinates lo fit any per mortar e portioner los brandons
    […]

    Los deiús nomenats portaren lo jorn de la dita festa los bordons del pali.
    [… entre los cuales «Lo senyor rey»]

    Et hic finis Deo gracias et sue purissime Genitrici.

  • Noticia de la toma de Tripoli

    Llega la noticia de la toma de Tripoli.

  • Carlos I come en la calle Ancha par ver entrar las galeras de Andrea Doria antes de la expedición a Túnez

    Primero de mayo entró en Barcelona el Principe Juan Andrea Doria, con sus galeras, y el Emperador por verlas entrar vino a comer al carrer ample. Entró con veynte y dos galeras bien estibadas, y artilladas con gran concierto, llenas de vanderas y gallardetes de tafetan colorado y negro. La Capitana traya veynte y quatro vanderas grandes de tela de oro, con las armas del Emperador, y tres estandartes grandes de raso carmesi, y en el mas principal un Crucifixo grande bordado con San Juan y Maria a los lados, y uno de los otros dos estandartes trayan a Maria con su hijo en los braços, y el otro traya Santelmo. Venian las galeras enramadas, que cada una parecia un jardin, con mucha musica de trompetas, clarines, chirimias, y atambores. Luego que llegaron donde estava la armada de Portugal, hizo salua la arcabuzeria y artilleria, y assi dio buelta, y la armada de Portugal en passando el Principe con sus galeras, començó a responderle con toda la artilleria y arcabuzeria. Las galeras tornaron a cargar, y llegando donde el Emperador estava abatieron tres vezes las banderas con gran grita diziendo Imperio, Imperio. Luego dispararon la artilleria y arcabuzes, y hecha la salua salieron todos los grandes y Cavalleros cortesanos a la lengua del agua para recibir al Principe Juan Andrea Doria, y era tanta la gente que por mas que la guarda trabajava haziendo camino, a penas lo avia. Andrea Doria venia en cuerpo con su baston en la mano, y el Emperador lo recibió haziendole mucha honra, y con grandes muestras de amor. Era Andrea Doria General de la armada, y solo el podia tener el estandarte rendido. El Emperador le pidió que tuviesse por bien, que el estandarte de su hermano el Rey de Portugal estuviesse tambien assi, lo qual se hizo.

  • Se embarca Carlos I para intentar de arrebatar Túnez a Barbarroja

    Se embarca Cárlos I para Cagliari en Cerdeña, punto de reunion de la grande escuadra para la empresa de Tunez.

  • Llega noticia del sitio de la Goleta, llave a Túnez

    [A]portaron á la presente playa dos galeras de Andrea Dória, que traian la noticia como S. M. tenia su exercito sobre la Goleta de Tunez.

  • La Diputación rebaja los impuestos para facilitar un gran mercado de esclavos y otros géneros procedentes de Túnez

    A 5 de Setiembre de 1535 aportó á Barcelona la Armada de Portugal que habia ido á Tunez, y traia muchos esclavos y esclavas. A los 11 de dicho mes los Diputados del General y derecho de la Leuda publicaron pregones, para que el que quisiese, podia sacar en tierra esclavos ú otra qualquiera mercadería, pagando solo por lo que vendiesen: y así desembarcaron muchos esclavos y otros generos de que hicieron buena venta; y volviendo á embarcar los restantes, partieron siguiendo el rumbo á poniente.

  • Encarcelados unos músicos y bailadores por poner en peligro la lucha de Nuestra Señor contra los turcos y la peste

    En aquest die, per lo vot havia fet la present ciutat o lo Concell de Cent Jurats de aquella no ballar de nits los vespres de Carnestoltes ni Dijous Lardé, per la misericòrdia havia feta Nostre Senyor a la present ciutat de Barchinona y a tot lo present Principat, de liberar-la, ço és, de la peste que ere en aquella, de remiar-la soptosament, y de la armada del turch enemich de nostra sancta fe christiana, que ere vinguda en la illa de Manorcha y prengué la vila de Ciutadella y malmané moltes ànimes, qui miraculosament se’n tornar ses fer ningun dany, ni al present Principat ni illa de Manorqua, los honorables consellers requeriren al veguer y sots-veguer, donant-los-ho per scrit, que preguessen los jutglars que havien sonat lo vespre abans per los carrers, y los qui·ls havien logats y los qui bellaven, metent-los a la pressó.

  • Las autoridades visitan a Juan de Austria, que quiere unirse a la flota antiturca

    Las autoridades pasan á cumplimentar á D. Juan de Austria, que habia llegado el dia anterior.

  • Celebración del levantamiento del sitio de Malta

    Cántase un Te Deum y se hace procesion solemne con motivo de haber los turcos levantado el sitio de Malta despues de perder mucha gente.

  • Una procesión pide ayuda divina para derrotar a los turcos

    Se publica en los púlpitos el jubileo, y se hace una procesion para alcanzar de Dios el aniquilamiento de la escuadra turca que se aprestaba contra los cristianos.

  • Juan de Austria llega desde Madrid para reunirse con la flota de Lepanto

    Entra D. Juan de Austria procedente de la corte para pasar á levante.

  • Sale una flota de Barcelona para luchar contra el turco

    En esta ciudad debia [D. Juan de Austria] conferenciar con el Comendador mayor y su secretario Soto sobre algunas disposiciones, y asi acordaron avisar á D. Alvaro Bazan, que desde Cartagena, donde se hallaba, viniese inmediatamente con sus galeras de Napóles para pasar á Italia; á D. Sancho de Leiva, ge neral de las galeras de España, que se hallaba en Mallorca, que se dispusiese á ir á Barcelona, y al comendador de las mismas galeras Gil de Andrada, que desde luego se dirigiese á aquel puerto con doce de ellas, para acompañar á D. Juan en su navegación. El 18 envió un correo con las respuestas á las cartas, que habia recibido; á los 25 llegaron los príncipes, y el 1.° de juho, hallándose ya ancladas á la vista las galeras de Mallorca, pasaron D. Juan y sus sobrinos á merendar en la [nueva galera] Real, que estaba ya perfectamente aderezada para el primero.

    Continuaron en aquella ciudad algunos dias, durante los cuales se vararon con gran solemnidad dos galeras nuevas: empezóse á repartir en cuatro naves la recámara y caballeriza de los príncipes, y llegaron los títulos para D. Juan y los demás ministros, que habían de servir á sus órdenes. Embarcados en seguida los tercios de la infanteria española, que mandaban D. Lope de Figueroa y D. Miguel de Moncada, y dádose á la vela el 11 del mismo D. Sancho de Leiva con once galeras, que corriesen las costas y precavieran los daños de corsarios, zarpó D. Juan el día 20 con otras treinta y siete galeras, y con próspera navegación arribó el 26 á Génova. Salieron á reeibirle el Dux y la Señoría, y se hospedó en el palacio del príncipe Juan Andrea Doria, á donde enviaron á felicitarle por medio de embajadores los duques de Saboya. Parma, Florencia, Ferrara y Mantua, y todas las ciudades de Lombardía. Desde aquí mandó á Yenecia á D. Miguel de Moneada para que diese parte de su llegada al Senado, y en su nombre le visítase, y á Roma al conde de Priego que hiciese igual diligencia con el Pontífice, dándole gracias por su elección, y haciéndole presentes sus deseos de servirle y coadyuvar á su santo y paternal propósito.

  • Llegan noticias de Lepanto. Inscripciones flamencas en el bastón de mando de Juan de Austria, y su culto local

    Llega la noticia de la victoria alcanzada por D. Juan de Austria contra los turcos en la gran batalla naval de Lepanto.

  • Noticia de la toma de Túnez

    Llega la noticia de la toma de Tunez verificada por D. Juan de Austria en 10 de octubre anterior.

  • Galeras españolas con ayuda de Santiago toman un navío otomano en una batalla nocturna

    El dia cinco de Diciembre de 1629, por (la) tarde, se descubrió un bello y arrogante baxel de alto bordo que cursava esta playa de Barcelona, costas de Gathaluña, recelándose ser turco. Cerró la noche, y queriendo los turcos, como hijos de ella, hacer de las suias, fueron abordando hacia el puerto, acercándose tanto, que á cosa de las onze de la noche le descubrieron unos soldados cathalanes que hacían guardia del morbo, que entonces se celava por el contagio, y reconociendo los paysanos lo donoso que havía de ser á las galeras, embarcaciones del puerto y navios que havía por la plaia, fuéronse á toda priesa á dar aviso á las galeras y navios, que sin du(da) se devían estar sin centinelas: apenas pasó la palabra vieron la nave, quando cortando los cavos, dieron los remos al agua las cinco galeras españolas, que como recelaban ya la tarde antes, están dispuestas para carpar. Disparó la Patrona el acostumbrado tiro sin bala, dando seña para que respondiera el navio; pero él, soberbio por naturaleza, desimuló, y viendo las galeras el silencio, dieron tras él, y él, juzgando con la opacidad de la noche que eran barcas que le davan caza, desplegando las velas huíase engolfando, con ánimo de conducir aquellas barquillas en alta mar para hacer presa de ellas. Salió su presunción tan castigada como merecía, pues las galeras, llegando á tiro de poder jugar la artillería y mosquetería, empezaron á llober valas como si fuera agua, y á formar el humo densas, nubes en la región cierca. A la multitud de los tiros continuada, y á las luces del fuego, reconocieron los hijos de Vulcano que eran galeras las que le infestavan: aquí empezó la sangrienta escaramuza, y en su bárvara lengua á lebantar voces y animarse á la batalla: aquí los valerosos españoles, hixos de Marte, á formar círculo cercando al navio, y darle fieras cargas; sin cesar los cañones de disparar, que parecían venas de la región ígnea sigun arrojavan fuego; á cuio estruendo dispertó lo más de la ciudad con el susto de la novedad: duró la pelea hasta las cinco de la mañana, en que con la luz de la luna se logravan mejor los tyros, pues de uno le rompió la galera de San Juan los árboles m(aest)re y trinquete al navio, y luego abordando las proas contra el turco castillo, y apellidando el patrón de España, se oían las voces de Santiago y á ellos, y los gemidos de los heridos acavaron de rendir al baxel, en el cual se hallaron 110 moros, sin los que en la batalla havían muerto, quince renegados y 16 cautivos, con catorce cañones de bronze y muchas provisiones de municiones y mantenimientos de vizcocho, arroz, manteca y otros géneros, con diversidad de estandartes que traía de diferentes reies, para executar mexor sus presas. El día siete por la mañana se restituieron al puerto las galeras, rotas las proas y arrastrando el navio, y por el agua los estandartes ó banderas que havían apresado. El cabildo y clero del Aseo fue á buscar los muertos, que eran doze de las galeras, á quienes hicieron sumptuoso entierro. Los heridos fueron muchos, pero no pereció ninguno. Vendito sea Dios.

  • Nace Alí Bey

    Nace D. Domingo Badía y Leblich conocido entre los turcos y árabes por Aly-Bey-el-Abbassi.

  • El apetito gigantesco de la comitiva del embajador turco

    Relación de lo sucedido con el Embaxador de la Puerta Otomana durante el tiempo que ha permanecido en la Ciudad de Barcelona.

    El Embaxador del Gran Turco que viene á la Corte de España, llego al puerto de Barcelona el 25 de Julio último en una polacra Francesa. Se llama Ahmet Vaciss Effendi; estuvo en la Corte de Rusia con este mismo encargo el año de 1777; en el de 80 fué nombrado Consejero del Divan, y aunque en el de 83 se le dió el empleo de Director General de la parte del Asia sujeta al Gran Señor, ha residido siempre en Constantinopla con el cargo de Historiógrafo de la Puerta y Director de las Rentas públicas. El fausto que regularmente mantiene en su palacio acredita su grandeza, pues son 40 sus mugeres entre legítimas y concubinas, 12 lacayos, 4 cocineros, 2 porteros, 3 pages, 10 criados de servicio, 3 volantes, médico, cirujano, sangrador, 2 jardineros, 10 esclavas, ayo para la educación de un hijo de 10 años que tiene, y 2 reposteros. Toda esta familia se ha quedado en su palacio.

    En el Sábado 28 del expresado mes de Julio, á las 6 y media de la tarde desembarcó con toda su comitiva en la playa frente al Lazareto, en el parage que se le destinó, en el qual han continuado todos sin la menor novedad. A su desembarco asistieron el Exmo. Sr. Conde del Asalto, Capitán General de Barcelona, los Señores Regidores que componen la Junta de Sanidad, y el Sr. Fiscal de lo Civil de aquella Real Audiencia, concurriendo á verlo innumerable pueblo. Es de estatura bastante alta, grueso, algo trigueño, muy cerrado de barba, de genio afable, y de semblante y porte respetable, no pasando según dicen de 45 años de edad.

    Su comitiva consiste en un Secretario eligido por el Gran Señor, otro segundo, un Dragomán ó intérprete, también nombrado por la Puerta Otomana, Tesorero, Caballerizo, Mayoidomo, un Xefe de Cámara con dos ayudantes, un primer guardia ó volante con tres subalternos, 14 lacayos con uno que los comanda, un Ministro de su Religión, el Guardia ó Genízaro de á caballo, que marcha delante de su carroza quando usa de ella en Coostantinopla, 4 músicos, 1 barbero, 5 cocineros, 2 mozos de repostería, otros 2 para hacer el café, el criado del Dragomán, y otro intérprete que es Valenciano.

    Mientras ha permanecido en su primer alojamiento se han suministrado casi diariamente para él y toda la familia los comestibles siguientes: 10 panes chicos de 14 onzas; 15 grandes de 3 libras; 32 libras de manteca de vaca; 30 de miel; 10 de azúcar de pilón; otras 10 de la regular; 60 de arroz; 2 carneros; 10 libras de harina, 12 de velas de cera; otras 12 de las de sebo; 8 azumbres de leche; 16 libras de café; 2 libras de xabon de piedra; 8 libras de almendras; 5 pares de gallinas; otros 5 de pollos; 4 docenas de huebos; una quarti11a de aceyte; 50 pepinos; 4 docenas de cebollas; 50 limones, 12 melones; una arroba de nieve; 8 docenas de manzanas; 1 de melocotones; tres de peras; 12 libras de judías; 14 de tomates; 6 docenas de verengenas; una libra de pimienta larga; media de canela; otra media de clavo; y una de piñones. Ademas se le ha dado con abundancia toda especie de verduras y ensaladas, á excepción de la achicoria por haberlo prevenido así. En uno de los primeros dias pidió separadamente media libra de cochinilla; y habiéndose preguntado al interprete en que la empleaba, respondió que en dar color á los guisados. (Se continuará.)

  • Washington Irving sobre Barcelona, la opera, el embajador turco, una audiencia con Isabel II, la estupidez y crueldad del conde de España

    I am delighted with Barcelona. It is a beautiful city, especially the new part, with a mixture of Spanish, French, and Italian character. The climate is soft and voluptuous, the heats being tempered by the sea breezes. Instead of the naked desert which surrounds Madrid, we have here, between the sea and the mountains, a rich and fertile plain, with villas buried among groves and gardens, in which grow the orange, the citron, the pomegranate, and other fruits of southern climates.

    We have here, too, an excellent Italian opera, which is a great resource to me. Indeed, the theatre is the nightly place of meeting of the diplomatic corps and various members of the court, and there is great visiting from box to box. The greatest novelty in our diplomatic circle is the Turkish Minister, who arrived lately at Barcelona on a special mission to the Spanish Court. His arrival made quite a sensation here, there having been no representative from the Court of the Grand Sultan for more than half a century. He was for a time quite the lion; everything he said and did was the theme of conversation. I think, however, he has quite disappointed the popular curiosity. Something oriental and theatrical was expected — a Turk in a turban and bagging trousers, with a furred robe, a long pipe, a huge beard and moustache, a bevy of wives, and a regiment of black slaves. Instead of this, the Turkish Ambassador turned out to be an easy, pleasant, gentleman-like man, in a frock coat, white drill pantaloons, black cravat, white kid gloves, and dandy cane ; with nothing Turkish in his costume but a red cap with a long, blue silken tassel. In fact, he is a complete man of society, who has visited various parts of Europe, is European in his manners, and, when he takes off his Turkish cap, has very much the look of a well-bred Italian gentleman. I confess I should rather have seen him in the magnificent costume of the East; and I regret that that costume, endeared to me by the Arabian Nights’ Entertainments, that joy of my boyhood, is fast giving way to the levelling and monotonous prevalence of French and English fashions. The Turks, too, are not aware of what they lose by the change of costume. In their oriental dress, they are magnificent-looking men, and seem superior in dignity of form to Europeans; but, once stripped of turban and flowing robes, and attired in the close-fitting, trimly cut modern dress, and they shrink in dimensions, and turn out a very ill-made race. Notwithstanding his Christian dress, however, I have found the Effendi a very intelligent and interesting companion. He is extremely well informed, has read much and observed still more, and is very frank and animated in conversation. Unfortunately, his sojourn here will be but for a very few days longer. He intends to make the tour of Spain, and to visit those parts especially which contain historical remains of the time of the Moors and Arabs. Granada will be a leading object of curiosity with him. I should have delighted to visit it in company with him.

    I know, all this while you are dying to have another chapter about the little Queen, so I must gratify you. I applied for an audience shortly after my arrival, having two letters to deliver to the Queen from President Tyler; one congratulating her on her majority, the other condoling with her on the death of her aunt. The next day, at six o’clock in the evening, was appointed for the audience, which was granted at the same time to the members of the diplomatic corps who had travelled in company with me, and to two others who had preceded us. It was about the time when the Queen drives out to take the air. Troops were drawn up in the square in front of the palace, awaiting her appearance, and a considerable crowd assembled. As we ascended the grand staircase, we found groups of people on the principal landing places, waiting to get a sight of royalty. This palace had a peculiar interest for me. Here, as often occurs in my unsettled and wandering life, I was coming back again on the footsteps of former times. In 1829, when I passed a few days in Barcelona, on my way to England to take my post as Secretary of Legation, this palace was inhabited by the Count de Espagne, at that time Captain General of the province. I had heard much of the cruelty of his disposition, and the rigor of his military rule. He was the terror of the Catalans, and hated by them as much as he was feared. I dined with him, in company with two or three English gentlemen, residents of the place, with whom he was on familiar terms. In entering his palace, I felt that I was entering the abode of a tyrant. His appearance was characteristic. He was about forty-five years of age, of the middle size, but well set and strongly built, and became his military dress. His face was rather handsome, his demeanor courteous, and at table he became social and jocose ; but I thought I could see a lurking devil in his eye, and something hardhearted and derisive in his laugh. The English guests were his cronies, and, with them, I perceived his jokes were coarse, and his humor inclined to buffoonery. At that time, Maria Christina, then a beautiful Neapolitan princess in the flower of her years, was daily expected at Barcelona, on her way to Madrid to be married to Ferdinand VII. While the Count and his guests were seated at table, after dinner, enjoying the wine and cigars, one of the petty functionaries of the city, equivalent to a deputy alderman, was announced. The Count winked to the company, and promised a scene for their amusement. The city dignitary came bustling into the apartment with an air of hurried zeal and momentous import, as if about to make some great revelation. He had just received intelligence, by letter, of the movements of the Princess, and the time when she might be expected to arrive, and had hastened to communicate it at headquarters. There was nothing in the intelligence that had not been previously known to the Count, and that he had not communicated to us during dinner; but he affected to receive the information with great surprise, made the functionary repeat it over and over, each time deepening the profundity of his attention ; fmally he bowed the city oracle quite out of the saloon, and almost to the head of the staircase, and sent him home swelling with the idea that he had communicated a state secret, and fixed himself in the favor of the Count. The latter returned to us laughing immoderately at the manner in which he had played off the little dignitary, and mimicking the voice and manner with which the latter had imparted his important nothings. It was altogether a high farce, more comic in the acting than in the description; but it was the sportive gambolling of a tiger, and I give it to show how the tyrant, in his hours of familiarity, may play the buffoon.

    The Count de Espagne was a favorite general of Ferdinand, and, during the life of that monarch, continued in high military command. In the civil wars, he espoused the cause of Don Carlos, and was charged with many sanguinary acts. His day of retribution came. He fell into the hands of his enemies, and was murdered, it is said, with savage cruelty, while being conducted a prisoner among the mountains. Such are the bloody reverses which continually occur in this eventful country, especially in these revolutionary times.

    I thought of all these things as I ascended the grand staircase. Fifteen years had elapsed since I took leave of the Count at the top of this staircase, and it seemed as if his hardhearted, derisive laugh still sounded in my ears. He was then a loyal subject and a powerful commander; he had since been branded as a traitor and a rebel, murdered by those whom he had oppressed, and hurried into a bloody grave. The beautiful young Princess, whose approach was at that time the theme of every tongue, had since gone through all kinds of reverses. She had been on a throne, she had been in exile, she was now a widowed Queen, a subject of her own daughter, and a sojourner in this palace.

    On entering the royal apartments, I recognized some of the old courtiers whom I had been accustomed to see about the royal person at Madrid, and was cordially greeted by them, for at Barcelona we all come together sociably as at a watering place. The «introducer of ambassadors» (the Chevalier de Arana) conducted my companions and myself into a saloon, where we waited to be summoned into the royal presence. I, being the highest in diplomatic rank of the party present, was first summoned. On entering, I found the little Queen standing in the centre of the room, and, at a little distance behind her, the Marchioness of Santa Cruz, first lady in attendance…