Etiqueta: la Rambla

  • La Jamancia: mucha artillería

    (Domingo)

    Hoy á las cuatro y media de la madrugada ha salido de Barcelona una partida de unos 100 hombres entre salvaguardias de la libertad y voluntarios de la junta, capitaneada por D. Vicente Zulueta, y se ha dirigido hácia al pié de la montaña de Monjuí y Cruz cubierta con el objeto de sorprender á los de Berga y Sarriá que están apostados en aquel punto.

    Al amanecer se ha roto el fuego por ambas partes habiendo tenido unos y otros algunos heridos. Viendo los del castillo que los de la plaza no cedian les ha disparado algunas granadas. El fuerte de san Antonio ha hecho tambien algunos tiros de canon contra los del gobierno, y en seguida Monjuí ha empezado á disparar con mas ardor balas rasas y granadas contra las tropas y fuertes de la plaza y contra la misma con daño de algunos de sus edificios. A las siete menos cuarto ha regresado la partida que salió por la madrugada con pérdida de cuatro salvaguardias de la libertad, que se pasaron á los del gobierno, y habiendo tenido tres muertos.

    A las 9 menos cuarto al pasar por la carretera el relevo que iba al fuerte Pio el vocal de la junta D. Antonio Rius y Rosell, que se hallaba á la sazon en el fuerte de la Puerta nueva, ha mandado cargar de metralla un obus y dispararlo contra la partida que iba á dicho relevo. Apenas lo vieron los del fuerte Pio y Ciudadela, empezaron á disparar balas rasas contra dicha puerta, no sin causar detrimentos de consideracion á las casas de las cercanías de san Pedro que miran al fuerte Pio. De aqui se ha seguido que todos los fuertes del gobierno han estado hostilizando la ciudad y sus baterías con toda clase de proyectiles, hasta las seis de la tarde en que ha cesado del todo el cañoneo. Durante este fuego se han dirigido muchísimos tiros á la fundicion que hay cerca la casa de March de Reus en la rambla.

    Entre todos los fuertes del gobierno se han disparado hoy 1351 proyectiles, entre las cuales ha habido alguna que otra bomba.

    A las once menos cuarto de la noche la Ciudadela ha disparado cinco cañonazos con metralla á las barricadas de la línea del Borne.

    Hoy se ha publicado la siguiente orden del gobierno (1).

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    (1) A consecuencia de lo dispuesto por la Excma. Junta Suprema de esta provincia, todos los cuerpos de M. N. de esta plaza inclusos el de Artilleria y Zapadores nombrarán diariamente una comision compuesta de un oficial, un sargento, un cabo y un individuo que deberán constituirse en la puerta de S. Antonio, y calificarán según las instrucciones que reciban las personas á quienes debe permitirse ó negarse la entrada ó salida por la misma, á cuyo un nombrará el primer batallon un oficial, el segundo un sargento, el tercero un cabo y el cuarto un individuo y asi sucesivamente los demas batallones por su orden respectivo, debiendo ausiliarles para cuanto se les ofrezca la guardia de la citada puerta de S. Antonio.

    Art. 2.° Per resolución de la misma Junta se previene á los comandantes de los batallones de M. N. de toda arma, Francos y partidas sueltas pongan á disposición del Sr. comandante del presidio peninsular al reo fugado de él, Jaime Monserrat, caso que hubiese tomado plaza en alguno de los suyos respectivos negándosela si se presentase á solicitarla en lo sucesivo.

    Art. 3.° Se previene asimismo á todos los comandantes de la guarnicion de toda arma que habiéndose notado un abuso en la estraccion de utensilios de la provision de esta plaza, que en lo sucesivo saquen de ella solo el preciso número de los que necesiten, en la inteligencia de que son responsables de los que sus cuerpos ó batallones hayan estraido.

    Art. 4.° Habiéndose advertido de que los individuos que se hallan de guardia en los distintos puntos del recinto dejan estos, replegándose hácia las baterías inmediatas cuando alguna de ellas hace disparos, sin duda creyendose hacer un beneficio á los de las mismas, debo prevenir que lejos de poder prestarles en esto un servicio les perjudican, por cuyo motivo los comandantes de guardia de aquellos por ningún
    pretesto permitirán el que los suyos lo verifiquen, ni que en los que haya baterías se entorpezcan los de un arma á otra, de cuyo cumplimiento haré responsable á dichos comandantes.

    Lo que se hace saber en la órden de este dia para inteligencia de los cuerpos y su puntual cumplimiento.—E. G. Villavicencio.

  • La Jamancia: negociaciones, manifestaciones, robos

    (Viernes).

    Continúan las tropas del gobierno trabajando en las baterias de la fontrobada y buena vista. Esta tarde han salido de esta para ir al cuartel general á apersonarse con D. Laureano Sanz para tratar de poner fin á la revolucion, el Alcalde primero D. José Soler y Matas y el concejal, D. José Oriol Ronquillo, comisionados ambos por la Junta Suprema; aunque esto es secreto y lo ocultan; regresando con ellos á sus destinos los dos oficiales que entraron ayer de parlamento. Estos dos últimos se llevaban un cofre que tenia aqui D. Narciso Ametller y habiendo llegado á noticia de D. Francisco Cuello les detuvo y les mandó soltar dicho cofre.

    A las 5 y cuarto el gobernador de la plaza con su asistente, ambos á caballo han empezado á recorrer la rambla dando gritos de viva la Junta Central, mueran los pasteleros y malvados y muera Prim. Muy pronto se les han reunido un gran número de muchachos y varios hombres hasta el numero de 200. Por la noche ha vuelto á comparecer el mismo gobernador en la rambla seguido de los mismos, la mayor parte de los cuales llevaban una hacha encendida en la mano, y dando los mismos gritos, se han dirigido por las calles inmediatas á las murallas y fuertes de la ciudad, añadiendo á aquellos gritos, los de Vigilancia, y que había muchos pasteleros. Son las once de la noche y siguen todavia alborotando por las calles.

    Hoy ha tenido lugar un robo de consideracion en casa de D. Isidro Inglada sita en la calle de la cucurulla. Parece que los perpretadores han sido don José Masanét y algunos embozados cuyos nombres se ignoran: se habla con divergencia de la suma robada, que algunos hacen subir á mas de 50,000ds.

  • La Jamancia: nueva batería Montjuic lista, negociaciones, expropiaciones

    (Sábado).

    Hoy se han observado ya dos piezas de artilleria en la bateria de la font trobada.

    Nótase muchísima agitacion en los habitantes de esta Ciudad. Hablase mucho de transaccion; pero los Jamancios mas freneticos, dicen que se mantendrán firmes hasta la muerte.

    A las once de la mañana una comisión de la Junta Suprema presidida por D. Vicente Soler, se ha presentado en casa de los sucesores de D. Rafael Sabadell y despues de un escrupuloso registro han encontrado al fin en un saco lleno de ceniza las cantidades siguientes: 750 duros en cuartos, 37 en monedas francesas de 19 francos, y lo restante hasta completar la suma de 1750 duros, que fué lo que se llevaron, en monedas de oro.

    A las siete de la noche han regresado de Gracia los comisionados que salieron ayer para conferenciar con el Capitan General. Al punto que han llegado se han reunido todos los vocales de las dos juntas y los comandantes de los Batallones que hay en esta plaza; pero al cabo de una hora y media se ha notado que varios gefes con gente armada ocupaban las avenidas de las bocas calles de las inmediaciones de la rambla y no dejaban penetrar á nadie dentro el casco de la ciudad. Segun he sabido despues por un comandante de batallon, ha provocado esta medida la divergencia que se nota entre los gefes de la guarnicion, muchos de los cuales no quieren acceder á la capitulacion que han propuesto, de acuerdo con el general los dos citados comisionados.

    Hoy el teniente de Rey D. José Olivan ha mandado á los contralores de los hospitales que le remitiesen una exacta relacion de los individuos que hayan muerto ó se hallen enfermos ó heridos, tanto del ejército como de milicia nacional y partidas sueltas, con especificacion del dia de su entrada y salida, nombres y cuerpos á que pertenecen.

    Hoy no ha habido fuego de cañon, y el de fusileria ha sido insignificante.

  • La Jamancia: violencia al fracasar negociaciones, medidas contra robos

    (Martes).

    En vista de la resolucion tomada ayer por los centralistas el capitan general ha regresado á Gracia mandando antes que se rompiesen de nuevo las hostilidades. Monjuí ha disparado esta mañana 15 granadas y 10 balas rasas contra Atarazanas y los fuertes de la ciudad, habiendo reventado una de aquellas en el patio de las mugeres en la cárcel, pero sin haber causado ninguna desgracia.

    Hoy se ha observado que bajaban de Monjuí algunas piezas de artilleria, sin duda para armar las baterias que están construyendo en las faldas de la montaña.

    En toda la tarde no ha cesado el fuego de fusileria por la parte de Monjuí y carretera de Sans.

    La Junta ha publicado hoy la comunicacion de Ametller (1) de que hablamos mas arriba, y un decreto ordenando á los vecinos de esta ciudad, que no abran sus casas de noche á nadie que no se presente con el alcalde de barrio y dos vecinos conocidos (2).

    Ademas de los dos documentos citados se ha publicado con esta fecha la interesante orden del gobierno que se copia en la nota (3).

    (1) JUNTA SUPREMA PROVISIONAL DE LA PROVINCIA DE BARCELONA.

    Esta Junta acaba de recibir del Excmo. Sr. Capitan General D. Narciso de Ametller la siguiente comunicacion.==
    Excmo. Sr.–Por el oficial comisionado que envié, ya sabrá V. E. mi salida de Gerona, con armas, municiones, artilleria, carros y pertrechos; tambien habrá dicho á V.E. mis ideas y planes. Constancia y firmeza y triunfaremos. Toda Galicia es nuestra, reina la desconfianza entre los contrarios y por consecuencia el desaliento. He visto las comunicaciones que V. E. ha dirigido al coronel Martell, y debe V.E. estar en la seguridad de que nada haré sin contar con su consentimiento.

    No dé credito V. E. á nada que le digan de transacción á no ser que yo mismo se lo anuncie por medio de una comision. Olivenza, plaza fuerte de Estremadura, se ha pronunciado con el provincial de Cáceres. Se dice que Zaragoza se vuelve á moverse. Animo y constancia.—Figueras 10 de noviembre de 1843.=A las ocho de la noche.—Excmo. Sr. Narciso de Ametller.

    Lo que se publica por acuerdo de la Excma. Junta Suprema.

    Barcelona 14 de noviembre de 1845—El vocal secretario, Antonio Rius y Rosell.

    (2) JUNTA SUPREMA PROVISIONAL DE LA PROVINCIA DE BARCELONA.

    Esta Junta tiene noticia de que en alguna de las casas d? esta capital se han hecho reconocimientos sin la debida autorizacion y aun sin asistencia de los Sres. Alcaldes de barrio, y como semejante proceder es altamente escandaloso y punible, la Junta decreta:

    ARTICULO 1.° Los vecinos de esta capital resistirán á toda persona que se prosente á sus casas para reconocerlas y no lleve autorizacion de la Junta y vaya acompañada de un alcalde de Barrio.

    Art. 2.° Esta Junta ha acordado no autorizar á persona alguna para practicar reconocimientos de noche, por consiguiente los vecinos no tendrán obligacion de abrir las puertas á no ser á los alcaldes de barrio acompañados de dos vecinos conocidos de la casa, ó á los Sres. Alcaldes Constitucionales y Municipales.

    Art. 3.° Quedan nulas sin valor ni efecto las autorizaciones que hasta ahora ha dado esta Junta, y solamente se considerarán legítimas las que lleven fecha posterior á este decreto , y vayan firmadas por el presidente y secretario y selladas con el sello de la Junta.

    Barcelona 14 de noviembre de 1843.

    El presidente, Rafael Degollada.==El vocal secretario, Antonio Rius y Rosell

    (3) ORDEN DEL GOBIERNO DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1843.

    Art. 1.° Los Sres. Comandantes de los batallones de Milicia nacional que ocupan esta plaza, se servirán disponer que de cada uno de los suyos respectivos se nombren dos patrullas, la una desde el anochecer hasta las doce de la noche, y la otra hasta el amanecer; componiéndose cada una de ellas de un oficial y veinte individuos, las que recorrerán constantemente las plazas j calles de esta ciudad para hacer observar el orden, arrestando á las personas que lo perturbasen; y si fuesen aprehendidos ladrones infraganti, serán en el acto pasados por las armas. Las patrullas que deben salir al anochecer, deberán hallarse formadas en la Rambla de los Estudios con la debida anticipación, donde un señor Ayudante de plaza les comunicará instrucciones.

    Art. 2.° Á la hora de la retreta todos los individuos pertenecientes á la M. N. de todas armas, los cuerpos francos y demas fuerzas permanecerán en sus respectivos cuarteles hasta el toque de diana, incluyéndose en esta medida los Sres. gefes y oficiales.

    Art. 3.° Los Sres. Comandantes de los distritos y los de las guardias del recinto, no permitirán el pase á persona alguna por el mismo, que no sean las autoridades, oficiales ó milicianos nacionales.

    Art. 4.° Se previene á todos los milicianos nacionales usen siempre el uniforme y fornitura aunque no estén de servicio.

    Art. 5.° En el caso de atacar el enemigo decididamente algun punto, toda la fuerza franca de servicio se pondrá sobre las armas en sus cuarteles; mas no será reforzado ningun puesto sin espresa orden de este gobierno, a no ser en un caso estraordinario.

    Art. 6.° Los comandantes de los distritos prohibirán bajo su mas estrecha responsabilidad, que ningun individuo suba á la muralla á hacer disparos, sino cuando se ordene.

    Art. 7.° Esta orden será leida á todos los batallones y demás fuerza armada por tres dias consecutivos á la hora de la lista de la tarde por sus respectivos gefes. Todo lo que se hace saber en la orden de este dia para su mas exacto cumplimiento.—El Gobernador, Villavicencio.

    ADICION Á LA ORDEN DE ESTE DIA.

    Habiéndose notado el abuso de que algunos Señores segundos comandantes del ejército y cuerpos francos de ultimamente ascendidos por la Excma. Junta Suprema, usan la divisa de primeros comandantes, se previene que las insignias que les corresponden, segun reales órdenes y reglamentos vigentes, es un galon en la vuelta, de oro ó plata, segun los cabos del uniforme, y baston de mando.—El coronel gobernador, Villavicencio.

  • La Jamancia: negociaciones, robos, fusilería, carne

    (Sábado).

    Hoy apesar de estar las autoridades en continuas contestaciones con el general Sanz, sobre las bases de la capitulacion apenas ha cesado el tiroteo en toda la línea.

    Esta mañana á las diez se ha presentado y dirigido á la ciudadela por la puerta principal, la comision compuesta de los cinco individuos que hemos citado mas arriba á Gn de acabar de arreglar los pactos de la transaccion. A las cuatro de la tarde ha regresado á Barcelona por la misma puerta; y al cabo de una hora se tocaba ya orden general por todos los cuerpos de la plaza, sin duda para enterarles de los capítulos que habian quedado sentados entre los comisionados y el general Sanz.

    Mas tarde se veian ya algunos grupos en la Rambla compuestos de anti-transaccionistas. Mucho se teme que aun esta vez no hagan ilusorio el convenio.

    La parte sana de la población deja ver la ansiedad que es facil de suponer.

    Esta mañana se ha descubierto que se habia robado de casa el señor Planas, que está al pié de la bajada del baluarte del Medio dia, todo cuanto habia en sus aposentos. Los factores de ese robo no pueden ser otros que los individuos que estan destacados en dicho fuerte, por no permitirse á los demas el paso hasta aquel punto.

    En la noche pasada se han cometido varios robos en distintas habitaciones cuyos dueños están ausentes por causa de las actuales circunstancias.

    A pesar de las negociaciones no por eso dejan de proseguirse con el mayor ardor los trabajos de las baterias en la línea del bloqueo.

    Anoche entraron en la plaza 110 carneros.

  • La Jamancia: capitulación cerca, tropas irregulares en contra

    (Domingo).

    La Rambla ha estado hoy muy concurrida pero nadie se atreve á espresarse francamente acerca de los asuntos que se debaten.

    Los cuerpos francos y partidas sueltas son los que mas decididos se muestran contra la capitulacion, que presenta el Constitucional de hoy como proyecto, y que no copiamos por ser la misma que quedó concertada entre el gobierno y la Junta y que se verá mas abajo. La Milicia está tambien dividida. Hoy con motivo de los dias de Isabel II, los fuertes han hecho las salvas de costumbre, sin bala.

    En Gracia circulaba impreso esta mañana el bando de bloqueo que ha espedido D. Juan Prim en Figueras, cuyo tenor es el siguiente: Véase la nota (1).

    Esta tarde ha vuelto la comision conciliadora al general Sanz rogándole se sirviese mejorar algunos artículos de la capitulacion, pero este se ha negado redondamente á ello y ha dirigido á la junta la comunicacion ó ultimatum que puede verse en la nota (2). En vista de eso se ha tocado orden general para noticiar á los cuerpos la resolucion del general en gefe. Ha poco rato han aparecido ya grupos, y á no ser por la compañia de nacionales de san Martin la Junta hubiera sido tal vez víctima del furor de los antí-transaccionistas. Atravesamos una crisis espantosa. Sin embargo ha triunfado el partido de transaccion y á las 10 de la noche han pasado á la ciudadela á firmar la capitulación que se copia en la nota (3), los señores Rius y Rosell, Vert, Montote, Prats, Costa, como comisionados de la plaza. Esta misma noche han ido á acogerse bajo el pabellon Griego, el Gobernador de la plaza y algunos vocales de la junta. En la misma han sido puestos en libertad D. Juan Castells, vocal que era de la Suprema y los Sres. D. Ildefonso Vargas, y don Vicente Cervelló, gefes de la compañia de salvaguardias.

    Con esta fecha el Excmo. Sr. Capitan general ha dirigido á los Barceloneses una proclama en alto grado consiliadora. Véase la nota (1).

    (1) Don Juan Prim, conde de Reus, etc.

    La innoble conducta del rebelde Ametller, que hollando los sagrados deberes contraíidos por sí y a nombre de los que capitanea, en la estipulacion que firmó el 8 del corriente para la entrega de las plazas de Gerona y Hostalrich, á la que segun el tenor de la misma debió seguirse la rendicion del castillo de Figueras con todas las fuerzas en ella reunidas; el saqueo y asesinatos cometidos por su gavilla en puntos indefensos y durante la tregua acordada entre ambos: el continuar aun dicho Ametller hostilizando, no ya al gobierno provisional de la Nacióon, sino á la Reina Doña Isabel II, declarada mayor de edad por el voto de los representantes españoles en la sesión del 8 del actual, le han colocado, asi como á los que siguen esa brutal revolucion tan terminantemente rechazada por todos los buenos, en la clase de foragidos, á quienes por bien del pais y honra de la Nación, cuyo nombre mancillan, es de rigurosa justicia tratar como á tales; por tanto mando.

    1.º Quedan declarados traidores por su crimen contra la Reina y el Estado, y foragidos por su pillage y asesinatos, cuantos hoy en dia se hallan en el fuerte de S. Fernando de Figueras, capitaneados por el cabecilla Ametller, sufriendo en cualquier época en que sean habidos las penas que la ley marca en tales casos, sea cual fuere la clase y condicion de los comprendidos.

    2.º Como despues de la declaracion anterior los que de cualquier modo los ausilien, apoyen ó tengan relacion con ellos, se hacen dignos de las mismas penas, se aplicarán estas irremisiblemente á los que contravinieren.

    3.° Tan luego como alguno ó algunos de los rebeldes, cualquiera qué sea su número y procedencia, se presenten en pueblo ó caserío, sus habitantes quedan obligados, á reunirse al toque de somaten para perseguirlos y esterminarlos, y asi no lo hiciesen quedarán sugelos los morosos á la pena que el articulo segundo marca para los ausiliadores y encubridores.

    4.° Establecida la linea del bloqueo al castillo de S. Fernando cuantos durante el dia se hallasen dentro del radio del tiro de cañon del mismo y en direccion á él serán fusilados, y los que durante la noche se hallasen á la misma distancia de dicha fortaleza ea cualquiera direccion que vayan sufrirán igual pena, á menos que en ambos casos se hallen los contraventores provistos del competente salvo-conducto firmado precisamente por mi ó del brigadier gefe de estado mayor de esta division.

    5.° Los espias de cualquier sexo, edad ó condicion serán fusilados.

    6.° La Milicia nacional de Figueras queda disuelta hasta que cesadas las actuales circunstancias pueda reorganizarse con arreglo á la ley, y tanto las armas de a misma como sus efectos y pertrechos de guerra, se entregarán en el preciso término de 24 horas al ayuntamiento de la misma villa, quien me será responsable de que el numero complete el de los estados de lo repartido, menos los que tengan en su poder los vándalos que se hallan en el castillo.

    7.° Las armas de fuego de todas clases que tengan en su poder los habitantes de Figueras se entregarán tambien al ayuntamiento de la villa, sie esclusion de ninguna especie y en el mismo término de 24 horas, qne se contarán en este caso y en el que marca el art. 6.°, desde la publicacion de este bando que se hará por pregon y fijará en los parages acostumbrados.

    En el Cuartel Divisionario de Figueras á 17 de noviembre de 1843.==?l general Conde de Reus.

    (2) Ejército de Cataluña. = E.M. = Son las cuatro de la tarde, y hasta esta hora esperé en vano la resolucion definitiva de esas corporaciones al convenio honroso que redacté en union y conformidad con los Sres. Comisionados que salieron ayer á las tres de la tarde de este recinto para terminar brevemente la situacion lamentable de la desgraciada Barcelona; pasó el día señalado de hoy en inaccion, y ya uo me queda nada que efectuar para salvar á esa poblacion de los rigores de la guerra. Ustedes como caballeros son testigos de la generosidad y patriotismo que he observado en las concesiones; y habiendo ya llenado los deberes del honor y de la filantropía, tengo que cumplir ahora con la sagrada obligacion que he contraido con mi patria y con mi Reina. En este concepto, si antes de las doce de la noche de hoy no queda confirmado y ratificado el convenio, romperé al amanecer las hostilidades contra la plaza, sin volver admitir hasta su total rendicion ninguna clase de convenio, estipulacion, ni parlamento; porque los que hacen armas contra su Reina, rebeldes y traidores son en todas las naciones del mundo, y no pueden capitular sino á discrecion. La España y la Europa toda sabrá la conducta observada por el Ejército y por los que sostienen la rebelion dentro de los muros de esa plaza: ella hará justicia, y las generaciones presentes y futuras llenarán de maldicion á los causantes de las desgracias. — Dios guarde á ustedes muchos años. — Laureano Sanz. — Sres. de la Junta de Barcelona.

    (3) El teniente general de los ejércitos nacionales don Laureano Sanz, capitan general del 2.° distrito militar y general en gefe del ejército de operaciones á nombre de S. M. Doña Isabel II Reina de las Españas, y en celebridad de su día en el primer año de su reinado, usando de las facultades que la misma le ha concedido en real órden de 11 del actual, y los señores D. Antonio Rius y Rosell, vocal secretario de la Junta de Barcelona, D. Tomás Vert, de la de Armamento y Defensa, D. Manuel Montoto, mayor de la Plaza, D. José Prats, 2.º comandante del escuadron de Húsares de la Milicia nacional y D. Ignacio Costa, capitan del 4.º batallon de la misma: debidamente autorizados por los comisionados de todos los puntos y corporaciones que se hallan dentro de la plaza, acuerdan el siguiente convenio.

    Artículo 1.° Como los defensores actuales de Barcelona reconocieron siempre á su Reina Constitucional, y siendo ya público que empezó á gobernar los destinos de la nación desde el dia 10 del corriente, escusado es decir, que su lealtad la obedece, respeta y acata.

    Art. 2.º La Milicia nacional conservará sus armas, teniendo cada individuo de ella la libertad de dejarlas si le acomoda, y toda sujeta á reorganización con arreglo á la ley.

    Art. 3.° No siendo necesaria la fuerza restante por la entrada de las tropas en la Capital, quedará disuelta y recibirá sus licencias para marcharse á donde mas les convenga.

    Art. 4.º Los empleados civiles y militares de toda clase y categoria que se hallan dentro de la plaza se acogen espontáneamente á la benignidad de su Reina, y seguros de la rectitud du sus actos recibirán desde luego los pasaportes que soliciten á fin de esperar la resolucion definitiva de S. M. previa recomendacion y súplica que le elevará en su favor el Excmo. Sr. Capitan general.

    Art. 5.° Serán respetadas las opiniones políticas y hechos de armas para sostener las que con mas ó menos desarrollo se hayan nanifestado desde el dia 1.° de septiembre último, pero quedará libre y desembarazada la accion de los tribunales ordinarios para satisfacer la vindicta pública en los delitos comunes.

    Art. 6.° Desde el momento en que quede terminado y ractificado este convenio, no se entablará procedimiento alguno ni se exijirá responsabilidad por causa de infidencia contra los que á él se acojieren. Si alguno se hubiera entablado contra los que se hallen dentro de los muros de Barcelona, se sobreseerá libremente.

    Art. 7.° Los prisioneros que en el dia se hallen en los depósitos quedarán bajo la proteccion de su Reina; una comision de M. N. pasará á Madrid á poner en manos de S. M. la peticion del Excmo. Sr. Capitan general en beneficio de los empleados civiles y militares y en solicitud de la libertad de sus compañeros de armas.

    Art. 8.º La misma comision impetrará de la benignidad de S. M. la libertad de los panados que por las circunstancias hayan ingresado en las filas; y mientras se reciba su resolución formarán un depósito en donde serán socorridos.

    Art. 9.° Será examinada la recaudacion y ocupacion de fondos y su distribucion con la debida escrupulosidad, para inquirir su legítima inversión; del mismo modo se examinaré la ocupacion y distribucion de metálico, géneros y efectos que se hayan hecho en la ciudad desde 1.° de setiembre, sin que pueda hacerse cargo á los individuos de la Junta por los que hubiesen invertido debidamente para el sostenimiento de la situacion creada desde la referida época. Los particulares y las corporaciones que tengan derecho á indemnizacion, serán resarcidos por los medios que señalará el gobierno con la Diputacion Provincial.

    Art. 10. La Diputacion Provincial y el Ayuntamiento serán renovados en su totalidad con arreglo á las leyes.

    Art. 11. Este convenio deberá ser admitido y ratificado brevemente para que en el dia de hoy en razon de su celebridad cese la situacion de Barcelona, entrando las tropas del Ejército en el dia de mañana á encargarse de los puntes de la plaza relevando á la Milicia nacional que los guarnece.

    Art. 12. Toda persona que hallándose actualmente dentro los muros de Barcelona desee marcharse al estrangero ó á otro cualquier punto de España, el Excmo. Sr. Capitan general le librará en el acto el correspondiente pasaporte. Si la persona que lo pidiese hubiese de rendir cuentas dejará los libros y documentos justificativos á otra persona encargada de rendirlas á su nombre.

    Art. 13. Todo el que despues de firmado y ratificado este convenio se opusiese directa ó indirectamente á su cumplimiento,
    alterase el órden público, no respetase la propiedad ó atentase á la seguridad personal, sea de la clase ó categoria que fuese, se declarará fuera de la ley, y entregado á los tribunales competentes.

    Art. 14. Las tropas del Ejército, no entran en Barcelona como hostiles: desean estrechar á sus hermanos; y despues de haber defendido a la Constitucion y su Reina juntos en la lucha de siete años, anhelan vivamente un olvido general de todo lo pasado.

    Barcelona diez y nueve de noviembre de mil ochocientos cuarenta y tres á las once de la noche Antonio Rius y Rosell, vocal secretario de la Junta Suprema.— Tomás Vert, de la de Armamento y Defensa.— Manuel Montoto, coronel mayor de plaza. —José Prats, segundo comandante del escuadron de Húsares.—D. Ignacio Costa, capitan del cuarto batallon de Milicia nacional.

    Ratifico y apruebo este convenio en el cuartel general de la Ciudadela de Barcelona á diez y nueve de noviembre de mil ochocientos cuarenta y tres á las once de la noche. — LAUREANO SANZ.

    (4) BARCELONESES.
    Un afio de continua agitacion, de trastornos y de calamidades, es una leccion severa para un pueblo, es el desengaño mas poderoso y convincente, de que su felicidad no depende del ensayo de mentidas utopias, con que la ambicion y la perfidia deslumbran a los incautos, y seducen á los que con sencilla buena fe dan crédito y presten apoyo á soñados proyectos, y alagueñas promesas de mejoras y ventura. Tiempo es ya, Barceloneses, de que la calma, la tranquilidad y la union se restablezcan entre vosotros. Tiempo es ya de que el sosiego vuelva á vuestros hogares. Mi mision es de paz; y resuelto estoy á llenarla cumplidamente. Entregaos á vuestros trabajos, laboriosos habitantes de la industriosa Barcelona: florezca el comercio, renazcan las artes, y anímese de nuevo la industria, próximas á sucumbir entre los estragos de la mas ímpia guerra. Solo así podrá reponerse esta hermosa población de las inmensas pérdidas que ha sufrido en las oscilaciones políticas. Dejad de prestaros á maliciosas sugestiones, y de alimentar falaces esperanzas. El tiempo y la esperiencia os han demostrado á cuanta costa se atrepella y precipita el orden de la marcha política. Sirvaos de desengaño y de escarmiento el cúmulo de
    males é infortunios que ha pesado sobre vosotros en esta última época, tristemente memorable.

    Nuestra idolatrada Reina acaba de recibir de la representacion nacional el glorioso cetro de cien Reyes con que sus inocentes manos deben regir á esta nacion tan desgraciada como magnánima. El trono de España va á recobrar su antiguo esplendor si reunidos en torno de él los españoles todos, todos contribuimos á sostenerle y apoyarle. Union Catalanes, y en vuestros valientes y generosos pechos se estrellarán todas las intrigas, que la codicia y la envidia estrangera ponen en juego para vuestra ruina. A vuestro frente me hallaréis siempre para combatirlas. ¡Dichoso yo si consigo, restablecer entre vosotros aquella unión, y la verdadera felicidad que solo hallaréis en el seno de vuestras familias, y el ejercicio de vuestras ocupaciones domésticas! A esto se limita mi ambicion, y á oir algun dia en boca de vuestros hijos un voto de bendicion á vuestro Capitan General.

    Barcelona 19 de noviembre de 1843.— Laureano Sanz.

  • La Jamancia: la Junta se rinde y el ejército vuelve a entrar

    (Lúnes)

    Hoy ha sido un dia muy bullicioso á la par que alegre para los pacíficos habitantes de esta ciudad desventurada.

    Esta mañana ha desaparecido ó ha sido puesto en libertad el vocal de la Junta D. José Masanet, en el acto de ser trasladado del palacio del general que le servia de cárcel. Segun parece ha habido inteligencia con el gefe que le conducia, pues se asegura que Masanet no alcanzó la libertad hasta haber entregado á aquel una libranza firmada por su mano, valor de 4000 reales.

    Esta misma mañana han sido despedidos de la casa moneda los operarios despues de haberles entregado sus correspondientes salarios.

    La Junta se ha despedido hoy de los habitantes de esta ciudad con la alocución que puede leerse en la nota (1 [no OCR]). Tambien el Ayuntamiento ha dirigido á sus representados una proclama concebida en estos términos. Véase la nota (2 [no OCR]). Pertenece ademas á la historia de este dia la proclama dirigida por el Capitan general á las tropas de su division (3 [no OCR])

    A medio dia ha entrado un regimiento procedente de la Ciudadela y ha relevado todos los puntos de la ciudad.

    El Excmo. Sr. Capitan General, usando de las facultades de que se halla revestido, ha nombrado con esta fecha un nuevo Ayuntamiento constitucional, compuesto de los sugetos que siguen:

    ALCALDES.
    D. José Bertran y Ros, Magistrado sin ejercicio por ahora y propietario.
    D. Baltasar de Eixalá, abogado.
    D. Luis Gonzaga Pons y Fuster, abogado.
    D. Buenaventura de Sans, hacendado.
    D. Tomás Coma, fabricante y propietario.
    D. Juan Nadal, herrero de la Barceloneta y propietario.

    REGIDORES.
    D. Rafael Maria de Duran, hacendado.
    D. Cayetano de Amat, baron de Maldá.
    D. Cayetano de Vilallonga, baron de Segur.
    D. Domingo Serra, fabricante y propietario.
    D. José Folgnera, confilero y propietario.
    D. Francisco Viñas, comerciante y propietario.
    D. Francisco Fradera, platero y propietario.
    D. Cayetano Lopez, médico, de Gracia.
    D. José Prat, comerciante.
    D. Buenaventura Vives, maestro alfarero y propietario.
    B. Francisco de Asis Soler, arquitecto.
    D. Juan Claros, hacendado.
    D. José Boix, carpintero, de Gracia.
    D. Joaquin Portell, farmacéutico.
    D. Rafael Pla y Carreras, alfarero y propietario.
    D. Antonio Martí, maestro de velas y propietario de la Barceloneta.
    D. Joaquin Ruira y Lacrea, abogado y propietario.
    D. Estevan Bosch , comerciante y propietario.
    D. Ginés Guasachs, labrador y propietario, de Gracia.
    D. Antonio Soqué, médico y propietario.
    D. Francisco Ribas, zapatero y propietario.
    D. Pedro Martir Colominas, panadero y propietario, de la Barceloneta.
    D. Jaime Comas, corredor y propietario.
    D. Narciso Fonolleras, abogado y hacendado.

    SINDICOS.
    D. Juan Agell, profesor de fisica y propietario.
    D. Juan Costa y Fuxench, abogado.
    D. Tomás Illa y Balaguer, fabricante.
    D. Francisco Esteve y Tomás, abogado y propietario.
    D. Ignacio Vieta, tendero de paños.

    A las dos y cuarto han salido de la misma Ciudadela el capitan general Sanz con su estado mayor y precedido de unos 100 hombres del Batallon de Zapadores. Entre los edecanes y á sus dos lados iban el vocal de la Junta D. Antonio Rius y Rosell, y el Alcalde primero Constitucional D. José Soler y Matas, cerrando la marcha como unos 2000 hombres de tropa. Ál salir de aquel fuerte para dirigirse á la muralla del mar, han tenido que detenerse interin estaban los zapadores construyendo un especie de puente de tablones sobre la cortadura que habian abierto los centralistas desde el Palacio hasta la esquina de la Aduana á fin de tener un camino cubierto para pasar al baluarte del mediodia.

    Cuando llegaron á la plaza del palacio tuvieron que detenerse otra vez por causa de las barricadas que habia en todas las bocas calles. Entonces el general ha mandado un edecan al comandante de zapadores mandándole que dividiese la fuerza en cuatro partes para destruir las barricadas que encontrasen al paso empezando todos juntos por la de la calle de la Espaderia por ser la mas fácil de derribar. En seguida se dirigieron por la calle de Baix, Encantes, plaza de S. Sebastian, Fusteria, calle Ancha, todo eso relevando las guardias donde las encontraban, y en llegando á la calle de S. Francisco de Asis subieron á la muralla de mar para dirigirse desde ella á la rambla. En esto entraba por la puerta de santa Madrona el general de division D. Ricardo Schelly con unos 3,000 hombres entre infanteria, Caballeria y Artilleria de carga, cuya fuerza unida á la que venia con el general se estendió por la rambla formada en masa, escepto la caballeria y Artilleria que formó á dos de fondo en batalla. Despues de esto y á poco rato ha ido llegando la Milicia nacional por batallones y con sus músicas y leones ó banderas correspondientes.

    Las dos compañias sueltas llamadas la una de Muns, y la otra del Noy Buxó fueron agregadas al 7.° y al 4.° Batalln de Milicia nacional, cuyos dos batallones colocaron al lado de sus gastadores los 16 trabucaires que tiene cada una de las dos citadas compañias. La fuerza de la milicia se ha colocado al lado de la tropa ocupando el trozo de Rambla que media desde la plaza de S. José hasta los estudios. Sobre las cuatro y media de la tarde ha pasado por delante de la fuerza armada el Capitan general acompañado de los citados Sres. Rius, Soler y Matas y del E.M., todos á pié habiendo sido saludado con unánimes aclamaciones de viva el general Sanz: este correspondia al saludo popular con el sombrero que llevaba en la mano y diciendo con afabilidad, nada de vivas á personas, señores: viva la unión, viva la Reina Doña Isabel II, y viva la Constitucion de 1837.

    Terminada esta especie de parada que se ha celebrado con la mayor tranquilidad, la Milicia nacional ha ido á depositar sus banderas en las casas consistoriales, retirándose en seguida los individuos á sus casas con su correspondiente uniforme, armamento y municiones.

    Un poco mas tarde se ha retirado tambien la tropa de la rambla á los cuarteles que les estaban designados, aposentándose algunos Batallones en las principales de la Milicia nacional.

    Esta noche ha quedado un reten de un Batallon de Infantería y unos 100 caballos en la rambla frente al teatro, desde donde han despedido patrullas para recorrer las calles de la ciudad.

    Sin embargo de que el general habia ordenado que no se permitiese la entrada del paisanage en la ciudad hasta al cabo de tres dias de ocupada esta, hoy ha dispuesto por medio de un bando (1 [no OCR]) que desde mañana á las dos de la tarde puedan entrar los emigrados y las tropas que forman la línea del bloqueo.

    Hoy se han remitido al cónsul de Grecia los pasaportes para los que creyéndose comprometidos, han querido pasar al estrangero. El capitan general ha espedido hoy un bando para los que deseen entregar las armas, lo verifiquen en el local de Atarazanas ó en el Colegio Episcopal. Véase en la nota (1 [no OCR]).

  • La Jamancia: empieza la reconstrucción

    El capitan general ha espedido hoy otro bando sobre la devolucion de los efectos de vestuario, equipo, y monturas pertenecientes al Ejército (1 [not OCRed]).

    Tambien ha publicado otro ordenando la presentacion en el fuerte de Atarazanas de los individuos de cuerpos francos, soldados y presidiarios que habian empuñado las armas en favor de la Junta Central (2 [not OCRed]).

    El Ayuntamiento Constitucional de cuya creacion hablamos en el diario de ayer, ha publicado tambien con esta fecha la alocucion que en la nota (3 [not OCRed]) se traslada, digna bajo todos conceptos de ser leida y conservada por las sabias máximas que en ella se consignan.

    Don Gregorio Villavicencio se ha despedido hoy dentro el buque se halla á bordo, de los nacionales de Barcelona con el siguiente escrito (4 [not OCRed]).

    Esta mañana he recorrido toda la línea de los centralistas empezando por el fuerte de san Pedro, y siguiendo por el paseo de S. Juan, calle del rech condal hasta la pescaderia y pasando en seguida á visitar el Jardin del general, lavadero nuevo, matadero, baluarte del medio dia, muralla nueva del mar, plaza de san Sebastian etc., y confieso que me han dejado atónito tanto las fuertes barricadas que hay en todo este espacio, como las muchas desgracias que se notan en los edificios del mismo.

    En primer lugar la casa mas próxima al peso de la leña, está medio arruinada. Las inmediatas, aunque no han sufrido tanto se ven acribilladas de balas y cascos de granada disparadas desde la ciudadela, y fuerte pio. De la pared que circunbala el mismo peso de la leña ha venido al suelo cuasi la mitad. La puerta nueva está intransitable. El Jardin del general ha sufrido tambien muchísimo y la mayor parte de los árboles del paseo que hay desde el pié del Jardin hasta el pié de la misma Ciudadela, están ó acribilladas de metralla ó derribados por el suelo. Tambien ha venido abajo el lavadero, parte de la pescaderia, y del matadero. Las casas inmediatas están echadas á perder.

    El baluarte del medio dia puede decirse que no ofrece mas que un monton de ruinas, y de los edificios que hay detras del mismo, el de Gorgas casi ha venido todo al suelo y los demás están muy mal parados particularmente en sus frontis. La casa X¡fré, la de la señora Martorell, y el frontis de la casa Lonja, que mira á la manzana de las casas del citado Xifré han sufrido descalabros de consideracion. Ademas de estas desgracias son infinitas las que han causado las granadas y demas proyectiles en el interior de los edificios en otros varios puntos de la poblacion.

    En cuanto a las baterias, barricadas y parapetos que ocupaban los centralistas, los principales son:

    En la muralla de tierra, frente al huerto de san Pedro habia una cortadura de unos veinte palmos de profundidad, y detrás de ella una bateria con dos obuses que miraban á la Ciudadela.

    Detras de la misma pared del peso de la leña habia otra pieza de artillería que no llegó á hacer fuego y que apuntaba tambien al mismo fuerte.

    Al pié de la muralla al lado de la puerta nueva se alzaba tambien una barricada hecha de vigas y precedida tambien de un foso de unos diez palmos de profundidad. La puerta nueva estaba defendida por dos piezas de grueso calibre y dos morteros, y desde ella hasta la calle del mismo nombre habia una zanja que servia de camino cubierto para pasar á dicha puerta sin ser ofendidos por los de la cindadela.

    Todas las calles que miran á la muralla de tierra y á la misma puerta estaban defendidas con barricadas hechas de vigas y piedras y precedidas todas de un profundo foso.

    En el molino de la sal ó sea el cuartel de caballeria de san Agustin se veia una barricada de piedras construida á modo de tambor y seguida de otra barricada. A la primera la precedia un foso y á la segunda le servia de tal la asequia del rech que descubrieron al intento.

    La boca calle de los asabonadors estaba tapada con otro tambor de piedras con foso. La mayor parte de las casas situadas en el mismo rech estaban todas tapiadas por la parte de adentro, en particular las puertas y ventanas que miran al paseo de san Juan. El puente llamado den Viromba ó del borne y todas las calles que desembocan en el paseo de san Juan estaban guarnecidas de tambores con fosos, detras de los cuales corria la asequia del rech condal descubierta y detras de ella se alzaban otras dos barricadas de piedra precedidas tambien de fosos. Todos estos parapetos y los que se enumerarán estaban guarnecidos de aspilleras. Todas las calles inmediatas á dichos puntos y la del rech condal están casi todas desempedradas.

    La entrada de la pescaderia por la parte de la Aduana está obstruida por una gran barricada de vigas y piedras de unos ocho palmos de grueso precedidas de un ancho foso. Lo mismo estaban las calles de detrás del matadero. Desde el ángulo del real palacio que mira á la Cindadela basta la calle por donde se entra al baluarte del mediodia, había una cortadura de unos diez ó doce palmos de profundidad por la cual se pasaba á dicho baluarte sin que los de la ciudadela pudiesen molestarles.

    La puerta del mar estaba también aparédada; y todas las calles que desembocan á la plaza de palacio y á los encantes están asi mismo obstruidas con fuertes barricadas precedidas todas de fosos.

    Al pié de la muralla del mar se veia una cortadura muy profunda que servia para pasar desde la plaza de san Sebastian á las casas de la manzana Xifré sin ser vistos ni molestados por los de Monjuí y la Ciudadela. A los estremos de esta cortadura formaron una bateria que es la que hemos llamado de san Sebastian, compuesta de piezas de artilleria de grueso calibre, y dos obuses mayores. En toda la calle Ancha no hay ninguna barricada. En la de Trenta claus hay dos: al extremo de esta
    calle al pié de la muralla de tierra habia un mortero y un obús. Tambien en la calle del conde del Asalto á unas 150 varas antes de llegar á la muralla hay un cañon de á ocho defendido por una barricada con un foso.

    A demas de las diferentes piezas de artilleria de todas clases y calibres que guarnecen la muralla, hay dentro de la plaza de la Constitución, dos obuses, dos cañones de á ocho, y cuatro morteros de los cuales el uno mira á la Ciudadela, otro a la Barceloneta, y los dos restantes á Gracia.

    Además de las barricadas y parapetos que acabamos de enumerar habia muchos otros esparcidos por la Ciudad; pero donde eran mas fuertes y numerosas era en el centro de la misma, en las calles de los Gigantes, bajada de S. Miguel, calle de la Ciudad, de la Esperanza, de Basea , de la Plateria, extremo de la Boria, Tapineria, de la Inquisicion, bajada de la Canonja, y escaleras de la Catedral.

    En estas arrancaron las baldosas que sirven de escalones y formaron con ellas una muralla con aspilleras en el llano de la misma Catedral. Además habia una fuerte barricada con foso en la plaza Nueva, otra en la calle de los Baños esquina á la bajada de Sta. Eulalia, otra en el Call, y otra en final extremo de la calle de Fernando 7.° al pie de las casas nuevas de la Enseñanza, á donde habia un obus que miraba á la Rambla. Entre todos los fuertes, baterías de la ciudad, y barricadas, tenian los Centralistas 47 cañones de diferentes calibres, 11 morteros, 11 obuses de á nueve, y 11 de á siete; Total 80 piezas de artillería.

    A las dos de la tarde, hora en que se ha permitido la entrada y salida por las puertas de la ciudad, conforme al bando de que hablamos ayer, el Capitan general ha dado orden á los cuerpos de artilleria para que pasasen inmediatamente á recoger
    dichas piezas.

    Siguen apostados en la plaza del Teatro un escuadron de caballería y algunas compañías de infantería.

    Esta tarde, usando del permiso concedido por el Capitan general, han salido al campo y llegado hasta Gracia, muchos nacionales con sus uniformes y sables, habiendo cometido algunos desmanes é insultado á los expatriados que regresaban á la
    ciudad. Esta noche les hemos oido cantar en algunos puntos la cancion de la Paella, habiéndose reunido muchos de ellos en la plaza del Rey, donde hay la principal del séptimo batallon, habiendo dado vivas á la Junta Central. A poco rato se ha presentado allí el mismo general Sanz, seguido de alguna fuerza de infantería y caballería, habiendo capturado unos 30 ó 40 que fueron conducidos á la mañana siguiente á la Ciudadela.

    Véase la órden de la plaza de este dia (1 [not OCRed]).

    La Diputacion provincial interina instalada en Gracia en cuatro de octubre, con el titulo de Junta de Armamento y Defensa, dirige á los habitantes de la Provincia una corta alocucion felicitándoles por la terminacion de la revolucion de la Capital (2 [not OCRed]).

  • Barcelona en 1847: huevos de Pascua, la Mona

    Easter Eggs—La Mona

    Books on symbolism are very much in vogue now, and some of the writers in that line would not be occupying their abilities much less profitably than usual, were they to investigate the mystical connection between Easter and dyed hens’ eggs. But a fortnight before my arrival in Barcelona, I had seen old women, by the score, hawking the last-named commodity about, under the wings of the lion of St. Mark’s, in anticipation of the holy season. Mrs. Butler, in her «Year of Consolation,» tells us that she saw Easter-eggs in Rome, decked with feathers and artificial flowers, but that they were not by any means as beautiful as some that she had seen, from Russia. Every one knows how deadly a blow is given to the hopes of young poultry in embryo, by the approach of the same solemn feast with us in the United States, and if therefore there be any thing in the orthodox maxim, «quod semper et ubique,» &c, the custom in question must be as near orthodoxy as any thing profane can be. Drake says that «Pasche eggs» were eaten in England in the sixteenth century, as emblematic of the resurrection; a ceremony which, he informs us, was recognized by the Ritual of Pope Paul V., wherein there is a form of prayer for their consecration. It would puzzle the most learned symbolist, however, it occurs to me, to fathom the peculiar system of correspondences which the Barcelonese have instituted in the premises. Not only was there every variety of hue and device upon the shells, but in the windows of every pastrycook or baker, and at all the stalls where appetite was tempted, in the public places, there were piles of loaves, shaped very much like shoe-lasts, and having at each end, an egg, strapped and baked nicely and securely in, between two slips of erust or pastry. On Easter-eve, it was edifying to see how women, men, and children («oh dura ilia!«) not having the fear of indigestion before their eyes, thronged to possess themselves of the commodity, with the deliberate intention, of eating it. They called this bread la mona—the monkey—and a challenge to eat the monkey—comer la mona—is one which all the world is ready to give or to accept. A kind acquaintance, native and to the mona born, gave me its history, and commended it to me as a special luxury. Even my Spanish predilections, however, were not equal, I confess, to such a test, and I thus began to learn, what is not altogether useless to an American, that a stranger must be excused, at first, if he is not able to swallow «peculiar institutions,» with a relish.

    The crowd continued, late and busy, on the Rambla, and when I retired, the lights were still blazing in gay vistas along it, though the watchmen were crying «Ave Maria purissima,» in token that it was midnight. I strove to win slumber within my red bed-curtains, but a love-lorn troubadour of a cat, with a strong smack of the Limousin in his accent (and who had probably come up, like my friend the marquis, to the opening of the opera), sang serenades in my sleepless ear till it was almost morning.

  • Barcelona en 1847: llegada y burocracia

    Arrival at Barcelona, and Tribulations at the Customhouse

    The next morning I rose as they were warping the steamer into port. The city lay beautifully in the center of its amphitheater of hills. Upon the left, as we faced it, towered up Montjuich, with its lofty and impregnable fortress, so famous, unhappily, in civil broil. To the right and near us, was the fine mole, behind which was the suburb of Barceloneta, with its painted dwellings and its crowd of factories and busy industry. In the inner harbor, just in front of us, lay quite a fleet of vessels, from many nations, all with their colors at half-mast, to betoken the solemnity of the religious festival. The buildings of the city-proper looked white and imposing in the distance, and every thing ashore was inviting enough to make us more and more impatient of the health-officer’s delay. At last, that functionary came: took our papers, as if we had been direct from Constantinople, with the plague sealed up in a dispatch for him: but finding, officially, as he knew, in fact, before, that we were just from La Ciotat, and had with us no contagion, he finally gave us leave to land and be persecuted at the Custom-house. Leaving our luggage to be trundled up in solido after us, we gave ourselves into the hands of the boatmen, who landed us safely charged us mercifully, and bade us «go with God.»

    After a short walk we reached a gate where we were told to halt and give our names to an officer. We dictated and he wrote, but I trust he may not be held to strict account for the perverted and unchristian style in which he handed us down to posterity and the police. Many a more innocent looking word than he made of my name, have I seen (in Borrow’s «Zincali,» for instance) traced all the way back to the Sanscrit. After being thus translated into Catalan we were called up, by our new titles, to be searched. This process was not very easy to bear patiently, for the custom-house officers are the principal agents through whom France fraternizes with Catalonia, in the smuggling-line, and we felt that they might, with a good conscience, have said nothing about our gnats, after having swallowed so many camels of their own. Nevertheless, we all managed to keep temper, except the Italian, who, as he had never gone twenty miles, in his own country, without having to bribe a custom-house squad, felt it his duty to be especially indignant at the same thing, when away from home. He had designed (he said) to give the rascals a «petseta» (as he would persist in calling the peseta, or twenty-cent-piece) but he would not encourage such villainy! The officials shrugged their shoulders, thought that something must be wrong, felt his pockets over again, and after having politely requested him to pull out the contents, begged him to «pasar adelante,» or, in other words, get out of the way, with his nonsense. He was prudent enough to obey, but not without some very didactic observations upon «questi Spagnoli,» in general, and inspectors of the customs, especially. We then marched to the palace-square, upon which the «Cafe de las siete puertas,» opened one of its seven portals to welcome us to breakfast. The Custom-house was opposite, and in due season we became possessed of our carpet-bags, and proceeded to the «Fonda del Oriente,» which had been recommended to us as the best hotel in the city.

    The Fonda is a fine-looking house, fronting on the Rambla, the principal public walk, and would, no doubt, be very comfortable among the orientals, with whom its name asserts consanguinity; but as the cold spring wind still whistled from the hills, it gave us small promise of comfort, with its tiled floors uncarpeted, its unchimneyed walls, and its balconies with long, wide windows, so admirable to look out from, and so convenient for the breeze to enter. I pulled aside the crimson curtains which shut up my bed in an alcove, and there came from it an atmosphere so damp and chill, that I did not wonder at the hoarseness of the artists in the adjoining chamber, who were rehearsing what would have been a trio, had not the influenza added another part. It being very obvious that comfort and amusement were only to be found out of doors, we soon had a rendezvous in the court. The Fonda was a famous gathering-place of diligences, and there was one which had just arrived. We had made large calculations upon the grotesqueness of these vehicles, for we had all read the strange stories which travelers tell of them; but, unhappily, the one before us was a capital carriage, of the latest style and best construction, and the conductor and postillion looked and swore very much after the manner of the best specimens of their class in France and Italy. Only the mules excited our wonder. There were eight of them—tall, powerful animals, and each was shorn to the skin, from hough to shoulder-point, with little tufts upon the extremities of ears and tail. They might readily have passed for gigantic rats, of an antediluvian species with a hard name, or a new variety of Dr. Obed Batteus’s «Vespertilio horribilis Americanus.»

  • Barcelona en 1847: la Rambla, comparación con Marsella, edificios públicos, la catedral, Colón

    The Rambla and the People on Promenade—Theophile Gautier—Marseilles and Barcelona contrasted—Public Buildings—The Cathedral—Christopher Columbus

    The Rambla, a wide and pleasant promenade, runs from the outer edge of the city, to the water. The trees along its sides had not taken the coloring of spring, and the weather was raw and gusty, but it was a half-holiday, and gentle and simple were taking their noon-day walk. The wealthier classes wore plain colors universally: the men enveloped in their cloaks, the women in rich, black mantillas, the lace of which just flung a shadow on their faces. The poorer people, as in all countries, furnished the picturesque. Full of leisure and independence, for the moment, they went sauntering up and down; the women with gay shawls drawn high around their heads, and their long silver or gold ear-rings, with huge pendants of topaz glancing in the sun; the men in long caps of red or purple, and striped and tasseled mantles, making lively contrast with the rich and various uniforms of the soldiers who were on the stroll. Now and then among the crowd you might discover the peaked hat so general in the south, bedecked with velvet trimmings, and tufts of black wool upon the brim and crown. Accompanying it, there would be a short fantastic jacket, with large bell buttons dangling, while the nether man was gorgeous in breeches of bright blue, with black leggings, and the everlasting alpargata, or hempen sandal. «Who are those troops?» I inquired of an old man, as a squad passed us, half-peasant, half-soldier in costume, their long, blue coats with red facings fluttering loose behind them. » They are the mozos de la escuadra,» he replied. «What is their branch of service?» «To keep the province clear of thieves.» «Are there, then, thieves in Catalonia?» «O! si senor! los hay, creo, en todas partes, como vmd. sabra» («Oh yes, sir, there are some every where, I think, as your worship may know,») said the old rascal, with a knowing leer.

    Theophile Gautier, in his pleasant «Voyage en Espagne,» has sufficient gravity to say that Barcelona has nothing of the Spanish type about it, but the Catalonian caps and pantaloons, barring which, he thinks it might readily be taken for a French city, nay, even for Marseilles, which, to his notion, it strikingly resembles. Now it may be true, as Dumas says, that Theophile professes to know Spain better than the Spaniards themselves; a peculiarity, by-the-by, among travelers, which the Spaniards seem to have had the luck of; but I must be pardoned upon this point, for knowing Marseilles better than he, having been there twice, for my sins, and too recently to be under any illusions on the subject. Dust from my feet I had not shaken off against that dirty city, because dust there was none, when I was there, and the mud, which was its substitute, was too tenacious to be easily disposed of. Yet I had sickening recollections of its dark and inconceivably filthy port, through all of whose multiplied and complicated abominations—solid, liquid, and gaseous—it was necessary to pass, before obtaining the limited relief which its principal but shabby street, «la Cannebière afforded. In the whole city, I saw scarce a public building which it was not more agreeable to walk away from than to visit. What was worth seeing had a new look, and with the exception of a sarcophagus or two, and the title of «Phocéens,» assumed by the Merchant’s Club, in right of their supposed ancestors from Asia Minor, there was really nothing which pretended to connect itself, substantially, with the past. Every thing seemed under the influence of trade—prosperous and ample, it is true, but too engrossing to liberalize or adorn.

    In Barcelona, on the contrary, you look from your vessel’s deck upon the Muralla del Mar, or sea-wall, a superb rampart, facing the whole harbor, and lined with elegant and lofty buildings. Of the churches, I shall speak presently. Upon the Rambla are two theaters : one opened during my visit, and decidedly among the most spacious and elegant in Europe; the other of more moderate pretensions, but tasteful and commodious, with an imposing facade of marble. In the Palace Square, the famous Casa Lonja, or Merchants’ Hall, stands opposite a stately pile of buildings, erected by private enterprise, and rivaling the beauty of the Rue Rivoli of Paris, or its models, the streets of Bologna, where all the side-walks are under arcades. On the other side of the same Plaza, the palace, a painted Gothic, fronts the Custom-house, which, overladen as it is with ornament, has yet no rival in Marseilles. Toward the center of the city, in the Square of the Constitution, you have on one side the ancient Audiencia, or Hall of Justice, whose architectural relics bring back remembrances of Rouen, while on the other side is the Casa Consistorial, or House of the Consistory, associated in its fine architecture and name, if not its present uses, with the days when the troubadour and the gaye science were at home in Barcelona, under the polished rule of the Arragonian kings. Every where throughout the city, you see traces of the past, and of a great and enterprising people who lived in it. Instead of the prostration and poverty which books of travel might prepare you to expect as necessary to a Spanish city, you find new buildings going up, in the place of old ones demolished to make room for them; streets widened; domestic architecture cultivated tastefully (as, indeed, from the ancient dwellings, it would seem to have always been in Barcelona), together with all the evidences of capital and enterprise, made visible to a degree, which Marseilles, with its vastly superior commerce and larger population, does not surpass.

    Nor, even as to the people, are the caps and trowsers the only un-French features. The Catalan, of either sex, is not graceful, it is true, or very comely. The women want the beauty, the walk, the style of the Andalusians. The men are more reserved in manner, less elegant and striking in form, more sober in costume and character than their gay southern brethren. But they are not French men or women, notwithstanding. Imagine a Marseillaise in a mantilla! «Uneasy lies the head that wears a crown»—even if it be but the crown of a bonnet; and it is impossible for one who has been bred to the use of those great equalizers of female head-carriage, to realize, much less to attain, the ease of motion, the fine free bearing of the head, neck, and shoulders, which the simple costume of the Spanish women teaches, and requires to make it graceful. Where, in the mincing gait on the trottoirs, will you find the proud, elastic step which the Spanish maiden is born to, even if it be her only inheritance? And where (to speak generally) among the loungers of cafes, and readers of feuilletons, or the proverbially brutal populace about them, do you see the parallel of that all-respecting self-respect, which it is a miracle not to find in the bearing of a Spaniard, be he high or low? It is an easy thing, M. Gautier, to condense a city into a paragraph!

    From the Rambla, we went down, along the sea-wall, to the Palace Square, where we found our way into the Lonja. The chambers of the commercial tribunals were in excellent taste. In each, there hung a portrait of the Queen, and, as all the likenesses were very much alike, I fear that they resembled her. We were shown through a gallery of bad pictures and statues—not very flattering testimonials of Catalonian art. During one of the recent revolutions, some indiscriminating cannon-balls had left these melancholy manifestations untouched, and had done a good deal of damage to the fine Gothic hall of the merchants. None but bullets fired in a bad cause could have conducted themselves so tastelessly. I would fain believe, however, that the more judicious Barcelonese have satisfied themselves, that the practical, not the ideal, is their forte, inasmuch as the extensive schools in the Lonja which are supported by the Board of Commerce, are all directed with a view to usefulness. Those of drawing and architecture are upon a scale to afford facilities, the tithe of which I should be happy to see gratuitously offered to the poor, in any city of our Union.

    An attractive writer (the author of the «Year in Spain») tells us that » the churches of Barcelona are not remarkable for beauty.» Externally, he must have meant, which, to a certain extent, perhaps, is true; but as to their interior, it is impossible to understand such a conclusion. The Cathedral and Santa Maria del Mar are remarkable, not only as graceful specimens, in themselves, of the most delicate Gothic art, but as resembling, particularly, in style, in the color of their dark-gray stone, and in their gorgeous windows, the very finest of the Norman models. Indeed, the great prevalence of this similarity in the churches of the province, has induced the belief, among approved writers, that the Normans themselves introduced the Gothic into Catalonia. Santa Maria del Mar reminds you, at a respectful distance, of St. Ouen, in the boldness and elevation of its columns and arches, and the splendor of its lights. It has an exquisite semi-circular apsis, corresponding to which is a colonnade of the same form surrounding the rear of the high altar; a feature peculiar to the Barcelonese churches, and giving to their interior a finish of great airiness and grace.

    From Santa Maria, we rambled up to the Cathedral, through many by-streets and cross-ways, passing through the oldest and quaintest portion of the city, and occasionally creeping under a queer, heavy archway, that seemed to date back almost to the days of Ramon Berenguer. Fortunately, we entered the church by one of the transept doors, and thus avoided seeing, until afterward, the unfinished, unmannerly facade. It would not be easy to describe the impression made on me by my first view of the interior of this grand temple, without the use of language more glowing, perhaps, than critical. When we entered, many of the windows were shaded; and it was some time before our eyes, fresh from the glare of outer day, became sufficiently accustomed to the gloom, to search out the fairy architecture in it. But, by degrees, the fine galleries, the gorgeous glass, the simple and lofty arches in concentering clusters, the light columns of the altar-screen, and the perfect fret-work of the choir, grew into distinctness, until they bewildered us with their beautiful detail. What treatises, what wood-cuts, what eulogies, should we not have, if the quaint carvings, of which the choir is a labyrinth, were transferred to Westminster, and the stalls and canopies of the Knights of the Golden Fleece were side by side with those of Henry the Seventh’s far-famed chapel! The same dark heads of Saracens which looked down on us from the «corbels grim,» had seen a fair gathering of chivalry, when Charles V., surrounded by many of the gallant knights whose blazons were still bright around us, held the last chapter of his favorite order there! Perhaps—and how much more elevating was the thought than all the dreams of knighthood !—perhaps, in the same solemn light which a chance ray of sunshine flung down the solitary nave, Columbus might have knelt before that very altar, when Barcelona hailed him as the discoverer of a world ! Let us tread reverently ! He may have pressed the very stones beneath our feet, when, in his gratitude, he vowed to Heaven, that with horse and foot he would redeem the Holy Sepulcher! «Satan disturbed all this,» he said, long after, in his melancholy way, when writing to the Holy Father; «but,» then he adds, «it were better I should say nothing of this, than speak of it lightly.» May it not have been, even in the moments of his first exultation, that here, in the shadow of these gray and awful aisles, he had forebodings of hopes that were to be blighted, and proud projects of ambitious life cast irretrievably away?

  • Misa en la catedral, Domingo de Resurrección. Una cabalgata a Gracia y Montjuic. La «Compañia Anglo-Americana» en la plaza de toros. Apertura del gran teatro del Liceo de Isabel II: el Liceo, bonito, las mujeres, feas

    High Mass on Easter Sunday

    Our first enterprise, on Easter Sunday, was to endeavor to mount one of the Cathedral towers, and to have, as it was a bright day, a bird’s-eye view of the city and its environs. In prosecution of our plan we entered the body of the church, about half an hour before high mass had ended. The aisles which we had seen all lonely the day before, were crowded with zealous worshipers—the high altar was blazing with a multitude of soft lights; the ceremonial and vestments were very rich; the choir was full, and a fine orchestra (for Barcelona is very musical) aided the sweet-toned organ. High over all, the morning sun streamed through the painted windows, and you could see the incense which was fragrant hefore the altar, curling around the capitals, and clinging to the arches. The whole was deeply impressive, and I could not but observe the contrast of the congregation, in its silent and attentive worship, with the restless, and sometimes noisy devotions of which I had seen so much in Italy. Here were no marchings to and fro; no gazing at pictures; no turning of backs upon the altar; no groups, for conversazione, round the columns; nothing to mar the solemnity of the occasion, or break the echoes of the majestic music, as they swept along the lofty roof, seeming almost to stir to motion the old pennons that hang above the altar, so high, and now so much the worse for time, that their proud quarterings are visible no more. At last, the service came to its end, and the people went their ways to—buy tickets for the theater. At all events, we met a considerable portion of the congregation, thus occupied, when we went down the street soon after. The sacristan would not allow us to ascend the tower without a permit, which it was then too late to procure, so that after straying a little while through the beautiful cloisters, where fine orange and lemon-trees and bright, fragrant flowers charmed away the sadness of the worn gray stone, we returned to our Fonda, to seek the means of visiting some of the environs.

    A ride to Gracia—Montjuich

    After we had waited for an hour, a fellow made his appearance in the court-yard, driving a huge lumbering vehicle, covered with green and gold, very square and peculiar in shape, but, on the whole, sufficiently coachiform, and drawn by a pair of long-tailed blacks, with collars, on which jingled many bells. We made our bargain, and were cheated, of course, as we afterward found; horse and coach-dealing being, here as elsewhere, greatly subversive of moral principle. Away we went, up the Rambla, at a great pace, to the astonishment and apparent amusement of the crowd. Once outside the walls, our coachman gave us the benefit of slow jolts over a rough road to Gracia, a little village some two miles from the city, which is surrounded, and in some degree formed, by country-houses and their appurtenances. No doubt, in the summer season, this excursion may be a pleasant one, but the cold driving wind which came down from the mountains as we took it, made it bleak enough to us. Hedges of roses, it is true, were in luxuriant bloom, and the fertile fields of the Pla (plain) were as green as spring could make them. The aloe and the prickly-pear too, did their best to look tropical, but it was a useless effort, for the wind beat and battered them rudely, and they and the painted torres (towers), or country-boxes, looked uncomfortably out of place, naked, desolate, and chilly. To turn our backs upon the breeze, we directed our driver to carry us to Montjuich, which, as I have said, is a commanding eminence to the southwest, on the left hand as you enter the harbor. Creeping slowly around the outside of the city walls, which are heavy, strong, and well guarded, we passed by the quarter where the forest of tall chimneys indicated the business hive of the manufacturers, and then, crossing a fertile plateau beautifully irrigated and in high cultivation, we were set down at the foot of Montjuich. Up the hill we toiled, faithfully and painfully, on foot. Ford calls it a «fine zig-zag road.» I will testify to the zig-zig—but as to the fineness must beg leave to distinguish. At last we reached the fortress, which sits impregnable upon the summit, and to our chagrin were quietly informed by the sentinel at the postern, that we could not enter, without a permit. This we had not provided, through ignorance of its necessity, and we accordingly put in our claim to their politeness, as strangers. The sentinel called the corporal, the corporal went to his officer, the officer hunted up the governor, and by the same gradations a polite message descended to us, to the effect, that, as we were strangers, the usual requisitions would be waived, if we knew any body in the castle by name, whom we could go through the form of asking for. We knew no one, and being reasonable people, went on our way in ill humor with no one but ourselves. Not being, any of us, military men, which in a company of three, from our land of colonels, was quite a wonder, we persuaded ourselves that we had not lost much, for from the base of the fortress we had a charming view of the white city; its fine edifices, public and private, with their flat roofs and polygonal towers; the harbor, with all its festive banners streaming; the green valley, carrying plenty up into the gorges of the hills; and the sea, rolling far as eye could reach, a few dim specks of canvas here and there whitening its bosom.

    The Plaza de Toros, and Yankee Company

    Returning to the city, we crossed to the Garden of the General, a sweet little spot, prettily laid out, and planted with box and innumerable flowering shrubs, which were in delicious fragrance and bloom. There were fountains and aviaries there; fish-ponds, duck-ponds, and even goose-ponds, and all manner of people, of all sorts and ages. This garden, with a little walk beside it, is the last of a series of beautiful promenades which lead into each other, traversing the whole city, from the groves upon its outskirts to the splendid terraces along the shore.

    By this time we were well-nigh fatigued enough, but there was still an exhibition to be witnessed, which it did not become us, as good patriots, to neglect. The Plaza de Toros, or bull-amphitheater, was the gathering-place of the whole population; not, however, to behold the fierce combats peculiar to its arena, for with such things the tumultuous burghers of Barcelona were not to be trusted. A harmless substitute there was, in the shape of the «Compañia Anglo-Americana,» or Yankee company, who were delighting the sons of the troubadours with their gymnastics. Every body remembers the remoteness of the regions, into which the Haytien dignitary had the assurance to say that our estimable countrymen would follow a bag of coffee. Here was a parallel case. As we entered, Jonathan was performing a hornpipe, on stilts, much more at his ease (it being Sunday) than if he had been at home within sight of Plymouth Rock. He then gave them a wrestling match, after the manner which is popularly ascribed to «the ancients;» afterward, a few classical attitudes, with distortions of muscle, according to the Michael Angelesque models, and, finally, made his appearance as a big green frog, so perfectly natural, both in costume and deportment, that in Paris he would have run the risk, scientific and culinary, of having his nether limbs both galvanized and fried. We paid him the respect of our presence and applause for a little while, and lingered to witness the excitement of the immense assemblage, so strange and picturesque, and to hear their wild cries and saucy jests. The afternoon then being quite well advanced, we were trundled home, in due magnificence, to a worse dinner than we had earned.

    Opening of the Great Opera House—Social Habits of the Barcelonese—Musical Tastes

    About seven in the evening, a kind gentleman of the city called, by arrangement, to conduct me to the opening of the new Opera-house, the Liceo de Ysabel Segunda. There was a crowd around the entrances, and we found it difficult to make our way in, so that I had time enough to see that the façade, which looked paltry by day-light, was no better with the benefit of the grand illumination. The front, however, and some few of the minor arrangements of the interior, were all that could be reasonably found fault with; for the establishment is really magnificent, and full of the appliances of taste and luxury. Its cost was one hundred and fifty thousand dollars; and the stockholders had no doubt of being able to realize the interest of this large sum, and more, from the rent of the elegant shops upon the ground floor. I mention this fact, as an evidence both of enterprise and prosperity. The grand circle of the theater is larger, by measurement, than that of the San Carlo at Naples, or the Scala of Milan; and being finished, like the Italian Opera-house at Paris, with balconies, or galleries, in front of the boxes and slightly below their level, it has a far more graceful and amphitheater-like effect than the perpendicular box-fronts of the Italian houses, and especially the close, dingy walls of the Scala. The ornaments, though abundant, are neither profuse nor tawdry. The magnificent gas chandelier, aided by a thousand lesser lights, developed all the beautiful appointments of the boxes, with their drapery of gold and crimson, and the fine seen, cry, dresses, and decorations of the stage. I had seen nothing but the Italiens of Paris to rival the effect of the whole picture. The boxes of the lower tier are private property belonging to the contributors, or members of the Lyceum. My intelligent companion informed me that this is a species of property in very general request, there being scarcely a respectable family without a box, or, at all events, some special accommodations of its own, in some one of the theaters. The rights of the owners, he told me, are the subject of litigation almost as often as those relating to real property. They (the boxes and the law suits) descend from father to son.

    Each box in the Liceo has two apartments, as usual in Europe. In the outer one, which you enter from the lobby, and which is a sort of retiring room, you leave your cloak and hat, and perhaps meet those members of the family you visit, who are not interested in the performance and prefer a quiet chat. The inner boxes, of course, open on the body of the theater, and every one was in them on the evening of my visit. The assemblage was immense, and it would not be easy to find, any where, one indicating good taste and refinement more decidedly. The gentle sex must pardon me, however, for admitting that, to my eye, beauty was the exception that night, rather than the rule. I had expected more, for M. de Balzac had said somewhere of the Catalonian women, that their eyes were composed of «velvet and fire;» but I soon discovered that the remark had less foundation in fact, than in that peculiarity of the French imagination, which is so fond, in the descriptive, of mingling fancy with fancy-goods. I may be wrong, it is true, for the Imperial Frederick, seven centuries ago, in his best Limousin, declared—

    «I love the noble Frenchman,
    And the Catalonian maid.»

    And yet, I should not wonder if both the Gaul and the fair Catalan have undergone a change since those days.

    I learned, in the course of conversation in the evening, that the theater has much to do with the social enjoyments of Barcelona. Morning visits form the principal intercourse of ladies in their own houses. Evening parties are very rare, and it is only at the theaters that the higher classes meet, with freedom and frequency. The usages of etiquette are very easy and pleasant. If you are a friend, you drop in sans façon, and drop out when you like. If you are a stranger, you are presented to the lady of the box, and that formality gives you the freedom of the circle, and of all the conversation that goes round it—imposing the payment of no tribute but that of your best bow to each and all, when it pleases you to retire. There is no knowing what a quantity of pleasant business you can attend to during the progress of a long opera—making your pilgrimage to many shrines. Neither is it easy to calculate how much aid and comfort you may find from a solo or an orchestral movement, in those pauses of conversation, which, under ordinary circumstances, are so often uncomfortable, if not melancholy. It is difficult to discover whether fondness for music produced this custom in Barcelona, or whether the custom produced the fondness. One thing, however, is very certain: the Barcelonese are good musicians, and generally keep an excellent company. My friend the marquis, who was himself a director of an opera at home, informed me, that they pay so liberally for good artists, as to take a great many of the best second-rate performers from Italy. Their musical predilections are of long standing. A gentleman who knew, told me, in proof of it, that some of the earliest republications of Metastasio’s works were made at Barcelona. The prices of admission to the theaters are very low—so much so, that there is scarce a laborer too poor to find his way to the opera, on Sundays or feast days. By the returns of the ticket-offices, as published in the journals, the day after Easter, there were four thousand six hundred spectators at the opening of the Lyceum; over one thousand attended the Teatro nuevo; and between nine hundred and one thousand were at the Teatro principal. As music is what they generally hear, it will not seem strange that the humblest of them should be fond of it, and generally fair judges of its quality. This last, however, is more than I can honestly profess to be; and, therefore, I was rather pleased than otherwise that they had selected a historical play, for the opening of the Lyceum. It was by Ventura de la Vega, a living poet of considerable reputation and merit, and was founded on the popular and noble story of Ferdinand the First of Aragon, called «He of Antequera.» The piece of itself is full of fine passages, with excellent dramatic situations and effect, and was gotten up with great brilliancy. The part of Ferdinand was by the famous La Torre, considered the first master, and one of the best performers in Spain. He is a quiet actor, of fine personal appearance; something like Charles Kemble in his style, and, unhappily, a good deal like him in his voice, for he is growing old. His reading and articulation were admirable, but a great deal was lost, the house being too large for any thing but opera, ballet, or spectacle.

  • Acabada la reforma del teatro de Santa Cruz, ahora el Principal

    Queda concluida y se descubre la fachada del teatro de Santa-Cruz, empezada dos años antes.

  • Ceremonias y costumbres del año nuevo

    Buen principio de año te conceda Dios, benévolo lector, que en ganar las albricias no queremos ser menos que tu criado, ni que tus vecinos, ni que tu limpia-botas, ni que el mozo del café en que acostumbras pasar algunos ratos. Vamos á empezar nuestra tarea y á cumplir nuestra solemne promesa de ponerte al corriente de todas las costumbres buenas y malas de nuestra ciudad, porque has de saber que en Barcelona hemos nacido, aunque nada te importe saberlo.

    En el presente dia como en todos los demás puedes hacer cuanto te venga en gana, pero es justo te digamos lo que podrás hacer si pretendes ser tan curioso como lo hemos sido nosotros por espacio de un año.

    En primer lugar no puedes ignorar si eres católico (porque puedes ser judío ó protestante), que el primer dia del año es fiesta de precepto, puesto que celebramos el aniversario de la circuncision del Señor.

    Puedes asistir á los divinos oficios que celebra la parroquia de Sta. María del mar cantados por la música de la capilla. El cuerpo municipal asiste á la funcion, y la parroquia regala á los regidores que asisten un roscon ó tortell.

    Al salir de esta funcion puedes felicitar los dias á alguno de tus conocidos que se llame Manuel, y sino, te viene á pedir de boca la inmediacion de la muralla del mar para ir á tomar el sol. Dirás tal vez, si eres forastero, ¿qué mas da ir á la muralla del mar que á otra parte cualquiera? Vas á saberlo. Cógete del brazo, y mientras llegamos estáme atento.

    Si la índole de un pueblo forma sus costumbres, á nuestro cargo tomamos el probar hasta la evidencia que nó sin fundamento se ha hecho proverbial la laboriosidad de los barceloneses. Vedlo aqui sino; que como no sea domingo ó fiesta de guardar no hay para qué cansarse, lo mismo asomarémos por los paseos que por los cerros de Úbeda. ¿A qué irse á holgazanear todos los dias? Cada cual tiene sus quehaceres y no nos reluce aqui tanto el pelo; pero llega nuestra hora en un domingo ó disanto y salimos entonces los barceloneses á lucir nuestros dijes y preseas de manera que pocos pueblos nos llevan ventaja en ello, y allá se las aviene el que se lo quita al cuerpo para buscar con que ataviarlo.

    Suponte que amanece en nuestra ciudad uno de aquellos dias en que el termómetro de Reaumur marca cuatro ó cinco grados sobre cero, que es lo regular, brillando el sol en una atmósfera serena y pura, uno de aquellos dias en que la mar que tenemos á la vista mueve apenas su azulada superficie y con suave murmullo juguetea entre las rocas. ¿Quién no va entonces á la muralla del mar, liceo de la elegancia, emporio de las galas, museo de la coqueterías y punto de reunion en los dias festivos de invierno? ¡Cuánta gente, qué bullicio, qué conjunto tan heterogéneo! Allí un sombrerito, acá una mantilla, allá un frac á la inglesa, acullá un gaban parisiense, un casacon del siglo de Luis XIV, un peinado á lo Villamediana, unas barbas de turco, unas botas marroquíes, un albornoz árabe, el aire español, y en los labios nuestro acento con que parodiamos la lengua de los Berengueres. Todos nos cercan y cercamos á todos, y nos codeamos unos con otros, y nos pisamos y los miramos y nos saludan, y con ganas ó sin ellas hay que corresponder á sus cortesías. La dificultad consiste en hallar el principio de ese círculo vicioso. ¿Cómo dar la preferencia á un grupo sobre los demás cuando todos nos parecen bien y nos ofrecen alguna particularidad? Alto, señores, pare la rueda: nada, no hacen caso; pues entonces emprendamos la marcha desde un estremo del paseo, y por aqui cortemos el hilo de esta enredada madeja, y caiga en quien caiga la suerte de ser el primero en verse espuesto al lente ustorio de nuestras observaciones.

    Preséntase desde luego una robusta mamá cogida del brazo de un barrigudo papá, y mas adelante sus dos pimpollitos de doce á catorce años: lindas muchachas; prometen mucho. Síguenles la pista dos jovencitos que empiezan á hombrear y con quienes coquetean, como que los conocen de verlos muy á menudo en la puerta del colegio. Ya se esconden los dos mozuelos de la vista de los papás, ya vuelven de improviso á la carga, y pasan y repasan y se empujan y disputan y dan suelta á palabras que no es bien que aqui se digan.

    ¿Qué voces son esas? ¿hay quienes se hablan de uno al otro lado del paseo? ah! es una comitiva de jóvenes de ambos sexos. Ellas, á cual mas alegre, pizpereta y vivaracha. ¿Riñen acaso? nó señor, ¡qué quiere V.! la fuerza del acento del pais.

    Cuán tiesa y espetada se viene aquella! cuántas joyas, cuánta pedrería, cuánta blonda! parece una imágen que se ha salido del altar. A pedir de cogote sentara aqui bien mutatis mutandis lo de nuestro poeta Moreto.

    Mucho moño y arracadas,
    Valona de canutillos
    Mucho collar, mucho afeite,
    Mucho lazo, mucho rizo
    Y verás qué mala estás.

    No es nada lo engalanado que se viene el que la lleva del brazo: novios deben de ser segun las dulces miradas con que mutuamente se corresponden. Pasemos de largo no se los estorbe y háganse á pesar de los ojos envidiosos que lo noten y de las malas lenguas que lo ridiculicen los arrumacos que les vengan en gana.

    ¡Ola, secretitos hay! ¡qué tendrán que decir esas elegantes que vuelven la cara para mirar á los novios! Con corta diferencia deben de decir lo que aquellas del otro lado, y las que se vienen hácia acá y las que nos vienen siguiendo: si el sombrerito es de moda, si el vestido le va bien ó mal, si es bonito ó feo el aderezo, si el prendido es de bueno ó mal gusto, con otras cosas sobre el casamiento y la dote y la boda que no queremos decir, porque ya estan al alcance del lector.

    Adieu mon cher, addio carissimo. ¿En dónde estamos? ¿son franceses, italianos ó españoles? son tres pisaverdes, enfáticos de sobra, y por demás lenguaraces. No son amores callejeros los que sacan á corro; aventuras de otra calaña los entretienen. En todas ellas han hecho el papel de protagonistas, y es bien creerlo porque ellos lo dicen, si bien no salgo fiador de la veracidad de sus palabras, porque como por despejo y no por mengua se tienen semejantes aventuras, á trueque de ser reputados en mucho es forzoso mentir á rienda suelta. Sígalos oyendo aquel á quien mayor curiosidad le aguijonee, y como eche el resto á su credulidad, de seguro va á dar al traste con las mejor sentadas reputaciones.

    Llegamos en esto al estremo del paseo y es fuerza dar la vuelta, y nos hallamos con la singularísima novedad de tener que saludar al que cinco minutos antes saludamos, y de sonreirnos á la que se sonrió, y llegamos luego al sitio en donde principiamos nuestras observaciones, y es preciso desandar lo andado, y vuelta á hacer lo mismo que hemos hecho antes y que harémos despues y un poco mas tarde, y hasta que den las dos, á cuya hora no todos los estómagos barceloneses resisten algunas vueltas de mas en la Rambla por via de apéndice al paseo de invierno.

    Seamos de los aficionados á este apéndice y verémos como las gentes que han paseado se dirigen á sus casas á celebrar la fiesta con una buena comida, quizás en compañía de algunos parientes ó amigos. El turron y sobre todo los barquillos son los postres necesarios de la de este dia. El parroquiano viejo de Sta. María del mar no abandona por mucho que le contradiga la generacion que debe sucederle, la antigua costumbre de comer sopa de fideos aderezados con azúcar y canela, y no se olvida de acudir por la tarde á su parroquia á oir el rosario y los villancicos alusivos á la festividad que canta la capilla.

    Los teatros dan funcion tarde y noche, costumbre que continúa todos los domingos y disantos del año, y otros dias que no lo son, y que en su lugar correspondiente señalarémos.

    En este dia se inauguran los bailes de máscara en el salon grande ó en el gran salon (albarda sobre albarda, y perdone el que se crea culpado) de la casa Lonja. Se empieza á la hora que señalan los anuncios, y se paga de entrada la cantidad que se fija, pero no se admiten cuartos ni moneda que deba pesarse. No dirémos aqui lo que es este baile; su vez le llegará, que ya va haciéndose pesado el articulillo. Hay tambien baile en la Patacada, y hablarémos de él el dia 8 de diciembre en que suelen comenzarse.

    Una advertencia harémos, y es, que no crea el buen lector que el paseo de la muralla del mar que hemos descrito, sea una particularidad del dia presente, puesto que es costumbre de todos los festivos de la estacion en que nos hallamos, con tal que el tiempo lo permita.

    En los cuatro primeros dias del año las cuarenta horas estan en la Catedral, despues pasan otros cuatro á Sta. María, y van turnando en las otras iglesias, aunque nó de un modo igual en todos los años. Hasta la Pascua de Resurreccion estan en cada iglesia cuatro dias, desde la Pascua en adelante solo tres. En la Semana Santa no las hay en ninguna iglesia. Las horas de esposicion varian segun las estaciones. Los periódicos dicen todos los dias la iglesia en que se hallan, y además cada semestre se vende un impreso en que se lee todo lo que conviene saber acerca de este punto.

  • Los puercos de San Antonio

    Érase un dia 1.º de Febrero, no importa el año, y érase que uno de los mayores glotones que pisa la tierra atravesó en mitad del dia el Cap de creus, ó si se quiere el llano de la Bocaría, y oyó el monótono son de una gaita acompañado del seco baqueteo de un tamboril. Estas dulces armonías sonaban en medio de un grupo de varias gentes, y nuestro gloton se acercó por mera curiosidad. Qué será, qué dejará de ser; y eran tres cerdos de los mas bien cebados que darse pueden en la tierra, tendidos descortesísimamente en el duro suelo. –¿Qué es esto? preguntó á un patan de los que allí estaban. –¿Que no ho veu? los porcs de St. Antoni; dijo con una amabilidad que dejó entender le era característica. –No quedó el gloton tan satisfecho de la respuesta como debia de esperar, al paso que se dispertaron en su imaginacion tales ideas de glotonería que se le hizo la boca agua pensando en los jamones y en los chorizos y en las morcillas etc. etc. etc., y continuó: ¿Para qué estan aqui esos señores? Y supo que á pesar de lo bien cebados criáronse en una casa de beneficencia, y que a son de la gaita y del tamboril pasean todos los años durante esta temporada tres animales de la misma especie, con el objeto de rifarlos despues á beneficio de los espósitos, en tres suertes, á cerdo por suerte, para lo cual se espenden billetes por la módica cantidad de un sueldo catalan, ó sean diez y ocho y pico maravedises.

    Parece ser que cuando se suprimieron los religiosos de San Antonio Abad, á quienes estaba concedida esta rifa, se pasó el privilegio al hospital de Sta. Cruz, con la obligacion de dar anualmente del producto de la rifa una pension á los dos religiosos que de la orden quedaban. Cumplió el hospital dicha obligacion, y desde que los dos religiosos murieron, todo el producto de la rifa está destinado al piadoso objeto que hemos dicho.

  • Los tres dias de carnestolendas, 1848

    El carnaval da las últimas boqueadas: es preciso pues echar el resto á las zambras y algazaras que se mueven en la época de su dominacion. Un domingo, un lunes y un martes son los destinados para cerrar el carnaval y enmascararse, bailar y solazarse hasta mas no poder, y trasnochar mas de lo que conviene á la salud del cuerpo y á la del alma. Y de tal modo se trasnocha, que se viene á formar de los tres dias uno. Por otra parte bien puede aventurarse esta proposicion, supuesto que ni mas ni menos se hace en el primero que en el último: por esto no estrañará el lector, que amalgamándolos aqui, hablemos de las costumbres comunes á los tres.

    Por la mañana de estos dias salen los elegantes al paseo de la muralla del mar. Llaman en él la atencion algunos niños y niñas disfrazados con mas ó menos gusto y con mas ó menos riqueza. Las mamás van muy huecas llevando por delante á sus hijos, que á puro vestirlos y desnudarlos y enviarlos á casa de la abuela, ó del padrino, ó del pariente, ó de la amiga, logran que las pobres criaturas se resfrien, y por lo menos, que engreidos con los aplausos que les han prodigado, no quieran desnudarse al llegar á casa, y lloren, y pateen, y rabien y tengan que sufrir mas de cuatro sofiones. ¡Pobrecillos! os disfrazan ahora por diversion! dejad correr el tiempo y quizás os disfrazaréis por necesidad y lloraréis si llegan á arrancaros la mascarilla.

    Bajemos de punto el catalejo, destemplemos la pluma, saquemos de tono nuestro cantar y ocupémonos durante estas tres tardes, de la rua y de las máscaras, que en medio de un numeroso gentío pululan por la Rambla. Todos los carruages de la ciudad acuden á porfía á dar las vueltas de costumbre en este paseo. En otros tiempos abundaban los coches de los particulares en los que sus familias iban á lucir sus trages: en el dia puede decirse que las tartanas tienen mayoría, y los ómnibus y medias fortunas de alquiler son los únicos carruages que interrumpen la monotonía de esos muebles que Dios cohonda, y que no se llaman carros por un tris. Y no es poco si en medio de la línea de carruages no se cuela algun carro de los mas sucios de la limpieza, montado por una docena de hombres, mal perjeñado el uno en trage de muger, mal dispuesto el otro en trage varonil, y mas indecente y asqueroso aquel que levanta la bota con ademanes repugnantes al mas cínico observador. Entre el barullo de las gentes que pasean, llaman la atencion si nó por la riqueza del trage, por la satisfaccion y pretensiones con que lo visten, varios chicuelos y aun hombres vestidos ridicula y las mas de las veces asquerosamente. Las prendas que estan mas en boga entre los que gastan este humor son los felpudos, los sombreros mugrientos, los fraques y chalecos rotos y remendados, y las escobas. El rostro embadurnado de almazarron ó tizne, es de rúbrica. Unos calzoncillos, una camisa por encima ajustada al cuerpo con un ceñidor de los que usan los labriegos, una toalla cruzada sobre el pecho, un pañuelo rollado en la cabeza, unos bigotes pintados con corcho chamuscado y una caña con dos ó tres naranjas enristradas, hé aqui el trage de moro mas decente, y que por tan usado ya no llama la atencion del público. Nunca falta algun tonto que en trage ridiculo y mugriento lleva colgado de una caña un higo seco, y lo agita sobre la cabeza de un enjambre de chiquillos que intentan coger la fruta con los dientes. Todas estas máscaras suelen llevar en pos de sí una multitud de pilludos cantando con monótona cantinela esta copla:

    A setse, á setse,
    A setse l’ vi.
    Lo pobre Carnestolles
    S’acaba de morí;
    Si, sí:

    copla y costumbre que no hace muchos años introdujo un remendon que vivía en los Encantes, con mas buen humor que cuartos, y mas cuartos que estro, y mas estro que inventiva para idear un trage, pues el disfraz del pobre poeta no pasó de un casacon mugriento, un simulacro de sombrero y el mango de una escoba por baston.

    La civilizacion rechaza tamaños desacuerdos, y un pueblo culto debiera desterrar lo que ofende la decencia y el bien parecer. No queremos decir con esto que las autoridades prohiban semejantes costumbres en las cuales hallan solaz ciertas gentes, nó, antes al contrario, tenemos por aventurado todo ataque hecho frente á frente á cualesquiera costumbres por malas que sean; pero creemos sí que debe dirigirselas oportunamente. La autoridad tiene medios de que echar mano para escitar la aversion del público hacia esas escenas repugnantes, la emulacion de los mismos á quienes tanto divierten esos gestos y banquetes asquerosos, á fin de que dejando tales usos se hagan dignos de la sociedad que los acoge, divirtiéndose sin ofender el pudor de la doncella, ni la vista del inocente, ni la conciencia del hombre morigerado.

    En estos tres dias los teatros dan funciones por la tarde y por la noche, y hay bailes públicos en la Patacada y en la lonja. Pocos años antes de la época en que trazamos estas líneas, los bailes del domingo duraban en la Patacada hasta la aurora del dia siguiente, en la lonja hasta la una de la madrugada: los del lunes duraban en la Patacada hasta media noche, y en la Lonja hasta el amanecer del día siguiente: los del martes no pasaban de las once de la noche. En la actualidad todo está cambiado y se altera frecuentemente segun las circunstancias. Hemos alcanzado una época en que nada hay fijo ni estable, y en que es tan vario el número de acontecimientos, y estos se suceden los unos á los otros con tal proximidad, que ni lugar dejan para que podamos acostumbrarnos á alguna cosa. Estos mismos bailes de la lonja y Patacada, que en otros tiempos hicieron la delicia del pueblo barcelonés, estan en su período decadente. Se ha querido dar á los de la lonja nuevo brillo, un nuevo atractivo, pero en vano. Se trasladarán si se quiere de local; llamarán en verdad la atencion, mas por poco tiempo, porque la época de los disfraces ha pasado ya, porque se conocen ya todas las tretas, y no hay necesidad de la mascarilla para decir las verdades á un prójimo. Las máscaras han muerto á manos del descaro y de la impudencia.

    El carnaval toca á su fin, y á esto alude el pueblo con el aparato semifúnebre con que recorre las calles de la ciudad durante la noche del martes. La figura de un Judas (Carnestoltes) es llevada en andas, precedida de un sinnúmero de jóvenes artesanos llevando luces, y cantando responsos al compás de destempladas guitarras y panderetas. El pueblo se entrega al júbilo y al placer, y alborota y grita; mas á pesar de las licencias que se permite y que dejamos apuntadas, rara vez da lugar á la mediacion de la autoridad para prevenir un lance ó para castigar un crimen. Los elementos de cultura existen en este pueblo; la oportuna direccion es la que ha faltado muchas veces. El martes va á pasar al período de lo que fue. Se adelanta la media noche y las campanas de las parroquias anuncian la cuaresma: sin embargo Barcelona se halla todavía entregada al bullicio del carnaval. Dejadla gozar, su hora se acerca, y enervadas entonces sus fuerzas volverá á la razon y á la calma.

  • Viernes Santo, 1848

    Apenas se abren las iglesias empiezan á visitar estaciones la gente madrugadora, el menestral, el jornalero y el eclesiástico. Mas adelantada la hora discurren por las calles gentes de todas clases, categorías y condiciones, con el mismo objeto. A las 10 de la mañana todos dan fondo en alguna parroquia ó iglesia de su devocion, para asistir á los divinos oficios.

    Concluyen estos al mediodía, y entonces el mozalvete despues de haberse peinado en uno de esos que llaman salones, y contoneándose por esas calles, se dirige á la Catedral, á la Trinidad, á la Merced, por ejemplo, para ver las gentes que salen de la iglesia. Hay aquello de atusarse el pelo, ponerse el sombrero cuidadosamente para no desbaratar las perfumadas guedejas, y pararse formando corrillo para ver pasar á las bellas devotas, que ya arreglándose la mantilla, ya ahuecándose el vestido, ya retorciendo los rizos entre los dedos, saludan á este ó al de mas allá, con mas o menos dulzura segun las relaciones que median, separándose por un momento para verse poco despues en la Rambla, si no sopla ese viento que reina en este pais en la estacion presente.

    En la Rambla se reune todo lo que no ha podido verse sino en detall durante las 24 horas anteriores. Uniformes salen en esta festividad que no ven la luz en todo el año; asi es que algunos hay por el corte del año 1827 en que se estrenaron. Sin embargo de algunos años á esta parte va disminuyendo el número de ellos, pero en su lugar va creciendo el de cruces, de modo que no parece sino que volvemos al miliario, y que se organiza una nueva cruzada.

    Son las 3, y las gentes han dejado el paseo. La sopa está en la mesa. El barcelonés antiguo no olvida la costumbre de sus padres, y en esta comida exige el arroz con leche. Este es manjar de rúbrica en el viernes santo. En otro tiempo tampoco dejaba de ir á la Catedral por la tarde para ver deshacer el monumento que se levantaba á los pies de la iglesia. No sabemos si el buen gusto ó la economía ha arrinconado aquel churrigueresco templete que tan mal se avenia con la grandiosidad arquitectónica de la iglesia; pero nos felicitamos, porque el altar mayor muestra en estos dias su bello y primoroso trabajo, y presenta un aspecto tan magnífico como digno de la gravedad de la fiesta. Nada importa que no vuelva á parecer el antiguo monumento.

    Desde las 12 hasta las 3 de la tarde, la congregacion de la Pasion y muerte de N.S. Jesucristo establecida en la colegiata de santa Ana celebra la funcion de las tres horas que el Redentor estuvo pendiente en la cruz, funcion que se llama vulgarmente de las siete palabras. Despues de esta hora se canta en algunas iglesias el Stabat mater, y se obsequia con algunas otras devociones á la Virgen santísima en su soledad. En los periódicos hallará el devoto los anuncios de estas funciones.

    Al anochecer sale de la iglesia de Ntra. Sra. de la Merced la procesion que celebra la real é ilustre cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad. Vista la procesion de ayer, ninguna novedad ofrece la de hoy, sino la diferencia de los pasos. La congregacion que asiste es la de la Buena muerte. El crucifijo está á cargo de los Sres. nobles casados; Ntra. Sra. de la Piedad al del colegio de corredores de cambios y el Santo sepulcro al del monte pio del mismo. En este paso habia antiguamente gran lujo. Ntra. Sra. de la Soledad á cargo de los Sres. nobles solteros: era privilegio de los nobles que asistian con vesta el ceñir daga en el costado izquierdo.

    Antes de concluir este artículo no podemos menos de prevenirte, querido lector, que durante la tarde se ha permitido la entrada por la puerta nueva á los corderos que se han de sacrificar para el dia de Pascua á la gastronomía barcelonesa. Te hacemos esta prevencion por si quieres gozar de tan cuco espectáculo, que á fe de quien somos, es divertidísimo.

  • Maravillas y costumbres de la primavera

    La primavera se adelanta y la naturaleza se sonrie á nuestros ojos, desplegando todas sus galas y toda su magnificencia. Las mieses muestran ya su espiga lozana formando la esperanza del labrador, que al cerrar su puerta deja todas sus riquezas fiadas á la buena fe de los hombres y á las alteraciones de la atmósfera. Para prevenir la osadía de un malévolo tiene un perro; para alcanzar el favor de la Providencia divina tiene el fervor de sus oraciones; y pensando en la oportunidad de la lluvia, no deja de repetir durante el dia y á todas horas el refran: per maig cada día un raig.

    El verdor de los campos, la fragancia de las flores, la frescura del aire, el ardor de los rayos del sol que inflama los corazones, todo convida al muelle goce de los mas puros placeres. La antigua Grecia cuya mitologia no ha tenido rival al tratarse de materializar las ideas, consideraba la mansion de los bienaventurados en una perpetua primavera, y las bellas artes representaban esta estacion bajo la figura de una hermosa ninfa teniendo una guirnalda de flores en las manos, y sentado á sus pies un cupidillo reconociendo la punta de sus flechas. El hermoso espectáculo que presenta la naturaleza durante la primavera, no puede menos de llamar la atencion del hombre, quien al olfatear una flor ó al tender la vista por la campiña, sin echarlo de ver quizá, rinde un homenage de admiracion al Criador.

    No somos por acá tan sordos á la voz de la naturaleza, y por esto salimos los barceloneses á gozar en ciertos dias y en ciertas horas del bello espectáculo que nos ofrece. Ya durante este mes comienzan á venir á Barcelona los habitantes de otras provincias que acuden a tomar baños de mar y anticipan su viage para gozar de las procesiones del Corpus, célebres en Barcelona como lo son aqui todas las procesiones.

    Hanos parecido muy á propósito el dia 1.° de mayo para poner á nuestros lectores al corriente de las costumbres propias de la primavera , porque al cabo es dia 1.° y por consiguiente privilegiado, y le hallamos colocado casi en la mitad de la estacion. Por otra parte nuestras razones tenemos para no haber dado cuenta al lector de las costumbres de primavera el dia en que esta tuvo principio, porque una de ellas mal se aviene con las sábanas, y las mañanicas de abril son muy buenas de dormir, segun reza el refran. Y no decimos esto asi, á humo de pajas, que ya verás, lector querido, cuán á pelo viene.

    Supon un domingo ó disanto: debes levantarte á las siete, por lo tanto vestirte al desden, que es como si dijera un franchute á la negligé, ir á misa, y luego dirigirte á la Rambla donde está el mercado de las flores. Allí las ramilleteras te convidarán con las mas vistosas producciones de la naturaleza; y las bellas barcelonesas, las madrugadoras, te convidarán con los atractivos con que la estacion y, mas que todo, la hora las engalana. Su trago y su tocado al desden, su desden nada esquivo, y la color del rostro pálida como la azucena. Allí te parecerán mejor estas jóvenes, que en el paseo de invierno adornadas con todas sus blondas y sombreritos, con sus narices rojas, efecto del aire frio, y sus ojos dormidos y su gesto lloron, efecto de los rayos del sol. Y cuenta que á las madrugadoras debe de alcanzárseles muy bien, que á la muger, mas que las galas que cercenan las fortunas , le valen la amabilidad y sencillez, que nada cuestan. Obséquialas , queridísimo lector, obsequia á esas bellas en cuyo trage no hay ficcion, en cuyo rostro no hay doblez; obséquialas con un ramillete, y no te pesará. Y vosotras, lindísimas criaturas, aceptad los obsequios de esos jóvenes, y apartad la vista de esos camastronazos de á 40 del pico , que pasean primero, y se pierden despues entre las filas de puestos del mercado de la Bocaría, saben ellos por qué, y lo sabemos nosotros, aunque no nos cumple por ahora decirlo.

    Si no tienes , querido lector quien te dispierte para madrugar, nada temas que no falta en esta ciudad quien en la presente escion lo hace sin reparar en ello. Es el tal un labriego que arrea un borriquillo cargado con un seron donde conduce algunas vasijas, que al amanecer llena del agua ferruginosa de algunas de las caña desde el mas añejo entremés hasta el mas romántico drama de nuestros tiempos, y desde el mas devoto novenario á las peores coplas que puede escribir la pluma mas mugrienta y asquerosa mojada con la tinta mas fétida que confeccionarse puede. Esas tiendas de quita y pon, llamadas paradas de romansus, dan una perfecta idea del estado en que se halla entre nosotros el gusto por las obras literarias, y no añadimos de las costumbres del pais, por no llamar la atencion de la autoridad, quien puede tomarlo á pechos, y hacer pasar las sobredichas coplitas por debajo de la mas rígida férula censoria.

    Pero echamos de ver, lector querido, que con este introito vas á llamarnos al órden. Nó, nó, nada temas, volverémos al carril. Vas á verlo. Dirigímonos tambien algunas mañanas hácia el paseo de San Juan ó de la esplanada, y huroneamos en los puestos de ropavejeros que allí se colocan, y á cuyo conjunto suele darse, quizá irónicamente , el nombre de Fira de Bellcaire, y leemos toda suerte de librajos que hallamos ya tirados por el suelo, ya dispuestos en desordenado órden sobre una desvencijada mesa. Otro tanto hacemos en los Encantes los lunes, los miércoles y los viernes de cada semana, que son los dias en que se permite á los prenderos y chamarileros la venta de sus géneros adquiridos en una almoneda de un eclesiástico que murió intestado, ó en la de un solteron que legó su ajuar á el ama de gobierno, ó en la del mercader declarado en quiebra, ó del empleado nómada á quien se le destina al otro estremo de la península.

    En aquellos puestos se pueden comprar á la voz de los corredores, objetos nuevos y renovados, viejos que parecen nuevos, y nuevos que pudieran ser buenos. El anticuario adquiere allí por poco dinero un objeto de gran valor, el cómico compra allí lo que no halló en las tiendas, el aficionado á los muebles por el gusto del siglo de Churriguera (Dios le bendiga al aficionado) compra allí sillas y mesas rotas y raidas para darles nuevo lustre, y hacerlas figurar en su salon que llama á la renaissance, y el aficionado á la lectura hojea libros buenos y malos, y los compra por la mitad del precio que pidió el vendedor, ó por el valor que este conoce que le da el comprador.

    Al número de estos aficionados tenemos la desgracia de pertenecer, y héte aqui que dias atrás dimos con un cuaderno descuadernado, manuscrito, redactado en catalan, en cuya primera hoja se leia: Diari den Pere del aguait 184…. (el último guarismo se pierde en el mugre del sobado borde del papel). Poco debe importar el precio en que lo mercamos.

    ¡Grande adquisicion! dijimos para nuestro capote. Esto aumentará el volúmen de nuestros mamotretos, y al paso que ha de ahorrarnos trabajo, ha de proporcionar solaz al público, cuando insertemos en nuestro Añalejo, vertidos en lengua española, algunos de los renglones que hagan referencia á nuestro pais. Por de pronto ahí va el artículo del 3 de mayo en Barcelona.

    He salido á la calle llevando del brazo á mi hermana, y nos han acometido distintas veces enjambres de niñas, y entre ellas algun niño, con sendos platos cubiertos de rosas en las manos. En ademan de pedir limosna, me han interpelado las que á mí se han dirigido con este piropo: Vosté senyó galan que te cara de diamant, un dineret per Sta. Creu: y los que á mi hermana se han dirigido le han dicho: Vosté Sra. hermosa que te la cara de rosa, un dineret per Sta. Creu.

    Pesadillos han estado algunos de los tales chicuelos, y hannos seguido largo trecho repitiendo sus obsequios, y estos han sacado estrena , que es ya subido que pobre importuno saca mendrugo, segun el refran nos dice.

    Hemos entrado mi hermana y yo en una iglesia á oír misa , y he ido á la sacristía para saber en qué altar se celebraría, y cuatro monacillos pedigüeños por demás, me han acometido con la cantinela arriba transcrita. A mi vez he querido tomar represalias, y asiendo por el cuello de la sotana al que mas vivaracho me ha parecido, le he ofrecido buenas estrenas si confesaba en qué queria emplear aquel dinero. Halo confesado, que el muchacho era lenguaraz de sobras, y hame dicho — ¿no ve V. aquel altarito que hemos guarnecido en aquel rincon, con aquellos floreros y con aquellas velitas? pues allí al pie depositamos lo que recogemos, y el capital sirve para una merienda. Y no somos nosotros los únicos que se ocupan en el dia de hoy en este negocio; porque vea V. , mi hermana con las chicas de la vecindad hacen lo mismo, y tambien guarnecen un altarito, y luego meriendan á la salud de qué sé yo, á la salud de su estómago.

    Pedigüeña es la costumbre ; inocente es por demás, y trasciende hasta el interior de las familias. Por lo que he visto en las casas en donde hoy he estado de visita, no he podido menos de compadecer al barcelonés á quien Dios le ha dado sobrinitos que obsequiar, ó ahijados que contentar, ó deudos con quienes cumplir, porque al salir de casa, debe llenarse los bolsillos de monedas para responder á todas las exigencias y compromisos en que puede verse atollado.

    Esta es la traduccion. Si es buena ó mala júzguelo el público, pues por lo que á nosotros atañe, solo podemos decir que es fiel y exacta. Si es mala, consolarános la idea de que no serémos los únicos malos traductores que á destajo embadurnan papel en nuestros tiempos.

  • La ascensión de Ntro. Sr. Jesucristo

    La ascension de Ntro. Sr. Jesucristo

    Dia sin fecha por ser fiesta movible; pero recordando la ascension del Señor á los cielos, precisamente debe caer á los 40 dias de pascua de Resurreccion.

    Ninguna costumbre particular de este dia ofrece Barcelona para consignar en el Añalejo. Es fiesta de precepto y hay paseo en el mercado de las flores, para los que madrugan; y al mediodía en la rambla de capuchinos, allí pegaditos á la fonda de Oriente, para los que se levantan, segun dicen en el pais, cuant lo porc canta. Por la tarde hay funciones en los teatros, y al anochecer paseo en la Rambla, y á las ocho de la noche empieza la ópera, y vuelven á llenarse de gente los coliseos bien caldeados y perfumados por el concurso de la tarde. Se sale de la ópera á media noche, y se acuesta uno poco antes de rayar el alba; y raya el alba, y el bullicio de la ciudad y el calor que se siente en las mezquinas habitaciones modernas, le obligan á uno á dejar la cama mucho antes de lo que quisiera. ¡Es mucha vida la que se lleva en las ciudades populosas!

  • Derribo del convento de capuchinos, ya convertido en teatro, para hacer la Plaza Real

    Comienza á derribarse el convento de capuchinos (convertido en teatro) con el objeto de hacer en su solar una gran plaza.