El carnaval da las últimas boqueadas: es preciso pues echar el resto á las zambras y algazaras que se mueven en la época de su dominacion. Un domingo, un lunes y un martes son los destinados para cerrar el carnaval y enmascararse, bailar y solazarse hasta mas no poder, y trasnochar mas de lo que conviene á la salud del cuerpo y á la del alma. Y de tal modo se trasnocha, que se viene á formar de los tres dias uno. Por otra parte bien puede aventurarse esta proposicion, supuesto que ni mas ni menos se hace en el primero que en el último: por esto no estrañará el lector, que amalgamándolos aqui, hablemos de las costumbres comunes á los tres.
Por la mañana de estos dias salen los elegantes al paseo de la muralla del mar. Llaman en él la atencion algunos niños y niñas disfrazados con mas ó menos gusto y con mas ó menos riqueza. Las mamás van muy huecas llevando por delante á sus hijos, que á puro vestirlos y desnudarlos y enviarlos á casa de la abuela, ó del padrino, ó del pariente, ó de la amiga, logran que las pobres criaturas se resfrien, y por lo menos, que engreidos con los aplausos que les han prodigado, no quieran desnudarse al llegar á casa, y lloren, y pateen, y rabien y tengan que sufrir mas de cuatro sofiones. ¡Pobrecillos! os disfrazan ahora por diversion! dejad correr el tiempo y quizás os disfrazaréis por necesidad y lloraréis si llegan á arrancaros la mascarilla.
Bajemos de punto el catalejo, destemplemos la pluma, saquemos de tono nuestro cantar y ocupémonos durante estas tres tardes, de la rua y de las máscaras, que en medio de un numeroso gentío pululan por la Rambla. Todos los carruages de la ciudad acuden á porfía á dar las vueltas de costumbre en este paseo. En otros tiempos abundaban los coches de los particulares en los que sus familias iban á lucir sus trages: en el dia puede decirse que las tartanas tienen mayoría, y los ómnibus y medias fortunas de alquiler son los únicos carruages que interrumpen la monotonía de esos muebles que Dios cohonda, y que no se llaman carros por un tris. Y no es poco si en medio de la línea de carruages no se cuela algun carro de los mas sucios de la limpieza, montado por una docena de hombres, mal perjeñado el uno en trage de muger, mal dispuesto el otro en trage varonil, y mas indecente y asqueroso aquel que levanta la bota con ademanes repugnantes al mas cínico observador. Entre el barullo de las gentes que pasean, llaman la atencion si nó por la riqueza del trage, por la satisfaccion y pretensiones con que lo visten, varios chicuelos y aun hombres vestidos ridicula y las mas de las veces asquerosamente. Las prendas que estan mas en boga entre los que gastan este humor son los felpudos, los sombreros mugrientos, los fraques y chalecos rotos y remendados, y las escobas. El rostro embadurnado de almazarron ó tizne, es de rúbrica. Unos calzoncillos, una camisa por encima ajustada al cuerpo con un ceñidor de los que usan los labriegos, una toalla cruzada sobre el pecho, un pañuelo rollado en la cabeza, unos bigotes pintados con corcho chamuscado y una caña con dos ó tres naranjas enristradas, hé aqui el trage de moro mas decente, y que por tan usado ya no llama la atencion del público. Nunca falta algun tonto que en trage ridiculo y mugriento lleva colgado de una caña un higo seco, y lo agita sobre la cabeza de un enjambre de chiquillos que intentan coger la fruta con los dientes. Todas estas máscaras suelen llevar en pos de sí una multitud de pilludos cantando con monótona cantinela esta copla:
A setse, á setse,
A setse l’ vi.
Lo pobre Carnestolles
S’acaba de morí;
Si, sí:
copla y costumbre que no hace muchos años introdujo un remendon que vivía en los Encantes, con mas buen humor que cuartos, y mas cuartos que estro, y mas estro que inventiva para idear un trage, pues el disfraz del pobre poeta no pasó de un casacon mugriento, un simulacro de sombrero y el mango de una escoba por baston.
La civilizacion rechaza tamaños desacuerdos, y un pueblo culto debiera desterrar lo que ofende la decencia y el bien parecer. No queremos decir con esto que las autoridades prohiban semejantes costumbres en las cuales hallan solaz ciertas gentes, nó, antes al contrario, tenemos por aventurado todo ataque hecho frente á frente á cualesquiera costumbres por malas que sean; pero creemos sí que debe dirigirselas oportunamente. La autoridad tiene medios de que echar mano para escitar la aversion del público hacia esas escenas repugnantes, la emulacion de los mismos á quienes tanto divierten esos gestos y banquetes asquerosos, á fin de que dejando tales usos se hagan dignos de la sociedad que los acoge, divirtiéndose sin ofender el pudor de la doncella, ni la vista del inocente, ni la conciencia del hombre morigerado.
En estos tres dias los teatros dan funciones por la tarde y por la noche, y hay bailes públicos en la Patacada y en la lonja. Pocos años antes de la época en que trazamos estas líneas, los bailes del domingo duraban en la Patacada hasta la aurora del dia siguiente, en la lonja hasta la una de la madrugada: los del lunes duraban en la Patacada hasta media noche, y en la Lonja hasta el amanecer del día siguiente: los del martes no pasaban de las once de la noche. En la actualidad todo está cambiado y se altera frecuentemente segun las circunstancias. Hemos alcanzado una época en que nada hay fijo ni estable, y en que es tan vario el número de acontecimientos, y estos se suceden los unos á los otros con tal proximidad, que ni lugar dejan para que podamos acostumbrarnos á alguna cosa. Estos mismos bailes de la lonja y Patacada, que en otros tiempos hicieron la delicia del pueblo barcelonés, estan en su período decadente. Se ha querido dar á los de la lonja nuevo brillo, un nuevo atractivo, pero en vano. Se trasladarán si se quiere de local; llamarán en verdad la atencion, mas por poco tiempo, porque la época de los disfraces ha pasado ya, porque se conocen ya todas las tretas, y no hay necesidad de la mascarilla para decir las verdades á un prójimo. Las máscaras han muerto á manos del descaro y de la impudencia.
El carnaval toca á su fin, y á esto alude el pueblo con el aparato semifúnebre con que recorre las calles de la ciudad durante la noche del martes. La figura de un Judas (Carnestoltes) es llevada en andas, precedida de un sinnúmero de jóvenes artesanos llevando luces, y cantando responsos al compás de destempladas guitarras y panderetas. El pueblo se entrega al júbilo y al placer, y alborota y grita; mas á pesar de las licencias que se permite y que dejamos apuntadas, rara vez da lugar á la mediacion de la autoridad para prevenir un lance ó para castigar un crimen. Los elementos de cultura existen en este pueblo; la oportuna direccion es la que ha faltado muchas veces. El martes va á pasar al período de lo que fue. Se adelanta la media noche y las campanas de las parroquias anuncian la cuaresma: sin embargo Barcelona se halla todavía entregada al bullicio del carnaval. Dejadla gozar, su hora se acerca, y enervadas entonces sus fuerzas volverá á la razon y á la calma.
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