Etiqueta: catedral de Santa Eulalia de Barcelona

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//// Fachada principal de la catedral en los 1880
//// Wikipedia
//// http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Barcelona_Cathedral_1880s.jpg

  • Distanciándose de la ciudad progresista de Cerdá, la revista «Cataluña» propone la creación de un Barrio Gótico como modificación de la Reforma Interior y la construcción de la Vía Layetana

    Intervención en la Reforma

    Ha llegado el momento.

    En la primera sección de la Reforma están ya derribadas las casas viejas; van á comenzar las nuevas construcciones.

    El plano Baixeras sirvió perfectamente para plantear el problema, tramitar su resolución desde el punto de vista administrativo; pero suponer que en él se halla una solución acabada del mismo, fuera para Barcelona, si lo permitiera, una ignominia.

    Pasead por la calle recién abierta, entre las vallas de ladrillo de los solares; vuestro espíritu experimentará desagradables impresiones.

    Veréis que entre lo nuevo y lo viejo no existe relación alguna. Como si la vía se abriese en medio del campo, sus alineaciones nada tienen que ver con las calles vecinas; en lugar de enlazar francamente la una con las otras, se obstruye su comunicación violentamente.

    Artísticas construcciones, antiguos monumentos, venerables testimonios del pasado, inmediatos, próximos á la nueva calle que debieran animarla y embellecerla, son despreciados en absoluto: los unos permanecen sin alterar su actual defectuoso emplazamiento; otros quedarán ocultos tras nuevas construcciones; los hay que van á ser bárbaramente derribados.

    La Reforma tiene larga historia; el origen de tales desafueros se remonta lejos. Ejecutamos, con escrupulosa exactitud, lo que proyectó otra generación.

    Cincuenta, treinta años atrás, la reforma de poblaciones se entendía bien diferentemente que en la actualidad. El sistema lineal rectilíneo, el paralelismo, la perpendicularida, se consideraban lo más perfecto para el trazado de calles y plazas. Y se arrasaba la ciudad vieja para levantar sobre ella otra del todo diversa. Imperaban la uniformidad, los principios apriorísticos.

    Considerar la ciudad como un organismo vivo en que se deben respetar las corrientes de circulación de las multitudes y del tráfico industrial; ver en la ciudad un carácter, una fisonomía propia esencia de ella; saber su historia; he ahí las bases principales que tienen presentes los maestros urbanizadores modernos. Se procura hermanar el aspecto pintoresco, accidentado y monumental que presentan las ciudades antiguas, con cuanto requiere la higiene y las necesidades actuales de la circulación diaria y comunicaciones.

    Un grande arte, con sus obras, sus escuelas, sus profesores, su bibliografía, existe. Los nombres de Stüblen [sic], de Henrici, Sitte, Buls, son de los hombres eminentes que en primer término este arte han determinado en Alemania, Austria, Bélgica al principio, y en Italia, Inglaterra y Estados-Unidos después, se siguen las orientaciones por ellos señaladas.

    No hay derecho á ignorar, á prescindir de conocimientos de universal dominio. Barcelona, su municipio, sus facultativos, no pueden substraerse en cuestion tan importante como es la Reforma de la ciudad, á las corrientes actuales, á la evolución experimentada. Debemos adaptarnos al tiempo, á la hora presente.

    El plano Baixeras tiene que ser el fundamento de la Reforma; hay acuerdos, antecedentes, que á ello obligan; pero en detalle, su ejecución ha de venir influída, por las ideas dominantes que son un progreso, un perfeccionamiento. Sería bien triste que los hombres de hoy, las ideas de nuestro espíritu, las palpitaciones de nuestro ser, no influyesen en lo más mínimo en el trazado de la Reforma.

    La voz, las aspiraciones de la intelectualidad de Barcelona, respecto de esta cuestión, quizás no había llegado al Municipio hasta ahora con fuerza bastante para ser oída. Los arquitectos del Ayuntamiento y del Banco Hispano-Colonial se han limitado á derribar edificios; su talento, sus aptitudes, han de emplearse en más elevados fines.

    Pero llegado el momento crítico, van á comenzar las nuevas construcciones. En la ocasión de que cuantos en estas cosas entiendan, digan su palabra.

    Las corporaciones artísticas se dirigen al Ayuntamiento en razonado documento, clamando para que la Reforma se haga, no de un modo automático, sino conscientemente; para que se emplee bien el dinero, se embellezca la ciudad.

    Es de esperar serán atendidas.

    JERÓNIMO MARTORELL

  • El obispo Laguarda da gracias a Dios y a Manuel Girona por haberse acabado la reforma neogótica de la catedral

    Las fiestas Constantinianas en Barcelona
    En la Catedral

    Con gran solemnidad se celebraron en la Catedral los actos anunciados para [el] primer día del Triduo en conmemoración del XVI Centenario del edicto de Constantino.

    A las diez de la mañana empezó el oficio, en acción de gracias por la terminación de la fachada y del cimborio del templo.

    El capitán general, don Valeriano Weyler, que ostentaba la representación de S. M. el Rey, ocupó un sitial colocado bajo dosel en la parte derecha del presbiterio, acompañándole el gobernador civil, señor Sánchez Anido, el alcalde señor Collaso, con el teniente de alcalde señor Valles y Pujals y los concejales señores Carreras, Muntañola y Vallet.

    La cripta de Santa Eulalia se hallaba cubierta, situándose en la parte derecha de ella, don Manuel y doña Ana Girona, con todos sus hijos políticos y nietos. En la parte izquierda se hallaban el comandante de Marina, don Antonio Montis, el general gobernador señor Rodríguez y Sánchez Espinosa, el diputado provincial, don Pío Valls, el catedrático de la Universidad doctor Carreras, los generales con mando en esta plaza y varios cónsules.

    Entre los numerosos invitados que ocupaban el antecoro, figuraban los miembros de la Junta diocesana de Acción Católica, señores Albo (F.), Plá Deniel, de Riba, Nadal y Dalmases, y en el caro estaban el presidente de la Audiencia señor Serantes, el fiscal de S. M. señor Rives, el delegado de Hacienda señor Eulate, el catedrático de la universidad doctor Fábregas y el del Instituto General y técnico señor Brugada y representantes da muchas comunidadies religiosa y entidades católicas.

    El resto de los cruceros estaba totalmente ocupado por los fieles.

    El altar mayor presentaba el aspecto de las grandes fiestas, como las verjas del presbiterio y de la cripta de Santa Eulalia. De las galerías colgaban los tapices de las grandes solemnidades, estando el templo espléndidamente iluminado.

    A las diez empezó el oficio, que era de medio pontifical, siendo el celebrante el canónigo doctor Sánchez, asistido de los capitulares doctores Bruguera y Puig.

    El «Orfeó Cátala» cantó la gran misa del Papa Marcelo, de Palestrina.

    Terminado el Evangelio, el doctor Laguarda, que ocupaba su sitial frente al del representante de S. M. se dirigió al pulpito, con capa pluvial, mitra, y báculo y precedido del cabildo y clero catedral.

    El discurso del prelado, á pesar de hallarse éste convaleciente, fue elocuentísimo. Empezó saludando á S. M. el Rey que había querido asociarse á la solemnidad, dirigiéndole una expresiva carta en la gue se interesa vivamente por el bien moral y material de Barcelona y delegando su representación en persona tan ilustre corno el general Weyler, al que encargó transmitiera al Monarca la gratitud del prelado y de la Iglesia de Barcelona y los votos que hacía en este acto para que Dios le proteja en los días de su vida y sean éstos dilatados en bien de la Monarquía y de la Patria.

    Después de saludar y agradecer su asistencia á las autoridades y demás invitados, entró en la materia objeto de su discurso, que era la historia de la Catedral, perla, dijo, de la hermosa concha que se extiende desde el Tibidabo hasta el mar.

    «La diócesis de Barcelona ve en este templo algo así como la inspiración y manifestación de su alma, porque la diócesis de Barcelona ve en esas negras piedras y en esas columnas gue se levantan y en esas muros, algo más que piedras; esas piedras son verdaderos archivos de gloriosos recuerdos de la Iglesia y de la diócesis de Barcelona.

    Y porque la diócesis de Barcelona mira con veneración profunda y singular este templo, al ver para el frente del mismo una preciosa fachada y que después se levanta dirigiéndose al cielo un hermoso cimborio, prodigio de la arquitectura, y observa esto que hace veinticinco años no existía, rebosa de gratitud y agradecimiento.»

    Recuerda el prelado que el día de la Purísima del año 1886 hablaba precisamente desde aquel mismo púlpito el obispo don José [sic] Cátala, el cual había, recogido el alma de su pueblo, y expresaba el deseo que todos sentían de que la Catedral de Barcelona tuviera terminadas sus obras, especialmente de su fachada.

    Añadió que el deseo ha sido realizado, gra-cias á la munificencia de don Manuel Girona que se ofreció á costear la fachada. Con este motivo elogió á aquel patricio y á sus hijos, que han sabido imitar á su padre continuando su obra y costeando el cimborio.

    Hace al doctor Laguarda el historial del templo catedral desde el tiempo en que según tradición el apóstol Santiago predicara en este mismo montículo en que hoy se asienta.

    Hablando de la parte artística de éste:
    «Lo que dicen los templos ojivales, añade, está demostrado en éste. Mirad estas columnas, delgadas, finas y sólidas como el pensamiento que se levanta; mirad estos arcos apuntados; mirad esa luz que se filtra por los vidrios de colores; mirad las sombras de tristeza augusta de que están impregnadas las naves de este templo… todo habla de Dios, de la eternidad, del alma.»

    Señala la característica de nuestro templo Catedral, notable, no por sus adornos maravillosos, que no tiene, sino por la pureza de sus líneas incomparables, y felicita á los facultativos que han trabajado para completar dentro de su estilo propio la obra de la Basílica, señores Mestres y Font.

    Terminó el doctor Laguarda su hermoso discurso cantando un himno á la patria catalana y elogiando los sentimientos cristianos del pueblo de Barcelona.

    El doctor Laguarda, al acabar su discurso se sentía bastante fatigado, á causa de hallarse aún casi en la convalecencia.

    Después del sermón, el «Orfeó» cantó un Te-Deum. La función religiosa terminó á la una menos cuarto.

    En el palacio episcopal.—Banquete

    Terminados los oficios se reunieron las autoridades en el salón del trono del palacio episcopal, y en presencia de don Manuel y doña Ana Girona el canónigo doctor Faura leyó el texto de un pergamino que el cabildo entrega á los señores de Girona. En él está copiada el acta de la sesión del cabildo en que se acordó declarar bienhechores insignes á don Manuel y doña Ana Girona.

    Con tal motivo se cambiaron palabras de gratitud entre el prelado y el señor Girona.

    El prelado sentó á su mesa á las citadas autoridades. Una de las presidencias de la mesa la ocupaba el general Weyler, que tenía á su derecha á doña Ana Girona, viuda de Sanllehy; al presidente de la Audiencia, al delegado de Hacienda y al doctor Carulla, y á su izquierda al alcalde, presidente de la Diputación, deán doctor Almera y vicario general doctor Palmerola.

    La otra presidencia la ocupó el doctor Laguarda, que tenía á su derecha al gobernador civil, rector de la Universidad, señor Millán Astray [es decir el padre del Mutilado: le falta entrada Wiki] y presidente de la Junta diocesana señor Trías, y á su izquierda á don Manuel Girona, comandante de marina, fiscal de S. M. y capitán ayudante del general.

  • Mil jovenes fascistas italianos, entre los cuales dos hijos del Duce, llegan para la Exposición; el alcalde se encuentra fuera

    Ayer, a las nueve y media de la mañana, recaló en el puerto, anclando en el muelle de Barcelona, el vapor italiano «Cesare Battisti», a bordo del cual viajan mil ciento cuarenta jóvenes italianos pertenecientes a las vanguardias fascistas.

    En el muelle esperaban la llegada de los jóvenes vanguardistas el gobernador civil, señor Milans del Bosch; el teniente de alcalde señor del Río, que representaba al alcalde [Darius Rumeu y Freixa]; el coronel del ejército italiano señor Chiappa; el cónsul y vicecónsul dé Italia en Barcelona, representaciones de todas las entidades italianas radicadas en nuestra ciudad, gran número de personal de la colonia y del fascio local y una numerosa representación de la Juventud de Unión Patriótica, con su presidente, señor [Pablo] Marsal.

    Al echar anclas el buque, la charanga de la Legión de San Jorge, de Carrara, que acompaña la expedición, tocó los himnos nacionales español e italiano y el himno fascista, que fueron saludados con aplausos por cuantos, desde tierra, esperaban a los visitantes.

    Al frente de los «vanguardistas» vienen 60 oficiales, y entre aquéllos, como simples soldados de filas, figuran dos hijos del jefe del Gobierno italiano, los jóvenes Bruno y Victorio Mussolini, de trece y diez años respectivamente.

    Los expedicionarios desembarcaron inmediatamente, formando con gran marcialidad a lo largo del muelle.

    Una vez cambiados entre las autoridades y el comandante de la tropa expedicionaria los saludos de rigor, ésta desfiló, con su charanga al frente, al mando de los señores Balducci y Calderai, dirigiéndose por las Ramblas y calle de Fernando a la Plaza de San Jaime. Su paso fue presenciado por numeroso público. En el Ayuntamiento los «vanguardistas» fueron recibidos por el señor Bonet del Río, en representación del alcalde, y por el señor Ribé, cambiándose afectuosos saludos en el Salón de la Reina Regente.

    Los señores Chiappa, Balducci, Canepa y Calderai, con los señores Bonet del Río y Ribé, salieron al balcón principal dé las Casas Consistoriales, para presenciar el bello espectáculo que ofrecían los 1.140 «vanguardistas» formados en la Plaza.

    A continuación el señor Bonet del Río les dirigió la palabra, saludándoles en nombre de la ciudad. Hizo votos porque su breve estancia en Barcelona sea grata a los jóvenes italianos y porque su visita sirva para intensificar las relaciones y sentimientos de amistad entre su país y el nuestro. Tuvo frases de admiración para el fascismo y para los sentimientos de exaltación patriótica que representa, y terminó brindando por Italia, por el Rey Víctor Manuel y por Mussolini.

    El comandante Balducci respondió a estas palabras con otras de gratitud por la acogida hallada en Barcelona, y dio vivas a España, al Rey Don Alfonso XIII y a Primo de Rivera. Ambos parlamentos fueron acogidos con los clásicos saludos fascistas y los himnos italiano y español.

    Seguidamente los expedicionarios se dirigieron al Palacio de la Generalidad, cuyas dependencias visitaron, acompañados por el conde del Montseny.

    Mientras los visitantes recorrían el palacio, la banda de la Legión de San Jorge interpretó algunas piezas en el Patio de los Naranjos.

    Luego estuvieron los jóvenes italianos en la Catedral, que también visitaron con viva atención.

    Efectuadas estas visitas se dirigieron en brillante formación militar al puerto, embarcando de nuevo a bordo del «Cesare Battisti», donde comieron.

    A las tres y media de la tarde volvieron a bajar a tierra los vanguardistas, dirigiéndose a la Plaza de Cataluña, desde la cual marcharon, en tranvías, al Tibidabo.

    A las siete y media de la tarde regresaron a la ciudad, marchando una nutrida representación al local de la Juventud de Unión Patriótica, en donde se había organizado un acto en su honor.

  • El anarcosindicalismo, la maldición de la jóven república

    The strange misshapen houses of which Barcelona is so proud were close shuttered and dark last week. No lights twinkled in the sloping Plaza Catalonia. Under the plane trees the boulevards were silent except for the clop-clop of cavalry patrols making their rounds and the sudden roar of an armored car.

    The Syndicalists, bane of the young republic, were out on a general strike. No milk was delivered, no garbage collected. Electric light and gas lines were cut. No trolleys ran. Violence started when Civil Governor Anguero visited the jail to plead with 51 hunger-striking Syndicalists to eat. The prisoners, who in some way had obtained guns, replied by firing a few wild shots, collecting all the furniture in the jail and making a bonfire of it. Riot squads rushed in to quiet them.

    Disgusted, Governor Anguera refused to put police patrols on the street cars.

    «While so-called respectable citizens merrily uphold Syndicalist assassins they can walk, so far as I am concerned,» said Governor Anguera.

    Stinking heaps of refuse piled up in the streets. Rioters in the suburbs uprooted tracks and dug deep trenches across the roads. For many hours Barcelona was completely out of touch with Madrid. A noisy, long-drawn battle was waged between police and Syndicalists in front of the latter’s headquarters. They gave up when mountain guns were unlimbered across the street. Sailors rushed a hundred of them on board warships in the harbor. A volley of shots rang out from doorways facing the tree-lined Rambla Flores, sloping down to the harbor. A Civil Guard whirled on his heel and fell, seriously wounded, among the flower pots and twittering bird cages of the market.

    In two days at least 20 people were shot dead, 40 wounded. Borrowing an idea from Aristophanes’ Lysistrata, hundreds of frightened strikers’ wives paraded through the streets behind a banner «Children Before Politics» and declared a wives’ strike of their own, swearing that their husbands should have neither food nor affection until they went back to work.

    Other Syndicalist ladies were not so soft. While hundreds of frightened Barcelonians gathered for safety in the ancient Gothic cathedral, a gang of wild-eyed Amazons broke in, climbed high in the lantern over the West Front and began sniping at soldiers and police from the roof while Barcelona’s sacred geese squawked horribly in the cloister.

    All this time Catalonia’s «President» Macia, who owes his election largely to Syndicalist votes, did nothing. But as the bloodshed continued even he became affected.

    «I am not disposed to tolerate the situation another day,» said Col. Macia.

    [TIME dated 1931/09/14. Actual date uncertain]

  • Llega Azaña con el Estatuto de Autonomía; se confunde el logotipo de Shell con la bandera catalana

    Reign of Reason

    There was dancing in the streets in Barcelona last week, such a fiesta as not even the oldest Catalan could remember. By oxcart and on burro the peasants came in their red stockinet caps and baggy breeches. Leather-faced fishermen came up from Tarragona. All night long shouting crowds surged up & down under the huge plane trees of the ramblas to rigadoon round the statue of Christopher Columbus and back up the hill again. From a thousand staffs fluttered the five-barred red-&-yellow Catalonian flag. Trucks of Shell Oil Co. were hailed with delight.

    All this was caused when quiet, bespectacled Premier Manuel Azana of Spain came to town to hand white-toothed «President» Francisco Macia of Catalonia a copy of the statute granting home rule to Catalonia.

    «Everything depends upon how you use this liberty,» warned Premier Azana. «For the sake of Catalonia and Spain, be careful!»

    Pink with pleasure, Colonel Macia waved his hands excitedly and shouted:

    «The Catalans can feel now they are true sons of a country rich in glorious tradition. I interpret the sentiments of all of them, when I say that Sept. 25, 1932 will be recorded on the pages of history as ushering in a reign of reason and justice on Iberian soil.»

    Crowds standing in the square before the high porticoed Generalidad burst into El Segredores, the once proscribed Catalonian anthem, roared loudest at the verse about cutting off the heads of the proud Castilians. Manuel Azana grinned good naturedly. Even the white geese in the Cathedral cloister honked their loudest.

    [Dateline 1932/10/03]

  • Aub: la revolución social. Muere Apel·les Mestres entre «llamps i trons»

    No hay luz eléctrica en Barcelona. Ni luna. Sólo tiros e iglesias ardiendo. La gente por la calle va de un incendio a otro. Intentaron salir los bomberos, pero el pueblo cortó las mangas. Se consumen las iglesias, pero no la Catedral, ni el monasterio de Pedralbes. Lo gótico no se quema, es el único orden que le impone al pueblo. Barcelona a oscuras pero con bastantes iglesias para poder andar por la ciudad, con el trágala de las caballerías muertas y los tiros de los fascistas confortablemente instalados tras su balcón, asesinando a mansalva. Un millón de habitantes sin más luz que gigantescas antorchas. Todos los templos se parecen ahora a la Sagrada Familia, y Barcelona huele a chamusquina. Largos ramos, pobladísimas lenguas de chispas por lo negro, negro de la noche; y los humos contra las estrellas. La gente callada, de una estación a otra, con su sentido trágico de la vida de los bolsillos, esperando un milagro; dándose cuenta de que nace un mundo nuevo, que puede morir en cierne, como otras tantas veces en este mismo lecho; pero todos husmean el parto; y, barruntándolo, nadie dice nada: óyese sólo el crepitar del fuego. El fuego hacia los cielos y la ciudad negra con heridos por los portales y asesinos por los tejados. Se ven las panzas del humo a la luz de las llamas, no las espaldas, ni la altura.

    Rafael Serrador, apoyado en una farola, mira cómo se abrasa la iglesia del Carmen. No se le alcanza, en su nueva vida, por qué destruyen e incendian, por qué no lo guardan para sí. Le duelen las llamas. Ya ha preguntado a veinte por qué queman, y todos se han alzado de hombros. Sin embargo, algo les mueve.
    Pegado a una de las puertas divisa un viejo al que cree recordar; mirando cómo sacan las imágenes y hacen una gran falla; síguele con la vista, no le suelta y se le acerca.
    – Por qué queman?
    El vejete le mira y le dice confidencialmente:
    –Chist! Hay que empezar siempre por el coro. Siempre.
    –Por qué?
    Ahí está el meollo! –y mirándole fijo a los ojos–: Si no, son capaces de volverse a sentar allí.
    El hombre se lleva a Serrador Ramblas arriba:
    –Ven. Le hace subir a la terraza del edificio de Las Noticias.
    Desde allí se descubren diez o doce incendios.
    –¿Ves tú, pequeño? De cuando en cuando hay que quitarse las chinches de encima y desinfectar el ambiente. Yo he sido mozo en la escuela de Ferrer, ¿sabes? ¡Aquel sí que era un hombre! Ya sabían lo que se hacían cuando lo fusilaron. Esta va a ser tan sonada como aquélla. ¿Crees que queman por quemar? ¡Pues no! Se mata lo que se odia. Se quema por purificar y salvar la vida: para ahuyentar los malos espíritus y rehabilitar la tierra. En el mundo hay dos cosas puras y hermosas: el fuego y el desnudo. ¿El arte? Historias y engañabobos. ¡Dímelo a mí! Fabrico vírgenes del siglo XVI. Los burgueses, los comunistas, creen que quemamos por destruir, que robamos para enriquecernos. Aquí cuando un niño es malo le dicen: eres peor que un ravachol. ¡Asquerosos! Lo de Ravachol es por un tranvía de Valencia, que descarrilaba con frecuencia y mató a unos cuantos. No viene a cuento. Quemamos para salvar y hacer tabla rasa; y cuando ha hecho falta robar es que hacía falta para vivir. Ya sé que no sé quién eres, pero me es igual.
    El viejo estaba completamente ido y mirando la ciudad, lloraba. «¡Ferrer santo! –musitaba– ¡Ferrer santo!» De pronto se volvió rápido hacia Serrador y le dijo tajante:
    –¡Porque si no las queman, volverán!
    –¿Quiénes?
    –Curas y diablos.

    Rafael bajó otra vez hacia el puerto. Anduvo hasta la «Buena Sombra», convertida en cuartel del asalto a Atarazanas. Reinaba un barullo tremendo. Se sentó en un rincón al lado de un librero de viejo y de un vendedor de biblias protestantes.
    –Mira –decía el más viejo–; la cosa no puede ser más sencilla. Aquí estamos los que no creemos en Dios y enfrente están los que creen. Y nada más. Huelgan otras explicaciones. Cuando deje de haber curas dejará de haber ricos.
    –Mira, Ambrosio –dijo Serrador–, más bien creería lo contrario.
    –¡Tú qué sabes, mocoso! Aquí la nada, y ellos con Dios. ¡Imponente! (Era su bordón.) ¡Imponente! Claro está que lo grande es que, para los que husmeamos la verdad, pelea la nada contra la nada, pero eso se queda para los escogidos.
    –Sí –dijo el vendedor de biblias–, hace siglos que nos quieren romper la crisma en nombre de Dios.
    –¡Y lo que te rondaré, morena!
    –Yo –dijo Serrador– creo que aquéllos creen en lo que tienen, y que son ustedes los que creen en Dios.
    –¡Imponente, mocoso, imponente! ¿Me vas a querer dar lecciones a mí? Nosotros creemos en el hombre.
    –Es lo mismo –dijo condescendiente Rafael.
    –¿Cómo que es lo mismo? Aquéllos creen en Dios porque le tienen miedo al hombre, y Dios es buen comodín.
    Rafael le pregunta al propagandista protestante:
    –¿Cómo vendes biblias siendo ateo?
    –Si creyese en Dios, las regalaría. A mí no me engaña ni Dios –le responde guiñando un ojo y descubriendo una encías sin más diente que un incisivo amarillo y gris oscuro, mitad por mitad.
    –Yo tengo publicado un libro –encadena el librero–, donde demuestro que todas las calamidades nacen en la creencia en Dios. Con más de doscientas citas y prólogo del conde de Tolstoi.
    –¿Te lo mandó él?
    –¡Lo recorté yo!

    El café concierto puede apenas con su oscuridad a pesar de las dos o tres docenas de bujías repartidas en mesas, mostrador y escenario. El camino de la bodega estaba libre y el bombo desfondado con una vela en el parche.
    Alrededor de una mesa discutían varios hombres de la FAI.
    –La ciudad es nuestra de arriba abajo.
    –¿Y la Esquerra?
    –¿Qué es la Esquerra sin nosotros? Ya se vio hace dos años.
    –¿Y los de la UGT?
    –Eso es otro cantar. Pero no nos vengan con monsergas, ellos no son nadie aquí, ¡nadie! Aquí mandamos nosotros. Y en Zaragoza, y en Sevilla. Y en Valencia, si me apuras. Referente a Madrid y Bilbao, ya hablaremos.
    –¿Tú crees que vamos a tomar directamente el poder?
    –Ya resolverá el comité. Yo creo que no. Esta no es «nuestra» revolución: es la de las derechas. Ellas lo han querido, ¡allá ellas! Pero por eso mismo no podemos perder las apariencias republicanas. Nos ha llegado la hora de salvaguardar las esencias liberales y democráticas. «Allons, enfants de la Patrie…»
    –¡No fastidies!
    –Sí, hijo: ¡y viva la Constitución!
    –¿Qué se sabe de Zaragoza?
    –Nada. Yo siempre dije que el secretario de la Federación…
    –Parece que allí empiezan a fusilar gente.
    –Vosotros diréis lo que queráis, pero si no es por la guardia civil y los de asalto, ¡ya quisiera yo ver dónde estaríamos a estas horas!
    –¿Y la tropa sin nosotros?
    –Eso es harina de otro costal. Pero vamos a ver lo que hace la Confederación en Zaragoza y Sevilla.
    –Dependerá un tanto de los gobernadores.
    –¡Che, callarse! –dijo un valenciano en la oscuridad–. Hemos luchado todos por la revolución, y ahí fuera todavía quedan cuarteles que tomar.
    –Sí, bueno. Hoy la Guardia Civil ha estado con nosotros, pero ¿y mañana? Lo que hay que hacer es disolverla. Y en seguida.
    En otro local, el del PSUC, Vidiella y Comorera abonaban en el mismo sentido.
    –Hay que formar Comités de Obreros y Campesinos.

    Companys, después de consultar con unos y otros, formaba el Comité Central de Milicias.
    –¡Se hunde la legalidad republicana! –clamaba por los gloriosos patios de la Generalidad un importante burócrata, de la Lliga–: ¡Eso es crear el poder revolucionario por decreto!
    –¿Y quién se lo ha buscado, monín? –le contestaba un ordenanza.

    Siguen subiendo hacia los cielos oscuros las abullonadas columnas de color rojuelo, salpicadas de pavesas brillantes.
    Rafael Serrador vaga por las calles tropezando con las gentes y sintiendo los lazos que le unen con los hombres, y como cogido en una red de la cual él fuese una de las mallas, una de las hebras de la noche. Por la plaza del Pino pasea un hombre completamente desnudo, gritando:
    –¡Viva el Sr. Kneipp! ¡Viva el Sr. Kneipp!
    Un mundo salido de sí, un mundo sin madre. Apoyado en un canalón, Rafael Serrador piensa en el agua, un agua bárbara, ímpetu bronco, raudo, tenaz, incontenible: como el de un toro de fuego, un arco iris de fuego, por encima de la ciudad vencedora.