Aun cuando, según radiogramas recibidos en el consulado de Alemania, el «Conde Zeppelin», que salló ayer, a las siete de la mañana de Friedrichshafen, pensaba llegar a Barcelona alrededor de las cuatro de la tarde, favorecida su marcha por un viento algo fuerte de popa, aumentó la velocidad haciendo su aparición sobre nuestra ciudad, a las tres y diez minutos.
Apenas dibujóse en el horizonte la grácil silueta del «Conde Zeppelin» salió en su busca desde el Prat, para recibirle y escoltarlo, un trimotor «Hansa» que llevaba a bordó al director de la Aeronáutica don Manuel Flores; al doctor Ewnaiwald [sic], apoderado del comisario general en la Exposición, de Alemania; al doctor Gebsardselos, al señor López Ramírez delegado de las líneas aéreas subvencionadas Classa; a don Juan López Cayetano; al concejal del Ayuntamiento en representación del alcalde, y de la Exposición, señor Via Ventalló; a la señora Grtrichert [sic] y al doctor Thil.
El señor Vía Ventalló, se comunicó por radiotelegrafía con el comandante del «Conde Zeppelin», saludando, en nombre del alcalde y de la ciudad, a los pasajeros que venían en el dirigible. Le contestaron del dirigible agradeciendo el saludo y dando un viva a España.
Además de esto avión, se elevó también en el Prat, saliendo al encuentro del dirigible y escoltándole mientras permaneció en Barcelona, otro aparato «Junkers», ocupado por distintas personalidades.
La grandiosa aeronave alemana, volando majestuosamente a unos quinientos metros de altura, entró en contacto con la ciudad por la parte Norte, siguiendo la línea de la costa. Continuó después hasta el monumento a Colón y allí viró, enfilando las Ramblas y llegando hasta la Diagonal. Aquí volvió a virar hacia la parte del mar, por donde había llegado, desde donde, diagonalmente, atravesó la ciudad, pasando sobre la Exposición y poniendo proa al aeródromo del Prat.
La atmósfera, bastante despejada ya a aquella hora, permitía admirar con claridad al dirigible, en cuyos costados se veto, perfectamente la inscripción «Graff [sic – no tan perfectamente] Zeppelin» en rojo y el distintivo «DLZ 127».
En cuento se oyó el ruido de los motores, terrados y azoteas, balcones y ventanas, se llenaron de gente que presenciaba admirada las magníficas evoluciones de la gran nave aérea.
También era las vías públicas se congregaba el público para presenciar su paso.
El «Conde Zeppelin», a su paso sobre el Paseo de San Juan, arrojó una bolsa conteniendo correspondencia para distintas personalidades de la capital.
Fue a caer la bolsa delante del establecimiemto de jabones que don Delfín Vila tiene establecido en el número 109 de dicho paseo.
Un dependiente del establecimiento, la recogió, lo entregó a su principal y éste a su vez lo hizo al inspector de vigilancia don Luis de León y Borras, que apresuradamente y fiel cumplidor de la misión que se le había encomendado, la llevó a la Administración Principal de Correos, en donde hizo entrega de ella.
Continuó el «Conde Zeppelin» sobre la ciudad y el puerto, siendo a su vuelo sobre éste, saludado con extraordinario entusiasmo por la tripulación del «Koenigsberg» crucero alemán, como es sabido, anclado en nuestras aguas.
Desde primeras horas de la tarde acudieron al aeródromo del Prat, numerosas personalidades de la colonia alemana, no obstante saberse que por falta de los elementos necesarios el dirigible no podría amarrar.
También se hallaban presentes en el campo de aviación toda la oficialidad de la Aeronáutica militar y no pocas personas de relieve de la capital.
El jefe del aeródromo ordenó que un desacamento de 450 hombres estuviese dispuesto para cualquier eventualidad.
A las cuatro treinta y cinco llegó el dirigible al aeródromo, descendiendo a poca altura y evolucionando sobre el campo. Incluso llegó a parar sus motores para ponerse más fácilmente en comunicación con la estación de radio del aeródromo. El «Conde Zeppelin» permaneció inmóvil en el aire cerca de diez minutos.
Puestos en marcha nuevamente los motores, la hermosa nave aérea se dirigió otra vez sobré la ciudad, evolucionando sobre sus principales vías y llegando hasta el Tibidabo.
El público, ahora más numeroso que antes, que llenaba calles y plazas saludó al dirigible, agitando sus pañuelos, volvieron a coronarse de gente las azoteas.
A las cuatro y veinticinco, el «Conde Zeppelin» cruzó de nuevo las Ramblas, pasó sobre la Exposición y continuó su interrumpido viaje por España, después de haber permanecido sobre Barcelona más de una hora.
La gran aeronave alemana desapareció en el horizonte después de haber tomado rumbo del tercer cuadrante sudoeste.
Tanto al volar sobre la Exposición como en el Prat, los fotógrafos aprovecharon la menor altura del dirigible para impresionar numerosas e interesantísimas placas.
El paso del «Conde Zeppelin» por nuestra ciudad, constituyó ayer uno de los más importantes números del programa de la semana alemana.
A las once y cuarto de la noche volvió a aparecer el «Conde Zeppelin» sobre Barcelona. La hermosa nave aérea, que procedía del Sur, pasó por la Montaña de Montjuich, evolucionó a gran altura sobre la ciudad y se dirigió nuevamente a la Exposición, por encima de cuyo Certamen dio tres grandes vueltas.
En cuanto el dirigible fue divisado desde la Exposición, le fueron enfocados los reflectores del Palacio Nacional, acompañándole sin cesar mientras volaba majestuoso y seguro. Los focos, dirigidos en forma de abanico, alcanzaban a toda la nave, iluminándola en toda su longitud, mientras daba vueltas alrededor de la montaña. El espectáculo era realmente fantástico. Por encima de las hogueras de luz de la Exposición, el «Zeppelin», plateado por los rayos de los reflectores, semejaba un enorme pez nadando sobre el azulado mar del cielo.
Millares de barceloneses, al oír el característico zumbido de los motores de la aeronave, se apresuraron a salir a los balcones, para ver de nuevo al «Zeppelin» cruzando por el cielo nuestra ciudad.
A las once y treinta y cinco el «Conde Zeppelin» abandonaba Barcelona, desapareciendo en la obscuridad de la noche, después de haber tomado rumbo Norte.
Durante largo trecho la nave aérea fue enfocada por el reflector del crucero alemán «Koenigsberg», anclado en nuestro puerto.
Al parecer, el «Zeppelin» iba de regreso a su base.