Etiqueta: Eulalia de Barcelona

  • Inventio del cuerpo de Eulalia por el obispo Frodoino en medio de intentos de consolidar el poder carolingio

    Existe una lápida sepulcral, fechada, a partir de sus características epigráficas, dentro de los siglos IX-X, y hallada en la actual catedral de Barcelona, que conmemora la inventio del cuerpo de Santa Eulalia:

    (HI)C REQUIESCIT BEATA EULALIA MAR(TI)RIS XPI QUI PASSA ET IN CIVITA(T)E BARCHINONA SUB DACIANO (P)RESIDE II ID(U)S F(E)B(RUARI)AS ET (A FR)ODOINO EP(ISCOP)O CUM SUO CLERO IN DOMUM S(AN)C(T)E MARIE X K(A)L NO(VEM)BR(IS) DEO G(RATI)AS

    [Citada de Catalunya romànica, vol. 20]

    Se ha apuntado que Frodoino, posiblemente, estuvo también implicad en la inventio del mártir Cucufate, acaecida en el lugar de Octaviano, en Sant Cugat del Vallès…

  • Consagración de la primitiva catedral de Sta. Cruz y Sta. Eulalia

    Consagracion de la primitiva catedral de Sta. Cruz y Sta. Eulalia.

  • Privilegio de Jaime II concediendo a Barcelona el derecho de usar pendón

    La disposicion ó sea orígen de la Bandera antiguamente llamada de la Ciudad, y con el tiempo de santa Eulalia, es muy remota, segun consta en el Archivo de la Casa de la Ciudad, por un privilegio de Pedro II, en las Cortes de Barcelona, en el cap.1, cuyo título es: «Confirmació de privilegis, immunitats guiatges, penons e salvaguardas» libro 1, de Constit. p. 37, con cuyo privilegio, y el del serenísimo D.Jaime II, dado en Tarragona á 10 de las calendas de febrero de 1319, el cual se halla continuado en el libro primero llamado verde, concedieron á Barcelona una autorizacion ó poder perpétuo para disponer lo mas conveniente para el recto y tranquilo estado de la república, fidelidad real, y al propio tiempo para el sosiego de la misma ciudad; dicho privilegio empieza así: «Privilegium domini regis Jacobi, quod conciliari et proceres Barchinonae possunt statuere et ordinare Banna cum penis pecuniariis, et corporalibus utpote mutilationis membrorum et mortis, et alise prout eis videatur.»

  • Empieza el diluvio catalán

    Llovio en la ciudad de Barcelona treynta y dos dias, aora manso, aora rezio, començando dia de San Miguel Arcangel, por cuya causa se rompieron las azequias del agua, que yua a los molinos de la Ciudad, y a los demas, y como no se podia moler trigo, y auia gastado cada vno en su casa la harina que tenia, se vieron con los mayores aprietos de hambres, que se puede imaginar. Y aunque adereçó la Ciudad las dichas azequias, aprouechó poco, porque las rompio el agua, y assi padecieron ricos, y pobres mucha hambre; cofa que en aquella ciudad jamas se avia visto, ni oydo contar a los viejos, ni hallado por escripto, que por abundancia de agua vuiesse avido tanta hambre; fue necessario que el Iurado de la dicha ciudad anduuiesse por los hornos, y casas de panaderias poniendo penas de que nadie diesse, ni vendiesse pan, sin que primero se le manifestasse, para dar orden a que se repartiesse entre los necesitados, y el mismo se hallaua presente para que se diesse por peso, y medida. Y al cabo de tantos trabajos fue nuestro Señor servido de embiar una tempestad por la mar con una contravanda de vientos, que parecia acabarse el mundo, dandose los baxeles unos con otros, que don Luys Sans Obispo de aquella ciudad, encomendó muy de veras a todo el Clero, y Religiosos se pusiessen en oracion, y assi lo hizieron, y de alli a un poco de tiempo los mandó llamar a todos para que acompassen el Santissimo Sacramento, que lo llevava el señor Obispo, y con la Clerecia, y Religiosos. Sacaron de cada Yglesia rodas sus Reliquias, y particularmente la Parroquia de nuestra Señora del Pino sacó (demas de otrasa muchas Reliquias) una santa Espina de las que estavan en la Corona de Christo nuestro Redentor: Y el Convento de el glorioso Santo Domingo sacó el manto de San Reymundo de Peñafort, en el qual passó el Santo al mar, sirviendole de barco, o navio. Fueron infinitas las Reliquias que sacaron; y llevandolas juntamente con el Santissio Sacramento, el qual tuvo en el baluarte, y fortaleza, que está enfrente de la mar, adonde estuvo el Señor dos dias y medio, y la santa Espina, y manto de S. Raymundo, y lo llevaron al muelle, y mojaron en la mar la santa Espina, y manto del glorioso S. Raymundo con una solemnissima procession. Y despues que el tiempo uvo amaynado, hizieron otra grandissima procession, y cantaron un Te Deum, en la Cruz, que está fuera del portal de la mar, que es muy grandioso. El Virrey se halló en todo, y despues subio en un cavallo, y el en persona andava por la marina mirando lo que faltava, para la restauracion de tantas personas, que estavan en los baxeles; y mandó hazer un pregon, que pena de la vida, todos los que tuviessen en sus casa cuerdas, las sacassen, y las llevassen a la orilla de la mar, para lo que fuesse necessario. Esto sucedio dia de los Difuntos a dos de noviembre de 1617 años.

    A un quarto de legua de la ciudad de Barcelona al pie de la montaña de Monjuic, que es a la parte de Poniente, ay encima de la mar una Capilla de San Beltran, y delante della se a hallado una cuna con un niño, que aun no le avian sacado los braços, que fue milagro no se hiziesse mil pedaços, por aver venido lexos por algun rio, o ribera, andava por la mar, y unas barcas lo an hallado, con la medida de nuestra Señora de Monserrate cruzada por el pecho.

    Partio el dicho Correo de la ciudad de Barcelona dia de los Difuntos para Madrid, con unos despachos del servicio de su Magestad, y estando fuera de la ciudad le cogió tanta agua, que uvo de caminar por encima de las montañas, dexando el camino ordinario, por estar lleno de agua, llegó al primer lugar, llamado Molino de Rey, con muchos trabajos, y peligros de la vida: bolvio a crecer tanta la lluvia, que en un momento se hincheron los primeros patios de agua, y se llevó las sillas, bancos, mesas, y otras cosas: llovio toda la noche tan reciamente, que a la mañana, queriendose vestir los mesoneros su ropa, les fue forçoso salir con sola la camisa, sin tener lugar, ni tiempo a recoger las cosas mas estimadas de casa, y lo que mas les afligia, era sospechar no hallar lugar donde recogerse, por causa, que las casas que junto estavan se yvan cayendo.

  • Llevan a San Severo a Santa Clara para aliviar la sequía, pero el Señor no se arrepiente

    Estávamos ya en el mes de Abril y la cosecha perdiéndose por instantes, pues apenas se divisavan los panes sobre la tierra: tal era la esterilidad y falta de agua; y (no) haviendo podido conseguirla por medio de Santa Madrona, resolvieron la Ciudad y Cavildo recurrir al glorioso San Sever(o): sacáronlo de su capilla, y puesto en el altar maior algunos días, se le repetían las súplicas con gran ternura y continuados sermones y cotidianas procesiones, que con muestras de gran dolor y penitencia acudían a buscar el remedio; pero como nuestras culpas son las que endurecen los cielos y cierran los oídos á la divina misericordia, nada bastaba para aplacar la justicia de Dios. Crecía la necesidad y con ella el desconsuelo, y así se determinó sacar en procesión al glorioso santo por las calles llebándolo al combento de Santa Clara. En esta procesión concurren los texedores de lino vestidos con túnicas blancas y á pie descalzo, y así en esta ocasión que el aprieto era maior creció el número de penitentes, así de doncellas vestidas de blanco y descalzas con varias insignias de mártires y vírgenes penitentes, como do hombres y niños. Salió la procesión del Aseo, asistida del prelado, cavildo, clerecía y religiones, el día cinco de Abril y con muchas achas y acompañamiento; baxando por la Boria, calle de Moncada y Born, llegaron á Santa Clara, en donde se celebró solemne oficio: acavado éste se bolvieron con el santo al Aseo. Viernes de la misma semana fué el señor Obispo con su cavildo en procesión á Santa Eulalia de Sarria: díjose allí solemne oficio. El día siguiente sábado, de orden de Su Illustrisima, se celebraron en las parroquias y comventos oficios de difuntos, con anibersarios por las almas, como si fuera día de la conmemoración de los difuntos; salieron también las parroquias y las religiones á diversos santuarios, así dentro como fuera de Barcelona, en procesiones públicas y muí penitentes, voceando los niños y todos «misericordia, Señor,» que era una ternura y lástima á oir tantos lamentos; pero á ninguno volvía Dios el rostro, porque la gravedad de nuestros pecados tenían la tierra y cielos fabricados de bronce.

  • Entra el duque de Feria, virrey de cataluña, y da una fiesta impresionante en honor de su nuevo hijo

    Aplazaron para la jura del duque de Feria por virrey de Cathaluña, el día 11 de Junio de 1629, y así ese día por la tarde se salió el Duque al lugar del Hospitalete. Empezóse á llenar el camino de gente y á pasar correos de una y otra parte, con las embaxadas que se acostumbra, de Consejo, Diputación y Ciudad: á cosa de las quatro de la tarde salió el Consexo Real con sus mazas altas y á cavallo, hasta el lugar de Sans, en donde hizo alto y despachó al Morondon (Juan Miguel de Monredon, alguacil real, que en 1.º de Mayo de 1640 le quemaron vivo con los suyos dentro de una casa, los amotinados de Santa Coloma de Farnés.) con aviso de que aguardava: estava el Duque en Provenzana, también parado, con el de Alcalá y su hijo, y respondió á la embaxada que no se moviera el Consejo, y despachó luego el Duque otro correo al Cons(ej)o y partió, y llegando á vista del Consejo, dexó su coche y montó en un hermoso caballo blanco, que con aderezo bordado de oro y plata le tenían prevenido; también estava aprestado el pendón ó guión con un Santiago á cavallo bordado en él; precedieron antes de llegar el Duque dos trompetas, con sus armas en las pendientes y mucha parte de su familia. Llegó el Consejo, y dándole la enhorabuena le pusieron en medio del Conseller y Regente. El Duque era hombre mui grueso, su vestido no se podía divisar de qué era, por solo se descubría la bordadura de plata y oro. Empezóse á caminar llebando delante las dos trompetas, el capitán de la guardia, los alabarderos y seis lacaios con librea verde y franxones de oro: venía después el Consejo y la persona del Duque, y detrás un cavallero de su familia, que vestido con baquero de terciopelo carmesí con franxas de oro, trailla el pendón; y después seguían algunos cavalleros cathalanes y el resto de la familia del Duque. Con esta orden se llegó hasta donde aguardavan los diputados, que ya tienen puesto señalado; hecha la ceremonia ordinaria, el Consejo quedó atrás y (el) Virrey se puso en medio de los diputados, hasta que llegando cerca de la Cruz Cubierta, en donde aguardaba la Ciudad, después de dado el parabién y aquellas sólitas ceremonias, se puso al lado del Virrey el Conseller sigundo, Buenaventura Gualvez, que por hallarse el Conseller en Cap enfermo, que era Bartholomé Sala, no pudo asistir, ni tampoco el cuarto, porque el día antes le hablan sacado á suerte por muerte de Pablo Magarola: suplieron estos lugares los cónsules de Lloixe [Llotja/Lonja] que llaman los Diputados. Se retiraron como acostumbran y puestos en esta forma entrando por la puerta de San Antonio, calle del Carmen, Puerta Ferriza y Plaza Nueba, llegaron al Aseo, en donde recivido por el Cavildo y conducido al altar maior prestó el juramento que es de estilo, y vuelto bajó á hacer oración á Santa Eulalia, y saliendo después tomó su cavallo, y pasando el guión ó penda (Pendón) delante, con el mismo acompañamiento, y por las casas de Diputación, Ciudad, calle del Rogomí y calle Ancha, le cortejaron hasta palacio, en donde todos se dispidieron.

    No truxo á su muger por quedar en Madrid y á últimos días de parir, ni vino dama alguna con él. Dentro de pocos días le llegó la noticia del parto que havía sido mui feliz, encomendándole Dios un hijo; y para celebrar esta alegre nueva, se publicó un sarao que se tubo en casa del conde de Eril, en frente de Junqueras, en el jardín de la misma casa. Para maior capacidad del concurso, dispúsose un grande tablado algunos palmos en alto de tierra, y al deredor colgado de ricas sedas de tapicería, y por cielo una grande vela con que venía á quedar como un gran salón, y en medio del teatro havían puesto unas divisiones para poder danzar y hacer los juegos sin estorbo alguno. Asistieron el Virrey, duques de Alcalá y hijo y nuera y todas ó las más damas cathalanas; hiciéronse torneos, monerías, danzas y bailes; empezóse el sarao á las nuebe de la noche, y acavó á las seis de la mañana; el señor Virrey dio una rica colación y, sigún se dixo, le costó el festín pasados de mil ducados, porque todos asiguraban que ni por el Rey se podía hacer cosa maior.

  • Magnífico espectáculo y fiesta de disfraces para la infanta María Ana de Austria camino a su boda en Alemania con su primo, Fernando III de Hapsburgo

    Empresa mui grande, ó loco atrevimiento parece, el querer en breves líneas descifrar tanta magestad, tanta gala, tanta grandeza y tanta hermosura como la que mi pluma pretende describir en este capítulo; pero sírvame de sol, como á Ícaro para el precipicio, mi buen deseo, y me dé calor para relatar, aunque en tosco idioma, la maior celebridad que ha visto Barcelona en estos siglos, con la entrada y arribo de la serenísima Doña María de Austria, Reina dignísima de Ungría hermana de nuestro cathólico y gran monarca Phelippe quarto, que Dios guarde.

    Partió S. M. de la señora Reina, de la ciudad de Zaragoza, con aquel lucimiento y grandeza que se dirá; llegó á la siempre venerada montaña de Monserrate, entre cuias elevadas peñas tomó albergue la serenísima Reina de los Angeles María Señora nuestra, cuia milagrosa imagen y angélica casa, publican tan repetidos milagros, como manifiestan tanta multitud de ofrendas y dones de pechos agradecidos en su iglesia y casa. Recivieron allí á S. M. con el regalo y grandeza que acostumbra aquella religiosa comunidad á sus Reies y Príncipes: detúbose allí algunos días, visitando aquellas hermitas y santuario, que, en contraposición de los disiertos de Thebayda, da y ha dado tantos santos á la tri(un)fante Iglesia, y vió y admiró aquel prodigio, á cuia sagrada imagen rinden culto las más remotas naciones, que si decir se puede, hasta los infieles le tributan beneración.

    Llegaron allí los embaxadores de la Dip(utaci)ón rindiendo enhorabuenas y ofreciendo, en nombre del Principado, obsequiosas alegrías de que con su Real presencia onrrase esta provincia. Partió S. M. para Espar(ra)guera, dejando con amorosos afectos su corazón en aquel celeste sitio y morada de la Virgen, pasó de Espar(ra)guera al lugar de San Feliu (del Llobregat), distante de Barcelona dos leguas; llegaron allí los síndicos de la ciudad á ofrecer á S. M. con reverentes afectos su posivilidad y corazones. También fué el señor duque de Feria, virrey del Principado, á tributar paravienes de bienvenida y besar la mano á S. M. en compañía de mucha nobleza, con ricas libreas y lucidas carrozas, en que puso particular estudio la nobleza cathalana: señalóse la entrada para el día siguiente, que era viernes á ocho de Febrero de mil seiscientos y treinta. Este día partió S. M., después de haver comido, para Barcelona, entrando entra tres y quatro horas de la tarde en la forma que se dirá, precediendo un sin número de acémilas, ricas carrozas y familia, con costosas libreas, así de la Reina como de los que la hivan sirviendo.

    Veníanla asistiendo el arzobispo de Sevilla y duque de Alva, por el Rey n(uest)ro S(eño)r. El Arzobispo trahía gran lucimiento de familia y acémilas. Noté con especialidad cuarenta acémilas con los reposteros de damasco carmesí y bordadas las armas del Arzobispo en tela rica, con relieves de oro y plata. Los garrotes para asigurar la carga, era de plata maciza; las planchas que trahían los mulos de lo mismo, y con ricos plumages; las sogas eran cordones de seda. Venía entre estas acémilas una que sólo servía para el acarreo del agua, con cuatro grandes cántaros de plata, y hasta las mismas angarillas cubiertas de plata de martillo; venían con éstas muchos capellanes y 24 pajes, vestidos de terciopelo morado; sin éstos, una máquina de lacaios vestidos de morado, con capas guarnecidas de pasamanes de oro y seda, y asimismo el resto del vestido. El duque de Alva llebava también mucha familia ricamente vestida, mucho número de pajes y lacaios; la librea de éstos era de paño muy fino, color de canela, guarnecida de pasamanes de oro hasta las capas á lo largo, que estava hermoso; y en fin, descrivir por menudo las galas de todos, sería nunca acavar. Lo que puedo asigurar, que era una India la riqueza y thesoro que incluían tan ricos vestidos y libreas como trahían los señores y familias que vi entrar aquella tarde por la puerta de San Antonio.

    Llegó el Arzobispo á la Cruz cubierta, en donde, sin salir de su litera, aguardó que los puestos llegaran á dar la vien venida y besar la mano á la Reina, que poco más atrás también en su litera aguardara: que tardaron algo los puestos á llegar, vino el ex(cellentissi)mo señor Don Juan Sentis, Obispo de Barcelona, con su ilustre cavildo, que se componía de doctos y nobles sugetos, llegando cerca de la litera de la Reina: el Obispo en nombre de todos dio la bienvenida á S. M., y se ofreció á su Real servicio. Los prevendados pasavan de uno á uno, y vesando al Obispo la mano, hacían su acatamiento á S. M., á quien el Obispo nombrava y decía los sugetos quienes eran, así como hiban pasando: acavado esto, bolvióse el Obispo con su cavildo á cavallo, dio algunos pasos la litera de S. M. y llegó el consistorio de la Diputación, con las mazas altas y todos sus oficiales con mui costosos vestidos y, llegando á la litera, se apearon todos, y de uno á otro besaron la mano á (la) Reina, y cumpliendo con las ceremonias de bien venida se bol vieron á sus casas. Paró un poco S. M. y llegó la Ciudad en forma, con todo su acostumbrado séquito, y el Conseller en cap, que era Gerónimo de Navel, pasando al lado de la litera, sin baxar de á cavallo ni él ni los demás, dio en nombre de toda la ciudad el parabién del arrivo y hizo los devidos ofrecimientos, que, concluidos, se dispuso el entrar la Reina, cuio norte y modo fué así. Pasadas las recámaras de la Real persona, del arzobispo de Sevilla y duque de Alva, y todo el tren supernumerario en esta función, pasaron los cavallos ligeros de Perpiñán armados. Los soldados de lanza y pistola con la librea acostumbrada, color amarillo y negro: venían luego los títulos y primer familia de S. M., á quienes sucedían el Arzobispo y el de Alva, llevando en medio al embaxador de Alemania; consecutivamente venían los Conselleres con sus mazas altas y todos los oficiales de la casa, y luego venían el duque de Feria, Virrey, y el Conseller en cap, en medio de los quales, en unas andas ó litera descubierta, venía la Reina. Aquí quisiera ser un Apeles ó un eloquente retórico, para copiarte con razones la velleza de un ángel humanado, pues sin encarecimiento podré decirte que concurrían en su sugeto, hermosura y Mag(estad) tan sin afectación, que sólo ella podía ser copia de si misma: la litera venía guarnecida de damasco verde, con galón de oro; el vestido era también verde, pero apenas se divisava, pues el oro y plata de relieve cegava para descubrir el campo; el tocado al uso, con su rosa negra, manguito de martas, y toda ella parecía perla en verdes conchas; seguían después ricas carrozas de ayas, damas y meninas, tan ricamente vestidas en barios colores, que parecía el campo amena primavera en rigores de Febrero. Advirtiósele á S. M. que entre lo serio y afable de su belleza, á una parte y á otra miraba con particular gozo y amor á basallos tan finos de su hermano; salieron de la ciudad quatro numerosas y ricamente vestidas compañías de infantería, cuios cabos ó capitanes eran D[on] Fran(cisco) Doms (de Oms), D[on] Juan de Gril, D[on] Bernardo Salva y D[on] Alexo Semenat; los soldados eran las cofradías ó oficios de pelayres, sastres, pasamaneros y sederos, que en todo pasavan de mil quinientos hombres, y con mucha orden y destreza: al llegar Ta Reina delante los esquadrones, hicieron una vistosa salva que entre el estruendo de pífanos y cajas parecía un campo de batalla; repitieron segunda salva, y fueron de guardia á la persona. Llegando á la puerta de San Antonio, la artillería obró lo que le tocaba en repetidas salvas de muchos trabucos, que en ileras se havían puesto sobre el muro, á quienes respondía la soldadesca; caminaron con este orden y militar estruendo la calle del Hospital y Rambla, al Llano de San Fran(cis)co y casas de los duques de Cardona, en donde tenía su palacio. Al llegar aquí, toda la marina era un continuado trueno con tan repetido tiro. Apeóse S. M. y acompañándola hasta su cámara, se despidió la Ciudad y demás gente que la cortejara. Encarecer la multitud de almas que concurrieron á ver esta función no es posible, porque parecía que las havía llovido el cielo como el agua, quando más espesa y menuda cae. A poco rato que S. M. estubo allí deseó ver el mar, y pasando por la galería ó puente que se fabricó para nuestro Rey, se puso en el balcón del mar, á cuia vista las ocho galeras que ocupaban el muelle haciendo frente al balcón, mui ermoseadas de vanderas y gallardetes, hicieron repetidas salvas, á quien respondían las quatro compañías arriba dichas, que asiguro parecía una reñida batalla de numerosos exércitos. Entre estos marciales estruendos llegó la noche, en la qual, entregándose todos al descanso, tubo fin la fiesta de este día.

    Amaneció el siguiente, que era sábado, tan claro y apacible, que el mejor de el Mayo no pudo ygualarle (que hasta el cielo lisongea benigno á las R(eale)s personas). Estaba la Plaza prevenida para las fiestas, y tan ricamente aderezada como dispuso la vigilancia de los señores Diputados y requiría la ocasión; y por parecer pequeña para tanta magestad, en dos días se alargó muchas baras y ocupava un superfino terrapleno de la parte del muro, en que trabajaron trescientos hombres cada día. Estava todo el sitio rodeado de tablados curiosamente dispuestos, y particularmente uno, que ocupava el frontispicio de la casa del conde de Santa Coloma; estava doce palmos alto de tierra y sus columnas arriba, para formar el sobrecielo, todo de damasco azul y amarillo, con la tapicería de la Diputación, historia ó fábula de Mercurio, que en su género y riqueza no se le sabe ygual; este tablado hera para las señoras y damas de la Reyna únicamente.

    Aquel día, á horas competentes, besaron la mano á la Reyna en público el Obispo y cavildo, la Ciudad, los diputados, los consejos, y por su orden los demás puestos y nobleza: en estos obsequiosos y devidos cumplimientos se pasó aquel día, y llegando la noche, apenas extendió ésta su negro manto, quando, para desmentir sus sombras con artificiales luces, amaneció nuebo día en aquel sitio. Estava todo el cercado de blandoneras y acheras tan espesas, que el calor de unas á otras era tan activo que aindava á dirretirse y quemarse más aprisa, y en donde no podían ponerse achas, suplían calderones de tea. Toda la cera era blanca, y ella y la fiesta á costa de la Diputación. Poblóse luego el balcón de las damas de la Reyna y sucesivamente los tablados; llenóse la plaza de gente de calidad, que fué preciso que salieran á despejarla. Don Bernardino de Marimón y Miguel Juan Granollaes, que con hermosos cavallos y ricos aderezos de raso verde y pasamanes de oro, vistiendo ellos el mismo color, y ocho lacaios con librea encarnada y plata, despejaron la Plaza, y luego S. M. ocupó el balcón de su mismo palacio, que hacía frente á la misma plaza, y se dio principio á la fiesta en esta forma: entraron delante clarines, trompetas, cajas y menestriles, todos con libreas de damasco blanco y carmesí, antiguos colores de las libreas del Principado; venían después quatro maeses de Campo, quienes heran D[on] Juan de Ardena, Joseph de Bella filla, Don Juan Ferrán y Don Pedro Vila, con ricas galas, plumajes, hermosos adrezos y vizarros cavallos; venían sucesivamente el diputado Militar Don Francisco Sentis, acompañado de Don Joseph de Cárdena, conde de Montagut, vestidos á la española de la m(an)g(a)? leonada, con franxas de oro de Milán, y las capas de lo mismo á echura de gavanes; el aderezo de los cavallos era de lo mismo, con quarenta lacaios de librea de lo mismo, que si no hera tan costosa como las galas de los dueños, hacía los mismos visos, con mucho plumaje y sus achas encendidas corrieron parejas, y haciendo acatamiento á S. M. con las lanzas, tomaron su puesto. Lo mismo hacían los demás que se siguen, con gran concierto y vizarría. Entraron después D[on] Joseph Cano? y Don Ramón Semmenat en traje de emperadores romanos coronados de laurel, con ricos cabos y adrezos: llebaban ocho lacayos á la romana, vestidos con cotas largas plateadas, con helantes de plata y sus achas de cera blanca encendidas. Es de advertir que era á cordado que ninguna pareja podía entrar más que ocho lacayos, menos las del Diputado militar y vizconde de Job. Gerónimo de Gava y Marcho? vestidos á la francesa, los bestidos acuchillados con muchas mengalas blancas qual salían por la trepadura; los calzones de grana guarnecidos de pasamanes de oro. Los lacaios en el mismo traje color y bestidos, algo menos costosos. Joseph de Corbera y Diego de Bergos en traje pastoril, pero con mucha gintileza y curiosos vestidos. Los lacaios al mismo modo y color. Don Juan Junent y Luis Lluy, en forma de ninfas y amadriades de los bosques, con muchas telas brillantes salieron muí galanes: los lacaios bestidos con vaquelléros á lo antiguo, con bariedad de colores, que en plumas é invenciones lustrosas hacían famosa vista. El varón de Rocafort y Don Ph(elip)e Ferrán en traje de egipcios, con bariedad de plumajes ricos y diversos colores. Los lacaios del mismo género. Don Joseph Doms y Don Joseph Gamir á lo portugués, que bien que iban de negro, hacía mucho el vestido por ir guarnecido de canutillo y pasamanes de plata; los lacaios de esclavos, con justillos del mismo color y calzón blanco. Don Francisco Funet y Don Antonio Mur en traje bolonés, con mucha gallardía y donaire. Los lacaios asimismo cerraban esta quadrilla. Don Luis Rejadell y Don Luis Soler vestidos á la española, con ricas galas y costosos plumajes y no menores adrezos de cavallos, que todos en su traje procuraban llebar ricos ginetes. Los lacaios destos dos últimos iban también de librea á la española. Sin intermisión ninguna, al son de pífanos y atambores, entraron quatro carros triunfales con mucho primor y destreza fabricados, tenía cada uno 24 barás en largo y 16 en ancho, con sus valagostados á los lados, todos plateados, y á cada esquina personajes de bulto mui bien trabajados; llebavan unas telas pintadas de variedad de fábulas al rededor de los carros hasta tierra, y con ellas se cubrían assí las ruedas como la gente que movía la máquina del carro con tal orden y secreto, que parecía que sin impulso alguno caminava; venían en cada carro cinco caballeros armados de punta en blanco, con lanzas plateadas y ricos plumajes y libreas con muchos volantes: todos los de un carro iban de una color y los otros de otra, entrando la plaza con gran magestad y lucimiento; dieron uña buelta á ella haciendo el devido acatamiento á la Reyna, y hecho esto, se retiraron los carros á un cavo de la Plaza. En cada carro iba uno que hacía maestre de Campo delante los otros quatro: que eran del primer carro, Don Ramón Gelabert; del 2.º Don Francisco de Paguera; del 3.º, Don Ramón Zalma; y del 4.º Don Luis de Escallar. Entró luego la otra quadrilla, que se componía destos: Francisco Gallar y Jayme Magarola vestidos á lo indiano, todos negros, con tal primor y velleza de plumajes, que sin deslucir á los demás se tubieron éstos por los más gallardos y bien vistos de todos los trajes, pues en riqueza quisieron manifestar ser en sí una India. Don Grao Guardiola y Don Juan de Tamarite á lo tudesco, con ricas y brillantes entretelas. Don Bernardo y Don Miguel de Calva en traje de salvajes, vestidos de oro y verde, con mucho primor y no de poco coste. Don Luis de Jenolar y Francisco Sorribas vestidos de úngaros, muy ricos sombreros al estilo de aquella nación y forrados de martas y el vestido también, que pareció muchas veces bien esta gala. Los lacaios de todos estos, al mismo modo que sus dueños en trajes y colores. Don Alexo Grimau y Don Luis Sanz al modo que nos pintan las amazonas, con mucho donaire y gala, y los lacaios á modo de antiguos soldados, iguales en color á sus amos. Don Juan de Eril y Don Thomás Fontanet de vandoleros á la cathalana, con trajes al uso, mucha charpa, flasco y pistolas, las capas á la gascona leonadas y oro con muchos alamares, y forradas en tela de plata con ricos adrezos los cavallos. Los lacaios en cuerpo al uso, con pistolas. El capitán Miguel y Planella, como á persianos, salieron con lucidas galas; los lacaios al mismo traje gallardamente vestidos. Don Gaspar Calders y Joseph Aguillar de flamencos, con rrubias guedejas y vistosas galas. Los lacaios del propio modo; el oidor militar, que era Francisco Casanovas, y el vizconde de Job, á la antigua española, con calzones á la antonia, capa con capilla y gorra llana, con tanta vizarría y gala, que no se podía desear más. Estos trahían quarenta lacaios vestidos á nuestra antigua moda: todos venían con mascarillas, procurando en ellas cada qual copiar los rostros de las naciones que representavan. Dióse principio á los estafermos, pues en cada cavo de plaza havía uno, y empezó á correr el Diputado militar, después de haver todos hecho las devidas cortesías á la Reyna; tomávanse las lanzas en medio de la plaza, que, como heran dos los estafermos, avían al cavo de la carrera de ejecutar la suerte, y en un hermoso caracol que formaban con los cavallos, en breve rato corrieron de seis á ocho lanzas cada uno, con gran destreza, felicidad y buenas suertes. Mudáronse luego las achas del cerco de la plaza con tal disimulo, que siendo más de mil achas las que de continuo quemaron, admiró mucho asi la diligencia como la grandeza: interrumpieron esta nobedad y atención los pífanos y atambores, á cuio aviso, con magestuoso movimiento, se juntaron los quatro carros triunfales delante el balcón de la Reyna, y formando uno servían los balagostados de hermosa valla para el torneo, que se hizo todo lo bien que se podía desear; concluiendo la fiesta con dos follas de cinco á cinco, y dando con gran orden y hermosa gala una buelta á la plaza, se retiraron todos, que era ya pasada media noche. Un lacaio poco experto pereció en la desilada del estafermo atropellado de un cavallo.

    El día siguiente, que era domingo de Carnestolendas, se esmeró la nación cathalana en hacer las más festibas este año que las demás, con báriedad de danzas, bayles, quadrillas y hermosos y ricos disfraces; el clos (cercado) era en el Llano de San Francisco, adonde todas las máscaras y el concurso asistía, y en devidos puestos era un continuo sarao y festín; y para esto tenían los Conselleres, como acostumbran, barias quadrillas de músicos y menestriles; por las noches era toda Barcelona una fingida Troya en fuegos y luminarias, pues hasta los muros estavan cercados de luces con bariedad de imbenciones. Esto duró las tres noches, y todas ellas se dava fin al bullicio pasada la medía noche: á las oraciones la artillería y milicia hacía su salva, y todo cuanto se oía y veía era demostraciones de amor, festejos de gozo, en obsequios y aplausos de la serenísima Reyna.

    Ultimo día de Carnestolendas, que lo era de nuestra gloriosa patrona, quiso S. M. con su eredado celo y cathólica piedad visitar su santo sepulcro de la virgen y mártir Santa Eulalia, y así fué S. M. con mucho lucimiento al Aseo. Estava aquélla iglesia un abreviado cielo, así de riquísimas colgaduras como de plata y oro, y con muchos perfumes y aromas: asistióle el cavildo todo, y visitó la capilla con suma devoción; llevada de la misma, el lunes 25 hizo la misma diligencia al glorioso San Raymundo de Peñafort, en el combento ó iglesia de Santa Cathalina mártir, de religiosos dominicos: havían también éstos adornado ricamente la iglesia y altares; recivió á S. M. la comunidad cantando el Tedeum laudamus, y después de haver hecho oración al Sacramento, visitó la capilla del Santo, en donde vio á sus dos hermanos Rey y Reyna n(uest)ros?: tomó después su coche. Iba en cuerpo con un bestido de terciopelo azul y negro, bordado de oro y mui preciosas joyas. Reconoció S. M. la fineza y amor con que la miravan los cathalanes, que guiasen por la calle de los Mercaderes, de la Boria y de Moncada, al muelle; luego llegó la noticia á la marina, y recojiendo las tiendas las galeras, dieron al viento hermosas vanderas, flámulas y gallardetes, y llegando S. M. á emparejar con ellas, dispararon artillería y mosquetería con gran gala repitiendo hasta sigunda salva, haciendo lo propio las demás embarcaciones: paseó un rato S. M. y, retirándose, dejó entre gustosos y apesarados los ánimos de quien la miraba, ocasionando ambos efectos su vista y su ausencia.

    Domingo, á dos de Marzo, quiso ver S. M. el sumptuoso combento de San Fran(cis)co, y así pasando por la tribuna, bajó á la iglesia, en donde los religiosos, cantando el Tedeum laudamus, la recivieron: hizo oración á Nuestro Señor, y entrando por la sachristía, dio vista á todo el combento haciendo mansión un rato en el claustrillo pequeño, con ocasión de la montañuela que con bariedad de personajes ó imbenciones de agua tienen dispuesta los religiosos.

    Domingo, á tres del mismo mes, mandó S. M. prevenir sus carrozas, y acompañada S. M. del arzobispo de Sevilla, de su confesor, del conde de Barajas, damas, meninas y meninos, se fué á visitar la Real casa y monasterio de Pedralbas: á la noticia de este viaje se poblaron los campos y caminos de gente, que parecía un numeroso exército. Havían precedido algunos días de gran templanza, y como el clima es benigno en este país, estaba ya la campaña hecha una alfombra verde y casi entretejidas de flores, pues ambiciosas de rendir cultos á tanta Magestad, intrépidamente rompieron las conchas de que naturaleza las previno en los rigores de Henero. Alegres los pajarillos de tanta grandeza y soberano huésped, lisonjeaban en dulce armonía con barios motetes, y en fin, todos tributaban beneraciones y parabienes á tanta grandeza. Llegó S. M. al monasterio, y reciviéronla aquellas santas religiosas con indecible alegfía, entonando el Tedeum: besáronla la mano, y al entrar en la clausura, era tanto lo que sentía el concurso perderla de vista aquel breve rato, que no pudiendo aguantar la guardia, fué preciso que el conde de Barajas insinuara á S. M. el desconsuelo con que quedaban, y dijo entonces S. M. en voz alta que luego saldría, que se quitasen, y que permitía entraran todas las señoras y damas cathalanas que allí estaban, y que los hombres quedasen. En procesión se fueron derechamente al coro y luego hubo sermón, que, acavado, dijo misa el Capellán maior de S. M., y concluida se fueron á donde las religiosas tenían ya dispuestas las mesas y sumptuosa comida: della nada diré, pues estando entre monjas, dicho se está que sería todo cumplidísimo: comió S. M. en presencia de todos y las damas cathalanas, enseñando con su modestia, templanza y pasimonia lo que deben hacer las señoras; retiróse luego á otra estancia, para dar lugar á que las damas comiesen. Las barcelonesas se repartieron por las celdas con sus conocidas. En haver comido, quiso S. M. pagar el agasajo á las damas cathalanas y llebada de su gran benignidad, las embió á decirles daba lugar para besarle la mano, que todas lo ejecutaron con reverente obsequio y rendida obediencia. Pasóse la tarde en ver la casa y su grandeza; dieron las monjas una esplendida merienda de bariedad de dulces, y S. M., después de haver tomado algo, dijo á las circunstantes todas que comieran sin reparo ni atención alguna; mandó luego se dispusieran los coches para bolverse á Barcelona, que ya era tarde, y con el referido aplauso bolvio á Palacio.

    El lunes, á 17 del mismo, visitó S. M. la iglesia y Real combento de la Virgen de la M(e)r(e)d: iba bestida de terciopelo morado con guarnición de puntas de oro y rico adrezo de diamantes; recivieronla aquellos santos religiosos en la conformidad que los demás combentos, y hecha oración en la iglesia, pasó Su Magestad al combento, y después de visto condujéronla al refitorio, pieza mui vella, en donde con rendida voluntad tenían los padres una mesa puesta con 40 fuentes de variedad de dulces, y á su lado un primoroso aparador de vidrios, que se llevaron toda la real atención y de los circunstantes. Sentóse S. M. en una silla de terciopelo carmesí, por ceremonia no más, y apenas se lebantó, quando entre los del cortejo quedaron mesa y aparador destituidos de todo, que pareció un encanto la brevedad y sutileza con que lo lebantaron; bolvióse S. M. á casa, y viendo la multitud que la seguía y llevada de su deboción, por el Llano de San Francisco suvió á la muralla y fué á visitar la capilla de Monserrate, y por la misma muralla se bolvio á su Palacio.

  • María Ana, hija de Felipe III, tras un viajecito de prueba por la playa, se despide «de sus hermano y patria, para no verlos más» y para ser reina de Hungría

    En el tiempo que S. M. onrró con su asistencia esta ciudad, hiban á hacer guardia todas las compañías, pasando al anochecer por delante palacio mui numerosas y ricas todas, pues cada soldado de por sí, en los plumajes y vistosos vestidos, parecía un capitán, y casi en las más yleras, como era ya de noche, havía de quatro á cinco achas encendidas para que vieran los castellanos así la multitud de gente, como la vizarría con que se servía al Rey nuestro señor. La ciudad de Barcelona sirvió á la Reyna con doce mil libras (31.999,92 pesetas) de regalo ó donativo; esta cantidad querían entregar los Conselleres mano á mano al despedirse, en un cofrecillo hecho de propósito, cuvierto de terciopelo camesí con galón y tachuelas de oro, bordadas en las armas de la ciudad, que juntamente cavían las 12 ₡ libras en trentines («Los doblones de dos caras se llamaron también trentines, quizá por valer cada uno treinta reales, aunque después subieron al valor de treinta y cinco, y el duque de Alburquerque á 2 de Marzo de 1618, concedió permiso á los conselleres de Barcelona para fundirlos y labrar en la seca de dicha ciudad tercios de trentín, que cada uno valiese once reales por causa de hallarse más fácilmente cambio que de los doblones de dos caras, mayormente en una ocasión en que se hallaba el Principado falto de numerario.» (Salat. Tratado de laa monedas labradas en el Principado de Cataluña.— Barcelona: Brusi, 1848; pág. 132.) Para mayor conocimiento de esa moneda y sus divisores, no será ocioso consignar que los trentines y medios trentines llevan los mismos tipos que los excelentes castellanos, ó sea en el anverso los bustos de los Reyes Católicos y en el reverso el conocido escudo rodeado de la leyenda sub umbra alarum tuarum, y en cifras el año de la acuñación. En los tercios de trentín varían los tipos, pues figura en el anverso el busto de Felipe III ó Felipe IV, mientras que en el reverso aparece el escudo de Cataluña entre XI y R (once reales, valor de la moneda), siendo la leyenda Civitas Barcino…); pero estorvólo la vanidad dé los grandes que la hiban sirviendo, dando á entender que los Concelleres no havían de cubrirse delante la Reyna y que si acaso en la visita anterior lo havian hecho, havía sido porque no lo havían advertido, ó porque con la bulla del bien venida no se havía reparado, y como de echo no se cubrieron los Gonselleres en la visita, ora sea por atención, ora sea porque no atendieron á la prerrogativa que tiene la ciudad, para evitar discusiones, escusaron la visita, y con letras embiaron el dinero de donativo. Ocho días antes de embarcarse para el viaje, quiso Su Magestad probar cómo le trataba la mar, y así un domingo á la tarde, pasando al muelle por un hermoso puente de tierra á la galera, se embarcó S. M. en la capitana de Nápoles, que era la galera en que havía de navegar. Estavan todas ricamente adrezadas quanto permite el mar; la chusma de la capitana con coticas ó bestidos de damasco carmesí y mui blancas, limpias y delgadas camisas. Embarcáronse las damas y señores que hiban sirviendo á la Reyna, y carpando las galeras, se pasearon algunas dos oras por la playa, dando el arzobispo de Sevilla una espléndida merienda; y gustó mucho S. M. de ver la destreza con que los marineros subían y bajavan por las cuerdas, árboles y entenas, y de ver así la máquina de tender y recojer las velas, como de remar la chusma. Bolvióse al anochecer á desembarcar, y así entonces, como al entrar en la galera, se le hicieron muchas y hermosas salvas, respondiendo los baluartes. S. M. no se mareó, pero sí algunas damas y cavalleros. Llegó la orden de Madrid para la partida de la Reyna, y señalóse luego el día 12 de Junio para su embarcación y viaje. Dispúsose y aprestóse todo lo necesario para la embarcación, y entre tanto que se embarcava la ropa, S. M. se fue despediendo de las iglesias y santuarios, visitando con gran deboción y ternura los sepulcros de los gloriosos San Ramón y Santa Eulalia, y asimismo otros combentos de su deboción. El día antes de embarcarse fué á Santa María de la Mar, para que como á estrella del mar le fuese propicia en su navegación; este mismo día por la tarde se fué con las damas al horno del vidrio, al Llano Llui, en donde se fabricaron diversidad de vasos y cosas de vidrio para la embarcación, haciendo los oficiales muchas bombas de vidrio volador, que haciéndolas rebentar por encima de los tocados y cavezas de las damas hacían mui hermosa vista. Llegó, en fin, el día 12 de Junio de 1630, y por la tarde se descubrió el Santísimo en la iglesia de San Francisco, cantando varios motetes, letanías y otras debociones deprecatorias para el feliz viaje; á las cinco pasó S. M. á la tribuna y mandó cantar una salve, y haciendo allí su rato de oración, á cosa de las seis de la tarde, por el mismo puente de palacio, de cuio extremo salía una escalera de madera mui bien travajada y fuerte, de 560 baras de largo y alto, con tres bueltas y descansos, de modo que el extremo dava en la misma galera donde havía de embarcarse, y cubierta de bayeta colorada toda ella, por donde, con muchas lágrimas y muestras de cariño, bajó S. M. á la galera, y no admiró que fuese tanta su terneza, pues se despedía de sus hermano y patria, para no verlos más. Luego que S. M. con los grandes y damas estubieron en la capitana, que era la de Nápeles, so hizo á la vela, á quien siguieron las demás, que en número eran 23, todas mui entoldadas y hermoseadas quanto podía la ocasión. Las salvas, así de las galeras como de los baluartes, la multitud de gentes, el dolor que causaría perder de vista aquella prenda, no la encareceré, pues sólo el silencio puede ser el más retórico modo de expresarlo. Pasó con esta ocasión mucha nobleza y señores á Italia, y vi que en un coche del obispo de Barcelona, que havía quatro sillas poltronas, y tras éstas una menor; en aquellas hivan 4 cardenales que se hallaban en España y pasavan á cónclave, y en ésta el obispo de Barcelona, que como si fuera su capellán, los acompañaba á la embarcación: tubieron feliz tiempo para la navegación.

    Díjose por Barcelona, y por mui cierto, que en una isla cerca de Marsella llamada Santa María, la esperava su hermana la Reyna de Francia, con cariño de verla y agasajarla; pero que no paró allí, porque la orden del Rey era de pasar sin detenerse. Que en Génova la aguardava su tía la duquesa de Florencia, en donde se embarcó, y estubo algún tiempo regalada y asistida de la duquesa; desde allí pasó por tierra (á causa de las guerras de Italia) á Alemania. Acompañáronla hasta la ciudad de Trento que es en los confines de Alemania, el arzobispo de Sevilla, duque de Alva, conde de Barajas y demás personajes, en donde siguiendo la instrucción del Rey havían de entregarla á su esposo ó sus grandes, y éstos acompañarla hasta Viena, en donde, como en todas partes, se dize la festejaron quanto se puede desear: llegó á Viena á 30 de Henero de 1631.

    El viernes, á 2 de Mayo, llegaron á este puerto de Barcelona 4 galeras con el duque de Alva, conde de Baraxas y demás gente que havían acompañado la Reyna, menos el arzobispo de Sevilla, que siendo ya de edad y hombre grueso, murió en el camino ya de buelta y ya creado cardenal, y el Rey, movido de compasión por los excesivos gastos que havía tenido en el viaje, de que quedavan sus deudos empeñadísimos, les consiguió para el desempeño las rentas del arzobispado ú otras equivalentes, por tiempo de cinco años.

    Con esto damos fin al pasaje de la Reyna de Ungría, y aunque este capítulo no hera de este lugar, como es de un mismo punto, se ha insertado aquí.

  • Llega noticia del desastroso sitio español de Leucate/Ocata, Rosellón, y sale un pequeño ejército para intentar ayudar

    Había mucho tiempo que en Perpiñán se hacían grandes aprestos de guerra, que las idas y benidas del duque de Cardona no heran sin mucho misterio. Resolvióse nuestro Rey, que Dios guarde, á tomar la plaza de la Ocata y sitiarla primero.

    Efectuóse el sitiarla por últimos de Agosto de 1637, bien que contra el común sentir, por tener poca gente para sitiarla, pues sólo se hallava el general conde de Cervellón (El maestre de campo milanés D. Juan de Cervellón (Zervelloni [¿Serbelloni?])) con unos 7 á ocho mil hombres. Sin embargo, con ellos y 32 cañones de batir pusieron cerco á la fortaleza, pero con tal anchura, que era preciso haver menester dos veces más gente.

    Con todo, batiéronla un mes continuo, haviendo desmoronado ya las murallas y puesto á tierra la primera, y estando para embestirla y dar sus escaladas, se suscitó la controbersia entre el de Cardona y Conde-Duque: aquél quería que el tercio de su hijo marqués de Pomara (D. Pedro de Aragón, marqués de Povar), embistiera; el otro no, sino su tercio; estando en estas contradiciones el enemigo hizo muestra con algunas numerosas tropas, y bien que por lo fuerte de las trincheras no osava embestir, viendo que la plaza boqueaba y que se acelerava el darle asalto, se resolvió, víspera de San Miguel de Septiembre á la noche, de dar socorro á la plaza, rompiendo el cordón y embistieron con furia francesa, de calidad que los nuestros, vien cobardemente, desamparando las trincheras se retiraron á Perpiñán, que ha haver todos obrado con el balor que obraron los del puesto por donde el enemigo embistió, se lograva una gran victoria.

    Déjase vien considerar desto, porque los franceses, viendo la mortandad que en ellos ejecutaban los nuestros, amedrentados se rretiraron con perdida de más de tres mil hombres, la mejor gente del Lenguadoc, que asistidos de su nobleza, no obstante unas piezas que cargadas de vala de mosquete les tiraba, embestían con gran denuedo.

    Retirados todos, unos por temor de otros, quedó el campo solo, hasta que con la luz del día reconociendo los asediados lebantado el cerco, y que nadie sino muertos se veían, embiaron al campo francés para que viniera el socorro, á cuia noticia marchó el exército francés, y sacando artillería, vagaje y otra mucha riqueza que havía se lo llevó consigo, dejando la plaza desmantelada.

    Estava la ciudad de Barcelona lebantando á esta sazón 500 infantes, y haviendo llegado la nueba del choque el día del Ángel Custodio, mandó la Ciudad partir 360 hombres que havía ya efectivos, y después los demás; fueron por sargento maior Don Antonio de Oms; capitanes, D. Luis de Paguera y Don Luis Tort, con otros cavalleros de igual calidad. Estubo esta gente por el Rosellón algún mes y medio, y viendo que no era menester, desde allí mismo la licenció la Ciudad dándoles diez reales á cada uno por los gastos del camino. Al salir de aquí fué gran concurso, y en la iglesia del Aseo el señor Obispo les bendijo las banderas, y despidiéndose de nuestra patrona Santa Eulalia, se fueron á dormir aquella noche á San Andrés de Palomar.

  • Entra el conde de Santa Coloma tras su victoria (pírrica) en Salses

    Domingo, á 5 de Febrero 1640, entró el señor conde de Santa Coloma, virrey y capitán general en Barcelona, que venía del sitio de Salsas: venían con él el marqués Espinóla (El genovés D. Felipe Espinóla, marqués de los Balbases, comendador mayor de Castilla y sobrino del famoso Ambrosio Espinóla, el vencedor de Breda) y monsiur de San Ginés, hixo de monsiur de Berri, governador de la Eucata, que por razones que se dixeron arriba, se pasó á n(uest)ro exército (Mr. Saint Onis): trahía de escolta algunas compañías de bolones (Valones), y los caballos lixeros de Perpiñán. Al otro día, llegado, hizo celebrar un solemne oficio en el Aseo, con mucha cantoría, y presentó á S(an)ta Eulalia una lámpara que havía ofrecido. Tubiéronse aquellas Carnes Tolendas muy alegres, y con mucha fiesta de máscaras y saraos, así por el suceso de Salsas, como por festexo de los dos huéspedes del Virrey, que pasadas las Carnes Tolendas partieron para la corte de Madrid.

  • Un rediseño de bandera, supuestamente motivado por los ultrajes anticlericales cometidos por los tercios castellanos

    En la guerra de 1640, llamada comunmente por los catalanes, la guerra de los Segadores, el Consistorio de los Concelleres dispuso se hiciera una bandera nueva de guerra para oponerse y contrarestar al ejército castellano mandado por el marqués de los Velez, el cual avanzaba por la parte de Tortosa con el intento de castigar los excesos que se habian cometido en Barcelona, pero debidos estos á la efervesencia que produce siempre una revolucion popular, y motivada por los desafueros del tristemente célebre Conde Duque de Olivares, secundado por el Conde de Santa Coloma, virrey de Cataluña.

    En 6 diciembre 1640, el Concejo de Ciento deliberó sacar la Bandera de santa Eulalia.

    En 8 del mismo mes y año, por órden de los Concelleres y 24.ª de guerra se puso en la bandera la imágen de santa Eulalia, á un lado el escudo de armas de la excelentísima Ciudad de Barcelona, y en el otro un cáliz con hostia. El distinguido autor del Guia cicerone dice, que en la Bandera de santa Eulalia habia un lema de guerra sacado de la sagrada Escritura, que decia: Exurge Deus, judica causam tuam, en los Dietarios nada de esto hemos hallado.

    Sin embargo el mandar los excelentísimos Concelleres que en dicha bandera se pusiese el cáliz con hostia, quisieron demostrar que aquella guerra se hacia no tan solamente para la defensa de los privilegios hollados y escarnecidos de la patria, si que tambien para la vindicacion del augusto Sacramento del Altar, contra el cual las tropas castellanas habian hecho las mas espantosas profanaciones, y cometido horrendos sacrilegios en Riu de Arenas, Santa Coloma de Parnés y otros pueblos de Cataluña, á mas de los atropellos, violaciones y otros crimenes que á mansalva cometieron los Tercios de Castilla; siendo esta la verdadera causa que Cataluña no pudiendo sufrir tales desmanes, ni su fe tolerar injurias dirigidas á unos objetos tan sagrados y tan ardientemente venerados por ella, apurado su sufrimiento, rompióse por fin la valla, y sacudiendo con furia yugo tan pesado, se arrojó, es verdad, á cometer grandes excesos, dignos por cierto de lamentarse; pero que su paciencia no pudo aguantar mas, viéndose maltratada, escarnecida y ultrajada.

  • Asesinado el conceller en cap en el campanario de la catedral por querer impedir un asalto popular contra los sitiadores borbónicos; el papel de las mujeres aquel día

    En est dia, á lo que debian ser tocadas las 7 del matí, alguns fills de perdició e instigats del sperit maligne, continuant son depravat obrar, y procurant commourer lo poble, y abent trobat lo Excm. senyor Conceller VI en la riera de sant Juan, lo feren seguir en la present Casa fent que prengués lo Estandart ó Pendó de santa Eularia, y quel pujás á Monjuich, com en efecte, per evitar tots disturbis, dit senyor Conseller prengué dit Estandart, lo qual per dita gent alterada se li entregá, y habentse feta la mateixa acció en la Casa de la Diputació, feren seguir un Consistorial ab lo Estandart ó Pendó dit de sant Jordi, y los conduhiren á Monjuich, y arribats allí, quedantse dit Pendó de sant Jordi, se quedá al mitx del camí de las líneas de comunicació, y lo de santa Eularia fonch enarbolat y posat en la muralla de la fortaleza ahont estigué fins á la tarde, que com millor se pogué se escondí ab lo pretext de serse troncada la asta de aquell, y amagadament sen baixá dit senyor Conceller junt ab dit Estandart, tornant aquella en la present Casa, habent precehit que estant dit Estandart enarbolat en dita fortaleza, se doná per los naturals que anaben ab dit Estandart, se envestí á cos descubert al enemich, en la qual envestida foren moris y nafrats molts de una y altre part.

    E aprés de haber succehit axó, á lo que debian ser cerca de las 9 se ohí tocar á rebato en la Catedral y altres parts, lo que ohit per lo Excm. Consistorí, desitjant y procurant la major quietut, se resolgué lo fer cessar lo tocar ditas Campanas, se feren varias y diferents diligencias, y ohint que no obstant aquellas, la Campana de las horas y lo Thomas continuaban en tocar, lo Excm. senyor Conceller en Cap, associat de 4 Caballers y Ciutadans, sen aná de la present Casa á la Catedral, y puja en lo campanar, ahont se tocan las campanas, y al que fonch al cap de munt de la escala ó caragol, trobá alguns minyons que tocaban dit Thomas, y habentlos ne fet deixar, aparegueren alguns fills de perdició, qui instigats del esperit maligno, ab grans crits digueren que la Campana habia de tocar, y replicant dit senyor Conceller en Cap dient, no habia de tocar tant per ser orde de S. M. com per convenir á la quietut pública, no duptá un de dits fills de perdició poch tement á Deu, tirar y disparar un tir de pistola á dit Conceller en Cap, del qual restá ferit en lo bras dret passantli á la mamella, de la cual ferida en breu temps morí, cujus anima requiescat in pace. Amen. (Dietario de la ciudad).

  • Corre agua del nuevo acueducto de Moncada en la fuente de Sta. Eulalia del Padró en el día de su martirio

    Fuentes Públicas.

    Antiguamente se abastecia la ciudad de las aguas superficiales del rio Besós, cuyo raudal no siendo seguro, precisó en los años de 1778 á 1782 á la construccion de una mina que cruza el alveo del mismo rio. Pero habiéndose aumentado la poblacion y en razon de la escasez que se esperimentaba de agua, S. M. concedió en el año 1825, el permiso para la construccion de otro acueducto á 1 ½ legua al norte de la ciudad que fué trazado y ejecutado por el arquitecto D. José Mas, el cual tiene mas de 10000 varas de estension y de unas dos varas de alto y cerca de una de ancho, cubierto de mamposteria y con una boveda de lo mismo, todo construido con la mayor solidez y propiedad. Dichas aguas empezaron á correr en la ciudad en la fuente de Sta. Eulalia del Padró, el 12 de febrero de 1826, á cuya funcion concurrieron las autoridades. Desde entonces se han construido nueve fuentes nuevas en los parages que mas se necesitaban, y se estan proyectando otras para mayor comodidad del público. Las que existen en el dia se hallan en los parages siguientes.

    […]

    Una persona curiosa nos ha proporcionado los siguientes datos que no dejarán de ofrecer algun interés para cierta clase de personas. «En Londres manan las fuentes públicas el equivalente á once cuartillos diarios por habitante, en Paris pasan de sesenta y tres, en Lisboa catorce, en Madrid siete, en Barcelona veintiuno.

  • Fiesta de «la gran Diana» de Barcelona, con sortija en Sarriá

    El 12 de febrero, dia de Sta. Eulalia, es costumbre el salir al pueblo de Sarriá donde hay bayles en la plaza y otros regocijos como el que llaman Sortija, repitiéndose igual fiesta el domingo inmediato, á la cual llaman la torna boda; esta se celebra igualmente en las demás fiestas que se hacen por los pueblos vecinos á esta Capital.

  • Un inglés sobre Santa Eulalia

    St. EULALIA, virgin of Barcelona, martyr… St. Eulalia of Barcelona was a virgin martyr, dying on the rack, to which she was fixed in the persecution of Dioclesian. She is titular saint to many churches, and in Languedoc is called Olaire, Aulaize, and other similar names… The Noble Liverword or Hepatica, which has also been called Flower of St. Eulalia, begins now to shew its early flowers [in England?].

  • Por qué Barcelona no sabe celebrar su fiesta mayor, día de Sta Eulalia

    Las grandes poblaciones se desdeñan de parecerse á las de corto vecindario y aspiran siempre á obtener mayores prerogativas, lo cual trasciende á los ayuntamientos, representantes de las poblaciones grandes y chicas; y mientras unos tienen el tratamiento de Escelencia apenas se concede á otros el de Merced. Eso debe de estar muy puesto en el órden; pero al cabo no es mas que sancionar el principio de que el mas fuerte es el que mas vale. Tanta trascendencia tiene este amor propio de las grandes poblaciones que pasa de tejas arriba, y asi vemos que el patron de una aldea es mas agasajado en su dia por los aldeanos, que el patron de una capital por sus patrocinados. No pareceria bien que los ciudadanos (esto es los vecinos de una ciudad) se entregaran al regocijo y celebrasen la fiesta de su patron con esas bicocas con que se divierte el labriego. Los gigantones, la tarasca y esos bailes, reminiscencias de los antiguos misterios que se celebraban en las iglesias, rebajarian el carácter de ciudad: eso se deja para los villorrios.

    Con efecto, Barcelona, la corte de los antiguos condes, emporio de la corona de Aragon, capital del antiguo principado de Cataluña y ahora de la provincia de su nombre, Barcelona no se separa de sus tareas en el dia de hoy, mientras la Iglesia celebra las glorias de Sta. Eulalia patrona de la ciudad. En la Catedral se venera el cuerpo de la santa en la capilla situada en la cripta debajo del altar mayor, y se le tributan solemnes cultos con oficio cantado por la música de la capilla, y sermon, á los que asiste el cuerpo municipal. Despues del oficio se lleva la imágen de la santa en procesion por las calles inmediatas á la iglesia, y por la tarde se canta rosario, concluyendo la funcion con los gozos de la santa.

    El baile público que por la noche tiene lugar en el salon de la lonja es el único estraordinario con que se solaza la grave ciudad en el dia de su patrona. ¡Cuán distinta es esta seriedad de la alegría que reina en cualquiera otro pueblo de la provincia en el dia de la fiesta mayor! porque sí, señores mios, sin rebajarles á Vds. un punto de su categoria, el dia de Sta. Eulalia es la FIESTA MAYOR de Barcelona. Nunca mejor que en este dia puede notarse la diferencia y hacerse la debida comparacion, yendo al vecino pueblo de Sarriá donde tambien es fiesta mayor y se celebra la del santo del dia. Aquellos vecinos dan treguas á sus tareas diarias y hay funcion en la parroquia, y procesion, y bailes en salones y entoldados, esmerándose los socios en el adorno de ellos, y en una palabra, despues de la funcion religiosa bailan hasta que vuelve Dios á amanecer. Allí acuden muchas payesas del llano elegantizadas con sus graciosos trages. El que quiera gozar de tan buena compañía y echarles cuatro piropos y ser bien recibido, tire el gaban, vista chaqueta y zarandéese por la módica cantidad de un real de vellon en esas tartanas que hallará fuera de la puerta del Angel. Una táctica es preciso usar, y en su secreto estamos nosotros, y no hemos de descubrirlo á nadie sino á nuestros suscriptores machos (es decir varones) en muestra de gratitud; cuidado con divulgar el secreto!

    No insinuarse á exabruptos: mucha dulzura, mucha amabilidad, sufrir desaires, mas volver á la carga: sentir reproches, mas no atufarse; y cualquier jóven del buen tono puede estar seguro…..de tener que volver en el mismo carruage en que fue.

  • El obispo de Barcelona carga contra las escuelas «bisexuales» y «neutras» propuestas por el Ayuntamiento

    Sobre las Escuelas de estudios populares que proyecta el Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad

    […]

    Amados hermanos é hijos en Cristo: es la vez primera que oficialmente vamos á exponeros Nuestros sentimientos paternales de desagrado y de profunda pena con motivo de la actitud que ha tomado el Municipio, por tantos títulos recomendable, de nuestra querida Barcelona con respecto á la Santa Iglesia y á sus legítimos y sagrados derechos. Cuanta sea la aflicción que esto Nos causa es solamente comparable con el cariño que profesamos á Nuestra queridísima ciudad, representada legalmente por el Ayuntamiento.

    Prescindimos hoy del abandono en que ha dejado á nuestra Santa Iglesia Catedral cuando se ha tratado de las fiestas solemnísimas del Corpus, tan simpáticas á nuestro pueblo y de las otras fiestas votivas que tanto realce daban á nuestras gloriosas tradiciones, Sin importar sacrificios al tesoro, que tan espléndido se muestra y aun pródigo en otras atenciones de menor importancia: y nos concretaremos á un hecho de interés palpitante en estos momentos. Nos referimos á las cuatro escuelas graduadas que proyecta establecer nuestro Ayuntamiento, creando al efecto un Patronato especial.

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    Empieza el Ayuntamiento por calificar de neutras en Religión á estas escuelas de nueva creación; y aunque después contradiciéndose á sí mismo, establece que se dará una lección semanal de doctrina católica á ios niños, declara al propio tiempo que serán libres los niños de asistir á dicha lección semanaa y que el profesor pondrá cuidado en no proferir palabras que puedan molestar á los creyentes.—Luego establece que de los cuatro grupos de escuelas primarias, ademas dé las de párvulos, habrá una de niños y otra de niñas, y dos de mixtas, ó sean de ambos sexos. Analicemos estos conceptos.

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    Réstanos deciros una palabra sobre las escuelas bisexuales ó mixtas de niños y niñas y jovencitós de ambos sexos.

    Si solamente setratara de escuelas mixtas de párvulos antes de cumplir los siete años, os diríamos que no tenemos inconveniente en tolerarlas, porque no es difícil vigilarles en esta edad, cuando hay una profesora cristiana prudente y celosa de la inocencia dé los niños; pero no podemos decir lo mismo de las escuelas bisexuales, tratándose de niños y jovencitós en la edad en que empiezan á despertarse las pasiones de la sensualidad. Creemos, por lo que hemos oído, que tal vez ha inspirado la idea de estas escuelas bisexuales la de imitar á algunas naciones extranjeras; ya que es notorio nue para muchos, por el mero hecho de tratarse de naciones extranjeras, hay razón suficiente para imitarlas en España, como si en general fueran en todo superiores á nosotros y debiésemos mirarlas como modelos; en lo nue no podemos convenir en absoluto.

    Pero sea de esto lo que fuere, diremos á los autores del proyecto, que saben ellos, como sabemos todos, que ni es bueno todo lo de los extranjeros, ni todo lo que puede tolerarse -en una nación, debe aceptarse como útil en todas las demás: porque ni las condiciones del clima, ni los temperamentos de la naturaleza, ni las costumbres y necesidades ds los pueblos son iguales en todas partes.

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    Aunque no es directamente propio de Nuestro ministerio apreciar las condiciones fisiológicas que contribuyen á los adelantos de ambos sexos en su cultura intelectual, sabemos por experiencia que no son idénticas por lo regular en los niños y en las niñas, como no lo son en general en el hombre y en la mujer las disposiciones y aptitudes personales para el estudio. Tenemos fundamento para afirmar que en una misma clase y oyendo las lecciones del mismo profesor, no obtendrán iguales adelantos literarios y científicos los jovencitós de ambos sexos, y que para determinadas asignaturas son muy distintas las aptitudes de los niños, de las de las niñas, lo que como es natural ha de ser un verdadero obstáculo para el progreso y formación de aquellas tiernas inteligencias. De modo que la unión de los dos sexos en una misma clase, lejos de ser favorable, ha de ser contrario á la cultura intelectual de los alumnos y alumnas.

    Aun más: sabemos por persona cuya competencia científica Nos es bien conocida, que el desequilibrio que causa en el funcionamiento de las facultades mentales la actitud anormal á que se ven obligados los niños en los estudios de las escuelas bisexuales, es contrario á su salud corporal, de modo que son reputadas dichas escuelas como contrarias á la higiene.

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    [E]speramos que nuestro Ayuntamiento no se empeñará en sostener un proyecto tan abiertamente contrario á las enseñanzas de la Iglesia, á las Leyes del Estado y al sentido común de la católica ciudad de Barcelona; ni ha de obligar al Prelado y á los barceloneses á elevar á los Altos Poderes del Estado una queja, haciendo ver que no representa dignamente la voluntad de los ciudadanos de Barcelona en un asunto tan vital y de excepcional trascendencia.

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    A este fin invocamos la protección de Nuestra Soberana Patrona la Virgen de las Mercedes y da nuestra muy amada Santa Eulalia para que libren á Barcelona de la fatal desgracia que nos amenaza y para que el Señor os infunda alientos para tan santa obra, os bendecimos del fondo de nuestra alma en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

    Barcelona 24 de febrero de 1908.
    Salvador Cardenal Caaañas, Obispo de Barcelona.

    Por mandato de Su Emcia. Rdma. el Cardenal Obispo, mi Señor, doctor Ramón Salvia Civit, Arcipreste Secretario.