Tomó también el enemigo el castillo y villa de Tartaull, ó por mejor decir á buena guerra lo entregó su governador, que era castellano: probaron tan mal éstos, que tres fuertes que tenían á su cargo Opul, Salsas y este de Tartaull, todos se entregaron alevosa é infamemente, y algunos que governavan cathalanes se resistieron hasta el último trance, de cuia desigualdad de obras nació una ojeriza entre las dos naciones, que llegando los tercios á darse las cargas murieron muchos, y fué preciso dividirlos, de calidad que no tubiesen forma de llegar á las manos [nota]; pero la soberbia castellana con ninguna otra nación supo jamás unirse, de que resultó no poca disminución en el exército; bien al contrario se vio de los cathalanes, que con cualquiera otra supo ajustarse y hermanarse.
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Salen cuarenta mil hombres para recuperar Salses en Rosellón; tensiones en el liderazgo del conjunto del ejército; una lista de los participantes
Obrando tan depravada y sacrilegamente el francés, mientras nuestro exército se formava, como se ha d(ic)ho, no pudiendo el celo cathólico sufrir ya más, el día 14 de Septiembre 1639 en que la Iglesia celebra la exaltación de la Cruz, partió nuestro exército de Perpiñán, haviendo confesado y comulgado con mucha devoción. Componíase de 40 mil infantes, 4 mil cavallos y 40 piezas de artillería gruesa, y mui bastecido de todo. Era su general el conde de Santa Coloma, pero con los lados del marqués de Espínola y marqués de Torre Cusas (D. Carlos Caraciolo, marqués de Torrecusso. Torrecussa le denominan siempre los documentos catalanes, y aun algunos autores), y otros cavos de gran experiencia y valor, y toda gente mui veterana. Encamináronse la vuelta de Salsas.
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Comienza el sitio español de Salses en Rosellón
Lunes á 19 de Septiembre 1639, hallá(n)dose el exército francés atrincherado á la circumvalación de Salsas, y llevando el nuestro la principal mira á recuperar esta plaza, se devidió nuestra gente en trozos en disposición de embestir, y de resistir las avenidas del enemigo, pero no tan determinado al choque, como sucedió. Tocó la orden de reconocer las trincheras del enemigo al hijo del marqués de Torracusa, duque de San Jorge (D. Carlos María Caraciolo, Duque de San Jorge), y á D.n Alvaro de Quiñones, con dos mil cavallos, á quienes seguía un trozo de infantería y entre ella 1.200 hombres de la Diputación (nota omitida); acercóse tanto la cavallería á las fortificaciones del enemigo, que saliendo algunas mangas de infantería y cavallería francesa, se trabó la escaramuza tan sangrienta, que empeñados los nuestros, llegando la infantería, hicieron tal destrozo en los franceses, que rotas las trincheras y muertos millares de franceses, quedaron los nuestros señores de las fortificaciones y á toparse allí el cuerpo del exército, es cierto se llebavan de camino el castillo. Obró prodigios la gente que se halló en el choque, y principalmente los catalanes, tanto que el de Torrecusa escrivió al general que no parecían hombres sino demonios los cathalanes, sigún lo desesperado y valerosamente que se havían portado. El enemigo destrozado retiró las más de sus tropas á la plaza, siguiéndole nuestra gente hasta las murallas de la fortaleza, haciendo cruel matanza, y á mui pocos pasos del foso hizo nuestra gente las trincheras (nota omitida). Sitióse la plaza con tal apretura, que no dejavan salir ni entrar el menor aviso del mundo, y reconociendo que por la refriega y fuga antecedente se havía retirado á la plaza mucho más número de gente que para su guarnición havía menester, pues pasavan de tres mil hombres, y que los bastimentos en breve se expenderían (nota omitida), apretavan más el sitio y ruina de la plaza. Pusieron quatro baterías y la una desde una montañuela ó colina que dominando el omenaje y plaza de armas de la fortaleza, le causava yreparable y continua ruina haciendo venir á tierra el omenaje. Las otras baterías eran de poco fruto, sino para las obras muertas, por ser la muralla de ladrillo y tener más de 20 palmos de grueso. La artillería de la plaza, ningún daño nos causava por estar bajo de ella con tal cercanía, que al principio con piedras ó invenciones de fuego infestavan los asediados á los nuestros, que obligados de tanta molestia, fabricaron una entrada encubierta para defenderse de tan cercanos fastidios. Con esta apretura, sin cesar noche y día, se tirava de continuo á la ruina ó consecución de la plaza. El enemigo ora sea para avisar de su aprieto y abreviar el socorro, ora sea para purgar la superfluidad de la guarnición que debastava los bastimientos y víveres de la plaza, y abreviava con esto su rendimiento, despedía á quinientos y seiscientos para que probando el romper las trincheras, saliesen; pero aunque en barias surtidas se procuró, jamás lo consiguieron, ni el que pase un hombre siquiera.
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Dios rescata a los franceses de un fallido intento de levantar el cerco de Salses (Rosellón) con lluvia y una epidemia; otro intento el día de Todos los Santos; mutilación de los cadáveres
Prosiguiendo el sitio tan sangriento, y reconociendo el francés que sin mucho número no podía dar el socorro, juntó quanto pudo y el día 24 de Octubre 1639 á las tres de la tarde, apareció el enemigo por la colina, llegando á tiro de artillería de nuestro campo, que albozado de verle, esperando que si llegava á las manos havía Francia de experimentar mui á su costa el valor de España y esta tener un dichoso día con la victoria.
Pero Dios, cuios juicios son impenetrables, atajó á unos la gloria y á otros la infelicidad, pues estando ya para empezarse la batalla empezó el cielo á cubrirse y con estraordinaria tempestad á arrojar agua, que el enemigo se hubo de retirar con tal fatiga de los soldados, que dejaron á vista de los nuestros más de dos mil mosquetes y arcabuces. Continuaron las aguas con tal abundancia y tantos días, que inundándose la campaña y saliendo los ríos de madre, faltaron las provisiones y mantenimiento á nuestro cuerpo, porque los caminos y valles estavan investigables (intransitables?) y hechos mar, en las obras de minas, hornillos, y otros gastamientos que contra la plaza se hacian.
Murió anegada mucha gente nuestra, y no quedando cosa que no pareciera un estanque; esta inclemencia de tiempo sobre estar nuestro exército mal complexionado, con ocasión de haver en lo recio de la canícula tenido sus alojamientos en las comarcas de Perpiñán y Salsas, territorios poco salutíferos, junto con las recias tramontanas …, engendró tan ardientes, contagiosas y sobervias enfermedades, que en pocos días no caviendo los enfermos en los hospitales de Perpiñán, se huvieron de tomar algunos comventos de dentro y fuera de la villa, que nada bastó. Murieron muchísimos, así nobles como pleveos, y títulos, y en breve porque apenas se sentían enfermos, quando á toda priesa havían de sacramentarlos y algunos no davan lugar á ello.
Supo el francés esta ruina y dismembración de nuestro exército y pareciéndole fácil el socorro de la plaza, intentó darle el día de Todos Santos por el mismo terreno que havía venido la otra vez, apareció á media tarde, ostentando mucha gente y juzgando feliz su designio de rompernos y socorrer la plaza, y así el día de las Animas á las dos de la tarde, bajando tres tercios por la montaña, que eran el de la Reina, el de Lenguadoc y el de Normandía, compuestos de la primer nobleza y mejor milicia, embistieron dos veces con desusada furia las trincheras, pero ambas veces fueron rechazados con tal valor, que al pie de las trincheras quedaron más de 300 muertos, sin los que al retirar con las continuadas ruciadas de nuestra mosquetería quedavan por el camino y se herían mortalmente, pues asiguraron después los franceses mismos, havian perdido más de 1.300 hombres, todos de la primer esfera, entre los quales murieron siete títulos, catorce capitanes y un coronel ([nota omitida sobre Torrecusso]).
Retiróse el francés á Narbona, para ayudar á llorar á Francia tan amargo suceso. Nuestra infantería tuvo muy rico despojo, porque eran ricos los vestidos, y muchos doblones los que se hallaron á los muertos á quienes algunos desalmados de nuestro exército, fué quitando narices, orexas, y testículos, acción que sintió el de Luy infinito, pues al pedir algunos cuerpos de los principales, no se pudieron conocer.
Continuóse el sitio con toda vigilancia, fortificándose más de cada día los nuestros con muchas trincheras, contrafosos, reductos y otras obras defensivas, y poniendo entre unas y otras mucha artillería, formaron inexpugnables fortificaciones, y bien que la inclemencia pasada havía disminuido el número, pero los buenos sucesos, aumentando el valor de los sitiadores, y con las reclutas así de forasteros como de naturales, no se echava menos la gente que havía purgado el exército con tanta epidemia. La providencia de n(uest)ros generales ordenó se fabricaran barracas de madera para abrigo de los nuestros en tan rígido tiempo, procurando abundancia de madera, con que contribuía el país y pueblos gustosísimos, y con indecible amor, hasta llevar las tablas de sus propias casas al campo y exército.
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Sale para Salses el diputado militar Tamarite «por algunos secretos motivos»
Pareció al consistorio por algunos secretos motivos, que importava asistiera al lado de nuestro general, un diputado de Cathaluña: éralo militar aquel trienio Fran(cisc)o de Tamarite, á quien nombró el Consistorio, y asistido de mucha nobleza, llevando la bandera de la Diputación Don Juan Tamarite, armado de punta en blanco partió con 40 soldados de recluta el día 7 de Diciembre 1639; acompañóle el Consistorio hasta la Cruz de San Francisco. Hera hombre prudente, de mui buenas prendas, bien quisto, y celoso del bien común y de la patria.
Tres días antes de partir el diputado, embió la Ciudad 40 hombres de recluta despachados en mulas para que llegaran más pronto: se continuavan las levas por todo y el avio de la gente.
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Llegan desertores franceses de Rosellón
A trece de d(ic)ho mes, llegó á nuestro campo Monsiur de San Ginés, hijo del governador de la Ocata (Mr. de Saint Onis, hijo del gobernador de Lencata Mr. de Barri, que desertó de sus banderas temeroso del castigo que le amenazaba por habérsele apresado once barcas llenas de provisiones, que se enviaban para socorro de la guarnición de Salces.), mozo gallardo y mui cavallero, trahía un camarada y tres criados, que huiendo del rigor de Francia por haver sido causa que por su descuido havían nuestras galeras y gente tomado once barcas, y dos bergantines llenos de municiones y pertrechos de guerra, en un estaño (Se ha traducido al pie de la letra la palabra catalana estany, laguna.), se retirava y acojía á la clemencia de nuestro Rey.
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Salen más soldados para Salses en Rosellón; galanterías entre sitiadores y defensores; destrozos españoles en Narbona; terminos de la rendición; gran mobilización en Barcelona para asegurarla
A 24 de dicho partieron 25 soldados de la Ciudad, y á 27 quarenta de la Diputación; todos á cavallo para hacer mejor y presto el viaje.
Viendo el marqués de los Balbases que era casi imposible que Francia socorriese la plaza por las derrotas pasadas, y que los asediados (con las esperanzas que medio juramento les dio el de Luy, quando los puso en el castillo) no tratavan de rendirse, intentando como á general del exército todos los medios para ganarla sin costarle sangre y con alguna gloria de los españoles y sin descrédito de quien también havía sabido defenderla, escrivió esta carta al governador:
«A Monsuir Aspernán (Mr. de Espernan), governador de las armas sitiadas en el castillo de Salsas.—Haviendo puesto las armas de S. M. sobre ese castillo y continuando á un mismo tiempo su expugnación, aprochando hasta el mismo foso, no he d(ic)ho jamás nada, dando lugar aquella guarnición pudiese mostrar su valor, y aguardar el socorro de su Rey, que haviéndolo procurado dos veces mui poderoso, le ha sido preciso retirarse con descomodidad, una por inclemencia de los tiempos, y otra por los varios sucesos de la guerra, y no solamente he aguardado se retirase, sino que se alejase mui adentro para avisar de lo que he obrado en cumplimiento de mis obligaciones y benignidad, pero lo que en adelante aró, será atar las manos al albitrio de generales, para usar todas las cortesanías que se desearían é etc.»
Respuesta de Aspernán al de los Balbases:
«La bondad de esta plaza no consiste en los aproches del foso, ni se halla en el estado de admitir cortesías, y haviéndola defendido siete semanas, espero en adelante hacer lo mismo y obrar lo que pueden los hombres de honor, y que saben defenderse, y lo que toca al socorro de Francia, quando sea verdad que se haia retirado mui adentro, yo le daré tiempo para que vuelva, quedando mui ofano de defender una plaza como esta, contra una persona y valor tan insigne como merece el nombre del Señor Marqués {de) Espinola.»
Divirtiéndose los asediados de las incesables fatigas y ruinas que con tan recio y largo sitio padecían, hacían algunas llamadas, aunque fríbolas é impertinentes, y entre ellas dieron libertad á un capitán napolitano y al guardián de capuchinos de Elua [¿Elna o Santa Maria de Eula?], que en las primeras surtidas (Salidas) havían preso. Salieron tres capitanes y entraron de los nuestros otros tres; para capitular pedía el governador 30 días para avisar á su Rey y que si en ellos no llegava el socorro, se entraría á tratar de los pactos; concedíanle diez, y no admitiéndolos, y pareciendo á los nuestros necia la proposición, se le dio repulsa y los capitanes se volvió cada qual á su exército.
Nuestra cavallería obrava mucho, pues corriendo hasta la comarca de Narvona, quemaba y talava todo el país enemigo, sin perdonar quanto le venía delante, y fué de gran consequencia el haver el día 29 de Diziembre 1639, en el lugar de Sitjar, quemado tres grandes almacenes de provisiones del enemigo, que le fué de gran incomodidad y pérdida.
Con estas funciones y sucesos se continuava el sitio, admirando á todos así el valor de los sitiados, como la constancia de los sitiadores, y así viendo Monsiur de Espernan la firmeza de los nuestros y que ni las intentonas de Francia, las enfermedades, las inclemencias del cielo, y tanta fatiga, havia podido disminuir en nada el fervor del sitio, día de S.n Thomás apóstol, á 21 de Diz(iemb)re 163[9], hizo llamada la plaza y después de los acostumbrados estilos de la guerra, se ajustaron los pactos en esta forma:
- P(rimer)o que rendirían la plaza día de los Reies 6 de Henero 1640, saliendo de ella su guarnición con dos piezas de artillería, caxas templadas, banderas enarboladas, armas y bages, cuerda encendida, bala en boca, y seguridad de escolta para no recivir daño alguno.
- Que si en este tiempo venía el socorro y solamente rompiendo por una parte socorrida la plaza, quedase permanente el sitio de los nuestros, los pactos tenían su mismo valor y havía de rendirse la fortaleza.
- Que aunque la plaza se hallase plenamente socorrida de bastimento y municiones, havía asimismo de rendirse.
- Que en caso viniese el socorro y rompiese las trincheras no podían los de la plaza hacer ninguna ostilidad á los nuestros, ni nosotros á la plaza.
- Que se havía de embiar un trompeta de nuestro exército al Xpmo, con carta havierta de Monsieur Espernan, para darle aviso de esto, y que en re(he)nes quedasen el theniente y dos cavos de la plaza en nuestro exército; y del, en la plaza tres capitanes ([omitida carta de Olivares]).
Con estos pactos y el aviso de ellos, se despacharon correos del x(ener)al nuestro á S. M., Diputación, ciudad de Barcelona y demás unibersidades, pidiendo se hiciera el último esfuerzo de socorro de gente, porque se savia que Francia con grueso exército venía sobre nuestro campo.
Hallábase canceller de Cat(aluñ)a (El Canciller de Cataluña era un funcionario real de categoría superior á los jueces, oficiales y magistrados y hasta del general Gobernador. Sus atribuciones principales consistían en distribuir las causas entre los doctores del Real Consejo, firmar órdenes y privilegios, sentenciar en juicios verbales, tener en custodia el sello real, etc. El cargo de Canciller debía recaer en Cataluña en un eclesiástico. (Bosch, Titols de honor de Cataluña, etc., pág. 283.)) entonces el abad Eril, que para dar pronta execución á los R(eale)s órdenes, y de nuestros generales, havía quedado en Barcelona. Recivido este aviso se hicieron rigurosos pregones por Barcelona para que la gente acudiese al campo, y poniendo todo conato en que saliese un conceller, la segunda fiesta de Navidad se fué en persona al consejo de ciento, en donde obrando con gran enerxía y ponderando que todas las demás unibersidades del Principado aguardavan que se moviese Barcelona, y que en palabra del Rey la dava de que solamente el día de los Reies duraría la campaña, y que desde luego licenciava para ese día á quantos fueran ([omitida carta de Dalmau de Queralt al Consejo de Ciento]).
Obró la exortación, pues salió luego deliverado que partiese el conseller en cap, que era Luis de Galdes (D. Luis Juan de Caldes.). Ese mismo día se hecho vando, pena de la vida, que todos los de 14 años hasta los 60 de edad, con armas, acudiesen al sitio dé Salsas sin exceptuar á nadie, porque en el mismo pregón decía que los militares y not(arios) que no obedeciesen desde luego, se davan por nulos sus privilegios y sus escrituras de ningún valor, asigurando que al otro día de los Reies podrían todos volverse á sus casas. Estos bandos se continuaron también por toda Cathaluña por orden de S(u) E(ccellencia).
Comovióse la Provincia á vista de la urgente necesidad y la ciudad de Barcelona, estimulando las cofradías por medio de dos cavalleros y con públicos vandos, ofreciendo á cada soldado que se alistaría veinte y cinco libras de entrada y el socorro y siendo mancevo de qualquier oficio ó facultad, como tubiese la práctica que pedía el oficio ú arte, de pasarlo maestro sin ningún gasto. Lo mismo decían las cofradías y añadían su entrada asimismo. Además de esto, el común de Lotje (La Lonja) dava su socorro y entrada asimismo. Todo esto se hacía con fervor y celo, que junto con haver de salir el conseller en cap, dava maior ánimo á la gente: lográronse tan felizmente estas diligencias, que en dos días se alistaron baxo las vanderas de la ciudad 400 hombres para ir con el conceller en cap. La Diputación, que no se descuidava, juntó también un competente número de gente, y despachada toda, partiendo el Conceller el día 30, se tubo aviso que entre la Provincia toda hizo juntar pasado de doce mil hombres municionados á su costa en esta última leva y socorro.
El Conceller en capítulo se partió con tres galeras por mar que ofreció y dio el duque de Fernandina general de ellas. Salió el Conceller acompañado de los demás, vestido con su gramalla y dos mazas altas, y en pos de las quatro compañías, y saliendo la Puerta del Mar la soldadesca y artillería le hicieron salva real; llebava consigo dos consultores á modo de camaradas ó embajadores: havíase dispuesto un puente cubierto de baieta colorada para el embarco, pero parecióndole al xeneral de las galeras que era mucha preeminencia la puente, le salió á recivir con una faluca desde su galera, y sin dejar la faluca, dando la mano al Conceller, se embarcó éste y puestos en la Patrona de España, y la milicia en las otras galeras, á prima noche carparon y aportaron con mucha felicidad á Coplibre…, distante de Barcelona 23 leguas. Desembarcó allí el Conceller, y pasando por los lugares del Rosellón la buelta de Salsas, le cortejaron y agasajaron mucho; acompañóle el duque de Maqueda general de galeones, que con una escuadra se hallava en la playa de Rosas, y el diputado militar; y llegando al campo con sus mazas altas y 400 hombres, el exército celebró su arrivo con gran alborozo, saliéndole á recibir los señores de primera clase, y el señor Virrey fuera de su tienda. El enemigo se hallava á la vista procurando dar el socorro y romper las trincheras; pero viendo que entrava tanta gente á nuestro exército cada día, no se atrevió á ejecutarlo y se retiró. El Conseller llegó al campo á 4 de Henero (de) 1640.
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Salses se rinde a los españoles
Rindióse la plaza el día 6 en la forma capitulada, dando á España, y más al Rosellón, un célebre día de Reies. Salieron mil y doscientos hombres de batalla de dentro la plaza, con 21 vanderas. Ministróles la piedad española carruaje y bagaxes para los enfermos y su ropa, y pasando por medio el exército nuestro, fueron despachados con toda cortesanía y buen trato. Desengañóse Francia del valor de España y del amor con que Cathaluña sirve quando importa á su Rey. El Rosellón parece salía de cautiverio viendo fuera de sus ojos aquella insolente nación bien que á costa de muchas vidas, pues perecieron á manos de las enfermedades ó inclemencias, entre cathalanes y forasteros, más de diez mil soldados, cerca de cinco mil personas de Perpiñán, y más de doscientos cavalleros cathalanes y de primera plana; pero no sintió Cathaluña perder tantos hixos y barones tan ilustres, quando ganava inmortal fama en servicio de su Rey; bien que tan á costa de sangre y haciendas, que, como se ha visto, para tan pronto y numeroso exército quedaran exaustos y pobrísimos los lugares y pueblos con tan excesivas existencias y socorros, suceso que, aunque tan glorioso, dejó á toda Cathaluña en su declinación, después de haverse visto en el maior estado de opulencia y felicidad.
Celebróse en Barcelona esta victoria con unibersales aplausos y regocijos, asi divinos como humanos, rindiendo cultos y beneraciones á Dios y sus santos, como primeras causas, en procesiones generales y repetidos festejos. El mismo día que se entregó la plaza y se puso guarnición castellana y napolitana, licenció el x(ener)al á todos quantos con esta confianza havían acudido al campo, y pegando fuego á las barracas, se retiró el exército á invernar en el Rosellón. El abad Eril no pudo ver este día, pues poco después de su oración en Casa de la Giudad, murió; y quieren decir algunos que de pesar, pues tubo algunos topecillos que nunca faltan en tan arduas empresas (Parece aludir á los disgustos que debió ocasionarle tener que recabar levas para la campaña de Salces. Las deserciones del ejército catalán motivando repulsas y órdenes del Rey y de Santa Coloma pidiendo refuerzos, junto con las defensas que de los servicios prestados por Cataluña escribieron diputados y concelleres, forman una interesante colección de documentos inéditos. (Véase Apéndice núm. II.)).
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Vuelve el diputado militar, Francisco de Tamarite, tras la toma de Salses
El diputado militar bolvió, sávado á catorce de Henero 1640, acompañado de mucha soldadesca: salióle á recivir el Consistorio, con mucho lucimiento y cortejo.
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Vuelve el conseller en cap tras la toma de Salses
El Conseller en Cap entró á 20 de d(ic)ho mes; salióle á recivir la Ciudad, con mucho acompañamiento y quatro compañías de soldadesca.
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Procesión general para dar gracias por la victoria de Salses
Domingo, á 29 de Henero 1640, se hizo procesión general, como la del Corpus, en acción de gracias por la recuperación de Salsas, (con) asistencia de religiones, parrochias, cofradías, ciudad y consejo.
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Entra el conde de Santa Coloma tras su victoria (pírrica) en Salses
Domingo, á 5 de Febrero 1640, entró el señor conde de Santa Coloma, virrey y capitán general en Barcelona, que venía del sitio de Salsas: venían con él el marqués Espinóla (El genovés D. Felipe Espinóla, marqués de los Balbases, comendador mayor de Castilla y sobrino del famoso Ambrosio Espinóla, el vencedor de Breda) y monsiur de San Ginés, hixo de monsiur de Berri, governador de la Eucata, que por razones que se dixeron arriba, se pasó á n(uest)ro exército (Mr. Saint Onis): trahía de escolta algunas compañías de bolones (Valones), y los caballos lixeros de Perpiñán. Al otro día, llegado, hizo celebrar un solemne oficio en el Aseo, con mucha cantoría, y presentó á S(an)ta Eulalia una lámpara que havía ofrecido. Tubiéronse aquellas Carnes Tolendas muy alegres, y con mucha fiesta de máscaras y saraos, así por el suceso de Salsas, como por festexo de los dos huéspedes del Virrey, que pasadas las Carnes Tolendas partieron para la corte de Madrid.
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La autoridad real encarcela al diputado militar Francesc de Tamarit y a dos consejeros por oponerse al supuesto estacionamiento en la ciudad de un ejército, y las autoridades locales alegan que su detención es una violación de las constituciones catalanas
Sávado á la tarde, á [18] de Marzo 1640, por orden de Madrid mandó su ex(ellenci)a que el alguacil Monrrodon (Juan Miguel de Monredón) prendiera al diputado militar D(o)n Joseph de Tamarite ([Francisco de Tamarit]), y entendida por éste la orden, sin resistencia alguna se fué á la cárcel, para no conmover el pueblo. También la Ciudad disimuló su sentimiento en la prisión de J. Vergos (Francisco Juan de Vergós), cavallero, y Leonardo Serra, consejero de ciento, y por no irritar la plebe, que estava ya en disposición al menor movimiento de sublevarse Barcelona, porque estas capturas sucedían, por no permitir el diputado que se alojara la gente que el Rey quería dentro de Barcelona, y defender en Consejo de ciento los dos arriba d(ic)hos, el mismo sentir contra la voluntad del Rey, que era, sigún todos decían, de poner y alojar dentro de Barcelona diez mil hombres; pero no obstante las capturas echas, no se consiguió el fin deseado.
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Muere abrasado en un alboroto en Santa Coloma de Farnés el alguacil Monredón; la desastrosa venganza del Virrey
Discurriendo el alguacil Monrrodon por la provincia alojando las milicias, llegó al lugar de Santa Coloma de Farnés en el Ampurdán ([sic, nota omitida sobre lo poco viajero que era Parets]). Era de natural colérico, precipitado, arrogante, sobervio, y de mal trato, y obrando según su genio, y hallando en aquel lugar alguno poco sufrido, travóse de palabras, y tirando de un pedreñal el alguacil, mató un paisano, á cuia vista conmoviéndose el lugar contra él, se vio precisado á retirarse con tres criados y un comisario que le seguían, en una casa, de donde disparando muchos tiros contra los que le seguían, yrritado el pueblo más pegó fuego á la casa en donde miserablemente al incendio, perecieron los quatro.
Entendido por el Virrey este suceso, deseando castigar el lugar, disponía el que fueran ministros de justicia; pero puestos los paysanos en arma, dieron á entender matarían á quantos llegasen, y así lo experimentó un comisario, que, más atrevido que los otros, quiso intentar el ir: irritado más con esto el Virrey, y queriendo oprimir aquel desenfreno, mandó al governador D. Ramón Calders (D. Ramón de Calders y de Ferrant, Portan veus de general gobernador de Cataluña. El oficio de Portant veus de general gobernador en Cataluña, se halla ya creado en 1304, y se instituyó para substituir á los procuradores ó gobernadores de los reyes. (Capmany y de Monpalau: Memorias históricas …, tomo IV, pág. 125.) Era magistrado supremo de justicia con atribuciones varias y con los ministros del Real Consejo formaba Audiencia.), que junto con dos tercios, uno de castellanos que governava D. Juan de Arce, otro de napolitanos que governava D. Leonardo Molas, que se hallavan al contorno de Blanas …, y constaban de 4 mil hombres, entrase el lugar á sangre y fuego; pero savido por los naturales, y recojiendo la gente que pudieron, pertrechándose y cerrándose en el lugar, cojiendo los pasos por donde la infantería havía de pasar, burlaron los designios del Virrey.
Entendiendo los designios de los paisanos, no se atrevieron el Gobernador y cavos á embestir, sino que retirándose á las Mallorquinas (Las Mallorquinas es un vecindario dependiente del lugar de Riudarenas, vecino á Santa Coloma de Farnés.), y dando lugar al ardor de los naturales, al cavo de algunos días, con trazosas mañas, se capituló que para no quedar la autoridad del Virrey ultrajada, se quemasen ocho ó diez casas de las más principales en el lebantamiento: vino bien el lugar en esto, y entrando el Gobernador con la cavallería de Perpiñán, después de haver los paysanos dejado solo el lugar y retirádose al monte, quemaron casi todo el lugar y saquearon las casas, sin dejar sino la iglesia, casa del cura, y algunas de J. Farnés, pero éstas pasaron el mismo filo después por los paysanos. Los militares lo arruinaron todo, hasta 54 masías que estaban al contorno del lugar, y aunque el Gobernador no deseava exceder de lo capitulado, no pudo recavarlo con la milicia, que procedió con desorden á la ejecución. El Rey, en premio de esta acción, al Gobernador pasó el oficio en caveza de su hijo maior, y al sigundo, dió el arcedianato de Llobregat en la Seo de Barcelona.
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Llega a las afueras de Barcelona parte del ejército huyendo de los somatenes del Vallés; el abismo entre lo supuestamente posible y lo realmente deseable, los destrozos del ejército real en Villanueva, Riudarenas etc.
Recuperado Salsas, reformados los tercios provinciales, así de Cathaluña, Aragón, Valencia y demás reinos, y retirádose la gente á la quietad de sus casas, se pasó á alojar por el Principado el resto del exercito real, que devía ser de diez á once mil hombres entre infantería y cavallería; en cuio repartimiento se procedió con tal desorden y tiranía, como lo dirán los sucesos futuros de que se dará quenta en este capitulo, que, á caminar con igualdad y proporción, no fuera de ningún daño, ni de tan yrreparable ruina para España como se ha visto.
Hallávase Cathaluña en lo más alto de su felicidad, así por lo poblado, rico y opulento, como por lo belicoso de sus naturales, tanto que pasava no sólo á ser embidia de los demás reynos y naciones, sino á que los ministros mal intencionados y poco experimentados de la fineza y lealtad cathalana, impresionasen en el real ánimo algunos temores y recelos de poca firmeza, en la innata fidelidad de los pechos cathalanes; con cuias torcidas y siniestras informaciones, motivaron al Rey que, con las milicias que havían quedado, se oprimiese el orgullo de los pueblos y se minorase su opulencia, y así, siguiendo este rumbo, alojaron en los lugares con tal exorvitancia, y sobre numerosidad á las casas, que en el lugar de cinquenta vecinos echavan á quatro y quinientos soldados, y á este tono en las demás villas y lugares; y si venían los pueblos á quexarse, en bez de alivio se les cargava más de milicia, y si se replicava, se prendía á los síndicos ([omitidos varios documentos ilustrando las quejas]).
En Villa Nueba de Cichés (Villanueva de Sitjes unida á otro lugar contiguo, denominado La Geltrú, formando hoy la conocida población de Villanueva y Geltrú), porque cerraron las puertas al alojamiento, á ocasión de ser quadruplicado al número de las casas, mandó embiar el Virrey al pie de dos mil hombres, y entrando con violencia la villa, la saquearon, obrando la soldadesca insolencias, sin perdonar la onestidad de muchas doncellas, ni el sagrado de las iglesias: abrieron las bodegas, y de la malvasía y vino hacían regar las calles. Las mieses verdes las segavan para dar á los cavallos de esta villa; pasaron á otras, multando, matando, robando y cometiendo insultos y violencias en mujeres.
Discurriendo por todo el Principado con este desorden, llegaron al lugar de Riu de Arenas, en el Ampurdán (Pertenece á la comarca de La Selva), en donde la gente havía retirádose á la iglesia todo lo que pudo, y visto ó entendido por los soldados, pegando fuego á la puerta, asaltaron y robaron la iglesia, y prosiguiendo el fuego en la madera de arcas y bancos, llegó á prender en el altar maior, con tal fuerza, que por presto que quisieron acudir unos capuchinos á rretirar el Sacramento, trepando por las llamas, ya no hallaron sino carbón, y que justamente se conocían las Formas. Lleváronlas á Gerona, y reconocidas por el obispo, cavildo y personas doctas, declararon que ya no se contenía en ellas el cuerpo sacrosanto de Xpto, y así pasó el obispo á fulminar censuras contra los actores de este sacrilego incendio (La quema de Riudarenas que refiere el Cronista, desconociendo la causa que la motivó, tuvo lugar el día 3 de Mayo de 1640.—El día 13, el obispo de Gerona, D. Gregorio Parcero, fulminaba el anatema contra el tercio de Moles, autor del incendio de la iglesia de Riudarenas. (Véase Apéndice IV.)—El castigo impuesto á Santa Coloma y los desmanes cometidos en dicha villa por la tropa, y referidos anteriormente, ocurrieron el 5 de Mayo.).
Después de cometidas estas inhumanidades, queriendo la milicia pasar á Gerona, que devía ser en número unos quatro mil, entre infantería y cavallería, presumió la ciudad no sucediese en ella lo mismo que en los demás lugares, y les negó, no sólo la entrada, sino el ministrarles mantenimientos, de que estavan en suma necesidad (Continúa el Cronista desconociendo los hechos. Gerona organizó un convoy para aprovisionar los tercios que estaban alojados en los lugares vecinos de Salt y Santa Eugenia. (Son tan repetidas las inexactitudes y lagunas que se observan en esta parte de la Crónica, que para no convertir estas notas en un estudio crítico del Ms., remitimos al lector á la documentación publicada por D. Celestino Pujol y Camps, en su discurso de recepción en esta Academia, y á su anterior trabajo, Gerona en la revolución de 4640, 2.ª edición. Gerona, Vicente Dorca, 1881.)). A la noticia destas operaciones, concurrieron en arma los naturales de la comarca de Gerona, y cercando la milicia, no les permitía entrar ningún mantenimiento: desta manera estubieron dos ó tres días, y al cavo de ellos, y después de haverse comido bueies y quanto encontravan, resolvieron tomar la derrota hacia Blanes, su quartel, y marchando á él, les hiva siguiendo el país en somatenes y continuados tiros, matando muchos, así de soldados como de paisanos: llegaron con esta penalidad á Blanes, y asistiéndoles la villa, los hizo pasar á la parte del mar, en donde, socorridos, se sosegó el tumulto allí.
Savido en el Valles … lo que pasava en el Ampurdán (Lo que pasaba en La Selva. En el Ampurdán no se libraron combates entre los paisanos y la tropa, hasta que, más adelante, ésta salió de Blanes en marcha para el Rosellón), y apurados los paysanos de las extorsiones de la milicia, se resolvían á morir con las armas en la mano, ó sacudirse el yugo que los oprimía. Havía alojados, entre San Saloní y San Pedro de Ebrera (San Celoni y San Pedro de Breda, hoy estaciones del ferrocarril de Barcelona á Francia, ramal de Granollers), algunos mil y doscientos soldados, y sobre mudarse unos á otros el quartel, tuvieron entre ellos algunos encuentros, con cuia ocasión lograron los paisanos la suia, y dando con los soldados, los obligaron á que viniéndose y procurando salvarse, se retirasen hacia Barcelona, y siguiéndolos los somatenes picando la retaguardia con mucho tiro, matando muchísimos y llegando al río Vasos ([Besós]), la cavallería tomó por el río avajo, y la infantería, como pudo, se emboscó aquella noche en el bosque y montaña de San Jerónimo de la Murta ([Murtra]), pero los somatenes siempre les davan caza. Cerróse la noche, y la cavallería medio perdida, como podía, se huía arrimando hacia Barcelona.
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«España estaría financieramente mejor sin Cataluña y Portugal»
To Sir J. Brown, Knight.
ONE would think, that the utter falling off of Catalonia and Portugal in so short a compass of Time should much lessen the Spaniard, the People of both these Kingdoms being from Subjects become Enemies against him, and in actual Hostility: Without doubt it hath done so, yet not so much as the World imagines. ‘Tis true in point of Regal Power and divers brave subordinate Commands for his Servants, he is a great deal lessened thereby, but tho’ he be less powerful, he is not a Penny the poorer thereby; for there comes not a Farthing less every Year into his Exchequer, in regard that those Countries were rather a Charge than Benefit to him, all their Revenue being drunk up in Pensions, and Payments of Officers and Garisons; for if the King of Spain had lost all except the West-Indies, and all Spain except Castile herself, it would little diminish his Treasury. Touching Catalonia and Portugal, especially the latter, ‘tis true, they were mighty Members of the Castilian Monarchy; but I believe they will sooner want Castile, than Castile them, because she filled them with Treasure: Now, that Barcelona and Lisbon hath shaken Hands with Sevil, I do not think that either of them hath the tithe of that Treasure they had before; in regard the one was the Scale whereby the King of Spain sent his Money to Italy; the other, because all her East-India Commodities were bartered commonly in Andalusia and elsewhere for Bullion. Catalonia is fed with Money from France, but for Portugal, she hath little or none; therefore I do not see how she could support a War long to any Purpose, if Castile were quiet, unless Soldiers would be contented to take Cloves and Pepper-corns for Pattacoons and Pistoles. You know Money is the Sinew and Soul of War. This makes me think on that blunt Answer which Capt. Talbot returned Henry VIII. from Calais, who having received special Command from the King to erect a new Fort at the Water-gate, and to see the Town well fortified, sent him Word, that he could neither fortify nor fiftify without Money. There is no News at all stirring here now, and I am of the Italian’s Mind that said, Nulla nuova, buona nuova, no News, good News. But it were great News to see you here, whence you have been an Alien so long to
Your most affectionate Friend,
J.H.
Holborn, 3 June, 1640. -
Entra el duque de Cardona, ya enfermo, para jurar como nuevo virrey en lugar de Dalmau de Queralt, ya muerto; salida en litera para Perpiñán
Llegó á Madrid la noticia del estrago, y sin duda que luego se despachó orden y privilegio al duque de Cardona, que se hallava en Cardona enfermo, para que partiese á toda diligencia á Barcelona y jurase por Virrey; así lo ejecutó, pues llegando á Barcelona lunes 18 de Junio 1640 por la tarde, y entrando sin pompa alguna, entregó luego los despachos que, registrados aquella misma noche por los consistorios de Ciudad y Diputación, el día siguiente 19 á las ocho de la mañana, le juraron, y arto mal combalecido, que havían de irle mantiniendo, tenía orden de S. M. que en haver jurado partiera á Perpiñán, por las causas que en adelante se dirán; y así aquella misma tarde pidió para su jornada la asistencia de Diputado y Conseller en cap, así para mejor suceso de lo que havía de obrar como para la seguridad de su persona, por no estar aún quietos los ánimos de las turbulencias pasadas; concediéronselo todo y partieron viernes á 22 con el virrey Luis de Calders, conseller, y D.n Joseph de Tamarit, diputado, que ambos, para el cerco de Salsas, havían ya salido. Por el camino lebantaron los somatenes en su seguimiento; hivan todos en literas, que la corta salud del Duque no dava lugar á otro, y los dos personajes para su decencia no permita menos; el sávado 23 partieron, en su seguimiento, y para asistir al Virrey los obispos de Urgel, D.n Paulo Duran y el de Vique, D.n Ramón Semmenat.
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Muere en Perpiñán el nuevo virrey tras intentar castigar a los responsables del descontento en Cataluña
Llegó el Cardona virrey á Perpiñán, viernes á 29 de Junio 1640 (El cronista equivoca las fechas. El Virrey con su comitiva llegó á Perpiñán el día 28 de Junio á las diez de su mañana, según carta que escribió Tamarit, que es otra de las que figuran entre los documentos del apéndice número VII), con sumo aplauso y regocijo de los naturales, por los deseos que se le conocían de consolarles en sus pasadas tragedias; hecho vando pena de la vida, que ningún soldado fuese osado disparar tiro alguno sin su orden, y embió á decir á los cónsules no le saliesen á rrecivir, y su entrada fue así: la trompeta de la ciudad de Barcelona hiva delante, y luego algunos caballeros que acompañaban al Conseller en cap, é inmediatamente á éstos seguían dos maceres de la ciudad con mazas altas, y después la litera con el Conseller en cap; en la misma conformidad y con el propio acompañamiento se seguía después el Diputado militar, y en otra litera venía detrás el Gobernador de las armas; seguía luego las trompetas del Virrey inmediatas á la persona, á quien asistía mucha nobleza de la villa que havía salido á encontrarle.
Llegado allá, con mucha maña fué sacando las milicias de la villa, alojándolas en los lugares vecinos, con orden de que el paisano no les diese cosa alguna; halló en la villa tres mil y quinientos soldados alojados y solos vino á tomar ochocientos, y antes de tomar información alguna hizo salir la gente militar para hevitar algún motín, porque las órdenes que tenía de la corte heran de castigar en justicia á quien lo mereciese, sin excepción de persona. Mandó poner preso y con guardias de vista á D. Leonardo Moles, coronel del tercio de napolitanos, y al marqués de las Renas arrestó en su propia casa, prosiguiendo en tan santo ejercicio y sana intención de castigar á los culpados. Sigún se dixo, se le limitaron á la menor ocasión las órdenes de Madrid, y fuese el sentimiento de ver le atavan las manos quando se las havían dado tan libres, ó que mal combalecido de la enfermedad pasada recálese enfermo el buen Duque ([omitida una carta]), y agravándose la enfermedad de cada día, murió el de 22 de Julio 1640, con profunda melancolía y universal desconsuelo de todos, pues vio Cathaluña perdido en él el medio por donde en justicia esperaba la venganza de tanto oprobio y ruina como havía padecido con la soldadesca. Hallóse á su muerte
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Juran el obispo por virrey, tras morirse dos en siete semanas, pero ya nadie le toma en serio
Viendo en Madrid las muertes violentas del de Santa Coloma, la natural y pronta del de Cardona, ambos virreies, sucedidas en tan corto plazo, la Provincia toda sublevada, y que se arriesgava qualquier señor secular que viniera por Virrey, para que no faltara, eligieron á Don García Gil Manrique, aragonés y obispo, que havía siete años lo hera de Barcelona. Juráronlo el día 3 de Agosto de 1640, pero era virrey como de burla, porque faltándole el indulto apostólico para la administración de justicia, y asimismo los jueces, pues ninguno osaua parecer temiendo su último fin, quedava no más que sujeto de bulto, y por más órdenes que de Madrid se repetían, eran sin fruot, porque ninguna se obedecía, ni tampoco las obtemperavan las milicias del Rosellón, haciendo todos á su tiempo burla y escarnio de superiores.