La ciudad celebra en la lonja un baile al cual convidó al emperador Cárlos, á la emperatriz, al príncipe y á la corte. Todos los dichos bailaron, se sirvió un espléndido refresco, y la fuente del patio en vez de agua arrojaba vino blanco.
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Encarcelados unos músicos y bailadores por poner en peligro la lucha de Nuestra Señor contra los turcos y la peste
En aquest die, per lo vot havia fet la present ciutat o lo Concell de Cent Jurats de aquella no ballar de nits los vespres de Carnestoltes ni Dijous Lardé, per la misericòrdia havia feta Nostre Senyor a la present ciutat de Barchinona y a tot lo present Principat, de liberar-la, ço és, de la peste que ere en aquella, de remiar-la soptosament, y de la armada del turch enemich de nostra sancta fe christiana, que ere vinguda en la illa de Manorcha y prengué la vila de Ciutadella y malmané moltes ànimes, qui miraculosament se’n tornar ses fer ningun dany, ni al present Principat ni illa de Manorqua, los honorables consellers requeriren al veguer y sots-veguer, donant-los-ho per scrit, que preguessen los jutglars que havien sonat lo vespre abans per los carrers, y los qui·ls havien logats y los qui bellaven, metent-los a la pressó.
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Conducta disoluta del conseller en cap
El conseller en Cap asistió á unas bodas y bailó una baixa y alta, vestido con la gramalla. Posteriormente en 1598 se prohibió que los conselleres asistiesen á funciones de boda aunque fuesen las de sus propios hijos.
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Magnífico espectáculo y fiesta de disfraces para la infanta María Ana de Austria camino a su boda en Alemania con su primo, Fernando III de Hapsburgo
Empresa mui grande, ó loco atrevimiento parece, el querer en breves líneas descifrar tanta magestad, tanta gala, tanta grandeza y tanta hermosura como la que mi pluma pretende describir en este capítulo; pero sírvame de sol, como á Ícaro para el precipicio, mi buen deseo, y me dé calor para relatar, aunque en tosco idioma, la maior celebridad que ha visto Barcelona en estos siglos, con la entrada y arribo de la serenísima Doña María de Austria, Reina dignísima de Ungría hermana de nuestro cathólico y gran monarca Phelippe quarto, que Dios guarde.
Partió S. M. de la señora Reina, de la ciudad de Zaragoza, con aquel lucimiento y grandeza que se dirá; llegó á la siempre venerada montaña de Monserrate, entre cuias elevadas peñas tomó albergue la serenísima Reina de los Angeles María Señora nuestra, cuia milagrosa imagen y angélica casa, publican tan repetidos milagros, como manifiestan tanta multitud de ofrendas y dones de pechos agradecidos en su iglesia y casa. Recivieron allí á S. M. con el regalo y grandeza que acostumbra aquella religiosa comunidad á sus Reies y Príncipes: detúbose allí algunos días, visitando aquellas hermitas y santuario, que, en contraposición de los disiertos de Thebayda, da y ha dado tantos santos á la tri(un)fante Iglesia, y vió y admiró aquel prodigio, á cuia sagrada imagen rinden culto las más remotas naciones, que si decir se puede, hasta los infieles le tributan beneración.
Llegaron allí los embaxadores de la Dip(utaci)ón rindiendo enhorabuenas y ofreciendo, en nombre del Principado, obsequiosas alegrías de que con su Real presencia onrrase esta provincia. Partió S. M. para Espar(ra)guera, dejando con amorosos afectos su corazón en aquel celeste sitio y morada de la Virgen, pasó de Espar(ra)guera al lugar de San Feliu (del Llobregat), distante de Barcelona dos leguas; llegaron allí los síndicos de la ciudad á ofrecer á S. M. con reverentes afectos su posivilidad y corazones. También fué el señor duque de Feria, virrey del Principado, á tributar paravienes de bienvenida y besar la mano á S. M. en compañía de mucha nobleza, con ricas libreas y lucidas carrozas, en que puso particular estudio la nobleza cathalana: señalóse la entrada para el día siguiente, que era viernes á ocho de Febrero de mil seiscientos y treinta. Este día partió S. M., después de haver comido, para Barcelona, entrando entra tres y quatro horas de la tarde en la forma que se dirá, precediendo un sin número de acémilas, ricas carrozas y familia, con costosas libreas, así de la Reina como de los que la hivan sirviendo.
Veníanla asistiendo el arzobispo de Sevilla y duque de Alva, por el Rey n(uest)ro S(eño)r. El Arzobispo trahía gran lucimiento de familia y acémilas. Noté con especialidad cuarenta acémilas con los reposteros de damasco carmesí y bordadas las armas del Arzobispo en tela rica, con relieves de oro y plata. Los garrotes para asigurar la carga, era de plata maciza; las planchas que trahían los mulos de lo mismo, y con ricos plumages; las sogas eran cordones de seda. Venía entre estas acémilas una que sólo servía para el acarreo del agua, con cuatro grandes cántaros de plata, y hasta las mismas angarillas cubiertas de plata de martillo; venían con éstas muchos capellanes y 24 pajes, vestidos de terciopelo morado; sin éstos, una máquina de lacaios vestidos de morado, con capas guarnecidas de pasamanes de oro y seda, y asimismo el resto del vestido. El duque de Alva llebava también mucha familia ricamente vestida, mucho número de pajes y lacaios; la librea de éstos era de paño muy fino, color de canela, guarnecida de pasamanes de oro hasta las capas á lo largo, que estava hermoso; y en fin, descrivir por menudo las galas de todos, sería nunca acavar. Lo que puedo asigurar, que era una India la riqueza y thesoro que incluían tan ricos vestidos y libreas como trahían los señores y familias que vi entrar aquella tarde por la puerta de San Antonio.
Llegó el Arzobispo á la Cruz cubierta, en donde, sin salir de su litera, aguardó que los puestos llegaran á dar la vien venida y besar la mano á la Reina, que poco más atrás también en su litera aguardara: que tardaron algo los puestos á llegar, vino el ex(cellentissi)mo señor Don Juan Sentis, Obispo de Barcelona, con su ilustre cavildo, que se componía de doctos y nobles sugetos, llegando cerca de la litera de la Reina: el Obispo en nombre de todos dio la bienvenida á S. M., y se ofreció á su Real servicio. Los prevendados pasavan de uno á uno, y vesando al Obispo la mano, hacían su acatamiento á S. M., á quien el Obispo nombrava y decía los sugetos quienes eran, así como hiban pasando: acavado esto, bolvióse el Obispo con su cavildo á cavallo, dio algunos pasos la litera de S. M. y llegó el consistorio de la Diputación, con las mazas altas y todos sus oficiales con mui costosos vestidos y, llegando á la litera, se apearon todos, y de uno á otro besaron la mano á (la) Reina, y cumpliendo con las ceremonias de bien venida se bol vieron á sus casas. Paró un poco S. M. y llegó la Ciudad en forma, con todo su acostumbrado séquito, y el Conseller en cap, que era Gerónimo de Navel, pasando al lado de la litera, sin baxar de á cavallo ni él ni los demás, dio en nombre de toda la ciudad el parabién del arrivo y hizo los devidos ofrecimientos, que, concluidos, se dispuso el entrar la Reina, cuio norte y modo fué así. Pasadas las recámaras de la Real persona, del arzobispo de Sevilla y duque de Alva, y todo el tren supernumerario en esta función, pasaron los cavallos ligeros de Perpiñán armados. Los soldados de lanza y pistola con la librea acostumbrada, color amarillo y negro: venían luego los títulos y primer familia de S. M., á quienes sucedían el Arzobispo y el de Alva, llevando en medio al embaxador de Alemania; consecutivamente venían los Conselleres con sus mazas altas y todos los oficiales de la casa, y luego venían el duque de Feria, Virrey, y el Conseller en cap, en medio de los quales, en unas andas ó litera descubierta, venía la Reina. Aquí quisiera ser un Apeles ó un eloquente retórico, para copiarte con razones la velleza de un ángel humanado, pues sin encarecimiento podré decirte que concurrían en su sugeto, hermosura y Mag(estad) tan sin afectación, que sólo ella podía ser copia de si misma: la litera venía guarnecida de damasco verde, con galón de oro; el vestido era también verde, pero apenas se divisava, pues el oro y plata de relieve cegava para descubrir el campo; el tocado al uso, con su rosa negra, manguito de martas, y toda ella parecía perla en verdes conchas; seguían después ricas carrozas de ayas, damas y meninas, tan ricamente vestidas en barios colores, que parecía el campo amena primavera en rigores de Febrero. Advirtiósele á S. M. que entre lo serio y afable de su belleza, á una parte y á otra miraba con particular gozo y amor á basallos tan finos de su hermano; salieron de la ciudad quatro numerosas y ricamente vestidas compañías de infantería, cuios cabos ó capitanes eran D[on] Fran(cisco) Doms (de Oms), D[on] Juan de Gril, D[on] Bernardo Salva y D[on] Alexo Semenat; los soldados eran las cofradías ó oficios de pelayres, sastres, pasamaneros y sederos, que en todo pasavan de mil quinientos hombres, y con mucha orden y destreza: al llegar Ta Reina delante los esquadrones, hicieron una vistosa salva que entre el estruendo de pífanos y cajas parecía un campo de batalla; repitieron segunda salva, y fueron de guardia á la persona. Llegando á la puerta de San Antonio, la artillería obró lo que le tocaba en repetidas salvas de muchos trabucos, que en ileras se havían puesto sobre el muro, á quienes respondía la soldadesca; caminaron con este orden y militar estruendo la calle del Hospital y Rambla, al Llano de San Fran(cis)co y casas de los duques de Cardona, en donde tenía su palacio. Al llegar aquí, toda la marina era un continuado trueno con tan repetido tiro. Apeóse S. M. y acompañándola hasta su cámara, se despidió la Ciudad y demás gente que la cortejara. Encarecer la multitud de almas que concurrieron á ver esta función no es posible, porque parecía que las havía llovido el cielo como el agua, quando más espesa y menuda cae. A poco rato que S. M. estubo allí deseó ver el mar, y pasando por la galería ó puente que se fabricó para nuestro Rey, se puso en el balcón del mar, á cuia vista las ocho galeras que ocupaban el muelle haciendo frente al balcón, mui ermoseadas de vanderas y gallardetes, hicieron repetidas salvas, á quien respondían las quatro compañías arriba dichas, que asiguro parecía una reñida batalla de numerosos exércitos. Entre estos marciales estruendos llegó la noche, en la qual, entregándose todos al descanso, tubo fin la fiesta de este día.
Amaneció el siguiente, que era sábado, tan claro y apacible, que el mejor de el Mayo no pudo ygualarle (que hasta el cielo lisongea benigno á las R(eale)s personas). Estaba la Plaza prevenida para las fiestas, y tan ricamente aderezada como dispuso la vigilancia de los señores Diputados y requiría la ocasión; y por parecer pequeña para tanta magestad, en dos días se alargó muchas baras y ocupava un superfino terrapleno de la parte del muro, en que trabajaron trescientos hombres cada día. Estava todo el sitio rodeado de tablados curiosamente dispuestos, y particularmente uno, que ocupava el frontispicio de la casa del conde de Santa Coloma; estava doce palmos alto de tierra y sus columnas arriba, para formar el sobrecielo, todo de damasco azul y amarillo, con la tapicería de la Diputación, historia ó fábula de Mercurio, que en su género y riqueza no se le sabe ygual; este tablado hera para las señoras y damas de la Reyna únicamente.
Aquel día, á horas competentes, besaron la mano á la Reyna en público el Obispo y cavildo, la Ciudad, los diputados, los consejos, y por su orden los demás puestos y nobleza: en estos obsequiosos y devidos cumplimientos se pasó aquel día, y llegando la noche, apenas extendió ésta su negro manto, quando, para desmentir sus sombras con artificiales luces, amaneció nuebo día en aquel sitio. Estava todo el cercado de blandoneras y acheras tan espesas, que el calor de unas á otras era tan activo que aindava á dirretirse y quemarse más aprisa, y en donde no podían ponerse achas, suplían calderones de tea. Toda la cera era blanca, y ella y la fiesta á costa de la Diputación. Poblóse luego el balcón de las damas de la Reyna y sucesivamente los tablados; llenóse la plaza de gente de calidad, que fué preciso que salieran á despejarla. Don Bernardino de Marimón y Miguel Juan Granollaes, que con hermosos cavallos y ricos aderezos de raso verde y pasamanes de oro, vistiendo ellos el mismo color, y ocho lacaios con librea encarnada y plata, despejaron la Plaza, y luego S. M. ocupó el balcón de su mismo palacio, que hacía frente á la misma plaza, y se dio principio á la fiesta en esta forma: entraron delante clarines, trompetas, cajas y menestriles, todos con libreas de damasco blanco y carmesí, antiguos colores de las libreas del Principado; venían después quatro maeses de Campo, quienes heran D[on] Juan de Ardena, Joseph de Bella filla, Don Juan Ferrán y Don Pedro Vila, con ricas galas, plumajes, hermosos adrezos y vizarros cavallos; venían sucesivamente el diputado Militar Don Francisco Sentis, acompañado de Don Joseph de Cárdena, conde de Montagut, vestidos á la española de la m(an)g(a)? leonada, con franxas de oro de Milán, y las capas de lo mismo á echura de gavanes; el aderezo de los cavallos era de lo mismo, con quarenta lacaios de librea de lo mismo, que si no hera tan costosa como las galas de los dueños, hacía los mismos visos, con mucho plumaje y sus achas encendidas corrieron parejas, y haciendo acatamiento á S. M. con las lanzas, tomaron su puesto. Lo mismo hacían los demás que se siguen, con gran concierto y vizarría. Entraron después D[on] Joseph Cano? y Don Ramón Semmenat en traje de emperadores romanos coronados de laurel, con ricos cabos y adrezos: llebaban ocho lacayos á la romana, vestidos con cotas largas plateadas, con helantes de plata y sus achas de cera blanca encendidas. Es de advertir que era á cordado que ninguna pareja podía entrar más que ocho lacayos, menos las del Diputado militar y vizconde de Job. Gerónimo de Gava y Marcho? vestidos á la francesa, los bestidos acuchillados con muchas mengalas blancas qual salían por la trepadura; los calzones de grana guarnecidos de pasamanes de oro. Los lacaios en el mismo traje color y bestidos, algo menos costosos. Joseph de Corbera y Diego de Bergos en traje pastoril, pero con mucha gintileza y curiosos vestidos. Los lacaios al mismo modo y color. Don Juan Junent y Luis Lluy, en forma de ninfas y amadriades de los bosques, con muchas telas brillantes salieron muí galanes: los lacaios bestidos con vaquelléros á lo antiguo, con bariedad de colores, que en plumas é invenciones lustrosas hacían famosa vista. El varón de Rocafort y Don Ph(elip)e Ferrán en traje de egipcios, con bariedad de plumajes ricos y diversos colores. Los lacaios del mismo género. Don Joseph Doms y Don Joseph Gamir á lo portugués, que bien que iban de negro, hacía mucho el vestido por ir guarnecido de canutillo y pasamanes de plata; los lacaios de esclavos, con justillos del mismo color y calzón blanco. Don Francisco Funet y Don Antonio Mur en traje bolonés, con mucha gallardía y donaire. Los lacaios asimismo cerraban esta quadrilla. Don Luis Rejadell y Don Luis Soler vestidos á la española, con ricas galas y costosos plumajes y no menores adrezos de cavallos, que todos en su traje procuraban llebar ricos ginetes. Los lacaios destos dos últimos iban también de librea á la española. Sin intermisión ninguna, al son de pífanos y atambores, entraron quatro carros triunfales con mucho primor y destreza fabricados, tenía cada uno 24 barás en largo y 16 en ancho, con sus valagostados á los lados, todos plateados, y á cada esquina personajes de bulto mui bien trabajados; llebavan unas telas pintadas de variedad de fábulas al rededor de los carros hasta tierra, y con ellas se cubrían assí las ruedas como la gente que movía la máquina del carro con tal orden y secreto, que parecía que sin impulso alguno caminava; venían en cada carro cinco caballeros armados de punta en blanco, con lanzas plateadas y ricos plumajes y libreas con muchos volantes: todos los de un carro iban de una color y los otros de otra, entrando la plaza con gran magestad y lucimiento; dieron uña buelta á ella haciendo el devido acatamiento á la Reyna, y hecho esto, se retiraron los carros á un cavo de la Plaza. En cada carro iba uno que hacía maestre de Campo delante los otros quatro: que eran del primer carro, Don Ramón Gelabert; del 2.º Don Francisco de Paguera; del 3.º, Don Ramón Zalma; y del 4.º Don Luis de Escallar. Entró luego la otra quadrilla, que se componía destos: Francisco Gallar y Jayme Magarola vestidos á lo indiano, todos negros, con tal primor y velleza de plumajes, que sin deslucir á los demás se tubieron éstos por los más gallardos y bien vistos de todos los trajes, pues en riqueza quisieron manifestar ser en sí una India. Don Grao Guardiola y Don Juan de Tamarite á lo tudesco, con ricas y brillantes entretelas. Don Bernardo y Don Miguel de Calva en traje de salvajes, vestidos de oro y verde, con mucho primor y no de poco coste. Don Luis de Jenolar y Francisco Sorribas vestidos de úngaros, muy ricos sombreros al estilo de aquella nación y forrados de martas y el vestido también, que pareció muchas veces bien esta gala. Los lacaios de todos estos, al mismo modo que sus dueños en trajes y colores. Don Alexo Grimau y Don Luis Sanz al modo que nos pintan las amazonas, con mucho donaire y gala, y los lacaios á modo de antiguos soldados, iguales en color á sus amos. Don Juan de Eril y Don Thomás Fontanet de vandoleros á la cathalana, con trajes al uso, mucha charpa, flasco y pistolas, las capas á la gascona leonadas y oro con muchos alamares, y forradas en tela de plata con ricos adrezos los cavallos. Los lacaios en cuerpo al uso, con pistolas. El capitán Miguel y Planella, como á persianos, salieron con lucidas galas; los lacaios al mismo traje gallardamente vestidos. Don Gaspar Calders y Joseph Aguillar de flamencos, con rrubias guedejas y vistosas galas. Los lacaios del propio modo; el oidor militar, que era Francisco Casanovas, y el vizconde de Job, á la antigua española, con calzones á la antonia, capa con capilla y gorra llana, con tanta vizarría y gala, que no se podía desear más. Estos trahían quarenta lacaios vestidos á nuestra antigua moda: todos venían con mascarillas, procurando en ellas cada qual copiar los rostros de las naciones que representavan. Dióse principio á los estafermos, pues en cada cavo de plaza havía uno, y empezó á correr el Diputado militar, después de haver todos hecho las devidas cortesías á la Reyna; tomávanse las lanzas en medio de la plaza, que, como heran dos los estafermos, avían al cavo de la carrera de ejecutar la suerte, y en un hermoso caracol que formaban con los cavallos, en breve rato corrieron de seis á ocho lanzas cada uno, con gran destreza, felicidad y buenas suertes. Mudáronse luego las achas del cerco de la plaza con tal disimulo, que siendo más de mil achas las que de continuo quemaron, admiró mucho asi la diligencia como la grandeza: interrumpieron esta nobedad y atención los pífanos y atambores, á cuio aviso, con magestuoso movimiento, se juntaron los quatro carros triunfales delante el balcón de la Reyna, y formando uno servían los balagostados de hermosa valla para el torneo, que se hizo todo lo bien que se podía desear; concluiendo la fiesta con dos follas de cinco á cinco, y dando con gran orden y hermosa gala una buelta á la plaza, se retiraron todos, que era ya pasada media noche. Un lacaio poco experto pereció en la desilada del estafermo atropellado de un cavallo.
El día siguiente, que era domingo de Carnestolendas, se esmeró la nación cathalana en hacer las más festibas este año que las demás, con báriedad de danzas, bayles, quadrillas y hermosos y ricos disfraces; el clos (cercado) era en el Llano de San Francisco, adonde todas las máscaras y el concurso asistía, y en devidos puestos era un continuo sarao y festín; y para esto tenían los Conselleres, como acostumbran, barias quadrillas de músicos y menestriles; por las noches era toda Barcelona una fingida Troya en fuegos y luminarias, pues hasta los muros estavan cercados de luces con bariedad de imbenciones. Esto duró las tres noches, y todas ellas se dava fin al bullicio pasada la medía noche: á las oraciones la artillería y milicia hacía su salva, y todo cuanto se oía y veía era demostraciones de amor, festejos de gozo, en obsequios y aplausos de la serenísima Reyna.
Ultimo día de Carnestolendas, que lo era de nuestra gloriosa patrona, quiso S. M. con su eredado celo y cathólica piedad visitar su santo sepulcro de la virgen y mártir Santa Eulalia, y así fué S. M. con mucho lucimiento al Aseo. Estava aquélla iglesia un abreviado cielo, así de riquísimas colgaduras como de plata y oro, y con muchos perfumes y aromas: asistióle el cavildo todo, y visitó la capilla con suma devoción; llevada de la misma, el lunes 25 hizo la misma diligencia al glorioso San Raymundo de Peñafort, en el combento ó iglesia de Santa Cathalina mártir, de religiosos dominicos: havían también éstos adornado ricamente la iglesia y altares; recivió á S. M. la comunidad cantando el Tedeum laudamus, y después de haver hecho oración al Sacramento, visitó la capilla del Santo, en donde vio á sus dos hermanos Rey y Reyna n(uest)ros?: tomó después su coche. Iba en cuerpo con un bestido de terciopelo azul y negro, bordado de oro y mui preciosas joyas. Reconoció S. M. la fineza y amor con que la miravan los cathalanes, que guiasen por la calle de los Mercaderes, de la Boria y de Moncada, al muelle; luego llegó la noticia á la marina, y recojiendo las tiendas las galeras, dieron al viento hermosas vanderas, flámulas y gallardetes, y llegando S. M. á emparejar con ellas, dispararon artillería y mosquetería con gran gala repitiendo hasta sigunda salva, haciendo lo propio las demás embarcaciones: paseó un rato S. M. y, retirándose, dejó entre gustosos y apesarados los ánimos de quien la miraba, ocasionando ambos efectos su vista y su ausencia.
Domingo, á dos de Marzo, quiso ver S. M. el sumptuoso combento de San Fran(cis)co, y así pasando por la tribuna, bajó á la iglesia, en donde los religiosos, cantando el Tedeum laudamus, la recivieron: hizo oración á Nuestro Señor, y entrando por la sachristía, dio vista á todo el combento haciendo mansión un rato en el claustrillo pequeño, con ocasión de la montañuela que con bariedad de personajes ó imbenciones de agua tienen dispuesta los religiosos.
Domingo, á tres del mismo mes, mandó S. M. prevenir sus carrozas, y acompañada S. M. del arzobispo de Sevilla, de su confesor, del conde de Barajas, damas, meninas y meninos, se fué á visitar la Real casa y monasterio de Pedralbas: á la noticia de este viaje se poblaron los campos y caminos de gente, que parecía un numeroso exército. Havían precedido algunos días de gran templanza, y como el clima es benigno en este país, estaba ya la campaña hecha una alfombra verde y casi entretejidas de flores, pues ambiciosas de rendir cultos á tanta Magestad, intrépidamente rompieron las conchas de que naturaleza las previno en los rigores de Henero. Alegres los pajarillos de tanta grandeza y soberano huésped, lisonjeaban en dulce armonía con barios motetes, y en fin, todos tributaban beneraciones y parabienes á tanta grandeza. Llegó S. M. al monasterio, y reciviéronla aquellas santas religiosas con indecible alegfía, entonando el Tedeum: besáronla la mano, y al entrar en la clausura, era tanto lo que sentía el concurso perderla de vista aquel breve rato, que no pudiendo aguantar la guardia, fué preciso que el conde de Barajas insinuara á S. M. el desconsuelo con que quedaban, y dijo entonces S. M. en voz alta que luego saldría, que se quitasen, y que permitía entraran todas las señoras y damas cathalanas que allí estaban, y que los hombres quedasen. En procesión se fueron derechamente al coro y luego hubo sermón, que, acavado, dijo misa el Capellán maior de S. M., y concluida se fueron á donde las religiosas tenían ya dispuestas las mesas y sumptuosa comida: della nada diré, pues estando entre monjas, dicho se está que sería todo cumplidísimo: comió S. M. en presencia de todos y las damas cathalanas, enseñando con su modestia, templanza y pasimonia lo que deben hacer las señoras; retiróse luego á otra estancia, para dar lugar á que las damas comiesen. Las barcelonesas se repartieron por las celdas con sus conocidas. En haver comido, quiso S. M. pagar el agasajo á las damas cathalanas y llebada de su gran benignidad, las embió á decirles daba lugar para besarle la mano, que todas lo ejecutaron con reverente obsequio y rendida obediencia. Pasóse la tarde en ver la casa y su grandeza; dieron las monjas una esplendida merienda de bariedad de dulces, y S. M., después de haver tomado algo, dijo á las circunstantes todas que comieran sin reparo ni atención alguna; mandó luego se dispusieran los coches para bolverse á Barcelona, que ya era tarde, y con el referido aplauso bolvio á Palacio.
El lunes, á 17 del mismo, visitó S. M. la iglesia y Real combento de la Virgen de la M(e)r(e)d: iba bestida de terciopelo morado con guarnición de puntas de oro y rico adrezo de diamantes; recivieronla aquellos santos religiosos en la conformidad que los demás combentos, y hecha oración en la iglesia, pasó Su Magestad al combento, y después de visto condujéronla al refitorio, pieza mui vella, en donde con rendida voluntad tenían los padres una mesa puesta con 40 fuentes de variedad de dulces, y á su lado un primoroso aparador de vidrios, que se llevaron toda la real atención y de los circunstantes. Sentóse S. M. en una silla de terciopelo carmesí, por ceremonia no más, y apenas se lebantó, quando entre los del cortejo quedaron mesa y aparador destituidos de todo, que pareció un encanto la brevedad y sutileza con que lo lebantaron; bolvióse S. M. á casa, y viendo la multitud que la seguía y llevada de su deboción, por el Llano de San Francisco suvió á la muralla y fué á visitar la capilla de Monserrate, y por la misma muralla se bolvio á su Palacio.
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Edicto anti-rave
Edicto por el qual se prohiben los bayles en las casas particulares. Visto los grandes inconvenientes que pueden resultar de los bayles que se hacen de noche en casas particulares de esta Ciudad:
Considerando que la Policía debe tener conocimiento de estas concurrencias á fin de proteger aquellas, cuyas miras son honests y pacíficas, é impedir las que, baxo este pretexto, podrian ocultar la intencion de turbar la tranquilidad pública, decreta lo que sigue:
ART. I. Se prohibe á qualquiera persona tener en su casa bayle ó sarso sin expreso consentimiento del Comisario General de Policía: qualquiera persona que contravenga á este artículo, será castigada con tres dias de prision y doce libras de multa.
ART. II. Todo amo de casa ó cabeza de familia que habrá obtenido el permiso referido en el artículo antecedente, será responsable de lo que pueda en ellas sobrevenir.
ART. III. Sin embargo será libre á qualquiera persona de reunir en su casa una sociedad de algunos amigos, y en el caso que esta reunion fuese conseqüente, deberá conformarse á las disposiciones del artículo primero de este Decreto.
ART. IV. Los Comisarios de Policía visitarán de noche cada uno en su Quartel estas varias concurrencias, y vigilarán que el buen órden y tranquilidad reynen en ellas.
Hecho y decretado en el Comisariato General de Policía de Barcelona á primero de Febrero de 1809. El Comisario General de Policía = R. Casanova. = J. Barreau = Secretario general.
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Dijous gras, 1842
El jueves anterior al domingo de carnestolendas llamado dijous gras se distingue por las meriendas de morcillas y otras substancias, que se hacen particularmente entre los niños; nótase en este dia entre las clases trabajadoras un principio de movimiento hacia las diversiones que anuncia la proximidad del carnabal. Este se celebra en Barcelona poco mas ó menos al igual de los demás pueblos: la mayor concurrencia en la tarde de los tres dias es en el paseo de la Rambla, á cuyo alrededor dan vueltas sin fin una multitud de calesas y tartanas ocupadas generalmente por una muchedumbre de hombres, mujeres y niños de las clases proletarias, entre las que se ven disfraces repugnantes y asquerosos como en todas partes, bien que este mal gusto va disminuyendo cada vez y es de esperar que desaparecerá totalmente. De algunos años acá se ha introducido el uso dé las comparsas que llamaban antiguamente cuadrillas, que consisten en varias parejas mas o menos bien disfrazadas, que en las noches anteriores al carnabal se presentan en las casas de sus amigos, en las que se bayla y cantan piezas escojidas.
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Fiesta de «la gran Diana» de Barcelona, con sortija en Sarriá
El 12 de febrero, dia de Sta. Eulalia, es costumbre el salir al pueblo de Sarriá donde hay bayles en la plaza y otros regocijos como el que llaman Sortija, repitiéndose igual fiesta el domingo inmediato, á la cual llaman la torna boda; esta se celebra igualmente en las demás fiestas que se hacen por los pueblos vecinos á esta Capital.
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En busca de la verbena
Las vísperas de S. Juan y S. Pedro, (lo mismo que la de Navidad) acostumbra el pueblo correr las plazas y calles toda la noche al son de varios instrumentos y canciones populares, reuniéndose particularmente en la esplanada llamada el paseo nuevo ó de S. Juan, y en la mañana de este dia, luego que se abren las puertas de la plaza sale la gente á cojer la berbena, que llaman aquí tomar la buenaventura.
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Fiestas de la Concepción y Santa Lucia, feria de belenes
El 8 diciembre, fiesta de la Concepcion y el 13 de Sta. Lucia, celébrase alrededor de la Catedral una feria de figurillas de barro, casas de carton y de corcho, con los demás enseres necesarios á la formación de Belenes ó Pesebres para las próximas fiestas de Navidad. El 1.° de dichos dias empiezan regularmente los bayles de máscara que da la casa de Caridad en él grande y majestuoso salón de la Lonja, y en los almacenes de las casas de Nadal que llaman la Patacada, que los hay todos los dias festivos y algunos de trabajo, hasta el Carnabal inclusive. Preciso es acudir á ellos para formarse una verdadera idea de lo que ofrecen de original estas diversiones, de la variedad y ridiculez de los trajes, de sus escenas verdaderamente cómicas, y sobre todo de un sin número de intrigas secretas que se traman bajo el disfraz entre la baraunda y confusion de voces contrahechas, música, risas, empellones y estruendo.
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Los regalos de los Reyes, baile en la Llotja, el porque de las máscaras, un cuento de amor
El que haya leido el artículo del dia anterior, necesariamente ha de conocer el desasosiego de los niños para levantarse apenas amanece Dios. Su primera diligencia es abrir la ventana y buscar en el plato que pusieron en él, si los Santos reyes han traido turron. El chasco de los ya creciditos que se encuentran un libro ó unas disciplinas, ó un dedal y una aguja, les hace bajar la cabeza y avergonzarse ó de haber sido tan crédulos, ó de haber ocultado su malicia con respecto al conocimiento de quiénes son los que pueden jugarles semejantes tretas. Las observaciones de los papás y padrinos ó tios suelen ser el sainete de esta funcion que no es fácil concluya sin algun pucherito por parte del chasqueado.
La parroquia de Ntra. Sra. de los Reyes ó del Pino celebra con toda solemnidad la fiesta del dia. Mucha música, muchas luces y sobre todo muchísima gente. La funcion de la tarde suele tambien ser muy concurrida.
Como hoy es dia festivo, no puede faltar el paseo en la muralla del mar desde las 12 á las 2 de la tarde.
Los teatros dan las dos funciones de costumbre.
Por la noche tiene lugar el segundo baile de máscara en el salon de la casa lonja, con las prevenciones de estilo.
Cosa bien particular es que los bailes de máscara hayan ido tan en decadencia en esta ciudad que mereció en lo antiguo la consideracion de otra Venecia por sus máscaras; y no sabemos si achacarlo á la falta de humor de la clase acomodada ó á la sobra de posibilidad de la clase mas humilde. En otro tiempo las señoras asistian á este baile sin disfraz y con trages elegantes, posteriormente la corrupcion de costumbres las obligó á adoptar la mascarilla, y últimamente solo asisten á él en ciertos dias señalados como se verá en su caso y lugar.
¿Y qué se hace en este baile de la lonja? Lo que en cualquiera otro baile de máscara: no bailar. Perdiéronse los faustosos y graves minués, y las monótonas contradanzas españolas han desaparecido: las fatigosas mazurcas y galopadas casi quedan reducidas á la nulidad; los zalameros y remilgados rigodones y hasta las polkas son desatendidas á pesar de la moda. Sin embargo la orquesta no es lo que menos incita á bailar, porque tiene un buen repertorio y toca con bastante precision. Pues entonces, ¿qué particularidad puede ofrecer un baile de la lonja? Las máscaras, esas máscaras que con sus bien ó mal ideados disfraces recorren el salon bromeando, saltando y chillando siempre. ¿Pero qué novedad y qué interés pueden tener las máscaras? porque en efecto, ¿quién no ha sudado en su vida una careta? ¿quién no se desfigurado bajo los pliegues de un mal disfraz? y en esta guisa ataviado, ¿quién no ha hecho mas de dos decenas de travesuras, y no ha dicho cuatro mil sandeces, y no ha dado otros tantos aullidos por añadidura? Sin embargo algo nos será forzoso decir, y puesto que hemos principiado, debemos llevar adelante nuestro artículo enmascarado ó de máscara, que todo se sale allá.
Un plan amoroso cualquiera que sea, un deseo de habérselas, no sé si se diga cara á cara con un rival, y ciertas circunstancias y compromisos inevitables con personas cuyas insinuaciones cierran la puerta á toda escusa, pueden obligarle á uno á vestir un trage que no es el suyo, á tomar un semblante distinto del que habitualmente tiene, á verse transformado en un personage del siglo undécimo, en un pelafustan de nuestros dias, en un moro marroquí ó en un cristiano de allende: ¿quién es capaz de conocerle á uno entonces? El fisonomista de Zurich, Lavater mismo, con su sistema, esperimentos y teorías ha de estrellarse contra los lineamientos de una cara postiza. Un ángulo facial de cuarenta grados con su gesto severo y discursivo oculta un rostro grotesco, como si dijéramos, una fisonomía de salmon. Hay quien rabia á pesar de lo absorto de su mascarilla de cera, y hay tambien quien se rie hasta reventar detrás de un semblante casi de hierro.
Se dirá tal vez que esto no son sino generalidades, y que lo que debemos consignar en el Añalejo son costumbres peculiares del pais. Pues entonces contestarémos con una anécdota hallada en los mamotretos de un curioso, y que insertamos á continuacion para que pueda leerla el que no esté cansado de seguir nuestra palabrería.
No fue amor ni cosa que lo valiera sino un esceso de complacencia lo que obligó al jóven Anselmo á rendir su libertad en una noche de baile en el salon de la lonja, al capricho de tres ó cuatro muchachas, que por cándidadas que pareciesen, por tímidas que al trato de las gentes se presentaran, la sola idea de la mascarilla dió al traste con todas las virtudes teologales de que se les debia suponer dotadas; y buscaron trages y pidieron prestados á la doncella su jubon y faldas de payesa, y las arracadas á el ama de leche, y descosieron vestidos y enaguas y cosiéronlas de nuevo, y revolvieron cofres, y aquel dia acerté á querer visitarlas y, vean VV. las señoras no estaban en casa! habian salido á unas diligencias….. y qué sé yo cuántas otras satisfacciones dióme la criada sin que se las hubiera pedido, porque á convencerme de que mentia me bastaban los cuchicheos y pisadas, como de quien corre, que se dejaron oir detrás de la puerta durante el no corto espacio de tiempo que medió desde mi primer campanillazo hasta el primer ¿quién hay? que me fue dado desde la rejilla. Dios se lo pague: gasté una tarjeta, pero me ahorré una visita.
Volvamos á nuestras jóvenes que á trueque de no ver frustrados sus intentos, buena cuenta tuvieron de que nada faltara al jóven Anselmo para disfrazarse, y con cuatro hilvanes modificaron un par de colchas á manera de dominó; trage que no desdecia en cosa alguna de la papalina y la camisola ceñida sobre una basquiña de anascote con que se atavió una respetable señora tia de las muchachas, que por aquella noche debia hacer las veces de mamá y ser compañera inseparable del infeliz Anselmo.
Las diez daban en el reloj de Santa María del mar en el momento mismo en que entró la comitiva en el salon de la lonja, sacando de quicio sus propias orejas para arreglar y acomodar las mascarillas, y á pocos pasos se anunció ya la vanguardia con los consabidos gritos de ordenanza, y rompió el fuego.
–Adios! ¡adios! ¿Me conoces? ¿Me conoces? ven acá: ven acá……………………………………
–Diga V. Anselmo ¿dónde estan las niñas? –Señora, han quedado ahí detras dándole broma á un sugeto. –Vamos á buscarlas………………………………………
–Chica, ¿dónde está mi tia? –Estaba cansada, y he venido á sentarme. –Y dónde paran las otras? –No sé. –Vente y cógete del brazo de Anselmo. No de muy buen talante recibió la muchacha esta inesperada visita, pero al cabo obedeció, aunque no sin que la siguiera el sugeto con quien en sabrosas pláticas estaba, con el fin, por lo que se echó de ver, de continuarlas.
–Adios! ¡adios! Ya te conozco; ya te conozco. Eres Anselmo. ¡Qué bien acompañado! Vaya, chico, que te diviertas mucho!De sobras estuvo para el jóven este aviso de una máscara que acertó á pasar, que bien se le alcanzaba lo ridículo de su situacion, aunque no tardó en lucir para él un rayo de esperanza, y pensó dar treguas á sus desventuras luego que á aquellas señoras les plugo el sentarse. Pero no bien hubo desperezado disimuladamente sus brazos y preparádose para soltar la cinta que sostenia la mascarilla, cuando atropelladamente se llegó á él la otra seccion de la comitiva cuyo paradero se ignoraba, y con gran desasosiego pidiéronle que no se quitase la mascarilla por no esponerlas á ser conocidas, pues cierta persona, sin duda porque estaba de mal humor, se habia atufado por unas verdades que le dijeron, y pudiérase añadir, por unas mentiras que improvisaron.
No creyó Anselmo del caso, ni lo hubiera sido, decretar un no ha lugar á semejante solicitud, pues no quiso arriesgarse á perder en un momento el concepto de complaciente qeu se ganara á fuerza de sudores; y héle ahí conservando la mascarilla, que con ser de las finas, no dejó por eso de encerarle un tanto el rostro.
Mas por cuanto pudo el atufado hallar ocasion (no importa el cómo) de desquitarse del agravio qeu creyó haber recibido de las niñas, y entonces al soltar de las lenguas siguió el arrancar de mascarillas, y tamaños desmanes no pudieron menos de producir para colom de infortunio, los preludios de un duelo en el que Anselmo debió representar el papel de provocador; y gracias á la prudencia de que en estos casos jamás falta una buena dosis, gracias á la intervencion de la autoridad competente y á las persuasiones de unos amigos, no tuvo otro resultado que unos arañazos precedidos de algunas puñadas, intermediado el todo con la pataleta de una de las interesadas.
A pesar de estos contratiempos hubo quien sacó su provecho del disfraz y de la mascarilla, porque consiguió á su favor, lo que no pudo lograr en treinta años de soltera que por lo menos contaba, porque tampoco faltó quien se dejase seducir por ciertas cualidades que en ella pretendió adivinar primero al través de la mascarilla, hallar despues durante la cita que le fue dada para el dia siguiente, y que tomó por reales y verdaderas á vuelta de algunas entrevistas.
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Los bailes particulares
Nó precisamente en este dia, pero sí desde los primeros del mes suelen darse en algunas casas bailes particulares, costumbre que ha sufrido un gran golpe desde la institucion de los casinos. Mas como aun no está del todo perdida, seria un robo hecho á nuestros lectores, no decirles cuatro palabras acerca de esos bailes, los cuales á pesar de la mudanza de los tiempos, conservan un carácter especial que perderán muy tarde ó nunca. Danse los bailes particulares en una sala de regulares dimensiones, no siempre profusamente iluminada, con sillas á la redonda, y con la añadidura muchas veces de un tabladito en la testera para colocar á los músicos. El que crea que todos los que van á esos bailes se divierten no está en lo cierto, y si alguno se figura que todos van con el objeto y con la esperanza de divertirse, tampoco entiende del negocio una palabra. Los maridos, por ejemplo, ni van para divertirse ni lo han soñado siquiera, pues aun cuando el baile de suyo fuese capaz de proporcionarles ese bien, se lo convierte anticipadamente en amargura y espinas el presupuesto que quince dias antes les presenta la señora esposa, del gasto que esa funcion hace necesario. Las madres no se divierten tampoco, por varias causas que ellas saben perfectamente. Suelen las tales ocupar en la sala el primer término, y aunque las mas preferirian indudablemente estar en la cama, han hecho el sacrificio de ir alá para que les diviertan las hijas, y con el objeto de ver si la tinta que las luces derraman en los rostros de las niñas, el calorcito de la sala, el olor de las esencias y los demas alicientes que por allí revolotean, emboban á este ó al otro hombre de bien, que le vendria á la rapaza como á nosotros cincuenta mil compradores del Añalejo. Esas madres son aquellas ya maduras y que estan fuera de combate, las cuales no abandonan la silla en toda la noche, murmurando un rato, quejándose mutuamente de sus dolencias, contando partos y amamantamientos, y no perdiendo de ojo á la muchacha, porque todavía recuerdan las cosas que les dijeron en los bailes de su tiempo, y las travesuras de que fueron testigos si nó actrices. Esta respetable porcion de los concurrentes la reputan por cosa que está de sobra todos los que bailan y muchos de los que miran.
Dando vueltas al rededor de la sala y por entre las sillas, cual si anduvieran buscando alfileres, andan una porcion de solterones con las manos metidas en las faltriqueras, espiando momentos de descuido, dando conversacion á casadas que ni son jóvenes ni viejas, haciéndose del ojo con solteras, embaucando madres y discurriendo malicias y picardías. Esa es la plaga de todos los bailes; gente dañina que no toca sin tiznar y que no pocas veces empaña cuando respira. Esos son diablos que corren sueltos toda la vida para recoger todo lo que anda perdido, y perder mucho de lo que estaba encontrado.
En el centro de la sala bulle una multitud de jovencitos de poca edad y poca malicia, que baila, y baila porque oye música, que dice algun requiebro mal combinado y peor oportuno, que suda y se afana y hace gala de las buenas piernas, que despues de dos docenas de piruetas se queda contento como si hubiese puesto una pica en Flandes, y rematada la funcion se va á casa á dormir el cansancio, soñando toda la noche tan sin sustancia como obró durante el baile. Esos son los pastores que punzan de lejos al toro para que salga movido á la plaza, donde la cuadrilla, que son los señores camastrones, le plante una banderilla, pica ó estocada tal que venga á caer á sus pies. Las muchachas por su parte alegritas y medio sudadas, y riendo y saltando y hechas á las flojas armas de los danzantes no saben defenderse contra los empujes de aquellos perillanes, y suelen meterse en atolladeros tales, que han de tenerlo á gran fortuna si salen con lodo á la rodilla.
Allá en lontananza ocupan y obstruyen la puerta de la sala una muchedumbre de hombres de diversas edades y condiciones, que ni osan adelantarse ni saben hacerse atras; contemplan nó lo que pasa en la sala, sino en un solo punto de ella, danda á Barrabás no pocas veces el baile y á todos los que por él andan. Tal vez haciendo un esfuerzo sobre sí mismos se retiran por un momento, mas un poder irresistible los trae de nuevo á ver sus duelos, y á desear que vuelen las horas para sacar la hacienda de peligro. Esos prójimos son maridos, cuyas mugeres rodeadas á veces de cuatro ó seis camastrones, estan como piojo en costura, sin que los ojos del centinela puedan atravesar el espesor de los cuerpos enemigos para conocer el estado de defensa en que se halla la plaza. Es verdad que si los espugnadores lo advierten suelen hacerse atrás á fin de no inspirar sospechas; mas entonces un marido prudente, un marido del siglo XIX echa á correr dejando el campo libre: no se diga que conoce los zelos, ó no se esponga á que la muger le reconvenga con que no tiene confianza en ella. Vuelve la espalda, y antes de dar dos pasos, la plaza está otra vez sitiada, y la van estrechando por todos lados, disputándose los sitiadores el honor del asalto. Y entre tanto el marido anda por la antesala hablando con otro compinche, á quien le pasa lo mismo. Asoma el esposo las narices y despejan, despeja el esposo y vuelven á la carga, y asi andan jugando toda la noche al escondite, y la cosa para en lo que para, que eso no puede ponerse nunca en claro, ni es menester tampoco.
Alguna de esas esposas no tiene todavía las piernas en secuestro, y si bien ha dicho á mas de cuatro solicitantes que por entonces no deseaba bailar, tanto la hostigan que para no hacerse ridicula (escusa muy socorrida), apechuga con el galan, nó sin haber antes pedido por señas licencia al esposo que continúa de portero, y que ni se la dió ni tuvo resolucion para negársela. Enrédase en el wals, porque es un wals lo que se baila, y aunque el marido ha ido siguiendo el movimiento por un buen rato, al fin tantas parejas se interponen que mi hombre ha perdido la pista, y abandona la atalaya supliendo con la imaginacion lo que no atisban los ojos.
En esos bailes no suele jugarse, que esto es gollería reservada para los bailes de gran tono. No habiendo pues el tapete verde, la cosa continúa con las mismas variaciones dichas, hasta que las madres cansadas de lidiar con las hijas, de sacar todos los relojes, de luchar con el sueño, de temer el mal humor y de ver la impaciencia del marido, se pronuncian en retirada, alborotan el cotarro, y hacen que su ejemplo sirva de hincapié para las menos atrevidas. Entonces van desfilando todos los danzantes y mirones, y las señoras de la casa estan ya en la antesala y despiden una por una á las concurrentes, y se van trayendo capas y pañolones, y los galantes mancebos las acomodan en las espaldas de las madres, y despues en las de las hijas, y pillan el brazo mas hermoso que pueden para ayudar, nó á bajar, sino á enredarse y á tropezar por la escalera, y suelen probar el estrangis de un apretoncillo que no pasa de ahí si no recibe contestacion, y que se hace mas significativo si la ha merecido. Llega la comitiva á la calle, tápase la boca todo el mundo, y dando mas de mil buenas noches, y ahures, y á los pies de Vds., y beso á V. la mano, y vaya V. con Dios, y para servier á V., y hasta mañana, y á Dios, y ahur, y vaya V. enhorabuena, y voces, y gritería, y bullicio, y risotadas y otras cosas que todos saben; se desbanda la cuadrilla, cual vuelo de pájaros cuando oyen un escopetazo inmediato al árbol en que estaban posados.
¿Quién es capaz de seguir á todas esas guerrillas en que acaba de desplegarse la reunion entera del baile? ¿Cómo referir las diversas conversaciones que se empiezan, el distinto humor de cada persona, los diferentes efectos que en cada una de ellas ha dispertado la escena en que desempeñaron el papel de mirones, de actores, de actrices, de personages que no hablan ó de sacasillas? Algunos critican á los concurrentes y á los amos de la casa en pago de haber tenido gasto y molestias para divertirlos; analízase el trage de las señoras, desciéndese á averiguar de dónde saca el marido el dinero para costearlo, háblase de lo amartelado que Pedro estaba junto á Bernarda, supónense relaciones que nunca ha habido, discútese qué razon tuvo Joana para no ser de la partida, estráñase la presencia de fulanita no estando fulando, se discurre acerca de la conducta de señoras y de hombres, se tijeretea á todo triquitraque, se muerde á diestro y á siniestro, se reniega de tales diversiones; un amigo dice á oto en secreto la conquista que ha comenzado, y este refiere el estado de la que ha venido á continuar: laméntase aquel de que no habia cosa de provecho, unos van cansados, fastidiados muchos, indiferentes no pocos, y es gran fortuna si entre todos no hay quien se queje de la pérdida del sombrero que se ha llevado un tempranero, dejándolo otro mugriento y angosto hasta el punto de no cubrirle media cabeza. Y unos por babor, otros por estribor, estos por la proa y por la popa aquellos, siguen la derrota de costumbre y van á dar fondo á casa, tal vez desmantelados, tal vez con avería gruesa, tal vez haciendo agua, tal vez sin mas áncora que la de la esperanza. Llégase á casa, cenan de requiem, y se tienden en una buena ó fementida cama, y tengan vds. muy buenas noches.
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Los bailes de buen tono
Cuando te describimos, querido amigo del Añalejo, un baile particular, quisimos hablarte de un baile casi casi de familia, de una reunion de franqueza en que campea la sencillez sea en los trages, sea en el adorno de la sala, sea en la totalidad de la fiesta. Pero además de esos bailes hay otros que no son particulares, ni quien los da los llama de etiqueta, ni tienen rigurosamente hablando un nombre propio, pero que se ha convenido en llamar bailes de buen tono. Pocos son en verdad los que de esta clase se dan en Barcelona en la época actual: en años anteriores eran mas frecuentes, pero entonces no teníamos otras gollerías que por lo menos equivalen á todos esos bailes.
Los de buen tono tienen una tinta muy diferente de la viste, oh lector, en uno particular, y por lo mismo exigen otros preparativos por parte de los concurrentes. Indicarte el trage de tales bailes es imposible porque varian á merced de la moda; y sin pecar contra ella son mas ó menos ricos segun el humor, la categoría, el gusto y la reputacion de elegante con que se honra cada uno de los asistentes. Siempre es cosa de lujo en las señoras, mas nó en nosotros, porque los varones hemos tenido el gran talento de aplicar el frac negro para un entierro, para un baile, para un paseo, para una visita de etiqueta y para todo. Es nuestro frac la sal que entra en todos los guisos. Con ese frac y con cuatro atenaceamientos de pelo en el salon de Alsina, ú otro de los compañeros martírizadores de las cabezas, estás, lector amigo, casi casi arreglado para el baile de buen tono.
En cuanto á las señoras ya es otra cosa. Ahí entra la modista como personage muy principal, y á su lado y disputándole el primer puesto aquel mismo Alsina ó alguno de sus dignos cofrades, encargados de convertier en canastillos, en escarola, en abanico, en ave ó en pez la cabellera de la linda elegante, la cual sabe que el peinado es pieza de exámen en un baile de este género. A esos bailes has de ir en carruage, y si eres hembra, mira por Dios cómo te sientas, porque de no tomar precauciones, vas á entrar en el salon con el vestido aplastado, cosa que nadie perdona, ni puede en buena elegancia perdonarse.
Antes de llegar al salon del baile se sube la escalera guarnecida de macetas con flores, y se pasa por piezas en donde se deja el abrigo, se estira un poco el vestido, se arregla la cinta, se pasea la mano por el pelo, y de paso se echa una ojeada al espejo como quien no lo piensa. Ya estás en el baile de buen tono: en el salon preparado para bailar hay una iluminación que deslumbra y embellece, espejos que reproducen cien veces una luz misma, y que sirven para estudiar en ellos una postura graciosa, y para mirar con achaque de componer una flor, hasta qué punto la danza ha dado color al rostro; una blanda y dulce alfombra que hace el andar descansado y agradable, una atmósfera embalsamada por una multitud de esencias, cuya combinacion produce ese aroma de baile de buen tono que solo en esa clase de bailes se nota; anchos y muelles canapés, hoy divanes, hechos mas bien para tenderse que para sentarse; un ambiente tibio que no acalora pero estimula; todo parece bañado con una tinta fria y delicada que da blancura y morbidez al rostro pálido, y modera el fuego del rostro encendido; suena una orquesta que anima al baile y hace recordar las delicias del teatro; allí las señoras son tratadas con atenciones esquisitas, y los hombres apuestan á cuál será mas galante, mas fino, mas almibarado: segun la danza que se ejecuta los dos sexos estan tan inmediatos que el aliento comunica el fuego que arde en el corazon de unos y otros; el entusiasmo pasa por todos como un contagio; el hablar es dulcemente solapado, y solo muy de lejos deja traslucir el intento del que pretende y el efecto que causa en la que oye; allí se dan y reciben miradas fugitivas que á veces matan, dan la vida á veces y siempre taladran la carne hasta clavarse en el corazon: en tales bailes es frecuente ver á un hombre que desde un ángulo de la sala, fijo cual una estatua y con los ojos clavados como los de un retrato, sigue los movimientos de una señora y hasta oye sus palabras y lee dentro de su alma: ese es un amanta zeloso que espia un desliz para levantar una tempestad en el corazon de la espiada. Hay allí quien en vano procura que no aparezcan en su rostro las señales de la desesperacion, del deseo de vengarse, de la sarcástica alegría, de la esperanza anhelante ó de la martirizadora impaciencia. En ese baile, lector amigo, creerás de pronto que todo el mundo se divierte, y sin embargo no es asi: con ese ambiente no pocas veces se respira un veneno fatal que mata el corazon; allí se pierde á menudo la tranquilidad del interior, las pasiones se desenvuelven con ímpetu, se gastan aprisa aprisa, y el alma se prepara para ese aburrimiento, ese cansancio, ese fastidio de la vida que es una muerte lenta.
En las grandes ciudades necesitamos todo eso, no ya para divertirnos, sino para probar si nos divertirémos. De esos bailes salen corazones lacerados, salen zelosos, salen burlados, salen tranquilidades turbadas, y aunque no falta quien salga divertido, corto es el número de los que forman esa falange.
Ese salon que te hemos descrito es la escena principal del baile de buen tono; pero hay dos escenas de otro género que no son para omitidas. La una es el ambigú, esto es, el cuarto donde de antemano se han dispuesto los manjares y las bebidas con que la casa obsequia á los convidados. Desde las sencillas bebidas que hallas comunmente en los cafés, hasta la riqueza de una mesa bien puesta, todo entra en la jurisdiccion del ambigú; por consiguiente lucen en él todas las delicadas y artísticas confecciones del repostero, del confitero y del licorista. Liza es esa sumamente vasta en donde puede campear la mas estremada sencillez ó desplegarse el mas esquisito lujo; es el lugar donde cabe ostentarse mejor la riqueza y el gusto de la casa, y suele reputarse por el termómetro segun el cual se gradúa el tono del baile. Allí sin embargo no se come, se cata, se prueba, se gusta; pero se bebe, porque el natural calor que se desenvuelve en el baile hace indispensable ese refrigerio.
Otra escena falta que ver en un baile de buen tono. Allá en el centro de un cuarto algo apartado del salon, se ve una mesa rodeada de individuos de distintas edades puestos unos en pie y sentados otros. Allí se juega. Hasta hace pocos años el juego casi de rúbrica era el monte: hoy eso no está de moda y se juega al écarté, juego que tiene poquísimos lances, y en que el azar entra á lo menos por las tres cuartas partes. Lo ejecutan dos solas personas, pero es crecido el número de los que apuestan á favor de cada una de ellas; de suerte que los jugadores vienen á ser muchos y pueden ser cuantos quieran. Allí pasa el dinero del bolsillo de uno al de otro con una prontitud grandísima; y es inútil que intentes adivinar por el rostro de los jugadores cuál es el que pierde y quién el que gana, porque el buen tono ha resuelto, que el enfadarse si se pierde y el alegrarse si se gana sea una prueba evidente de mala educacion; de modo que si se empezó riendo, es indispensable saludar con una risotada cada moneda que sale de tu poder, y si comenzaste á jugar con mal humor, no es dable reirte aunque vaya á parar á tus manos el dinero de toda la compañía: eso seria de mal tono. En otras mesas se juega al tresillo; mas como aquello es mas tranquilo y lento, la mesa del gabinete es la mas animada. Apesar de esto, si vas preguntando uno por uno á los jugadores, todos te dirán que juegan para entretenerse y ninguno con ánimo de ganar.
Hay tambien en esos bailes una porcion de personas que no hacen nada; ni bailan, ni juegan, ni obsequian á las señoras; nada, van al baile porque es de buen tono ir á ese baile de tono, y quedan satisfechos con pagar ese tributo á la moda. ¡Qué quieres, lector amigo! La moda es el tirano mas tirano del orbe. Un hombre de sociedad debe ver alguno de esos bailes, porque son una grande escuela del mundo en donde no pasa un minuto sin que el buen observador pueda tomar una leccion, que tarde ó temprano le servirá en el discurso de su vida.
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Los dentistas y la fiesta de su patrón, santa Apolonia
En el año del Señor 1839 un cirujano de la villa de Sancti Spiritus en la provincia de Badajoz hizo saber á la Diputacion provincial de Sevilla, que habia encontrado un remedio seguro para curar el dolor de muelas, remedio que consistia en apretar entre los dientes el mástil de una guitarra en la cual otra persona tocase una contradanza. El remedio era barato, ingenioso, fácil y divertido, mas tenia un pero, y es que no hacia ningun efecto.
Como el cirujano de Sancti Spiritus, ha habido otros muchos que sin ser cirujanos han dicho que el dolor de muelas se curaba de seguro con esto ó con lo de mas allá, y al mismo tiempo hemos visto crecer el número de dentistas; de suerte que no parece sino que los remedios han aumentado el mal. Desengañados de tales específicos, los hombres han vuelto al antiguo refran, al que le duela la muela que se la saque. Lejos de nosotros negar la virtud de las plantas y de los minerales; pero creemos que por ahora no se ha hallado remedio contra las jaquecas ni contra el dolor de muelas.
La piedad aclama como abogada para librarnos del último de estos males á santa Apolonia, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia. Nosotros recomendamos que se tenga devocion á la santa; mas si á causa de nuestros pecados no merecemos que interceda para que cese el dolor de muelas, que es en verdad un tormento atroz, entonces lo mas seguro nos parece acudir á los Sres. Centena, Barbier-Bergeron, Appignani, Bruguera ú otro de sus cofrades para que apliquen el antiguo medicamento, al que le duela la muela que se la saque.
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Por qué Barcelona no sabe celebrar su fiesta mayor, día de Sta Eulalia
Las grandes poblaciones se desdeñan de parecerse á las de corto vecindario y aspiran siempre á obtener mayores prerogativas, lo cual trasciende á los ayuntamientos, representantes de las poblaciones grandes y chicas; y mientras unos tienen el tratamiento de Escelencia apenas se concede á otros el de Merced. Eso debe de estar muy puesto en el órden; pero al cabo no es mas que sancionar el principio de que el mas fuerte es el que mas vale. Tanta trascendencia tiene este amor propio de las grandes poblaciones que pasa de tejas arriba, y asi vemos que el patron de una aldea es mas agasajado en su dia por los aldeanos, que el patron de una capital por sus patrocinados. No pareceria bien que los ciudadanos (esto es los vecinos de una ciudad) se entregaran al regocijo y celebrasen la fiesta de su patron con esas bicocas con que se divierte el labriego. Los gigantones, la tarasca y esos bailes, reminiscencias de los antiguos misterios que se celebraban en las iglesias, rebajarian el carácter de ciudad: eso se deja para los villorrios.
Con efecto, Barcelona, la corte de los antiguos condes, emporio de la corona de Aragon, capital del antiguo principado de Cataluña y ahora de la provincia de su nombre, Barcelona no se separa de sus tareas en el dia de hoy, mientras la Iglesia celebra las glorias de Sta. Eulalia patrona de la ciudad. En la Catedral se venera el cuerpo de la santa en la capilla situada en la cripta debajo del altar mayor, y se le tributan solemnes cultos con oficio cantado por la música de la capilla, y sermon, á los que asiste el cuerpo municipal. Despues del oficio se lleva la imágen de la santa en procesion por las calles inmediatas á la iglesia, y por la tarde se canta rosario, concluyendo la funcion con los gozos de la santa.
El baile público que por la noche tiene lugar en el salon de la lonja es el único estraordinario con que se solaza la grave ciudad en el dia de su patrona. ¡Cuán distinta es esta seriedad de la alegría que reina en cualquiera otro pueblo de la provincia en el dia de la fiesta mayor! porque sí, señores mios, sin rebajarles á Vds. un punto de su categoria, el dia de Sta. Eulalia es la FIESTA MAYOR de Barcelona. Nunca mejor que en este dia puede notarse la diferencia y hacerse la debida comparacion, yendo al vecino pueblo de Sarriá donde tambien es fiesta mayor y se celebra la del santo del dia. Aquellos vecinos dan treguas á sus tareas diarias y hay funcion en la parroquia, y procesion, y bailes en salones y entoldados, esmerándose los socios en el adorno de ellos, y en una palabra, despues de la funcion religiosa bailan hasta que vuelve Dios á amanecer. Allí acuden muchas payesas del llano elegantizadas con sus graciosos trages. El que quiera gozar de tan buena compañía y echarles cuatro piropos y ser bien recibido, tire el gaban, vista chaqueta y zarandéese por la módica cantidad de un real de vellon en esas tartanas que hallará fuera de la puerta del Angel. Una táctica es preciso usar, y en su secreto estamos nosotros, y no hemos de descubrirlo á nadie sino á nuestros suscriptores machos (es decir varones) en muestra de gratitud; cuidado con divulgar el secreto!
No insinuarse á exabruptos: mucha dulzura, mucha amabilidad, sufrir desaires, mas volver á la carga: sentir reproches, mas no atufarse; y cualquier jóven del buen tono puede estar seguro…..de tener que volver en el mismo carruage en que fue.
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Miércoles de ceniza, 1848
Hé aqui un dia que no es lo que representa, pues debiendo serlo de compuncion y de arrepentimiento, lo es en Barcelona y en otros muchos puntos, de solaz y de alegría mundana por demas y bulliciosa. De derecho da el carnaval el último suspiro en los bailes de la noche anterior, pero de hecho vive durante todo este dia; y cual la lámpara que antes de quedar estinguida arroja un momento de luz mas viva, el carnaval cuya existencia es en rigor de unos tres meses, hace durar su última boqueada un dia entero, y da en él tantas señales de vida que no parece sino muy distante de morirse.
Cansadas las gentes de reprimir esa caliente y pesada atmósfera de los bailes, salen al campo el miércoles de ceniza á llenarse de aire libre y divertirse á rienda suelta, con achaque de enterrar á Carnestoltes; pero salen en tanta abundancia que la ciudad se queda desierta. Á mediodía casi todas las tiendas estan cerradas, transita por las calles poquísima gente, y la poblacion derramada por el campo deja á Barcelona en un silencio lúgubre y casi espantable. La llanura inmediata se cubre de gentes de todas clases, no hay casa de campo á donde no acudan sus dueños y los amigos á dar sepultura á una comilona, y el sinnúmero de familias que no bastan á albergar las casas buscan el quitasol de un árbol, el recodo de un torrente, ó la hondonada de un campo desigual, para improvisar un ajuar menos cómodo que el de casa, pero cuya novedad lo recomienda. Un puñado de yerba ó paja, y cuatro sarmientos ó varitas de árbol seco suplen el carbon y hacen veces de parrillas para asar…..lo que cada uno quiere ó tiene; y la cazuela que vino de casa es segun la conciencia individual el recipiente del pollo con arroz, del bacalao con idem, ó de las tripas de vaca, que cocidas al aire libre y con una viva llamarada, diz que tienen un sabor distinto y mas apetitoso. Á las 12, ó antes de ellas, el padre, la madre, los chiquillos y el perrito, puestos en torno de la servilleta, dan uno y otro ataque á la comida, sazonándola con el vino, que por no pagar derechos es mejor, y con los chistes y las ocurrencias que nunca faltan cuando el corazon está satisfecho. Á la comida sigue el baile, animado por la voz de un amigo, ó por la guitarra de otro, ó por las castañuelas de muchos; mézclanse los grupos, bailan todos á la vez, remojando el gaznate de tiempo en tiempo y mirando con dolor la prisa con que el dia huye, y se acerca la hora de poblar otra vez la ciudad abandonada.
En tiempos normales pasan siempre de cien mil las personas que en tal dia salen al campo, y es muy grande el número de carruages que suben y bajan por el paseo de Gracia llevando y trayendo gentes. Todas ellas al caer el dia van llegando á la ciudad, nó sin aprovechar los últimos momentos en el baile y las bromas. Entran por las puertas despacio y sin atropellarse poco ni mucho, y se derraman por calles y callejones, y métese en su casa cada quisque hambriento de descanso y de sueño. Acaso alguna comitiva hace sonar la música hasta su barrio, pero ese ruido se va desvaneciendo, y se pierde á las nueve de la noche en que la mayoría de la poblacion está sepultada en profundo sueño. Y en medio de ese gentío y de ese bullicio no ha habido una herida, ni una riña, ni se ve el triste espectáculo de un borracho. En esta parte Barcelona es un pueblo modelo, y modelo que tiene pocos imitadores en España, y menos fuera de ella.
¿En dónde está pues la ceniza? Bien puede cualquiera preguntarlo al ver tanta algazara en un dia de recogimiento y de tristeza. De ambas cosas fue la ceniza símbolo en todos los paises del mundo. Muchos pueblos usaron el polvorearse con ella la cabeza en señal de dolor y de arrepentimiento. Con lejía hecha con las cenizas de una ternera sacrificada en el dia de la grande espiacion se purificaban los judíos, y en la iglesia primitiva se comenzaba la penitencia poniendo el obispo un poco de ceniza en la frente del pecador. Esta práctica mandada observar por la Iglesia no se ha interrumpido jamás, y en este dia mientras la mayor parte de los habitantes comen, bailan y cantan por los campos, no faltan devotos que acuden á las iglesias á recibir la ceniza, y á oir aquellas palabras que tan bien esplican la miseria nuestra : Acuérdate hombre de que eres polvo, y polvo te has de volver. Ay! es harto cierto: acudid á la tumba de los que llenaron el mundo con la fama de sus delitos, de sus obras, de sus triunfos, de su saber, de sus virtudes; removed todo lo que hay en esa tumba, y hallaréis polvo y no mas que polvo. Los que hace tres años bailaron y comieron bajo ese árbol hoy son polvo, y polvo seréis vosotros los que hoy bailais y comeis bajo ese árbol mismo. Polvo es quien lo plantó, y el hombre que lo arrancará convertiráse en polvo. Polvo serémos todos: y estas mismas palabras las leerán impresas los hombres cuando serán polvo la mano del que las escribe y la cabeza del que las ha pensado. Acuérdate, hombre, de que eres polvo y dentro de breve espacio te convertirás en polvo.
La congregacion de Ntra. Sra. de la Buena muerte celebra hoy una funcion espiatoria, y en tiempos normales va en procesion desde la iglesia de Sta. Clara á visitar á la Virgen de la Soledad en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, y vuelve á Sta. Clara.
Tambien celebra sus ejercicios espirituales la congregacion de señoras de la Buena muerte. Dios nos la conceda tal á todos, y despues de ella la paz que no hemos conocido en el mundo.
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Domingo 1.º de cuaresma, 1848
Ni los bailes públicos, ni los bailes particulares, ni los bailes de casinos, ni los bailes de tono, ni los bailes de companys, ni los bailes de trages, ni los bailes de los salones que se alquilan para ello, ni las comparsas, ni las locuras de los tres dias de carnestolendas, ni las del miércoles de ceniza, bastan para abitar á los aficionados á la danza, y á las máscaras, y á las travesuras anejas á todo eso, sino que metidos ya en la cuaresma, pugnan por resucitar el carnaval ó por parodiarlo al menos. Tal es el objeto del baile de piñata (pignata) que de tres años á esta parte se da en la noche del primer domingo de cuaresma. En Barcelona esto es una novedad que en el año de gracia de 1848 no cuenta mas fecha que un triennio, y que se nos ha venido acá desde la coronada villa de Madrid. El nombre indica que es estrangero y de tierra italiana. En Madrid es conocido desde muchos años, y solia celebrarse en casas particulares, sin máscara y con fisonomía de tertulia, con la añadidura de colocarse en el suelo ó colgada de un cordon en mitad de la sala una olla (en italiano pignata) que rompia alguno de los concurrentes llevando los ojos tapados. Bota la olla, salian de ella dulces en abundancia, y esto era la parte mas esencial de la diversion. En Barcelona este baile es público, con su correspondiente olla ó bomba de papel llena de dulces, y la coletilla de un reloj de faltriquera y de algun dije mugeril, que uno y otro se rifan entre los concurrentes, con el piadoso objeto de que esto llame mayor número de ellos. Dos años seguidos se ha hecho en el salon de la lonja; en el año 1848 se ha dado en el teatro del Liceo, y es creíble que la costumbre no se pierda, y que toda la variacion que pueda haber en ella sea la del local en que se celebre.
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Lunes de Pascua, 1848
Lunes de Pascua.
Este dia es para el pueblo de Barcelona primo hermano, si nó hermano carnal, del miércoles de ceniza, sin que obste para ello la diferencia esencial que hay entre el uno y el otro. Cierto que en las iglesias se celebra la Pascua con la misma solemnidad que en el dia anterior, cierto que es fiesta de precepto, cierto que la religion consagra este dia como de general regocijo; mas en lo esterior nada de ello se trasluce: y aunque en esta parte el dia es muy diferente del miércoles de ceniza, las costumbres populares han acabado por dar al uno y al otro un mismo carácter público. En ambos días la ciudad queda desierta , y sus habitantes se trasladan á la vega inmediata y la cubren toda entera, dándole la traza de un campamento en que estan distribuidas mas de cien mil personas. Como ya la Pascua de resurreccion suele venir hácia la primavera, el tiempo convida para salir al campo, cosa que siempre ha sido muy del gusto de los barceloneses, y que de cada dia va siéndolo mas, porque solo echándose fuera de la ciudad es posible respirar libremente. Cual si hubiese un empeño general en hacinar gentes dentro de Barcelona, toda su área se ha cuajado de casas, que no pudiendo crecer en latitud lo hacen en altura, y si no estuviera prohibido, á la hora de esta habría muchas gentes que habitarían al nivel de las campanas de las torres. Esta angostura y este apretamiento hacen diariamente mas apetecible la salida al campo, y por esto es tan crecido el número de personas que van á comer á él todos los domingos: pero el miércoles de ceniza y hoy son sin disputa los dos días en que mas personas rinden homenage á esta costumbre. El dulce ambiente de la vega , el verdor que ya cubre los árboles y la belleza de las huertas, que son un modelo de que distan mucho las de España y del estrangero; son en esta estacion otros tantos alicientes para atemperarse á la moda. Barcelona es en tal día verdaderamente triste; y al recorrer sus solitarias calles, bien podría uno esclamar con el profeta: ¡Quomodo sedet sola civitas plena populo!
¿Ya qué, y á dónde va tanta gente? A derramarse por la llanura hasta una hora de distancia de la ciudad, y á comer lo que á cada cual le permiten sus haberes y su carácter; porque hay pobre manirolo que hoy lo gasta todo, mientras no falta rico económico que va al campo y ahorra. ¿Quién es capaz de formarse una idea ni aproximada de la muchedumbre de carruages que cruzan por todos los caminos inmediatos, y en especial de los que suben y bajan por el paseo de Gracia? Para concebirlo es preciso haber estado en Barcelona, ciudad que en esto como en muchas otras cosas, deja á una distancia inmensa á todas las poblaciones de España. El coche, la carretela, el galerín, la media-fortuna, el inmenso omnibus, el omnibus chiquito, el tilbury y con mas abundancia que todos ellos juntos la tartana, trasladan á millares las personas desde la ciudad á Gracia, Sans, Sarriá, San Andrés, Horta y San Gervasio, mientras muchos millares mas siguen á pie las mismas rutas, y otros millares mas se separan del camino antes de llegar á uno de esos pueblos, y plantan sus reales en mitad de un campo, á la sombra de un árbol, ó al arrimo de una casa de labranza en donde se vende vino. Allí se salta, se baila, se juega , se canta, se tocan la guitarra y el pandero y las castañuelas, y se grita, y se come, y se bebe mucho, y no se riñe ni se emborracha. Es menester que lo sepan los que no lo ven: estas fiestas populares nunca ofrecen en Barcelona el triste y asqueroso espectáculo de un borracho, ni jamás es turbada su alegría por cuchilladas ni riñas. En esto sí que tienen que aprender algunos nacionales y muchísimos estrangeros. De entre estos, que los hay aqui, y nó pocos, suele alguno embriagarse, y los muchachos le persiguen y se burlan de él, y á veces lo apedrean; y es bueno que lo hagan, pues esto prueba el desprecio con que lo miran, y el convencimiento que tienen de que es una cosa mala, cuyo castigo decreta la reprobacion general y ejecuta la muchachería.
Las panderetas, las guitarras y las canciones van conduciendo á la ciudad á esa muchedumbre que, cual un magestuoso rio de carne humana, se desliza suave y uniformemente por las puertas, apurando antes de llegar á los guardas, la última gota que en el porron ó bota quedaba. Desbándase á derecha é izquierda luego de haber entrado: tras de la muchedumbre vienen los carruages, y cierra esa dilatada marcha el piquete de caballería que fue á Gracia, y vuelve sin haber tenido nada que hacer en todo el dia. A las diez de la noche toda esa muchedumbre yace en profundo silencio.
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Fiesta de San Isidro
Ningun santo por encumbrado que fuese el lugar que ocupó en el mundo, cuenta con tantos clientes como el bendito san Isidro, y no sabemos si quizás serian los hombres mas felices si fuese mayor el número de esos clientes. Muy lejos nos llevaría el discurso, si dándole rienda suelta escribiéramos todo lo que nos iría dictando, y fuera necesario meternos en el resbaladizo terreno de la ilustracion, y pasearnos por el escabrosísimo de la política, en donde nos saldrian al paso los amigos de la agricultura y los defensores de la industria, y al fin y al cabo despues de tropezar y de resbalar y de andar á gatas, probablemente acabaríamos por rompernos la cabeza, y decir grandes y muchos disparates en concepto de unos, y verdades como el puño en opinion de otros. Recorran pues esos terrenos los que escriben ad hoc, como suele decirse en la moderna jerga, y hablen y desbarren, que todos lo hacemos, que es una bendicion de Dios.
El Añalejo avisa hoy á los devotos de Barcelona para que acudan á la iglesia de san Pedro de las Puellas, en donde los hortelanos de las inmediaciones de la puerta nueva obsequian con una solemne misa á su patron san Isidro, y avisa tambien á los devotos del Pla, que los labradores de Sans, Sarriá, las Corts, san Gervasio, Gracia y otros pueblos obsequian asimismo al santo labrador con una buena funcion en la iglesia, y luego festejan á las doncellas y casadas con bailes de envelat y de salon, en donde ellas y ellos se divierten á mas y mejor, y nó tan candorosamente como se divertía san Isidro. Si este santo viene en dia de entre semana, los bailes suelen reservarse para el primer domingo, lo cual prueba que nuestros labradores son amigos del baile, pero nó tanto, que por él olviden el trabajo, lo cual es uno de los rasgos que hacen la apología de estas honradísimas gentes. Quiera san Isidro ser su intercesor para con Dios, á fin de que tengan tan buenas cosechas como merece su continuo y duro trabajo, el mas pesado y molesto de cuantos ejerce el hombre, y el que por desgracia queda muchas veces peor recompensado.
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San Gervasio (y su fiesta mayor), menos popular entre los barceloneses que la Virgen de la Bonanova
Fiesta mayor en el inmediato pueblo de san Gervasio. Misa solemne por la mañana, baile á medio día, baile por la tarde y baile por la noche; se dan ramos á las hembras; la concurrencia de barceloneses es poca, porque si bien san Gervasio es el santo tutelar, mas que él llama la atencion la Virgen de la Bona nova que se venera en la misma iglesia y que cuenta con crecidísimo número de devotos de todas clases, y es en muchas leguas á la redonda una de las imágenes ante las cuales arden mas cirios en todas épocas del año. Su día le llegará y le dedicarémos algunas líneas.
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Varias fiestas de santo Domingo de Guzmán, perdida de la iglesia de santa Catalina, vienen los payeses para rezar, bailes
Santo Domingo e Guzman.
Las religiosas dominicanas de Montesion tributan á su fundador solemnes cultos.En la iglesia parroquial de los santos Justo y Pastor se venera la antiquísima imágen del santo que se veneraba en el derruido templo de santa Catalina, y en este dia se obsequia al patriarca con oficio, panegírico etc. etc.
Algunos conventos de monjas de la órden dominicana rinden al santo del dia homenages de respeto, dedicándole funciones religiosas, pero solo visitando la referida iglesia de Montesion se ganan las mismas indulgencias que se ganaban en la que fue de santa Catalina. —¡El edificio de Sta. Catalina! hé aqui una esclamacion de dolor que se escapará á cualquiera que haya contemplado las bellezas artísticas de esa obra del siglo XIII. ¡Cuántos recuerdos de las glorias de Barcelona encerraba aquel edificio! Viniera D. Jaime de Aragon, D. Jaime el Conquistador, y con su torcido ceño donde en mal hora hirió una perdida saeta, denostara con enojo á los hombres de ahora que han destruido una obra hija de su piedad y del gusto de su época. La opinion vulgar de que el tiempo es destructor carece de fundamento: si á las generaciones se las llama tiempo no tendrémos inconveniente en dar asenso á tamaña vulgaridad. Pero dejemos estas seriedades que mal se avienen con nuestros propósitos de reirnos de todo, por temor de tener que llorar por todo. — Feria junto á la iglesia de Montesion y á la parroquial de los santos Justo y Pastor. Ninguna particularidad tenemos que añadir sobre las particularidades de las demás ferias, unicamente la numerosa concurrencia de payeses del llano de Barcelona, fervorosos devotos del santo del dia, porque temen á las calenturas tercianas como al granizo, y á la sequía y á la langosta, y á los aguaceros. Asi es que van á comprar agua del pozo de Montesion para preservarse, como hemos dicho en el dia anterior, de semejante dolencia; y luego compran avellanas y melones en la feria, y comen melones y avellanas, y beben agua, y dan bailes lujosos en salones y entoldados, y bailan por la mañana, y por la tarde, y por la noche, y da gusto verlos bailar durante la noche, y sudar, y al amanecer del dia siguiente dirigirse de nuevo á sus tareas, y darles luego si nó una terciana, un patatús capaz de hacer mal tercio al que esté dotado de los mejores tercios que pueda tener un hombre.
Escusamos dar cuenta de estos bailes porque si no nos engañamos, lo hemos hecho en otra ocasion; bien que podemos asegurar, que los bailes de payeses del dia de santo Domingo son los mas concurridos, porque vienen á ser una especie de obsequio que se tributa al bueno del santo, mientras otros le rinden oraciones y funciones religiosas. ¡Cómo ha de ser! en este mundo cada uno tiene su modo de matar pulgas.
Con que al avío, jóvenes aficionados al género erótico-bucólico y (no es pedantería) á los idilios, por mejor decir; procuraos una targeta de convite, y á cualquiera hora del dia y de la noche se os franqueará la entrada á estos bailes.