Ni los bailes públicos, ni los bailes particulares, ni los bailes de casinos, ni los bailes de tono, ni los bailes de companys, ni los bailes de trages, ni los bailes de los salones que se alquilan para ello, ni las comparsas, ni las locuras de los tres dias de carnestolendas, ni las del miércoles de ceniza, bastan para abitar á los aficionados á la danza, y á las máscaras, y á las travesuras anejas á todo eso, sino que metidos ya en la cuaresma, pugnan por resucitar el carnaval ó por parodiarlo al menos. Tal es el objeto del baile de piñata (pignata) que de tres años á esta parte se da en la noche del primer domingo de cuaresma. En Barcelona esto es una novedad que en el año de gracia de 1848 no cuenta mas fecha que un triennio, y que se nos ha venido acá desde la coronada villa de Madrid. El nombre indica que es estrangero y de tierra italiana. En Madrid es conocido desde muchos años, y solia celebrarse en casas particulares, sin máscara y con fisonomía de tertulia, con la añadidura de colocarse en el suelo ó colgada de un cordon en mitad de la sala una olla (en italiano pignata) que rompia alguno de los concurrentes llevando los ojos tapados. Bota la olla, salian de ella dulces en abundancia, y esto era la parte mas esencial de la diversion. En Barcelona este baile es público, con su correspondiente olla ó bomba de papel llena de dulces, y la coletilla de un reloj de faltriquera y de algun dije mugeril, que uno y otro se rifan entre los concurrentes, con el piadoso objeto de que esto llame mayor número de ellos. Dos años seguidos se ha hecho en el salon de la lonja; en el año 1848 se ha dado en el teatro del Liceo, y es creíble que la costumbre no se pierda, y que toda la variacion que pueda haber en ella sea la del local en que se celebre.
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