Una eufòria semblant, igualment violenta, vaig viure-la a Barcelona, a l’estiu del 1939, en un dinar que va fer-se al Palau Nacional de Montjuïc en honor dels ex-combatents. Certament, jo formava part de l’excèrcit vencedor, però no sé ben bé què hi feia. Era un gran dinar, amb més de 5.000 persones a taula. Vaig assistir a un acte que tenia totes les característiques de la bacanal romana, amb els ex-combatents pujats a taula, ballant, cantant, cridant i trencant plats, gots i ampolles. No sé qui pagava, però sospito que anava a compte de l’Ajuntament de Barcelona, a compte de Mateu. Va ser deplorable, és clar. Però comprensible: la incertesa de tres anys de guerra s’havia convertit finalment en un espectacle sota las columnates del gran saló oval del palau.
Cena eufórica en el Palacio Nacional y el Pueblo Español
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Una respuesta a «Cena eufórica en el Palacio Nacional y el Pueblo Español»
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Se trata al parecer de una verdad un poquito complicada. La única cena de tal tamaño que encuentro en el Palacio Nacional de la Exposición es una de gala a 11 de julio para el conde Ciano, que viene a Barcelona para celebrar la participación italiana en la guerra española y, supongo, para buscar ayuda ibérica en la guerra europea. [ref526] cuenta:
Cena en el Palacio Nacional
Anoche, en el Palacio Nacional de Montjuich, en el salón recayente en el balcón principal, se celebró una comida ofrecida por el ministro de la Gobernación, señor Serrano Súñer, al ministro de Relaciones Exteriores de Italia, conde Ciano.
Al acto asistieron todas las autoridades que durante el día habían acompañado al ilustre huésped de España y las personalidades italianas que componen su séquito, además de distinguidas personas de la buena sociedad barcelonesa, siendo en total unos 300 los comensales.
Durante la cena, la orquesta de cuerda del Gran Teatro del Liceo amenizó el acto interpretando diversos trozos de ópera y otras escogidas composiciones.
Presidía el gran salón en que se celebraba el ágape, un magnífico retrato del generalísimo pintado al óleo. Los criados que servían la mesa vestían casaca encarnada y calzón corto blanco.
Llamaba la atención los suntuosos uniformes blancos de los generales y personalidades italianas, y los de las jerarquías del Movimiento, asi como también las elegantes indumentarias y atavíos de las señoras y señoritas que asistían al acto.
Entre los concurrentes que, por su número, es materialmente imposible consignar uno a uno, debemos mencionar al general Orgaz, jefe de la cuarta Región militar; alcalde, presidente de la Diputación, varios diputados provinciales, concejales, general Alvarez Arenas, Yeregui, Gambara, jefe provincial del Movimiento y delegado del Gobierno en el Puerto Franco, don Luis de Galinsoga, con sus respectivas señoras.
El banquete terminó a las doce y cuarto de la noche. Al final la orquesta interpretó el Himno Real italiano, «Giovenezza», el «Cara al Sol» y el Himno Nacional.
Terminado el banquete se organizó una tertulia en los salones contiguos al en que se había verificado la cena.
Muchas personas presenciaron desde los balcones del Palacio Nacional el imponente y fantástico aspecto que ofrecía el recinto de Montjuich, cuyas fuentes e iluminaciones funcionaban con todo su esplendor.
Todo el recinto estaba invadido por una compacta muchedumbre, que le prestaba una animación extraordinaria.
Verbena en el Pueblo Español
Una fiesta brillantísima
A la una menos cuarto de la madrugada se trasladaron el conde Ciano y su séquito, y el ministro español y demás autoridades y personalidades que habían asistido a la cena, al Pueblo Español, donde tenia efecto una verbena organizada por Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N-S. en honor del conde Ciano.
Poco después de la una y cuarto llegaron al Pueblo Español dichas personalidades, que fueron recibidas en él con un entusiasmo indescriptible por la inmensa muchedumbre que llenaba la amplia Plaza Mayor del Pueblo Español. Esta ofrecía un aspecto fantástico, pues estaba artísticamente iluminada y adornada con multitud de farolillos y de banderas. Daba mayor atractivo a la fiesta los magníficos atavíos de las señoras y señoritas, que lucían mantones de Manila, vistiendolos caballeros de etiqueta.
El conde Ciano y demás autoridades y acompañantes pasaron directamente a ocupar la tribuna de honor situada enfrente del Ayuntamiento del Pueblo Español.
Inmediatamente comenzó la fiesta organizada en honor del conde Ciano. Esta consistió en varios números de canto y baile típicos españoles, entre los que destacaron canciones y bailes gallegos, andaluces y catalanes, siendo de destacar, entre éstos, unos bailes de Villanueva y Geltrú y de Castelltersol.
Finalmente, los artistas que hablantomado parte en este festival interpretaron el Himno de Roma, cuya música es del célebre autor italiano Puccini.
A continuación fue interpretado también el himno «Giovenezza» y el «Cara al sol», que fue coreado con gran entusiasmo por todo el público.
Seguidamente el conde Ciano, el mi-nistro español y demás personalidades han recorrido los lugares de la verbena, deteniéndose especialmente en las casas que representan lugares típicos de España, siendo acogida su presencia con fervorosas demostraciones de simpatía y clamorosos vivas a las naciones hermanas por la gran cantidad de público que abarrotaba materialmente todo el recinto del Pueblo Español.
A las tres menos cuarto de la madrugada el conde Ciano, el ministro de la Gobernación señor Serrano Súñer y sus séquitos abandonaron el Pueblo Español, tributándoles la multitud una despedida inenarrable, mientras entonaba el «Giovinezza» y el «Cara al sol» y las orquestinas interpretaban los himnos italiano y el nacional.
A la salida, el gentío enorme que invadió la montaña de Montjuich saludó el paso de la comitiva con frenéticas ovaciones y vivas clamorosos, que les acompañaron hasta la Plaza de España.
A la hora de cerrar esta edición la verbena sigue en todo su apogeo, estando animadísimos los puestos de churros, manzanilla y refrescos, bailándose en los lugares más típicos del Pueblo Español.
Me hace pensar en una escena de una de las novelas de Antonio Rabinad, que buscaré en algún momento.
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