Detención de Muñoz Seca
Ayer por la mañana [es decir el día 30], en la Plaza de Cataluña un agente de Policía vio al conocido autor Pedro Muñoz Seca, procediendo a su detención y conducción a la Comisaría de Orden público, donde quedó a disposición de la superioridad.
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Cronología, siempre según La Vanguardia:
- El 17 Estreno de La tonta del rizo en el Poliorama
- El 24 o 25 cesado de su trabajo en el «Cuerpo de Técnicos de Seguros, con la categoría de jefe superior de administración.»
- Trasladado a Madrid el 6 de agosto
- Día 7 encerrado en los calabozos de la Dirección general da Seguridad
- 12 de agosto: «En la cárcel de San Antón hay 793 reclusos entre militares, religiosos y paisanos… Muñoz Seca, detenido cuando paseaba en mangas de camisa por la Rambla barcelonesa, llegó a San Antón hace cuatro noches. Intentó rompor el lúgubre silencia con que le acogieron con un chiste, pero se le truncó en los labios. Ni él ni su auditorio estaban para bromas.»
- 12 de agosto, Juan Ruiz de Larios, traductor, crítico, espíritu mediocre, verdugo:
Hacia una nueva concepción del Teatro
[…]
No hablamos — ya se ve — de éste ni de aquél autor. Ni aun somos de los que creemos que, queramos o no, ha de resultar rematadamente falso todo cuanto provenga de quienes, hasta ayer mismo, habían convertido en dominio particular todos los escenarios de nuestra tierra y en feudo todas las sensibilidades. Es posible que alguien se salve de la quema. O, por lo menos, que quede algo. Pero de momento, lo que importa es afirmar — si es que es aceptable la paradoja — una negación: no existe, actualmente, un teatro español.Hay que ampliar, no obstante, el enunciado. Conviene, para ser exactos, dejar firmemente sentado que tampoco existía, antes, ese teatro. Nuestros autores habían confundido la vocación con el oficio. Se habían refugiado en la escena, como se hubieran podido refugiar en cualquier otro oficio manual. Con perdón —naturalmente— de quienes ejercen un oficio así, porque para ellos el oficio tiene valor de vocación. Y se daban tranquilamente al entretenimiento — a la mentira, al embuste fácil —, porque interesaba sobre todo tejer, forjar un ambienta que justificase, a la corta o a la larga, una ficción espiritual, porque no otra cosa que ficción era ese estado de ánimo que permitía acoger, con toda la tranquilidad del mundo, como la cosa más natural del mundo, ese absurdo — llamémosle absurdo — que era la producción, pongamos por ejemplo, de un Muñoz Seca.
Por primera vez, desde hace siglos, España, nuestra España, &e encuentra íntima y plenamente unida en una aventura y por una intención nacional. Integra. Absoluta. Pocas ocasiones ofrecerá al espíritu, a la inteligencia, la historia — la anécdota — como está. Si acaso, acaso nuestra tierra sólo conoció aquel siglo de oro maravilloso que produjo, como un afán también nacional, el teatro más rico, más potente del mundo. ¿Será, mucho decir que esa coincidencia de circunstancias ha dé servir para una resurrección de nuestro teatro?
Sobre este brave new world, vea Diana Sanz Roig, Talia y la revolución. La crítica teatral barcelonesa en torno a 1936.
Escribe María Dulce Sánchez-Blanco Celarain:
El 15 de Julio ya está en Barcelona Muñoz Seca acompañado de su esposa, Asunción Ariza. Se hospedan en la pensión que en la calle Lauria, número 24, regenta la madre de la actriz Lina Santamaría. Con ellos están también Asquerino y López Heredia.
Según Pedro Sáinz Rodríguez, un actor, Avelino Nieto, delató a Muñoz Seca. Este mismo actor, acompañado de dos milicianos, se presentó en la pensión para detenerle. Estuvo Muñoz Seca detenido en la Jefatura de Policía de Barcelona, donde permaneció una semana en el calabozo, y coincidió allí con don Jacinto Benavente, nuestro segundo premio Nobel, también detenido.
Muñoz Seca es trasladado a Valencia y de allí a Madrid. Permanecerá prisionero en la Cárcel de San Antón (antiguo Colegio Calasancio), de donde saldrá con las manos atadas a la espalda, después de un juicio sumarísimo, que duró tan sólo veinticinco minutos y se llevó a cabo el 26 de Noviembre, para ser fusilado en Paracuellos del Jarama, la madrugada del 28 de Noviembre de 1936.
Muñoz Seca esculpió —como Miguel Hernández en su lecho de muerte— algunas frases lapidarias que bien podrían servirle de epitafio. La primera, a sus victimarios: «Podréis quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis: el miedo que tengo». La segunda, ya en el paredón, antes de la descarga: «Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades»…
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