El clima de nuestro pais tiene sus ventajas y sus inconvenientes como todas las cosas de este pícaro mundo. Una de sus principales ventajas es la de ser templado, es decir, la de no dejarse sentir en él el frio que hiela la sangre, ni el calor que achicharra los sesos: otro de los principales inconvenientes es el que siendo templado, tienen que sufrirse en él varios cambios atmosféricos, que líbrenos Dios de su influjo al llegar á la edad de los achaques, ó de adolecer de achaques que no vienen con la edad, porque entonces…. zas! … se lo lleva á uno pateta en un decir amen. Oh! al que en nuestro pais adoleciendo de un achaque, le pilla por su cuenta uno de los tales cambios, por la Vírgen de Monserrat, le cayó la lotería, y Dios lo tenga en su santa gloria.
Con mas frecuencia y con mas inflexibilidad que en los demás cambios atmosféricos del año, se presenta el otoño cercenando vidas, que es un duelo. En el mes próximo pasado y en el que empezamos la estadística de defunciones arroja mayor número de fallecidos que en los anteriores, de modo que pocos son los dias en que no pueden leerse en los periódicos esos avisos á guisa de protestas con que los allegados ó amigos de los que fallecen pretenden de algunos años á esta parte, escusarse con sus demás amigos y conocidos á quienes por olvido involuntario no se les la pasado esquela de convite: de modo que por lo visto, hasta para un entierro puede olvidarse á los amigos. Estas circunstancias del otoño dan pié al eticógrafo para sus observaciones; y fuera notable descuido no tomarlas en cuenta, y examinarlas, y anotarlas, y hacerlas notar de aquellos para quienes pasan desapercibidas, dejándoles dormir en la confusa gerga de un mamotreto. Mal año y mal mes para el que con sus manos lavadas venga á critiquizarnos el que escribamos un artículo de costumbres sobro el duelo y los difuntos, con achaque de que eso es profanar la memoria de los que fueron. Es que no queremos hablar de los muertos sino como pretesto para habérnoslas con los vivos, asi come hay vivos que llevan su objeto al honrar á los muertos. Bien dice el refran del pais, vesten vesten, Anton, que l’ que s’ queda ya s’ compon.
Fallece una persona con quien pocas relaciones de interés particular non ligaba, aunque sea de la familia; la costumbre exige esquelas de convite para el funeral, el susodicho aviso en los periódicos con la susodicha protesta para los amigos olvidados, aunque se haya convidado hasta al mas desconocido de los conocidos, y aunque para otra cosa no sea que para dan al público el aviso de, aqui estoy yo para servir á Vds.: y luego entra la pompa y el lujo con respecto al túmulo, á la disposicion de los asientos para los convidados, y para recibir los pésames, y para el acompañamiento hasta el cementerio, y, en una palabra, para despedir el duelo en la misma iglesia, que en apurarlo haste el estremo.
Muere una persona que ha figurado en el mundo por sus riquezas, por su alcurnia ó por su talento; el lujo y la moda entra muy especialmente en las honras fúnebres, con la particularidad de que para ser estas concurridas no son menester grandes invitaciones, porque se habla de ellas como de una fiesta, y á porfía acuden todos ¿á qué? ¿á honrar la memoria del difunto? nó; porque si era rico le envidiaron, si de alta alcurnia le aborrecieron, si de grandes talentos le detestaron é hicieron trizas su reputacion: ¿acuden á agradecer á los allegados del difunto el favor de no haberlos olvidado? quizá ni los conocen: ¿á gozar de la vista de los concurrentes tal vez con fines profanos? pudiera ser. Pero aun mas; acuden á honrarse á sí mismos, á hacer alarde de una amistad con el difunto de la cual jamás gozaron, acuden á ser vistos, y á poder apretar la mano al que recibe el duelo al darle el pésame; porque tambien este duelo se despide en la iglesia.
Muere un padre querido de su familia, cuya subsistencia dependia de su trabajo, una madre cariñosa, un hijo en quien sus padres fundaban las mas lisonjeras esperanzas, un esposo idolatrado; ni se piensa en las galas con que se ha de aparentar el duelo y con las cuales se pretende tal vez llamar la atencion ó dar mas atractivo á las prendas corporales, ni ningun allegado se entretiene en hacer la lista de las personas á quienes se ha de convidar, ni el fallecimiento se participa al público por medio de los periódicos, ni se protesta con los amigos de olvidos involuntarios, ni los amigos se acuerdan de semejante protesta, ni se mandan repartir lujosas esquelas de convite, ni el duelo se despide en la iglesia, porque este duelo se lleva en el corazon, y nada importa la crítica de las gentes. Solo el tiempo puedo amortiguar la intensidad del dolor: dejarse arrastrar por esto, lo prohibe la religion, lo rechaza la ley natural, clama contra ello la sociedad. La vida que vivimos no es nuestra, es de nuestros padres, de nuestros consortes, de nuestros hijos, de nuestros conciudadanos, de todos los demás hombres que habitan con nosotros en este valle de lágrimas.
El colegio de plateros celebra en la iglesia de la Merced la fiesta de su patron san Eloy.