Entra Carlos IV en un carro triunfal tirado por los prohombres de la ciudad para la doble boda hispano-napolitana; Barcelona, un perro contento a los pies de la Casa de Borbón

La tarde del once de Setiembre de mil ocho-cientos dos, dia memorable para Barcelona, y época la mas gloriosa en los anales de la Industria y Artes, que por la indecible bondad de Nuestros Augustos Monarcas subiéron á la mas alta cumbre del honor, entráron en esta Ciudad SS. MM. y AA.

[…]

Por disposicion de los Colegios y Gremios, erigióse en la Rambla y entrada del paseo por la parte de Belen un magnífico y vistoso Arco alegórico, alusivo á la Paz, colocadas en los pedestales Figuras representando Nápoles y Etruria: púsose entre la Iglesia de San Lázaro y el Padron un robusto y copado árbol de perspectiva, al pie del qual estaba Cataluña, descubriéndose entre la frondosidad de las ramas los escudos de Aragon y Castilla, para simbolizar el enlace del Conde de Barcelona Don Ramon Berenguer IV. con Doña Petronila de Aragon, y el de don Fernando Segundo con Doña Isabel de Castilla: y á la mitad del camino de la Cruz Cubierta (que á costas de las mismas Corporaciones se habia hermoseado con arcos y estatuas) se dispuso una Glorieta, octágona, de cien palmos de diámetro con quarente y cinco de altura; las dos fachadas de órden corintio, y lo interior de órden dórico, distribuida en doce arcos con sus correspondientes colgaduras.

Este fué el lugar glorioso donde los Colegios y Gremios de Barcelona no solo tuviéron el consuelo de ver las Reales Personas, y de ser los primeros en ofrecer homenage á SS. MM.; sino que recibiéron la prueba mas segura del paternal amor que les profesan Nuestros Soberanos.

Meditaba la Comision de los Colegios y Gremios en los obsequios que debian tributar á sus Reyes y Augustos Protectores: y llena de gratitud por las nuevas singulares gracias con que su Real dignacion les habia conservado la exîstencia política, y fomentando los progresos de las Artes é Industria de Barcelona ¿que proyecto podia concebir mas honroso para estas, ni mas propio de su lealtad y cariño, que el de conducir en triunfo á sus Conservadores? Así lo resolvió, y ofreció por mediacion del Excelentísimo Señor Príncipe de la Paz con fecha de tres de Julio último, quien contextó en los siguientes términos:

«Veo por el papel de Vms. de tres del que rige los obsequios y festejos con que los Individuos de esos Colegios y Gremios esperan recibir á SS. MM. quando lleguen á esa Capital; cuyas demostraciones de tan leales Vasallos serán gratas á sus Reales Personas, y no se negarán á admitirlas; pero siendo suficiente prueba de su fidelidad y amor el manifestarlas, no querrán que el carro triunfal tirado por los Individuos de las Corporaciones, y dispuesto para tener el honor de conducirlas salga á mucha distancia de esa poblacion…»

Construyóse pues á expensas de estos un Carro de ayrosa delineacion y exquisita escultura: todo dorado, y vestido de tela de plata: con almohadas de terciopelo carmesí en el pesebron cubierto de tisú de oro: sobre el juego delantero se representaba la fidelidad Barcelonesa en un Perro que, con una llave en la boca, y apoyándose sobre el escudo de Barcelona, la clava de Hércules, y la piel Neméa, volvia su cabeza hácia atras mirando el Leon, que tenia entre sus garras dos globos y significaba el Monarca de España, Señor de dos Mundos.

[…]

La propia tarde del once fué conducido el carro á la Glorieta, donde esperáron á SS. MM. los Comisionados de los Colegios y Gremios, y los Individuos de estos que habian de tirarle.

[…]

Habiéndose dignado SS. MM. ocupar el Carro Triunfal, quantos mereciéron la augusta confianza de conducirle arrojáron sus sombreros á impulsos del gozo; y prosiguió la comitiva por este órden.

[…]

Los adornos de las calles, los trofeos, arcos y templos erigidos en las plazas, los repetidos cañonazos, el repique de las campanas, las orquestas distribuidas en la carrera, las muestras de alegría y vivas continuados del inmenso concurso, y el pomposo acompañamiento formaban un espectáculo tan tierno como magestuoso, verdaderamente triunfal. No como en la antigua Roma, donde el llanto del huérfano y de la viuda, la destruccion de las naciones sojuzgadas, y la degradacion del hombre esclavo mezclaban el terror y la tristeza con las aclamaciones de los soldados, á cuyo valor y á la fortuna debian su gloria los Vencedores; sino como en el triunfo de unos Soberanos, que por sus virtudes pacíficas son las delicias de su Pueblo, honran con su proteccion las Artes que gloriosas los conducen en alas de la lealtad agradecida, y perfeccionando la educacion popular y ennobleciendo la Industria Nacional, hacen eterna la felicidad de sus vasallos.

Comentarios

Una respuesta a «Entra Carlos IV en un carro triunfal tirado por los prohombres de la ciudad para la doble boda hispano-napolitana; Barcelona, un perro contento a los pies de la Casa de Borbón»

  1. Avatar de Alberto Pernales
    Alberto Pernales

    [ref4187] no encuentra más que coincidencia en la elección de esta fecha, que empieza a ser significante a partir de la Primera Guerra Mundial, época de nacionalismos modernos.

    Yo tampoco veo ironia en la frase «dia memorable para Barcelona» ni en la comparación con «la antigua Roma»: casi 90 años de paz y, en general, fuerte crecimiento en Barcelona, gracias en gran parte a las (limitadas) medidas adoptadas por los Borbones para unificar el mercado nacional e imperial e estimular la industria, y a pesar de la gran turbulencia desde hace 15 años en Francia.

    [ref2250] escribe:

    El testimonio del sentir ciudadano ante la visita real lo encontramos en dos memorias de la época, unas las … del barón de Maldá, otras las Memorias de un Menestral [(1880)], de José Coroleu. Estas últimas nos presentan un panorama más bien pesimista. En opinión de Coroleu, en aquellas celebraciones de 1802 había poco de espontáneo, era un «entusiasmo de Real Orden» el que acogió a la familia real…

    Amat y Cortada, a través de las páginas de su Calaix de Sastre, nos presenta un cuadro bastante diferente de la ciudad, en su opinión sumergida en un ambiente de gran expectación y plenamente volcada en los preparativos. Como Carrera y Pujal escribe [La Barcelona del segle XVIII, (1951)]: «Este juicio (el de Amat y Cortada) lo consideramos más verídico que el de Coroleu, escrito cincuenta años después, seguramente bajo la influencia de la pasión política».

    Me falta por leer inter alia la tesis doctoral de [ref4248], y el artículo de [ref4249].

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