La suerte de los restos de las fuerzas leales a Carlos VI

La obstinacion de Barcelona en mantenerse firme por el Archiduque, aun despues que se habia retirado, fué de un egemplo muy pernicioso para algunos otros pueblos de aquel principado. Cardona y Manresa persistiéron en la rebelion, y fué necesario reducirlas por la fuerza. Los eclesiásticos soplaban el fuego de la discordia en los pueblos ignorantes, exponiéndolos sin tener ninguna defensa à todo el furor del soldado vencedor que cometia impunemente toda especie de desórdenes creyéndose autorizado por lo mismo que se hacia resistencia. D. Joseph Armendariz ocupó con su division todos aquellos pueblos. Las armas del Rey entráron tambien en Solsona, Manresa y Hostalric. El Conde de Fienes entró en Ampurias y su territorio. El Duque de Popoli continuaba el bloqueo de Barcelona porque no tenia fuerzas bastantes para ponerle sitio en forma. Don Antonio Villaroel mandaba la tropa que habia en ella como teniente General de las tropas del Emperador. Algunos nobles temiendo la suerte que habian de tener en acabándose de juntar las tropas del Rey, querian que se rindiese la ciudad ò à lo menos salvar sus personas saliéndose de ella ántes que se hubiese puesto el sitio; pero el pueblo estaba tan furioso que no pudiéron executar ni uno ni otro. Enviáron à Viena al Marques de Montenegro à pedir socorro; pero no pudo conseguir sino que de Nápoles y Cerdeña les enviáran viveres y armas que entraban en la ciudad con barcos pequeños, y por la noche, frustrando la vigilancia de D. Joseph de los Rios que defendia aquellas costas con las galeras de España.

Entre tanto Dalmau y Nebot dos cabos de los rebeldes corrian con tres mil voluntarios la provincia, y en los lugares donde no habia guarnicion cometian todo genero de maldades. El segundo fue atacado cerca de Terrasa por D. Feliciano Bracamonte, y aunque se defendió con valor fue derrotado y huyó dejando muchos muertos en el campo, y un gran número de prisioneros que fuéron condenados à la horca por sus delitos. Dalmau fué igualmente destrozado, y perdidas ya las tropas de bandidos que les seguian se entráron por mar en Barcelona la noche del 4 de Octubre, donde el pueblo horrorizado de las maldades que habian cometido quiso hacerlos pedazos. Los rebeldes que pudiéron escapar de los soldados del Rey unos pidieron perdon y lo consiguieron, otros escaparon á Francia ò se salváron como pudiéron escondiéndose en los montes y en las cuevas, no hallando abrigo en los pueblos que resentidos de las injurias que les habian hecho sufrir los hubieran entregado à la justicia. Una quadrilla de los mas audaces intentó forzar el cordon y entrarse en la ciudad, mas halláron tan fuerte resistencia que casi todos pereciéron en la accion. Los de la ciudad resueltos à sepultarse bajo sus ruinas habian tomado todas las precauciones posibles para su defensa, esperando siempre que alguna potencia los tomaria bajo su proteccion pues habian enviado à todas ellas emisarios para esta negociacion. Se dice que su ceguedad fué al que pidiéron socorro al gran Turco por medio del ministro imperial que habia en Constantinopla ofreciéndole condiciones muy ventajosas; pero creo que ésta es una horrenda calumnia inventada por algunos escritores malévolos de aquel tiempo para hacer mas odiosa su rebelion. Lo cierto es que nadie les socorrió, y con sus fuerzas los pocos soldados alemanes que habian quedado en Cataluña, defendiéron hasta el último estremo una causa que creyéron que era justa; y quisieron mas morir con las armas en la mano, que no doblar la cerviz y someterse à un Rey contra quien habian cometido tantos insultos provocando su ira.

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