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  • Bendición e inauguración oficial del funicular del Tibidabo

    Ayer por la tarde se verificó la bendición é inauguración oficial del ferrocarril funicular al Tibidabo.

    Al acto asistió numerosa y selecta concurrencia.

    A las dos y media el Cardenal, doctor Casañas, llegó á la avenida que desde el paseo de la Bonauova conduce á la estación del funicular, é inmediatamente en unión de los representantes de la compañía explotadora tomó asiento en uno de los tranvías eléctricos que conducen á la indicada estación.

    Una vez en esta, se trasladaron buen número de invitadas á uno de los coches del funicular, que pronto ascendió hacía el Tibidabo.

    Desde lo alto de las márgenes que flanquean el camino que recorre eí ferrocarril, fue muchísimo el gentío que contempló su paso.

    Ya en la meseta de llegada, descendió la comitiva, siendo recibido respetuosamente el señor cardenal por las numerosas personas que allí esperaban, y que se inclinaban, besándole el anillo pastoral, mientras la Banda municipal le saludaba á los sones de la marcha real.

    El cortejo se trasladó á una de las dependencias de la estación que había sido habilitada para capilla.

    El señor cardenal, doctor Casañas, revistióse de capa pluvial y mitra, siendo asistido por los canónigos doctores Cortés, Robert y Pibernat. Seguidamente, en unión del clero de la Bonanova y cantando laa preces de rúbrica, la comitiva dio la vuelta por los alrededores de la estación, que bendijo el doctor Casañas.

    Una vez da regreso en la capilla, el cardenal dirigió sentidas frases á los concurrentes, para felicitarse de que se hubiera reclamado el ooncurso de la Iglesia en la fiesta que se celebraba.

    Entre otras cosas, dijo, acto seguido, que andan equivocados los que creen que la Iglesia está reñida con el progreso, y que la Historia demuestra que muchos de los inventos han sido felizmente descubiertos por el clero.

    «Les diría, indicó el cardenal, que no hay antagonismos entre la fe y la ciencia, pues ambas proceden de Dios. Depende la equivocada idea que se tiene de ello de dos causas: de que no conocen á fondo la religión ó de que equivocadamente pretenden tener conocimiento de nuestros misterios.»

    Cuando terminó de hablar el señor Obispo se entonó un solemne Te-Deum, terminado el cual los más de los invitados tomaron por tandas el el ferrocarril de regreso.

    Muchos de los invitados se lamentaron de la desorganización que reinó en el acto referido, y aún eso no fue lo más desacertado, sino que para que en el ferrocarril de regreso y en el tranvía eléctrico, también de regreso, tomara asiento el elemento oficial y los señores accionistas, se obligó á distinguidas damas á desalojar aquellos.

  • El obispo Laguarda da gracias a Dios y a Manuel Girona por haberse acabado la reforma neogótica de la catedral

    Las fiestas Constantinianas en Barcelona
    En la Catedral

    Con gran solemnidad se celebraron en la Catedral los actos anunciados para [el] primer día del Triduo en conmemoración del XVI Centenario del edicto de Constantino.

    A las diez de la mañana empezó el oficio, en acción de gracias por la terminación de la fachada y del cimborio del templo.

    El capitán general, don Valeriano Weyler, que ostentaba la representación de S. M. el Rey, ocupó un sitial colocado bajo dosel en la parte derecha del presbiterio, acompañándole el gobernador civil, señor Sánchez Anido, el alcalde señor Collaso, con el teniente de alcalde señor Valles y Pujals y los concejales señores Carreras, Muntañola y Vallet.

    La cripta de Santa Eulalia se hallaba cubierta, situándose en la parte derecha de ella, don Manuel y doña Ana Girona, con todos sus hijos políticos y nietos. En la parte izquierda se hallaban el comandante de Marina, don Antonio Montis, el general gobernador señor Rodríguez y Sánchez Espinosa, el diputado provincial, don Pío Valls, el catedrático de la Universidad doctor Carreras, los generales con mando en esta plaza y varios cónsules.

    Entre los numerosos invitados que ocupaban el antecoro, figuraban los miembros de la Junta diocesana de Acción Católica, señores Albo (F.), Plá Deniel, de Riba, Nadal y Dalmases, y en el caro estaban el presidente de la Audiencia señor Serantes, el fiscal de S. M. señor Rives, el delegado de Hacienda señor Eulate, el catedrático de la universidad doctor Fábregas y el del Instituto General y técnico señor Brugada y representantes da muchas comunidadies religiosa y entidades católicas.

    El resto de los cruceros estaba totalmente ocupado por los fieles.

    El altar mayor presentaba el aspecto de las grandes fiestas, como las verjas del presbiterio y de la cripta de Santa Eulalia. De las galerías colgaban los tapices de las grandes solemnidades, estando el templo espléndidamente iluminado.

    A las diez empezó el oficio, que era de medio pontifical, siendo el celebrante el canónigo doctor Sánchez, asistido de los capitulares doctores Bruguera y Puig.

    El «Orfeó Cátala» cantó la gran misa del Papa Marcelo, de Palestrina.

    Terminado el Evangelio, el doctor Laguarda, que ocupaba su sitial frente al del representante de S. M. se dirigió al pulpito, con capa pluvial, mitra, y báculo y precedido del cabildo y clero catedral.

    El discurso del prelado, á pesar de hallarse éste convaleciente, fue elocuentísimo. Empezó saludando á S. M. el Rey que había querido asociarse á la solemnidad, dirigiéndole una expresiva carta en la gue se interesa vivamente por el bien moral y material de Barcelona y delegando su representación en persona tan ilustre corno el general Weyler, al que encargó transmitiera al Monarca la gratitud del prelado y de la Iglesia de Barcelona y los votos que hacía en este acto para que Dios le proteja en los días de su vida y sean éstos dilatados en bien de la Monarquía y de la Patria.

    Después de saludar y agradecer su asistencia á las autoridades y demás invitados, entró en la materia objeto de su discurso, que era la historia de la Catedral, perla, dijo, de la hermosa concha que se extiende desde el Tibidabo hasta el mar.

    «La diócesis de Barcelona ve en este templo algo así como la inspiración y manifestación de su alma, porque la diócesis de Barcelona ve en esas negras piedras y en esas columnas gue se levantan y en esas muros, algo más que piedras; esas piedras son verdaderos archivos de gloriosos recuerdos de la Iglesia y de la diócesis de Barcelona.

    Y porque la diócesis de Barcelona mira con veneración profunda y singular este templo, al ver para el frente del mismo una preciosa fachada y que después se levanta dirigiéndose al cielo un hermoso cimborio, prodigio de la arquitectura, y observa esto que hace veinticinco años no existía, rebosa de gratitud y agradecimiento.»

    Recuerda el prelado que el día de la Purísima del año 1886 hablaba precisamente desde aquel mismo púlpito el obispo don José [sic] Cátala, el cual había, recogido el alma de su pueblo, y expresaba el deseo que todos sentían de que la Catedral de Barcelona tuviera terminadas sus obras, especialmente de su fachada.

    Añadió que el deseo ha sido realizado, gra-cias á la munificencia de don Manuel Girona que se ofreció á costear la fachada. Con este motivo elogió á aquel patricio y á sus hijos, que han sabido imitar á su padre continuando su obra y costeando el cimborio.

    Hace al doctor Laguarda el historial del templo catedral desde el tiempo en que según tradición el apóstol Santiago predicara en este mismo montículo en que hoy se asienta.

    Hablando de la parte artística de éste:
    «Lo que dicen los templos ojivales, añade, está demostrado en éste. Mirad estas columnas, delgadas, finas y sólidas como el pensamiento que se levanta; mirad estos arcos apuntados; mirad esa luz que se filtra por los vidrios de colores; mirad las sombras de tristeza augusta de que están impregnadas las naves de este templo… todo habla de Dios, de la eternidad, del alma.»

    Señala la característica de nuestro templo Catedral, notable, no por sus adornos maravillosos, que no tiene, sino por la pureza de sus líneas incomparables, y felicita á los facultativos que han trabajado para completar dentro de su estilo propio la obra de la Basílica, señores Mestres y Font.

    Terminó el doctor Laguarda su hermoso discurso cantando un himno á la patria catalana y elogiando los sentimientos cristianos del pueblo de Barcelona.

    El doctor Laguarda, al acabar su discurso se sentía bastante fatigado, á causa de hallarse aún casi en la convalecencia.

    Después del sermón, el «Orfeó» cantó un Te-Deum. La función religiosa terminó á la una menos cuarto.

    En el palacio episcopal.—Banquete

    Terminados los oficios se reunieron las autoridades en el salón del trono del palacio episcopal, y en presencia de don Manuel y doña Ana Girona el canónigo doctor Faura leyó el texto de un pergamino que el cabildo entrega á los señores de Girona. En él está copiada el acta de la sesión del cabildo en que se acordó declarar bienhechores insignes á don Manuel y doña Ana Girona.

    Con tal motivo se cambiaron palabras de gratitud entre el prelado y el señor Girona.

    El prelado sentó á su mesa á las citadas autoridades. Una de las presidencias de la mesa la ocupaba el general Weyler, que tenía á su derecha á doña Ana Girona, viuda de Sanllehy; al presidente de la Audiencia, al delegado de Hacienda y al doctor Carulla, y á su izquierda al alcalde, presidente de la Diputación, deán doctor Almera y vicario general doctor Palmerola.

    La otra presidencia la ocupó el doctor Laguarda, que tenía á su derecha al gobernador civil, rector de la Universidad, señor Millán Astray [es decir el padre del Mutilado: le falta entrada Wiki] y presidente de la Junta diocesana señor Trías, y á su izquierda á don Manuel Girona, comandante de marina, fiscal de S. M. y capitán ayudante del general.

  • Mil jovenes fascistas italianos, entre los cuales dos hijos del Duce, llegan para la Exposición; el alcalde se encuentra fuera

    Ayer, a las nueve y media de la mañana, recaló en el puerto, anclando en el muelle de Barcelona, el vapor italiano «Cesare Battisti», a bordo del cual viajan mil ciento cuarenta jóvenes italianos pertenecientes a las vanguardias fascistas.

    En el muelle esperaban la llegada de los jóvenes vanguardistas el gobernador civil, señor Milans del Bosch; el teniente de alcalde señor del Río, que representaba al alcalde [Darius Rumeu y Freixa]; el coronel del ejército italiano señor Chiappa; el cónsul y vicecónsul dé Italia en Barcelona, representaciones de todas las entidades italianas radicadas en nuestra ciudad, gran número de personal de la colonia y del fascio local y una numerosa representación de la Juventud de Unión Patriótica, con su presidente, señor [Pablo] Marsal.

    Al echar anclas el buque, la charanga de la Legión de San Jorge, de Carrara, que acompaña la expedición, tocó los himnos nacionales español e italiano y el himno fascista, que fueron saludados con aplausos por cuantos, desde tierra, esperaban a los visitantes.

    Al frente de los «vanguardistas» vienen 60 oficiales, y entre aquéllos, como simples soldados de filas, figuran dos hijos del jefe del Gobierno italiano, los jóvenes Bruno y Victorio Mussolini, de trece y diez años respectivamente.

    Los expedicionarios desembarcaron inmediatamente, formando con gran marcialidad a lo largo del muelle.

    Una vez cambiados entre las autoridades y el comandante de la tropa expedicionaria los saludos de rigor, ésta desfiló, con su charanga al frente, al mando de los señores Balducci y Calderai, dirigiéndose por las Ramblas y calle de Fernando a la Plaza de San Jaime. Su paso fue presenciado por numeroso público. En el Ayuntamiento los «vanguardistas» fueron recibidos por el señor Bonet del Río, en representación del alcalde, y por el señor Ribé, cambiándose afectuosos saludos en el Salón de la Reina Regente.

    Los señores Chiappa, Balducci, Canepa y Calderai, con los señores Bonet del Río y Ribé, salieron al balcón principal dé las Casas Consistoriales, para presenciar el bello espectáculo que ofrecían los 1.140 «vanguardistas» formados en la Plaza.

    A continuación el señor Bonet del Río les dirigió la palabra, saludándoles en nombre de la ciudad. Hizo votos porque su breve estancia en Barcelona sea grata a los jóvenes italianos y porque su visita sirva para intensificar las relaciones y sentimientos de amistad entre su país y el nuestro. Tuvo frases de admiración para el fascismo y para los sentimientos de exaltación patriótica que representa, y terminó brindando por Italia, por el Rey Víctor Manuel y por Mussolini.

    El comandante Balducci respondió a estas palabras con otras de gratitud por la acogida hallada en Barcelona, y dio vivas a España, al Rey Don Alfonso XIII y a Primo de Rivera. Ambos parlamentos fueron acogidos con los clásicos saludos fascistas y los himnos italiano y español.

    Seguidamente los expedicionarios se dirigieron al Palacio de la Generalidad, cuyas dependencias visitaron, acompañados por el conde del Montseny.

    Mientras los visitantes recorrían el palacio, la banda de la Legión de San Jorge interpretó algunas piezas en el Patio de los Naranjos.

    Luego estuvieron los jóvenes italianos en la Catedral, que también visitaron con viva atención.

    Efectuadas estas visitas se dirigieron en brillante formación militar al puerto, embarcando de nuevo a bordo del «Cesare Battisti», donde comieron.

    A las tres y media de la tarde volvieron a bajar a tierra los vanguardistas, dirigiéndose a la Plaza de Cataluña, desde la cual marcharon, en tranvías, al Tibidabo.

    A las siete y media de la tarde regresaron a la ciudad, marchando una nutrida representación al local de la Juventud de Unión Patriótica, en donde se había organizado un acto en su honor.

  • Revolución social en las afueras

    De volgende morgen in alle vroegte werd ik gewekt door schoten. Geïsoleerde knallen en het doffe dreunen van kanonnen in de verte. Daartussen gaapte een doodse stilte. Geen tram ging voorbij, geen auto. Ik wist uit ervaring wat deze stilte betekende: Algemene staking. Juanito had dus toch gelijk gehad… Ik snelde de straat op.

    Het werd een gedenkwaardige Zondag, een van de drie, vier dagen die een mens nooit meer vergeet.

    Daar wij aan de rand van de stad woonden, waren wij volkomen afgesneden. Geen nieuws drong tot ons door, er viel niet aan concrete berichten te komen. Maar het dreunen van de kanonnen zei genoeg.

    Alvorens de stad in te gaan, klommen wij op een van de heuvels die naar de Tibidabo omhoogleiden, en van daar uit konden wij geheel de uitgestrekte stad overzien. Verscheidene vliegtuigen cirkelden onheilspellend boven de centrale wijken en rondom het fort Montjuich dat de haven beheerst. Dikke rookpluimen stegen van verschillende punten op. Brandende kerken! Brandende kloosters! Dikwijls waren gehele stadswijken door de rook verhuld.

    Bijwijlen werd zo intensief geschoten, dat er geen twijfel aan kon bestaan of er werden echte veldslagen geleverd. Het was aangrijpend in de starre, blauwe, van brandlucht bezwangerde zondagmorgen. De straten beneden ons waren uitgestorven. Slechts op de heuvel zaten hier en daar nog andere mensen met angstige gezichten omlaag te staren naar de dreunende stad.

    Toen wij de heuvel weer afklommen, wisten wij één ding met zekerheid: een tocht door de stad zou levensgevaarlijk zijn. Maar de onwetendheid, het isolement was ondraaglijk. Waar was Juanito? Wat deden de overige vrienden en kameraden? Wij besloten een voorzichtige verkenningstocht te beginnen; hoe hadden wij zo dom kunnen zijn die nacht naar huis te gaan. Allen hadden het geweten, waren er bijtijds bij geweest…

    Slechts zeer weinig mensen kwamen wij tegen op straat. Haastig en schuw, met sombere gezichten. Op de kleine Plaza, een kwartier van onze woning verwijderd, vonden wij enige mannen bijeen op het terras van een klein café, dat maar half geopend was. De meeste ijzeren rolluiken waren nog neergelaten. Met hun gedempte stemmen zaten de mannen druk te redeneren. Wij zetten ons in hun buurt om enig nieuws te kunnen opvangen, doch nadat zij ons wantrouwig van terzijde hadden aangezien, vervolgden zij met nòg zachtere stem hun gesprek.

    De kellner die ons bediende, was hermetisch en afgetrokken. ‘Ik weet van niets.’ zei hij. ‘Er wordt geschoten. Waarschijnlijk een militaire opstand… Iedereen had het wel kunnen voorspellen dat…’

    Hij voltooide zijn zin niet. Er was een plotseling tumult, een auto suisde over het pleintje en verdween in een andere straat. Op de rugzijde stond met grote ruwe krijtletters: ‘C.N.T.’ geschreven.

    Wat betekende dat? Vlucht? Occupatie?

    Een tweede auto kwam aangesuisd. Hij hield midden op het plein stil. Aan alle kanten loerden geweerlopen naar buiten. Aan alle kanten was het opschrift ‘C.N.T.’ aangebracht. Uit de auto kwamen een man en een vrouw; de overigen bleven zitten, en spiedden onophoudelijk om zich heen. De man richtte een revolver op onze kleine groep en riep kort en scherp: ‘Manos arriba!’ (handen omhoog!). De vrouw trad op ons toe. Zij zwaaide in haar rechterhand een grote hamer. Nooit zal ik het gezicht van deze jonge arbeidster vergeten. Het was als droeg ze slechts bij toeval haar ruw zwart kleed. Haar gezicht had een harde, vastberaden uitdrukking. Zij richtte een vraag die ik niet verstaan kon aan de mannen die met opgeheven handen naar haar toe liepen. Dan een korte woordenwisseling tussen haar en de inzittenden van de auto, die met dreigende gezichten naar ons keken. En terwijl wij langzaam de handen lieten zakken, zette zich de auto met de revolutionairen weer in beweging. Hij maakte voorzichtig een toer rondom het gehele plein, en verdween dan even plots als hij gekomen was.

    Gewapende arbeiders… dat was dus de Revolutie…

    Wij stonden op met kloppende harten, konden niet meer drinken van de emotie. En wij hadden ook geen lust een tweede maal in deze pijnlijke situatie te geraken, voor het proletariaat waartoe wij zelf behoorden ‘handen omhoog’ te moeten staan. Als stonden wij aan de andere zijde…

    Tegelijk met ons verlieten ook de andere lieden het café, en de bezitter liet nu het laatste rolluik naar beneden ratelen. Het schieten was weer luider geworden, de straten waren volkomen leeg. Van welke hoek zouden de verdwaalde kogels komen? In welke straat zou ons plotseling de eerste charge verrassen?

    Onze woning lag nog als een veilige burcht tegen zijn heuvelflank. Maar het was een onrustige nacht die wij er doorbrachten, want er werd nu schier ononderbroken geschoten, ofschoon het niet zo luid aandeed als overdag.

  • Derribo del Cristo del Tibidabo

    Julià Gibernet Munt, de 45 años y de profesión guardia urbano de Barcelona, se fue a lo alto del Tibidabo junto con un grupo de republicanos. Una vez allí, ató una cuerda al cuello de la estatua del Sagrado Corazón de Jesús que coronaba la montaña. Todos tiraron con fuerza y la imagen cayó. Un crimen simbólico que el régimen no perdonó. Gibernet fue detenido tres años después y condenado el 26 de mayo de 1939, tras un juicio sumarísimo, a 15 años de prisión.x

  • Aurora boreal vista desde Tibidabo, confusión en el frente de Aragón

    The 1938 aurora borealis

    The «aurora borealis» is a luminescent meteor, a phenomenon that frequently happens in areas close to the North Pole and which can also be seen in rather exceptional circumstances in regions of Central Europe. So the aurora borealis that could quite clearly be seen from the Pyrenees, and even from the top of the Tibidabo hill in Barcelona, on the 25th of January 1938, was an absolutely unusual occurrence. It was in fact a unique experience. There are no known accounts of any other event of that kind at such meridional latitudes.

    Furthermore, the phenomenon took place in the midst of war, thus causing terrible confusion and shock among the soldiers who were fighting on the Aragonese front. (…)

  • Antonio Mingote toma Barcelona a solas, pero su mamá se encuentra en Sitges

    Era un teniente que en la noche anterior había dicho a su jefe que necesitaba llegar a la ciudad que se divisaba a los pies del Tibadabo donde se encontraba su regimiento. ¿Por qué? Pues porque allí estaba su madre y quería verla después de tres años de ausencia por la guerra. El comandante le contestó que estaba loco, que el avance no estaba previsto hasta el día siguiente y que él no podía darle un permiso de aquel tipo. El teniente insistió y finalmente su jefe le dijo lo habitual en esos casos: Que no había oído nada y que sólo se olvidaría de preguntar por él al llegar la noche.

    Y el oficial bajó a pie por la Bonanova y toda la calle de Muntaner en compañía de su asistente que se empeñó en acompañarlo; las pocas personas que encontraba le miraban extrañadas por las dos estrellas en el pecho y gorro pero no podían concebir que fuera «de verdad». Llegó a la casa donde esperaba encontrar a su madre y los vecinos le dijeron que estaba bien pero que se había ido a Sitges un par de semanas antes…

    Dado que aquella población estaba ya en zona «liberada» según la jerga del tiempo, el teniente emprendió el camino de vuelta y llegó felizmente a su posición con el suspiro de alivio del capitán. Al día siguiente entró, esta vez, oficalmente y con música y banderas desplegadas en Barcelona.

  • Ricardo del Río: la escenificación de la victoria

    La mañana del día 26 como presagiando lo que poco después del mediodía había de producirse. Pocas personas en las calles. Gestos tristes en los que habían visto cómo sus familiares habían abandonado Barcelona para no se sabía cuánto tiempo y otros con semblante alegre, ya que ansiaban el final que se avecinaba para dar rienda suelta a su alegría.

    Un breve cañoneo a las diez de la mañana cayendo los proyectiles en la Plaza de España, altos de Montjuich y algunas calles de la barriada de Sans y más tarde se realiza el asalto al famoso monte vigía del puerto de Barcelona. Defendiéndole unos cuantos soldados de Infantería que en cuanto vieron aparecer la primeras fuerzas enemigas arrojaban sus armas. No fueron hechos prisioneros, sino que desembarazdos del arma que les habían dado en el Ejército republicano, les fue entregado un fusil del Ejército nacionalista y colocados en vanguardia. Esta operación se realizó simultáneamente en Vallvidrera y Tibidabo, deteniéndose un momento el avance para sacar a los presos que había en el famoso castillo y en la prisión establecida en lo que había sido Pueblo Español de la Exposición de Barcelona, entre los que se encontraba el Teniente Coronel Domingo Rey d’Harcourt encargado de la defensa de Teruel cuando fue tomado por la República y que todavía no había sido juzgado.

    A la una de la tarde acuerdan realizar la entrada de la ciudad catalana, y dos columnas, una que baja de Montjuich hacia la Plaza España, siguiendo la calle de Cortes a las Ramblas y otras que descendiendo del Tibidabo toma la calle de Muntaner hasta la Diagonal, siguiendo esta Avenida hasta el Paseo de Gracia. No entraron fuerzas extranjeras. Estas se quedaron en retaguardia. Soldados navarros, que habían llevado el peso de las operaciones, unidades gallegas y algunas banderas del Tercio, fueron los primeros en cruzar las calles vacías de Barcelona. Más tarde llegaron moros y los generales Yagüe y Eliseo Álvarez Arenas, y después el General Jefe del Ejército del Norte.

    No quisieron evitar la salida de Barcelona de cuantos quisieran marcharse. Si hubieran deseado lo contrario, retrasan unas horas la entrada, desciende[n] por la ladera izquierda del Tibidabo y dirigiéndose al la carretera de Granollers hubieran cortado toda salida de Barcelona. De la forma en que se llevó a cabo fue posible que numerosas personas que no habían creído, llevadas de un optimismo ignorante, en la segura y próxima caída de la capital catalana, evacuasen la ciudad. Asíe se presenciaron espectáculos dignos de relatar en los que unos a otros y mientras en rápida carrera se dirigían a la carretera de salida, se fuesen avisando con estas voces: ¡Los facciosos están esquina la calle de Aribau! ¡Ya bajan por el Paseo de Gracia! Todo esto fue presenciado por muchos de los que habían salido de Barcelona hacía 48 horas y que habían podido regresar por la razón antedicha a realizar alguna función de su empleo o a recoger a algún familiar. Se supo de este modo rápidamente hasta el menor detalle de la toma de Barcelona.

    Un detalle de la ignorancia en que se encontraron los ciudadanos de Barcelona del momento culminante de la entrada de los soldados de Franco, debido a la casi nula lucha, es que las emisoras de Barcelona seguían funcionando con el personal antiguo y cumpliendo su programa normal como si continuase el Gobierno de la República, haciéndose cargo dos horas después de estar la ciudad en su poder de las emisoras un Teniente de Transmisiones, cuando el «speaker» de Radio Barcelona continuaba su labor como si nada hubiese ocurrido.

    Pasados los primeros momentos los elementos facciosos de la ciudad hicieron aparición y se hizo salir a la gente a la calle para que se animase el espectáculo de la Conquista de Barcelona. Más tarde un discurso del General Álvarez Arenas y unas órdenes del General Dávila fueron el botón final a las primeras fases de la entrada en Barcelona. Todo este relato se ajusta en un todo a la realida, ya que de la mayor parte de lo relatado fue testigo el que esto escribe y otros detalles han sido contados por personas de absoluta seriedad que tuvieron ocasión de presenciarlos.

  • Dionisio Ridruejo: alivio y alegría al entrar los nacionales

    El día 26 las tropas estaban sobre Pedralbes sin otro obstáculo que unos puestos de ametralladoras rápidamente desmontados. Pero se esperó a que estuvieran limpias las alturas del Tibidabo y de Montjuic para hacer la penetración. Cuando volvimos por la tarde ya estaba hecha. Como la ciudad estaba medio a oscuras decidimos dor­mir aún en Sitges. Al otro día, de mañana, bajamos por el paseo de Gracia a la plaza de Cataluña y a las Ramblas. Había un gentío enorme y efusivo, en el que predomi­naban las mujeres, algunas de las cuales casi se nos metían por las ventanillas de los coches. Era sensible que para una buena parte de la población la guerra había sido una larga pesadilla y aquel final casi incruento y quizá inesperado representaba una fiesta. No toda la ciudad estaría en el mismo talante, pero el espectáculo que ofrecían los barrios céntricos impresionó mucho a los primeros jefes militares que, sobre la marcha, pudieron utilizar la radio. El primero de ellos fue, si no me equivoco, Juan Bautista Sánchez, que pertenecía a la columna Solchaga y era un soldado ingenuo que años más tarde —es coincidencia— moriría ejerciendo, con dignidad muy libe­ral y austera, el mando supremo de la Región militar catalana. Tengo ante la vista el texto de su arenga:

    «Os diré en primer lugar a los barceloneses, a los catalanes, que os agradezco con toda el alma el recibimiento entusiasta que habéis hecho a nuestras fuerzas. También digo al resto de los españoles que era un gran error eso de que Cataluña era separa­tista, de que Cataluña era antiespañola…».

    No había recriminaciones ni amenazas y parecía un buen comienzo. Pero… (So­bre los peros y otras cosas versará la segunda parte de este episodio.)

  • Dalí pide una arquitectura «blanda y peluda» durante una conferencia sobre Gaudí en el Parque Güell

    «El Generalísimo Franco —dijo— es el mejor jefe de Estado que existe en Europa»

    Con una asistencia de público muy numerosa, tanto que puede cifrarse en varios millares de personas, el pintor don Salvador Dalí pronunció su anunciada conferencia, dentro del programa de las Fiestas de la Merced, en beneficio de las obras del templo expiatorio de la Sagrada Familia.

    La sesión, que debía iniciarse a las siete y media de la tarde, comenzó con treinta minutos de retraso. En primer lugar, los famosos «Xiquets de Valls» intentaron levantar una torre humana de seis pisos, pero cuando ya estaban a punto d« conseguirlo, una nube de humo muy denso —preparada por Dalí para hacer su aparición— cegó a algunos de los muchachos de la «colla», produciendo la calda, sin consecuencias, de la torre. Un segundo intento se vio coronado por el éxito y cuando e1 público aplaudió la exhibición hizo acto de presencia don Salvador Dali, acompañado de su esposa Gala.

    El conferenciante, que fue presentado por don Federico Gallo, pasó a ocupar un pequeño palco, desde el que se domina la terraza superior del Parque y, sentando en un sillón gaudiniano a Gala, inició, de pie, su disertación con un saludo a los «Xiquets de Valls». «Xiquets de Valls» —dijo—, vosotros sois como Egipto, pero como un Egipto al reyes. Egipto elevó pirámides de piedra muerta a la muerte. Y vosotros elevéis pirámides vivas al cielo vivo de la mística española». Y, después de señalar e1 paralelismo entre las torres humanas de los «Xiquets» y las torres gaudinianas, dijo: «El pintor Mariano Fortuny es un genio; yo, también. El arquitecto Antonio Gaudí es un genio; yo, también. Prim, Fortuny y Gaudí son de Reus; yo, también. Yo también porque, como escribió otro también genial filósofo, Francisco Pujols, en nuestro pais hay gente que sin ser de Reus, casi lo parecen.

    Seguidamente, Dali exaltó los valores espirituales hispanos. Como escribió Eugenio Montes, citó, en los momentos actuales ée terrible decadencia moral, ser español es una de las cosas que aún se puede ser. Y ser de Reus, añadió, quiere decir ser español y, por tanto, genial. Los de Reus, los de Figueras, los de Port ligat, los de Málaga, los de Sevilla y los de El Escorial, por ser españoles son geniales porque todos, unos sobre los hombros de los otros, formamos una torre mística, esa torre de sangre nobilísima que constituye la unidad española.

    A continuación, Dalí pasó a analizar la obra gaudiniána. Gaudi, dijo, descubrió la inteligencia angélica, es decir, la posibilidad de ver las cosas en el espacio sin necesidad de un plano. Y asi Gaudi no necesitó plano para levantar una catedral. Frente a la arquitectura angélica gaudiniana, Dalí opuso la baja calidad de la arquitectura funcional — que no funciona — descubierta por Le Corbusier, a quien el mismo conferenciante afirmó haber dicho en 1928 que la arquitectura del futuro tendría que ser lo contrario de lo funcional, es decir, gaudiniana, o sea, blanda y peluda. La arquitectura blanda la aportó Gaudi y él, Dali, está llamado para aportar la arquitectura peluda.

    Pasó después a tratar lo que calificó de «cuestión del alquitrán».

    He descubierto — dijo — qus las formas de este material, surrealista por excelencia, son propias de la viscosidad del subconsciente humano. Trató también del «sentido áureo místico helicoidal», de las formas gaudinianas, propias de un temperamento genial español. Cuando un español sala genial, dijo, no se le puede comparar con nada. Pero los españoles somos sólo sordos con los nuestros. Velázquez fué un genio español. Y Gaudí, después, fué otro genio también español. Y ahora, el Generalísimo Franco es el mejor Jefe de Estado que existe en Europa. Estos son los hombres que da España.

    Después, Dalí se refirió a la importancia cósmica de Gaudí y a la explosión espiritual, creadora y morfológica de sus obras. Esta explosión que ha despertado al mundo artístico no ha despertado sin embargo, a muchos barceloneses, que ni tan siquiera se han preocupado de visitar la exposición de Gaudi que actualmente se exhibe en el Tinell. Y para terminar su disertación, animada con continuos aplausos del público, Dalí refirió como en su época de estudiante logró un primer premio en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando sin pasar el pincel por el lienzo disparando desde un metro de distancia pegotes de pintura hasta componer un desnudo femenino que mereció el premio del jurado. Con ello se pretendió que el «divisionismo» o «quántiismo» era daliniano, lo cual no es cierto, afirmó. Lo que sí juzgó como daliniano es la cuestión del alquitrán y de sus formas. Hago una profecía y doy mi palabra de honor de español acerca de su cumplimiento. La profecía es, dijo, que es imposible acabar la Sagrada Familia sin seguir las pautas viscosas y helicoidales del alquitrán.

    Concluidas sus palabras, y entre continuos aplausos, Dalí pasó a un gran estrado sobre el que se había instalado un lienzo de seis metros de alto por cinco de ancho y con una gran brocha fue trazando sobre el lienzo, apoyado en el estrado, una gigantesca pintura. Cuando concluyó, y mientras sus ayudantes regaban con asfalto caliente algunas partes del lienzo, anunció por el micrófono el significado de su obra, plenamente adecuada con el impulso que movió a Gaudi a levantar el templo expiatorio de la Sagrada Familia.

    Mientras una grua iba levantando el cuadro —en el que se entreveían las formas de las torres de la Sagrada Familia- por los altavoces fueron retransmitidas otras palabras de Dalí tomadas en cinta magnetofónica, entre las que destacaron tres nuevas profecías artísticas: Primera, que cuando se colapse la arquitectura funcional toda la nueva arquitectura del mundo partirá de Gaudi; segunda, que todo el arte moderno parecerá a menos de vivificarse con el impulso creador de Gaudí y, tercera, que España, único país donde la fe católica ha tenido un sentido militante, será el punto del renacimiento artístico gracias a las formas hiperbólicas del último gran místico de nuestro tiempo: Antonio Gaudi.

    Levantado el cuadro definitivamente, y entre aplauso» del público —al que Dalí había prometido que no se aburriría «como en otras conferencias» — pasó el pintor de Cadaqués a contestar las primeras diez preguntas que le formularan, iniciándose un interesante coloquio en el que se trató de cosas tan dispares como Gaudí, la sardana, el alquitrán, los payasos, los pintores, loa bigotes dalinianos y los productos pitagóricos, concluyendo e1 coloquio pasadas las nueve de la noche. Un fuerte aplauso subrayó la sensacional conferencia, gran atracción de ios Fiestas de la Merced y generoso gesto del pintor Dalí al ofrecer toda la recaudación para la construcción del templo de la Sagrada Familia.

    La conferencia, a la que asistieron muchos extranjeroa, fue retransmitida por varias emisoras barcelonesas y tomada en película para el NO-DO. Una nube de fotógrafos disparaba continuamente sus destellos.