Etiqueta: puerto de Barcelona

https://lh4.googleusercontent.com/-MOKn3YJ6noM/T2W8OcCxonI/AAAAAAAA5RI/gwQKLCWKKbY/s560/puerto.jpg //// Montaña / Molas (?), Puerto de Barcelona (1779) //// Capmany, Memorias históricas ////

  • Empieza el diluvio catalán

    Llovio en la ciudad de Barcelona treynta y dos dias, aora manso, aora rezio, començando dia de San Miguel Arcangel, por cuya causa se rompieron las azequias del agua, que yua a los molinos de la Ciudad, y a los demas, y como no se podia moler trigo, y auia gastado cada vno en su casa la harina que tenia, se vieron con los mayores aprietos de hambres, que se puede imaginar. Y aunque adereçó la Ciudad las dichas azequias, aprouechó poco, porque las rompio el agua, y assi padecieron ricos, y pobres mucha hambre; cofa que en aquella ciudad jamas se avia visto, ni oydo contar a los viejos, ni hallado por escripto, que por abundancia de agua vuiesse avido tanta hambre; fue necessario que el Iurado de la dicha ciudad anduuiesse por los hornos, y casas de panaderias poniendo penas de que nadie diesse, ni vendiesse pan, sin que primero se le manifestasse, para dar orden a que se repartiesse entre los necesitados, y el mismo se hallaua presente para que se diesse por peso, y medida. Y al cabo de tantos trabajos fue nuestro Señor servido de embiar una tempestad por la mar con una contravanda de vientos, que parecia acabarse el mundo, dandose los baxeles unos con otros, que don Luys Sans Obispo de aquella ciudad, encomendó muy de veras a todo el Clero, y Religiosos se pusiessen en oracion, y assi lo hizieron, y de alli a un poco de tiempo los mandó llamar a todos para que acompassen el Santissimo Sacramento, que lo llevava el señor Obispo, y con la Clerecia, y Religiosos. Sacaron de cada Yglesia rodas sus Reliquias, y particularmente la Parroquia de nuestra Señora del Pino sacó (demas de otrasa muchas Reliquias) una santa Espina de las que estavan en la Corona de Christo nuestro Redentor: Y el Convento de el glorioso Santo Domingo sacó el manto de San Reymundo de Peñafort, en el qual passó el Santo al mar, sirviendole de barco, o navio. Fueron infinitas las Reliquias que sacaron; y llevandolas juntamente con el Santissio Sacramento, el qual tuvo en el baluarte, y fortaleza, que está enfrente de la mar, adonde estuvo el Señor dos dias y medio, y la santa Espina, y manto de S. Raymundo, y lo llevaron al muelle, y mojaron en la mar la santa Espina, y manto del glorioso S. Raymundo con una solemnissima procession. Y despues que el tiempo uvo amaynado, hizieron otra grandissima procession, y cantaron un Te Deum, en la Cruz, que está fuera del portal de la mar, que es muy grandioso. El Virrey se halló en todo, y despues subio en un cavallo, y el en persona andava por la marina mirando lo que faltava, para la restauracion de tantas personas, que estavan en los baxeles; y mandó hazer un pregon, que pena de la vida, todos los que tuviessen en sus casa cuerdas, las sacassen, y las llevassen a la orilla de la mar, para lo que fuesse necessario. Esto sucedio dia de los Difuntos a dos de noviembre de 1617 años.

    A un quarto de legua de la ciudad de Barcelona al pie de la montaña de Monjuic, que es a la parte de Poniente, ay encima de la mar una Capilla de San Beltran, y delante della se a hallado una cuna con un niño, que aun no le avian sacado los braços, que fue milagro no se hiziesse mil pedaços, por aver venido lexos por algun rio, o ribera, andava por la mar, y unas barcas lo an hallado, con la medida de nuestra Señora de Monserrate cruzada por el pecho.

    Partio el dicho Correo de la ciudad de Barcelona dia de los Difuntos para Madrid, con unos despachos del servicio de su Magestad, y estando fuera de la ciudad le cogió tanta agua, que uvo de caminar por encima de las montañas, dexando el camino ordinario, por estar lleno de agua, llegó al primer lugar, llamado Molino de Rey, con muchos trabajos, y peligros de la vida: bolvio a crecer tanta la lluvia, que en un momento se hincheron los primeros patios de agua, y se llevó las sillas, bancos, mesas, y otras cosas: llovio toda la noche tan reciamente, que a la mañana, queriendose vestir los mesoneros su ropa, les fue forçoso salir con sola la camisa, sin tener lugar, ni tiempo a recoger las cosas mas estimadas de casa, y lo que mas les afligia, era sospechar no hallar lugar donde recogerse, por causa, que las casas que junto estavan se yvan cayendo.

  • El entorno: Montserrat, banderolismo, piratería, supersticiones

    To Sir James Crofts.

    I am now a good way within the Body of Spain, at Barcelona, a proud wealthy City, situated upon the Mediterranean, and is the Metropolis of the Kingdom of Catalonia, called of old Hispania Tarraconensis. I had much ado to reach hither; for besides the monstrous Abruptness of the Way, these Parts of the Pyrenees that border upon the Mediterranean, are never without Thieves by Land (called Bandoleros) and Pirates on the Sea-side, which lie sculking in the Hollows of the Rocks, and often surprise Passengers unawares, and carry them Slaves to Barbary on the other Side. The safest Way to pass, is to take a Bordon in the Habit of a Pilgrim, whereof there are abundance that perform their Vows this Way to the Lady of Monserrat, one of the prime Places of Pilgrimage in Christendom: It is a stupendious Monastery, built on the Top of a huge Land-Rock, whither it is impossible to go up or come down by a direct Way, but a Path is cut out full of Windings and Turnings; and on the Crown of this craggy Hill there is a Flat, upon which the Monastery and Pilgrimage-place is founded, where there is a Picture of the Virgin Mary sun-burnt and tanned, it seems when she went to Egypt; and to this Picture, a marvellous Confluence of People from all Parts of Europe resort.

    As I passed between some of the Pyreney-hills, I perceived the poor Labradors, some of the Country People, live no better than brute Animals, in point of Food; for their ordinary Commons is Grass and Water, only they have always within their Houses a Bottle of Vinegar, and another of Oil; and when Dinner or Supper-time comes, they go abroad and gather their Herbs, and so cast Vinegar and Oil upon them, and will pass thus two or three Days without Bread or Wine; yet they are strong lusty Men, and will stand stiffly under a Musket.

    There is a Tradition, that there were divers Mines of Gold in Ages past amongst those Mountains: And the Shepherds that kept Goats then, having made a small Fire of Rosemary-stubs, with other combustible Stuff to warm themselves, this Fire grazed along, and grew so outrageous, that it consumed the very Entrails of the Earth, and melted those Mines; which growing fluid by Liquefaction, ran down into the small Rivulets that were in the Vallies, and so carried all into the Sea, that monstrous Gulph which swalloweth all, but seldom disgorgeth any thing: And in these Brooks to this Day some small Grains of Gold are found.

    The Viceroy of this Country hath taken much Pains to clear these Hills of Robbers, and there hath been a notable Havock made of them this Year; for in divers Woods as I passed, I might spy some Trees laden with dead Carcasses, a better Fruit far than Diogenes’s Tree bore whereon a Woman had hanged herself; which the Cynic cried out to be the best bearing Tree that ever he saw.

    In this Place there lives neither English Merchant or Factor; which I wonder at, considering that it is a maritime Town, and one of the greatest in Spain, her chiefest Arsenal for Gallies, and the Scale by which she conveys her Monies to Italy: But I believe the Reason is, that there is no commodious Port here for Ships of any Burden, but a large Bay. I will enlarge myself no farther at this time, but leave you to the Guard and Guidance of God, whose sweet Hand of Protection hath brought me thro’ so many uncouth Places and Difficulties to this City. So hoping to meet your Letters in Alicant, where I shall anchor a good while, I rest

    Yours to dispose of, J. H. Barcelona, 24 Nov. 1620.

  • Un alboroto mallorquín impide la celebración del Día de Todos los Santos en Santa María del Mar

    Los mallorquines también el día de Todos Santos por la mañana, año de 1622, en la calle de los Escudilleros, empezaron á mover un ruido con los paisanos, unos gritando viva la tierra, otros viva Mallorca y bien que se sosegó allí; pero después á la tarde bolvióse á mober la brega, y espada en mano se entraron á cuchilladas en Santa María del Mar, de calidad que hubieron de dejar los oficios de difuntos que se cantavan: desviados de allí, se fueron los mallorquines á la Merced y entraron en la iglesia con las mismas voces, y á cuchilladas mataron un platero; llegó la noticia al Virrey, que mandando salir dos jueces de corte por la ciudad, con parte de su guardia, se hicieron los mallorquines á la marina, escondiéndose entre barcos y barracas; pero prendiéronse muchos, bien que después de muchos días de cárcel salieron bien, porque los padrinava el conde de Sevalla (Zavellá) que interponiéndose con el de Alcalá, virrey, les consiguió la libertad.

  • La ciudad manda evitar la acumulación de ballasto en el puerto

    [L]a Ciudad publicó un bando mandando que las embarcaciones no pudiesen arrojar el lastre de arena, sino en el parage que les señalaria el Guardian del Puerto.

  • Gran alboroto contra los genoveses; ahorcan a dos de los responsables; los conflictos políticos

    Ultimo día de Pasqua de Spíritu Santo…, año de 1624, havía en el muelle seis ó siete galeras de Génova, y los soldados de ellas, sobre no sé qué quento, tubieron pendencia con algunos paysanos y dispararon los soldados algún mosquetazo: los nuestros luego levantaron el grito de viva la tierra y muera Génova, á cuias hoces se conmovió toda la ciudad, dando cara á todos los genoveses. La gente de la rivera, que eslava indignada contra el Judice (¿Giudici?), un caballero genovés, porque havía quitado la conveniencia de un velamen que las mujeres de la rivera travajaban para los galeones, y dádolo á otro, se valió de la ocasión, y mano armada embistieron la casa deste cavallero, que vivía en la calle de Moncada, y pegaron fuego á la casa, acarreando las mugeres leña á faxos; quemáronle las puertas de la casa, de cuio fuego dan muestra las piedras de la misma portada: en medio de la luna hicieron una horrible hoguera y quemaron allí todo el velamen y xarcias que tenía en su casa de los galeones, y pasando más allá, hechavan de las ventanas las alhaxas de la casa (El vulgo en Cataluña llama alhajas de una casa, al mobiliario. En este sentido parece que está usada ea el texto la palabra alhaja.), hasta puertas y ventanas, sin perdonar su furor quanto podía haver á las manos, y á no ser la maior parte de los suelos de la casa de bóveda gruesa, es evidente que la quemaran toda. Un hornero llamado Fuster, le mató á puñaladas un famoso cavallo en la misma cavalleriza. El desenfreno desta gente pasaba á querer hacer lo mismo en casas de algunos mercaderes genoveses; pero la nobleza y algunos que tenían mano se interpusieron, y no pasó adelante. Las galeras se hubieron de salir del muelle, y al marchar desde la torre del baluarte de la Atarazana, les tirava la artillería, bien que no les hizo daño alguno: fuéronse hacia poniente las galeras. Sosegado el tumulto, se pasó al castigo de los capitales, prendieron muchísimos de la ciudad y castigaron algunos: ahorcaron dos mozos, el uno hera el que mató el cavallo, y otro que estava inculpado con algunos compañeros de haver robado oro, plata y algunas cosas de valor, en ocasión que hechavan las alhajas por las ventanas. Estos dos mozos apenas tenían barva, que era lástima, y se temió que no los sacaran de mano de la justicia quando los llevan al suplicio; pero al fin, ellos murieron.

    Lector mío, en estos lances te aconseja mi corto caudal que huias la ocasión de tu parte en ellos, aunque sea para apaciguar los ánimos, porque si eres de parte de tu Rey como deves, te expones arriesgo con el vulgo y de morir á manos de un tumulto; si eres de parte de la patria, te expones á la indignación de tu Rey, y así en corrientes como estas, busca siempre la orilla para salir bien librado: esto me enseñó la esperiencia, y tu gran juicio, lector mío, sabrá comprenderlo mexor.

  • Los nuevos concelleres anteponen la seguridad marítima a sus rituales cívicos

    En la noche del dia de San Andres Apóstol del año 1625, en que se habia hecho la eleccion de estos Concelleres, hubo en la mar tan recia tormenta que se estrellaron muchos buques que estaban en el Puerto de esta ciudad. Para prevenir en lo posible las desgracias que amenazaban, los recien elegidos, antes de prestar el juramento, se dirigieron al Baluarte del Mediodia, á donde la Parroquia de Santa María del Mar habia acompañado en procesion al Santisimo Sacramento, y desde aquel punto dictaron las mas eficaces providencias para el alivio y seguridad de las embarcaciones.

  • Felipe IV celebra su 21º cumpleaños lavando y besando los pies de 13 pobres

    Miércoles Santo, á 8, día en que S. M. cumplía los 21 años de su edad, acudieron á la enhorabuena los comunes de Ciudad y demás puestos: festejóse aquel día con las demostraciones que permitía tan santo tiempo, y lo más fué las salbas de la artillería, así de los baluartes como galeras y demás naves, mirándolo S. M. desde la galeria que dava al mar. Ese mismo día, por la tarde, asistió S. M. en los oficios que se cantaron en San Francisco, adonde concurrió toda la nobleza. El jueves por la mañana también S. M. asistió á la fiesta de iglesia de San Francisco, y después de haver reservado á Christo Señor Nuestro, pasando por el nuebo puente, entró S. M. en el combento para efectuar el Mandato, imitando en este acto al que, poco rato había, nos dava lición desde la cáthedra de la Cruz.

    Teníase en el refitorio del mismo combento dispuesto lo necesario para tan santo exercicio, por ser la pieza capacísima, que, correspondiendo á la casa, es din duda la mexor que tiene la Europa en esfera de convento; estavan ya guisados y en orden 300 platos de diversas viandas y género de pescados, con sus principios y postres, pan y vino, con aquella abundancia que correspondía á tan rico padre de familias: había 18 canas (medida catalana que es poco más de la vara castellana) de paño fino color de sal y pimienta, otras tantas de tela blanca y trece bolsas con 24 rreales en cada una. Estando esto así, y los trece pobres que eran de los bergonzantes, y no de los públicos, y aliñados y limpios según su posibilidad, de que cuidó el limosnero maior, llegó S. M. en procesión con cruz alta, compañándole los cardenales, nuncios, clerecía y demás gente, y entrando en el refitorio se empezó á cantar el Evangelio de Mandato, con la solemnidad que dispone la Iglesia; y á aquellas palabras surgit acena et ponit vastimenta sua [sic: surgit a cena et ponit vestimenta sua (Juan 13:4-5)] desnudaron la capa á S. M., y prosiguiendo et cum accepisset linteumet precinxitse [sic: et cum accepisset linteum praecinxit se] ciñóse la toalla et misit aquam impelium et cepit lavari pedis [sic: deinde mittit aquam in pelvem et coepit lavare pedes discipulorum et extergere linteo quo erat praecinctus], etc. empezó á labar los pies á los pobres. Servíale el agua D. Juan de Fonseca Zúñiga y Acevedo, capellán y limosnero mayor de S. M.; á su lado venía el señor Infante, y seguían los de Olivares, Liche y gentiles hombres de cámara. Al ver ejercer tanta humildad en un monarca tan grande, un religioso de exemplar vida se elevó y estubo gran rato en éxtasis. Sírvate, ó lector mío, este exemplo de alguna ternura, pues ves que se arroba un siervo de Dios en vista de acto tan misericordioso. Acabado de labar los pies y besádoles S. M. de uno á uno á cada pobre, empezóse á repartir la limosna por su orden, dando á cada pobre seis canas de paño, seis de tela, la bolsa con 24 reales, una servilleta, un salero y cuchillo, un tenedor y un pan, de los que comía S. M.; un baso y una redoma de vino blanco, y 30 platos de comida con esta distinción: trece de diversos géneros de pescados, así en empanadas como fritos; siete de frutas secas y verdes, según dava lugar el tiempo, y los diez de confituras y viandas de colación. Todos los platos estaban adornados de variedad de flores y aguas olorosas, y puesto todo en sus canastos, se mandó llebar por dos hombres cada canasto á casa de los pobres.

  • Tensión protocolaria entre flota real y ciudad, gran interés público por el embarque del duque de Alcalá, muere un amigo nadando

    Ultimo día de Junio de 1629 llegaron las galeras de Malta, que venían de las costas de Argel, pero sin haver hecho ninguna presa; al entrar disparó la capitana, y respondió luego el baluarte con quatro cañones: las demás galeras no dispararon. Súpolo la Ciudad, y que estavan dentro; embió luego orden que salieran del muelle, pues no havían saludado, excusándose el General que haviendo disparado la (capitana) y no haver sino algunos quince días que faltaban de aquí, no era preciso el saludar: replicó la Ciudad que en saliendo del reino era obligación, y por último, después de datas y respuestas, salieron aquella misma noche las galeras á la plaia y dixeron no entrarían á no haver de embarcar la ropa del duque de Alcalá, y la siguiente mañana hicieron su salva con todo cumplimiento, y al día siguiente se empezó á embarcar la ropa, y para el día siete de Julio, á la noche, se determinó la embarcación del duque de Alcalá. Fabricóse una puente desde los bancos del muelle hasta la galera, para que á pie llano se pudieran embarcar; concurrió toda Barcelona que, por ser á las ocho, hora en que la luz del día favorecía, todos desearon ver la función. Despedido el General de las galeras del gran prior de Cathaluña, así como los coches salían la Puerta del Mar, las galeras enarbolaron las vanderas, flámulas y gallardetes. Venía el Virrey con los duques de Alcalá, por ser sobrino de éstos; acompañábanles la nobleza y la guardia: llegados al muelle, dejando las carrozas, bajaron por la baxada que ay sin gradas. El Virrey y el General de las galeras hivan delante con la nobleza; venía después el de Alcalá y su hija, sirviendo de brazeros de la nuera y cuñada, y luego la Duquesa, á quien asistía su hijo el Marqués, y por último, las damas y comitiva de familia. Al entrar en la galera todas hicieron salud, y después de un rato se volvió el Virrey, acompañándole el General hasta el cavo del puente, que se desizo luego que el General estubo en la galera, haciéndose á la vela prontamente.

    Aquella noche murió anegado un zurrador camarada mío, que nadando se discurre le dio una aplopexía: su edad era de 44 años, su nombre Juan Costa.

  • Sale el virrey para mejorar las fortificaciones de Perpiñán y el Rosellón y/o esquivar la compañía de algunos grandes de España

    Jueves á 20 de Julio 1629 partió por la tarde el señor duque de Feria, Virrey …, para la villa de Perpiñán, con dos galeras de España que estaban en este puerto de Barcelona; y á lo que se dijo, era para añadir algunas fortalezas al castillo y plazas marítimas del Rosellón, por los recelos de la guerra de Francia en Italia y para hacer plaza de armas y banderas de soldados. Al otro día, que era 21, partieron el Conseller y Regente con algunos jueces de corte, por tierra, y según se decía, para hacer executar algunas sentencias en los que se havían lebantado con las represalias y mano armada contra la ciudad de Barcelona. Partióse el Virrey tan aceleradamente, sigún se murmurava, por no hospedar á tres grandes de España que pasavan de Madrid á Italia.

  • Galeras españolas con ayuda de Santiago toman un navío otomano en una batalla nocturna

    El dia cinco de Diciembre de 1629, por (la) tarde, se descubrió un bello y arrogante baxel de alto bordo que cursava esta playa de Barcelona, costas de Gathaluña, recelándose ser turco. Cerró la noche, y queriendo los turcos, como hijos de ella, hacer de las suias, fueron abordando hacia el puerto, acercándose tanto, que á cosa de las onze de la noche le descubrieron unos soldados cathalanes que hacían guardia del morbo, que entonces se celava por el contagio, y reconociendo los paysanos lo donoso que havía de ser á las galeras, embarcaciones del puerto y navios que havía por la plaia, fuéronse á toda priesa á dar aviso á las galeras y navios, que sin du(da) se devían estar sin centinelas: apenas pasó la palabra vieron la nave, quando cortando los cavos, dieron los remos al agua las cinco galeras españolas, que como recelaban ya la tarde antes, están dispuestas para carpar. Disparó la Patrona el acostumbrado tiro sin bala, dando seña para que respondiera el navio; pero él, soberbio por naturaleza, desimuló, y viendo las galeras el silencio, dieron tras él, y él, juzgando con la opacidad de la noche que eran barcas que le davan caza, desplegando las velas huíase engolfando, con ánimo de conducir aquellas barquillas en alta mar para hacer presa de ellas. Salió su presunción tan castigada como merecía, pues las galeras, llegando á tiro de poder jugar la artillería y mosquetería, empezaron á llober valas como si fuera agua, y á formar el humo densas, nubes en la región cierca. A la multitud de los tiros continuada, y á las luces del fuego, reconocieron los hijos de Vulcano que eran galeras las que le infestavan: aquí empezó la sangrienta escaramuza, y en su bárvara lengua á lebantar voces y animarse á la batalla: aquí los valerosos españoles, hixos de Marte, á formar círculo cercando al navio, y darle fieras cargas; sin cesar los cañones de disparar, que parecían venas de la región ígnea sigun arrojavan fuego; á cuio estruendo dispertó lo más de la ciudad con el susto de la novedad: duró la pelea hasta las cinco de la mañana, en que con la luz de la luna se logravan mejor los tyros, pues de uno le rompió la galera de San Juan los árboles m(aest)re y trinquete al navio, y luego abordando las proas contra el turco castillo, y apellidando el patrón de España, se oían las voces de Santiago y á ellos, y los gemidos de los heridos acavaron de rendir al baxel, en el cual se hallaron 110 moros, sin los que en la batalla havían muerto, quince renegados y 16 cautivos, con catorce cañones de bronze y muchas provisiones de municiones y mantenimientos de vizcocho, arroz, manteca y otros géneros, con diversidad de estandartes que traía de diferentes reies, para executar mexor sus presas. El día siete por la mañana se restituieron al puerto las galeras, rotas las proas y arrastrando el navio, y por el agua los estandartes ó banderas que havían apresado. El cabildo y clero del Aseo fue á buscar los muertos, que eran doze de las galeras, á quienes hicieron sumptuoso entierro. Los heridos fueron muchos, pero no pereció ninguno. Vendito sea Dios.

  • María Ana, hija de Felipe III, tras un viajecito de prueba por la playa, se despide «de sus hermano y patria, para no verlos más» y para ser reina de Hungría

    En el tiempo que S. M. onrró con su asistencia esta ciudad, hiban á hacer guardia todas las compañías, pasando al anochecer por delante palacio mui numerosas y ricas todas, pues cada soldado de por sí, en los plumajes y vistosos vestidos, parecía un capitán, y casi en las más yleras, como era ya de noche, havía de quatro á cinco achas encendidas para que vieran los castellanos así la multitud de gente, como la vizarría con que se servía al Rey nuestro señor. La ciudad de Barcelona sirvió á la Reyna con doce mil libras (31.999,92 pesetas) de regalo ó donativo; esta cantidad querían entregar los Conselleres mano á mano al despedirse, en un cofrecillo hecho de propósito, cuvierto de terciopelo camesí con galón y tachuelas de oro, bordadas en las armas de la ciudad, que juntamente cavían las 12 ₡ libras en trentines («Los doblones de dos caras se llamaron también trentines, quizá por valer cada uno treinta reales, aunque después subieron al valor de treinta y cinco, y el duque de Alburquerque á 2 de Marzo de 1618, concedió permiso á los conselleres de Barcelona para fundirlos y labrar en la seca de dicha ciudad tercios de trentín, que cada uno valiese once reales por causa de hallarse más fácilmente cambio que de los doblones de dos caras, mayormente en una ocasión en que se hallaba el Principado falto de numerario.» (Salat. Tratado de laa monedas labradas en el Principado de Cataluña.— Barcelona: Brusi, 1848; pág. 132.) Para mayor conocimiento de esa moneda y sus divisores, no será ocioso consignar que los trentines y medios trentines llevan los mismos tipos que los excelentes castellanos, ó sea en el anverso los bustos de los Reyes Católicos y en el reverso el conocido escudo rodeado de la leyenda sub umbra alarum tuarum, y en cifras el año de la acuñación. En los tercios de trentín varían los tipos, pues figura en el anverso el busto de Felipe III ó Felipe IV, mientras que en el reverso aparece el escudo de Cataluña entre XI y R (once reales, valor de la moneda), siendo la leyenda Civitas Barcino…); pero estorvólo la vanidad dé los grandes que la hiban sirviendo, dando á entender que los Concelleres no havían de cubrirse delante la Reyna y que si acaso en la visita anterior lo havian hecho, havía sido porque no lo havían advertido, ó porque con la bulla del bien venida no se havía reparado, y como de echo no se cubrieron los Gonselleres en la visita, ora sea por atención, ora sea porque no atendieron á la prerrogativa que tiene la ciudad, para evitar discusiones, escusaron la visita, y con letras embiaron el dinero de donativo. Ocho días antes de embarcarse para el viaje, quiso Su Magestad probar cómo le trataba la mar, y así un domingo á la tarde, pasando al muelle por un hermoso puente de tierra á la galera, se embarcó S. M. en la capitana de Nápoles, que era la galera en que havía de navegar. Estavan todas ricamente adrezadas quanto permite el mar; la chusma de la capitana con coticas ó bestidos de damasco carmesí y mui blancas, limpias y delgadas camisas. Embarcáronse las damas y señores que hiban sirviendo á la Reyna, y carpando las galeras, se pasearon algunas dos oras por la playa, dando el arzobispo de Sevilla una espléndida merienda; y gustó mucho S. M. de ver la destreza con que los marineros subían y bajavan por las cuerdas, árboles y entenas, y de ver así la máquina de tender y recojer las velas, como de remar la chusma. Bolvióse al anochecer á desembarcar, y así entonces, como al entrar en la galera, se le hicieron muchas y hermosas salvas, respondiendo los baluartes. S. M. no se mareó, pero sí algunas damas y cavalleros. Llegó la orden de Madrid para la partida de la Reyna, y señalóse luego el día 12 de Junio para su embarcación y viaje. Dispúsose y aprestóse todo lo necesario para la embarcación, y entre tanto que se embarcava la ropa, S. M. se fue despediendo de las iglesias y santuarios, visitando con gran deboción y ternura los sepulcros de los gloriosos San Ramón y Santa Eulalia, y asimismo otros combentos de su deboción. El día antes de embarcarse fué á Santa María de la Mar, para que como á estrella del mar le fuese propicia en su navegación; este mismo día por la tarde se fué con las damas al horno del vidrio, al Llano Llui, en donde se fabricaron diversidad de vasos y cosas de vidrio para la embarcación, haciendo los oficiales muchas bombas de vidrio volador, que haciéndolas rebentar por encima de los tocados y cavezas de las damas hacían mui hermosa vista. Llegó, en fin, el día 12 de Junio de 1630, y por la tarde se descubrió el Santísimo en la iglesia de San Francisco, cantando varios motetes, letanías y otras debociones deprecatorias para el feliz viaje; á las cinco pasó S. M. á la tribuna y mandó cantar una salve, y haciendo allí su rato de oración, á cosa de las seis de la tarde, por el mismo puente de palacio, de cuio extremo salía una escalera de madera mui bien travajada y fuerte, de 560 baras de largo y alto, con tres bueltas y descansos, de modo que el extremo dava en la misma galera donde havía de embarcarse, y cubierta de bayeta colorada toda ella, por donde, con muchas lágrimas y muestras de cariño, bajó S. M. á la galera, y no admiró que fuese tanta su terneza, pues se despedía de sus hermano y patria, para no verlos más. Luego que S. M. con los grandes y damas estubieron en la capitana, que era la de Nápeles, so hizo á la vela, á quien siguieron las demás, que en número eran 23, todas mui entoldadas y hermoseadas quanto podía la ocasión. Las salvas, así de las galeras como de los baluartes, la multitud de gentes, el dolor que causaría perder de vista aquella prenda, no la encareceré, pues sólo el silencio puede ser el más retórico modo de expresarlo. Pasó con esta ocasión mucha nobleza y señores á Italia, y vi que en un coche del obispo de Barcelona, que havía quatro sillas poltronas, y tras éstas una menor; en aquellas hivan 4 cardenales que se hallaban en España y pasavan á cónclave, y en ésta el obispo de Barcelona, que como si fuera su capellán, los acompañaba á la embarcación: tubieron feliz tiempo para la navegación.

    Díjose por Barcelona, y por mui cierto, que en una isla cerca de Marsella llamada Santa María, la esperava su hermana la Reyna de Francia, con cariño de verla y agasajarla; pero que no paró allí, porque la orden del Rey era de pasar sin detenerse. Que en Génova la aguardava su tía la duquesa de Florencia, en donde se embarcó, y estubo algún tiempo regalada y asistida de la duquesa; desde allí pasó por tierra (á causa de las guerras de Italia) á Alemania. Acompañáronla hasta la ciudad de Trento que es en los confines de Alemania, el arzobispo de Sevilla, duque de Alva, conde de Barajas y demás personajes, en donde siguiendo la instrucción del Rey havían de entregarla á su esposo ó sus grandes, y éstos acompañarla hasta Viena, en donde, como en todas partes, se dize la festejaron quanto se puede desear: llegó á Viena á 30 de Henero de 1631.

    El viernes, á 2 de Mayo, llegaron á este puerto de Barcelona 4 galeras con el duque de Alva, conde de Baraxas y demás gente que havían acompañado la Reyna, menos el arzobispo de Sevilla, que siendo ya de edad y hombre grueso, murió en el camino ya de buelta y ya creado cardenal, y el Rey, movido de compasión por los excesivos gastos que havía tenido en el viaje, de que quedavan sus deudos empeñadísimos, les consiguió para el desempeño las rentas del arzobispado ú otras equivalentes, por tiempo de cinco años.

    Con esto damos fin al pasaje de la Reyna de Ungría, y aunque este capítulo no hera de este lugar, como es de un mismo punto, se ha insertado aquí.

  • Borrasca en el mar y pérdida de bajeles

    Martes, á veinte de Abril de 1632, al amanecer, se vio el cielo tan amarillo como una cera, y tan orroroso que causava grima; entró la gente en recelo y más los marineros, de algún infausto suceso á vista de aquel presagio, y no tardó mucho á executar el cielo lo que amenazava, pues algunas dos horas antes del medio día empezó á soplar un bochorno ó mediodía tan recio, que puso luego en desorden la marinería. Allávanse tres navios, dos grandes y uno pequeño en la plaia, quatro galeras y una máquina de barcas de todos tamaños en el puerto; empezaron á doblar cabos y áncoras, pero fué inútil la diligencia, pues ya á los primeros combates, que fueron tan sobervios y el mar tan embravecido, dieron las dos naos maiores sobre las peñas de Monjuique, estrellándose y haciéndose pedazos la una, la otra sentóse sobre las mismas peñas, y la nave más pequeña, abrigada de las dos, pudo ponerse en salvo. En tan desecha borrasca uniéronse las galeras unas á otras, pero sólo dos lo pudieron conseguir el conserbarse amarradas, deserraron la chusma y sacáronla fuera con la guarnición por guardia; pero nada bastó para que se perdiera parte de ella. Las dos que no pudieren unirse, porque las naves con la ímpetu del viento les davan encima, se despojaron de palamenta y espolones, yendo casi á pique los basos. Si á los grandes pasava esto, ¿qué sería á los menores en tormenta tan espumosa, que asiguran los nacidos no haverla visto ygual? Perdiéronse entre barcas y naves hasta 23 velas, sin poder aprobechar de todas ellas sino algo del velamen, y esto con gran riesgo. La nave gruesa que naufragó primero, se hallava cargada de la ropa de un Virrey que pasava á Cerdeña. Duró la tormenta hasta dos oras: pasado medio día, enfureciéndose más y más el mar, acudieron á los Santos, sacaron la reliquia de San Raymundo y otras; la Virgen del Socos (La Virgen del Socorro.) de la Merced, y de Santa María de la Mar, la reserva, y llebándola hacia el muelle, y asida al preste quatro hombres por la furia del viento, no fué posible llegar á la capilla, y así, bolviendo atrás, colocaron un altar en el valuarte de mediodía, y allí depusieron la Custodia con las demás reliquias de los Santos, que estubieron hasta media tarde, en que sosegado ya el mar, aunque no totalmente, las bolvieron á sus iglesias. Oir las voces de tanto marinero, mujeres y niños en un continuo grito de misericordia, quebravan los corazones y parecía un juicio. El cielo, cañudo, arrojando unas gotas de agua; espantava el mar, que amenazaba ruinas y estragos; y todo, en fin, parecía un orror y espanto. Sosegóse por la divina misericordia y acudió la gente á rrecojer lo que pudo: hecho vando el Virrey y Ciudad, pena de la vida, que nadie saliese ni pasease aquella tarde el muelle, si no los que interesavan en el naufragio, ó aquellos á quien se les diera comisión, porque al principio se vio que se robava sin temor alguno. Aquella noche se pusieron compañías de guarda en los baluartes, puerta y muelle, sembrando centinelas á trechos; al otro día se procuró sacar la ropa de la nave; davan un onceno (Más arriba hemos apuntado en una nota que el tercio de trentín valía once reales. Esta moneda de oro, conocida vulgarmente con el nombre de onceno, era lo que se ofrecía al que sacase del agua un fardo ó cajón de los que refiere el texto.) á cualquiera que^sacara un fardo ó caxón: anegáronse dos esclavos y sacóse la maior parte de la ropa; pero toda ella hecha un agua y malograda mucha riqueza. El Virrey dava mil escudos á quien sacara del mar el navio, pero no pudo ser, porque se havía llenado de agua y arena, con que fué preciso abrirle y arrojarle todo, sin aprovechar para otro que para leña, y hubo tanta abundancia della, que hiva bien barata, porque todas las 23 fustas que se perdieron no aprobecharon para otro.

    Corrió entre el bulgo que el Virrey, cuia hera la ropa que estava en el navio, havía sido causa que el Rey Nuestro Señor havía sugetado los aragoneses (Alusión á lo ocurrido en las Cortes aragonesas de 1626.), y que al pasar por Aragón lo havían maldecido así hombres como mugeres y niños, y que ya de lluvias y mal tiempo, se pensó perder en el viaxe, y parece que (si esto es verdad), Dios oye á veces á tanto clamor, pues bolviendo á embarcar la ropa en un navio genovés que pasava con mercaduría de diferentes particulares, por más de ochenta mil ducados, dio en manos de unos navios turcos que hicieron presa de todo, y á poco le vino al mismo Virrey de no topar con las galeras de Biserta, que también dieron caza á las dos en que huía embarcado. Si Dios quiso castigarle á él, cierto que fué castigando á muchos que puede ser fueran justos: alabado sea por todo.

  • Los frailes franciscos y capuchinos también ayudan mejorar las defensas del puerto, obra que no se acaba

    A 30 de Agosto 1636, empezó la Ciudad á abrir foso entre los dos baluartes de la marina con ánimo de circumbalarlos todos: para la obra alistaron bajo la protección y mando de un cavallero, cincuenta hombres, corriendo la lista por toda Barcelona, y con veletas señalaban quiénes heran de tal ó qual cavallero: ajustado así, hacían acudir dos cinquentenas todos los días al travajo, y cerrando las puertas por la mañana á voz de pregón, les decían que quien era de tal cinquentena acudiera á casa su cavo: tenían dos ingenieros de continuo para disponer la obra, y los dos cavalleros por sobrestantes. Esto duró lo que fue pasar hasta quatro veces cada cinquentena, y los frailes franciscos y capuchinos, que travajaran un día cada religión, y cansados ya, sin perfeccionar la obra, la dejaron estar.

  • Entra el duque de Mónaco con 26 galeras

    En 26 de Agosto de 1638, entró el duque de Monaco con 26 galeras. Era general de mar y yerno del duque de Florencia; recivióle la Ciudad por orden del Rey con la pompa y regocijo que si fuera persona real: asistieron á su entrada Conselleres, Virrey, compañías de soldadesca, y los baluartes lo hicieron salva real; hubo luminarias y otras fiestas á su arribo. Estubo aquí algunos días; posava (Se aposentaba) en casa el de Santa Coloma que se hallava Virrey; partióse para Madrid y bolbió dentro poco tiempo, y embarcándose, pasó á levante. Su edad devía ser 30 años, y apenas se le conocía barva: fuese con las galeras de Nápoles.

  • Salen más soldados para Salses en Rosellón; galanterías entre sitiadores y defensores; destrozos españoles en Narbona; terminos de la rendición; gran mobilización en Barcelona para asegurarla

    A 24 de dicho partieron 25 soldados de la Ciudad, y á 27 quarenta de la Diputación; todos á cavallo para hacer mejor y presto el viaje.

    Viendo el marqués de los Balbases que era casi imposible que Francia socorriese la plaza por las derrotas pasadas, y que los asediados (con las esperanzas que medio juramento les dio el de Luy, quando los puso en el castillo) no tratavan de rendirse, intentando como á general del exército todos los medios para ganarla sin costarle sangre y con alguna gloria de los españoles y sin descrédito de quien también havía sabido defenderla, escrivió esta carta al governador:

    «A Monsuir Aspernán (Mr. de Espernan), governador de las armas sitiadas en el castillo de Salsas.—Haviendo puesto las armas de S. M. sobre ese castillo y continuando á un mismo tiempo su expugnación, aprochando hasta el mismo foso, no he d(ic)ho jamás nada, dando lugar aquella guarnición pudiese mostrar su valor, y aguardar el socorro de su Rey, que haviéndolo procurado dos veces mui poderoso, le ha sido preciso retirarse con descomodidad, una por inclemencia de los tiempos, y otra por los varios sucesos de la guerra, y no solamente he aguardado se retirase, sino que se alejase mui adentro para avisar de lo que he obrado en cumplimiento de mis obligaciones y benignidad, pero lo que en adelante aró, será atar las manos al albitrio de generales, para usar todas las cortesanías que se desearían é etc.»

    Respuesta de Aspernán al de los Balbases:

    «La bondad de esta plaza no consiste en los aproches del foso, ni se halla en el estado de admitir cortesías, y haviéndola defendido siete semanas, espero en adelante hacer lo mismo y obrar lo que pueden los hombres de honor, y que saben defenderse, y lo que toca al socorro de Francia, quando sea verdad que se haia retirado mui adentro, yo le daré tiempo para que vuelva, quedando mui ofano de defender una plaza como esta, contra una persona y valor tan insigne como merece el nombre del Señor Marqués {de) Espinola.»

    Divirtiéndose los asediados de las incesables fatigas y ruinas que con tan recio y largo sitio padecían, hacían algunas llamadas, aunque fríbolas é impertinentes, y entre ellas dieron libertad á un capitán napolitano y al guardián de capuchinos de Elua [¿Elna o Santa Maria de Eula?], que en las primeras surtidas (Salidas) havían preso. Salieron tres capitanes y entraron de los nuestros otros tres; para capitular pedía el governador 30 días para avisar á su Rey y que si en ellos no llegava el socorro, se entraría á tratar de los pactos; concedíanle diez, y no admitiéndolos, y pareciendo á los nuestros necia la proposición, se le dio repulsa y los capitanes se volvió cada qual á su exército.

    Nuestra cavallería obrava mucho, pues corriendo hasta la comarca de Narvona, quemaba y talava todo el país enemigo, sin perdonar quanto le venía delante, y fué de gran consequencia el haver el día 29 de Diziembre 1639, en el lugar de Sitjar, quemado tres grandes almacenes de provisiones del enemigo, que le fué de gran incomodidad y pérdida.

    Con estas funciones y sucesos se continuava el sitio, admirando á todos así el valor de los sitiados, como la constancia de los sitiadores, y así viendo Monsiur de Espernan la firmeza de los nuestros y que ni las intentonas de Francia, las enfermedades, las inclemencias del cielo, y tanta fatiga, havia podido disminuir en nada el fervor del sitio, día de S.n Thomás apóstol, á 21 de Diz(iemb)re 163[9], hizo llamada la plaza y después de los acostumbrados estilos de la guerra, se ajustaron los pactos en esta forma:

    1. P(rimer)o que rendirían la plaza día de los Reies 6 de Henero 1640, saliendo de ella su guarnición con dos piezas de artillería, caxas templadas, banderas enarboladas, armas y bages, cuerda encendida, bala en boca, y seguridad de escolta para no recivir daño alguno.
    2. Que si en este tiempo venía el socorro y solamente rompiendo por una parte socorrida la plaza, quedase permanente el sitio de los nuestros, los pactos tenían su mismo valor y havía de rendirse la fortaleza.
    3. Que aunque la plaza se hallase plenamente socorrida de bastimento y municiones, havía asimismo de rendirse.
    4. Que en caso viniese el socorro y rompiese las trincheras no podían los de la plaza hacer ninguna ostilidad á los nuestros, ni nosotros á la plaza.
    5. Que se havía de embiar un trompeta de nuestro exército al Xpmo, con carta havierta de Monsieur Espernan, para darle aviso de esto, y que en re(he)nes quedasen el theniente y dos cavos de la plaza en nuestro exército; y del, en la plaza tres capitanes ([omitida carta de Olivares]).

    Con estos pactos y el aviso de ellos, se despacharon correos del x(ener)al nuestro á S. M., Diputación, ciudad de Barcelona y demás unibersidades, pidiendo se hiciera el último esfuerzo de socorro de gente, porque se savia que Francia con grueso exército venía sobre nuestro campo.

    Hallábase canceller de Cat(aluñ)a (El Canciller de Cataluña era un funcionario real de categoría superior á los jueces, oficiales y magistrados y hasta del general Gobernador. Sus atribuciones principales consistían en distribuir las causas entre los doctores del Real Consejo, firmar órdenes y privilegios, sentenciar en juicios verbales, tener en custodia el sello real, etc. El cargo de Canciller debía recaer en Cataluña en un eclesiástico. (Bosch, Titols de honor de Cataluña, etc., pág. 283.)) entonces el abad Eril, que para dar pronta execución á los R(eale)s órdenes, y de nuestros generales, havía quedado en Barcelona. Recivido este aviso se hicieron rigurosos pregones por Barcelona para que la gente acudiese al campo, y poniendo todo conato en que saliese un conceller, la segunda fiesta de Navidad se fué en persona al consejo de ciento, en donde obrando con gran enerxía y ponderando que todas las demás unibersidades del Principado aguardavan que se moviese Barcelona, y que en palabra del Rey la dava de que solamente el día de los Reies duraría la campaña, y que desde luego licenciava para ese día á quantos fueran ([omitida carta de Dalmau de Queralt al Consejo de Ciento]).

    Obró la exortación, pues salió luego deliverado que partiese el conseller en cap, que era Luis de Galdes (D. Luis Juan de Caldes.). Ese mismo día se hecho vando, pena de la vida, que todos los de 14 años hasta los 60 de edad, con armas, acudiesen al sitio dé Salsas sin exceptuar á nadie, porque en el mismo pregón decía que los militares y not(arios) que no obedeciesen desde luego, se davan por nulos sus privilegios y sus escrituras de ningún valor, asigurando que al otro día de los Reies podrían todos volverse á sus casas. Estos bandos se continuaron también por toda Cathaluña por orden de S(u) E(ccellencia).

    Comovióse la Provincia á vista de la urgente necesidad y la ciudad de Barcelona, estimulando las cofradías por medio de dos cavalleros y con públicos vandos, ofreciendo á cada soldado que se alistaría veinte y cinco libras de entrada y el socorro y siendo mancevo de qualquier oficio ó facultad, como tubiese la práctica que pedía el oficio ú arte, de pasarlo maestro sin ningún gasto. Lo mismo decían las cofradías y añadían su entrada asimismo. Además de esto, el común de Lotje (La Lonja) dava su socorro y entrada asimismo. Todo esto se hacía con fervor y celo, que junto con haver de salir el conseller en cap, dava maior ánimo á la gente: lográronse tan felizmente estas diligencias, que en dos días se alistaron baxo las vanderas de la ciudad 400 hombres para ir con el conceller en cap. La Diputación, que no se descuidava, juntó también un competente número de gente, y despachada toda, partiendo el Conceller el día 30, se tubo aviso que entre la Provincia toda hizo juntar pasado de doce mil hombres municionados á su costa en esta última leva y socorro.

    El Conceller en capítulo se partió con tres galeras por mar que ofreció y dio el duque de Fernandina general de ellas. Salió el Conceller acompañado de los demás, vestido con su gramalla y dos mazas altas, y en pos de las quatro compañías, y saliendo la Puerta del Mar la soldadesca y artillería le hicieron salva real; llebava consigo dos consultores á modo de camaradas ó embajadores: havíase dispuesto un puente cubierto de baieta colorada para el embarco, pero parecióndole al xeneral de las galeras que era mucha preeminencia la puente, le salió á recivir con una faluca desde su galera, y sin dejar la faluca, dando la mano al Conceller, se embarcó éste y puestos en la Patrona de España, y la milicia en las otras galeras, á prima noche carparon y aportaron con mucha felicidad á Coplibre…, distante de Barcelona 23 leguas. Desembarcó allí el Conceller, y pasando por los lugares del Rosellón la buelta de Salsas, le cortejaron y agasajaron mucho; acompañóle el duque de Maqueda general de galeones, que con una escuadra se hallava en la playa de Rosas, y el diputado militar; y llegando al campo con sus mazas altas y 400 hombres, el exército celebró su arrivo con gran alborozo, saliéndole á recibir los señores de primera clase, y el señor Virrey fuera de su tienda. El enemigo se hallava á la vista procurando dar el socorro y romper las trincheras; pero viendo que entrava tanta gente á nuestro exército cada día, no se atrevió á ejecutarlo y se retiró. El Conseller llegó al campo á 4 de Henero (de) 1640.

  • Matanza de soldados fuera de la muralla por los somatenes; con gritos religiosos, sacan al diputado militar y dos consejeros de la cárcel, y queman casas; intento de fuga del Virrey; huye el ejército a Rosellón

    Al otro día por la mañana, martes á 22 de maio 1640, bolvio el somatén á embestir la caballería, que la descubrieron á la laguna de Cañet, y á la primera envestida eran pocos los del somatén, pero engrosándose y cojiendo á los soldados ya fatigados, sin municiones, dándoles recia embestida, se vieron los soldados obligados á carrera havierta y como podían, huir hacia el muelle donde estavan las galeras, que viendo el suceso, y arrimando barquillos y quanto podían á la orilla, los hivan reciviendo y embarcando como llegavan, y ellos arrojándose á el mar, dejavan los cavallos por el arenal, como Dios se servía. Visto esto por el Virrey y Ciudad, mandaron salir algunos ayudantes y ministros á recojer los cavallos que huían por allí sueltos, y entrarlos, que pasaron de 300. Muchos soldados se encontraron muertos por el arenal; otros anegados, y los más de los que se embarcaron, heridos, que después á carretadas los llevaron al hospital para curarlos, y á no ser las galeras, es cierto perecían todos á manos del somatén.

    Bolvamos al somatén, que buelto atrás, y juntándose en San Andrés de Palomar, lugar que dista alguna legua de Barcelona, se congregaron hasta mil y quinientos hombres, y embiando algunos á la desilada para asigurar la puerta, cargó después todo el rresto, y dejando guarda para tener la salida franca, entraron á cosa de las diez del día, el mismo martes …, hasta unos mil y ducientos hombres, todos con dos ó tres pedreñales y escopeta, y delante uno con un Christo en la mano, que hiva gritando: Visca la fee y muirán los traidors y lo mal gobern.

    Encamináronse á la cárcel, sin que nadie se les opusiera, porque todos estavan amargos de lo que pasava, y sólo un desdichado cavo de guaita (2) que encontrándoles á la plaza de la lana dijo: Ténganse al Rey, y apenas lo pronunció, quando tirándole dos ó tres, siu decir Jesús, caió muerto.

    Estando en la, cárcel, pasaron algunos á la Dagería (Dagueria. Calle de la antigua Barcelona que, comenzando en la Libreteria, termina aún en la plaza de San Justo), y tomando los martillos de los oficiales, rompieron todas las puertas, y sacando en primer lugar al Diputado y dos del Consejo de Ciento (D. Francisco de Tamarit y los individuos del Consejo de Ciento, Francisco Juan de Vergós y Leonardo Serra), libertaron también á quantos presos havía, sin dejar alguno.

    A vista de esto, los conselleres, diputados y obispo acudieron á la cárcel para sosegar la gente, que, viéndose señores de loque intentavan, querían pasar á quemar algunas casas y hacer maiores estragos. Empezaron los conselleres, diputados y obispo (En 1640 ejercían los cargos de concelleres, diputados y obispo de Barcelona las personas siguientes: gobernaba la sede barcinonense D. García Gil Manrique. Eran diputados de la Generalidad de Cataluña: Pablo Claris, canónigo de la Seo de Urgel, diputado por el brazo eclesiástico; Francisco de Tamarit, diputado por el brazo militar, ó sea la nobleza, y José Miguel Quintana, diputado real, representante del brazo popular; siendo asesores de la corporación Jaime Ferrán, Rafael Antich y Rafael Cerda. El poder ejecutivo del Consejo de Ciento lo componían á la sazón cinco concelleres: el noble D. Luis Juan de Calders, conceller en cap.; Antich Saleta y José Massana, ciudadanos; Pedro Juan Xiráu, mercader, y Antonio Carreras, cirujano. El acuerdo del Consejo para que fuesen nombrados anualmente seis concelleres, no fué tomado hasta el 14 de Mayo de 1641. (Rúbrica de Esteva Gilaber Bruniquer, Ms., folio 72 vuelto, Archivo municipal de Barcelona.)) á templarlos, alabándoles lo hecho, y estimando el amor á la patria, pero que bastava aquéllo, y que todo se remediaría.

    Estas razones ponderadas con amor y eficacia, los amansó; y combenidos en bolverse á salir, poniéndose delante los comunes y el obispo con sus mazas altas, sin extraviarse alguno, los condujeron á todos por la puerta Nueva hasta tenerlos fuera, y despidiéndose los del somatén, se bolvieron á San Andrés y los otros á la ciudad.

    Viendo el de S(ant)a Coloma el mal estado de las cosas, y sabiendo que el somatén amenazava de quererle quemar el palacio, no dándose por siguro eu su casa temiendo algún motín, se retiró con el de Fernandina, generales y veedores de galeras, y los jueces á la Ataracana, que todos temían un desastre.

    Supieron la Ciudad y Diputación al entrar la puerta esta acción, y rectavía se encaminaron todos á la Ataracana, en donde persuadiendo al Virrey lo poco que devía temer aquellos movimientos, y asigurándoles ambos comunes tomavan á su cargo la siguridad de su persona, le bolvieron á su palacio, poniéndole de noche y día una compañía de guardia, hasta que se sosegaron los humores y las materias hicieron mexor rostro.

    Bolviendo los del somatén á la persecución de aquellos infelices infantes que se havían emboscado en el bosque de San Jerónimo, sedienta la gente de vever su sangre, concluieron con quantos pudieron haver á manos; algunos, pláticos del terreno, se bajaron á la marina, y por ella á Blanas. Los cavos más principales se acogieron al sagrado del combento, y presumiéndoselo el somatón quiso poner fuego á la casa, pero con súplicas de los p(adres), y asigurándoles no havía nadie, los despacharon, y después se supo, que medio disfrazados, los acompañaron á los recluidos asta la marina con celo religioso, y tomada una faluca, les dieron escape. La mortalidad que hicieron en el bosque fué de calidad, que en algunos meses, no hubo quien pasara por allí de la edor de los cuerpos.

    Viendo el Virrey la derrota de la milicia y la fatigada vida que llebava no teniendo puesto seguro, por estar todo el país contra ella, resolvió que el duque de Fernandina, con quatro galeras, fuese costeando la marina y recoxiendo los soldados, llebándoles al mismo tiempo provisiones, y á la misma sazón avisando á las milicias de la tierra se bajasen á la lengua del mar. Desta manera, y procurando se juntaran todas en Blanas, donde estava el maior grueso, se vinieron á juntar hasta cinco mil infantes y quinientos cavallos. Presumióse el de Santa Coloma, que, junta toda la gente, se conserbaría mexor y haría resistencia á qualquier movimiento del país; pero oyéndose que los naturales se querían unir en maior número y acavar con los soldados, que los tenían natural odio, mandó el Virrey que con las galeras se pasase la milicia al Rosellón, y dando las órdenes combenientes.

    Quando vino al embarcarse, Don Juan de Arce no quiso así, porque no pudiendo embarcar la cavallería era aventurarla, como porque juzgó á descrédito de las armas reales, el que con cinco mil soldados no tubiesen el campo suio contra lo poco disciplinado de los naturales, y así, resuelto á morir ó pasar por tierra la milicia, empezó su marcha orilla del agua, y á vista de las galeras siempre; pero como en algunos tránsitos era preciso para pasar los montes entrar tierra adentro, y al pasar la montaña de San Grau [Caldas de Malavella], en un lugarejo llamado Llagostera, les tubieron los paisanos emboscada, en donde, dándose las cargas, murieron algunos de ambas partes.

    Pero prosiguió la milicia su marcha, y llegando á S(a)n Feliu … tubieron ya las galeras, que dándoles refresco y tomando los eridos, continuaron las jornadas. Entradas ya las milicias en el Ampurdán, marcharon sin molestia alguna por ser llano el terreno; pero sin apartarse del mar y continuando los estragos de sacos, muertes ó insultos en cuantos lugares tocavan, que, entre otros, fueron San Pedro Pescador y Mumbrío (Montiró [Ventalló]). En este lugar quemaron también la iglesia, á cuio incendio pereció la reserva (Tuvo efecto el incendio de la iglesia de Montiró por los tercios reunidos, superentendidos por D. Juan de Arce, el día 31 de Mayo de 1640. La excomunión fulminada por el obispo de Gerona fué publicada el 24 de Junio.—En el Apéndice V va copiado el proceso del incendio de dicha iglesia). Pillavan muchos rebaños de ganado, que después sus propios dueños los redimían á peso de dinero; vahéronles los pillajes y robos del Ampurdán muchísimo, y arruinaron aquel país de todos modos. Llegado el campo á Rosas, vien que el governador no quiso darles entrada, tuvieron con el resguardo de la plaza siguras las espaldas para la entrada al Rosellón. Dexemos esto aquí y bolvamos á Barcelona, que quedava bien achacosa.

  • Alarma nocturna por las actividades de la armada «castellana»

    No se descuidó la vigilancia de los consistorios, en medio de las fiestas, de los cuidados de la guerra que tanto amenazaba; y así para tener la gente diestra, se alistaron todos los moradores de Barcelona, hasta los ecclesiásticos y religiosos, dando á cada cofradía, iglesia y combento, en un papel, su puesto, obligación y señales para tomar las armas. Diéronlas á los que no las tenían, y con continuado exercicio procuraron tener disciplinados los ánimos para qualquier fragante. La gente sin oficio y vecinos á Barcelona la alistaron y agregaron á las compañías que pareció, y á toda se le señaló sus cavos y quanto era menester para el lance.

    Corrían los mares las galeras de España y otras, para transportar la gente de una á otra parte, y ocasionaron no pocos recelos de que algún día no abordasen á tierra y ocasionasen algún daño. Aguardávase de día en día gente de Italia, y el día 3 de Noviembre de 1640, unas dos oras antes de cerrar la noche, señaló Monjuique armada de poniente, y bajó la guarda á dar aviso se descubrían alta mar muchas galeras y naves y que así se estubiese con cuidado.

    Cerróse la noche, y empezó Monjuique á señalar muchos fuegos. La ci(uda)d, viendo esto, ó fuese por temor, ó por hacer prueva de los ánimos, dadas las siete de la noche, empezó la campana del relox á tocar arma y revato, y consecutivamente la Tomasa y demás campanas de las iglesias y combentos, y luego empezaron los atambores y trompetas á correr las calles, echando vandos pena de la vida que todo hombre estubiese á las armas y acudiese á sus puestos, y que las carretas y galeras de particulares acudiesen á la plaza de los Cabritos, para que de la sala de las armas se ministrasen municiones á donde sería menester prontamente. No se reconoció descuido ni pereza en persona alguna, porque las Compañías acudieron prontas á sus puestos. Los clérigos y frailes estavan en las lonjas y pórticos de sus iglesias y combentos, aguardando las órdenes, que ese era el que tenían; echóse fuera de la ciudad la compañía de cavallos de los mercaderes para correr la entrada, y subieron diez compañías á Monjuique, que entonces se fortificava.

    Toda aquella noche se estubo en esta postura con las armas en la mano, hasta que con el día se vió no parecer ninguna vela en el mar y todos se retiraron á sus casas.

  • Ahorcado y descuartizado un espía del duque de Orleans

    Yesterday’s Dutch post advises, from Genoa, that the duke de Telesa’s secretary was lately hanged and quartered at Barcelona, for corresponding with the duke of Orleans, who gave him a daily pension of 25 pistolls.

    That general Stanhope was sail’d from Barcelona, with 2 men of war, for Port Mahone, to conferr with admiral Bing, and giving directions for strengthening the the fortifications of that town and harbour.

  • El cónsul francés manda al Conseil de la Marine francés el trabajo de Juan Salvador sobre la pesca en las costas de Barcelona y Cataluña; extracto sobre la sardineria

    Barcelonne, le 15 9bre 1722.

    J’ay l’honneur de remettre cy joint au Conseil ma réponse au Mémoire qu’il m’a fait celuy de m’envoyer au sujet des Pesches qui se font a Barcelonne et sur les Cotes de Catalogne. J’ay pris autant que j’ay pu tous les eclaircissemens qui m’ont été donnez par les Pescheurs de ce pays cy, mais je n’aurois jamais pu faire cette réponse sans le secours du Sr. Jean Salvador Apotiquaire de cette Ville qui est le plus celébre botaniste qu’il y ait en toute l’Espagne j’ay composé avec luy ce Mémoire. Il ne manquera pas de l’envoyer dans peu de tems a Mr. Jussieu qui le luy a demande de la part de Mgr. le Regent il y a 4 mois, il y doit ajouter beaucoup d Enlumineures de Bateaux et habits des Pescheurs et des diferentes manieres des Pesches de ce pays cy avec un catalogue des noms en Catalan, en Latin, en françois et en Espagnol de tous les Poissons qui s’y prennent. Il a envoyé pour cet effet plusieurs personnes sur les Cotes, et il y a fait luy même differens voyages, il a fait avec Mr. de Jussieu le voyage des cotes de Portugal par ordre de S.A.R. c’est un homme d’unes connoissances extraordinaires sur tous les effets singuliers de la nature pour les Plantes, les Mineraux et autres Végétaux. Ce Mémoire des pesches m’approuve sa connoissance dont je fais icy tout le cas que je dois.