Entran en Barcelona las tropas de Napoleon.
Etiqueta: Guerra de la Independencia Española
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Los franceses toman la ciudadela por sorpresa
Dia 29 Lunes de carnaval.
Esta mañana á eso de las 11½ se ha executado en la esplanada como en los demas dias el exercicio, o revista por las tropas francesas en cuyo acto habia bastante gente que admiraba la gallardia de la tropa y lo pronto de sus evoluciones.
Durante las mismas ha pasado hácia la Ciudadela la guardia francesa que debe relevar á la otra que hay en la puerta principal de la misma.
A poco rato se ha visto pasar al General Lechi montado en un brioso y blanco caballo, y se dirigía con dos de sus Edecanes á dicha Ciudadela.
Apenas Lechi ha entrado en ella se han visto desfilar hacia sus puertas toda la coluna que estaba en la esplanada lo que ha dexado parados á los espectadores.
A la una dada se ha visto salir de la Ciudadela corriendo hácia palacio sin sombrero ni color en los labios, á su Gobernador D. Juan Viard de Jantilly, y como en seguida ha salido de la misma algun paysano por esto se ha sabido la fatalísima novedad de haberse los franceses apoderado de aquella importante Plaza con la mayor felonia, pues al estar la guardia francesa en aptitud de relevar á la otra de su misma nacion siendo ambas muy y muy superiores á la Española que habia no ha podido ésta impedir la entrada ni levantar su puente levadizo.
Creyose á los principios el Gobernador que el General Lechi venia á hacerle la visita prometida pero quando ha visto tan numerosa coluna de Infantería ha quedado tan parado y fuera de sí que bazando corriendo de su casa, y presentado al mismo que estaba en la plaza, le ha dicho muy enojado: Esta es la visita que me habíais prometido? Y volviendo la espalda ha volado á comunicarlo al Capitan General Conde de Ezpeleta á quien ha hallado no peños confuso por tamaña novedad, que apenas creia y que preveía era imposible remediar teniendo los franceses tan formidable fortaleza con tan numerosa coluna veterana.
En el interin que el Gobernador se hallaba en palacio se ha visto en la Ciudadela que á un golpe de caxa se han desprendido de la coluna formada en su plaza varias guardias que han ido á relevar las de los Españoles. A otro golpe de caxa se ha visto ponerse dos soldados con fusil frente cada una de las ventanas baxas de los pavellones, y de las puertas de los mismos, á fin de impedir que salieran o saltáran los moldados Españoles que estaban dentro. Es imposible pintar el furor y despecho de la Oficialidad y tropa, viendo tan pesada burla.
No lo es menos describir la consternacion que al momento se ha difundido por Barcelona, de modo que en un cerrar y abrir de ojos se ha visto la esplanada y plaza de palacio llena de paisanage, y todos con sus semblantes muy coléricos y enojados. Han salido varios Regidores, y hasta el mismo Gobernador D. Cárlos de Witte para tranquilizar la gente y mandarla retirar á sus casas. Todas las calles desde la Platería á palacio, la plaza del Borne y sus inmediaciones, han cerrado las puertas, lo que acaba de infundir mas terror.
La rabia ha subido de punto quando desde la misma plaza de palacio y muralla del mar, se ha observado á la una y media que otra columna francesa cubria el camino de Monjuich, llegando su vanguardia á su rastillo. Procuraban las patrullas y Autoridades dispersar y persuadir á la gente que retirasen, pero no habia forma de conseguirlo [Este chocante paso será el objeto de la primera lámina del primer quaderno de la coleccion colcográfica de los principales sucesos de Cataluña, que se está ya concluyendo.].
Toda la tarde ha continuado la consternacion y rabia viendo perdida la Ciudadela y en víspera de perderse Monjuich, aunque á las cinco no habia entrado en él la tropa francesa. Con esto es facil conocer qual estaría Barcelona en esta tarde última de carnaval. Solo se conocia serlo no por las máscaras y bulla, sino por las 40 horas que segun estilo estan en aquellos tres dias en la Parroquial Iglesia de Santa María del Mar.
Vense baxar y subir partes y contextaciones de Monjuich, pero su Gobernador interino el Brigadier D. Mariano Álvarez [El mismo que ocupará tan distinguida lugar en este Diario por la inmortal defensa de Gerona, que estuvo á su cargo.] no quiere ceder en abrirles las puertas. Témese una sangrienta jarana.
El General frances que está apostado con un cuerpo de observacion en las casitas de San Beltran situadas en la falda de Monjuich, ha tenido la avilantez de abrir dos de los pliegos cerrados que el Señor Álvarez enviaba á nuestro Capitan General Conde de Ezpeleta.
Vense salir al anochecer de las casas de sus alojamientos los Oficiales franceses, y trasladarse á los quarteles y Cindadela, sin duda para estar prontos desde dichos puntos á obrar en caso necesario, y que temen cercano atendida la fermentacion del Pueblo.
Los Welites que desde el dia de su llegada estuvieron alojados en casas particulares, por considerarse á los individuos de aquel cuerpo como á otros tantos Oficiales, han salido á la misma hora de sus respectivos alojamientos, y quedan aquartelados en las Atarazanas.
Esto, y el notar que todos los Generales ponen dobladas centinelas, no solo en las puertas de sus casas, sino tambien en las boca-calles inmediatas, hace ver el temor de nuestros huéspedes.
Baxan los partes de resistencia á la entrega, la que creen los franceses no se verificará sino á la fuerza, y así es que han recogido quantas escalas habia en el convento de San Francisco de Asis, y otros parages para intentar el asalto. Aunque los políticos y militares se rien de tan débiles medios, pero lloran las desgracias que les serán consiguientes.
Son las 10 de la noche, y todavía no han entrado los franceses en Monjuich, reparándose desde esta Ciudad las fogatas que hacen en sus inmediaciones para hacer los ranchos o calentarse.
Hasta la misma hora queda todavía de planton el centinela avanzada del Castillo, despues de levantados los puentes á la una de la tarde. Dicho sereno centinela es de los voluntarios de Cataluña.
A las 11 de la misma noche estando los terrados de las casas de Barcelona coronados de frenéticos espectadores, se ha visto al favor de las fogatas entrar en Monjuich las tropas francesas.
Qual haya sido la sensacion que ha causado en Barcelona, qual el abatimiento y variedad de pareceres sobre la conducta de nuestro Capitan General Conde de Ezpeleta, se dexa todo para la Idea de mañana como á 1.° de mes.
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Edicto anti-rave
Edicto por el qual se prohiben los bayles en las casas particulares. Visto los grandes inconvenientes que pueden resultar de los bayles que se hacen de noche en casas particulares de esta Ciudad:
Considerando que la Policía debe tener conocimiento de estas concurrencias á fin de proteger aquellas, cuyas miras son honests y pacíficas, é impedir las que, baxo este pretexto, podrian ocultar la intencion de turbar la tranquilidad pública, decreta lo que sigue:
ART. I. Se prohibe á qualquiera persona tener en su casa bayle ó sarso sin expreso consentimiento del Comisario General de Policía: qualquiera persona que contravenga á este artículo, será castigada con tres dias de prision y doce libras de multa.
ART. II. Todo amo de casa ó cabeza de familia que habrá obtenido el permiso referido en el artículo antecedente, será responsable de lo que pueda en ellas sobrevenir.
ART. III. Sin embargo será libre á qualquiera persona de reunir en su casa una sociedad de algunos amigos, y en el caso que esta reunion fuese conseqüente, deberá conformarse á las disposiciones del artículo primero de este Decreto.
ART. IV. Los Comisarios de Policía visitarán de noche cada uno en su Quartel estas varias concurrencias, y vigilarán que el buen órden y tranquilidad reynen en ellas.
Hecho y decretado en el Comisariato General de Policía de Barcelona á primero de Febrero de 1809. El Comisario General de Policía = R. Casanova. = J. Barreau = Secretario general.
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Decreto por el qual se manda sacar de Barcelona á la fuerza á todos los mendigos
Guillermo Filiberto Duhesme &c.
Visto el considerable número de mendigos y de gentes ociosas que se encuentran en las calles de Barcelona, decreta lo siguiente:
ART. I. Toda persona del uno ó del otro sexo, que sin ser estropeada ó lisiada, ni sexâgenaria, se encuentre mendigando dentro de la Ciudad, será arrestada y expelida de ella.
ART. II. Todo el que despues de haber sido expelido de Barcelona, se hallará haber vuelto y continuará en pedir limosna, será de nuevo arrestado, y ademas embarcado para ser exportado.
El General Comandante Superior, el Comandante de Armas y el Comandante General de Policía quedan encargados de le [sic] execucion de este Decreto.
Hecho y decretado en el Quartel General de Barcelona á 16 de Febrero de 1809.=G. Duhesme.
Por copia conforme = El Comisario General de Policía = R. Casanova. -
Edicto por el qual se manda barrer las calles de Barcelona los miércoles y sábados de cada semana
Visto lo que nos han expuesto los Comisarios de Policía de Quartel acerca la suciedad que desde algun tiempo se experimenta en las calles de Barcelona.
Considerando que esto puede ser funesto á la salud pública, mando lo siguiente:
ART. I. Todo amo de casa ó cabeza de familia deberá hacer barrer los miércoles y Sábados de cada semana, por la mañana, el frente de su casa, y amontonar la inmundicia y basura al lado de su puerta, á fin de que los carros públicos ó acémilas que la Policía hará pasar para llevarlas, puedan facilmente executarlo.
ART. II. Todo contraventor al artículo antecedente, sufrirá la multa de tres libras catalanas por la primera vez, y de seis por la segonda.
ART. III. Los Comisarios de Policía de Quartel quedan especialmente encargados y responsables de la execucion de la presente disposicion.
Hecho y deliberado en el Comisario general de Policía en Barcelona á 20 de Febrero de 1809.
El Comisario General de Policía = R. Casanova. = J. Barreau = Secretario general.
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Numerosas detenciones por negarse a jurar lealtad a los franceses
Arrest of the persons in office at Barcelona for refusing the oath.
St. Cyr himself remained some three weeks in Barcelona. From the depôts of the Spaniards, which in the course of this successful campaign had fallen into his hands, he had supplied the garrison of that city with grain, pulse, and salt for three months’ consumption: but there was not enough ammunition for a fortnight’s siege. Of being formally besieged indeed there was not now even the remotest danger; but from within there was sufficient cause for inquietude. The honourable feeling of nationality, for which the Catalans are eminently distinguished, was in no part of the principality stronger than in its capital. At this very time Barcelona had two tercios of Miquelets in the field, raised among its inhabitants, and paid and clothed by them. The individuals of those regiments, having no uniform by which they could be recognised, used to enter the city fearlessly whenever it suited them, for the purpose of visiting their friends, raising recruits, and receiving money or clothing: nor was it in Duhesme’s power, with all the vigilance, and it may be added, all the villany of his police, to detect a single person in this practice; so unanimous were the Barcelonans in their detestation of the intrusive government, and so well was the secret kept. That police was continually reporting to Duhesme and Lechi, and these again to the Commander-in-chief, the existence of conspiracies which they had discovered, but the members of the police were men of such character, that St. Cyr suspected these schemes to be suggested by their agents, if they were not mere fabrications, brought forward for the most nefarious motives. Now, however, that he was on the spot, he allowed Duhesme to exact an oath of allegiance to the Intruder from all the public functionaries, and from the Spanish soldiers who had been disarmed after the treacherous seizure of the place. Sunday was the day chosen for this act of oppression. They were summoned to the house of the Royal Audience, which was surrounded with horse and foot, and 3000 troops were drawn up on the esplanade and the sea-wall; the display and the actual force being necessary to keep down the indignation of a generous and most injured people. Every member of the Audience refused thus to disgrace himself and betray his country; only one of the Relatores took the oath, and only three of the numerous persons employed in the inferior departments. The French were not more successful in tempting the military. Persuasions and promises availed as little as the threat of immediate imprisonment. The Contador Asaguerre told Duhesme, that if all Spain were to acknowledge Joseph, he would expatriate himself. The French executed their threat. Nine-and-twenty of these honourable Spaniards were sent prisoners, some to Monjuic, others to the citadel. The people, undeterred by their strong escort, followed them as in procession, cheering them as they went, and promising that their families should be well provided for during their imprisonment. Many others were put under arrest in their own houses, and the whole of the military were, by St. Cyr’s orders, marched with the prisoners of war, under convoy of Lechi’s division, as far as the Fluvia, where Reille received and sent them into France: and by Lechi’s return the commander-in-chief received the first intelligence from that country which had reached him since he crossed the Fluvia himself, . . five months before. His last remaining anxiety was for the provisionment of Barcelona; and that was removed soon afterward by the arrival of a squadron from Toulon, which had the rare good fortune to reach its destined port and return in safety. The place was thus amply supplied with military stores as well as provisions, and the siege of Gerona then became the only object of the French.
[I don’t know which Sunday in April is referred to here]
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Ejecución por los franceses de Joaquín Pou, Juan Gallifa, José Navarro, Juan Massana y Salvador Aulét
Por órden de los franceses son ejecutadas cinco personas de quienes se suponia que habian atentado contra la vida del ejército francés. Llámaseles comunmente los héroes de la patria.
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Cataluña declarada dependencia del imperio francés
Se han fixado por las plazas y esquinas de esta Capital unos grandes papelones en frances y catalan, anunciando la traslacion de Cataluña en Gobierno separado, pero dependiente del grande Imperio frances. Segun lo decretado por el Emperador Napoleon, Cataluña queda declarada en estado de sitio, y elegido Comandante General y Gobernador de la Provincia, el Mariscal Augereau, Duque de Castiglione.
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Escrito del gobernador francés, Augereau, en catalán
Se ha fixado por las plazas y esquinas de esta Capital una amorosa Proclama del Mariscal Augereau, dirigida á los Catalanes, para que dexen las armas de las manos. Está escrita en catalan; sin duda para mejor seducir á los patriotas de la montaña, ó, á quantos sencillos la oígan.
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Los franceses obligan al Diario de Barcelona a publicar en catalán
Empieza hoy el Diario en Catalan, y baxo nueva denominacion, pues hasta aquí habia conservado la misma que se le dió el año de 1789 (quando Mr. Husson de Lapasaran, fué su impresor), á saber: Diario de Barcelona: mas hoy empieza baxo el título de Diari de Barcelona y del Gobern de Catalunya… La relacion pues del Diario traducida del idioma Catalan al Castellano, para la universal inteligencia, dice así…
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Los franceses tratan de seducir a los barceloneses con lengua trífida
Se ha fixado por las plazas y esquinas de esta Capital, una Proclama del Mariscal Macdonald, fecha en Gerona á 23 de Mayo último. Es trilingüe, á saber, en Frances, Catalan y Castellano. Las gentes se agolpan en las esquinas al ver tan grandes papelones; pero quedan saciados al leer la primera cláusula, que dice: Buenos habitantes de Cataluña: pueblo activo, industrioso y valiente; á vosotros me dirijo; con vosotros hablo &c. Conoce ya demasiado el pueblo barcelonés el lenguage seductor de que usa el enemigo, y así, mirándose unos á otros los paisanos, señalando con el dedo la dicha Proclama, decian: lée el Sermon.
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En el Diario de Barcelona el mariscal Macdonald habla español y los demás catalán y francés
Léese en el Diario baxo el título de Noticias particulares de Barcelona, la arenga que hizo el Mariscal Macdonald en Gerona, ante la Junta que allí creó. Como dicho discurso es un continuado y auténtico testimonio del espíritu patriótico que anima á nuestra Provincia de Cataluña, por lo mismo lo continúo literal, pues que en Castellano se nos dá en el Diario, á pesar de ser todo lo demás (tiempo hace) en Frances y Catalan.
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La política lingüística de los franceses
Se ha publicado hoy el Diario en Castellano, cosa que no se habia notado desde que el Corregidor Pujol lo mandó publicar en Catalan. Y es muy para notarse, que empieza dicho Diario con un Decreto del Mariscal Macdonald, el qual nombrando Intendente de Barcelona á Mr. Luppé, y Secretario General de la Intendencia á Mr. Paris Laplaignes, hablando del mismo Pujol, dice: El Señor Pujol, Corregidor actual de Barcelona, queda reservado para otras funciones.
Esta cláusula equivale á lo mismo que quedarse en la calle. Aseguran, que el Mariscal ha ofrecido á Pujol una plaza en la Audiencia, pero que aquel ha respondido, que no entendia de leyes. Lindo ascenso ha hecho nuestro Conciudadano Pujol, despues de tan decidido afecto á los franceses. Ciertamente no se creía tan desgraciado como Madinabeytia; pero ahora vé, que es su compañero en la paga que ambos han recibido de sus idolatrados franceses. Dicho Decreto del Mariscal Macdonald , puede verse en el número 6 del Apendice primero.
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Por primera vez se ríe de la rogación por la lluvia
This system [of pleas to heaven for rain] operated with no substantial changes, except during times of wars (sieges), when the ceremonies could not go outside the town itself. Problems appeared in the city following the French occupation during the Napoleonic Wars and the introduction of anticlerical and liberal concepts. On the 9th of April 1812, the first case of mocking of a public pro pluvia rogation was recorded. The record is critical of this mocking, but itself measures the effectiveness of the rogation by the use of a barometer: «It has rained this morning most abundantly, thanks be to God, in such a manner that the Barometer indicates Showers. In the afternooon, and prior to the Rogations, [the rain] has continued to fall lightly.» [Ms in UB, Raimundo Ferrer, «Barcelona Cautiva»]
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Alegria y peleas al firmarse la retirada francesa
[Firmado Habert, general de división y gobernador de Barcelona, y Debains, coronel jefe de estado mayor. Orden del día 26/4/1814:] A consecuencia del armisticio arriba expresado, todas las hostilidades cesarán desde hoy 26 de abril, entre las tropas que componen la guarnicion de Barcelona y de sus fuertes, y las tropas españolas ó inglesas que forman su bloqueo.
A la noticia de tan interesante nueva suspendiéronse los trabajos, abrazáronse unos a unos á otros los habitantes de Barcelona, dando gritos de «¡viva España! ¡viva la paz!» y colmóse de vitores y obsequios á algunos militares españoles que se introdujeron en la ciudad. Tan súbito contacto entre individuos de uno y otro ejército, enemigos encarnizados pocos dias antes, debia producir lamentables consecuencias. Asi fué que á las pocas horas, un lance desagradable ocurrido entre oficiales franceses y españoles en un café, obligó á Habert á providenciar severamente que volviesen á su campamento acto continuo, y aun á alguno, para facilitar el mas cumplimiento de la órden, se le puso el caballo y el equipaje fuera del recinto. Los operarios que por cuenta del invasor trabajan en las fortificaciones, fueron despedidos aquel dia. Retiráronse acuadrillados por el Born, cantando, bailando, y vociferando contra los afrancesados, á uno de los cuales, el comisario de policia Pi, persiguieron á golpes.
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Los restos del ejército francés pasan por Travesera (de Gracia) camino de casa
En [Barcelona] entraron el dia 8 de mayo los gefes de artilleria é ingenieros, á fin de tomar inventario de los materiales de guerra existentes en la plaza y sus fuertes. El ejército aliado se reunió todo en el Llobregat á mediados de mayo, tanto para oponerse al paso, por dentro de la capital, de las tropas francesas que habian salido de [Tortosa, Peñíscola y Murviedro], como para solemnizar la ocupacion de la ciudad de los condes. Pasó esta fuerza por la Travesera el 25, con direccion á Francia, viéndose los desafectos españoles que habian tomado partido por los invasores y que les seguian á su pais, para no esperimentar peor suerte en el que tanto ofendieron, obligados á esconderse en el fondo de sus carruages, á fin de guarecerse de los insultos y otros malos tratos del paisanage, sin que se esforzasen mucho en impedirlo los mismos franceses que aparentaban escoltarlos, antes sirviéndoles de bulla y diversion.
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Sale el ejército francés y entran elementos del hispano-británico, incluso el Héctor de San Andrés; linchamientos y detenciones de traidores como un cierto Pujol
El 27 verificóse el relevo de todas las guardias de la ciudad y fuertes, en medio de un viento cual no habia memoria de otro tan espantoso, acompañado de espesa lluvia. El dia antes llegó á Habert una órden de Luis XVIII, para que á las 48 horas se hallase ya camino de la frontera. A las cinco y media de la madrugada del 28 acabó de desfilar por la puerta de D. Cárlos el ejército francés, no entregando su gefe hasta última hora los badajos de las campanas: tanto les tenia acobardados el tañido de las mismas. Un cañonazo disparado del fuerte de D. Cárlos anunció que acababa de salir el último soldado de la tropa invasora, y al punto se hizo salva real en las demás fortalezas.
A las diez entró al frente de su brigada por la puerta Nueva el invicto Manso, yendo por el centro del paseo de S. Juan á guarnecer la Ciudadela, de la que era nombrado gobernador, y cuyo punto ocupaban ya desde las tres de la madrugada, en que entraron por la puerta del Socorro, algunas compañias de su mando. El pueblo le acompañó en triunfo, gritando con el mayor entusiasmo: «¡Viva D. José Manso!» Inútilmente se esforzaba el héroe catalan en suplicar que no se diesen mas vivas que á España y á Fernando: su nombre era tan grato como éstos al arrebatado y numeroso gentio que le rodeaba. A la misma hora entraron por la puerta de Santa Madrona las divisiones de Sarsfield y Llauder. Este último nombrado gobernador de Monjuich, subió al castillo despues de revistada la columna en la muralla del Mar y Rambla, en donde arengó Sarsfield á la tropa concediendo perdon á los desertores que se presentasen.
Numerosas patrullas pasaron en seguida á prender á los que habian sido empleados de los enemigos. Adelantóse á ello el populacho, apedreando las casas de los afrancesados y á cuantos encontraba por las calles ó mal escondidos. Quiso guarecerse uno de ellos en una casa frente de la Aduana, donde protegiéndole un oficial español, fué conducido arrestado á la guardia de la puerta de Mar, en medio de afrontosos insultos. Sufriólos tambien en la Rambla D. Antonio Vago, tachado de amigo ó pariente de Godoy y ex-contador de ejército francés, el cual fué arrestado en el convento de la Trinidad. Capturóse tambien á un lego agustino, al verdugo y á dos paisanos, vulgarmente apellidada de los Jusepets, se presentaron de rejas á dentro, temerosos de mayor mal. Otros mas comprometidos habian intentado fugarse por mar, pero volviéndoles el huracan al puerto, acudió allá la multitud, y apelando á las piedras, descalabró á un ex-polizonte. Todavia fueron por la noche reducidos á prision los ex-adjuntos de la mereria D. José Pujol y D. N. Mercader, junto con los PP. Llosada y Malet. Posteriormente y en distintos puntos del principado, fuéronlo igualmente los intrusos canónigos Postius y Sopena, con otros varios.
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Entrada triunfal de un retrato de Fernando VII después de una ocupación francesa de seis años
Llega por fin el dia 30, dia de S. Fernando, en que las tropas españolas deben solemnizar su entrada en la ciudad, á los 75 meses y medio de su cautiverio; cumpleaños de aquella desigual batalla que inmortalizó para siempre el oscuro pueblo del Bruch. A las primeras horas de la mañana despertó la voz del cañon á los libres barceloneses, convidándoles á la fiesta que se preparaba. Desde la puerta de S. Antonio hasta el palacio real cubrieron los victoriosos soldados las calles, que debia recorrer á las diez de aquella hermosa mañana una soberbia carroza, precedida y escoltada por infanteria y caballeria, tirada por ricamente enjaezados caballos, y en la cual se ostentaba el retrato de Fernando VII. A sus piés y en el testero del coche, se veia arrodillada una noble matrona, figurando á Barcelona en actitud de presentar su corazon al mas amado de los reyes. Tendido á sus plantas un perro significaba la lealtad catalana. A la derecha del carro triunfal cabalgaba el general en gefe D. Francisco Copons y Navia, y D. Francisco Javier Cabanes, su gefe de estado mayor, á la izquierda. Poco antes de entrar en Barcelona la comitiva, presentóse á Copons el nuevo gobernador de la plaza D. Pedro Sarsfield, y le entregó las llaves de la ciudad.
– «Las tomo en mis manos, contestó el capitan general, para manifestar ante el real retrato, que asi como he defendido la real corona de S. M. interin su cautiverio, presentándome al enemigo en diferentes acciones campales, y defendido la plaza de Tarifa, juro que mientras yo mande en este principado, le serán sus plazas conservadas; y devuelvo á V. S. las llaves, por la confianza que me merece.» Tomólas Sarsfield y colocóse á la izquierda de la carroza.
Entonces la plaza y los buques de guerra surtos en el puerto que estaban empavesados desde la salida del sol, saludaron con estrepitosa salva la entrada del retrato de S. M., cuya comitiva siguió en medio de los vivas de la tropa y numeroso gentio por las calles del Hospital, Rambla, Dormitorio de S. Francisco, Ancha, Fusteria, Encantes y plaza de Palacio. En la puerta de este real edificio esperaban el Ayuntamiento de Barcelona y una diputacion del cabildo eclesiástico, que cumplimentaron al capitan general, quien les habló en estos términos:
– «Al pueblo heróico de Barcelona no puedo darle mejor testimonio del aprecio que me merece, que haber señalado para el dia de mi entrada, el de nuestro amado soberano, entrando en triunfo su real retrato para consolar con su real presencia á los leales habitantes de esta fidelisima ciudad, que á pesar de la dominacion francesa siempre amaron y defendieron á nuestro legítimo soberano.»
«Las virtudes que adornan al cabildo de la Santa Iglesia de Barcelona, son dignas de la mayor consideracion. El cabildo siempre tendrá en mi el mas fuerte apoyo, y le ruego pida al Sér supremo conserve largos años la importante vida de nuestro amado soberano para la felicidad de la monarquía.»
En seguida S. E. y el general gobernador sacaron del coche el retrato de S. M. para colocarlo en la decoracion que se habia dispuesto en uno de los frentes del real palacio; lo que habiéndose verificado, desfilaron delante de la augusta imágen, las tropas que la acompañaban, los dos escuadrones de húsares, la tercera division del segundo ejército y los cuerpos que estaban tendidos en la carrera, dando todos á S. M. y con el mayor entusiasmo, sincero y repetidos vivas.
Poco despues, y en el salon donde fue colocado el retrato, recibió en corte S. E. á todos los generales, gefes y oficiales á quienes arengó de esta suerte:
– «Señores oficiales del primero y segundo ejército y division Mallorquina: Despues de haber dado tantos dias de gloria á la nacion, y de haber sufrido privaciones, es necesario descansar con la comodidad que permite esta guarnicion. La oficialidad de estos ejércitos siempre ha espuesto su vida por el rey, como lo tiene jurado, y no dudo que todos tendrán mayor satisfaccion en renovar el juramente ante este retrato.»
Todos á una voz lo aseguraron. Despues de lo cual pasó S. E. acompañado del general gobernador, y toda la oficialidad, y presidiendo el Ayuntamiento, á la iglesia Catedral en donde se cantó un solemne Te Deum, asistiendo tambien el Obispo D. Pablo Sitjar, en accion de gracias por tan felices acontecimientos. Durante la noche hubo músicas é iluminaciones.
Entre tanto … quedó del todo libre de franceses la provincia, y con ella todo el territorio español. Dia fué aquel de gloria para la nacion, aun en medio de los sinsabores que, el hasta entonces tan amado monarca, empezaba á hacerle esperimentar.
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Funerales para Mariano Álvarez de Castro, defensor de Gerona
Solemnes funerales mandados celebrar por el rey D. Fernando VII á la memoria del teniente general D. Mariano Alvarez de Castro defensor de Gerona durante la guerra llamada de la Independencia. El cadáver fue conducido al efecto desde Gerona á Barcelona.
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Stendhal: sufrimiento de los españoles bajo el proteccionismo catalán, real cleptocracia, autenticidad española, Real Academia, afrancesados, terror del Conde de España, teatro, relación arriero-mulas, religiosidad
[E]nfin, le lendemain vers midi nous avons aperçu la citadelle de Mont-Joui, qui domine Barcelone. A deux lieues de la ville, nous avons loué d’un jardinier une petite voiture à porter des legúmes; nous étions excédés de fatigue. C’est dans cet équipage que nous avons paru à la Rambla, joli boulevard situé au milieu de Barcelone. Là se trouve l’auberge de Cuatros Naciones …, où enfin nous avons trouvé un dîner [toda la comida en Mataró estaba estropeada por el uso de aceite rancio]: ce plaisir a été fort vif.
Après dîner nous nous sommes occupés du visa de nos passeports; je veux partir demain pour retourner en France. Mes compagnons, vifs et résolus, et partant assez aimables, mais dont les allures me sont fort suspectes, ne me semblent pas plus curieux que moi de faire un long séjour à Barcelone.
Au sortir de la police, qui nous a reçus avec un silence inquisitorial et de mauvais augure, nous sommes allés acheter des pâtés. J’ai acheté, d’un marchand italien, une bouteille d’huile de Lucques et un morceau de parmesan. Après quoi, délivré de tout souci, je me suit promené par la ville, jouissant du délicieux plaisir de voir ce que je n’avais jamais vu.
Barcelone est, à ce que l’on dit, la plus belle ville d’Espagne après Cadix; elle ressemble à Milan; mais, au lieu d’être située au milieu d’une plaine parfaitement plate, elle est adossée au Mont-Joui. On ne voit point la mer, de Barcelona; cette mer, qui ennoblit tout, est cachée par les fortifications qui sont au bout de la Rambla.
Je n’ose dire les réflexions politiques que j’ai faites pendant un séjour de vingt heures; et pourtant jamais je n’ai tant pensé.
Parmi les cinq ou six légions de la garde nationale de Barcelona, il en est une composée d’ouvriers qui fait peur à toutes les autres. Quand les carlistes approchent, on se réconcilie avec cette légion qui porte des blouses et que l’on suppose capabale de faire le coup de fusil. Quand on n’a plus peur des carlistes on cherche querelle aux gens à blouses et on les accuse de jacobinisme. La légion énergique dit, pour sa défense, qu’elle suit les principes du célèbre Volney, auteur des Ruines. Volney, Raynal, Diderot et les autres auteurs un peu emphatiques à la mode en France lors de la prise de la Bastille, sont les oracles de l’Espagne.
Il faut toutefois observer qu’à Barcelona on prêche la vertu la plus pure, l’utilité de tous, et qu’en même temps on veut avoir un privilége: contradiction plaisante.
Les Catalans me semblent absolument dans le cas de messieurs les maîtres de forges de France. Ces messieurs veulent des lois justes, à l’exception de la loi de douane, qui doit être faite à leur guise. Les Catalans demandent que chaque Espagnol qui fait usage de toile de coton paye quatre francs par an, parce qu’il y a au monde une Catalogne.
Il faut que l’Espagnol de Grenade, de Malaga ou de la Corogne n’achète pas les cotonnades anglaises, qui sont excellentes et qui coûtent un franc l’aune, par exemple, et se serve des cotonnades de Catalogne, fort inférieures, et qui coûtent trois francs l’aune. A cela près, ces gens-ci sont républicains au fond et grands admirateurs de Jean-Jacques Rousseau et du Contrat social; ils prétendent aimer ce qui est utile à tous et détestent les priviléges de la noblesse qu’ils n’ont pas, et qu’ils veulent continuer à jouir des priviléges du commerce, que leur turbulence avait extorqués jadis à la monarchie absolue. Les Catalans sont libéraux comme le poète Alfieri, qui était comte et détestait les rois, mais regardait comme sacrés les priviléges des comtes.
Nos fabricants de fer de la Champagne et du Berry ont au moins un raisonnement à leur service: si vous recevez les excellents fers de Suède, le fer sera pour rien et les Suédois pourront acheter les vins de France, mais nos usines tomberont. Tous les trente ans il y a dix ans de guerre. Alors vous ne pourrez plus recevoir les fers de Suéde, et que deviendrez-vous?
La Rambla m’a charmé; c’est un boulevard arrangé de façon que les promeneurs sont au milieu, entre deux lignes d’assez beaux arbres. Les voitures passent des deux côtés le long des maisons es sont séparées des arbres par deux petits murs de trois pieds de haut qui protégent les arbres.
On ne parle que d’intervention; je trouve peu digne de la fierté espagnole de demander toujours la charité. Qui nous a aidés en 1793 et 1794? Toute l’Europe nous faisait une guerre acharnée. Un grand homme, Pitt, avait juré la perte de la France. Aucun roi ne fait la guerre à l’Espagne, et surtout il n’y a plus de grands hommes.
En 1792, la France avait des hommes tels que Sieyès, Mirabeau et Danton. Ces deux derniers ont volé. Qu’importe? ils ont sauvé la patrie; ils ont faite ce qu’elle est. Sans eux nous serions peut-être comme la Pologne, et l’ordre régnerait à Paris (Allusion aux paroles prononcées à la Chambre des députés par le comte Sébastiani, ministre des affaires étrangères, à propos de la capitulation de Varsovie, qui avait eu lieu le 8 septembre 1831), de même qu’à Varsovie. L’Espagne serait heureuse d’avoir de tels hommes, dût-elle les payer deux millions chacun: ce n’est pas le quart de ce que ses rois ont volé chaque année.
Supposons un général qui, depuis sept ans, eût gouverné Alger avec talent; qu’importerait qu’il eût volé sept millions?
– Barcelone, le …. 1837 [sic].
J’ai une inclination naturelle pour la nation espagnole; c’est ce qui m’a amené ici.
Ces gens-là se battent depuis vingt-cinq ans pour obtenir une certaine chose qu’ils désirent. Ils ne se battent pas savamment; un dixième seulement de la nation se bat; mais, enfin, ce dixième se bat, non pour un salaire, mais pour obtenir un avantage moral. Chez les autres peuples, on voit des gens qui se battent pour obtenir des appointements ou des croix.
J’aime encore l’Espagnol parce qu’il est type; il n’est copie de personne. Ce sera le dernier type existant en Europe.
Tout ce qui est riche ou noble, en Italie, est une copie du grand seigneur français, tremblant toujours de ce qu’on dira de lui. Les grands seigneurs espagnols que nous avons entrevus à Paris ne sont pas copies. Chez eux je ne vois nullement le besoin d’être rassurés sur l’estime qu’ils se portent, et ils n’ont aucun souci de l’opinion des cent nigauds bien vêtus rassemblés chez l’ambassadeur voisin.
Que ne fait pas au contraire le grand seigneur allemand ou italien: 1º pour pénétrer dans le salon de l’ambassade voisine; 2º pour y faire effet? L’Espagnol y vient plutôt comme curieux, pour voir ces singeries, puisqu’il est à Paris.
Je brûlais d’aller voir le jardin de Valence. On me dit qu’il y a des moeurs singulières. Les artisans travaillent assis. Tous les samedis on peint en blanc l’intérieur des maisons avec de la chaux et les planchers en rouge.
On m’assure, ce qui est bien autrement difficile à croire, que les Espagnols commencent à ne plus tant respecter les moines.
Un mois après l’entrée des Français (1808), les moines prédirent que le jour de la Toussaint tous les Français seraient exterminés par le feu du ciel. Les bons Espagnols croyaient si fermement en cette prédiction, bien justifiée par tous les excès des Français, que lorsque, le jour de la Toussaint arrivé, elle ne s’accomplit pas, ils commencèrent à douter des moines.
Étranges voleries dont on me fait le récit authentique, un chef volait l’autre. Haute probité du maréchal Saint-Cyr, du maréchal Suchet. Étonnante, incroyable bravoure des Français au siége de Tarragone, à la prise du fort Olive par M. Duchamp.
La bataille de Vittoria n’a jamais existé, me disait ce soir le lieutenant-colonel P… On portait comme morts à cette bataille les hommes et les chevaux que quelques régiments se faisaient payer en sus de ce qui existait. Extrême incapacité du maréchal et du roi qui commandaient l’armée française à Vittoria. Ils ne défendirent pas le passage que jamais l’armée anglaise n’aurait osé forcer. Les troupes étaient affamées de rentrer en France; il eût fallu un caractère de fer, un autre maréchal Davoust pour les empêcher de quitter l’Espagne en courant. Tout cela m’a été raconté avec l’accent et l’enthousiasme de la vérité; mais je n’ai été témoin d’aucun de ces faits.
Cet Espagnol, qui garde un silence farouche depuis le commencement de la soirée, disait-on ce soir aux Cuatro Naciones, se repaît, dans l’intérieur de son âme, des chimères les plus ravissantes.
Remarquez bien ceci: ce n’est pas la réalité, c’est son imagination qui se charge de les lui fournir. Il résulte de là que, dans les moments de passion, la lorgnette du raisonnement est entièrement troublée; il ne peut plus apercevoir rien de ce qui exist réellement. Beaucoup d’Espagnols sont de bonne foi dans leur prétention de caste et de rang. Tel est évidemment pour moi don Eugenio (on prononce Eou-Kénio), le plus aimable de mes compagnons de voyage.
Il me dit que l’Académie de langue espagnole s’est appliquée constamment à rapprocher l’orthographe et la prononciation. L’Académie française a fait le contraire et en est toute fière. Pour moi, toutes les fois que je vois une femme faire des fautes d’orthographe, je trouve que c’est l’Académie qui est ridicule. Le meilleur administrateur que j’aie vu dans mon voyage, homme d’un esprit supérieur et profondément occupé du fond des choses, cherche souvent ses mots après avoir fini sa lettre. C’est qu’il pense aux choses plus qu’à la forme baroque. Que de temps perdu! L’usage s’est laissé guider par le pédantisme d’une société, dans le sein de laquelle les gens d’esprit, les Duclos, les Voltaire, n’ont pas la parole.
M. Sutto nous disait au souper des Cuatros Naciones:
– Hier, j’étais assis à côté de madame Alber (Anglaise); j’ai été obligé de changer de place, tant son langage était vulgaire; je n’ai pu surmonter mon dégoût.
– Ce qui nous déplaît le plus dans la ville oû nous sommes nés, dit M. Ipol, jeune philosophe, c’est ce langage vulgaire qui annonce des manières et des sentiments bas, et c’est précisément ce langage du peuple qui nous plaît le plus à l’étranger. Il est près de la nature, il est énergique, et la vulgarité que nous ne voyons pas ne peut nous empêcher d’être sensibles à ce premier mérite de toute langue poétique. A Barcelone, un arieros (muletier) m’enchante par son langage, sa personne me plaît; c’est un grand garçon, fort, vigoureux, rempli d’une énergie sauvage, dont la vue réjouit l’âme. A côté de lui, qu’est-ce qu’un grand d’Espagne? Un petit homme, haut de quatre pieds dix pouces, qui vous répète des articles de journaux sur les avantages d la liberté, se regarde attentivement dans toutes les glaces qu’il rencontre, et croit être un Parisien, parce qu’il est abonné au journal des modes. Eh! monsieur, avant tout, soyez Espagnol!
A Barcelone, le grand problème était de rentrer en France. Tout calcul fait, nous avons osé prendre une voiture attelée de mules. Mes sept compagnons m’ont l’air de gens qui émigrent. On émigrerait à moins. La vie, en Espagne, est fort désagréable, et cet état de choses peut fort bien durer vingt ou trente ans encore.
Plusieurs de mes compagnons ressemblent tout à fait à don Quichotte; c’est la même loyauté et la même absence de raison, dès qu’on arrive à certains articles. Les cordes qu’il ne faut pas toucher, c’est la religion out les priviléges de la noblesse. Ces messieurs me prouvent sans cesse, avec beaucoup d’esprit et une vivacité charmante, que les priviléges de la nobles sont utiles au peuple. Ce qui fait que je les aime, c’est qu’ils le croient.
L’un d’eux a eu une dispute avec les autres, parce qu’il m’a dit: «Le peuple espagnol, au fond, n’est enthousiaste ni du gouvernement des deux chambres, ni de don Carlos; je n’en veux pour preuve que la course de Gomez, qui, avec quatre pauvres mille hommes, a traversé toute l’Espagne, de Cadix à Vittoria. Si l’Espagne avait été libérale, Gomez eût été écrasé. Si l’Espagne eût aimé don Carlos, Gomez eût réuni cent mille hommes.»
Au moment de partir, nous allons prendre du chocolat dans la boutique d’un certain Piémontais, cachée dans une petite rue; je croyais presque qu’on me menait conspirer. Je me suis muni de vingt oeufs durs à l’auberge, j’ai du pain, du chocolat, etc.; en un mot, je ne serai pas réduit à dîner avec du pain trempé dans du vin qui contient un tiers d’eau-de-vie, ce qui fait mal à l’estomac.
Mes compagnons espagnols sont d’un esprit bien supérieur à ceux que j’avais en venant. Par exemple, j’ai donné à entendre fort poliment que parler politique trois heures par jour me semblait suffisant. Ces messieurs me parlent avec beaucoup de plaisir de leurs grands poëtes dramatiques, dont la plupart ont des noms gutturaux abominables à prononcer. Ils prétendent que c’est par une véritable bizarrerie que les étrangers n’ont distingué parmi tan d’hommes supérieurs que Calderón et Lope de Véga; ils me citent Alarcon et d’autres noms qui m’échappent; tous ces poëtes ont, selon moi, un grand mérite et un grand défaut.
Leur mérite, c’est que leurs pièces ne sont point une imitation plus ou moins élégante des chefs-d’oeuvre qui ont fait les délices d’un autre peuple. L’Espagne monarchique, obéissant à un honneur exagéré si l’on veut, mais tout puissant chez elle, faisant le bonheur ou le malheur de chaque homme, n’a point imité les tragédies par lesquelles Sophocle et Euripide cherchaient à plaire à la démocratie furibonde d’Athènes. Les pièces de fray Gabriel Tellès, par exemple, sont faites uniquement pour plaire aux Espagnols de son temps, et par conséquent peignent le goût et les manières de voir de ces Espagnols de l’an 1600. Voilà leur grand mérite.
Le principal défaut des pièces espagnoles, c’est que, à chaque instant, les personnages récitent une ode remplie d’esprit sur les sentiments qui les animent, et ne disent point les mots simples et sans esprit que me feraient croire qu’ils ont ces sentiments, et qui, surtout, les exciteraient chez moi.
Rapidité des mules espagnoles; elles ont chacune un nom: la Marquise, la Colonelle, etc. Le conducteur raisonne sans cesse avec elles: «Comment, Colonelle, tu te laisseras vaincre par la Marquise?» Il leur jette de petites pierres. Un jeune garçon, dont j’admire la légèreté, et qui s’appelle le Zagal, court à côté des mules pour accélérer leur marche; puis, quand elles ont pris le galop, il s’accroche à la voiture; ce manége est amusant. De temps en temps, ces mules donnent des coups de collier et galopent toutes ensemble; il faut ensuite s’arrêter cinq minutes, parce qu’il y a toujours quelque trait de cassé. Cette façon d’aller, propre aux peuples du Midi, est à la fois barbare et amusante; c’est le contraire des diligences anglaises, avec lesquelles j’ai fait cent quatre lieues en vingt-trois heures (de Lancastre à Londres).
On nous parle sans cesse des carlistes; il est bien vrai qu’ils étaient près d’ici il y a huit jours; mais il me semble que maintenant ils sont à plus de dix lieues, vers l’Èbre. A la moindre alarme, mes compagnons se mettent en prière; ils appartiennent pourtant, trois du moins, à la haute société. Un Français n’oserait jamais prier, même en croyant à l’efficacité de la prière, de peur qu’on ne se moquàt de lui. Ce qui me charme dans mes Espagnols, c’est l’absence complète de cette hypocrisie, qui n’abandonne jamais l’homme comme il faut de Paris. Les espagnols sont tout à leur sensation actuelle. De là folies qu’ils font par amour, et leur profond mépris pour la société française, basée sur des mariages conclus par des notaires.
Un Français voyageait dernièrement du côté de Valence; il était porteur de quatre-vingts onces d’or (l’once vaut en ce pays-ci quatre-vingt-deux francs). Ce Français était bien coupable; il avait, de plus, une chaîne d’or à sa montre et quelques bagues. Les autorités d’un village où il voulut passer la nuit l’ont fait accabler de coups de bâton; quand il n’a plus pu se défendre, on lui a enlevé la chaîne, les onces, les bagues, et on l’a jeté en prison.
Au bout de neuf jours, voyant qu’il ne mourait point, on l’a poussé hors de la prison, et il a été obligé de mendier pour arriver jusqu’a Valence.
Le consul de France a été indigné; il s’est hâté d’écrire à son ambassadeur, lequel a écrit au gouvernement de la reine, qui a ordonné une enquête. Les autorités du village, les magistrats chargés de cette enquête ont déclaré que le Français était un carliste; la vérité leur était bien connue; mais ils ont considéré que l’alcade du village et ses adjoints, qui avaient dévalisé le Français, seraient déshonorés si la vérité était connue.
Ces messieurs ont donc déclaré que le Français était un calomniateur, et, en conséquence, l’ont condamné à la prison.
Pour n’être pas jeté en prison à Valence, le Français a dû chercher un refuge dans la maison du consul. Celui-ci a écrit de nouveau à Madrid; l’ambassadeur n’a pas craint de retarder le succès de ses grandes négociations en poursuivant le redressement d’une injustice qui n’intéressait qu’un seul Français; et enfin l’alcade voleur ou les juges, je ne sais lesquels, ont été destitués.
Il me semble que, depuis la mort de Ferdinand VII, l’esprit public, en Espagne, a fait un pas immense; les prêtres et les moines ont perdu tout crédit politique: l’opinion veut les réduire à administrer les sacrements.