Llega por fin el dia 30, dia de S. Fernando, en que las tropas españolas deben solemnizar su entrada en la ciudad, á los 75 meses y medio de su cautiverio; cumpleaños de aquella desigual batalla que inmortalizó para siempre el oscuro pueblo del Bruch. A las primeras horas de la mañana despertó la voz del cañon á los libres barceloneses, convidándoles á la fiesta que se preparaba. Desde la puerta de S. Antonio hasta el palacio real cubrieron los victoriosos soldados las calles, que debia recorrer á las diez de aquella hermosa mañana una soberbia carroza, precedida y escoltada por infanteria y caballeria, tirada por ricamente enjaezados caballos, y en la cual se ostentaba el retrato de Fernando VII. A sus piés y en el testero del coche, se veia arrodillada una noble matrona, figurando á Barcelona en actitud de presentar su corazon al mas amado de los reyes. Tendido á sus plantas un perro significaba la lealtad catalana. A la derecha del carro triunfal cabalgaba el general en gefe D. Francisco Copons y Navia, y D. Francisco Javier Cabanes, su gefe de estado mayor, á la izquierda. Poco antes de entrar en Barcelona la comitiva, presentóse á Copons el nuevo gobernador de la plaza D. Pedro Sarsfield, y le entregó las llaves de la ciudad.
– «Las tomo en mis manos, contestó el capitan general, para manifestar ante el real retrato, que asi como he defendido la real corona de S. M. interin su cautiverio, presentándome al enemigo en diferentes acciones campales, y defendido la plaza de Tarifa, juro que mientras yo mande en este principado, le serán sus plazas conservadas; y devuelvo á V. S. las llaves, por la confianza que me merece.» Tomólas Sarsfield y colocóse á la izquierda de la carroza.
Entonces la plaza y los buques de guerra surtos en el puerto que estaban empavesados desde la salida del sol, saludaron con estrepitosa salva la entrada del retrato de S. M., cuya comitiva siguió en medio de los vivas de la tropa y numeroso gentio por las calles del Hospital, Rambla, Dormitorio de S. Francisco, Ancha, Fusteria, Encantes y plaza de Palacio. En la puerta de este real edificio esperaban el Ayuntamiento de Barcelona y una diputacion del cabildo eclesiástico, que cumplimentaron al capitan general, quien les habló en estos términos:
– «Al pueblo heróico de Barcelona no puedo darle mejor testimonio del aprecio que me merece, que haber señalado para el dia de mi entrada, el de nuestro amado soberano, entrando en triunfo su real retrato para consolar con su real presencia á los leales habitantes de esta fidelisima ciudad, que á pesar de la dominacion francesa siempre amaron y defendieron á nuestro legítimo soberano.»
«Las virtudes que adornan al cabildo de la Santa Iglesia de Barcelona, son dignas de la mayor consideracion. El cabildo siempre tendrá en mi el mas fuerte apoyo, y le ruego pida al Sér supremo conserve largos años la importante vida de nuestro amado soberano para la felicidad de la monarquía.»
En seguida S. E. y el general gobernador sacaron del coche el retrato de S. M. para colocarlo en la decoracion que se habia dispuesto en uno de los frentes del real palacio; lo que habiéndose verificado, desfilaron delante de la augusta imágen, las tropas que la acompañaban, los dos escuadrones de húsares, la tercera division del segundo ejército y los cuerpos que estaban tendidos en la carrera, dando todos á S. M. y con el mayor entusiasmo, sincero y repetidos vivas.
Poco despues, y en el salon donde fue colocado el retrato, recibió en corte S. E. á todos los generales, gefes y oficiales á quienes arengó de esta suerte:
– «Señores oficiales del primero y segundo ejército y division Mallorquina: Despues de haber dado tantos dias de gloria á la nacion, y de haber sufrido privaciones, es necesario descansar con la comodidad que permite esta guarnicion. La oficialidad de estos ejércitos siempre ha espuesto su vida por el rey, como lo tiene jurado, y no dudo que todos tendrán mayor satisfaccion en renovar el juramente ante este retrato.»
Todos á una voz lo aseguraron. Despues de lo cual pasó S. E. acompañado del general gobernador, y toda la oficialidad, y presidiendo el Ayuntamiento, á la iglesia Catedral en donde se cantó un solemne Te Deum, asistiendo tambien el Obispo D. Pablo Sitjar, en accion de gracias por tan felices acontecimientos. Durante la noche hubo músicas é iluminaciones.
Entre tanto … quedó del todo libre de franceses la provincia, y con ella todo el territorio español. Dia fué aquel de gloria para la nacion, aun en medio de los sinsabores que, el hasta entonces tan amado monarca, empezaba á hacerle esperimentar.
Adolfo Blanch y Cortada, Cataluña: Historia de la guerra de la Independencia en el antiguo principado (1861). Read on