Etiqueta: Garrote vil

  • Los inquisidores queman a un hereje anciano

    Ultimo día de Maio se hizo pregón público á son de trompetas y caxas, con asistencia de muchos ministros del Santo Tribunal, á cavallo todos, señalando el día y puesto para el auto general: asistieron á este pregón los señores inquisidores, precediendo antes su estandarte y multitud de oficiales.

    Señalado el día en que se havía de celebrar el auto, dispusiéronse luego los tablados en el Born [1], en la sera [2] que da al mar: se fabricó uno bajo las ventanas que suelen tener los señores conselleres para ver las fiestas: éste era mui alto; havía de servir para los reos; púsose sobre él un altar que cubría un dosel, en el qual estaban las armas de la Santa Inquisición, una cruz, espada y ramo de laurel bordado en el mismo dosel: enfrente este tablado, se hizo otro menor, con las gradas por los lados, y en él muchos bancos y sillas, que havía de servir para los ministros y oficiales de la santa Inquisición: otro se dispuso en la sera que el primero, entre las ventanas del señor Virrey y Ciudad: tenía colgado sobre él un paño de terciopelo negro, bordado en medio un escudo de las armas reales, y al un lado un brazo con una espada desnuda, y al otro lado otro brazo con un ramo de laurel: havía tres sillas en este tablado para los inquisidores, y de este tablado salía una puente que pasava la plaza, y en media de ella, elevado 4 palmos, un púlpito pequeño para estar el reo mientras se le leía la sentencia. Todo esto dispuesto, llegado el día veinte, que era un domingo, por la tarde salió una procesión asistida de todas las religiones y el clero de Santa María del Mar, como á parroquia en cuio distrito hera la función: llebaban por guiones las dos vanderas de la Pasión; seguíanse luego unos quarenta familiares ó alguaciles del Tribunal con sus baras; después destos, cinco ó seiscientos familiares con velas verdes encendidas en la mano y sus insignias ó veneras del Santo Oficio en los pechos: sucedía á éstos la cruz de la parroquia, y á ella las religiones y clero de Santa María; cerraban la procesión el preste con capa pluvial, y diácono y subdiácono, y tras éstos trahía un monecillo una cruz grande hueca de madera de color verde. En esta forma, después de haver pasado por los puestos acostumbrados en procesiones generales, llegaron al Born y al tablado de los familiares, y sin subir ninguno, pasaban apagando las velas; la cruz de la parrochia esperó al clero al pie del tablado, y suviendo éste, pasó la puente y colocaron en el tablado de los reos la cruz verde, y vanderas á los lados con quatro velas encendidas, y religiosos trinitarios que estubieron toda la noche de custodia.

    Al otro día por la mañana, ya al amanecer, no cavía la gente por las calles, porque con la anterior noticia havían acudido de toda la provincia: á las siete horas el señor Virrey y Conselleres acudieron á sus puestos. Llovió algún poco aquella mañana, pero serenóse luego, y así salieron de las casas de la Inquisición los religiosos dominicos, llevando por guía un Santo Crucifixo grande, y á sus lados dos religiosos con unos azotes en las manos. Tras de los religiosos seguían los penitentes, que eran diez: dos mugeres, una por dos veces casada, la otra por hechicera; quatro hombres por casados dos veces, viviendo la primera muger; un mercader de Manrresa, por haber concurrido en la precha (Sermón luterano) estando en Francia y comer carne en los viernes, y tres renegados que havían aportado las galeras de Florencia, los dos jóvenes y el último ya viejo y pertinaz: á éste le hiban exortando dos religiosos. Todos los reos vestían sus túnicas, unos verde y otros amarilla, con cruces coloradas, corozas en la caveza y en ellas pintado el delito. Empos destos, venían los familiares, calificadores y ministros del Santo Oficio á cavallo, y los señores inquisidores venían los últimos, y tras ellos el procurador fiscal del Santo Tribunal. Llegaron al Born, y tomando sus puestos cada uno como está dicho, depositaron el Santo Christo sobre las gradas del tablado en donde estavan los penitentes, y se dió principio al auto con un sermón que predicó el padre Chrisóstomo Bonamic, dominico: duró dos horas el sermón; leióse después el cartel por un religioso dominico, y luego suviendo un reo al púlpito que les tenían ya hecho en el puente, se le leyó su proceso y sentencia, condenando quién á galeras, quién á destierro y quién á azotes. El de Manrresa salió penitenciado en haver de pagar mil ducados y estar tres años en un combento. El último fué el viejo renegado; á éste condenaron á quemar, y leída la sentencia lo entregaron á la real justicia, y el Consejo Real, que también asistía, proveió allí luego la execución de la quema, y llebándole prontamente los ministros con el verdugo fuera de la ciudad, al puesto que llaman el Cañet, se le dio garrote y quemaron el cuerpo. Los otros que quedaron en el tablado se postraron, y cantando los religiosos franciscos el psalmo del Miserere, los inquisidores les davan con unas barás encima, y absueltos, los restituyeron á las cárceles de la Inquisición y dió fin el auto. Al día siguiente se executaron las sentencias de azotes, destierros y galeras, según el estilo ordinario.

    1. [1]La plaza del Borne. El ábside de Santa María del Mar forma aún uno de los testeros de dicha plaza.
    2. [2]En la acera.
  • Salen 500 hombres para detener la inminente invasión hereje-francesa de Rosellón

    Savíase por mui cierto que el francés hacía muchos aprestos de guerra en el Lenguadoc, y que todo era para invadir Cathaluña y sitiar la plaza de Salsas, en desquite del suceso de la Ocata (Leucata llamada siempre Ocata y Laocata en todos los documentos catalanes de la época) y de Fuenterravía de que se hallava mui amargo; y así quiso probar por acá su suerte.

    En vista de tanto aparato y de los avisos que llegavan, por orden de S. M. partió el Conde de Santa Coloma, Virrey que era, á 4 de Maio 1639 para Gerona, desde donde diese calor á las fortificaciones de las plazas marítimas, y de las de tierra, que con los recelos de lo venidero se añadía algo á los presidios para su maior defensa.

    Al mismo tiempo se empezaron por las ciudades, villas y lugares de Cathaluña á levantar gente, para lo qual salieron algunos ministros y gente de suposición. Para la maior brevedad, en 2 de Junio la ciudad de Barcelona puso tres banderas para levantar 500 hombres, que en cinco días naturales estubieron ya efectivos: dávase á cada soldado 40 rr(eale)s de entrada y dos de sueldo, con su pan de munición todos los días. Los Cavos eran Don Antonio Doms (D. Antonio de Oms), Don Luis de Paguera y Don Luis Tord; á los mosqueteros añadieron de ventaja diez rr(eale)s todos los meses: partieron el día 8 de Junio y todos lindos mozos.

    Sávado á 11 de Junio de 1639, entró el francés y cinco mil cavallos, la maior parte de la milicia eran ereges esguicaros [esguízaro] y suecos. Entró con furia francesa y como no halló oposición, en breve corrió la cavallería toda la campaña, arruinando y talando el país. Tomaron á Claria (Clayrá) y á Rivas Altas, dos villas arto buenas en donde hicieron plaza de armas, corriendo después el Condado de Rosellón, entrando en las villas y lugares, saqueando todos los que les hacían resistencia.

    Tomaron Estagel (Estagell) y después á Opul (Opol), cuio castillo sin hacer arma alguna, le entregó infamemente el capitán, de nación castellano (Don Luis Núñez, flamenco de Bolduque), y todos asiguravan era imposible rendille, menos que á costa de muchas vidas, así por el terreno en que está fabricado, como por tener bastante guarnición para su defensa.

    Encaminóse el capitán á Perpiñán, en donde el Marqués de Torralua (Don Juan Torralto de Aragón que en 11 de Junio de 1639 escribió al Virrey la carta [que pongo en el comentario]) general le mandó dar un garrote, y al alférez quitar la caveza. Imputábanle de traidor y que por 500 doblones havía vendido el castillo, pero hasta los últimos trances de su vida estuvo siempre en que por covarde lo havía entregado.

  • Ejecución del coronel Blas de Durana, ya suicidado, por el asesinato de la baronesa de Senelles

    El coronel Durana.

    Consagremos la última página de los recuerdos de la Ciudadela, á la memoria de un militar tan desgraciado como querido de cuantos tuvieron ocasion de apreciar la belleza de las prendas que le adornaban.

    La calle de la Union fué á las primeras horas de la noche del 19 de junio de 1855, teatro de un drama horroroso.

    Durante el dia pudieron observar los vecinos, á un jóven de unos treinta años, rubio, de arrogante figura, y vestido con elegancia, que sin desamparar el portal de la casa número 21, parecia acechar con particular interés la entrada y piso primero de la casa número 32, en frente de aquella.

    Por las maneras del jóven, y por el individuo que en traje de asistente se le acercaba á hablarlo de vez en cuando, se hubiera desde luego tomado por militar al perenne observador.

    Su pálido rostro y su brillante mirada, indicaban que algun estraordinario sentimiento le tenia misteriosamente clavado en aquel sitio.

    En la habitacion, objeto de su vigilancia, vivia con su hermano y cuñada la baronesa de Senelles, ausentada por algunos dias de la casa y compañia de su esposo, residente en una de las ciudades de la alta montaña, al objeto de pasar la octava del Corpus con su distinguida familia.

    La baronesa se hallaba en estado interesante.

    Dieron las ocho, hora en que empezaba la funcion en los teatros públicos, y a poco aparecieron en el portal los hermanos de la baronesa.

    Esta bajaba mas despacio la escalera poniéndose los guantes.

    Casi al mismo tiempo penetró en la casa el jóven que hasta entonces habia estado de centinela en el portal fronterizo, subió algunos escalones, y encontrando en la primera meseta á la infortunada baronesa,

    —Toma, infame,—le dijo asestándola una terrible puñalada, que la derribó contra la reja de hierro que en aquel paraje se halla.

    —¡Ah! ¡favor! ¡socorro!—pudo apenas gritar la infeliz.

    El asesino no cesaba de ensañarse en su victima, sepultándole en el cuerpo hasta trece veces el puñal homicida.

    A los gritos desesperados de los hermanos de la baronesa, acudieron algunos milicianos y vecinos.

    Penetraron los primeros don Francisco Lladó, don Miguel Coll y don José Casas y Cortés, cabos aquél y éste, y sargento el segundo del cuarto batallon de milicia, quienes hallaron al matador, contra el cual apuntó Casas el fusil, contemplando como enagenado á la ya exánime señora, y teniendo aun en una mano el arma ensangrentada y en la otra un rico abanico roto y un pañuelo blanco.

    El rostro, las manos y el vestido del matador estaban manchados de sangre.

    No se inmutó el criminal a la órden de alto. Manifestó que habia herido á aquella mujer deliberadamente y con la mayor premeditacion. Levantó los brazos para que su aprehensor le registrare los bolsillos y se convenciere de que no llevaba otras armas, y dijo que estaba dispuesto á seguirle á donde quisiese llevarle.

    Como otros de los milicianos que habian ido acudiendo se dispusiesen á asegurar al asesino,

    —No hay necesidad de ello,—les dijo—respeten Vds. al menos mi calidad, en la conviccion de que no he de oponer resistencia alguna. Me llamo Blas de Durana y soy coronel del quinto batallon de cazadores de Tarifa.

    Era hijo del bizarro brigadier que supo hallar gloriosa muerte en la famosa batalla de Peracamps, y hermano de militares no menos distinguidos del ejército español.

    El instrumento del delito era un puñal ordinario, que tenia la figura de un cuchillo de monte, con vaina de cuero. La punta estaba algo torcida de resultas de la violencia de los golpes.

    Acompañado por uno de los alcaldes constitucionales, y escoltado por numeroso grupo de milicianos armados y pueblo, fué conducido el delincuente por la calle de Fernando, á las casas Consistoriales.

    Su victima, que habia dejado de existir á los quince ó veinte minutos, fué al dia siguiente estraida de la casa mortuoria y conducida al cementerio, en medio del general sentimiento de dolor por su desgracia y de indignacion contra el que la habia causado.

    Llegó Durana á las casas Consistoriales en el momento en que se verificaba el relevo de la guardia de este punto, saliendo la artillería y entrando los zapadores.

    Como aun no estaba hecha la entrega, el capitan de artilleria don Francisco Soler y Matas se hizo cargo del preso. Al encerrarlo, el carcelero pasó á registrarle, y no encontrándole ninguna arma, enseñó el reloj y dinero que solo llevaba en el bolsillo.

    Habiendo manifestado el capitan Soler que un preso no podia conservar nada en poder suyo, respondió Durana:

    —Está bien; mas antes que entregarlo al carcelero, quiero hacer un regalo de todo lo que poseo al caballero capitan, para que conserve de mi este recuerdo; pues yo ya sé la suerte que me aguarda.

    Escusóse el capitan, diciéndole que no lo admitia sino en clase de depósito, y que se lo devolveria al hallarse en mejor situacion; pero fué tal la insistencia del preso, delante de las varias personas que habia alli reunidas, que el capitan se vió precisado á aceptar el reloj y leontina de oro, un lente, y diez y seis duros y medio en varias monedas de oro y plata; todo lo que se le obligó despues á entregar al fiscal.

    El 20, á las seis y media de la mañana, fué conducido el desgraciado coronel á la Ciudadela, en un coche donde iban tambien tres mozos de la Escuadra.

    Con una celeridad de que hay pocos ejemplos, instruyóse el sumario, recibióse al acusado la confesion con cargos, estendió el fiscal la acusacion, pidiendo la última pena, y á los dos dias ya habia sido remitida ia causa en consulta al tribunal Supremo de Guerra y Marina.

    A las seis de la tarde del 24, en la sala de visitas del palacio de la Capitania general, con todas las formalidades de estilo y á presencia de muchas personas, fué leida y publicada por el general Zapatero, la sentencia del juzgado del tribunal de la Auditoria de guerra, en virtud de la que se condenaba al coronel Durana á la pena de muerte en garrote vil, como autor del asesinato premeditado y alevoso, sin ninguna causa atenuante, perpetrado en la noche del martes, en la persona de doña Dolores Parrella de Plandolit, baronesa de Senelles.

    Se le impuso además una indemnizacion de seis mil reales vellon,—que fué aceptada,—para los hijos de la victima, y el pago de todas las costas del juicio.

    El procurador don José Condeminas apeló en el acto, en nombro de su defendido, del fallo que acaba de leerse y notificarse.

    Acto continuo el escribano don José Cantallops, con los demás dependientes del tribunal, se trasiadó al calabozo que ocupaba el procesado en el primer piso de la torre de la Cindadela, y á presencia de los mismos, del ayudante de aquella plaza y del oficial de la guardia, le notificó el fallo que acababa de pronunciarse.

    Durana, que habia recibido corlesmente á todas aquellas personas, oyó la lectura de la sentencia con admirable serenidad, y con pulso seguro, suscribio la diligencia de notificacion, manifestando tan solo sentir la clase de suplicio que se le imponia.

    —He sido soldado—añadio—desde los primeros años de mi vida, y hubiera deseado acabar como tal mi existencia, pues no me amedrenta la muerte.

    Con todo, esta vez negó que hubiese obrado con la premeditacion que se suponia, pues quiso haber ejecutado el crimen en un momento de arrebato.

    Antes de terminar junio, fué trasiadado al castillo de Monjuich, por temor de que lograse evadirse, y considerando que, confiada su guarda al cuerpo de artilleria, habia de estar en mas seguridad que si continuase custodiándolo el arma de infantería, en la que podia contar el procesado con muchas amistades.

    Mas Durana desechó siempre toda idea de fuga. Solo habia pedido á sus amigos un veneno que llevaba constantemente en el bolsillo, para tomarlo cuando se perdiese toda esperanza de salvacion legal.

    Los que se lo dieron, luciéronle dar sin embargo palabra de no hacer uso de él hasta recibir una carta encabezada con una cruz.

    En el castillo se le tuvo al principio en la mas rigurosa incomunicacion, pero despues se le permitio pasear por la muralla, bajo la responsabilidad de los oficiales de artilleria que le acompanaban.

    La causa en la que se condenaba á Durana á la pena demuerteen garrote vil, con arreglo al articulo 89 del código penal, y demás accesorias, llegó el 27 de junio al Tribunal Supremo, que la pasó para el apuntamiento al relator, quien la devolvio el 29, en cuyo dia la recibio el letrado defensor D. Paciano Massadas.

    Este digno letrado y dipuiado á córtes—aunque no conocia al coronel—por uno de esos nobles impulsos, dignos de corazones elevados en el ministerio de la abogacia, aceptó el encargo de patrocinarle.

    Concediosele el término de veinte y cuatro horas, dentro de las cuales presentó la defensa, articulando por otrosies la prueba de que con intervalos de mayor ó menor tiempo, Durana tenia accesos de locura, comprobada por actos estertores en sus gestiones, asi públicas como privadas; y que de resultas de su ardiente pasion por la señora doña Maria de los Dolores Parrella, los celos le escitaron la locura, no obstante que dicha desgraciada señora no le correspondia, ni se presumia le hubiese dado motivos de esperanza.

    Esta prueba fué denegada, previa audiencia del fiscal.

    El defensor suplicó, se admitió este recurso, que fué mejorado en horas, evacuado el traslado al fiscal, y sin que precediera vista publica, citacion ni señalamiento, se confirmó con costas el auto suplicado.

    El abogado defensor, impulsado por su celo, reclamó la nulidad de esta providencia, y el Tribunal, dando una prueba de grande rectitud, y con sacrificio hasta del amor propio, si se quiere, dejó sin efecto la providencia confirmatoria con las costas de la denegacion de pruebas, y dió lugar á la vista pública que sobre este incidente se verificó.

    Leida la relacion, hecha por el señor Zurbano, tomó la palabra Massadas, y en un discurso de buenas formas, y nutrido de doctrina juridica, trató de demostrar que Durana habia tenido durante el curso de su vida varios accesos de locura, citando entre otros el de haber mandado rapar la cabeza á los soldados de su compañia en la espedicion de nuestro ejército á Italia, por cuyo hecho fué separado del mando por el general de la division Fernandez de Córdoba. Añadió el defensor que, salva la honra de la desgraciada baronesa, los celos de que estaba poseido el don Blas, produjeron el desarreglo mental de que friamento y en otros actos habia dado el coronel evidentes muestras.

    El señor Massadas dirigió su peroracion á manifestar tambien, que la prueba propuesta no era igual ni contraria á la de primera instancia, y asimismo procuró evidenciar que era procedente, mejorando una alzada que habia sido admitida en el efecto resolutivo.

    El fiscal de S. M. no asistió á la vista.

    A la una y media de la tarde se notificó al procurador del procesado el nuevo auto confirmatorio de la denegacion de prueba. No satisfecho el defensor con los esfuerzos practicados, aunque vanamente, en el desempeño de su noble ministerio, insistio todavia en la práctica de las diligencias de prueba pedidas, y otras sobre nuevos hechos que acababan de llegar á su noticia, bien admitiéndosele otro recurso de súplica, ó para mejor proveer.

    Referiase Massadas á ciertos documentos, que en su creencia habian de arrojar alguna luz para mejorar la condicion del reo.

    Pucos momentos despues le fué notificado el señalamiento del punto definitivo, del cual pidio el abogado suspension.

    Al mismo tiempo la madre y los hermanos del coronel, profundamento afligidos, no cesaban de implorar gracia y perdon para el reo, ínterin la accion de los tribunales proseguia su marcha con la rapidez propia de tan grave suceso, que tenia justamente estremecida la conciencia pública, llenando de dolor y amargura dos familias apreciables, la de la desgraciada victima y la de su ciego sacrificador.

    La sentencia de muerte fué confirmada.

    El 12 por la tarde, fué bajado el reo del castillo, y vuelto á conducir al primer piso de la torre de la Ciudadela, en donde á las seis y cuarto se le notificó el fallo del Supremo Tribunal.

    Oyó la lectura silenciosamente, y firmó luego con mano segura, tambien sin proferir palabra, la triste diligencia.

    Despues se lamentó, como siempre lo habia hecho, de la clase de suplicio que se le imponia, manifestándose pesaroso de no poder terminar sus dias de un modo mas conforme al noble ejercicio de las armas.

    Tan luego como se constituyó en capilla, admitió los ausilios espirituales de los párrocos castrenses, escusándose de recibir á otras personas y tambien á los hermanos de la Paz y la Caridad.

    Estos sin embargo, cumpliendo con los deberes de su benéfica institucion, permanecieron coustantemente junto á la torre, para poder acudir con mas oportunidad cuando se les necesitase.

    Precisamente se habia acordado que no salieran las campanillas á recorrer las calles de la ciudad pidiendo por el reo, y que no asistiese á la ejecucion la congregacion de la Sangre; pero si que se celebrasen las demás ceremonias religiosas, propias de tan tristes actos, corriendo los gastos de cuenta del infeliz Durana, y tambien la devota funcion religiosa que siempre acostumbra á celebrar en la iglesia del Pino la Real Cofradia de los Desamparados.

    El coronel pasó el dia 13 tranquilo y resignado con su suerte.

    Varias veces se reconcilió con los sacerdotes que le acompañaban, y se confesó.

    Las horas que le dejaban libres sus deberes religiosos, las empleaba escribiendo, otorgando testamento y conversando con diferentes personas.

    Tambien quiso que se le sacase el retrato al daguerrotipo, para legar este último recuerdo á su desconsolada madre.

    El reloj y lentes que á su instancia se le habian devuelto, quitándosele sin embargo á aquél el cristal, fusron legados á su hermano don Marcelino.

    Al piquete que debia escoltarle, dejó una onza, y varias monedas á otras personas.

    Para las siete de la tarde ordenó que se le trajese de la fonda la comida, y manifestó el deseo de tener á la mesa á varios amigos.

    Sin embargo, solo le acompañaron en ella los dos sacerdotes y el oficial de la guardia y capitan del 9 de Soria, don Ramon Figuerola.

    Con éste habló largo rato hasta las diez de la noche en que lo dijo que deseaba descansar. Animóle con algunas copas de Jerez, lo abrazó con efusion, y se dispuso para acostarse, prescribiendo al centinela que cuidara de cumplir con su deber.

    Entonces fué cuando, recatándose de los capellanes que no le habian dejado, quitó el lacre del pomo que encerraba el veneno, cubrióse el rostro, tragó el tósigo de muerte y se estiró en la cama encomendando su alma al Criador.

    A las cuatro de la madrugada del 14, en que debia tener lugar la ejecucion, levantóse uno de los párrocos para decir la misa.

    Durana parecia profundamente dormido.

    Acercóse el capellan á su cama.

    El coronel se agitó en aquel instante presa de una terrible convulsion.

    Su rostro estaba amoratado.

    —¡Este hombre se muere! gritó el capellan despavorido. Todos acudieron al lecho del moribundo.

    Aun habia tiempo para administrarle la Estremauncion.

    No parecia sino que esperaba aquella pobre alma este último ausilio para desprenderse del cuerpo y remontarse á las eternales regiones de lo infinito.

    Con la velocidad del rayo se dió aviso al auditor de guerra, al capitan general y á las demás personas á quienes importaba tener conocimiento del suceso.

    Llamóse tambien á algunos facultativos, que sangraron y suministraron á Durana ausilios ya ineficaces.

    Dos cartas se encontraron junto al cadáver.

    La una era sobre asuntos particulares, y en la otra, despues de varias protestas y reflexiones, decia que no se culpase á nadie de su muerte, pues que él mismo se la habia dado por medio de un veneno que desde mucho tiempo tenia prevenido, á fin de evitar la infamia del patibulo.

    Sin pérdida de momento se presentó el auditor con el tribunal para proceder á la formacion de las oportunas diligencias, dando las órdenes convenientes para que se llevase á efecto la ceremonia de la ejecucion de la sentencia.

    A la hora prefijada (las 8) estaba formado el cuadro en el glácis de la Ciudadela.

    A las ocho y cuarto empezó á salir para el lugar del suplicio el funebre acompañamiento.

    La sentencia iba á ejecutarse en un cadáver.

    Los restos del desgraciado Durana, cubiertos con la hopa negra, eran llevados en camilla destapada por cuatro presidarios.

    Estos mismos subieron el inerte cuerpo del coronel al funesto cadalso y sentáronlo sobre la fatal banqueta.

    El ejecutor cumplio en seguida con su triste ministerio.

    Un silencio aterrador reinó en el gran gentio que habia acudido á presenciar la ejecucion.

    Hasta el medio dia permanecio el cadáver espuesto á la pública espectacion. Despues de esta hora las hermanas de la Cofradia de te Virgen de los Desamparados le vistieron el escapulario, y colocándole en un coche fúnebre, le acompañaron al cementerio, seguidos de los facultativos que verificaron la autopsia.

    El infortunado coronel se» habia envenenado con cianuro mercúrico.

    Tal fué la suerte de un jóven de distinguida familia, que á la temprana edad de treinta años, acababa de alcanzar en el ejército el grado de coronel, habiendo adquirido por sus servicios varías cruces militares y desempeñado honrosos cargos.

    La pasion del amor le estravio como á tantos otros.

    Antes de morir pidio perdon á la familia agraviada, y á duras penas la obtuvo del ofendido esposo.

    No hay duda que seria mal correspondida esa pasion cuando á tal estremo arrebató á Durana el desvio de la noble dama de sus pensamientos. Por lo menos el desgraciado dejó siempre ileso el honor de la baronesa de Senelles.

    La continua persecucion con que a esta señora molestaba de mucho tiempo fué causa de que á instancias de la misma ó de su esposo se le desterrase á Lugo por el capitan general de Cataluña.

    Esta órden exaltando el resentimiento del coronel Durana, le condujo, probablemente, al asesinato y al patíbulo.

  • Ejecutado el infanticidio Isidro Mompart y Prats

    El reio Isidro Mompart y Prats

    El crímen que espiró en el patíbulo el sábado último en la ciudad de Barcelona Isidro Mompart, lo cometió el juéves 31 de julio de 1890 en una casa cercana á la fábrica de estampados de D. Mateo Torelló, entre las carreteras de San Andrés y de Mataró. Habítaban en aquella casa los esposos Félix y Rosa Serrat con una niña de cinco años, un niño de pocos meses, hijos suyos, y una muchacha llamada Teresa, hija de un hortelano vecino, á la que tenían los citados esposos en calidad de niñera para cuidar del niño, que estaba algo enfermo.

    La esposa Rosa salió á las cinco y media [de la mañana] para la compra y Félix Serrat al poco rato para sus quehaceres en la fábrica contigua. Quedaron en casa la criadita Teresa, la niña de cinco años, llamada Cármen, y el niño.

    Al llegar Rosa de la compra presentóse á sus ojos el espectáculo mas desgarrador: su hija y la criada yacían en un charco de sangre.

    El autor de los asesinatos era Isidro Mompart, á quien tentó la codidia. Supo que la mujer de Serrat había cobrado cierta cantidad, procedente de una herencia, y á las seis de la mañana se introdujo en la casa para robar el dinero, que no pudo encontrar.

    Al advertir las niñas la presencia de Mompart, supónese que tratarían de pedir ausilio, y para no ser descubierto, el criminal mató á aquellas indefensas criaturas, escapando luego. Mompart se llevó dos relojes de plata y 87 pesetas 50 céntimos.

    Mompart, antes de los dos asesinatos, había forzado á una mujer, robándole algunas pesetas.

    La sentencia

    A los ocho de la mañana del viernes se constituyó en la cárcel el Tribunal formado por el presidente de la sección primera, dos magistrados y el fiscal de S. M., ha notificar al reo la sentencia. Una vez leida, fué presentada al reo para que la firmara y éste dijo que no sabía leer ni escribir, y habiéndole indicado que designara á uno de los presente para que en nombre suyo la firmara, manifestó que no quería designar á nadie. Entonces el señor presidente requirió á dos de las personas presentes para que como testigos la firmaran, como así se hizo.

    En la capilla

    Acto seguido se introdujo al reo en la capilla y se retiró el Tribunal. Mompart quedó tranquilo en la apariencia, con mucha agitación nerviosa, abatido y llorando, negándose á tomar ninguna clases de alimento consolándole el Padre Capellán de la Cárcel y los Hermanos de la Paz y Caridad.

    Después de las nueve se confesó con uno de los sacerdotes que le asistían. Mientras estaba confesándose, llegó su desconsolada madre, y pueden figurarse nuestros lectores la desgarradora escena que presenciaron las personas que se hallaban en la capilla. Entre ellas estaba el Sr Juez instructor de la causa, á quien pidió la desconsolada madre le permitiese estar al lado de su hijo mientras éste permaneciese en la capilla. El juez le manifestó que esto no podía consentirlo en beneficio suyo y de su hijo, pues este necesitaba estar todo lo tranquilo y retirado posible, á fin de prepararse para un trance tan terrible como el de la muerte.

    Al mediodía, visitaron al reo el señor Gobernador de la provincia, el presidente de la Audiencia y algunos sacerdotes quienes le prodigaron palabras de consuelo.

    Por la tarde volvió á visitarlo su madre, acompañado de un hermano suyo. Poco después se presentó una comisión de la Cofradía de los Desamparados é inscribió su nombre y apellidos en el libro de la Cofradía, haciendo presente al reo que lo que se había recaudado por las calles de Barcelona, debía dividirse en dos partes: una para sufragar los gastos que ocurrieran, y la que resta á su disposición por lo iría un notario para extender el testamento que quisiera hacer, disponiendo de la parte que le correspondía.

    A poco rato visitó al reo Mompart el Juzgado de instrucción para tomar declaración al reo, quien hizo revelaciones referentes al atentado contra una mujer sexagenaria. La declaración fué bastante larga. Tambien se presentó la Junta de la Paz y Caridad con un notario, ante quien hizo el reo testamento, nombrando herederos por partes á su madre y hermano.

    Isidro Mompart no reveló nada que no constase ya en el sumario de la causa que se formó.

    La ejecución

    A las siete de la mañana la campana mayor de la iglesia parroquial de Santa María del Pino anunció al vecindario que se ponía de manifiesto el Santísimo Sacramento, y la Congregación de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo se dirigió á la cárcel para acompañar al reo Isidro Mompart al sitio de la ejecución de la sentencia.

    A las ocho en punto salió el reo de la capilla, acompañado del Padre capellán de la cárcel, de los PP. Goberna y Maresma, de la Compañía de Jesus, del Dr. Almonacid, del Rdo. Tirelles y de los Hermanos de la Paz y Caridad. Salió por la puerta del patio de la Garduña al de los Cordeleros, donde se hallaba formado el cuadro y se había levantado el cadalso.

    Ausiliado por los sacerdotes subió al tablado, y al poco rato había dado cuenta á Dios de sus actos. Cuando el verdugo le descubrió la cara, el Padre Goberna visiblemente afectado, dirigió su autorizada voz á la concurrencia que llenaba el espacioso patio.

    Terminada la ejecución, se retiraron las fuerzas militares, quedando únicamente alguna fuerza de guardia civil y municipales para custodiar el cadáver que quedó en el patíbulo hasta una hora antes de la puesta del sol.

    A pesar de la mucha gente que se reunió en los alrededores del sitio de la ejecución, no se alteró en lo más mínimo el órden. Cumpliendo las órdenes dictadas para estos casos, los agentes de la autoridad no permitieron allí puestos de bebidas ni otros análogos.

    ***

    El reo Isidro Mompart y Prats tenía 22 años de edad, era de estatura regular, llevaba afeitado el rostro y el pelo largo. Era hijo de Canovellas, cerca de la ermita de Nuestra Señora de Belulla, inmediata á Granollers.

    Dios de haya apiadado del alma del ajusticiado.

    ***

    La última ejecución de la pena de muerte verificada en Barcelona fué el 9 de junio de 1875, en el solar en el cual se halla hoy el Mercado de San Antonio y en las personas de Victoriano Ubierna, soldado de ingenieros, y Gregoria Foix, criada que era de la casa de un esterero de la calle de Conde del Asalto y al que degollaron y destrozaron.

  • El último día de Santiago Salvador Franch, asesino del Liceo

    SPAIN’S SAD ANARCHIST
    Barcelona’s Murderer Retracts His Penitent Expressions
    WILL BE GARROTED THIS MORNING
    Franch Feigned Repentance Until His Last Hope of a Reprieve Had Gone – He Had Become a Franciscan Monk.

    BARCELONA, Nov. 20. – The Governor of the prison went this afternoon to the cell of Salvador Franch, the chief conspirator in the Lyceum Theatre outrage, and read to him his death warrant. Some time ago Franch declared his penitence and was admitted to a monastic order. Later he became as blasphemous as ever. Nevertheless, two priests had accompanied the Governor to offer the Anarchist consolation. One of them approached him immediately after the reading of the death warrant.

    «Hurrah for Anarch!» shouted Franch, stepping back.

    «But you declared your repentance and conversion to the true religion,» exclaimed the priest.

    «That was all nonsense,» replied Franch. «Now get away from me, and don’t show me your ugly features again.»

    Franch was taken to a cell near the place of execution and was chained to the wall. He fought so savagely that it required three guards to handle him. After soldiers had been placed on guard with fixed bayonets, the priest appealed to him again to confess.

    «I don’t need you; get away,» was the only response.

    Franch became calmer and talked to the guards concerning an execution of an Anarchist which he had witnessed. He also asked the Warden to explain the mechanism of the garrote. He said that he would face death bravely, adding that he did not care what was done with his body. he will be executed tomorrow morning.

  • Santiago Salvador Franch, asesino del Liceo, muere cantando

    GARROTED A CRAFTY ANARCHIST
    BARCELONA HAS EXECUTED SALVADOR FRANCH’S SENTENCE
    He Died Impenitent in Spite of His Former Protestations of Piety – Mob Jeered at His Body.

    BARCELONA, Nov. 21. – Salvador Franch, the chief conspirator in the death of thirty persons and the wounding of eighty others in the Lyceum Theatre in this city a little more than a year ago, was executed here at 8:06 o’clock this morning.

    […]

    The prisoner throughout the last day and night of his life showed no fear. His meals were eaten with a good appetite and apparently were heartily relished. At 8 o’clock last evening his wife and daughter were admitted to his presence and spent considerable time in an endeavor to induce him to confess his crimes and accept the consolations of religion, saying: «If you don’t you will ruin us.»

    Franch angrily, and with the greatest excitement, refused to pay any heed to their appeals.

    It was several times found necessary for the military to charge upon and disperse the crowds which had collected about the prison in the hope of seeing the execution.

    Franch cried «Long live Anarchy!» as he was being led to the place of his execution, and scoffed at religion to ths last. A few minutes before he was put to death he began singing, and he continued his song until he was not able to utter a sound.

    His body was exposed in its place, in the death chair, until sundown. Great crowds of people gazed upon the distorted features of the dead man, and gloated over his execution, making all sorts of remarks of a character showing their detestation of the man.

  • Crimen de los Existencialistas

    Americans Sentenced in Spain

    BARCELONA, Spain (AP) – A Spanish civil court sentenced four Americans, a Spanish woman and a British girl to long prison terms today [1964/03/16] for the robbery-murder of a Barcelona furniture dealer.

    THE SENTENCES were:

    • James Bell Wagner, 23, of Union Beach, N.J., 30 years;
    • Mrs. Maria del Pilar Alfaro Velasco, 32, Spanish mother of two daughters, 23 years;
    • John Joseph Hand, 40, Southfield, Mich., and James Stephen Johnston, 30, Bluejacket, Okla., 21 years each;
    • Mrs. Nancy Karen Hand, 25, Detroit, Mich., 12 years and one day.
    • Joan Douglas Bryder [Bryden?], 22, a British librarian, 6 years.

    The prosecution had asked the death penalty for Wagner and the Spanish woman, 20 years for Hand and Johnston, 12 years for Mrs. Hand and six years for Miss Bryder.

    Court attaches said the prison terms would be cut at least in half by an amnesty which Generalissimo Franco ordered upon the election of Pope Paul VI and a second amnesty expected April 1 in connection with the 25th anniversary of the end of the Spanish Civil War.

    The six prisoners were arrested after the slaying Nov. 17, 1962, of Francisco Robirosa, 50, in his shop. The crime netted only $33 in loot.

    Wagner admitted he entered Robirosa’s shop to rob the man. The prosecution contended the Spanish woman planned the crime and the others were accomplices.

    BECAUSE OF THE defendants’ admissions of illict relations, of the use of drugs, and of other activities, the case was called by Spanish newsmen «The Trial of the Existentialists.»

    The prosecutor described all six defendants as drifters who lived by their wits.

    Wagner, a deserter from a U.S. Army Signal Corps battalion in Germany, and petite Maria del Pilar Alfaro escaped the death sentence – and execution by Spain’s garrote – because there was no proof of premedidation in Robirosa’s murder, the court indicated.

    More than 1,500 persons jammed the old provincial courtroom to witness the sentencing.

  • Ejecutado Puig Antich

    The court martial of the three anarchists was held on 9 January 1974 and all three were sentenced to death, pending Franco’s signature. It wasn’t long in coming in the case of Salvador Puig Antich. He was garroted at dawn on 2 March 1974 in the patio of Barcelona’s Model Prison. It was a horrific sensation that morning when I heard the news of his judicial murder, and the manner of his death. I kept running and re-running the whole scene in my mind’s eye like the courtyard execution scene of the Algerian patriot in Gilo Pontecorvo’s film The Battle of Algiers.

    Franco had been thirsting for blood after the assassination of Carrero Blanco. Puig Antich was the scapegoat…

    The response of anti-fascists around Europe was immediate – with protest marchest, pickets, petitions, and bomb attacks on Francoist institutions around the world and railway lines into Spain blocked or sabotaged by protestors. A main target was the Madrid-Paris express. More arrests followed.