Instálase la empresa del ferro-carril de Barcelona á Mataró, primero en España.
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Fundación de la SA del ferrocarril a Mataró
Sociedad del Camino de hierro de esta á Mataró. A 6 de junio de 1845 se constituyó la sociedad anonima para la construccion de dicho camino de hierro; con un capital social de veinte millones de reales vellon divididos en diez mil acciones de dos mil reales cada una. Cinco mil acciones se repartieron entre los accionistas ingleses y las restantes quedaron emitidas en el reino; quedando facultada la Junta directiva para emitir mil acciones mas de igual cantidad que las anteriores, si lo considera útil á la empresa, las que se deberán repartir la mitad para las casas inglesas y las restantes para repartirse en esta ciudad. Los gastos del ferrocarril de Barcelona á Mataré, desde su principio hasta el 28 de febrero de 1849 importaron 1,007,539 pesos fuertes 547 milésimos. En los cuatro primeros meses de su abertura los productos fueron 45718 pesos fuertes 547 milésimos; y en los mismos meses, circularon por la linea 187,919 pasageros.
Tiene una junta compuesta de un presidente , un vice-presidente cuatro vocales y un secretario. Su despacho se halla en la calle de la Enseñanza piso 1.° de casa Biada.
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Pruebas del ferrocarril Barcelona-Mataró
Pruébase la máquina locomotriz para el ferro-carril de Barcelona á Mataró, primero de España.
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Viaje experimental del ferrocarril Barcelona-Mataró
Un convoy de once coches y otros carruages en que iban cuatrocientas personas recorre por primera vez y por via de ensayo el ferro-carril de Barcelona á Mataró, primero de España.
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Vándalos tratan de impedir la apertura del ferrocarril de Mataró
Algunos malévolos queman durante la noche uno de los puentes del ferro-carril desde Barcelona á Mataró, que debia inaugurarse dentro de cuatro dias.
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Inauguración y descripción del ferrocarril Barcelona-Mataró, primero en España
Saliendo el viajero por la puerta de mar, tomará el ancho camino que se descubre hacia la izquierda. A corta distancia, á la derecha del propio camino, y cercano á la Barceloneta, encontrará la estacion del primer ferro-carril que se ha inaugurado en España, y por una empresa particular, á saber, el FERRO-CARRIL DE BARCELONA Á MATARÓ (nuevamente llamado del Este.)
Entrase al paradero de la estacion por la puerta del centro de un edificio de bella aunque modesta apariencia. Despues de la primera pieza, que es la que sirve de entrada, se hallan los salones de descanso; uno de ellos, que está destinado para los pasageros que van en los coches de primera clase, es muy espacioso y está adornado con sencilla elegancia. Inmediato á este salon se halla una pieza destinada para locador de señoras.—Las puertas de los salones de descanso comunican á una especie de terraplen, desde donde se sube á los carruages.
El dia 28 de octubre de 1848 quedó solemnemente inaugurado el primer ferro-carril de España, con lo que, Barcelona y Mataró se unieron para no ser ya mas que una sola poblacion, estrechando las relaciones que las unian, y hermanándose, por la linea de hierro que las sujeta, como dos buenas amigas para formar una de reciprocos intereses en provecho propio y en provecho comun.
La ceremonia de la inauguracion tuvo lugar en el indicado terraplen, donde se descubria un pequeño altar con la imajen del crucificado. Ondeaban varias banderolas en cada una de las cuales estaban representados los escudos de armas de Barcelona y Mataro y las de todos los pueblos intermedios, á saber, Badalona, Mongat, Alella, Masnou, Vilasar y Premiá; animaba á la innumerable concurrencia, que asistia de todas partes, una brillante música que tocaba piezas escojidas; y acababa de dar mayor importancia á aquel sorprendente y grandioso acto la escojida comitiva que hubia sido particularmente invitada por los señores directores de la empresa, formándose de obispos, generales, comision del Ayuntamiento, Diputacion y Consejo de Provincia, majistrados, comisiones del cuerpo diplomático, y de varias corporaciones cientificas, politicas é industriales, del estado mayor y cuerpos facultativos del ejército y armada, con otras varias personas distinguidas, inclusos los primeros accionistas de la empresa.
La bendicion se verificó por el prelado de la diocesis y el nuevo señor obispo de Puerto-Rico, Sr. Don Gil Esteve, en tres puntos diferentes: en el indicado terraplen de la estacion de Barcelona, en la estacion del Masnou, como centro del camino, y en la de Mataró. En él templo de esta ciudad entono despues el Ilmo. S. Obispo de Puerto-Rico un solemne Te-deum, que fué cantado por la capilla de música y los artistas de la compañia lirica de Mataró.
Las cuatro locomotoras que la empresa tenia á su disposicion tenian por nombres, Cataluña, Barcelona, Besós y Mataró.
Con relacion á tan venturoso acontecimiento, un periodico de esta ciudad se espresaba, el dia siguiente, en estos términos:
«La ciencia, la voluntad, la actividad y el trabajo se reunieron para vencer obtáculos y dar cima á la grande empresa.—El público sabe la lucha de oposiciones con que ha tenido que lidiar el buen celo de las juntas directoras que han estado al frente de la misma, empleando la eficacia de prudentes, al par que enérgicos medios.—Mientras tal sucedia, recibianse ya las maquinas y aparatos y seguian los grandes trabajos de construccion; y como si se quisiese patentizar cuan impotente era la resistencia que se oponia á la realizacion de tan notables esfuerzos, una montaña abria sus reconditos senos, para facilitar paso á la linea que iba á establecerse.—Honor eterno a la referida empresa! honor eterno á los señores ingenieros ingleses Locke, Mackenzie, Robson y Nright que han secundado y puesto en planta los vastos proyectos de aquella!—Las sinceras felicitaciones que ayer recibieron son el testimonio mas elocuente de la gratitud que han escitado sus laboriosos afanes.»
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Inauguración del ferrocarril a Granollers, descripción de los trenes, la ruta, y el telégrafo eléctrico
Junto á la Aduana, entre esta y la ciudadela, en el terreno que ocupaban los antiguos lavaderos del Ayuntamiento, se halla la estacion del Ferro Carril Del Norte, (seccion de Barcelona á Granollers), asi como su grandioso tinglado, que consiste en una ligera armazon de hierro y cubierto de cristales.
Para hablar de su inauguracion, de los afanes de su empresa, de los trabajos, coste y demás que tiene relacion con la obra, prefiero copiar algunos trozos de un articulo que se publicó en el Diario de Barcelona del 24 de julio de 1854, (dos dias despues de la inauguracion) pues sus datos son tomados, parte de una estensa memoria que fué leida en la junta general de accionistas, suscrita por el señor presidente Don Miguel Clavé y por el señor secretario Don Joaquin Borrell y Vila, y parte estractados de los muchos que contiene la «Guia historica del viajero por el ferro-carril del Norte» curioso trabajo de D. C. C. y M.
«En 17 de setiembre de 1851 quedó constituida la Sociedad anonima con todas las formalidades que la ley exije y con un capital social de 1.200,000 duros, y desde entonces la Junta de gobierno, ejerciendo libre y desembarazadamente las atenciones que le confieren los Estatutos, abarcó el grave y dificil cúmulo de atenciones inherentes á la construccion de un ferro-carril, consiguiendo la aprobacion de los planos y pasando á ocuparse de la medicion, justiprecio, exámen de titulos y otorgamiento de escrituras de las 207 propiedades particulares que atraviesa la linea.
«Ocupándose también de los trabajos y obras que debian emprenderse, trataba de contratar con la debida anticipacion el crecido número de 33,105 traveseros de madera de roble de la mejor calidad, cuando, prévios los mas detenidos y satisfactorios informes, acordó la adopcion de los durmientes de hierro inventados en Inglaterra por M. Greaves, que consiste en dos conos de hierro que en su vértice ó parte superior llevan ya formado el suporte ó cojinete del rail; sistema ya acreditado por la esperiencia de satisfactorios ensayos.—Las consideraciones alegadas por la Empresa hicieron que se desestimase la pretension de los propietarios de los barrios de San Pedro acerca del punto que debia colocarse la estacion, permitiendose que esta se estableciese en el terreno que ocupaban los antiguos lavaderos del Ayuntamiento, entre la ciudadela y la Aduana, formándose el tinglado, que dentro breves dias empezará á levantarse, con una ligera armazon de hierro y cubierto de cristales, y pudiéndose abrir las puertas en la misma muralla.
«Entro las muchas y complicadas dificultades con que tuvo que lucharse, merecen ser enumeradas el desocupo de los terrenos de la Ocata, que servian de almacenes de madera fuera la puerta de Mar; la variacion de cauce de la acequia de Bogatell; los obstáculos que oponian las rieras de Horta y San Andrés y la acequia Condal.—Animada la Junta del deseo de adoptar todo lo que ofreciese mejores condiciones de solidez y utilidad, decidió que los puentes de madera se substituyesen por otros tubulares de hierro, y acordó el que la vía fuese de la dimension de seis piés, contratándose todo el material fijo y movible.
«Como hemos indicado, el número de espropiaciones asciende á 207, importando las 202 satisfechas, 127,682 duros, 676 milésimos, ascendiendo la cabida total de estos terrenos á 98 y media mojadas de tierra, entre las que van comprendidas las estaciones y talleres.—Los trabajos de esplanacion fueron naturalmente uno de los asuntos que ocuparon con mucho interés la atencion de la Junta.
«Respecto á las obras de arte, constituyen tan importante ramo de este ferro-carril, las tageas, alcantarillas y sifones.—Los puentes para caminos vecinales, acueductos y viaductos y los de primer orden.—Las obras de encausamiento y defensa.—Las estaciones y los talleres.—Los puentes para caminos vecinales no han sido mas que dos, el de San Martin por debajo de la linea, y el de Montmaló por encima de la misma; y dos tambien del número de puentes-acueductos, que son los de las rieras de Horta y San Andrés.—Los puentes de primer orden son los de Ripollet que es de 11 ojos, recto, y de longitud 440 piés; el de Seca ó Santa Perpétua que es de 3 ojos, oblicuo, y de longitud 120 piés; el de Mollet de un ojo y de 56 piés; al de Parets de 9 ojos, oblicuo, y de 360 piés; y el del Congost ó Granollers de 6 ojos, oblicuo y de 522 piés. Estos puentes son magnificos, de solido, sencillo y elegante aspecto y de una forma desconocida hasta el dia en nuestro pais.—Como obras de encausamienlo y defensa han debido ser de grande importancia y cuantia tas que se han hecho en el Ripollet, el Besos y el Congost, para defender la linea de los embates de las aguas.
«En cuanto al material fijo vienen comprendidas en esta calificacion los durmientes, cuyo coste total por una linea de veinte millas, con inclusion de las barras de union, planchas, clavijas, cuñas, etc. asciende á 66,347 duros, importando los fletes, seguros y demas gastos 21,133; los rails cuyo número, que asciende á 12,170 que componen una longitud de 79,446 varas ó sean 39,223 varas de via, equivalentes á 58,067 duros con mas 15,242 por razon de gastos; las agujas y cruceros, habiéndose escogido las agujas llamadas de Bames, premiadas en la Esposicion universal; las tablas ó plataformas giratorias, habiendo sido preferiítas las de esqueleto de Dun, formadas todas de madera y capaces para poder girar á un tiempo la locomotora y el tender, quedando todavia puesto sobrante para maniobrar con desahogo, y los traveseros, a paralos premiados tambien por la Esposicion, y que facilitan la composicion y descomposicion de los trenes. Estos últimos objetos puestos en la estacion importaron un capital de 14032 duros.
«Como á material movible ó de esplotacion se comprenden los coches, los wagones y las locomotivas. Respecto á los coches, para evitar el inconveniente que ofrece el deterioro de las pinturas, se adoptó el que fuese de madera de teck de la India, poniéndose sumo cuidado en hacer resaltar la diferencia entre los de una y otra clase, sin echarse en olvido la comodidad del viajero. Cada carruage de tercera clase puede contener 52 pasajeros, que solo disfrutan de asientos de madera y que tienen á su disposicion uoas mamparas para ponerse á cubierto de la intemperie. Los de segunda clase están divididos en cuatro compartimientos, tienen cristales y ventiladores, asientos y respaldos rellenos y pueden contener 48 pasajeros; los de primera constan de tres separaciones, cada una de las cuales puede contener 8 pasajeros, con asientos y respaldos sumamente comodos que se sustituyen en verano por otros de rejilla. Tienen cristales, ventiladores, cortinas y persianas metálicas.—Todos los coches están provistos de lámparas y todos, sin distincion de clases, estan montados sobre el mismo sistema de muelles.
«Los wagones han sido construidos en esta capital, á escepcion de los que sirvieron de modelo y los seis de hierro de Papente que tanta aceptacion han obtenido en Inglaterra. Las seis locomotoras fueron construidas por los Sres. Sharp de Manchester y ajustadas en Inglaterra por 59,904 duros.
«Una estensa linea formada por veinte y cuatro coches de las tres clases indicadas,—y algunos de ellos que son mistos, esto es de 1.ª y 2.ª,— de varios wagones y de dos locomotoras adornadas con flores y con la bandera nacional, se hallaba establecida en la tarde del sábado frente la estacion de esta capital, empavesada tambien con banderas nacionales y estrangeras. Delante de una de las galerias se habia formado un pequeño estrado para las autoridades, levantándose en uno de sus lados el altar para la bendicion. Fueron invitadas para concurrir á este acto las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, los individuos del Ayuntamiento y de muchas otras corporaciones y los señores accionistas. La ceremonia de la bendicion la celebró de pontifical y asistido por varios sacerdotes, nuestro distinguido paisano, el Excmo. é Ilmo, señor Obispo de Tarazona, D. D. Gil Esteve, que cuando era obispo electo de Puerto-Rico dió tambien con su respetable presencia mayor realce á la inauguracion del ferro-caril de Mataró. Terminada que fuera dicha ceremonia, y mientras la música del Ayuntamiento colocada en uno de los wagones tocaba himnos patrioticos, los convidados ocuparon los puestos que les estaban reservados y el tren partió velozmente en medio de un entusiasmo general.
«Eran las tres y media de la tarde, y si bien se dejaba sentir un calor insoportable, un cielo sereno y despejado convidaba á gozar de tos variados paisages que recorre la misma via.
«Pasado el glácis de la Ciudadela y hasta llegar á la misma estacion de Granollers, el viajero disfruta de pintorescas y amenas perspectivas recorriendo deliciosas enmarcas. Lame la nueva via el llamado Fuerte-Pio, y penetra en el territorio del Clot, poblacion contigua á la carretera de Vich, en la cual se hallan establecidos los vastos talleres del Camino de hierro del Norte. Ocupan estos diferentes cuerpos de edificio de solida construccion, destinados cada uno de ellos para diferentes usos, y si bien es notable su grandiosidad, debe de tenerse en cuenta la grande estension que la linea ocupará cuando esté terminada. En otra espaciosa estension de terreno, vénse ya los aprestos de la gran fundicion de mineral de hierro que vá á establecer en dicho sitio la sociedad de Font, Alexander y compañia; establecimiento que será para el pais un nuevo, manantial de riqueza.—Visita tambien el camino el territorio de San Martin de Provensals, poblacion que unida con la llamada del «Poble nou», contiene mas de 1000 casas diseminadas, con unas 3000 almas, abundante en productos agricolas y en fábricas de varias clases.
«El tren hace su segunda parada ante un solido puente de piedra que pertenece ya á la demarcacion de Horta. Esta poblacion, que disfruta de buenas y escelentes aguas, tiene dos iglesias: la de S. Ginés, edificio gotico de una sola pieza, y la de S. Juan que consta de tres reducidas naves. Cuenta con hermosas casas de recreo, mereciendo ser citada en primer lugar la conocida por «El laberinto», propiedad del Sr. marqués de Alfarrás, y despues la de Inglada. Existen tambien los restos de un antiguo edificio llamado «el Fontanet» que en otro tiempo sirvió de casa de recreo al archiduque Cárlos de Austria.—La tercera estacion es la de S. Andrés de Palomar. Este pueblo que forma una dilatada calle á ambos lados de la carretera de Vich, tiene una iglesia de antiquisima fundacion, una nueva plaza y casa de Ayuntamiento. Cuéntanse en él mas de 1200 casas, 8 cafés, 2 teatros y algunos salones para baile. Aprovecha para la industria varios caudales de agua, tiene tambien fábricas de vapor, un crecido número de panaderias y 1375 fanegas de tierra de cultivo que producen trigo, cáñamo, maiz, legumbres, patatas, etc.
«Despues de atravesar las risueñas alamedas del Besós, se saluda á Santa Coloma de Gramanet, pueblo de 600 almas situado á la márgen del rio, y divisanse á lo léjos, sobre elevada colina, las ruinas del célebre castillo de Moncada, arrebatado de los árabes por el Rey D. Jaime de Aragon; donado por dicho monarca á D. Pedro de Moncada. Mil tradiciones recuerdan la fama de este derruido edificio. Moncada, segun Madoz, fué poblada por Fr. Gualter, comendador del Temple, y sus pobladores, en número de 100, vinieron de Calatayud,—La fuente de hierro, cuyas saludables aguas disfrutan de tanía celebridad, fué costeada por el Ilmo. Sr. Obispo de Barcelona D. Gavino de Valladares.—En el dia existe al pié de la fuente un comodo edificio destinado para alojamiento de las personas que acuden á tomar las aguas.—La antiquisima Acequia Condal, de construccion romana, abastece de aguas á Barcelona, regando un vasto territorio. La primera piedra de la misma que hoy surte las fuentes de la capital fué colocada por el Sr. Marqués de Campo Sagrado. La iglesia de Moncada y Reixach es dedicada á Santa Engracia y existe desde 1381. En 1808 tuvo lugar en su demarcacion un reñido combate.
«Frente la estacion de Moncada, que debe ser considerada como el centro de la linea, tuvo efecto la segunda ceremonia de la bendicion. En todas las estaciones que el tren de honor recorria se incorporaban á la comitiva los curas párrocos y Ayuntamientos de los respectivos pueblos; pero tan solo en Montmaló y Granollers se tocaron las campanas para saludar al prelado y en celebridad de la ceremonia que se estaba efectuando.—La música del Ayuntamiento continuo tocando durante todo el viaje.
«En la fértil comarca del Vallés, en donde, en 17 de diciembre de 1808, tuvo lugar la desgraciada batalla en la que el general francés Saint-Cyr, al frente de 22.000 hombres, batió á las tropas del valiente español don Miguel de Vives, se encuentra la poblacion de Ripollet, que tiene unas 400 casas y que contiene un puente de hierro tubular de los de primera clase, construido por el ingeniero Mr. Stephenson, y despues los puentes nuevos de la riera Santiga y de la riera de Caldas de Monbuy y éntrase ya en territorio de Granollers.
«Vénse en seguida las poblaciones de Mollet, de Parets de Montmaló y Palou.—Para atravesar la riera del Congost, se construyó el gran puente tubular de hierro y de obra fundida que es el mayor de la linea.—En Mollet hay iglesia parroquial dedicada á San Vicente, sobre 150 casas y 800 vecinos; en Parets, iglesia bajo, la invocacion de San Estevan, y unas 200 casas; en Montmaló 80 «asas é iglesia, dedicada a la Virgen: el párroco que la sirve es de nombramiento de la Abadesa de San Pedro. En Palou la iglesia de San Julian fué fundada en 1103 y tiene 480 almas de comunion.
«La villa de Granollers, colocada en terreno quebrado con buena ventilacion y hermosas vistas, y desde cuyas al turas se divisa el curso del Ter, es poblacion agricola y fabril y cuenta mas de GOO casas, muchas de ellas de antigua construccion, distribuidas en seis plazas, siendo muy espaciosa la mayor, en la cual existe el antiguo porcho para la venta de granos, y 17 calles; 770 vecinos y unas 3,400 almas. La iglesia parroquial es gotica, teniendo dos devotas capillas dedicadas á Nuestra Señora de los Dolores y a la Virgen del Rosario.
«Son notables en este templo algunos cuadros bastante deteriorados, un altar gótico, tambien muy mal conservado, y un púlpito antiquisimo y de delicada labor.
«Tiene además abiertas para el culto las iglesias del Hospital, y las que fueron de los conventos de Minimos y Capuchinos, y seis pequeñas capillas en las cuales solo se celebra en determinados dias.— Los mercados que tienen lugar en los jueves de cada semana, son unas verdaderas ferias; no obstante, la villa celebra dos grandes ferias anuales, la una el martes de Pascua de Pentecostes y la otra el 29 de agosto. Existen alrededor de la villa los restos de la antigua fortificacion romana.—Es objeto de especial devocion la ermita de Nuestra Señora de Belluda.
«Cruzan á Granollers varios caminos de rueda y de herradura que conducen á las vecinas poblaciones y obsérvanse aun en su recinto los honrosos vestigios de los incendios y devastaciones que sufriera en la gloriosa época de la guerra de la Independencia.
«En cuanto se avistó en Granollers la llegada del tren, salió de la iglesia el Rdo. clero parroquial con cruz alta, ganfalones y las banderas de las cofradias, seguido del M. Ayuntamiento, precedido de sus porteros y presidido por el Sr. Juez del distrito. Iban delante de la procesion los gigantes de la villa, y los balcones de las calles del tránsito se hallaban adornados con damascos.—En la galeria de la estacion, que es muy estensa, y que se encuentra aun sin terminar, habia tambien el altar para la última ceremonia de la bendicion. Las músicas dela villa saludaron el arribo del tren.
«Despues de la bendicion el acompañamiento pasó á la iglesia, en donde se entonó el «Te Deum» en accion de gracias, cantado por la capilla de música, y terminado que fuera el himno religioso, S. E. I. dió la bendicion al pueblo.
«De vuelta á ta estacion se sirvieron á los concurrentes, helados, dulces y bebidas, preparados por el café de las Siete Puertas de Barcelona, hallándose dispuesto en una de las salas de la estacion, con el esmero con que sabe hacerlo el Sr. Cuyás, dueño de aquel acreditado establecimiento un sencillo pero escogido ramillete destinado para obsequiar á S. E. I. á las autoridades de Granollers, y á algunas otras personas. Cerca de las siete y media de la tarde las locomotivas dieron la señal de marcha. El viaje de regreso se hizo con el mismo orden que el de partida. A las nueve atravesaba el tren las nuevas puertas construidas en la estacion de Barcelona.
«Una de las causas que retardara la celeridad del viaje, aparte del natural entorpecimiento que debia motivar la subida y bajada de los Ayuntamientos de los diferentes pueblos del tránsito, fué, porque no hallándose aun terminado el deposito de aguas de la estacion principal, las locomotoras debieron hacer acopio de dicho liquido al pasar el tren por debajo de la riera de Horta.—Creemos que fueron un número de unas quinientas personas las que viajaron en dicho tren, sentadas espaciosamente en los veinte y cuatro coches que arrastraban las dos locomotoras.—Las otras máquinas estaban dispuestas en diferentes puntos para cualesquier caso imprevisto en que se hubiese tenido necesidad de utilizar sus servicios.
«En toda el ala izquierda del ferro-carril se hallan levantados los palos que sostienen el alambre conductor del telégrafo eléctrico, habiendo diferentes baterias establecidas en las estaciones. Los coches en que vá el conductor tienen tambien, su bateria, y por medio de un mecanismo, tan fácil como sencillo, pueden ponerse en rápida é instantánea comunicacion con las Administraciones principales, desde cualquier punto de la linea, en los muchos incidentes que puedan ocurrir.—Anteayer se dirigieron varias preguntas á la estacion de Barcelona desde la de Granollers y vice-versa, y la contestacion fué obra de pocos segundos.
«Tal fué, bosquejado en sencillo resúmen, el satisfactorio resultado de la inauguracion del primer trayecto del ferro-carril del Norte. Puesto en esplotacion en el dia de ayer, gran número de personas, sin que les arredrase lo sofocante del calor, acudieron á disfrutar del agradable viaje du Barcelona á Granollers, ó á alguno de los pueblos inmediatos.
«El servicio se hizo con todo el buen celo y exactitud que puede esperarse en el primer dia de esplotacion de una linea y que se irá regularizando dentro un breve periodo.—Ignoramos si los precios que se han fijado son los que deben regir perpétuamente, divididos en reales y maravedises, que harán muy engorroso el despacho de billetes.
«Por lo demás, felicitamos cordialmente á la Sociedad y sobre todo á la Junta directiva, pnr haber visto realizado el logro de sus constantes desvelos, deseando de todas veras que la nueva linea reciba prontamente la ostension á que está destinada por su favorable situacion geográfica y por la importancia y solidez de las obras que tiene construidas.»
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Inauguración de la línea de Mataró a Arenys
Sí, agradable y pintoresco es este camino.
A un lado el Mediterráneo, ese mar que parece enviarnos una tras otra sus olas preñadas de armonias para que nos canten el poema de las grandezas de su historia, ese mar del que algun dia eran reinas las galeras catalanas y señora Barcelona, ese mar del seno de cuyas flotantes brumas parece que deben surgir las sombras de Bernardo de Vilamarí, de Conrado de Lianza, de Roger de Llauria y de tantos otros que un tiempo le ilustraron con sus hazañas legando un tesoro eterno de gloria á sa patria Cataluña.
Y si por un lado no se pierde ni un momento de vista ese piélago azul y transparente, sobre el cual, perdido entre sus vapores y neblinas, vaga todo un pueblo de héroes catalanes, por el otro ve el viajero sucederse sin interrupcion una serie de villas alegres, frescas y risueñas, posadas á la falda de las montañas, que solo parecen haber descendido de ellas á lá sombra embalsamada de sus bosques de naranjos para, desde la orilla, buscar en el lejano horizonte las blancas velas que les indiquen el regreso de sus hijos, esos incansables é intrépidos marinos de la costa que no conocen mas vida que la del mar, ni mas goces, placeres ni descanso que sus largos y dilatados viajes á comarcas apartadas.
No vacile el viajero en subir al coche. Seguro puede estar que el camino, por lo delicioso, le ha de parecer rápido y corto. Nosotros subiremos con él y le contaremos lo mejor que sepamos la historia de las poblaciones que hemos de ir encontrando al paso.
Al son de la campana de la estacion indicando que ha llegado el momento de la partida, contesta la locomotora con su agudo silvido. El maquinista le imprime un golpe de émbolo á manera del ginete cuando aplica la espuela á un fogoso caballo. Estremécese la locomotora bajo aquella fuerza superior que la impele, como se estremece el sonámbulo al sentir el fluido eléctrico que le arroja el magnetizador; lanza algunos suspiros ahogados y rechinantes; diríase que va á reventar por causa del fuego que dan á dirigir á su estómago; replega furiosa los eslabones de sus cadenas y retrocede algunos pasos cual si intentara rebelarse contra la fuerza que la domina, y en seguida, domeñada y jadeante, soltando al aire su larga cabellera de humo, emprende bruscamente su desenfrenada carrera.
Al salir de debajo el hermoso tinglado de la estacion, vienen ya á azotar nuestra frente las frescas brisas del mar. Dejamos á la derecha la plaza de loros y el barrio de la Barceloneta con la monotonía de sus calles tiradas á cordel y la uniformidad de sus casas, cruzamos por en medio del fuerte de Don Cárlos, y la ruidosa marcha del tren interrumpe por un momento el silencio eterno que reina en el campo de los muertos, que dejamos á nuestra izquierda.
Esas casas esparcidas que arrancan junto á los muros mismos del cementerio, forman parte de Pueblo Nuevo, que á su vez lo forma del Clot, de cuyas poblaciones nos ocupamos en nuestra otra guia de Barcelona á Granollers.
La rapidez con que viajamos, pues acabamos de salir disparados de la estacion como piedra partida de una honda, nos impide casi recrear nuestra vista paseándola por las fértiles llanuras que atravesamos. La agradable frescura que sentimos de pronto, los agrupados cañaverales y bellas alamedas que por uno y otro lado aparecen nos indican que vamos á cruzar un rio.
En efecto, estamos sobre el Besós.
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Una salida via el Sans industrial hacia Martorell con el nuevo ferrocarril
I. DE BARCELONA Á SANS
[…]
Al salir de la estacion la via férrea describe una curva para dirigirse á Sans, y gracias á esta curva, el viajero puede abrazar cou su mirada todo el llano de Barcelona que se estiende á su derecha, mientras que á su izquierda se eleva, solitario como un criminal, sombrío como un remordimiento, el tristemente célebre monte de Monjuich.
Veamos la historia de este monte, del que se han arrancado una á una las piedras con que se ha ido edificando la ciudad que se tiende indolente y descuidada á sus pies, de cuyas entrañas ha nacido Barcelona, y que sin embargo está siempre con sus bocas de bronce amenazando á la ciudad, pronto, como Saturno, á devorar á su hija.
[…]
Ahora bien, mientras á su izquierda vé destacarse el viajero sobre el horizonte el sombrío perfil de la montaña de Monjuich, á su derecha vé estenderse todos esos bellos y pintorescos pueblos que dan una vida y un encanto indefinibles á la llanura de Barcelona.
El uno es Gracia con sus fábricas importantes, su respetable número de almas y su inmenso caserío.
El otro es San Gervasio, que parece una prolongacion de Gracia, con sus bellísimas casas de recreo, sus deliciosos jardines, su colegio de los señores Carreras y sus ruinas del antiguo Bellesguart, palacio de los condes de Barcelona, célebre por haberse efectuado en su capilla el enlace del rey D. Martin con la agraciada Margarita de Prades, bendiciendo el matrimonio el papa Benedicto de Luna y siendo uno de sus testigos San Vicente Ferrer.
Aquel otro pueblo es Sarriá, con sus estensos y magníficos jardines llamados el desierto, propiedad un dia de los frailes capuchinos, y trocados hoy en una agradable quinta llena de seductores encantos.
Aquel otro grupo de casas, finalmente, dominadas por un bello campanario, es Pedralves…
Bonita estacion por cierto la que de pronto aparece á la vista del viajero y á la puerta de la cual se detiene el tren. Es un lindo edificio gótico con sus calados y sus agujas.
Es la estacion de Sans.
II. SANS
[…]
Gracias á la industria, es hoy esta una importante poblacion. En lo antiguo era una capilla dedicada á dos santos y, segun parece, se estableció junto á ella un matadero que se llamaba Carnicería dels Sants. Algunas casas que se agruparon junto á este matadero fueron el origen de la poblacion actual.
Siendo el primer pueblo que al salir de Barcelona se encuentra al paso en la carretera general de Madrid, ya se supondrá que ha debido figuraren todas las principales vicisitudes políticas en que ha tomado parte la capital de Cataluña. Sans ha sido varias veces cuartel general de los ejércitos que han venido en distintas ocasiones á sitiar á Barcelona.
[…]
Sans tiene una iglesia parroquial (Sta. María) servida por un cura de primer ascenso de provision real y ordinaria. Es un templo elevado y magnifico, con seis altares por parte, y su cúpula hace un vistoso efecto apareciendo por encima de la poblacion. El origen de esta iglesia se remonta al 1188.
Tiene casa consistorial, cárcel, una escuela de instruccion primaria dotada en 5,800 rs., otras para niñas y un cementerio recientemente construido, de bello órden arquitectónico, con un gran número de nichos, sepulturas y otros depósitos escogidos, adornado con pinturas, plantas aromáticas y variedad de flores y árboles análogos.
Sans, que viene á ser un arrabal de Barcelona, está dividido en cuatro barrios que son el de la Iglesia, el de la Bordeta, el de la Carretera y el de la Travesía de las Corts y Marina.
Su terreno es fertilísimo. Disfruta del beneficio del riego por el canal que procedente de Llobregat corre por los bordes de sus campos; cruzan el pueblo la carretera general y otra que conduce al Hospitalet y al Llobregat, siendo su principal produccion trigo, cebada, cáñamo, maiz, legumbres y abundantes hortalizas para el consumo de la capital.
[…]
La riqueza industrial de este pueblo es de bastante importancia en atencion á las muchas fábricas que en él existen por su proximidad á la capital.
Hay diez y ocho hornos de ladrillería, cinco fábricas de loza ordinaria, una de húles, un blanqueo, una para curtir lanas, dos de aguardiente, una de productos químicos, un molino harinero con máquina de aserrar mármol, una fábrica de clarificar agua-ras, otra de cremor tártaro, otra de aderezos de lustrar llamada Auxiliar de la industria y varias de hilados y tejidos, entre las que se cuentan las muy notables de los señores Güell y compañía y la llamada España Industrial.
La contribucion de subsidio de este pueblo, sin contar la que corresponde á la gran fábrica España Industrial que paga en Barcelona como sociedad anónima, es de unos ciento cinco mil reales en este año, por manera que bien puede asegurarse que el capital ó riqueza que representa la industria es mucho mayor que el de la rústica y urbana.
La fábrica de hilados y tejidos de algodon de los señores Güell y compañia contiene 15,992 husos de hilar y torcer, 41 cardas y 39S telares mecánicos para panas, dos máquinas de estirar y aderezar, un tinte, un blanqueo y una máquina de pintar, de cilindro, todo movido por vapor, pues hay cinco máquinas ó sean motores que pueden calcularse juntos de la fuerza de 180 á 200 caballos. Tiene á mas dos talleres, uno de cerrajería y otro de carpintería. Ocupa sobre unas 500 personas.
En esta fábrica es donde en julio de 1855 tuvo lugar la muerte del infeliz y malogrado D. José Sol y Padris, sugeto apreciabilísimo, diputado á Cortes que habia sido por el partido de Granollers y Sabadell y distinguido escritor y literato. Fué muerto de un pistoletazo con motivo de un motin de trabajadores.
La España Industrial, otra fábrica de hilados, tejidos y pintados de algodon, ocupa sobre 1300 personas, y está reconocida como la mejor fábrica de cuantas existen en España. Tiene más maquinaria que la anterior. El edificio principal consta de tres cuerpos de estraordinaria magnitud, uno céntrico y dos colaterales: en el primero están todas las preparaciones de la filatura, en los otros están los tejidos con sus aprestos. Detrás del cuerpo céntrico hay tres edificios aislados, pero en comunicacion con el principal; en los dos de las estremidades están los batanes y en el de en medio el almacen de algodon. Tras de todos los edificios citados está la fábrica de estampados con el tinte y demás accesorios.
Hallándose este año en Barcelona SS. AA. RR. los Serenísimos señores Duques de Montpensier estuvieron á visitar esta fábrica, quedando altamente complacidos y felicitando á sus directores los señores Muntadas.
En Hostafrancs, á cortísima distancia de Sans, hay una fábrica de porcelana, digna de ser visitada.
[…]
III. DE SANS Á LA BORDETA
[…]
Sucede con Sans y con la Bordeta lo que en la línea del Este con el Masnou y Ocata. La Bordeta no es sino un barrio de Sans, y por consiguiente el ferro-carril tiene realmente dos estaciones en este último punto.
Varios grupos de casas que se ven á la izquierda y que no cesan á lo largo de la vía, unen á la Bordeta con el centro industrial de que acabo de ocuparme.
Se atraviesa un pequeño desmonte al salir de la estacion, y el tren pasa sucesivamente por debajo de cuatro puentes que unen á Sans, cuyas casas y establecimientos asoman á entrambos lados de la via férrea.
Mientras que por la izquierda no se pierde nunca de vista el pueblo, por la derecha la mirada puede estenderse y esplayarse por una llanura bordada de hermosas casas de campo que se desprenden de Gracia, de Sarria, de Pedralves, etc., etc., para ir á ostentar solas su belleza en medio de agradables paisajes.
Aquella montaña que se vé asomará la derecha, coronada por la torre de un telégrafo, es San Pedro Mártir, y esos dos pueblecitos que se distinguen á sus mismas plantas son Esplugas y San Just, los cuales atraviesa la carretera general de Madrid.
En la cima de San Pedro Mártir existia antes una capilla ó ermita á la que los pueblos comarcanos acostumbraban ir en piadosa romería… En la guerra de la Independencia los franceses hicieron de esta ermita una fortaleza, subiendo á ella cañones, segun diré mas adelante. En el dia sirve de telégrafo militar.
[…]
Corto es el trecho, y sin advertirlo se encuentra el viajero en la Bordeta, cuya estacion á causa de lo bajo del terreno en que está colocada, se halla materialmente hundida viniendo su tejado casi al nivel de la via ferrea.
IV. LA BORDETA
[…]
Hé aqui un pueblo sin historia al cual la industria le ha dado una, empezando por hacerle pueblo.
Hace pocos años se daba el nombre de La Bordeta á cuatro ó cinco miserables casas, y estaba tan estendida entre las gentes la conviccion de la pequenez y miseria de este lugar, si este nombre podia dársele, que cuando se queria hablar de algun sugeto para manifestar que no tenia donde caerse muerto, se acostumbraba á decir: «Tiene magníficas posesiones en la Bordeta.» Este nombre llevaba en sí el ridículo y se prestaba maravillosamente á la sátira y al sarcasmo. Se hablaba por ejemplo de un ignorante y se decia: —«Ha hecho sus estudios en la Bordeta:» se hablaba de un viajero fátuo y se decia: —«Ha recorrido grandes capitales; ahora llega de la Bordeta:»se hablaba de la incapacidad de alguno para gobernar y se decia: — «Le haremos alcalde de la Bordeta», y asi de todas las cosas. Era, en una palabra, el nombre de que se hacia mas uso para espresar la miseria, el desprecio, el sarcasmo y la ironía.
En la época de que hablo, todos se hubieran reído á las barbas del que se hubiese atrevido á decir: «Ese villorrio que á tanta risa y á tanta mofa os mueve, está llamado á ocupar un puesto honroso: vendrá dia que Sans, ese otro villorrio despreciable convertido de guarida de gitanos en un pueblo importante, tendrá á orgullo hacérsele suyo y unirse con él para formar los dos una poblacion opulenta, y al trazarse la línea de un ferro-carril, se describirá una curva, y se vencerán obstáculos, y se invertirán intereses de cuantía, solo para levantar una estacion en esa Bordela que hoy os parece tan despreciable.»
— Para esto es preciso que Dios obre un milagro, se habria contestado al que semejantes palabras hubiese proferido.
Pues bien, este milagro está hecho; la industria se ha encargado de obrarlo, la industria, esa hada de májica varita que levanta palacios en los yermos, que puebla de monumentos y de obeliscos las villas, que hace de Reus y de Sabadell dos pueblos de primer orden con mas vida, con mas animacion y con mas riqueza que las respectivas cabezas de su partido, y que hace célebres en el mundo, por la misma fama de sus fábricas, los nombres antes desconocidos ó despreciados de Sans y de la Bordeta.
Estos dos pueblos son una prueba patente de lo que vale la industria fabril. ¿Porqué, pues, no se ha de protejer á esa industria que posee el maravilloso secreto de convertir en opulentas villas á los mas miserables villorrios? Protéjasela en lo que lógica y razonablemente pide, y si por ella se han trocado en villas los villorrios, ella misma se encargará de convertir á las villas en ciudades.
Todas las fábricas de la Bordeta, segun acabo da decir, están incluidas en el número de las de Sans.
La mas importante que hay en la Bordeta, es sin duda, la que es propiedad de la sociedad anónima llamada La Aprestadora española. Digna de ser visitada es esta fábrica, verdadero palacio industrial, que tiene dos máquinas de la fuerza de mas de cincuenta caballos cada una, y cuyas cuadras y edificios para el blanqueo, Untes, caloríferos, etc., ocupan una vasta estension de terreno. Nada mas bello y curioso que recorrer las dependencias de esta fábrica, asistiendo á todas sus operaciones, y viendo como por medio de sencillísimos procedimientos una pieza de tela sucia, amarillenta, basta, tal como sale del telar, se convierte momentáneamente en otra pieza distinta, blanca como un ampo de nieve, hermosa, fina, luciente y brillante. Las piezas entran en esta fábrica arrugadas y sucias, y salen limpias, dobladas y acondicionadas para ir á ocupar los mostradores de las mejores tiendas llamando la atencion de los compradores.
Preciso es confesar que este establecimiento debe no poco á los conocimientos, acierto y solicitudes del presidente de la sociedad D. Gil Bech.
V. DE LA BORDETA AL HOSPITALET
[…]
El viajero debe dar gracias al desmonte que se halla al abandonar la estacion de la Bordeta, pues este desmonte le causa el efecto de una cortina que parece haberse encargado de correr de pronto una mano misteriosa, para hacer aparecer á su izquierda el paisaje mas delicioso y rien te que puede darse.
Pocos puntos de vista existen mas bellos y preciosos, de mas encantos , de mas pintoresco esplendor.
Es una vasta llanura en donde se ven ondular los árboles, los frutos, las mieses, las verduras que pueblan los campos, apareciendo en el fondo la línea azul del mar, gracias á la montaña de Monjuich por una parte y por otra al cabo de Castell de Fels, principio de una cordillera de montes, que parecen haberse hecho á un lado entrambos á un tiempo, como la cortina de un teatro que se rasga en dos, para repentinamente presentar al público un asombroso espectáculo.
Asómese el viajero y admire ese soberbio punto de vista, haciéndose cargo de toda la grandeza del cuadro que hiere sus ojos.
Aquí una vía férrea, un tren que pasa volador rozando apenas la tierra: —á un lado las chimeneas de las cuales sale en espirales el humo indicando que á sus pies se agita y mueve un pueblo industrial; —en frente toda esa riquísima estension de campos, patria del arado y de la azada, surcada por una carretera general, por un canal y por un rio; —y en el fondo esa otra vasta y también riquísima estension de agua, patria un dia del remo y de la vela, á los cuales han venido á sustituir el hélice y el vapor.
¿Puede darse mejor ni mas sorprendente espectáculo? Es un cuadro en el que hay toda una civilizacion y todo un siglo.
Acabo de hablar de un canal, y es justo dedicarle algunas líneas para que el viajero pueda formarse de él una idea. Es el canal llamado de la Infanta, que nace junto á Molins de Rey, tomando el agua del rio Llobregat y que está destinado al riego de los terrenos de Molins de Rey, Santa Cruz de Olorde, San Felio de Llobregat, San Juan Despí, Cornellá, Hospitalet y Sans. Costó de tres á cuatro millones de reales, tiene 20,000 varas de largo, lleva agua en cantidad de 900 pies cúbicos por minuto, y riega una estension demás de 457,870 varas.
El arquitecto D. Tomás Soler concibió la idea de este canal en 1805, pero solo comenzó á trabajarse en él en 1817, declarándose decididamente su protector el capitan general que era entonces de este Principado D. Francisco Javier Castaños , Duque det Bailen. Debia llevar el nombre de este valiente militar, pero se llamó de la Infanta á causa de hallarse en Barcelona, cuando se terminaron los trabajos, la Infanta D.a Luisa Carlota de Borbon y ser esta señora la que en 21 de mayo de 1819 pasó á Molins de Rey á inaugurar la obra, abriendo ella misma paso á las aguas. En la lápida que existe en Molins de Rey para memoria de este hecho, se cita al general Castaños llamándole protector de todo lo útil y de todo lo bueno. La Infanta D.a Carlota accedió á dar su nombre al canal, pero manifestó al comunicar su consentimiento á los propietarios que le costearon, que en las márgenes del cauce se colocasen árboles castaños , al objeto de que corriendo las aguas á su sombra, y fertilizando aquella campiña con aumento de la industria rural de toda la comarca, sirviesen al propio tiempo de símbolo de la proteccion que aquel digno funcionario habia prestado á una obra tan grande y útil.
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Concesión ferrocarril a Tarragona
… ley de 9 de Noviembre de 1859, autorizando al Gobierno para otorgar á D. Magin del Grau y Figueras y don Jáime Ceriola la concesión de un ferro carril de Tarragona á Barcelona directamente ó empalmando en el de Martorell donde lo crea mas conveniente …
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Barcelona, la París de España: la Rambla, la catedral, los gremios, la Barceloneta, la sociedad, los teatros, una corrida de toros, moros y cristianos, el cementerio de Pueblo Nuevo, las bullangas, la playa de Pekín y sus pescadores y gitanos
Early in the morning I was awoke by music; a regiment of soldiers, stretching far and wide, were marching towards La Rambla. I was soon down [dormía en la Fonda del Oriente], and in the long promenade which divides the town into two parts from Puerta del Mar, from the terraced walk along the harbour, to Puerta Isabel Segunda, beyond which the station for Pamplona lies. It was not the hour for promenading, it was the early business time. There were people from the town and people from the country, hurrying along; clerks and shopkeepers’ assistants on foot, peasants on their mules; light carts empty, wagons and omnibuses; noise and clamour, cracking of whips, tinkling of the bells and brass ornaments which adorned the horses and the mules; all mingling, crying, making a noise together: it was evident that one was in a large town. Handsome, glittering cafes stood invitingly there, and the tables outside of them were already all filled. Smart barbers’ shops, with their doors standing wide open, were placed side by side with the cafes; in them soaping, shaving, and hairdressing were going on. Wooden booths with oranges, pumpkins, and melons, projected a little farther out on the foot-paths here, where now a house, now a church wall, was hung with farthing pictures, stories of robbers, songs and stanzas, ‘published this year.’ There was much to be seen. Where was I to begin, and where to end, on Rambla, the Boulevard of Barcelona?
When, last year, I first visited Turin, I perceived that I was in the Paris of Italy; here it struck me that Barcelona is the Paris of Spain. There is quite a French air about the place. One of the nearest narrow side streets was crowded with people, there were no end of shops in it, with various goods—cloaks, mantillas, fans, brightcoloured ribands, alluring to the eyes and attracting purchasers; there I wandered about wherever chance led me. As I pursued my way, I found the side and back streets still more narrow, the houses apparently more adverse to light; windows did not seem in request; the walls were thick, and there were awnings over the courts. I now reached a small square; a trumpet was sounding, and people were crowding together. Some jugglers, equipped in knitted vests, with party-coloured swimming small-clothes, and carrying with them the implements of their profession, were preparing to exhibit on a carpet spread over the pavement, for they seemed to wish to avoid the middle of the street. A little darkeyed child, a mignon of the Spanish land, danced and played the tambourine, let itself be tumbled head over heels, and made a kind of lump of, by its half-naked papa. In order to see better what was going on, I had ascended a few steps of the entrance to an old dwelling, with a single large window in the Moorish style; two horse-shoe-formed arches were supported by slender marble pillars; behind me was a door half-open. I looked in, and saw a great geranium hedge growing round a dry dusty fountain. An enormous vine shaded one half the place, which seemed deserted and left to decay; the wooden shutters hung as if ready to fall from the one hinge which supported each in their loose frames: within, all appeared as if nothing dwelt there but bats in the twilight gloom.
I proceeded farther on, and entered a street, still narrow, and swarming with still more people than those I had already traversed. It was a street that led to a church. Here, hid away among high houses, stands the Cathedral of Barcelona: without any effect, without any magnificence, it might easily be passed by unheeded; as, like many remarkable personages, one requires to have one’s attention drawn to them in order to observe them. The crowd pressed on me, and carried me through the little gate into the open arcade, which, with some others, formed the approaches to the cathedral, and enclosed a grove of orange-trees, planted where once had stood a mosque. Even now water was splashing in the large marble basins, wherein the Musselmen used to wash their faces before and after prayers.
The little bronze statue here, of a knight on horseback, is charming; it stands alone on a metal reed out in the basin, and the water sparkles behind and before the horse. Close by, gold fishes are swimming among juicy aquatic plants; and behind high gratings, geese are also floating about. I ought perhaps to have said swans, but one must stick to the truth, if one wishes to be original as a writer of travels.
The horseman of the fountain, and the living geese, were not much in accordance with devotion; but there was a great deal that was ecclesiastical to outweigh these non-church adjuncts to the place. Before the altars in the portico, people were kneeling devoutly; and from the church’s large open door issued the perfume of incense, the sound of the organ, and the choral chant, I passed under the lofty-vaulted roof; here were earnestness and grandeur: but God’s sun could not penetrate through the painted windows; and a deep twilight, increased by the smoke of the incense, brooded therein, and my thoughts of the Almighty felt depressed and weighed down. I longed for the open court outside the cathedral, where heaven was the roof—where the sunbeams played among the orange-trees, and on the murmuring water; without, where pious persons prayed on bended knees. There the organ’s sweet, full tones, bore my thoughts to the Lord of all. This was my first visit to a Spanish church.
On leaving the cathedral, I proceeded through narrow streets to one extremely confined, but resplendent with gold and silver. In Barcelona, and in many Spanish towns, the arrangement prevalent in the middle ages still exists, namely, that the different trades—such as shoemakers, workers in metal, for instance—had their own respective streets, where alone their goods were sold. I went into the goldsmiths’ street; it was filled with shops glittering with gold and splendid ornaments.
In another street they were pulling down a large, very high house. The stone staircase hung suspended by the side of the wall, through several stories, and a wide well with strange-looking rings protruded betwixt the rubbish and the stones; it had been the abode of the principal inquisitor, who now no longer held his sway. The inquisition has long since vanished here, as now-a-days have the monks, whose monasteries are deserted.
From the open square, where stand the queen’s palace and the pretty buildings with porticos, you pass to the terrace promenade along the harbour. The view here is grand and extensive. You see the ancient MONS JOVIS; the eye can follow the golden zigzag stripe of road to the Fort Monjuich, that stands out so proudly, hewn from and raised on the rock: you behold the open sea, the numerous ships in the harbour, the entire suburb, Barcelonetta, and the crowds in all directions.
The streets are at right angles, long, and have but poor-looking low houses. Booths with articles of clothing, counters with eatables, people pushing and scrambling around them; carriers’ carts, droskies, and mules crowded together; half-grown boys smoking their cigars, workmen, sailors, peasants, and all manner of townsfolk, mingled here in dust and sunshine. It is impossible to avoid the crowd; but, if you like, you can have a refreshing bath, for the bathing-houses lie on the beach close by.
Though the weather and the water were still warm, they were already beginning to take down the large wooden shed, and there only now remained a sort of screening wooden enclosure, a boarding down from the road; and it was therefore necessary to wade through the deep sand before reaching the water, with its rolling waves, and obtaining a bath. But bow salt, how refreshing it was! You emerged from it as if renewed in youth, and you come with a young man’s appetite to the hotel, where an abundant and excellent repast awaits you. One might have thought that the worthy host had determined to prove that it was a very untruthful assertion, that in Spain they were not adepts at good cookery.
Early in the evening we repaired to the fashionable promenade—the Rambla. It was filled with gay company: the gentlemen had their hair befrizzled and becurled; they were vastly elegant, and all puffing their cigars. One of them, who had an eye-glass stuck in his eye, looked as if he had been cut out of a Paris ‘Journal des Modes.’ Most of the ladies wore the very becoming Spanish mantilla, the long black lace veil hanging over the comb down to the shoulders; their delicate hands agitating with a peculiar grace the dark spangled fans. Some few ladies sported French hats and shawls. People were sitting on both sides of the promenade in rows on the stone seats, and chairs under the trees; they sat out in the very streets with tables placed before them, outside of the cafes. Every place was filled, within and without.
In no country have I seen such splendid cafes as in Spain; cafes so beautifully and tastefully decorated. One of the prettiest, situated in the Rambla, which my friends and I daily visited, was lighted by several hundred gas lamps. The tastefully-painted roof was supported by slender, graceful pillars; and the walls were covered with good paintings and handsome mirrors, each worth about a thousand rigsdalers. Immediately under the roof ran galleries, which led to small apartments and billiard-rooms; over the garden, which was adorned with fountains and beautiful flowers, an awning was spread during the day, but removed in the evening, so that the clear blue skies could be seen. It was often impossible, without or within, above or below, to find an unoccupied table; the places were constantly taken. People of the most opposite classes were to be seen here—elegant ladies and gentlemen, military of the higher and lower grades, peasants in velvet and embroidered mantles thrown loosely over their arms. I saw a man of the lower ranks enter the cafe with four little girls. They gazed with curiosity, almost with awe, at the splendour and magnificence around them. A visit to the cafe was, doubtless, as great an event to them as it is to many children for the first time to go to a theatre. Notwithstanding the lively conversation going on among the crowd, the noise was never stunning, and one could hear a solitary voice accompanied by a guitar. In all the larger Spanish cafes, there sits, the whole evening, a man with a guitar, playing one piece of music after the other, but no one seems to notice him; it is like a sound which belongs to the extensive machinery. The Rambla became more and more thronged; the excessively long street became transformed into a crowded festival-saloon.
The usual social meetings at each other’s houses in family life, are not known here. Acquaintances are formed on the promenades on fine evenings; people come to the Rambla to sit together, to speak to each other, to be pleased with each other; to agree to meet again the following evening. Intimacies commence; the young people make assignations; but until their betrothals are announced, they do not visit at each other’s houses. Upon the Rambla the young man thus finds his future wife.
The first day in Barcelona was most agreeable, and full of variety; the following days not less so. There was so much new to be seen—so much that was peculiarly Spanish, notwithstanding that French influence was perceptible, in a place so near the borders.
During my stay at Barcelona, its two largest theatres, Principal and Del Liceo, were closed. They were both situated in Rambla. The theatre Del Liceo is said to be the largest in all Spain. I saw it by daylight. The stage is immensely wide and high. I arrived just during the rehearsal of an operetta with high-sounding, noisy music; the pupils and chorus-singers of the theatre intended to give the piece in the evening at one of the theatres in the suburbs.
The places for the audience are roomy and tasteful, the boxes rich in gilding, and each has its ante-room, furnished with sofas and chairs covered with velvet. In the front of the stage is the director’s box, from which hidden telegraphic wires carry orders to the stage, to the prompter, to the various departments. In the vestibule in front of the handsome marble staircase stands a bust of the queen. The public green-room surpasses in splendour all that Paris can boast of in that portion of the house. From the roof of the balcony of the theatre there is a magnificent view of Barcelona and the wide expanse of sea.
An Italian company were performing at the Teatro del Circo; but there, as in most of the Spanish theatres, nothing was given but translations from French. Scribe’s name stood most frequently on the play-bills. I also saw a long, tedious melodrama, ‘The Dog of the Castle.’
The owner of the castle is killed during the revolution; his son is driven forth, after having become an idiot from a violent blow on the head. Instinct leads him to his home, but none of its former inmates are there; the very watch-dog was killed: the house is empty, and he who is its rightful owner, now creeps into it, unwitting of its being his own. In vain his high and distinguished relatives have sought for him. He knows nothing of all this; he does not know that a paper, which from habit he instinctively conceals in his breast, could procure for him the whole domain. An adventurer, who had originally been a hair-dresser, comes to the neighbourhood, meets the unfortunate idiot, reads his paper, and buys it from him for a clean, new five-franc note. This person goes now to the castle as its heir; he, however, does not please the young girl, who, of the same distinguished family, was destined to be his bride, and he also betrays his ignorance of everything in his pretended paternal home. The poor idiot, on the contrary, as soon as he sets his foot within the walls of the castle, is overwhelmed with reminiscences; he remembers from his childhood every toy he used to play with; the Chinese mandarins he takes up, and makes them nod their heads as in days gone by; also he knows, and can show them, where his father’s small sword was kept; he alone was aware of its hidingplace. The truth became apparent; protected by the chamber-maid, he is restored to his rights, but not to his intellects.
The part of the idiot was admirably well acted; nearly too naturally—there was so much truthfulness in the delineation that it was almost painful to sit it out. The piece was well got up, and calculated to make ladies and children quite nervous.
The performances ended with a translation of the well-known Vaudeville, ‘A Gentleman and a Lady.’
The most popular entertainments in Spain, which seem to be liked by all classes, are bull-fights; every tolerably large town, therefore, has its Plaza de Toros. I believe the largest is at Valencia. For nine months in the year these entertainments are the standing amusements of every Sunday. We were to go the following Sunday at Barcelona to see a bull-fight; there were only to be two young bulls, and not a grand genuine fight: however, we were told it would give us an idea of these spectacles.
The distant Plaza de Toros was reached, either by omnibus or a hired street carriage taken on the Rambla; the Plaza itself was a large, circular stone building, not far from the railroad to Gerona. The extensive arena within is covered with sand, and around it is raised a wooden wall about three ells in height, behind which is a long, open space, for standing spectators. If the bull chooses to spring over the barrier to them, they have no outlet or means of exit, and are obliged to jump down into the arena; and when the bull springs down again, they must mount, as best they can, to their old places. Higher above this open corridor, and behind it, is, extending all round the amphitheatre, a stone gallery for the public, and above it again are a couple of wooden galleries fitted up in boxes, with benches or chairs. We took up our position below, in order to see the manners of the commoner class. The sun was shining over half the arena, spangled fans were waving and glittering, and looked like birds flapping their bright winga. The building could contain about fifteen thousand persons. There were not so many present on this occasion, but it was well filled.
We had been previously told of the freedom and licence which pervaded this place, and warned not to attract observation by our dress, else we might be made the butts of the people’s rough humour, which might prompt them to shout, ‘Away with your smart gloves! Away with your white city-hat!’ followed by sundry witticisms. They would not brook the least delay; the noise increased, the people’s will was omnipotent, and hats and gloves had to be taken off, whether agreeable to the wearers or not.
The sound of the music was fearful and deafening at the moment we entered; people were roaring and screaming; it was like a boisterous carnival. The gentlemen threw flour over each other in the corners, and pelted each other with pieces of sausages; here flew oranges, there a glove or an old hat, all amidst merry uproar, in -which the ladies took a part. The glittering fans, the gaily-embroidered mantles, and the bright rays of the sun, confused the eyes, as the noise confused the ears; one felt oneself in a perfect maelstrom of vivacity.
Now the trumpet’s blast sounded a fanfare, one of the gates to the arena was opened, and the bull-fight cavalcade entered. First rode two men in black garments, with large white shirt fronts, and staffs in their hands. They were followed, upon old meagre-looking horses, by four Picadores, well stuffed in the whole of the lower parts, that they might not sustain any injury when the bull rushed upon them. They each carried a lance with which to defend themselves; but notwithstanding their stuffing, they were always very helpless if they fell from their horses. Then came half a score Banderilleros, young, handsome, stage-clad youths, equipped in velvet and gold. After them appeared, in silken attire, glittering in gold and silver—Espada; his blood-red cloak he carried thrown over his arm, the well-tempered sword, with which he was to give the animal its death-thrust, he held in his hand. The procession was closed by four mules, adorned with plumes of feathers, brass plates, gay tassels, and tinkling bells, which were, to the sound of music, at full gallop, to drag the slaughtered bull and the dead horses out of the arena.
The cavalcade went round the entire circle, and stopped before the balcony where the highest magistrate sat. One of the two darkly clad riders—I believe they were called Alguazils—rode forward and asked permission to commence the entertainment; the key which opened the door to the stable where the bull was confined was then cast down to him. Immediately under a portion of the theatre appropriated to spectators, the poor bulls had been locked up, and had passed the night and the whole morning without food or drink. They had been brought from the hills fastened to two trained tame bulls, and led into the town; they came willingly, poor animals! to kill or be killed in the arena. To-day, however, no bloody work was to be performed by them; they had been rendered incapable of being dangerous, for their horns had been muffled. Only two were destined to fall under the stabs of the Espada; to-day, as has been mentioned, was only a sort of sham fight, in which the real actors in such scenes had no strong interest, therefore it commenced with a comic representation—a battle between the Moors and the Spaniards, in which, of course, the former played the ridiculous part, the Spaniards the brave and stout-hearted.
A bull was let in: its horns were so bound that it could not kill any one; the worst it could do was to break a man’s ribs. There were flights and springing aside, fun and laughter. Now came on the bull-fight. A very young bull rushed in, then it suddenly stood still in the field of battle. The glaring sunbeams, the moving crowd, dazzled its eyes; the wild uproar, the trumpet’s blasts, and the shrill music, came upon it so unexpectedly, that it probably thought, like Jeppe when he awoke in the Baroness’s bed, ‘What can this be! What can this be!’ But it did not begin to weep like Jeppe; it plunged its horns into the sand, its backbones showing its strength, and the sand was whirled up in eddies into the air, but that was all it did. The bull seemed dismayed by all the noise and bustle, and only anxious to get away. In vain the Banderilleros teased it with their red cloaks; in vain the Picadores brandished their lances. These they hardly dared use before the animal had attacked them; this is to be seen at the more perilous bull-fights, of which we shall, by-and-bye, have more to say, in which the bull can toss the horse and the rider so that they shall fall together, and then the Banderilleros must take care to drive the furious animal to another part of the arena, until the horse and its rider have had time to arise to another conflict. One eye of the horse is bound up; this is done that it may not have a full view of its adversary, and become frightened. At the first encounter the bull often drives his pointed horn into the horse so that the entrails begin to well out; they are pushed in again; the gash is sewed up, and the same animal can, after the lapse of a few minutes, carry his rider. On this occasion, however, the bull was not willing to fight, and a thousand voices cried, ‘El ferro!’
The Banderilleros came with large arrows, ornamented with waving ribands, and squibs; and when the bull rushed upon them, they sprang aside, and with equal grace and agility they contrived to plunge each arrow into the neck of the animal: the squib exploded, the arrow buzzed, the poor bull became half mad, and in vain shook its head and its neck, the blood flowed from its wounds. Then came Espada to give the death-blow, but on an appointed place in the neck was the weapon only to enter. It was several times either aimed at a wrong place, or the thrust was given too lightly, and the bull ran about with the sword sticking in its neck; another thrust followed, and blood flowed from the animal’s mouth; the public hissed the awkward Espada. At length the weapon entered into the vulnerable spot; and in an instant the bull sank on the ground, and lay there like a clod, while a loud ‘viva’ rang from a thousand voices, mingling with the sound of the trumpets and the kettle-drums. The mules with their bells, their plumes of feathers, and their flags, galloped furiously round the arena, dragging the slaughtered animal after them; the blood it had shed was concealed by fresh sand; and a new bull, about as young as the first, was ushered in, after having been on its entrance excited and provoked by a thrust from a sharp iron spike. This fresh bull was, at the commencement of the affray, more bold than the former one, but it also soon became terrified. The spectators demanded that fire should be used against him, the squib arrows were then shot into his neck, and after a short battle he fell beneath the Espada’s sword.
‘Do not look upon this as a real Spanish bull-fight,’ said our neighbours to us; ‘this is mere child’s play, mere fun!’ And with fun the whole affair ended. The public were allowed, as many as pleased, to spring over the barriers into the arena; old people and young people took a part in this amusement; two bulls with horns well wrapped round, were let in. There was a rushing and springing about; even the bulls joined the public in vaulting over the first barrier among the spectators who still remained there; and there were roars of laughter, shouts and loud hurrahs, until the Empressario the manager of that day’s bull-fight, found that there was enough of this kind of sport, and introduced the two tame bulls, who were immediately followed by the two others back to their stalls. Not a single horse had been killed, blood had only flowed from two bulls; that was considered nothing, but we had 6een all the usual proceedings, and witnessed how the excitement of the people was worked up into passionate feelings.
It was here, in this arena, in 1833, that the revolutionary movement in Barcelona broke out, after they had commenced at Saragossa to murder the monks and burn the monasteries. The mass of the populace in the arena fired upon the soldiers, these fired again upon the people; and the agitation spread abroad with fiery destruction throughout the land.
Near the Plaza de Toros is situated the cemetery of Barcelona, at a short distance from the open sea. Aloes of a great height compose the fences, and high walls encircle a town inhabited only by the dead. A gate-keeper and his family, who occupy the porter’s lodge, are the only living creatures who dwell here. In the inside of this city of the dead are long lonely streets, with boxlike houses, of six stories in height, in which, side by side, over and under each other, are built cells, in each of which lies a corpse in its coffin. A dark plate with the name and an inscription is placed over the opening. The buildings have the appearance of warehouses, with doors upon doors. A large chapel-formed tomb is the cathedral in this city of the dead. A grass plot, with dark lofty cypresses, and a single isolated monument, afford some little variety to these solemn streets, where the residents of Barcelona, generation after generation, as silent, speechless inhabitants, occupy their gravechambers.
The sun’s scorching rays were glaring on the white walls; and all here was so still, so lonely, one became so sad that it was a relief to go forth into the stir of busy life. On leaving this dismal abode of decay and corruption, the first sound we heard appertaining to worldly existence was the whistle of the railway; the train shot past, and, when its noise had subsided, was heard the sound of the waves rolling on the adjacent shore; thither I repaired.
A number of fishermen were just at that moment hauling their nets ashore; strange-looking fishes, red, yellow, and blueish-green, were playing in the nets; naked, dark-skinned children were running about on the sands; dirty women—I think they were gypsies— sat and mended old worn-out garments; their hair was coal-black, their eyes darker still; the younger ones wore large red flowers in their hair, their teeth was as glittering wbite as those of the Moors. They were groups to be painted on canvas. The city of the dead, on the contrary, would have suited a photographer, one picture of that would be enough; for from whatever side one viewed it, there was no change in its character: these receptacles for the dead stood in uniform and unbroken array, while cypress trees, here and there, unfolded what seemed to be their mourning banners.
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Graves inundaciones; salida para Valencia después de considerar los pros y contras de los barcos de vapor
One of the last days that I was in Barcelona, it had rained hard during the night, and in the morning it happened that I had to go to the banker’s. The water had not run off sufficiently, it was actually over my goloshes. I came home completely drenched; and while I was changing my clothes, I was informed that the inundation had reached the Rambla, and that it was increasing. There were screams and hurrying of feet I saw from our balcony that heaps of gravel and rubbish were laid down before the hotels, and that up on either side of the more elevated promenades, there flowed a stream of a yellowish coffee colour; the paved part of the Rambla was a rushing, rising current. I hastened down. The rain was almost over, but its disastrous effects were increasing; I beheld a terrible spectacle—the water’s fearful power.
Out among the hills the rain had fallen in such torrents, that the tearing mountain streamlets had soon swollen the little river which runs parallel to the highway and the railroad. At an earlier stage of the inundation there had been no outlet to the sea—now the raging water had forced a passage: it poured into what was once the moat of Barcelona, but which latterly had become choked up with rubbish and stones, it being intended to build upon it, as the town was to be enlarged. Here again the outlet was exhausted; the water rushed on; it rose and rose, and flowed over every obstacle; the railway was soon under water; the highway was buried under the overwhelming flood; the fences were broken down, trees and plants uprooted, by the impetuous waters, which rushed in through the gate of the town, and foamed like a mill-dam, darkish yellow in colour, on both sides of the walk; the flood swept off with it wooden booths, goods, barrels, carts, everything that it found in its way; pumpkins, oranges, tables and benches, sailed away; even an unharnessed wagon, which was filled with china and crockery-ware, was carried off to a considerable distance by the rapid stream. In the shops themselves people were up nearly to their waists in water; the strongest among them stretched cords from the shops to the trees on the higher parts of the Rambla, that the females might hold on by these while they were passing through the raging torrent. I saw, however, one woman carried away by it, but two young men dashed after her, and she was brought back to dry land in a state of insensibility. There were shrieks and lamentations, and similar scenes took place in the adjacent narrow streets; the inundation forced its way, dashing over everything, surging into lofty billows, and flowing into the lower stories of the houses. Shutters were put up, and doors were fastened to try and keep out the water, but not always with success. Some portion of the under stonework of the bridge was removed, that the water might find an exit that way; but this did very little good: it became, in fact, the cause of great evil. I heard some time afterwards, that several people were carried off by this eddy, and lost in the depths below. Never have I beheld the great power of water so fearfully evinced—it was really terrible. There was nothing to be seen but people flying from the rising flood, nothing to be heard but wailing and lamentation. The balconies and the roofs were filled and covered with human beings. On the streets trees and booths were sailing along; the gendarmes were exceedingly busy in trying to keep order. At length the inundation seemed to be subsiding; it was said that in the church on the Rambla, the priests, up to their waists in water, were singing masses.In the course of an hour or so, the fury of the torrent decreased; the water sank. People were making their way into the side streets, to see the desolation there. I followed them through a thick, yellow mud, which was exceedingly slippery. Water was pouring from the windows and the doors; it was dirty, and smelled shockingly. At length I reached the residence of Dr. Schierbeck which was at some distance: he had no knowledge of the inundation which had just taken place. In the many years during which he had resided at Barcelona, the rain had often caused the mountain streams and the river to overflow, but never to the extent of the impetuous torrent which had now occasioned so much mischief, and so much dismay. As we again threaded our way through the streets, we were disgusted with the filthy mud which the water had deposited in them, which looked like the nasty refuse of sewers. The Rambla was strewed with overturned booths, tables, carriages, and carts. Outside of the gate the work of destruction was still more prominent. The road was quite cut up in many places; the waters rushed down, and formed cataract upon cataract.
Carriages with people from the country were drawn up in ranks, the passengers were obliged to come out if they wished to enter the town. Large joists of wood from a neighbouring timber-yard were strewed all about, as if cast by some unseen mischievous agents, playing at a game of chance. Passing along the principal highways, clambering over prostrate trees and other impediments, we reached at length the railway station, which looked like a dwelling of beavers, half in the water, half on land. There was quite a lake under the roof; the yellow water for along way concealed the metal grooves of the railroad. Our return was quite as difficult as our walk from town had been. We fell into holes, and crept up on the wet earth; roads and paths were cut up by new streams, we had to wade through deep mud, and reached Barcelona quite bespattered with it.
Never before had I any idea of the power of such a flood. I thought of Kuhleborn in the tale of ‘Undine.’ I thought of the story which might be told by a little mountain streamlet, usually only a tiny rivulet, shaded by aloes and cacti, its nymph being a playful child; but as the little Spanish girls in reality do, springing up at once into young women, wilful and bold, repairing to the large town, to visit it and its population, to look into their houses and churches, and to see them on the promenade, where strangers always seek them: to-day I had witnessed its entrance.
I had now been almost a fortnight at Barcelona, and felt myself at home in its streets and lanes. ‘Now to Valencia!’ I said to myself; and the thought of that lovely country was as pleasing as Weber’s music. I intended to go by the diligence. The voyage of the steamer along the coast of Spain had been described to me as exceedingly disagreeable, the vessels as dirty, and not at all arranged for the convenience of passengers; if the weather were stormy, it was obliged, with great difficulty, to land the passengers; the steamer did not, in such a case, enter any harbour, but people had, in the open sea, to jump down into the rocking boats, and the weather might be so bad that even these might not venture out to take the passengers ashore. We were now in the middle of September; the certainty of calm weather was past. During the last few days, there had been a strong wind blowing; and into the harbour of Barcelona so rough a sea had been rolling, that the waves had dashed up against the walls.
In going by the diligence, one might see something of the country, and therefore that mode of conveyance appeared to me the best; but my countryman, Schierbeck, and every one else to whom I spoke on the subject, advised me not to undertake the land transit. It was a long, fatiguing journey, they said; I should be suffocated with heat in the over-crowded diligence; the roads were in bad condition; the conveyances often stopped at places where there was no sign of an inn— perhaps not a roof under which to seek shelter. The diligence from Madrid was two days behind its time; I knew by experience how few bridges there were, and how rivers had to be passed through; I had just witnessed at Barcelona the power of destruction which the mountain streams might acquire: to go by the diligence was, therefore, for the time being, to expose one’s self to the greatest inconvenience, if not to absolute danger of life. The road between Barcelona and Valencia lay through a certain place where the swollen mountain streams often caused disasters; it was only a few years before that an over-laden diligence was lost there, and it was supposed that the rush of waters had carried it out to the open sea—the Mediterranean.
Even until a few hours before the departure of the steamer, I was balancing in my own mind whether I should go by it, or undertake the land journey. Every one advised the sea trip; the steamer Catalan, which was about to start, was reckoned one of the best and speediest; the machinery was first-rate, by the captain’s account: so I determined on the voyage. Dr. Schierbeck, and our friend Buckheisler, from Hamburg, accompanied us on board; it was past mid-day before the anchor was raised, and rocking heavily, the steamer bore away for the open sea.
For a considerable way outside the harbour, the water was tinged with a yellow coffee-colour, from the inundation which had taken place on shore; then suddenly it resumed the clear greenish-blue tint of the sea. Barcelona lay stretched out to its full extent in the bright, beautiful sunshine; the fort Monjuich, with its yellow, zig-zag, stony path, stood still more forward; the hills looked higher, and over them all towered one still more lofty, strangely jagged like the fins of a fish—it was the holy Mount Serrat, whence Loyola came.
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Galdós: recuerdos de la Barcelona revolucionaria del 68; la Rambla, la Muralla del Mar y el Jardín del General; el guerracivilismo de los españoles; su primera novela
Al salir de Barcelona [en 1903] el maestro Galdós ha enviado á EL LIBERAL en Barcelona una notable impresión, cuyo especialísimo tono local no le resta mérito alguno fuera de la ciudad condal.
Sobriamente evoca Galdós los sucesos de Septiembre del 68, y la antigua ciudad.
Es éste un documento muy interesante, además, por lo que cuenta de Los Episodios nacionales.
Dice así:
Sr. Director de EL LIBERAL.
Me pregunta usted si es antiguo mi conocimiento de Barcelona, y cuántas veces he visitado á esta ciudad. Más fácilmente que puntualizar las visitas, puede mi memoria dar á usted noticia de la primera tan remota, que ahora me parece, como quien dice, perdida en la noche de los tiempos. Ello fué en días inolvidables, de los que marcados quedaron en la Historia patria como días de buena sombra, resultando también de feliz agüero en la vida individual, particularmente en la mía. En Barcelona pasé las dos últimas semanas de Septiembre de 1868, y el memorable día 29, fechas, como usted sabe muy bien, de las más famosas del siglo nuestro, que es el pasado, todo él bien aprovechado de crueles guerras, mudanzas y trapisondas.
Ya ve usted si son de largo tiempo mis amistades con la capital de Cataluña. El prodigioso crecimiento de esta matrona, nadie tiene que contármelo, porque lo he visto y apreciado por mí mismo, un lustro tras otro. En Septiembre del 68, rota ya la cintura de murallas que oprimían el cuerpo de la histórica ciudad, empezaba ésta, por una parte y otra, á estirar sus miembros robustos nutridos por sangre potente. La he visto crecer, pasando de las moderadas anchuras á las formas de gigante que no cabe hoy en las medidas de ayer, ni ve nunca saciadas sus ansias de mayor vitalidad y corpulencia.
A mediados de Septiembre vine de Francia con mi familia, pasando el Pirineo en coche, pues aun no había ni asomos de ferrocarril entre Perpiñán y Gerona. Recuerdo que por falta de puente en no sé qué río, la diligencia se metía en las turbias aguas, atravesándosas de una orilla á otra sin peligro alguno, al menos en aquella ocasión. De Figueras, conservo tan sólo una idea vaga. En cambio, Gerona, donde pasé un día con su noche, permaneció en mi mente con impresiones indelebles… [Gerona y los Episodios Nacionales]
Barcelona fúe para mí un grato descubrimiento y un motivo de admiración, aun viniendo de París y Marsella. Me sorprendían y cautivaban la alegría de este pueblo, la confianza en sí mismo, y el ardor de las ideas liberales que entonces flameaban en todas las cabezas, aquel ingénuo sentimiento revolucionario, ensueños de vida progresiva y culta, tras de la cual corrían con igual afán los que conocían el camino y los que ignoraban por dónde debíamos ir para llegar salvos. En aquellos hermosos días de esperanza y fe, tenía la Libertad millones de enamorados, y lo que llamábamos Reacción había caído en el mayor descrédito. El sentimiento público era tan vivo, que las cosas amenazadas de muerte se caían solas, sin que fuera menester derribarlas.
La principal hermosura de Barcelona era entonces su Rambla, rotulada con diferentes nombres, desde Santa Mónica hasta Canaletas. Viéndola hoy [1903], paréceme que nada ha cambiado en ella, y que su animación bulliciosa de hace treinta años era la misma que actualmente le da el contínuo trajín de coches y tranvías. La Rambla es de esas cosas que, admitiendo las modificaciones que trae el tiempo, no envejecen nunca, y conservan eternamente su frescura risueña y la sonrisa hospitalaria.
El paseo más grato era entonces la Muralla de Mar, á la que se subía por la rampa de Atarazanas, y se extendía por lo que es hoy paseo de Colón. El paseante iba por el alto espacio en que se mecen hoy las cimas de las palmeras, y por un lado dominaba el puerto, en el cual hacían bosque los mástiles de los buques de vela, por otro podía curiosear el interior de los primeros pisos. Ya se hablaba de demoler la muralla, y los viejos se lamentaban de la destrucción de aquel lindo paseo, como de la probable pérdida de un sér querido; tan arraigada estaba en las costumbres la vuelta diaria por el alto andén en las tardes placenteras de verano. Los jóvenes la vierno desaparecer, y ya no se acuerdan de lo que fué uno de los mayores encantos de la vieja Barcelona.
El ensanche estaba ya bosquejado, y en el Paseo de Gracia iban tomando puesto las magníficas construcciones, que eran albergue y vanagloria de los ricos de entonces. Aun faltaba mucho para que se pudiera admirar la parada de casas con que el citado Paseo, la Rambla de Cataluña, la Granvía y otras nos deslumbran y fascinan, pasándonos por los ojos la vida fastuosa y un tanto dormilona de los millionarios de hoy. De jardines públicos no recuerdo más que el llamado del General, más allá de la Lonja, hacia el Borne. Era tan chico y miserable que si hoy existiera lo miraría con burla y menosprecio la más menguada plazuela de la moderna ciudad. Más allá se extendía la trágica Ciudadela, odiada del pueblo, que anhelaba destruirla, y casi casi anticipaba la demolición con sus maldiciones y anatemas.
Me parece que estoy viendo al conde de Cheste, en aquellos días de Septiembre, recorriendo la Rambla, seguido de los mozos de escuadra. Su arrogante estatura se destacaba entre el gentío, que le veía pasar con respeto y temor. Del último bando que publicó, conservo en mi memoria retazos de frases que denunciaban su carácter inflexible, su adhesión á la causa que defendía, así como sus gustos literarios, propendiendo siempre á cierto lirismo militar, muy propio de los caudillos de la primera guerra civil. No recuerdo bien si fué el 30 ó el 31 cuando empezaron á correr las primeras noticias de la acción de Alcolea. Fueron rumores, que más parecían ilusiones del deseo. Primero, secreteaba la gente en los corrillos de la Rambla; después, personas de clases distintas soltaban el notición en alta voz; y los crédulos y los incrédulos acababan por abrazarse… Lo que pasó luego en la ciudad no lo supe, porque mi familia tuvo miedo, creyendo que se venía el mundo abajo, y como habíamos de salir para Canarias, se resolvió abandonar la fonda de las Cuatro Naciones, y buscar seguro asilo á bordo del vapor América, que había de salir en una fecha próxima. Aquella noche, tertuliando sobre cubierta mi familia y otras que también huían medrosas, vimos resplandor de incendios en diferentes puntos de la población. El pueblo, inocente y siempre bonachón, no se permitía más desahogos revolucionarios, después de tanto hablar, que pegar fuego á las casillas del fielato.
Viajeros pesimistas, que iban con nosotros, auguraban asolamientos y terribles represalias que ponían los pelos de punta; pero nada de esto pasó, al menos por entonces. El pueblo, aquí como en el resto de España, rarísima vez ha sido vengativo en las conmociones puramentes políticas. Se ha contentado con un cambio infantil de los nombres y símbolos de las cosas, así como los primates apenas han sabido otra cosas que erigir nuevas columnas en la Gaceta, llenas de ineficaz palabrería.
Tengo muy presente al segundo de á bordo, catalán de acento muy cerrado, sujeto entrado en años, locuaz, ameno y de feliz memoria. Monstrándome el edificio de la Capitanía general, que tras la Muralla del mar desde el vapor se veía, me contó con prolijas referencias de testigo presencial la horrible muerte de Bassa, como lo arrojaron por el balcón, como lo apuñalearon, y echándole una cuerda al cuello, arrastraron por las calles su acribillado cuerpo. Poco sabía yo de estas cosas. De la dramática historia del siglo sólo conocía las líneas generales, y eran vagamente sintéticas mis ideas sobre las sanguinarias peleas por los derechos de dos ramas dinásticas, sin que en tan estúpìda y fiera lucha haya podido ninguno de los dos bandos demostrar que su rama valía más que la otra.
Naturalmente, no pensaba yo así en aquel tiempo, pues mis conocimientos de la historia patria eran cortos y superficiales, y del libro de la experiencia había pasado muy pocas hojas. Los frutos de la verdad son tardíos. Vienen á madurar cuando maduramos; pero en nuestro afán de vivir á prisa, comemos verde el fruto, y de aquí que no nos haga todo el provecho que debemos esperar… Como digo, yo sabía de estas cosas menos de lo que hoy sé, que no es mucho, y mis inclinaciones hacía la novela eran todavía indecisas por estar la voluntad partida en tentativas y ensayos diferentes. La Fontana de oro, primer paso mío por el áspero sendero, no estaba aún concluída. Ín diebustillis [In diebus illis: en días aquellos], cuando por primera vez estuve en Barcelona, llevaba conmigo dos tercios próximamente de aquella obra, empezada en Madrid en la primera del 68, continuada después en Bagneres de Bigorre, luego pasada por Barcelona y las aguas del Mediterráneo para que se refrescara bien, y concluída por fin en Madrid andando los meses.
El vapor América salió para Canarias, y á mí me dejó en Alicante.
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Dispénseme usted, señor director… Las horas vuelan, y está cerca ya la de mi partida de Barcelona.
Quédese la continuación para el año próximo.
B. Pérez Galdós.
Barcelona 8 de Agosto de 1903.
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La Esquella resucita al dentista aficionado y poeta popular, el Noy de Tona, después de que su muerte a manos del Noticiero demuestra plagio masivo por parte de la prensa barcelonesa
L’ altre día El Noticiero Universal va matar al Noy de Tona.
Inmediatament casi tots los diaris locals varen cantarli las absoltas, recordant qu’ era un bardo popular que anava pels pobles y pels trens dels ferrocarrils, recitant versos catalans y passant la gorra; afegint qu’ era ‘l terror dels pares de familia, per la séva afició inmoderada á arrancar dents y caixals á la quitxalleta…. Alguns fins deyan que ‘ls diners que guanyava com á bardo ‘ls perdía com á jugador, que sempre estava de pega.
Lo Noy de Tona, una vegada mort, anava á passar á l’ Historia, com hi ha passat en Fornells el de la Vírgen de Llerona, Mossén Será y altres tipos pintorescos de la vida popular de Catalunya.
Donchs, bé ¡assómbrinse! Lo Noy de Tona no es mort. Es tan viu come en Coria del Noticiero.
Si aquest diari l’ ha mor’ LA ESQUELLA ‘l ressucita.
***
O millor que LA ESQUELLA DE LA TORRATXA, qui acaba d’ extendre la seva fé de vida es nostre estimat corresponsal en lo Vendrell, que ‘ns ha enviat una carta, concebuda en los termes següents:
«Vendrell 20 Juliol de 1897.
«Sr. Director de LA ESQUELLA DE LA TORRATXA.
«Apreciat amich: ahir tots los periódichs de Barcelona donavan la noticia de haver mort lo Noy de Tona al hospital de Sant Gervasi, lo qual me fa creure que ho copiarían del Noticiero de la nit anterior. Y efectivament; lo día que moría era á Vilafranca, y ‘l dilluns següent que ‘ls periódichs donavan la noticia, passava per aquesta vila en direcció á un poble de aquest partit que celebrava la festa major; y si no ‘s more de veritat, de avuy en vuyt será aquí que celebrém la nostra.
«Si vol aprofitar aquests datos, aquí ‘ls té.
«Disposi de son afm. amich:
«R. Ramón.»
***
Ja ho sab, donchs, El Noticiero.
Lo Noy de Tona continua recitant versos.
Y ell, El Noticiero, continua tocant lo violón. -
La revolución, ¿ganando en Cataluña?
BARCELONA RUNS WITH BLOOD.
Fighting Continues and Reinforcements Are Blocked by Strikers.PARIS, July 29. — Spanish couriers from Barcelona arriving at Cerbere on the frontier report that artillery is battering the barricades, behind which the insurgents are fighting desperately. Heavy fighting is in progress on the Rambla, in San Anne Square, and the Calle del Espino.
The gutters are running with blood. The number of dead and wounded cannot be estimated, but it is believed to be heavy.
Attempts on the Captain General continue as he disposes the position of the troops.
The Military Governor of Barcelona published a decree to-day ordering the inhabitants of the city to return to their homes. After twenty-four hours any one found in the streets is liable to be shot on sight.
Many instances of soldiers refusing to fire on the mobs are reported. A Lieutenant of infantry threatened to shoot a policeman who was about to fire his revolver into the crowds.
The Government forces, failing to make headway, ahve been obliged to act on the defensive, attacking only when absolutely compelled by the menacing position of the revolutionists.
The situation is further complicated by the spread of the general strike ordered by the labor organizations of Barcelona two days ago. The indications are that the strike will spread to the provinces of Lerida, Gerona, and Tarragona, but no definite news has been received from these points.
The terror-stricken people are fleeing from the larger towns to the open country and the small villages, where there is less exposure to danger.
Five convents and several private residences have been burned at Llanza, where the excitement is growing.
Grave events are expected at Figueras… Comparative calm had been restored when orders were issued to the recruits to report for duty. The entire population is preparing to resist. The Portbou express left Figueras this morning, but stopped at Llanza, where the track had been blown up by dynamite.
At Junquera … telegraph poles have been chopped down. All places where public funds have been deposited are guarded by the military. Business is at a complete standstill. The merchants are panic stricken and are placing their funds in foreign banks for safekeeping.
Advices from Granollers … state that two convents have been burned to the ground.
At Cassadelaselva the civil guard was disarmed by the mob and imprisoned in the barracks. The call to the colors of the reservists of 1906 and 1907, who are on leave, was without result, not a single reservist reporting for duty.
The situation in Barcelona is rendered desperate by the absence of a sufficient military force capable of putting down the revolutionists. This condition results from the dispatch of all available troops to Melilla. The garrisons throughout Catalonia have thus been reduced to 6,000 men, while the revolutionists at Barcelona and adjacent towns far exceed that number.
The Government forces are also scattered by the need of quelling outbreaks at many detached points. The isolation of the province, owing to the destruction of railways, gave the revolutionary element and strikers forty-eight hours to make uninterrupted preparations to cut off the arrival of reinforcements. They are thus masters of the situation.
The line from Madrid to Barcelona is a scene of desolation. Trenches many feet wide have been cut across the railway embankments in the country districts. The small bridges spanning the streets in several towns have been pulled down.
The arrival of reinforcements, so urgently needed by the Government forces, is retarded by the destruction of railroads and the avenues of communication leading to the city. The revolutionists are heavily armed with muskets, knives, and revolvers. They have an effective organization and hospital equipment which promptly looks after the dead and wounded.
The Government is now seeking to relieve the city by sea, as the land communications are interrupted. All available ships are being hurried to Barcelona.
Whethere there is an ulterior political purpose behind the revolutionary uprising throughout Catalonia is not yet clear. Outwardly the movement is thus far a protest against the Government’s war policy in Morocco and its levy of large reserve for war purposes.
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Atentado del lerrouxista Manuel Possá Roca, alentado por Pablo Iglesias, contra Antonio Maura, ex presidente del Consejo de Ministros
ATTEMPTED MURDER
SEÑOR MAURA FIRED AT
ASSAILANT ARRESTED
By Telegraph. – Press Association. – Copyright
MADRID, 23rd July.As Señor Maura, ex-Premier of Spain, alighted from a train at Barcelona, a man fired twice at him. He was wounded in the arm and leg. A third bullet struck Señor Maura’s friend and wounded him seriously.
The assailant was caught.
OUTRAGE ATTRIBUTED TO REVENGE
A DESPERATE YOUTH
MADRID, 24th July.His wife and other relations accompanied Señor Maura. The latter’s lady cousin, after a second shot, seized the assailant and a carrier named Roca, aged eighteen.
The outrage is attributed to revenge for Señor Maura’s severe suppression of the insurgents last year.
ROCA’S DECLARATION.
HE ACTED SPONTANEOUSLY.
CRIME HAD ANARCHIST ORIGIN. (Received July 25, 10 a.m.)
MADRID, 24th July.Roca declares that he acted spontaneously, that he had no accomplices, and that he does not belong to a secret Society.
A search of his domicile shows that the crime was of Anarchist origin. Señor Iglesias, a Socialist, during a recent debate in the Chamber of Deputies concerning repression measures in Barcelona, raised a storm of indignation by remarking that an attack on Señor Maura’s person would be admissible, it necessary, to prevent his return to power.
Señor Canalejas sternly protested against, such incitations, adding that the Government would enforce the law with a heavy hand.
Señor Canalejas, the Premier, yesterday referred to that incident. He scathingly denounced Roca’s cowardly act, and eulogised Señor Maura’s selfsacrifice while in office.
There were loud cheers, except from the Republican side.
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Einstein, probablemente con su cepillo, visita a la CNT
VISITA AL SINDICATO DE LA DISTRIBUCION
Por la noche, el profesor Einstein visitó el domicilio del Sindicato único de la Distribución.
Acudió a este Sindicato a petición de los elementos que lo integran, quienes le dijeron que le admiraban desde que se negó a firmar el manifiesto de los 93.
Durante la visita, Angel Pestaña informó al profesor Einstein de lo que había sido la represión emprendida contra los elemento sindicalistas, y éste ocupó la tribuna, y dijo:
«Yo también soy un revolucionario, si bien científico, y he seguido con atención todas las cuestiones sociales. Esa represión de que me habláis me parece que contiene, quizá, más estupidez que maldad. Vosotros solamente hacéis resaltar las cosas malas; pero también hay cosas buenas en el régimen actual, según he buscado y he encontrado en Spinoza.»
Bajó de la tribuna el profesor Einstein y conversó largo rato con algunos sindicalistas, que le hicieron un relato más extenso de tal represión, y el sabio profesor, después de extrañar la enorme proporción de analfabetismo en España, sólo comparable con la de Rusia, se dispuso a marchar, despidiéndose con las siguientes palabras:
«Que en la próxima lucha tengáis más suerte y un éxito completo.»
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Viaje inaugural del Catalán-Talgo a Ginebra
[El 31 de mayo], a las diez menos cuarto, emprendió el viaje inaugural de la nueva línea Barcelona-Ginebra el «Catalán-Talgo», que unirá la ciudad española y Suiza en nueve horas y cincuenta minutos, sin trasbordo en la frontera.
El «Catalán-Talgo», que ha sido incluido en el club «T.E.E.» —Trans Europ Exprés— realizará en la frontera el cambio de ancho de vía de español a europeo, en forma automática, utilizando el sistema Talgo que fue probado con éxito hace algunos meses, en el viaje experimental Madrid-París.
Al frente del viaje inaugural van el subsecretario de Obras Públicas, señor Ollero de la Rosa y el vicepresidente de las Cortes, señor Martín Sanz. Asimismo, figuran entre los invitados el vicepresidente de la Diputación de Barcelona, señor Ribas Seva; primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, señor Beltrán Flórez; vicepresidente de la R.E.N.F.E., señor Moreno; director d» la Quinta Zona de la R.E.N.F.E., señor del Campo, y varios procuradores en Cortes, directivos de Talgo, representantes de los Ministerios de Hacienda y Obras Públicas; periodistas de Madrid y Barcelona, y el director de la Oficina Nacional Suiza de Turismo en España, señor Immermann.
Todas las personalidades invitadas serán agasajadas a su llegada a Ginebra con diversos actos en su honor. El viaje de regreso se efectuará el lunes, día 2, ajustándose como en el inaugural a los horarios base del servicio «Catalán-Talgo», es decir, salida de Ginebra a las 10.30 horas y llegada a Barcelona a las 20.30 horas.
La velocidad máxima del «Catalán-Talgo» se ha fijado en los 160 kilómetros por hora, aun siendo de superior potencia la locomotora, de 3.000 CV. con cabinas en cabeza y cola que facilitan las maniobras, y permiten su reversibilidad.
El «Catalán-Talgo» se ajusta a los principios técnicos de «Talgo III», con diversos perfeccionamientos que incluyen mayor amplitud en los coches remolques; 17 asientos por coche, reclinables y orientables según el sentido de la marcha; aire acondicionado; ventanillas dobles, de vidrio con tratamientos polarizantes que reducen los efectos caloríficos y la intensidad lumínica. Además lleva dos coches restaurantes y una cocina bar.
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Inauguración de la línea 9 del metro, la primera totalmente automatizada en España
El pasado lunes abrió parcialmente un tramo de la Linea 9 del Metro de Barcelona, concretamente un recorrido de 3,9 kilómetros de una linea que cuando esté completamente terminada, en 2014, contará con 48 kilómetros.
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Último viaje del Catalán-Talgo
Sin ruido, casi en silencio, el último servicio de Talgo Barcelona-Montpellier salió el sábado, bien temprano por la mañana, para no volver a la vida activa. Se ponía fín así a una historia que comenzó en [1969], en un viaje que culminaba en Ginebra, y que permitía a la marca española salir por la frontera norte española sin necesidad de cambiar de tren o cambiar los ejes de los coches. A partir de ahora, el viaje hasta Francia se hará en la línea de alta velocidad que, de momento, combina el ancho convencional y el internacional, con transbordo en la nueva estación de Figueres-Vilafant (Girona), y que conecta las ciudades de Barcelona y París a través del túnel del Pertús.