Le consul français à Barcelone, M. de Lesseps, avoit été calomnié par le chef politique de la ville et dans la Gazette de Madrid, le gouvernement français a exigé une réparation de cet outrage; et Espartero n’a pas osé refuser. Une dépêche du ministre de la guère, adressée au ministre de l’intérieur et publiée dans la Gazette du 8 fevrier, rend justice à la conduite de M. de Lesseps, et reconnoît que c’est par erreur que ce consul a été accusé d’avoir provoqué une réaction dans cette ville.
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La junta insurgente pide la renuncia del gobierno de Espartero
La junte des Barcelonais insurgés décrète la déchéance d’Espartero et de son gouvernement.
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La Jamancia: relativamente tranquilo, negociaciones
(Viernes).
A noche Monjuí ha disparado algunas balas rasas y granadas contra las atarazanas y las baterias de las murallas que miran á aquel fuerte.
Esta mañana en una casa de la Boria, tienda de latonero, queriendo algunos individuos de la misma descargar una granada que no habia reventado, ha estallado dicho proyectil con el roze del martillo y demás instrumentos que se valian para verificarlo, habiendo herido de gravedad á cuatro personas.
Hoy á la una de la tarde ha salido una comision para llevar al capitan general la comunicacion que viene en la nota. (1) A las cuatro ha regresado la comision portadora del pliego. A los 5 ha entrado el capitan general en la ciudadela donde debia avistarse con los señores Caralt, Prats, Parreño, Montoto, y Balzo, comisionados para conferenciar sobre el convenio. Como dichos comisionados no pudieron presentarse á la hora convenida se ofició al citado general, que lo verificarian mañana á las diez de la misma.
En vista de la generosa oferta de D. Laureano Sanz de entregar sus dos hijos en clase de rehenes, el cónsul de Grecia le ha dirigido la comunicacion que se copia en la nota (2).
(1) JUN?? SUPREMA PROVISIONAL DE LA PROVINCIA DE BARCELONA.
Comunicacion que ha dirigido por el órgano de la Junta Suprema al Excmo. Sr. Capitan General, la reunion de los cuerpos de esta guarnicion.
Excmo. Sr.
Reunidas en el salon de costumbre, por medio de comisiones, las fuerzas de esta guarnicion y otras corporaciones para tratar de la comunicacion de V. E. del dia de ayer, relativa á la noticia de haberse declarado mayor de edad á la Reina Doña Isabel II, con cuyo motivo propone V. E. de nuevo el convenio cuyas bases remitió en 11 del actual, se ha acordado contestar á V. E. que se hallan dispuestos á admitir un acomodamiento con tal que sea honroso.
La bandera de Junta Central proclamada dentro de estos muros, y que han enarbolado varias otras provincias, es la misma que abrazó y juro sostener el Ministro universal D. Francisco Serrano, al encargarse de las seis carteras por especial decreto de la Junta de Barcelona, bandera que esta guarnicion defiende con honor y bizarria, mientras otros pueblos la han secundado: bandera que levantó la ciudad de Barcelona inscribiendo en ella el sacrosanto lema de union de todos los liberales. Bajo de este concepto esta rica Capitaly sus valientes defensores no pueden ser considerados como rebeldes, y cuando se trata de un acomodamiento, deben mediar los pactos que se hacen á hombres libres, que profesan principios fijos, que los abrazan por conviccion y los defienden con heroismo.
En el sistema representativo que nos rige, el órden de mayorías es la Suprema Ley, á él deben sujetarse los que se precian de ser liberales; los defensores de esta ciudad sin querer indagar las causas de que la bandera de Junta Central no ondee triunfante en todas las provincias de España, respetaran el hecho, y sin pretender dar la ley á las demas recibirán y obedecerán al gobierno que el resto de la nación haya recibido y obedecido.
Al volver á formar una misma familia con esta gran nacion, á que se honran de pertenecer, no es justo, legal ni politico que se les trate como á un pais conquistado. La razon, la sana moral y la conveniencia pública aconsejan un entero olvido de lo pasado, y aun el que se sancionen algunos actos que ha llevado en pos de si un pronunciamiento, que jamás podrá dársele el nombre de rebelion.
El haberse declarado la mayoria de S. M. es un hecho importante para toda la nacion: los defensores de esta Capital no entrarán en cuestiones de derecho y lo recibirán como un hecho consumado, sin acordarse de otra cosa, que la que ha sido declarada mayor edad antes del tiempo que prescribe la Constitucion, es la Reina de las Españas, que piensa inaugurar su reinado, segun la comunicación de V. E., abrigando bajo su manto á todos los Españoles.
Los que defienden con tanto valor á esta ciudad, podrán sin faltar á su honor, prestarse á un tratado razonable, cual conviene á su dignidad, de otra suerte están resueltos á envolverse en las ruinas de la segunda Capital de España.
Las amplias facultades con que S. M. ha investido á V. E., allanan el camino de dar cima, á la grande obra de reconciliacion.
En este concepto la guarnicion de la ?laza, ??? medio de su fiel órgano la Junta Suprema, que es la única Autoridad; que actualmente acata y reconoce, propone á V. E. el que cinco comisionados que nombrará dicha guarnicion, pasen a este cuartel general para tratar del convenio y de su ejecucion.
Barcelona 17 de noviembre de 1843.== El Presidente, Rafael Degollada. — El vocal secretario, Antonio Rius y Rosell.
(2) Excmo. Sr.==Barcelona 16 noviembre de 1843.== Si los leales y francos antecedentes de V. E. no fuesen tan conocidos ya en la España, y en particular en Cataluña, la circunstancia de ofrecer V. E. sus dos hijos en garantia para estar cerca de la Junta y comprometidos, seria una solemne prueba de la ilimitada confianza que V. E. merece y que la Junta no puede menos de apreciar, y que á ningun título debe esta admitir, porque los hijos de V. E. no pueden ni deben separarse del lado de tan buen padre. Los temores, segun veo, (y en mi concepto fundados), que tiene la Junta de ser víctima del furor del pueblo, y aun de sus mismos francos y nacionales, son los que han dado lugar á solicitar una seguridad; pero si desgraciadamente tuviesen desconfianza en lo que V. E. promete, cosa que no creo, ni dicha Junta me ha significado jamás en las entrevistas motivadas por la conclusion que nos ocupa; la he manifestado, que renunciando á todas las inmunidades que mi carácter de representante estranjero pueda concederme, pasaré á Atarazanas ó al punto que la misma Junta designe, como garantía de cuanto V. E. ofresca en la Capitulacion y fuera de ella: han respondido sus individuos que en tanto no les cabe ninguna duda en que V. E. cumplirá ecsactamente lo pactado y ofrecido, que no conocen necesario que los hijos de V. E. se separen de su lado, ni admitir mi garantía, que he ofrecido á la Junta con la mayor sinceridad.
Por la comunicacion que V. E. recibirá con un parlamento, se enterará V. E. de los deseos sinceros que hay en esta, de parte de toda la fuerza armada de concluir de una vez; por lo tanto suplico á V. E. se sirva acceder á la peticion, y se digne recibir una comision para tratar del convenio y de su ejecucion.
Le mayoria de la fuerza armada que hay en esta se ha pronunciado decididamente en favor de la transaccion, y no dudo que al momento que V. E. tenga á bien recibir la comision, que espera la superior orden de V. E. para presentarse, quedará definitivamente arreglado, y esta fuerza rebelde sometida á S. M., porque la poblacion, es por demas decir á V. E. que no ha sido desleal ni á su Reina ni a su Patria.
Saludo a V. E. con la mayor consideracion y respeto. = El Cónsul general de Grecia y encargado del consulado general de Portugal. = Pedro Olivas. =Excmo. Sr. D. Laureano Sanz, Capitan general de Cataluña, y gefe de su Ejército.
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Isabel II proclamada reina de España
Isabel II es proclamada reina de España.
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Cómo el enchufado Joaquín Bastús intentó robarle el trabajo a Pablo Piferrer
Yo bien deseara renunciar por algun tiempo á los Recuerdos; pero mi honor pude mas que mi desazon y mi mal estado, mayormente ahora en que van á tomar otro colaborador que se encargue del tomo de Aragon. Cuando pretendimos la Biblioteca ante el Ayuntamiento, otro de los aspirantes fué D. Joaquin Bastús que en mas de una ocasion estuvo á pique de ser nombrado. Al fin se llevó chasco, y lejos de resignarse, con la mayor mala fé acudió al ministerio de la Gobernacion solicitando la plaza de Bibliotecario vacante por separacion del anterior bibliotecario. Es decir que el bribon la habia solicitado al Ayuntamiento, y si este se la hubiese dado ya hubiera sido válido el nombramimento; y ahora, callando sobre el nuestro, acudia por sorpresa al gobierno. Es el caso que este fulano es uno de los pocos amigos del Gefe Político, y del Sr. Buxeras teniente de alcalde constitucional; los cuales todos urdieron una buena tramoya, y hubieran dado un buen informe sobre este asunto, á no haberlo nosotros contenido con nuestra diligencia. Pero como con las nuevas elecciones nuestro influjo no prepondera en el Ayuntamiento, esta corporacion no ha tomado la cosa con el calor que su decoro ecsigia; y asi nos hemos visto en la posicion mas critica, porque ni podiamos acudir al gobierno pues este nada nos ha dicho de oficio y ademas somos dependientes del Ayuntamiento, ni tampoco al Ayuntamiento que nada nos ha comunicado de oficio y el cual tal vez nos daria un desaire. Solo hemos podido gestionar en Madrid por medio de personas, que nos han manifestado que este asunto estaba en manos del oficial del ministerio que por desgracia es tambien amigo de Bastus. Enfin, el cielo nos ha traido á los ministros, y estoy resuelto á aprovechar su permanencia en Barcelona para enterarles de que no hay tal vacante en la Biblioteca. El sábado y el domingo pensábamos que vendrian á visitarla, pues debian ir al Archivo de la Corona de Aragon, y en tal caso hubiera sido asunto concluido: el domingo lo verificaron en este, y yo que no me fié de si vendrian ó no á Biblioteca, me planté en el Archivo y ayudé al único oficial que alli habia y al Sr. Bofarull á subir y bajar códices, y aun tuve el honor de ser presentado á los ministros de Hacienda y Gobernacion, que me hicieron leer un pergamino antiguo y supieron ecsistia una obra llamada Recuerdos, etc. de la cual yo soy autor. Esto me valió un fuerte dolor de cabeza, porque todo estaba abierto y el viento soplaba que era un gusto y yo tenia que mantenerme firme junto á la ventana y con la cabeza descubierta enseñándoles las miniaturas de los libros góticos. Al fin ya me conocen, y si no vienen á S. Juan, me encajo á hacerles una visita, les regalo un ejemplar de los Recuerdos y les cuento todo el asunto de pe á pá.
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Washington Irving sobre Barcelona, la opera, el embajador turco, una audiencia con Isabel II, la estupidez y crueldad del conde de España
I am delighted with Barcelona. It is a beautiful city, especially the new part, with a mixture of Spanish, French, and Italian character. The climate is soft and voluptuous, the heats being tempered by the sea breezes. Instead of the naked desert which surrounds Madrid, we have here, between the sea and the mountains, a rich and fertile plain, with villas buried among groves and gardens, in which grow the orange, the citron, the pomegranate, and other fruits of southern climates.
We have here, too, an excellent Italian opera, which is a great resource to me. Indeed, the theatre is the nightly place of meeting of the diplomatic corps and various members of the court, and there is great visiting from box to box. The greatest novelty in our diplomatic circle is the Turkish Minister, who arrived lately at Barcelona on a special mission to the Spanish Court. His arrival made quite a sensation here, there having been no representative from the Court of the Grand Sultan for more than half a century. He was for a time quite the lion; everything he said and did was the theme of conversation. I think, however, he has quite disappointed the popular curiosity. Something oriental and theatrical was expected — a Turk in a turban and bagging trousers, with a furred robe, a long pipe, a huge beard and moustache, a bevy of wives, and a regiment of black slaves. Instead of this, the Turkish Ambassador turned out to be an easy, pleasant, gentleman-like man, in a frock coat, white drill pantaloons, black cravat, white kid gloves, and dandy cane ; with nothing Turkish in his costume but a red cap with a long, blue silken tassel. In fact, he is a complete man of society, who has visited various parts of Europe, is European in his manners, and, when he takes off his Turkish cap, has very much the look of a well-bred Italian gentleman. I confess I should rather have seen him in the magnificent costume of the East; and I regret that that costume, endeared to me by the Arabian Nights’ Entertainments, that joy of my boyhood, is fast giving way to the levelling and monotonous prevalence of French and English fashions. The Turks, too, are not aware of what they lose by the change of costume. In their oriental dress, they are magnificent-looking men, and seem superior in dignity of form to Europeans; but, once stripped of turban and flowing robes, and attired in the close-fitting, trimly cut modern dress, and they shrink in dimensions, and turn out a very ill-made race. Notwithstanding his Christian dress, however, I have found the Effendi a very intelligent and interesting companion. He is extremely well informed, has read much and observed still more, and is very frank and animated in conversation. Unfortunately, his sojourn here will be but for a very few days longer. He intends to make the tour of Spain, and to visit those parts especially which contain historical remains of the time of the Moors and Arabs. Granada will be a leading object of curiosity with him. I should have delighted to visit it in company with him.
I know, all this while you are dying to have another chapter about the little Queen, so I must gratify you. I applied for an audience shortly after my arrival, having two letters to deliver to the Queen from President Tyler; one congratulating her on her majority, the other condoling with her on the death of her aunt. The next day, at six o’clock in the evening, was appointed for the audience, which was granted at the same time to the members of the diplomatic corps who had travelled in company with me, and to two others who had preceded us. It was about the time when the Queen drives out to take the air. Troops were drawn up in the square in front of the palace, awaiting her appearance, and a considerable crowd assembled. As we ascended the grand staircase, we found groups of people on the principal landing places, waiting to get a sight of royalty. This palace had a peculiar interest for me. Here, as often occurs in my unsettled and wandering life, I was coming back again on the footsteps of former times. In 1829, when I passed a few days in Barcelona, on my way to England to take my post as Secretary of Legation, this palace was inhabited by the Count de Espagne, at that time Captain General of the province. I had heard much of the cruelty of his disposition, and the rigor of his military rule. He was the terror of the Catalans, and hated by them as much as he was feared. I dined with him, in company with two or three English gentlemen, residents of the place, with whom he was on familiar terms. In entering his palace, I felt that I was entering the abode of a tyrant. His appearance was characteristic. He was about forty-five years of age, of the middle size, but well set and strongly built, and became his military dress. His face was rather handsome, his demeanor courteous, and at table he became social and jocose ; but I thought I could see a lurking devil in his eye, and something hardhearted and derisive in his laugh. The English guests were his cronies, and, with them, I perceived his jokes were coarse, and his humor inclined to buffoonery. At that time, Maria Christina, then a beautiful Neapolitan princess in the flower of her years, was daily expected at Barcelona, on her way to Madrid to be married to Ferdinand VII. While the Count and his guests were seated at table, after dinner, enjoying the wine and cigars, one of the petty functionaries of the city, equivalent to a deputy alderman, was announced. The Count winked to the company, and promised a scene for their amusement. The city dignitary came bustling into the apartment with an air of hurried zeal and momentous import, as if about to make some great revelation. He had just received intelligence, by letter, of the movements of the Princess, and the time when she might be expected to arrive, and had hastened to communicate it at headquarters. There was nothing in the intelligence that had not been previously known to the Count, and that he had not communicated to us during dinner; but he affected to receive the information with great surprise, made the functionary repeat it over and over, each time deepening the profundity of his attention ; fmally he bowed the city oracle quite out of the saloon, and almost to the head of the staircase, and sent him home swelling with the idea that he had communicated a state secret, and fixed himself in the favor of the Count. The latter returned to us laughing immoderately at the manner in which he had played off the little dignitary, and mimicking the voice and manner with which the latter had imparted his important nothings. It was altogether a high farce, more comic in the acting than in the description; but it was the sportive gambolling of a tiger, and I give it to show how the tyrant, in his hours of familiarity, may play the buffoon.
The Count de Espagne was a favorite general of Ferdinand, and, during the life of that monarch, continued in high military command. In the civil wars, he espoused the cause of Don Carlos, and was charged with many sanguinary acts. His day of retribution came. He fell into the hands of his enemies, and was murdered, it is said, with savage cruelty, while being conducted a prisoner among the mountains. Such are the bloody reverses which continually occur in this eventful country, especially in these revolutionary times.
I thought of all these things as I ascended the grand staircase. Fifteen years had elapsed since I took leave of the Count at the top of this staircase, and it seemed as if his hardhearted, derisive laugh still sounded in my ears. He was then a loyal subject and a powerful commander; he had since been branded as a traitor and a rebel, murdered by those whom he had oppressed, and hurried into a bloody grave. The beautiful young Princess, whose approach was at that time the theme of every tongue, had since gone through all kinds of reverses. She had been on a throne, she had been in exile, she was now a widowed Queen, a subject of her own daughter, and a sojourner in this palace.
On entering the royal apartments, I recognized some of the old courtiers whom I had been accustomed to see about the royal person at Madrid, and was cordially greeted by them, for at Barcelona we all come together sociably as at a watering place. The «introducer of ambassadors» (the Chevalier de Arana) conducted my companions and myself into a saloon, where we waited to be summoned into the royal presence. I, being the highest in diplomatic rank of the party present, was first summoned. On entering, I found the little Queen standing in the centre of the room, and, at a little distance behind her, the Marchioness of Santa Cruz, first lady in attendance…
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Instálase la empresa del ferrocarril de Barcelona a Mataró, primero en España
Instálase la empresa del ferro-carril de Barcelona á Mataró, primero en España.
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Tormenta e inundación
ESPAGNE. — On écrit de Barcelone, le 23 décembre:
«Une tempête terrible a éclaté sur la ville de Barcelone dans la soirée du 21 de ce mois; elle a eu les plus affreux résultats: des quartiers ont été entièrement inondés, et plusieurs personnes n’ont dû la vie qu’au zèle déployé par M. le martial de camp Fulgosio, chef politique de Barcelone, et à la garde civique. Les jardins qui séparent Barcelone de Montjuich ont été couverts de plusieurs mètres d’eau, et on a eu la plus grande peine à sauver, au milieu de la nuit, les habitans de San-Beltran de cette subite inondation. Tous les pans de fortifications qui avoient été minés lors de l’insurrection de l’année dernière, et qui n’avoient pas encore été réparés, se sont écroulés avec fracas, laissant la place de Barcelone complétement démantelée. On évalue à plusieurs centaines de mille francs les pertes éprouvées par les propriétaires et par les marchands dont les boutiques ont été envahies.
«Pendant que cet ouragan duroit encore, le brick français la Marianne, capitaine Hervis, s’est présenté à l’entrée du port; mais, habilement piloté, il a pu jeter ancre sans la moindre avarie.
«Un brick norvégien qui le suivoit de près n’a pas été aussi heureux, et est allé se perdre à l’embouchure du Llobregat.
«Cette tempête a mis fin aux froids excessifs qui duroient depuis que toute la campagne de Barcelone avoit été couverte de neige.»
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Primer sorteo para el servicio militar
Se verifica por primera vez el sorteo de mozos para el reemplazo del ejército.
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Barcelona en 1847: la Rambla, comparación con Marsella, edificios públicos, la catedral, Colón
The Rambla and the People on Promenade—Theophile Gautier—Marseilles and Barcelona contrasted—Public Buildings—The Cathedral—Christopher Columbus
The Rambla, a wide and pleasant promenade, runs from the outer edge of the city, to the water. The trees along its sides had not taken the coloring of spring, and the weather was raw and gusty, but it was a half-holiday, and gentle and simple were taking their noon-day walk. The wealthier classes wore plain colors universally: the men enveloped in their cloaks, the women in rich, black mantillas, the lace of which just flung a shadow on their faces. The poorer people, as in all countries, furnished the picturesque. Full of leisure and independence, for the moment, they went sauntering up and down; the women with gay shawls drawn high around their heads, and their long silver or gold ear-rings, with huge pendants of topaz glancing in the sun; the men in long caps of red or purple, and striped and tasseled mantles, making lively contrast with the rich and various uniforms of the soldiers who were on the stroll. Now and then among the crowd you might discover the peaked hat so general in the south, bedecked with velvet trimmings, and tufts of black wool upon the brim and crown. Accompanying it, there would be a short fantastic jacket, with large bell buttons dangling, while the nether man was gorgeous in breeches of bright blue, with black leggings, and the everlasting alpargata, or hempen sandal. «Who are those troops?» I inquired of an old man, as a squad passed us, half-peasant, half-soldier in costume, their long, blue coats with red facings fluttering loose behind them. » They are the mozos de la escuadra,» he replied. «What is their branch of service?» «To keep the province clear of thieves.» «Are there, then, thieves in Catalonia?» «O! si senor! los hay, creo, en todas partes, como vmd. sabra» («Oh yes, sir, there are some every where, I think, as your worship may know,») said the old rascal, with a knowing leer.
Theophile Gautier, in his pleasant «Voyage en Espagne,» has sufficient gravity to say that Barcelona has nothing of the Spanish type about it, but the Catalonian caps and pantaloons, barring which, he thinks it might readily be taken for a French city, nay, even for Marseilles, which, to his notion, it strikingly resembles. Now it may be true, as Dumas says, that Theophile professes to know Spain better than the Spaniards themselves; a peculiarity, by-the-by, among travelers, which the Spaniards seem to have had the luck of; but I must be pardoned upon this point, for knowing Marseilles better than he, having been there twice, for my sins, and too recently to be under any illusions on the subject. Dust from my feet I had not shaken off against that dirty city, because dust there was none, when I was there, and the mud, which was its substitute, was too tenacious to be easily disposed of. Yet I had sickening recollections of its dark and inconceivably filthy port, through all of whose multiplied and complicated abominations—solid, liquid, and gaseous—it was necessary to pass, before obtaining the limited relief which its principal but shabby street, «la Cannebière afforded. In the whole city, I saw scarce a public building which it was not more agreeable to walk away from than to visit. What was worth seeing had a new look, and with the exception of a sarcophagus or two, and the title of «Phocéens,» assumed by the Merchant’s Club, in right of their supposed ancestors from Asia Minor, there was really nothing which pretended to connect itself, substantially, with the past. Every thing seemed under the influence of trade—prosperous and ample, it is true, but too engrossing to liberalize or adorn.
In Barcelona, on the contrary, you look from your vessel’s deck upon the Muralla del Mar, or sea-wall, a superb rampart, facing the whole harbor, and lined with elegant and lofty buildings. Of the churches, I shall speak presently. Upon the Rambla are two theaters : one opened during my visit, and decidedly among the most spacious and elegant in Europe; the other of more moderate pretensions, but tasteful and commodious, with an imposing facade of marble. In the Palace Square, the famous Casa Lonja, or Merchants’ Hall, stands opposite a stately pile of buildings, erected by private enterprise, and rivaling the beauty of the Rue Rivoli of Paris, or its models, the streets of Bologna, where all the side-walks are under arcades. On the other side of the same Plaza, the palace, a painted Gothic, fronts the Custom-house, which, overladen as it is with ornament, has yet no rival in Marseilles. Toward the center of the city, in the Square of the Constitution, you have on one side the ancient Audiencia, or Hall of Justice, whose architectural relics bring back remembrances of Rouen, while on the other side is the Casa Consistorial, or House of the Consistory, associated in its fine architecture and name, if not its present uses, with the days when the troubadour and the gaye science were at home in Barcelona, under the polished rule of the Arragonian kings. Every where throughout the city, you see traces of the past, and of a great and enterprising people who lived in it. Instead of the prostration and poverty which books of travel might prepare you to expect as necessary to a Spanish city, you find new buildings going up, in the place of old ones demolished to make room for them; streets widened; domestic architecture cultivated tastefully (as, indeed, from the ancient dwellings, it would seem to have always been in Barcelona), together with all the evidences of capital and enterprise, made visible to a degree, which Marseilles, with its vastly superior commerce and larger population, does not surpass.
Nor, even as to the people, are the caps and trowsers the only un-French features. The Catalan, of either sex, is not graceful, it is true, or very comely. The women want the beauty, the walk, the style of the Andalusians. The men are more reserved in manner, less elegant and striking in form, more sober in costume and character than their gay southern brethren. But they are not French men or women, notwithstanding. Imagine a Marseillaise in a mantilla! «Uneasy lies the head that wears a crown»—even if it be but the crown of a bonnet; and it is impossible for one who has been bred to the use of those great equalizers of female head-carriage, to realize, much less to attain, the ease of motion, the fine free bearing of the head, neck, and shoulders, which the simple costume of the Spanish women teaches, and requires to make it graceful. Where, in the mincing gait on the trottoirs, will you find the proud, elastic step which the Spanish maiden is born to, even if it be her only inheritance? And where (to speak generally) among the loungers of cafes, and readers of feuilletons, or the proverbially brutal populace about them, do you see the parallel of that all-respecting self-respect, which it is a miracle not to find in the bearing of a Spaniard, be he high or low? It is an easy thing, M. Gautier, to condense a city into a paragraph!
From the Rambla, we went down, along the sea-wall, to the Palace Square, where we found our way into the Lonja. The chambers of the commercial tribunals were in excellent taste. In each, there hung a portrait of the Queen, and, as all the likenesses were very much alike, I fear that they resembled her. We were shown through a gallery of bad pictures and statues—not very flattering testimonials of Catalonian art. During one of the recent revolutions, some indiscriminating cannon-balls had left these melancholy manifestations untouched, and had done a good deal of damage to the fine Gothic hall of the merchants. None but bullets fired in a bad cause could have conducted themselves so tastelessly. I would fain believe, however, that the more judicious Barcelonese have satisfied themselves, that the practical, not the ideal, is their forte, inasmuch as the extensive schools in the Lonja which are supported by the Board of Commerce, are all directed with a view to usefulness. Those of drawing and architecture are upon a scale to afford facilities, the tithe of which I should be happy to see gratuitously offered to the poor, in any city of our Union.
An attractive writer (the author of the «Year in Spain») tells us that » the churches of Barcelona are not remarkable for beauty.» Externally, he must have meant, which, to a certain extent, perhaps, is true; but as to their interior, it is impossible to understand such a conclusion. The Cathedral and Santa Maria del Mar are remarkable, not only as graceful specimens, in themselves, of the most delicate Gothic art, but as resembling, particularly, in style, in the color of their dark-gray stone, and in their gorgeous windows, the very finest of the Norman models. Indeed, the great prevalence of this similarity in the churches of the province, has induced the belief, among approved writers, that the Normans themselves introduced the Gothic into Catalonia. Santa Maria del Mar reminds you, at a respectful distance, of St. Ouen, in the boldness and elevation of its columns and arches, and the splendor of its lights. It has an exquisite semi-circular apsis, corresponding to which is a colonnade of the same form surrounding the rear of the high altar; a feature peculiar to the Barcelonese churches, and giving to their interior a finish of great airiness and grace.
From Santa Maria, we rambled up to the Cathedral, through many by-streets and cross-ways, passing through the oldest and quaintest portion of the city, and occasionally creeping under a queer, heavy archway, that seemed to date back almost to the days of Ramon Berenguer. Fortunately, we entered the church by one of the transept doors, and thus avoided seeing, until afterward, the unfinished, unmannerly facade. It would not be easy to describe the impression made on me by my first view of the interior of this grand temple, without the use of language more glowing, perhaps, than critical. When we entered, many of the windows were shaded; and it was some time before our eyes, fresh from the glare of outer day, became sufficiently accustomed to the gloom, to search out the fairy architecture in it. But, by degrees, the fine galleries, the gorgeous glass, the simple and lofty arches in concentering clusters, the light columns of the altar-screen, and the perfect fret-work of the choir, grew into distinctness, until they bewildered us with their beautiful detail. What treatises, what wood-cuts, what eulogies, should we not have, if the quaint carvings, of which the choir is a labyrinth, were transferred to Westminster, and the stalls and canopies of the Knights of the Golden Fleece were side by side with those of Henry the Seventh’s far-famed chapel! The same dark heads of Saracens which looked down on us from the «corbels grim,» had seen a fair gathering of chivalry, when Charles V., surrounded by many of the gallant knights whose blazons were still bright around us, held the last chapter of his favorite order there! Perhaps—and how much more elevating was the thought than all the dreams of knighthood !—perhaps, in the same solemn light which a chance ray of sunshine flung down the solitary nave, Columbus might have knelt before that very altar, when Barcelona hailed him as the discoverer of a world ! Let us tread reverently ! He may have pressed the very stones beneath our feet, when, in his gratitude, he vowed to Heaven, that with horse and foot he would redeem the Holy Sepulcher! «Satan disturbed all this,» he said, long after, in his melancholy way, when writing to the Holy Father; «but,» then he adds, «it were better I should say nothing of this, than speak of it lightly.» May it not have been, even in the moments of his first exultation, that here, in the shadow of these gray and awful aisles, he had forebodings of hopes that were to be blighted, and proud projects of ambitious life cast irretrievably away?
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Una salida en barco para Valencia
Departure for Valencia—The Coast
We were early on board the Barcino, but it was full half-past nine, before we were rid of the motley crowd of carabineros and idlers, whom our approaching departure had gathered together. I can not say that I felt at all distressed, when the tinkling of the little bell admonished our white-headed English engineer to set his machinery in motion. I was tired of Barcelona, for reasons, not very satisfactory, perhaps, in the abstract, but altogether so to me. The Fonda was chilly, dirty, and unsavory; the weather was cold and blustering, and I was an invalid, tired of vain seeking after genial sunshine and balmy breezes. With any thing, therefore, but reluctance, I saw the waves beat on the beach as we rode gallantly away beneath Montjuich, and watched the city, till, like a beautiful white wreath, it sank upon the bosom of the sea. Then Montserrat appeared, and disappeared, and came again, combing the fleecy clouds with its crest of innumerable pinnacles ; and through a gap we now and then might see a spur of the snowy, far-off Pyrenees. The breeze, though brisk, was not troublesome, and so I sate on deck all day, enjoying the glimpses of white towns sparkling here and there upon the arid surface of the hills; or watching the graceful sweep of the feluccas and mystics and other lateen sailed vessels, farther out at sea. Toward evening we passed abreast of the Ebro, and wondered at the sudden change of the waters, from blue to green or greenish, which marked the tribute paid by this great river to the Mediterranean.
We had parted, at Barcelona, with our friends, the marquis and the philosophical Frenchman, and had been reinforced by a company of Spaniards, mostly from the south, who made themselves very merry with the lieutenant and his spy-glass, and with a little Catalonian doctor, who had just written a pamphlet on the mineral waters of la Puda [de Montserrat], near Barcelona, and was starting on a journey of speculation, to excite some interest in behalf of his sulphur. As the clear night set in, they gathered in a group by the ship’s side and talked politics—a subject, under the circumstances, particularly interesting, even to one who had come from a country where there is never any stint in the domestic article. One and all seemed to bewail the absence of what they called Españolismo—Spanish spirit-among their rulers. The people, they thought well and liberally enough disposed—patriotiocally, too—but their leaders, and especially the army-officers who moved the springs of government, they all concurred in branding as a pack of sorry knaves, most of whom oould bo won to any policy by a. few crosses and pesetas. They accounted, very sensibly, for the corruption among the officers of the customs, by referring to the fact, that the ordinary carabineros receive but six reals (thirty cents) per day, on which it is a known and obvious fact that they can not live. They are compelled, therefore, to «take provoking gold» in order to keep soul and body together. Smuggling, however (they said) had greatly diminished since the introduction of steam-vessels as guardacostas, and the appointment, to their command, of officers of the navy, who are generally men of higher tone and character. The navy itself (they told me) was increasing steadily though slowly. A lieutenant, who was in the company, said that its demands were beyond the actual supply of officers. This fiery young gentleman was quite radical in his notions as to the mode of reforming existing abuses, for he made bold to say, that until Spain should have gone through a revolution like that of France, with a practical application of the guillotine to one half of the high heads, there would be no permanent change for the better. The Catalan doctor seemed to think, on the whole, that he would prefer the continuance of the contraband trade, to so executive a remedy. When I went to sleep, they had not settled the question.
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Ser abogado está de moda
En este dia se abren los tribunales caso que no sea domingo, pues de lo contrario se difiere la ceremonia de costumbre para el dia siguiente. No nos entretendrémos en relatar lo que sucede en la que celebra la audiencia territorial puesto que está señalado por reglamento, y por consiguiente no puede ofrecer ninguna particularidad ni circunstancia que la distinga de la que tiene lugar en las demás audiencias de España. Podemos, sí, decir que la concurrencia queda casi reducida á los que no pueden dejar de asistir, siendo de observar que el número de los nuevos abogados á quienes debe recibirse el juramento es bastante crecido.
El afan de figurar ha hecho que muchos olviden el taller para abrir un bufete, ó cierren una tienda para subir á un cuarto principal. No domina ya á nuestros artesanos aquel orgullo en profesar las artes ni el envanecerse con el título de menestral honrat con que se enorgullecian sus mayores. Ni la horma del zapatero, ni las tijeras del sastre, ni la paleta del albañil se esculpen ya cual un tiempo en las losas sepulcrales, y solo se considera la profesion de las artes como un medio de lucrar para poder subir cuanto antes de clase; y á falta de conventos en donde el artesano solia hacer entrar á sus hijos segundones, echan mano de la abogacía, verdadero plantel de periodistas y de empleados públicos.
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San Pablo y sus gitanos, chuchería y dentistas, niños epilépticos y barbas
Es cosa muy original que para celebrar las festividades se hayan de comer golosinas y manjares esquisitos, cuando los santos cuyas fiestas se celebran predicaban y practicaban la abstinencia. En Navidad turrones, jaleas, barquillos y aves bien cebadas: en el dia de todos los Santos los panellets de mil formas y tamaños: en el dia de Sto. Domingo es de rúbrica comer melones; en la octava del Corpus con achaque de las procesiones hay grande gasto de vizcochos y sorbetes: en Pascua corderos; por San José requesones, y los buenos de San Antonio y San Pablo traen roscones. Y á fe que poco mas hay que decir del santo de este dia. En la parroquia de San Pablo se celebra con solemnidad su fiesta, y como los feligreses son gitanos, andan los tales un poco movidos, y comen tambien sus roscones ó tortells. Antiguamente la confeccion de estos estaba esclusivamente encomendada á los panaderos; mas desde que los barceloneses anivelándose con los hijos de otras provincias de España se han vuelto golosos y han ido naciendo pastelerías con grave perjuicio del bolsillo, y con gran provecho de los dentistas, los tales roscones se confeccionan en todas las pastelerías, á pesar de lo cual conservan el primer lugar la modesta panadería de San Jaime, cuyos tortells gozan merecida fama y contienen las mismas materias que los que salen de las pastelerías. A los de estas suele perjudicarles mucho la manteca, que si les da un agradable lustre esterior, les comunica con harta frequencia una rancidez nada agradable. Pero el hecho es que hoy todo el mundo come roscones, desde el trabajador que se concreta á uno de dos reales, hasta el opulento magnate que hinca la careada muela en uno tamaño como rueda de coche.
En semejante dia las madres acuden á San Pablo á inscribir á sus hijos en una especie de cofradía, cuyo objeto es rogar al santo que libre á las criaturas de accidentes epilépticos. Al tiempo de inscribirse se da de limosna un real, y despues un sueldo ó sean diez y ocho maravedises todos los años.
Junto con los roscones llega á Barcelona el frio segun lo enseñan el refran quand lo dia creix lo fret neix, aquel dicho de que los barbuts traen el frio; y por barbuts entendemos acá San Anton y San Pablo. El refran pase; mas el otro dicho, hoy no es verdad, pues si con los barbudos viniese el frio, merced á la moda hace muchos años que no tendríamos verano. Lo que hemos perdido en sencillez lo hemos ganado en barbas.
En la noche de este dia hay baile de máscaras en la lonja.
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Fiesta de san Vicente Ferrer
No solo á causa de su piedad y de sus apostólicas virtudes, sino por su profundo saber, por su irresistible elocuencia y por sus tareas políticas, merece san Vicente Ferrer colocarse entre los hombres de cuenta que ha tenido España. Desde muy niño hizo grandes adelantos en la virtud y en las letras. Despues de cursar humanidades en Valencia su patria, dedicóse á estudios mas serios en Barcelona, y entrando luego en la órden de dominicos, se dió á la predicacion con un fervor estraordinario y que produjo ópimos frutos. Recorrió gran parte de Europa estirpando vicios y heregías, sin mas armas que su uncion y su elocuencia; fue invitado á que pasara á sus cortes por diferentes monarcas, hasta por el rey moro de Granada; siguió á la corte de Francia y despues á la pontificia á Benedicto XIII, volvió á Barcelona en 1409, consoló las amarguras de esta ciudad nacidas del hambre que atormentaba á sus moradores, y tuvo consuelo de que Dios oyera sus preces, y Barcelona se viese libre de plaga tan funesta. La nombradía de Vicente Ferrer era europea; y si las virtudes y predicaciones se la habian granjeado muy grande en el concept to apóstol, se la adquirieron brillante como hombre de Estado sus atinados esfuerzos para acabar la desatrosa guerra comenzada ya en el reino de Aragon con motivo de la muerte de D. Martin el humano. Las tres provincias que componian ese reino estaban en armas para sostener á este ó al otro de los siete pretendientes á la corona, y entonces fue cuando los catalanes antes que los otros, dieron aquel grande ejemplo de sensatez y de amor patrio que por desgracia no ha tenido imitadores. Ellos promovieron la formacion del parlamento de Caspe en que representadas por comisionados las tres provincias, determinaron que todo el reino depusiese las armas, y que aquella asamblea decidiera cuál de los pretendientes habia de sentarse en el vacante trono. Vicente Ferrer cooperó de un modo eficaz á la reunion del parlamento, fue uno de sus diputados por Valencia, y á su saber, á su elocuencia y á su grande y merecida fama se debió en gran parte la acertada eleccion de rey que el parlamento hizo á favor del infante de Castilla D. Fernando el de Antequera, que mereció ser apellidado el justo.
Acaso este artículo no esté de lleno enclavado en el objeto que tiene nuestro añalejo; mas siendo hoy el cia de san Vicente Ferrer, y tratándose de un suceso tan admirable como el parlamento de Caspe, no hemos sabido prescindir de bosquejarlo. Es un ejemplo que bien merecía haber sido imitado en ocasiones análogas; es desconocido de muchas gentes; nunca se la ha dado la importancia que tiene, y además en Barcelona tuvo principio ese grande negocio que evitó el derramamiento de mucha sangre, calamidades sin cuento, y consecuencias que no pueden hoy apreciarse, y que además colocó en el trono de Aragon á un gran monarca.
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Fiesta de San Telmo en San Miguel del Puerto
La ciudad de Barcelona, asi por su posicion en la costa, como por la riqueza de su suelo y por el genio emprendedor de sus hijos, parece que desde su fundacion estuvo destinada á ser mercantil y navegante. Conociéronlo asi ya en remotos siglos sus habitantes, y por esto navegaron desde muy antiguo, hicierno atrevidas empresas por los mares cuando otras naciones de Europa ni aun habian pensado en surcarlos, dictaron el primer código de comercio conocido, levantaron la primera carta geográfica plana, enviaron cónsules por toda el Asia, el Africa y la Europa; en la edad media rivalizaron con las famosas repúblicas marítimas de Italia, salieron en esa época innumerables escuadras de su puerto, y desde él se arrojaron á lejanas y difíciles conquistas. Esas flotas llevaron el nombre catalan y aragonés a Sicilia, Italia, Africa, Grecia y Turqúia; y con honor y gloria enarbolaron en esos paises las baras de Cataluña. Posteriormente pasando el estrecho de Gibraltar, surcaron todos los mares de América, y aun hoy entre todos los puertos de España, el de Barcelona es el que sostiene un comercio mas estenso y productivo con las Américas, y aquel de donde salen mas buques para aportar en el Nuevo Mundo.
A tal aficion á las empresas marítimas y mercantiles vino á unirse el espíritu religioso, y los marinos barceloneses aclamaron por su patron á san Pedro Gonzalez Telmo, conocido comunmente por san Telmo, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia. Erigida en Barcelona con el nombre de gremio de mareantes la cofradía ó hermandad de los marineros que se dedican á las faenas de carga y descarga, que acuden al ausilio de los buques en tiempos borascosos, y que reservando en caja una parte de los beneficios que el trabajo les produce, socorren á los marineros viejos é inválidos, y á las viudas desvalidas; los prohombres del gremio construyeron un altar á su patron en la iglesia de religiosas de santa Clara, y en él se celebró el dia 14 de abril de cada año una solemne fiesta al santo hasta época muy reciente, en que los trastornos políticos dieron ocasion á que se cerrara aquella iglesia
Desde entonces celebróse la fiesta en la iglesia de S. Miguel del puerto en Barceloneta; y aunque el templo de santa Clara ha vuelto á abrirse, no se ha restaurado la antigua costumbre, y los marinos continúan festejando á su abogado en la iglesia de Barceloneta. Es de advertir que si san Telmo viene en día de trabajo, hasta el inmediato domingo no se celebra su fiesta, que consiste en un oficio á media orquesta. Antiguamente la solemnidad era mucho mayor, asistían á los oficios los directores y prohombres del gremio, y este hacia otras demostraciones de alegría; mas hoy todo eso ha perdido mucho mas de la mitad de su antiguo lucimiento.
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Miércoles Santo, 1848
Miércoles Santo.
Nó por que Barcelona ofrezca hoy particularidad alguna dedicarémos cuatro palabras á este dia, sino porque tratándose de la semana santa en que la Iglesia celebrar los mas augustos misterios de nuestra religion, no tenemos por oficioso decir algo de sus ceremonias, siquiera con el fin de que los lectores del Añalejo sepan, si lo ignoran, la significacion de algunas de ellas. La mas notable de este dia es el canto de maitines y laudes, y las tinieblas (fasos) con que terminan, en los cuales fasos hay ha alguna cosa especial de Barcelona.
Desde el domingo de Ramos por lo menos, trabajan los muchachos sonsacando cuartos á los padres, abuelos y tios á fin de comprar mazas y matracas con que armarse para aumentar el estruendo en la iglesia en las tardes del miércoles, jueves y viernes. Por la mañana en la misa mayor se canta la historia de la pasion del hijo de Dios segun la escribieron los evangelistas san Marcos, san Lucas y san Juan. A las 6 de la tarde con muy poca diferencia, se cantan los maitines y laudes, para los cuales en un alto candelero triangular unido á su pie por el centro de uno de los lados, se colocan y encienden 15 velas, siete por parte, y una en el vértice. Las catorce son amarillas y representan los doce apóstoles, María Magdalena y María Salomé, y la que está en le vértice es blanca y simboliza la madre del Redentor. Cántanse tres lamentaciones de Jeremías, tres Salmos de David, tres lecciones de la primera epístola de san Pablo á los corintios, otros cuatro salmos, el cántico de Moisés Cantemus Domingo gloriose etc. Otros tres salmos y el cántico de Zacarías Benedictus Dominus Deus Israel quia visitavit etc. Al terminar cada salmo se mata una vela, de suerte que despues del Benedictus queda únicamente la mas alta. Durante el mismo cántico, se van apagando las seis del altar, las lámparas y todas las demas luces que hay en la iglesia; al repetir la antífona traditor autem dedit eis signum, se quita del candelero la vela blanca llamada María sola, y se esconde debajo del altar en el lado de la epístola. Como en este dia recuerda la Iglesia la traicion de Judas, el apagarse todas las velas significa que despues de preso Jesus, los apóstoles y las dos Marías se ausentaron por temor de que los judíos los prendiesen como allegados al Redentor, y la última vela queda encendida porque representa á la madre, única cuya fe no vaciló, y que siempre mantuvo viva la esperanza en las palabras de su divino hijo. Terminado el cántico de Zacarías, se dice el salmo Miserere y finalmente una breve oracion, cuyas últimas palabras son la señal de hacerse en la iglesia el ruido llamado tinieblas y en catalan fasos, que en este dia representa el tumulto y algazara con que los judíos prendieron á Jesucristo en el huerto de Gethsemaní.
Este ruido, que degenera por lo comun en un grandísimo estruendo, es la parte de la ceremonia que mas interesa á los muchachos, y la que los lleva á la iglesia. A ella van acudiendo desde que comienzan los maitines: ni un momento pierden de vista el candelero donde arden las 15 velas: á cada una que se apaga tienen un nuevo goce considerando que se acerca el momento de alborotar el templo, y á impulsos de la impaciencia que no basta á refrenar cosa alguna, mas de una vez turban con algun mazazo la quietud de la casa de Dios. Mas apenas queda oculta á sus ojos la María sola, cuando olvidando el lugar en que se hallan, rompen el fuego, y con matracas, mazas y martillos dan furiosamente contra el suelo, se atreven con los bancos porque en ellos las mazas hacen mas ruido, y no falta quien se arrime á un confesonario espiando el momento en que lo pierdan de vista los curas y los sacristanes, que para impedir tales y otras demasías suelen andar con ojo avizor por la iglesia. En lo mas acalorado de la bulla asoma la María sola, que es la señal de restablecerse el silencio; mas á pesar de lo que tal aparicion significa, esta vez la señal no es tan pronta y unánimemente obedecida como lo fue al anunciar la hora del ruido. Poco á poco vuelve la calma, y al fin cesa de todo punto el estruendo general, nó sin que aun entonces se oiga acá y acullá uno que otro mazazo, cual entre soldados bisoños suena un tiro y otro despues de la general descarga. Con harta frecuencia es indispensable que los sacristanes y algun sacerdote tomen cartas en el negocio, y trabajen para que la iglesia quede libre de la muchachería, que por su gusto pasaria la noche en el mismo sitio y acabaria por romper algunos bancos, y al fin y al cabo por dormirse.
Hemos dicho que en Barcelona había en todo esto alguna especialidad y vamos á manifestarla. Las ceremonias de la Iglesia y el ruido en las tinieblas son como en otro cualquier pueblo de España; pero aqui ese estruendo, ademas de recordar los sucesos de que la Iglesia ha dispuesto que sean una conmemoracion, traen á la memoria otros acontecimientos mas recientes y no poco terribles. La proscrita familia de los judíos, que aqui como en todas partes se dedicaba durante la edad media al comercio y á la usura, fue en Barcelona víctima de los cristianos no pocas veces. Impulsados por un escesivo celo religioso lanzáronse los barceloneses en alborotada muchedumbre á las calles del Call é inmediatas, robando las casas de los judíos, incendiándolas y matando á sus moradores. Como durante la semana santa recordaban con mayor viveza los ultrages de que J.C. fue objeto, y recordaban tambien que los ultrajadores fueron judíos, dispertábase en su corazon el deseo de vengar esos ultrajes en los descendientes de los que los cometieron , y por esto la semana santa presenció en algunos años el robo y el asesinato de los judíos en Barcelona. No faltaban hombres que á fin de no pagar las deudas que con los judíos tenían, ó deseando vengarse de las usuras con que les prestaron cantidades, impulsaban el celo religioso del pueblo, estraviando ese bello sentimiento basta convertirlo en móvil de horrorosos delitos; pero el hecho es que en Barcelona muchas veces el pueblo solemnizó la semana santa con esas sangrientas escenas, y tal costumbre de hacerlo se contrajo, que vino á darse á las tinieblas un nombre nuevo llamándolas ir á matar judíos, á matar jueus. Aun hoy dia el pueblo las llama del mismo modo, y los niños mientras golpean con las mazas en el piso de la iglesia tienen una vaga persuasion de que matan judíos, y aun por esto machacan nó con alegría sino con rabia, creyendo los mas sencillos que hacen una obra meritoria. Y los padres aunque conozcan la significacion de las tinieblas, tambien dicen á los hijos que vayan á matar jueus; y de este modo va pasando de una en otra generacion la memoria de aquellas cruentas escenas, que con tanta frecuencia profanaron durante la edad media los dias de la semana santa.
En este dia las mugeres del campo van en crecido número á coger tomillos en las montañas que circuyen la vega de Barcelona, y mañana jueves traen á vender esos tomillos á la ciudad en donde no hay familia que no compre de ellos algunos cuartos. Cuando durante el año hay en la casa una persona que no se siente buena, le administra la señora ama una sopa hecha con agua de tomillo, y ha de ser del cogido en la semana santa. No sabemos las virtudes de esa planta; mas como la sopa que se hace con su agua sustituye á la cena ó á la comida, mas bien que á sus virtudes atribuimos la mejoría de los enfermos á la dieta que la tal sopa trae consigo. De todos modos el remedio es barato, no huele á botica, y va acompañado de dieta. Vengan pues tomillos de semana santa; y coman sopa de tomillo todos los que se sientan indispuestos.
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Lunes de Pascua, 1848
Lunes de Pascua.
Este dia es para el pueblo de Barcelona primo hermano, si nó hermano carnal, del miércoles de ceniza, sin que obste para ello la diferencia esencial que hay entre el uno y el otro. Cierto que en las iglesias se celebra la Pascua con la misma solemnidad que en el dia anterior, cierto que es fiesta de precepto, cierto que la religion consagra este dia como de general regocijo; mas en lo esterior nada de ello se trasluce: y aunque en esta parte el dia es muy diferente del miércoles de ceniza, las costumbres populares han acabado por dar al uno y al otro un mismo carácter público. En ambos días la ciudad queda desierta , y sus habitantes se trasladan á la vega inmediata y la cubren toda entera, dándole la traza de un campamento en que estan distribuidas mas de cien mil personas. Como ya la Pascua de resurreccion suele venir hácia la primavera, el tiempo convida para salir al campo, cosa que siempre ha sido muy del gusto de los barceloneses, y que de cada dia va siéndolo mas, porque solo echándose fuera de la ciudad es posible respirar libremente. Cual si hubiese un empeño general en hacinar gentes dentro de Barcelona, toda su área se ha cuajado de casas, que no pudiendo crecer en latitud lo hacen en altura, y si no estuviera prohibido, á la hora de esta habría muchas gentes que habitarían al nivel de las campanas de las torres. Esta angostura y este apretamiento hacen diariamente mas apetecible la salida al campo, y por esto es tan crecido el número de personas que van á comer á él todos los domingos: pero el miércoles de ceniza y hoy son sin disputa los dos días en que mas personas rinden homenage á esta costumbre. El dulce ambiente de la vega , el verdor que ya cubre los árboles y la belleza de las huertas, que son un modelo de que distan mucho las de España y del estrangero; son en esta estacion otros tantos alicientes para atemperarse á la moda. Barcelona es en tal día verdaderamente triste; y al recorrer sus solitarias calles, bien podría uno esclamar con el profeta: ¡Quomodo sedet sola civitas plena populo!
¿Ya qué, y á dónde va tanta gente? A derramarse por la llanura hasta una hora de distancia de la ciudad, y á comer lo que á cada cual le permiten sus haberes y su carácter; porque hay pobre manirolo que hoy lo gasta todo, mientras no falta rico económico que va al campo y ahorra. ¿Quién es capaz de formarse una idea ni aproximada de la muchedumbre de carruages que cruzan por todos los caminos inmediatos, y en especial de los que suben y bajan por el paseo de Gracia? Para concebirlo es preciso haber estado en Barcelona, ciudad que en esto como en muchas otras cosas, deja á una distancia inmensa á todas las poblaciones de España. El coche, la carretela, el galerín, la media-fortuna, el inmenso omnibus, el omnibus chiquito, el tilbury y con mas abundancia que todos ellos juntos la tartana, trasladan á millares las personas desde la ciudad á Gracia, Sans, Sarriá, San Andrés, Horta y San Gervasio, mientras muchos millares mas siguen á pie las mismas rutas, y otros millares mas se separan del camino antes de llegar á uno de esos pueblos, y plantan sus reales en mitad de un campo, á la sombra de un árbol, ó al arrimo de una casa de labranza en donde se vende vino. Allí se salta, se baila, se juega , se canta, se tocan la guitarra y el pandero y las castañuelas, y se grita, y se come, y se bebe mucho, y no se riñe ni se emborracha. Es menester que lo sepan los que no lo ven: estas fiestas populares nunca ofrecen en Barcelona el triste y asqueroso espectáculo de un borracho, ni jamás es turbada su alegría por cuchilladas ni riñas. En esto sí que tienen que aprender algunos nacionales y muchísimos estrangeros. De entre estos, que los hay aqui, y nó pocos, suele alguno embriagarse, y los muchachos le persiguen y se burlan de él, y á veces lo apedrean; y es bueno que lo hagan, pues esto prueba el desprecio con que lo miran, y el convencimiento que tienen de que es una cosa mala, cuyo castigo decreta la reprobacion general y ejecuta la muchachería.
Las panderetas, las guitarras y las canciones van conduciendo á la ciudad á esa muchedumbre que, cual un magestuoso rio de carne humana, se desliza suave y uniformemente por las puertas, apurando antes de llegar á los guardas, la última gota que en el porron ó bota quedaba. Desbándase á derecha é izquierda luego de haber entrado: tras de la muchedumbre vienen los carruages, y cierra esa dilatada marcha el piquete de caballería que fue á Gracia, y vuelve sin haber tenido nada que hacer en todo el dia. A las diez de la noche toda esa muchedumbre yace en profundo silencio.
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Fiesta de san Modesto, mártir
Dice el refran que fray Modesto nunca llegó á ser prior, lo cual en buenas palabras viene á significar que el hombre modesto no medra, y por lo mismo casi viene á aconsejar que no seamos modestos. Se conoce á la legua que el refran es antiguo, y á buen seguro que si hoy debiese inventarse no se inventaría, porque la modestia como algunas otras tonterías de los viejos, ha desaparecido. ¿Quién no se cree bueno para gefe político, corregidor, capitan general, ministro, juez intendente, diputado y para todo? ¿Quién es tan modesto que no se juzgue nacido á propósito para gobernar, no solo una nacion sino la Europa entera? ¿No nos lo estan diciendo asi los infinitos gobernadores que vemos en todas partes? ¡Cuánto ministro, cuánto gefe político, intendente, general etc. etc. y sobre todo cuánto legislador! Pues entre todos no bay uno siquiera que no se repute muy apto, pues á no ser asi dejaría el oficio; y yo creo muy bien que todos lo son, y sino venga Dios y diga si en España los legisladores no hacen leyes, los intendentes no cobran contribuciones, y si cada uno de los demas no hace lo que atañe á su destino. Pero el hecho es que no son modestos para decir no quiero porque no soy bueno, porque no sé, porque no lo entiendo bastante, ú otra frase modesta por este estilo, y hé aqui por qué todos llegan á ser priores, haciendo de todo punto inútil aquel antiguo refran, bueno para los tiempos en que el 999,999 por millon de los hombres eran unos zopencos. Ahora no hay tontos ni modestos, por cuya razon el bueno de san Modesto, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia se ha quedado sin clientes.
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Fiestas de Santiago Apóstol y San Jaime, feria del último en la c/ de Fernando VII
Desde la batalla de Clavijo, que es como si dijéramos mas de diez siglos atrás, podríamos contar la antigüedad del patronato que tiene en España Santiago, cuya fiesta celebra la Iglesia en el dia de hoy. Por supuesto que á aquellos buenos de los leoneses que la ganaron no debió de ocurrírseles, que andando el tiempo se agasajaría al buen apóstol en el dia de su fiesta á cañonazos, tal como lo hacemos los hombres de ahora: pero está dispuesto de este modo, y asi lo dejarémos, pues no queremos enmendar la plana al que inventó tamaños agasajos, y los llamó hacer la salva. ¡Cuán distinto significado tenia esta frase entre nuestros tatarabuelos! La manera de hacer la salva la señala una ordenanza; á ella nos remitimos: á las costumbres nos atenemos que nó á las leyes.
La parroquia de san Jaime establecida en la iglesia que fuo de trinitarios calzados, celebra con toda solemnidad la fiesta de su titular. La situacion del templo da lugar á que la feria sea en este dia de las mas notables, dado que en otro tiempo Barcelona no haya celebrado en este dia una feria tal como la que celebra en el dia 21 de diciembre. Sea de esto lo que fuere; que hemos tomado por texto sic nunc sunt mores, estas son las costumbres de ahora, y no nos meterémos á indagar lo que ha pasado.
La calle de Fernando VII presenta en este dia un aspecto agradable con los puestos de la susodicha feria. Juguetes, abanicos, libros viejos, avellanas, melones, mucha gente, mucho grito, muchísimo chiflido y pisoton, y buena oportunidad para darse á luz los jóvenes de ambos sexos, para feriarse y feriar; hé aqui lo que da de sí la feria de san Jaime.
Por dos veces durante el dia está concurrida la feria: por la mañana desde las 7 á las 10, y por la tarde desde las 4 hasta que anochece: el buen tono prefiere la hora de la mañana.
Sale la elegante de su casa vestida con premeditado desden: fériala el jóven de buen tono segun la franqueza que con ella use; y una caricatura de barro ó de carton, y unas avellanas lo de rúbrica. Con la caricatura se entabla la conversacion, las avellanas sirven para saborearla; y partiendo avellanas con las muelas, se dicen entre dientes cosas que de otro modo no se dijeran ó por prudencia, ó por justicia ó por templanza: la fortaleza queda para los dientes, y sin ella no so cascan avellanas.—Trac rrac: — esta avellana, señorita.— Está vacía.
Las mamas van á la feria á acompañar á sus hijas, y á feriar á su hijo menor. Las hijas se ferian ellas, y
saludan al contertulio, y bromean con el que va á su lado; y los afectos que sienten los disimulan allá dentro de su corazon, y su paso no se altera: el hijo menor llega á la feria y salta, brinca, da trescientos mil traspies y los hace dar á su mamá, cuyas rodillas abraza en ademan de súplica, se mete en cuantos charcos encuentra al paso, y recibe por ello mas de cuatro tirones de brazo y otras tantas sofrenadas: apetece cuanto alcanzan sus ojos, y quiere hacerse con todo lo de la feria, (no sabemos si hacen otro tanto las hijas) y quiere una cosa y luego la rechaza; (idem per idem ) y llora, y patea, y regaña la mamá, y sofócanse las hijas. A los acompañantes toca entonces mostrarse obsequiosos y comprar para el niño cuanto le viene en gana. Si puede haber en esto deseos de atraerse la benevolencia de la mamá ó de las hijas, sábenlo ellos. Hablará el tiempo y aclarará el enigma, y dirá cómo les habrá ido en la feria á las hijas de la mamá.La concurrencia de la tarde es mas bulliciosa, y no describimos sus circunstancias, porque la demasiada naturalidad que en ella reina perjudicaría el bello ideal del cuadro que quisiéramos presentar en bosquejo. El que quiera enterarse de lo que allí pasa vaya en buena hora, y buena pro le haga.
En el dia de hoy celebra tambien la Iglesia la fiesta de san Cucufate, y siendo titular de una de las parroquias de la ciudad, es inútil decir que su párroco y comunidad de presbíteros tributan solemnes cultos al santo. Algunos puestos de juguetes se ven fuera de la iglesia á pesar de los muchos que forman la feria de san Jaime: esto prueba que no se desperdicia en el pais la menor ocasion de lucrar alguna cantidad por pequeña que sea.
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La tiranía de las actuales circunstancias, los baños y las aguas, un viaje a Francia en buque de vapor
Las generaciones que en la actualidad pululan sobre la tierra estan presenciando la caida de todo lo que existia en los tiempos de nuestros abuelos; esto en cuanto á los que presencian, que en cuanto á los actores en el drama, allá se van en número, si no escede. Pero prescindiendo de esta cuestion, es lo cierto, que el grito de alarma está dado.
Recedant vetera nova sint omnia, latinajo mas manoseado que mango de escoba, y que vale tanto como decir: enhoramala lo añejo, venga lo nuevo. Y cuenta que no solo se dirigen los ataques á lo añejo, sino hasta á lo que tiene visos de tal, de modo que á cualquiera cosa que se tenga mala voluntad, no hay como darle una genealogía que remonte á dos siglos atrás, y asunto concluido, se lo llevará la diabla como tres y dos son cinco. Vean Vds. sino, lo que ha sucedido con la tiranía, y los abusos y los yugos. A dos por tres (lo demostramos todo matemáticamente) se le antojó á un quidam ó á un periodista que todo se sale allá, decir que todo esto era añejo y rancio y chocho, y no hubo mas, vino al suelo irremisiblemente. Pero la tiranía que no ha caido, el abuso que no se ha desterrado, el yugo que no se ha roto y que no solo ha quedado en pié tal vez para muestra, sino que no ha sufrido el menor ataque, es una tiranía la mas tirana de las tiranías, un abuso el mas perjudicial de todos los abusos, un yugo el mas pesado de todos los yugos que pueden uncirse á la mas recia y enhiesta cornamenta, las actuales circunstancias.
Desde que el hombre se halló comprometido á hacer lo que no pudo ó no le vino en gana, existen actuales circunstancias. Ved, amables lectores, cuántos siglos cuentan de antigüedad estas buenas señoras; y bajo cualquier aspecto que se miren, su tiranía está patente. Por las actuales circunstancias no puede disfrutar el pais las ventajas de las leyes ni de las instituciones ; por las actuales circunstancias no se toma tal ó cual carrera; por las actuales circunstancias no se atreve uno á casarse (échele V. un galgo al socarron); las actuales circunstancias impiden hacer ciertas especulaciones ventajosas; las actuales circunstancias le dejan á uno el bolsillo mondo y lirondo; las actuales circunstancias no permiten que tengamos dos ó tres mil compradores del Añalejo; y las actuales circunstancias en fin hacen contraer ciertas costumbres, que de otro modo no solo no se contrajeran sino que merecerían la reprobacion de la mayor parte. Vamos á esplicarnos.
Para muchas dolencias crónicas sobre todo de aquellas que segun las edades de los que las padecen cambian de nombre, está reconocida la eficacia de las aguas ferruginosas y de las sulfurosas y de las carbónicas y de las termales y de las salobres del mar. Verdad es que para los mas las aguas y los baños solo son un pretesto para descansar de las tareas que los ocupan durante el año, porque los establecimientos de aguas y baños ofrecen la ventaja de gozar de la libertad del campo sin salirse de la sociedad en que se vive. Que los baños y las aguas no son sino un pretesto para mudar de método de vida, que por bueno que sea el que comunmente se sigue siempre es monótono, está á la vista si se atiende á que los forasteros se vienen á Barcelona á tomar baños, mientras los barceloneses se van á tomar baños y aguas á Caldas, á Caldetas, á la Puda, á San Hilario, á la Espluga y á Argentona; esto se entiende siempre mientras lo permita el tirano del mundo, las actuales circunstancias. Empieza la primera temporada despues de la octava del Corpus, y la segunda en los últimos dias de la canícula. De los baños correspondientes á aquella rezamos cuanto era debido en los artículos de la octava del Corpus; y estando para salir la canícula, de derecho les corresponde este lugar á los pertenecientes á esta.
A las actuales circunstancias es debido el que á los muchos establecimientos de aguas y baños del pais se bajan preferido los ultra-pirenaicos; y cuenta que si con respecto á esta preferencia decimos actuales circunstancias, lo mismo pueden ser de ayer que de hoy que de mañana, porque el epíteto está tan íntimamente unido al sustantivo, que sin él perdería este toda su sustancia. Ya es costumbre por no decir que está de moda, en la temporada de verano el pasar á tomar los baños á Vernet en Conflent en el otro lado del Pirineo, lo que tiene el doble mérito de estar en pais estrangero. Ya es muy vulgar el ir á tomar baños y aguas á los establecimientos del país. Ya se ve, estan maldispuestos, tan mal servidos… en una palabra, el buen tono no lo permite porque este otro tirano obliga á cargar con todo el ajuar doméstico que tiene relacion con el vestuario, llevar cofres y mas cofres llenos de esencias y pomadas, y sombrenlos de negligé y de sacíeté y de soirée, (perdona lector que hablamos de Francia). Esto sin contar la exigencia de las actuales circunstancias, de tener que hacer el viage por mar, exigencia cuyos lances, Dios mediante, no se nos han de quedar en el tintero, haciendo mencion de ellos á continuacion del presente artículo.
Pero por mas que el buen tono pretenda introducirse en los establecimientos á donde llama á sus esclavos, las circunstancias le obligan lo mismo en Francia que aqui á ser menos exigente que en las poblaciones donde se tiene la residencia; y por esta razon muchos puntos de contacto tiene la sociedad bañista de Vernet con la de los establecimientos de nuestro pais.
Las relaciones que se contraen en todos los establecimientos de aguas y de baños son poco duraderas como de aguado origen. Llega uno al establecimiento, y es amigo de todo el mundo, y todo el mundo se hace su amigo; hasta cuidados mutuos se prodigan los concurrentes ni mas ni menos que si hubiesen empezado juntos el a. b. c. La franqueza, la liberalidad, los goces honestos, todas las virtudes sociales parece que reinan en los establecimientos de aguas y baños. Hoy se prepara una merienda, mañana se hace una romería, pasado mañana se da un baile, sin que ninguna etiqueta del buen tono se cruce para interrumpir el curso armónico de la acuátil sociedad. Hasta las mugeres viven juntas y son amigas. Llega el día de la partida: — en tal calle n.º tantos tienen Vds. una casa á su disposicion. — Vengan Vds. á vernos. — Llegan á la ciudad: se obsequian mutuamente con una visita, ya no hecha á una hora de franqueza, sino ala que el buen tono prefija. Verdad es que parece quieren reproducir la libertad de la temporada de los baños, pero no lo consiguen, porque en esto tambien ejercen su poderosa tiranía las actuales circunstancias.
Suponte, lector querido, ó queridísima lectora, que las actuales circunstancias te obligan á ir á Francia á tomar baños ó á beber aguas, y que otras circunstancias actuales tambien, como por ejemplo, realistas, carlistas, trabucaires, matinés, ó lo que sean, te aconsejan que hagas el viage por mar, á fin de no arriesgarte á dar con esos señores, de quienes cada uno cuenta mil cosas que te disgustan. Dando pues por sentadas y por simultáneas las actuales circunstancias de las dos clases, te encuentras en el caso preciso de ir á tomar baños ó á beber aguas á Francia, y de hacer el viage por mar, viage que yo tengo por cosa averiguada que lo harás en buque de vapor, pues eso de barcos de vela es muy ramplon, prosaico y anticuado.
Quisiera yo saber si hay alguno de mis amados lectores, sean varones ó hembras, que no haya viajado nunca en buque de vapor. Si lo hubiese, puede hacerse cargo de que no ha probado cosa de gusto. Por supuesto que dejo á un lado eso de levantarse dos horas antes de lo regular, y doy al viagero por levantado y vestido y encaminado hácia el muelle nuevo, que no es poco darle todo esto por hecho. Atraviesa un angosto puente sorteando los cuerpos de curiosos que entran y salen, del faquin que viene con el baul ó la maleta que debieron embarcarse la tarde antes, y concedo que sano y salvo
llega al fin de la tabla y pisa la cubierta del buque. Allí todo es confusion, voces, algarabía y falta de inteligencia, de suerte que mas que otra cosa parece un fac-simile de sesion parlamentaria. El capitan pide pasaportes, y entre la multitud tiene que ir pescando á los viageros con tales dificultades, que no parece sino que busca un hombre de bien. Suena una campana, y se manda salir á todos los que no emprenden viage; pero ellos continúan hablando y entrando cofres y mas cofres, y vienen y van personas. A todo esto, los que llegaron primero toman posesion de los bancos, cogiendo para el caso de marearse, ese instrumento recolector igual á una sarten sin mango, cubierto con una tapadera cóncava en medio de la cual hay un agujero redondo por donde se va destilando lo que arrojan los ciudadanos mareados. Continúa el ruido y el no entenderse ni poder dar un paso, hasta que el segundo toque de campana obliga á despejar á los bienaventurados que se quedan en tierra. Aqui entran los abrazos y los besos y los lloros y los mocos y los encargos de saludos y los adioses y los ahures y—cuida el chico,—y no dejes de escribir,—vuelve luego que puedas—y las recomendaciones al capitan del buque, y otras mil zarandajas, cuya esposicion seria nunca acabar. Marchan aprisita, retiembla el movedizo puente, y salidos en fin todos los profanos, quedan en el buque los que pagaron para que los mezcan segun sea la mar y el viento. En fin se suelta el último cabo, las palas comienzan á azotar el agua, y el buque se separa de la tierra. Alzanse pañuelos, y otros pañuelos responden, y quiere Dios que al cabo se den todos por despedidos. Ya se marcha.Ola! las ruedas se paran; nos detenemos. ¿Qué será? Un viagero dormilon ó una viagera elegante que habiendo acudido á esta cita mas tarde de lo que suelen á otras, vienen en una lancha y se los aguarda. Llegan, traen equipage , sube este, suben ellos, el buque está parado, se pierde tiempo y por uno ó dos se incomoda á doscientos. Ya estan dentro, se alza la escala, se cierra la porta y al fin echamos á andar de veras. Comienza el viagero á pasear una ojeada por los rostros de sus conavegantes, y no ve mas que caras nuevas: este va á Francia, aquel pasa á Italia, uno viene de Málaga, otro de Alicante y otro apenas ni él mismo lo sabe. Casi todos los viageros estan tan frescos y tan alegres, salvo una corta minoría cuyos individuos dejan aqui alguna cosa que les interesa, ó van á punto en donde no les interesa cosa alguna. Todos estan en cubierta y hácia la popa contemplando como la tierra va nivelándose con el mar, y acaba por perderse de vista. Los jóvenes dirigen la visual á las muchachas, y aun se les arriman con aquella libertad que solo dan un día de campo y un viage. Todos los viageros estan animados; pocos temen marearse; sin embargo como siempre hay gentes que se previenen para lo que pudiere tronar, una que otra señorita saca un limon y lo muerde para abrirle un boquete, nó precisamente porque eso prive de marearse, sino para neutralizar el hedor del carbon de piedra de cuyo humo sale una buena parte por la base de la chimenea. — Se marea V.?— Nó señor, al menos no me he mareado otras veces. — Ha viajado V. en vapor? — Nó, sino en buque de vela. — Entonces no tenga V. cuidado, en barco de vapor se marea uno menos. — No lo crea V., este temblor marea mas que el movimiento regular de un barco de vela, y luego ese humo, ese humo —Es buen preservativo el limon? — Dicen que sí. —Ca! no lo crea V.: eso es lo mismo que la carabina de Ambrosio cargada de salvado.—Sin embargo en teniendo limones yo voy segura de que no he de marearme. —¿Ha comido V. alguna cosa?—Nó señor, estoy en ayunas; pero voy á tomar una taza de té, pues dicen que eso dispone bien el estómago. — Para marearse, interrumpe un militar de los que comieron el rancho que los franceses tenian preparado para ellos en Bailen. — Perdone V., tomando té no tenga V. cuidado. —V. hará lo que guste; mas si toma V. té , dése V. por mareado. Otra cosa seria si tomase V. una taza de caldo.—Amigo mio, dice un jóven á quien no le hace gracia que el militar le intercepte el paso hasta la linda viagera , yo tengo en esto mucha esperiencia, y le aseguro á V. que el mejor preservativo es un buen almuerzo. — Eso no prueba á todos, observa un empleado que va á Francia á gastar sus ahorros y los agenos, lo mas seguro es tenderse en la cama antes que se sienta uno mareado, estarse quieto, taparse bien la cabeza y no haya miedo. — Se siente V. mala ? — Nó señor; pero á la verdad me incomoda el humo, y aun mas que el humo esos jóvenes que meten tanto ruido. —Qué quiere V.! como que no se marean. — Oh! eso es muy bueno ; yo me distraigo , canto , no paro un momento, porque en logrando uno estar siempre distraido, se está tan seguro á bordo como en casa. — Esa señorita se ha dormido!—Nó señor , estoy muy dispierta , pero sé que en arrebujándose una en un rincon sin menear pie ni mano y con los ojos cerrados está salvada.— V. no se marea?—Nó señora, yo soy de bronce, hijo de puerto de mar, he viajado mucho y de todos los modos como puede viajarse, y siempre tieso. — No tiene V. poca suerte.
Y de este modo se continúan las conversaciones, y la broma y la franqueza, y todo el mundo se alimenta de esperanzas, salvo algunos que van á alimentarse con el pescado frito ó el viftech de la cocina del vapor, dentro de la cual nada está tan asado como la carne del fondista. ¿No te parece, querido lector, ó amada lectora, que es muy salado eso de viajar en vapor? ¡Ah! sábete que los viages en vapor son como los ministerios; todos prometen mucho y suelen acabar por ensuciarla. En lo mas animado de la bulla una señorita sentada en el banco verde y en la esquina inmediata á la escalera de estribor, palidece de repente, se pone la mano en la boca del estómago, le dan trasudores, y escondiendo la pupila bajo el párpado superior, saca el pañuelo y anda buscando con los pies esa sarten vomitoria de que nó en vano sehabia provisto. —¿Qué tiene V., señorita? — ¡Ah! me muero, me muero. — Se arrodilla, baja la cabeza, y allá va la cena de la noche anterior. Es la señorita del limon. Se acabó la jarana, no se oye una palabra, la mitad de los viageros han desaparecido, y los demás se van tendiendo por el suelo, porque en los vapores muchos viageros no tienen mas recurso que estarse en pie ó revolcarse por la cubierta. Vuelve uno la vista y echa de menos á los que cinco minutos antes daban y recibian conversacion. Pero señor, ¿qué se ha hecho esa gente? Todos los que tenían litera se han metido en ella nó por otra cosa sino porque estaban mareados. A la derecha yace moribundo el amigo de los vapores; el aficionado á los barcos de vela le hace duo en el sacar los hígados, y el de la taza de té la ha soltado y tras ella todo lo que comió en media semana. Mira, lector mio, qué grupo tan hermoso! El militar de Bailen pertrechado con el seguro específico de una taza de caldo, sostiene la frente de su anciana esposa que está perdida, y tiene que desocupar pronto para dejar la sarten al buen marido, que comparte sus bascas y sudor frio, pero que á fuer de militar antiguo, en medio de ese trabajo ciñe la espada y lleva puesto el sombrero de á tres picos cubierto de hule y con la borlita en las dos puntas. Hácia el lado del timon está una mareada hermana de un marcadísimo hermano que se sentía muy valiente; pero que al fin á impulsos de la simpatía ha dado á la mar lo que comió no hace todavía media hora. Una niña de seis años completa el terceto, y toda la familia queda purgada hasta la época de los panellets. ¿Te acuerdas, lectora querida, del jóven que aconsejaba un buen almuerzo? Pues ahí está hecho una miseria. Es verdad que ha almorzado; pero tambien ha desalmorzado, y ahora no teniendo que sacar, aprieta los dientes por temor de sacar el alma. El empleado tomó la eficaz medicina de meterse encama; pero la ha puesto como de perlas, y aburrido de verse solo y abandonado dentro de la artesa, se ha subido á cubierta para que lo dé el aire, que es escelente remedio para el que no se marea. Aquella cuadrilla de jóvenes que sin consideracion á nadie metían tanta bulla y divertían á todos los pasageros, callan, por fin aunque nunca han tenido la boca tan abierta como ahora. El que abogaba por la distraccion, ahí está sudando la gota gorda: la niña callada, quieta y delos ojos cerrados quiere y pide al cielo que la saque de tal estrechez; y el hijo de puerto de mar, ese grande viagero y hombre de bronce, dió consigo patas arriba, y sus ayes y suspiros completan el coro. ¿Y qué haces tú, lector mio, si aciertas á encontrarte en la comitiva? Quiera Dios que no imites á ninguno de tus compañeros, y que logres poner el pie en la famosa Portvendres llevando á Francia todo lo que de España llevaste encerrado en tu estómago; mas nó por esto te enorgullezcas, porque ya sabes el refran de que á cada puerco le llega su san Martin, y si á la ida te has salvado, no creas que esto sea una garantía para la vuelta.