Etiqueta: asesinato

  • Nuestra Señora de Montserrat frustra a una banda de asesinos delante del Portal Nuevo

    De uno que sue herido de muchos y mortales golpes, y sano milagrosamente. Milagro 122.

    Vino a veynte y ocho de Octubre del [1513], uno que se llamava Iuan Artes de la parrochia de sant Andres de Palomar cerca de Barcelona, haviendo nueve años que estava en treguas con Iayme Artes de la mesma parrochia su enemigo, le salieron por causa deste, siete hombres con seys ballestas armadas, y una lança y sus espadas para le matar al portal nuevo de Barcelona que va ala buelta del dicho lugar de sant Andres: los quales se llaman el uno el Capmany dela parroquia de Sarria, y el otro Rierot y el otro Bartholome Blanco que era de la buelta de Montseny, los otros no conocio porque era muy de mañana: los quales que riendole matar los quatro despararon las ballestas, y todos le hirieron y los dos dellos con dos virotes herrados, el uno en la espalda yzquierda, y el otro debaxo de la tetilla, y los otros dos cada uno con la suya, y la una le dio por el vientre, y le passo de parte a parte sin quedar en el, el otro le cosio un braço junto con el cuerpo, y le entro toda la saeta dentro del cuerpo: por la qual el dicho Iuan Artes cayo en tierra, y allí los enemigos saltaron luego sobre el multiplicando sobre el heridas de espadas, de manera que en la cabeça le dieron tres cuchilladas, y en el cuello una, y en las espaldas dos, y en los muslos dos, y en las piernas tres, y una en el un pie, y otras por los braços, y en cada mano una cuchillada, que fueron en numero las cuchilladas veynte y dos: el qual viendose en tan gran necessidad y peligro, acordandose de nuestra Señora de Montserrate, viendo el poco remedio que por otra parte podia haver, començo de reclamarla con gran devocion, con la gran congoxa que tenia de verse tan cruel y mortalmente herido, suplicandola quisiesse por su misericordia darle ayuda, y librarle de aquellos sus enemigos, la qual no menospreciando sus ruegos le puso tanto esfuerzo en su anima, y tanta flaqueza en los enemigos, que assi desjarretado como estava, y con las muchas heridas que tenia, y infinita sangre que avia perdido, les hecho a huyr, y sin que le pudiessen alcançar se les metio en Barcelona y assi herido como estava acuchillo ciertos de sus enemigos: y por meritos dela gloriosa virgen Maria de Montserrate, fue curado en Barcelona en breve tiempo, y tornado a la primera salud, como sino huviera tenido mal alguno: delo qual hizo infinitas gracias a nuestra Señora y por mas regraciarla vino a esta sancta casa a onze de Setiembre.M.D.X III. con la procession de sant Andrés que acostunbra de venir cada año por aquel tiempo, y truxo una tabla do estava figurado el caso como avia sido y los golpes, y heridas que le havian dado, y las dos saetas que le havian passado de parte a parte: y prometio entonces de servir en esta sancta casa a la madre de Dios un año en reconocimiento del tanto bien que le havia hecho, en presencia del muy reverendo padre fray pedro de Burgos abad desta sancta casa de Montserrate, y de muchos reverendos padres del sancto convento, y del señor canonigo Crepança de Lérida, y de mossen Rius, y de Anton Comalada, y de muchos otros que presentes cítavan, aqui en el mostro todos los golpes y heridas arriba contenidas.

  • Un alboroto mallorquín impide la celebración del Día de Todos los Santos en Santa María del Mar

    Los mallorquines también el día de Todos Santos por la mañana, año de 1622, en la calle de los Escudilleros, empezaron á mover un ruido con los paisanos, unos gritando viva la tierra, otros viva Mallorca y bien que se sosegó allí; pero después á la tarde bolvióse á mober la brega, y espada en mano se entraron á cuchilladas en Santa María del Mar, de calidad que hubieron de dejar los oficios de difuntos que se cantavan: desviados de allí, se fueron los mallorquines á la Merced y entraron en la iglesia con las mismas voces, y á cuchilladas mataron un platero; llegó la noticia al Virrey, que mandando salir dos jueces de corte por la ciudad, con parte de su guardia, se hicieron los mallorquines á la marina, escondiéndose entre barcos y barracas; pero prendiéronse muchos, bien que después de muchos días de cárcel salieron bien, porque los padrinava el conde de Sevalla (Zavellá) que interponiéndose con el de Alcalá, virrey, les consiguió la libertad.

  • Corpus de Sangre: el plebeyo y los vallesanos matan a ricos, notables, forasteros, y sus criados; queman y saquean; el Virrey muere de un infarto (es gordito) o defendido hasta el último por en esclavo africano

    Viendo nuestro Virrey el lebantamiento del país, el sumo desconcierto de las cosas, lo poco que le temían, y que todo amenazava ruina, estaba temerosísimo de su última desdicha: aumentava sus temores el ver que con la disposición de la cosecha concurrían ya los segadores, gente sin respecto, atención ni orden, y más en ocasión, que con las operaciones de la milicia, estavan los ánimos tan yrritados; y para evitar el ingreso en Barcelona pidió á los conselleres, que señalando puestos á los segadores fuera de la ciudad, en donde se les diesen mantenimientos, se les negase la entrada. Pero era ardua la empresa, porque el pueblo no lo lleba bien, y que temía que si convenidos los segadores se ausentaran, quedava la cosecha en los campos, y así no les pareció combeniente; como también que quando las milicias empezaron á desmandarse, los diputados y conselleres le suplicaron atajase aquellos daños, que de no hacerlo, sucederían yrreparables ruinas, á que no atendió: de donde resultó unibersal desazón en todos, y á caminar los negocios de mui mala calidad.

    Llegó el día del Corpus (tan lamentable para España), que era á 7 de Junio de 1640 ([nota omitida]). Havían concurrido muchísimos segadores y todos armados, y con más desbergüenza que otros años. Ese día, á cosa de las nuebe de la mañana, un criado del alguacil Monrrodón, topando un segador cerca de S(ant)a María de la Mar, quiso reconocerlo, resistióse el segador, y travándose de palabras, el criado dio de puñaladas al segador (bien que no murió). Luego llegó la nueba al congreso de los segadores en la Rambla, que llegaban á cerca de quinientos, y oiendo que les havían muerto un compañero, rebentó la mina, y apellidando Visca la terra y muiran los traidors…, de carrera abierta se encaminaron á casa el de S(anta) Coloma, virrey, para pegar fuego á la casa, y tomando de un orno vecino quanta leña encontraron, disponían pegar fuego, tomando todas las calles para que no se les opusiese nadie. A las boces y noticias del intento, salieron los religiosos de San Francisco con un Santo Christo grande, y poniéndolo sobre la leña, y ellos de rodillas, con ruegos aplacando los segadores, apartándoles, y quitando la imagen unos, y otros poniéndola, estubieron gran rato; y viendo los religiosos que nada bastava, sacaron la reserva de la iglesia, que á la sazón estava patente para el Oficio, y poniéndola sobre una mesa á la puerta de casa del Virrey, proseguían sus ruegos.

    La casa estava toda cerrada; en el intermedio los diputados y conselleres, en forma de comunes, con los obispos de Barcelona, Vique y Urgel, que se hallavan aquí, acudieron al puesto, y con ruegos y persuasiones procuravan sosegar el tumulto y despeño de los segadores, representándoles era perderse todos y perder á Cathaluña con esta acción. Pero nada bastava, porque la pasión los llebava ciegos y sin juicio, y más, viendo que en la gente plevea no aliaban contradicción, antes bien se les leía en los rostros natural complacencia.

    Estando en estas amonestaciones, quiso la desgracia que en la muralla mataron un segador de desgracia, porque yendo ellos con ellos tan furiosos y desatinados, se les disparó una arma y con el tiro mató á uno de ellos.

    Al mismo frangente del tiro abrieron una ventana del palacio, y como el odio nunca pone los ojos sino en su opuesto, parecióles havían tirado del palacio; y con esta suposición, creció en ellos el coraje y la rrabia, indignándose de nuevo y voceando cremaulos…; crecieron también los rruegos y amonestaciones de los padres de república y prelados, y, por último, con sumo travajo y grandes caricias redujeron á los segadores á que seguieran los conselleres y diputados, y sacándolos hacia la Rambla los llevaron consigo, quedando los prelados con la reserva á la puerta del palacio; pero á cada ruido que se oía se aterraban todos, y como veían los segadores que sucediendo esto al trasladar el Sacramento, desde la puerta del Virrey hasta la iglesia, estubo oras en el poco trecho que ay: la Ciudad mandó poner tres compañías de guardia al palacio del Virrey.

    Prosiguiendo el camino de los segadores, que con arta dificultad los llebavan hasta la Rambla, y procurándoles allí hacer varias pláticas para apaciguarlos; viéndolos algo más benignos, y atendiendo al remedio de tanto daño como amenazava, se ausentaron los conselleres y diputados para subenir á donde más importava.

    Confabulándose los segadores y bolviendo á su desenfreno, se les ofreció á la vista la casa del Doctor Balart (Gabriel Berart), juez de la Real Audiencia, y que en las levas del Principado, quando lo de Salsas, havía hecho muchas extorsiones, ganando para sí muchos enemigos y más doblones y menos soldados para el Rey. Tocóle á éste la vereda de(l) Vallés…, de donde eran los más de los segadores, y acordándose de su daño, embestieron la casa, que la tenía á la esquina de la calle del Carmen, y no queriéndola quemar porque las de los lados no pereciesen, sacaron á la Rambla quanto en ella hallaron, y formando una grande oguera, le quemaron quanto tenía, sin perdonar otro que los quadros é imágenes de santos, que balían muchos millares entre escritorios, sillas, arcas, camas, ropa, librería, colgaduras, tapicerías, procesos y hasta sacos de moneda, sin que nadie tocase á nada; antes, mientras duró la oguera, estubieron algunos de guardia para que nadie se aprovechase.

    Acabado de quemar esto, se fueron á casa D. Grao Guardiola, maestro del racional (El maestre racional de Cataluña era el contador general de la casa y Corte de los Reyes y de las Rentas dominicales y fiscales; se instituyó para oir, ver y recibir las cuentas de los bayles, generales, procuradores reales, vegueres, recetores, no sólo en Cataluña, sino de Mallorca, Rosellón y Cerdeña…), que estava cerca la puerta del Ángel, y con ocasión del vagaje para Salsas, havía hecho también iniquidades con los pobres paisanos, no pagando á muchos, y otros haciéndoles reventar y perder el ganado, de donde ganando injustamente mucho dinero, havía comprado ynumerables enemigos, y no pocos de ellos se hallaban en hávitos de segadores, y así llegando á la casa, sacaron quanto en ella havía, hasta puertas y ventanas; y haciendo sigunda oguera en la plaza de Santa Ana, quemaron quanto havía, que era de inmensa riqueza, porque escritorios y bufetillos, guarnecidos de plata y hasta braseros de plata, todo lo hechaban al fuego, sin dejar la menor cosa del mundo. Traxeron el Santísimo de la iglesia del Pino, pero ni esto bastava, antes bien decían que ellos bolvían por la fee, pues quemando las iglesias y sacramentos los castellanos, y pudiéndolo remediar no lo hacían, que era razón lo pagasen.

    Bolviendo por la Rambla, toparon con la cochería del Duque de Fernandina (D. García de Toledo, marqués de Villafranca, duque de Fernándina y general de las galeras.), nada bien visto, y echando las puertas en tierra, que estava en la esquina del Buen Suceso, tomaron los coches y llevándoles á la oguera de los trastos de Balart (Berart), que todavía quemava, los convirtieron en ceniza, que entre coches, literas, galeras y carrocillas balían millares de ducados. Sólo una carrocilla dijeron le havía costado pocos meses antes dos mil escudos.

    Quemados los coches, se fueron á quemar la casa del Duque, que estava tras el combento de los Angeles, y hallando cinco ó seis criados que la guardavan, y que quisieron hacer armas, como allí no havía peligro de otras cosas, luego pegaron fuego; y viéndose los criados que havían de morir á las llamas, quiriendo escapar con la vida, treparon una pared que da al combento y pasáronse á él, pero reconocido por los segadores, entrando en la clausura, les dieron muerte. Aquí ya concurría gente de la ciudad, por el antiguo odio que tenían al Duque. También mataron aquí un sacerdote, por desgracia, que entrando en las monjas á ministrar el sacramento de la penitencia á los criados, deseando ver adonde havía de acudir, acertóse abrir una ventana del huerto, á la que, como á las demás, porque ningún criado escapase, atendían los segadores, que viéndola abrir, dispararon, y diéronle en la caveza dos valas, de las quales murió luego sin decir Jesús, y asimismo los demás criados: la casa toda se quemó.

    Volviendo al Virrey que confuso y decaído de ánimo en tal disturvio y ocurrencia de cosas, no dándose por siguro en su casa con las guardias de la Ciudad, se pasó al baluarte de S(an)ta Eulalia entre una y dos de la tarde, en compañía de su hijo y algunos cavalleros cathalanes: ni allí sosegó su corazón (como el que ansioso de su mayor siguridad, la busca á veces en su mayor ruina), bien que tenía una compañía de guardia en el mismo baluarte, pero no faltó quien, mal advertido le persuadió, que no era crédito de su persona ni de la del Rey que haviendo presidios reales, se guareciese á los que tenía la Ciudad, y así se pasó á la Ataraçana, en donde havía mucha milicia y algunos cinquenta cavallos, que cerrando los restrillos y tomando todas las armas, se procurava asigurar allí su persona; persuadíanle los obispos se embarcase en una galera de Génova, que havían hecho venir delante la Taraçana, pero no quiso ejecutarlo, que quando Dios quiere que se cumplan sus decretos cierra los ojos al entendimiento, para que no veamos lo que nos está bien, y á él le sucedió así, pareciéndole estaba en la mayor siguridad.

    Noticiosos los conselleres de lo que se hiua obrando, y recelando del mal rostro de las cosas lamentables sucesos, repetían pregones, pena de la vida, que las cofradías y oficios acudiesen á casa de la Ciudad armados, para repartirlos en sus puestos y poner custodia á donde combendría; pero como á la plebe (siempre amiga de novedades y reboluciones) le complacía lo que los segadores obravan, y aun deseaban hiciesen más, ninguno obedecía, á cuia vista los conselleres, con sus gramallas, se resolvieron á salir en busca de los segadores, y llegando á casa de D. Grao Guardiola, sólo toparon el estrago en la oguera y la noticia de que el tumulto estava en casa el de Fernandina. Encamináronse allá, llegando á la sazón de estarse tirando los de adentro con los de afuera, como dije arriba: quiso el hado que con la premura y congoja que hivan los conselleres por medio del tumulto, tropezase uno con la gramalla y caiese (Fué el conceller tercero José Massana), sin que la opresión de los circunstantes le permitiese lebantar con la brevedad que era menester; viéronle caer en ocasión que todo era tirar, y sin más averiguación empezaron á gritar que los castellanos havían muerto un conseller; corrió esta voz por Barcelona, aún más repentina que el suceso, y tan creída de todos, que al instante se sublevó la plebe de Barcelona, apellidando Traición, que nos han muerto un Conseller. ¡Dios sea conmigo, y qué error y desorden al oir esta nueba! Pues quitándose el velo la modestia barcelonesa, que hasta entonces havía conservado, corrió con el mismo desenfreno que los segadores á la total ruina de los castellanos; y al desquite del odio que contra ellos se havía concevido, nadie desee verse, ni culpe mi corto encarecimiento, en día como este que parecía su infierno esta ciudad.

    Encamináronse luego á la Ataracana, y hallándola cerrada, empezaron á vocear: Aquí están los traidores; quemémoslos, y viva la patria. Havíale ya llegado al conde de Santa Coloma la fingida muerte del conseller, bien que de los más ó de todos creída, y apenas se la difieren pronunció estas razones: ¿Un conseller ha muerto? yo soy muerto. ¡Quién duda que los impulsos de su vecina muerte y las congojas le tendrían ya comprendido, y que ocurrióndole ser causa de todas estas desdichas, ó por omisión suia, ó descuido afectado, le serían otros tantos torcedores y berdugos de su conciencia y lastimado corazón!

    Estando en estas apreturas, oieron el tumulto á las puertas, el grito de mueran, y la noticia de haver pegado fuego á las puertas, mientras travajavan los del tumulto en abrir, porque con mucha madera estavan las puertas y rastrillos cerradas. Quiso el Virrey embarcarse, pero ya no hubo lugar, porque al tiempo de acudir á la Ataracana la gente de Barcelona, se suvió muchísima al baluarte de Santa Eulalia y Torre de las Pulgas, de donde á mosquetazos y tiros de artillería, sin orden alguno, hicieron apartar la galera y se hicieron dueños de la salida por mar. Visto esto, y que la gente estava ya mui cerca de entrar, se dispidió el Virrey de los obispos y cavalleros, que casi todos los de Barcelona estavan con él, y diciéndoles, sálvese quien pueda, con algunos que le siguieron se entró en el baluarte del Rey, y por unas ruinas de la muralla bajó á tierra hacia la parte de San Bertrán, encaminándose por la orilla del agua entre la montaña y el mar. Otros hacia Santa Madrona; otros hacia Monjuique; algunos bolvióndose á la ciudad y los obispos escalándose por la pared de la huerta que da hacia Santa Mónica, se dividieron.

    Entró la furia del tumulto, y reconociendo el puesto por donde havían huído, dieron tras ellos á la desilada, cada uno por donde le parecía, matando á quantos castellanos y extranjeros encontravan, y los obispos, á no hallarse el de Barcelona entreellos, no sé qué huviera sido.

    El Virrey, juzgando más segura la derrota que llebava, prosiguió con ella, desamparado ya de la nobleza cathalana, y con boyado de pocos de los suios, porque cada uno miraya á salvarse, pero nada le aprovechó, ni yo podré decir de sus pasos; sí sólo el estado en que le hallaron difunto y el puesto, que era baxo San Bertrán, los pies casi dentro el agua, desabrochado de pechos, quitada la golilla, con cinco ó seis puñaladas entre el estómago y barriga, pero sin gota de sangre, y un golpecito, cosa muy poca, en la frente. En este mísero estado se vio muerto el que pocos meses antes se havía visto capitanear quarenta mil hombres, y pocas horas antes governar una provincia. ¡Ha infelicidades desta vida, á qué términos traéis los hombres! ¡O culpas nuestras, á qué nos conducís y á quán desastrado é infelice fin nos lleváis!

    Antes de topar con el cadáver del Virrey, encontraron con cinco ó seis de cavalleros forasteros, todos disfigurados, y el más vecino al Virrey era un cavallero anciano, de gran bondad, que havía muchos años residía en Barcelona, llamado F. Ernández, que tenía un oficio en la Ataracana.

    A las once de la noche truxeron á la Merced en una escala al Virrey, que de otro modo no pudieron sacarlo de donde estava, y sigún el desprecio con que lo conducían, parecía ser un vandolero. Pusiéronlo en la capilla de la Soledad, y causava sumo dolor su gran fatalidad y suma compasión el verlo; pero si havía sido causa de tan lamentables ruinas, no es mucho que Dios permitiera en el lo que acabamos de ver ([omitidas cartas sobre la impresión que produjo en la corte la noticia de su muerte]).

    Jamás se aberiguó el homicida por dilig(encia)s que se hicieron, porque la Ciudad, con público vando al otro día, ofrecía quatro mil libras y una vida, no siendo la del mismo actor, á quien lo descubriera: á vista de no descubrirse el actor, se hicieron barios discursos: quién decía que las puñaladas havían sido después de muerto, viendo no saltó gota de sangre; quién que algún soldado ó cavallero de su familia, airados de lo que por él padecían, le dio muerte, y quién que murió reventado, él mismo, porque siendo tan grueso, correr por el arenal y saltar aquellas peñas para huir, es de creer que, junto con las ansias y fatiga, le acavó sin otra ayuda, y á esto, con alguna cabida, atribuieron el golpe de la frente. Ello no se supo, sino que se halló muerto: así discurra cada uno como quiera, y rueguen á Dios le haia perdonado sus culpas.

    Mientras esto pasava por la Ataracana, la gente y segadores huía por Barcelona con tal furia, gritería y ruido, que parecía acavara el mundo, ó que era teatro del Juicio universal esta ciudad. Repartieron los Conselleres las compañías que havían acudido en los puestos que pareció más necesarios; procuraron asigurar las casas de los Comunes, tomando las bocas calles, las murallas, torres y baluartes, y algunas plazas.

    Entre la puerta de San Seber(o) y de los Telleros ([Tallers]), mataron de un mosquetazo un criado del de Fernandina, que havía escapado de la casa. En el monasterio de las Mínimas havía entrado gran parte del tumulto, pensando abría allí mucha cosa del de Fernandina, por ser mui del cariño de aquellas santas religiosas; pero no encontrando cosa alguna, al salirse ya, topando un montón de colchones, quiso uno probar con una daga si havía algo, y viendo se movía, desacióndoles, toparon al D(octor) Belart (Berart), que dándole mucbas puñaladas le hubieran muerto del todo, á no ser las religiosas, que rogándoles lo dejaran confesar; lo hicieron, y sólo vivió algunas oras. El sujeto era Ec(lesiástic)o, aunque ministro.

    Aquella misma tarde del día de Corpus, que no obstante las muertes y estragos que se han referido, no se havía aún saciado la sed de los tumultantes, una gran tropa de ellos se encaminó á casa del D(octor) Puig (Micer Rafael Puig), también de la Real Audiencia, que con sólo esto le apellidavan traidor. Vivía á la Bajada de los Leones, y entrándole la casa y sacando quanto en ella havía se lo quemaron, que causava lástima ver tanta riqueza como se malograva; quemáronle puertas y ventanas, sin dejar sino las paredes, y á no ser por las casas vecinas, también las huvieran puesto á tierra. Cerróse con esto la noche, si acaso se podía decir día el pasado, á vista de tan funestas operaciones.

    Toda aquella noche estubíeron las compañías por sus puestos, sin molestia alguna para nadie, sino guardando aquel distrito que se les havía encargado.

    Amaneció el día, viernes, y aunque divagavan las compañías por la ciudad, la sed y saña de los tumultantes estava tan encendida como en el principio, y prosiguiendo en su modo de obrar, aquel día quemaron quanto encontraron en casa del D.or Mir (Dr. Jaime Mir), que estava á la plazuela de San Yuste (Plaza de San Justo). Lo mismo en casa del D.or Viñas (Micer Felipe Vinyes), que estava á la Carnicería den Corts; y de [el aguacil] Monrrodon, que estava á la calle de Ancha; haciendo de los vienes de estos dos una oguera á la esquina de la Carnicería den Corts, en la calle Ancha; vien que estos tres, viendo lo que pasava el día antes, y recelándose de lo que le sucedió, retiraron lo mejor y quanto pudieron (…), bien que las alhaxas de maderaje, puertas y ventanas todo pereció.

    Pasaron de aquí á casa del D.or Masó (Micer José Massó) que estava á la calle de Basea; éste tubo fantasía de querer defender su casa á fuerza de armas; pero así como llegaron y vieron la resistencia, encolerizados más los del tumulto y acudiendo más gente, y con mucha arma, llegaron á poner fuego en las puertas y ventanas de los entresuelos, y viéndose ya casi perdidos los de adentro, procuraron ponerse en salvo por los texados y (a)zoteas, dejando el paso libre á los incendiarios, que entrando, convirtieron en ceniza quanto tenía en casa, que era mucho, rico y bueno; que fiado en el valor propio y de la gente que tenía en casa, nada havía sacado de ella.

    Era ya anochecer quando se obrava esta quema, y navegando ya mezclada mucha gente del lugar y de rapiña, fué tanto lo rrobado como lo quemado. Encontraron en casa de este ministro unas arcas llenas de unas medallas mui delgadas, lo ancho de un real de á ocho ([duro]), con unas efigies de la Virgen en ellas: eran de latón, y levantóse entre ellos la opinión de que aquellas medallas havían de servir de insignia á los afectos al Rey quando los castellanos entrarían, y quien no la trújese al sombrero ó pecho, era enemigo del Rey, y que no se quedase nadie á vida de los que no la traerían: esto sirvió para componçonar más los ánimos de los naturales.

    El día siguiente, sávado, se reconoció que crecía el tumulto y con maior desbergüenza, pues havióndose juntado con los segadores toda la canalla y ruindad de Barcelona, pasavan ya las cosas á continuado ladronicio, y á que cada uno obrava sigún su dañada intención, sin remedio ni freno alguno, inbentando ruido en donde se les antojava, para robar y hacer de las suias.

    Ese día, por la mañana, á cosa de las nueve, se encaminaron á casa de M(ice)r Ramona (El Dr. D. Luis Ramón), que estava enfrente casa el marqués de Aytona. Hallávase allí J. Ronis (Lorenzo Ronis, ciudadano honrado de Barcelona, que vivía en la calle del Hospital, frente á la capilla del Angel Custodio…), cuñado de Ramona, con unos mozos de armas mui de su aficción y confianza, y viendo tanta multitud de canalla, se encaminó á casa de la Ciudad, lamentándose en alta voz de que se tolerase tal maldad en Barcelona, como dejar apoderar de la ciudad aquella vil gente, y que ya no havía casa sigura, pues acavando de destruir las de los ministros, pasaría á ser lo mismo en las de los particulares, y que le diesen gente, que él daría remedio.

    Era éste Ronis, capitán de los tintureros, y encontrando á la sazón su sargento, con quatro ó cinco mosqueteros en Casa de la Ciudad (que siendo de guardia en la Puerta Nueva, havía ydo á tomar unas órdenes), le dijo lo siguiese con la gente que trahía, y encaminándose á casa Ramona, hallaron que el número de la gente era ma(i)or, y queriendo embestir, les dijeron: que si querían vivir se retirasen, que de no hacerlo les costaría la vida. Retiráronse, menos que Ronis y otro compañero: quisieron pasar á casa Ramona, y tirándose unos á otros, á Ronis sólo le chamuscaron la ropa, pero él mató un segador; y encendiéndose maior ravia entre los del tumulto á vista de la muerte del segador, causaron maior ruina y estrago en casa de Ramona, pues quemándole mucha riqueza, después de no dejarle nada, arruinaron gran parte del edificio de la casa. Ronis se retiró á su casa á prevenirse, pues havía de suceder con él lo mismo que con los demás.

    Irritados de nuevo los segadores con la muerte de su compañero, acavada la destroza de Ramona, se encaminaron á casa de Ronis, el qual, haviendo juntado hasta unos quarenta entre amigos y deudos, empezó á resistir con armas, y estando batallando cosa de dos horas para detener el ímpetu, mataron dos ó tres de ciudad de los que hivan con los segadores, y entre tanto sacaron por los texados lo mexor y más que pudieron, y descaeciendo de ánimo los defensores, y faltándoles municiones, tuvieron á vien de desamparar la casa y retirarse como pudieron.

    Embestieron los del tumulto, y entrándole la casa le quemaron quanto quisieron, robándole lo demás, que sin duda fué más lo que se llebaron que lo que consumió el fuego; halláronle un aposento lleno de cuerda, que era mercadería con que negociava Ronis, pero los del tumulto atribuieron el almagacén á alevosía, y prevención para quando llegarían los castellanos; y no es de admirar esta y otras inventivas, porque corrieron aquellos días tantas pataratas y embustes, que no es creíble, ni aquí es bien se haga mención, así por su muchedumbre como por su poco ó ningún fundamento.

    Cansados ya los del tumulto de quemas, omicidios y ruinas, tomaron otro rumbo, que fue embestir las cavallerizas en donde tenía la Ciudad los cavallos del Rey, de aquellos soldados que, perseguidos de los somatenes, se embarcaron; y asimismo las cavallerizas del de Fernandina y D.n Alvaro de Quiñones, tomando cada uno sigun quería y podía, que entre los del Rey y estos otros hacían hasta el número de trescientos cavallos.

    Viendo la Ciudad que esta acción amenazava maior estrago, mandó doblar las guardias en los puestos, y que por la puerta no entrase gente armada, y al mismo tiempo mandó que dos compañías numerosas, teniendo los cuerpos de guardia la una al llano de Lluy y la otra á las casas de la Ciudad, haciendo quatro mangas bien armadas, discurrieran divididas por la ciudad, no permitiendo fuese gente armada junta en número, para evitar los daños, insultos y maldades que se hacían. Pagaba la Ciudad quatro r(eales) todos los días á cada uno de los de estas compañías, y aun con doblar las guardias y hacer discurrir por ciudad las compañías armadas, no hera fácil sugetar lo rebelde é indómito de los tumultantes.

  • Asesinado el conceller en cap en el campanario de la catedral por querer impedir un asalto popular contra los sitiadores borbónicos; el papel de las mujeres aquel día

    En est dia, á lo que debian ser tocadas las 7 del matí, alguns fills de perdició e instigats del sperit maligne, continuant son depravat obrar, y procurant commourer lo poble, y abent trobat lo Excm. senyor Conceller VI en la riera de sant Juan, lo feren seguir en la present Casa fent que prengués lo Estandart ó Pendó de santa Eularia, y quel pujás á Monjuich, com en efecte, per evitar tots disturbis, dit senyor Conseller prengué dit Estandart, lo qual per dita gent alterada se li entregá, y habentse feta la mateixa acció en la Casa de la Diputació, feren seguir un Consistorial ab lo Estandart ó Pendó dit de sant Jordi, y los conduhiren á Monjuich, y arribats allí, quedantse dit Pendó de sant Jordi, se quedá al mitx del camí de las líneas de comunicació, y lo de santa Eularia fonch enarbolat y posat en la muralla de la fortaleza ahont estigué fins á la tarde, que com millor se pogué se escondí ab lo pretext de serse troncada la asta de aquell, y amagadament sen baixá dit senyor Conceller junt ab dit Estandart, tornant aquella en la present Casa, habent precehit que estant dit Estandart enarbolat en dita fortaleza, se doná per los naturals que anaben ab dit Estandart, se envestí á cos descubert al enemich, en la qual envestida foren moris y nafrats molts de una y altre part.

    E aprés de haber succehit axó, á lo que debian ser cerca de las 9 se ohí tocar á rebato en la Catedral y altres parts, lo que ohit per lo Excm. Consistorí, desitjant y procurant la major quietut, se resolgué lo fer cessar lo tocar ditas Campanas, se feren varias y diferents diligencias, y ohint que no obstant aquellas, la Campana de las horas y lo Thomas continuaban en tocar, lo Excm. senyor Conceller en Cap, associat de 4 Caballers y Ciutadans, sen aná de la present Casa á la Catedral, y puja en lo campanar, ahont se tocan las campanas, y al que fonch al cap de munt de la escala ó caragol, trobá alguns minyons que tocaban dit Thomas, y habentlos ne fet deixar, aparegueren alguns fills de perdició, qui instigats del esperit maligno, ab grans crits digueren que la Campana habia de tocar, y replicant dit senyor Conceller en Cap dient, no habia de tocar tant per ser orde de S. M. com per convenir á la quietut pública, no duptá un de dits fills de perdició poch tement á Deu, tirar y disparar un tir de pistola á dit Conceller en Cap, del qual restá ferit en lo bras dret passantli á la mamella, de la cual ferida en breu temps morí, cujus anima requiescat in pace. Amen. (Dietario de la ciudad).

  • Masacre liberal de los prisioneros carlistas sin resistencia por parte de las autoridades

    While the preparations for [the levy of fresh troops] were in progress, the liberals of Barcelona outdid even their former crimes by the perpetration of still more revolting horrors. The details of this insurrection show that it was not a sudden ebullition of popular frenzy, but the work of forethought and previous arrangement.

    On the 4th of January 1836, a crowd assembled in the main square, and, with loud imprecations and yells of revenge, demanded the lives of the Carlist prisoners confined in the citadel. Thither they immediately repaired, and, not meeting with the slightest resistance from the garrison, scaled the walls, lowered the drawbridge, and entered the fortress; their leaders holding in their hands lists of those whom they had predetermined to massacre. When the place was completely in their possession, the leaders of the mob began to read over their lists of proscription, and, with as much deliberation as if they had been butchers selecting sheep for the knife, had their miserable victims dragged forward, and shot one after another, in the order of their names. The brave Colonel O’Donnel was the first that perished. His body, and that of another prisoner, were dragged through the streets, with shouts of «Liberty!» The heads and hands were cut off, and the mutilated trunks, after having been exposed to every indignity, were cast upon a burning pile. The head of O’Donnel, after having been kicked about the streets as a foot-ball by wretches who mingled mirth with murder, was at last stuck up in front of a fountain ; and pieces of flesh were cut from his mangled and palpitating body, and eagerly devoured by the vilest and most depraved of women. From the citadel the mob proceeded to the hospital, where three of the inmates were butchered ; and from the hospital to the fort of Atanzares [Atarazanas/Drassanes], where fifteen Carlist peasants shared the same fate. In all, eighty-eight persons perished.

    This deliberate massacre of defenceless prisoners, and the worse than fiendish excesses committed on their remains, satisfied the rioters for the first day; but, on the next, they presumed to proclaim that fruitful parent of innumerable murders—the constitution of 1812. This was too much to be borne. Even then, however, two hours elapsed before a dissenting voice was heard; when a note arrived from Captain Hyde Parker, of the Rodney, who not long before, in obedience to the orders of a peaceful administration, had landed fifteen thousand muskets in the city. His offer to support the authorities against the friends of the obnoxious constitution was not without effect. The leaders of the political movement were allowed to embark on board the Rodney, and the tumult subsided, rather from being lulled than suppressed. No punishment whatever was inflicted on the murderers and cannibals of the first day ; their conduct, perhaps, was not considered to deserve any.

  • Un profesor de francés corta en pedazos a un joyero

    An Englishman had for some time resided in Barcelona, who taught English, and gave lessons to my children; he was associated with a Frenchman, who also instructed several families and these two lived together in a house with a Swiss jeweller; they had no servant, and none but these three occupied the mansion. The jeweller suddenly disappeared; he was nowhere to be found, and no trace remained of him, and there was no appeal to the police, as they never take any trouble in such cases. One morning the Englishman came to my house, and begged to see me. I found him hardly able to speak; and what he did say was so incoherent, I fancied he had either been drinking, or had lost his senses. He stated that what he had to impart was so dreadful, he could not bring himself to relate it. However, by degrees, he became more intelligible, and after a great many small details, I collected that in the room he occupied with the Frenchman there was a small closet, with an opening in it to admit light from the room near the ceiling. The night before, as he was sitting alone, he fancied he perceived a disagreeable smell in that part of the room he tried to open the door of the closet, but found it locked he then climbed upon a chair, and with a candle looked in at the little opening, and, to his horror, saw a corpse in fragments on the floor part of a leg in one place, an arm in another, and a large sledge-hammer lying by them he nearly dropped with horror and at that moment (it was just twelve o’clock) he heard the knock of the Frenchman at the door. As they were alone in the house, he had no resource but to appear as calm and easy as if he had seen nothing. When he let him in, he remarked that he was late that night, as he had to begin giving his lessons early the next morning, which was Monday the other answered, «Oh, it does not happen often, never mind» and they went to bed. Their two beds were so close that they were only separated by a little division at the head. The man said that the agony in which he passed the night was indescribable, as, in addition to the original horror of finding the dead body, he dreaded that the Frenchman would suspect his being aware of it, and murder him also and there was no escape from the house, nor means to call for help. In this dreadful state he remained till morning, when the Frenchman going out to give his lessons, the other rushed straight to my house to apprise me of what had happened. I was much puzzled what to do, as the police, I knew, would give very little assistance. However, after taking down his statement shortly in writing, I applied there. They said they could have nothing to do with it; and as the supposed criminal was French, I must go to the French consul. All they would do was to give me a little humped-backed man, to assist in catching the murderer. I went to the French consul and after conferring with him we proceeded together, with our humped-backed companion, to the house where the Englishman lived. We went up stairs, and found the Frenchman at his door. We told him there was a little matter to be settled with the police, on which he answered—»Ah oui! pour la contrebande, n’est-ce pas ?» (he had a good deal to do with the contrabandista concerns), and rushed to a table, pulled open a drawer, from whence we saw him extract a pair of pistols, which proved to be loaded; he, however, seemed to lose his head and be quite bewildered, saying, » Il s’agit de ces pistolets, n’est-ce pas ? ils sont Français, et de la contrebande.» He then put his hand farther into the drawer, and was dragging out a sword, when my colleague and I sprang upon and seized him. The hump-backed man then said it was not that we wanted, but that we must have him open the door of the closet; he turned deadly pale, and drawing himself up with a peculiar emphasis and theatrical air, exclaimed, » Très volontiers, monsieur.» He then instantly rushed to the open window, and from the balcony dashed himself to the ground; it was a fourth story, and he died in twelve hours after. He would make no confession but frequently repeated, in a sort of delirium, «Il est coupé en petits morceaux.» The investigation of the mutilated corpse, which proved to be that of the jeweller, was dreadful. Under the coat of the Frenchman was found, close to his side, a small hatchet and an enormous knife, with which he must have hacked and hewed the dead body, to carry portions of it from the house when he went out, as the only way in which he could dispose of it. It was supposed he had killed the man with the sledge-hammer which was found in the closet. None of the jeweller’s property was ever found or heard of.

  • La Audiencia Real, la Catedral, los jardines de la Ciudadela, los pavos, las murallas

    I went on shore with one of our party to M. Gauttier d’Arc’s house, which, as is usual in Spain, consists of one floor, and in this case is a very handsome suite of fine large rooms. Our host was soon ready to go out with us, and his taste and information making him a valuable guide, we were delighted to profit by his kindness. And first we reached the Audiencia Real, a very curious and beautifully decorated old building,—a mixture of Moorish and later Gothic,—where the states of Catalonia formerly assembled, and which is still used on occasions of the sovereign holding audiences. There is a beautifully carved archway, and a very handsome and picturesque staircase (with the cloisters up stairs enclosed with glass) leads to the first floor, with beautifully ornamented architecture, from whence a door opens to a small square garden with fountains, and enormous orange-trees covered with fruit. In a room beyond is kept an exceedingly curious piece of needlework, of the date of 1500, of St. George killing the dragon, exquisitely worked, —the figures with much expression; and a most elaborate landscape of trees, houses, castles, rivers, horses, fields, and figures.

    A curious missal may also be seen, if asked for, though they do not appear to take much care of it. It is on vellum, beautifully illuminated, and extremely well printed. It was executed at Lyons for the city of Barcelona, and is dated 29th April, 1521

    The Audiencia Real is well worth seeing by those who come to Barcelona, though it is not much spoken of.

    We next went to the cathedral; and wishing to walk over it more at leisure, we waited till mass was over, which to-day was numerously attended. The tribune of the former Counts of Barcelona remains on high, behind a grille; and midway up one side still exists a small but unattainable door, formerly leading to the chambers of the Inquisition, which joined the old cathedral.

    In a side-room under many locks is an iron door, which lifts up with a strong pulley, within which is kept a very fine gold reliquary, hung all over with jewels, the gifts of different sovereigns, and among them the collar of the Toison d’Or, which the emperor Charles the Fifth gave when he held a chapter in the cathedral, when he first came to Barcelona in 1529. The arms of Henry the Eighth of England, among those of other knights, are painted on the seats round the choir, the carving of which and of the pulpits is beautiful, as well as most of the details of the building. I had never before heard of the beauty of this cathedral; and though much smaller, yet from its mournful grandeur as a whole, and exquisite detail, it is, in my opinion, to be admired next to Seville. We next ascended one of the towers, and came to a small habitation half-way up, where Mr. Hawke was residing, for the sake of drawing the details of the interior. The roof of the cloisters makes a fine terrace, and the view from the higher roofs of the cathedral, extending over the town to the mountains of Monserrat, is very fine. We then descended, and crossed the Rambla to a street in which we saw what little remains of the house of the unfortunate avocat who was murdered by the mob, two or three months ago, for calling out «Viva la Reina» on the previous evening. He killed ten men before he was himself assassinated. The assailants got possession of his house by making an opening through a side wall. Next day they dragged his dead body before the windows of M. Gauttier d’Arc, and before those of the Queen Christina.

    On our way back to the ship we were joined by our consul, and several more of our friends, and walked round a public garden beyond the custom-house, laid out in parterres, fountains, and pieces of water, and called the General’s Garden. The citadel, which is on the north side of the mole, was built by Philip the Fifth, from the designs of Vauban, after he had reduced the Catalonians; and has six strong bastions, and covers a great extent of flat ground by the sea-side. Our friends accompanied us to the pier, where we took leave of them with gratitude for the kindness which, in spite of weather, had made our stay at Barcelona so pleasant. Had the season been less advanced, we should have liked to have complied with their proposal of escorting us to Monserrat, and some of the villages on the coast, which are said to be beautiful. We afterwards paid a parting visit to M. Rigault de Genouilly in the «Surprise,» to thank him for the assistance he had given us.

    In the evening, we returned to the General’s Garden, and by a long alameda to the walls. There was great excitement in this part of the town, created by immense flocks of turkeys, which were promenading about on some waste ground, each flock directed and occasionally thrashed by six or seven peasants (the number being proportioned to the size of the flock), who surrounded by crowds of people, were admonishing their charge with long canes. The streets and walks were quite full, the population of Barcelona being immense. To-morrow all would be let loose, as it is the «fair of turkeys,» every individual considering it a positive duty to have one of these birds for Christmas-day, an occasion on which it is said all Barcelona goes wild. The poor people, who have no means of roasting them at home, send them to the bakers; so that sometimes these latter have six or seven thousand turkeys to dress.

    We made the circuit of the walls, and found their strength very great. The fortifications which surround the town are admirably constructed; they are flanked on the eastern side by the low but formidable works of the citadel, and on the western by the towering ramparts of the fortress of Monjuich.

    We returned by the Rambla and the rampart over the sea, under one end of which is a prison; and on the esplanade above, the troops were assembled, and the band playing; crowds of people extended all the way down the mole. The great walk on the walls, reaching the whole length of the harbor, was, as well as the mole, constructed by the Marquis de la Mina, who died in 1768.

    Some troops were embarking on board the «Manzanares,» a fine Spanish twenty-gun brig for Port Mahon: these we were, however, destined to meet again sooner than any of us expected. In the evening we had a visit from M. Eigault de Genouilly, who came to give us advice and directions about our navigation through the straits of Bonifazio, by which we intended to proceed on our course to Civita Vecchia,

  • La Jamancia: falta carne, asesinatos, una huida

    (Miércoles)

    Hoy á las seis de la mañana la Ciudadela ha disparado cuatro metrallazos contra los centralistas de la linea del Borne que la habian estado molestando toda la madrugada con su tiroteo: unos y otros han cesado del todo, y en lo restante del dia no ha vuelto á oirse ningun otro tiro.

    A noche el capitan de la compañia suelta D. Juan Muns ha mandado fusilar á dos individuos de su compañia por haberles encontrado robando en un piso de detrás de las casas de Xifré.

    Tambien anoche asesinaron en la calle de la Leona á un Sereno llamado José Negre. Se dice que de los agresores, que son cuatro y que están ya presos, los dos habian estado á presidio, y los otros dos llevaban una vida muy relajada.

    Hoy ha escaseado mucho la carne por haber sido poca la que se introdujo ayer.

  • La Jamancia: poca fusilería, preparaciones consejo de guerra, ejecución

    (Viernes)

    Hoy ha habido tranquilidad en toda la mañana.

    A las cuatro y media de la tarde la Ciudadela ha disparado dos cañonazos con bala rasa contra el baluarte del medio dia. A las nueve en punto ha vuelto á disparar otro cañonazo. A las nueve en punto ha vuelto á disparar otro cañonazo.

    En la órden del gobierno de este dia se manda á los batallones 7.°, 8.°, artillería, zapadores, 1.° y 2.° nacional, que nombren un capitan cada uno para formar el consejo de guerra á los autores y cómplices del asesinato de José Negre. En la misma se señala la fuerza que debe asistir á la ejecución que debe hacerse mañana en la persona de Juan Grasot, individuo de la 1.ª compañia de salvaguardias, acusado de quererse pasar á los del gobierno. La Junta suprema ha publicado hoy los dos decretos que se trasladan en la nota (1).
    [
    (1)
    I
    Habiendo observado que algunos sujetos usan distintivo militar sin estár debidamente autorizados esta junta decreta:
    ART. ÚNICO. Se prohibe el uso de distintivo militar á todos los que no pertenezcan al ejército, Milicia nacional, ó cuerpos francos, bajo la pena de un mes de trabajo en obras de fortificacion. Barcelona 27 etc.—Siguen las firmas.
    II
    Para evitar que los enemigos do la libertad reciban socorros de esta plaza, la junta decreta:
    ARTICULO ÚNICO. Se prohibe la estraccion de dinero de este capital en mayor cantidad que la de 100 rs. bajo la pena de decomiso, sin perjuicio de tratarse á los contraventores como traidores á la patria si se probare que iba dirigido á los enemigos. Barcelona 27 etc.—Siguen las firmas.
    ]

  • Miércoles Santo, 1848

    Miércoles Santo.

    Nó por que Barcelona ofrezca hoy particularidad alguna dedicarémos cuatro palabras á este dia, sino porque tratándose de la semana santa en que la Iglesia celebrar los mas augustos misterios de nuestra religion, no tenemos por oficioso decir algo de sus ceremonias, siquiera con el fin de que los lectores del Añalejo sepan, si lo ignoran, la significacion de algunas de ellas. La mas notable de este dia es el canto de maitines y laudes, y las tinieblas (fasos) con que terminan, en los cuales fasos hay ha alguna cosa especial de Barcelona.

    Desde el domingo de Ramos por lo menos, trabajan los muchachos sonsacando cuartos á los padres, abuelos y tios á fin de comprar mazas y matracas con que armarse para aumentar el estruendo en la iglesia en las tardes del miércoles, jueves y viernes. Por la mañana en la misa mayor se canta la historia de la pasion del hijo de Dios segun la escribieron los evangelistas san Marcos, san Lucas y san Juan. A las 6 de la tarde con muy poca diferencia, se cantan los maitines y laudes, para los cuales en un alto candelero triangular unido á su pie por el centro de uno de los lados, se colocan y encienden 15 velas, siete por parte, y una en el vértice. Las catorce son amarillas y representan los doce apóstoles, María Magdalena y María Salomé, y la que está en le vértice es blanca y simboliza la madre del Redentor. Cántanse tres lamentaciones de Jeremías, tres Salmos de David, tres lecciones de la primera epístola de san Pablo á los corintios, otros cuatro salmos, el cántico de Moisés Cantemus Domingo gloriose etc. Otros tres salmos y el cántico de Zacarías Benedictus Dominus Deus Israel quia visitavit etc. Al terminar cada salmo se mata una vela, de suerte que despues del Benedictus queda únicamente la mas alta. Durante el mismo cántico, se van apagando las seis del altar, las lámparas y todas las demas luces que hay en la iglesia; al repetir la antífona traditor autem dedit eis signum, se quita del candelero la vela blanca llamada María sola, y se esconde debajo del altar en el lado de la epístola. Como en este dia recuerda la Iglesia la traicion de Judas, el apagarse todas las velas significa que despues de preso Jesus, los apóstoles y las dos Marías se ausentaron por temor de que los judíos los prendiesen como allegados al Redentor, y la última vela queda encendida porque representa á la madre, única cuya fe no vaciló, y que siempre mantuvo viva la esperanza en las palabras de su divino hijo. Terminado el cántico de Zacarías, se dice el salmo Miserere y finalmente una breve oracion, cuyas últimas palabras son la señal de hacerse en la iglesia el ruido llamado tinieblas y en catalan fasos, que en este dia representa el tumulto y algazara con que los judíos prendieron á Jesucristo en el huerto de Gethsemaní.

    Este ruido, que degenera por lo comun en un grandísimo estruendo, es la parte de la ceremonia que mas interesa á los muchachos, y la que los lleva á la iglesia. A ella van acudiendo desde que comienzan los maitines: ni un momento pierden de vista el candelero donde arden las 15 velas: á cada una que se apaga tienen un nuevo goce considerando que se acerca el momento de alborotar el templo, y á impulsos de la impaciencia que no basta á refrenar cosa alguna, mas de una vez turban con algun mazazo la quietud de la casa de Dios. Mas apenas queda oculta á sus ojos la María sola, cuando olvidando el lugar en que se hallan, rompen el fuego, y con matracas, mazas y martillos dan furiosamente contra el suelo, se atreven con los bancos porque en ellos las mazas hacen mas ruido, y no falta quien se arrime á un confesonario espiando el momento en que lo pierdan de vista los curas y los sacristanes, que para impedir tales y otras demasías suelen andar con ojo avizor por la iglesia. En lo mas acalorado de la bulla asoma la María sola, que es la señal de restablecerse el silencio; mas á pesar de lo que tal aparicion significa, esta vez la señal no es tan pronta y unánimemente obedecida como lo fue al anunciar la hora del ruido. Poco á poco vuelve la calma, y al fin cesa de todo punto el estruendo general, nó sin que aun entonces se oiga acá y acullá uno que otro mazazo, cual entre soldados bisoños suena un tiro y otro despues de la general descarga. Con harta frecuencia es indispensable que los sacristanes y algun sacerdote tomen cartas en el negocio, y trabajen para que la iglesia quede libre de la muchachería, que por su gusto pasaria la noche en el mismo sitio y acabaria por romper algunos bancos, y al fin y al cabo por dormirse.

    Hemos dicho que en Barcelona había en todo esto alguna especialidad y vamos á manifestarla. Las ceremonias de la Iglesia y el ruido en las tinieblas son como en otro cualquier pueblo de España; pero aqui ese estruendo, ademas de recordar los sucesos de que la Iglesia ha dispuesto que sean una conmemoracion, traen á la memoria otros acontecimientos mas recientes y no poco terribles. La proscrita familia de los judíos, que aqui como en todas partes se dedicaba durante la edad media al comercio y á la usura, fue en Barcelona víctima de los cristianos no pocas veces. Impulsados por un escesivo celo religioso lanzáronse los barceloneses en alborotada muchedumbre á las calles del Call é inmediatas, robando las casas de los judíos, incendiándolas y matando á sus moradores. Como durante la semana santa recordaban con mayor viveza los ultrages de que J.C. fue objeto, y recordaban tambien que los ultrajadores fueron judíos, dispertábase en su corazon el deseo de vengar esos ultrajes en los descendientes de los que los cometieron , y por esto la semana santa presenció en algunos años el robo y el asesinato de los judíos en Barcelona. No faltaban hombres que á fin de no pagar las deudas que con los judíos tenían, ó deseando vengarse de las usuras con que les prestaron cantidades, impulsaban el celo religioso del pueblo, estraviando ese bello sentimiento basta convertirlo en móvil de horrorosos delitos; pero el hecho es que en Barcelona muchas veces el pueblo solemnizó la semana santa con esas sangrientas escenas, y tal costumbre de hacerlo se contrajo, que vino á darse á las tinieblas un nombre nuevo llamándolas ir á matar judíos, á matar jueus. Aun hoy dia el pueblo las llama del mismo modo, y los niños mientras golpean con las mazas en el piso de la iglesia tienen una vaga persuasion de que matan judíos, y aun por esto machacan nó con alegría sino con rabia, creyendo los mas sencillos que hacen una obra meritoria. Y los padres aunque conozcan la significacion de las tinieblas, tambien dicen á los hijos que vayan á matar jueus; y de este modo va pasando de una en otra generacion la memoria de aquellas cruentas escenas, que con tanta frecuencia profanaron durante la edad media los dias de la semana santa.

    En este dia las mugeres del campo van en crecido número á coger tomillos en las montañas que circuyen la vega de Barcelona, y mañana jueves traen á vender esos tomillos á la ciudad en donde no hay familia que no compre de ellos algunos cuartos. Cuando durante el año hay en la casa una persona que no se siente buena, le administra la señora ama una sopa hecha con agua de tomillo, y ha de ser del cogido en la semana santa. No sabemos las virtudes de esa planta; mas como la sopa que se hace con su agua sustituye á la cena ó á la comida, mas bien que á sus virtudes atribuimos la mejoría de los enfermos á la dieta que la tal sopa trae consigo. De todos modos el remedio es barato, no huele á botica, y va acompañado de dieta. Vengan pues tomillos de semana santa; y coman sopa de tomillo todos los que se sientan indispuestos.

  • Octava del Corpus

    [This excerpt deals principally with the eve of Corpus, the Wednesday.]

    El Corpus es fiesta movible, y la colocamos entre majo y junio, ja porque suele venir á últimos de aquel ó primeros de este, ja porque le corresponde este sitio atendidos los sitios en que hemos colocado otras fiestas movibles.

    El dia del Corpus, lector mio de mi ánima, es un dia famoso, y lo mas grande de él, dejando á un lado la parte religiosa á cuya grandeza ninguna otra iguala, es la afluencia de forasteros en Barcelona y la abundancia de bizcochos. Estos se confeccionan en Barcelona mismo, pero aquellos vienen de fuera de la ciudad, de donde se los llama forasteros. Esta es la época en que mas abundan, pues unos porque viajan un poco, otros porque vienen exprofeso á ver la capital, otros porque han de tomar baños, y otros finalmente para ver las procesiones, lo cierto es que en esta época vienen muchos, y son otras tantas gangas para ciertas gentes, y otras tantas calamidades para aquellas personas á quienes vienen recomendados. Para las fondas, casas de pupilage, pastelerías, cafés, teatros, tiendas y alquiladores de carruages son los forasteros una bendicion de Dios, una lluvia de maná, una cosecha riquísima; pero mientras esos prójimos se rien con la venida de los tales, no falta quien por la misma venida se pela las barbas. En una ciudad como Barcelona en donde todo el mundo está envuelto en mil negocios, agobiado por los quehaceres, yendo á caza de minutos para salir de angustias, el forastero es una quinta esencia de incomodidades, un terremoto para los negocios, una langosta para los bolsillos, un despiadado consumidor de tiempo y un asesino de la paciencia. Si algun día, ó si quizás ahora mismo tienes, lector amigo, algun forastero en tu casa, no te queda mas recurso que encomendarte á todos los santos del cielo, convertirte todo en paciencia, coger esa alhaja, recorrer con él ó ella toda la ciudad, ver otra vez lo que has visto mil, esplicárselo muy bien aunque no sepas lo que es, buscar una esquela para entrar en el Laberinto, y despues llevarlo al tal Laberinto, despues á la torre de Gironella y al desierto de Sarriá, despues un dia á Gracia, deteniéndote en el criadero y largándote hasta San Gervasio á ver las torres de Gil y de Brusi y el colegio de Carreras: es menester que algunos dias me lo lleves á comer á la fonda si vive en pupilage, y á tu casa si vive en fonda, tienes que meterlo en un palco en ambos teatros, y nadie en el mundo te libra de acompañarle á desempeñar los mil encargos que trae de su pueblo. Luego es indispensable que lo presentes al sastre ó á la modista, y á todo esto pierdes horas, faltas á citas y riñes con amiga ó con amigo, ó con este ó con aquella. Añade á esas gracias que todo lo pregunta y todo quiere saberlo, que tienes que remolcarlo por las calles, que tropieza con todo el mundo, que se queja de las distancias, de las escaleras, del ruido, de tener que comer tarde y retirarse idem, y levantarse otro tanto. Y todavía has de juntar á esto la necesidad de presentarlo á todos los amigos que te paren en la calle, y a los compañeros de palco, y á las personas que convidas á comer para mas obsequiarlo. Y á todas has de repetir la misma frase, que es un forastero que ha venido á ver Barcelona, y á tomar baños y á ver las procesiones del Corpus. Te juro, lector amigo, que es divertidísimo, y que si este año tienes forastero, es un lance en que andan envueltas mil gracias á cuál mas graciosa. Si se contentaran con los baños y con las procesiones, vaya muy enhorabuena; mas si por fortuna no gustan de laberintos, ni torres, ni Gracias, ni teatros, cosa que la reputo por imposible, no te escapas por lo menos de hacerles ver todos los neoramas, dioramas y panoramas, el valenciano monstruo, ó la chiquilla que recorta papeles con los pies, ó el lobo marino, ú otra de las muchas cosas raras que suelen estacionarse por este tiempo en Barcelona.

    Cierto que los forasteros aumentan el movimiento y la animacion de Barcelona, cierto que vienen á gastar su dinero en beneficio de los barceloneses, cierto que cuando uno va á su tierra son hospitalarios y obsequiosos, acaso mas que nosotros ; pero como nosotros estamos metidos en tantos negocios y no tenemos tiempo para rascarnos la cabeza, la venida de un forastero á quien tengamos obligaciones ó gusto de obsequiar es una calamidad verdadera, y si viene en Corpus, nos agua todo el placer de su famosa octava, temporada en que con este artículo hemos tenido intencion de introducir á nuestros lectores. Hé aqui pues que ya han llegado los forasteros y que amanece el día que precede al de Corpus Christi.


    Ha llegado la semana mas hermosa del año, alegre como el cielo que la favorece, bulliciosa por demás, santa como la institucion que da lugar á ella.

    No nos entretendrémos en esplicar que la festividad del Corpus se celebra en memoria de la institucion de la Eucaristía, ni tampoco dirémos las razones que tuvo la Iglesia para no celebrarla en su verdadera época, esto es, en el jueves santo; pero habiendo de ser llevado en triunfo el sagrado cuerpo del Salvador y espuesto á la vista de los Fieles, no se pudo elegir estacion mejor ni que mas contribuyera á la alegría, que la primavera, cuando el brillo de los rayos del sol es mas intenso que ardiente, cuando la naturaleza tiene toda la hermosura de la estacion, y se ha realizado la esperanza de ver en sazon el fruto que da al hombre el primero de sus alimentos.

    Hablamos de la fiesta del Corpus principiando por la víspera, porque en ella se inauguran las costumbres particulares de la época, con la salida de los gigantones y la tarasca, y el leon, y el águila; en una palabra, de todos los monigotes de la municipalidad. Verdad es que de algunos años á esta parte van desapareciendo muchos de ellos, de modo que ya en el dia solo debemos dejar en la costumbre los gigantones. La intencion del que inventó esas figuras de 16 á 18 pies de elevacion para que precediesen á las procesiones fue muy laudable, puesto que trató de materializar la idea de que hasta lo mas grande y lo mas terrible de la naturaleza todo está sometido al Hacedor supremo.

    No hace muchos años que los gigantones de la municipalidad ó por mejor decir ella, la gigantona, nó la municipalidad, sacaba las modas del peinado y del corte del vestido, en lo que se invertia una cantidad nó de las menores entre las que figuraban en las cuentas municipales. Por lo tocante al giganton era mas aferrado á la suya, y ya fuese por su comodidad ya por no lucir sus piernas, lo mismo se hubiera presentado el buen señor sin su trage turco, ajado y mal dispuesto, como ahora llueven lechugas. Al cabo siempre son ellas mas caprichosas, y los Sres. del ayuntamiento se mostraban obsequiosos con la gigantona satisfaciendo sus caprichos; y bien merecia todas esas atenciones puesto que la fama pública la designaba como la pubilla de la ciudad. En el dia no sabemos si con la edad ó por la escasez de los tiempos esta señora ha perdido el humor y no es tan exigente, ó si ha cedido á las exigencias de su marido (cosa rara y trocatinta singular), y renegando de su fe ha vuelto á vestir su trage de odalisca. De todos modos, en lo que no ha cabido variacion alguna ha sido en la danza con que la gravedad del giganton y la espetada presencia de la gigantona suelen llamar la atencion del público y particularmente de los chiquillos, lo que vale sendos maravedises á los faquines á quienes se cede llevar sobre los hombros tan pesada carga. La pavana bailada por los gigantones al son de un caramillo chillon y desafinado y del baqueteo de un tamboril, es lo mas cuco que presentarse puede; bien que esta orquesta es muy digna de la gaita que suele acompañar á los gigantones de las parroquias que los tienen, cuales son la de Sta. María del mar, la del Pino etc. Es eventual la salida de estos personages en la semana del Corpus, por lo que no podemos fijarla como costumbre. Sin embargo debemos esceptuar una de las parejas de las dos que posee la parroquia del Pino, á saber la pareja menor, y cuya elevacion no pasa de diez pies, pues indefectiblemente sale á hacer sus travesuras por esas calles de Dios, mofletudo y mal dispuesto él, cuanto bonita, rubia y desproporcionada ella: ó comprar cabeza ó vender caderas.

    Hé aqui descrito en pocas palabras el carácter, los usos y las costumbres gigantonescas: veamos ahora la mision que les toca cumplir en esta temporada: preceder á las procesiones, marcar la carrera que deberán seguir recorriéndola la víspera, acompañados de dos timbaleros á caballo, vestidos con un baladran del color que tiene adoptado la parroquia cuya procesion anuncian. El toque de esos timbales ha dado lugar á que el vulgo haya hallado una letra que apropiarle, letra que debe de ser tan antigua, que no nos ha sido posible hallar su origen, aunque para ello hemos revuelto todos los archivos incluso el de la Aduana nacional. Esta letra es corta, y el poeta que escandió los versos no tuvo mas en cuenta su cadencia que la poesía:

    Trampas, trampas,
    Tot son trampas.

    Idea grande, sublime, clara y verdadera, y que ha valido á los que tocan su música el título alto, sonoro y significativo de Trampas.

    Celebrándose pues mañana la procesion de la catedral, claro está que desde hoy se ha de señalar la carrera, que aunque con corta diferencia siempre es la misma, sin embargo esta costumbre de señalarla no solo para la procesion de mañana sino tambien para las que tienen lugar durante la octava, es muy laudable, pues de este modo los vecinos de las calles de la carrera estan libres de toda eventualidad al hacer provision de bizcochos, bebidas etc. etc. si es su intencion obsequiar á los que les favorezcan para ver la procesion, ó al disponerse para ir á favorecer á algun amigo con el mismo favor, si no quieren que les favorezcan con él los amigos.

    Los gigantones de la municipalidad acompañados de las trampas salen á las cinco de la tarde, y recorren la carrera de la procesion que celebrará mañana la catedral, dirigiéndose despues á casa de cada uno de los concejales á obsequiarlos con un baile, lo que da lugar á que la calle donde vive el concejal se llene de chiquillos, y haya gritos y chiflidos á cada vuelta de la gigantona. Y aqui es el asomar de la señora concejala al balcon y darse el debido tono, aqui la algazara de los concejalitos, unos que piden á su papá que los haga subir, otros que lloran porque les tienen miedo, y aquí últimamente es el mostrar el señor concejal su liberalidad dando algunos reales á los asistentes de tan altos personages.

    No debemos pasar en silencio la costumbre que tiene lugar durante la octava del corpus, de estar de manifiesto en la sacristía de la catedral la gótica silla de plata sobredorada en que se coloca el viril que va á la procesion general del dia de mañana, y que era otro de los muebles que adornaban el palacio que tenian en esta ciudad los antiguos reyes de Aragon. Un monacillo mas poeta que erudito hace una relacion circunstanciada de la procedencia de la tal silla y de las alhajas que la adornan. Está de manifiesto algunas horas antes de reservar el santísimo Sacramento.

  • Día de los difuntos

    Celébrase hoy la conmemoracion de los difuntos. Por la mañana solemnes oficios de difuntos en todas las iglesias, con grande concurrencia de fieles.

    En la iglesia del hospital general se celebran misas á la una y media de la tarde.

    Las tiendas del Call y algunas otras aparecen en este dia guarnecidas con géneros de luto.

    Á las 3 de la tarde sale por la puerta de mar gran parte de la poblacion, y se dirige hácia el cementerio. Algunos van por costumbre, muchos para ver á los vivos, pocos para llorar, uno ú otro para ver si hay alguno epitafio bonito, ó alguna lápida de lujo: tambien los hay que van á una cita, queda una mayoria muy grande que no sabe por que va, y una fraccion muy reducida á la cual guia un objeto piadoso. Todos llegan allá, miran, leen, al ver un epitafio de un jóven esclaman: ¡que lástima! y pasan adelante. Al topar un conocido dicen Dios le haya perdonado, y van á otro. Si ven que el difunto tenia 80 años dicen: ¡canario! lo que vivió este hombre: no viviré yo tanto — y sin embargo mientras lo dicen piensan vivir mas que él. Se pasean sobre las cenizas de sus abuelos, y al cabo de media hora deshacen el camino andado, y entran en la ciudad sin acordarse mas del 2 de noviembre. Y bien debieran acordarse, porque al fin ese es el sitio á donde vamos á parar todos y el único en donde el hombre encuentra su paz. En vano nos agitamos en este mundo buscándola, y en vano la imaginacion nos presenta mil caminos para alcanzarla. ¿Quién es el que llega á conseguirla? Á veces as asdf que brilla á nuestros ojos, y que es llegado el momento de poseerla, mas ese brillo es la rafaga de luz que esclarece un instante el ennegrecido firmamento en medio de tempestad horrible. Tras la ansiada paz corremos as dos, y cuando ijadeando llegamos ya cerca del lugar donde á nuestro parecer existe, entonces el ángel de la muerte nos llama, y su voz mas poderosa que el asdf verso todo, nos obliga á obedecer el supremo mandato que está encargado de anunciarnos. Conocemos nuestro engaño y morimos; y morimos con gusto para evitar los afanes que nos costaría correr tras otras ilusiones que debieran muy pronto desvanecerse. Solo en la muerte existe una realidad, y solo con ella pueden hallar paz los mortales.

    El poeta siente el fuego de su corazon, el arrebatador entusiasmo de su espíritu, se crea un universo que no existe, lo pinta, lo presenta á los ojos de los hombres cual delineado en un mapa, su imaginacion lo recorre, y en él ve la paz y la ventura; mas de repente sacude ese fantástico sueño, desciende de esa region etérea á donde se habia encumbrado, entra en el mundo positivo, corre, penetra en todas partes, busca la realided de ese universo que veia en sus ilusiones para gozar en él de la paz y de la ventura, y no halla mas que escarnio, mentira, desgracias y guerra. Aqui se matan, allá se venden, ahí se engañan, allí se calumnian, acullá se persiguen, y hácia el otro lado se aborrecen; la paz no existe, y el poeta se convence harto tarde de que en su mundo no habia sepulcros, y de que no puede haber paz porque solo en los sepulcros se halla.

    El comerciante recorriendo todo el universo, averiguando los productos de cada pais, calculando sus precios, midiendo los viages, arriesgando sus capitales y su honor á veces, se afana tras la fortuna porque cree que traerá consigo la paz y la felicidad. Y la fortuna caprichosa se le sonrie desde lejos, se le acerca, entra en su casa, llena sus arcas, se le sienta al lado, se deja tocar por ese hombre que la ha llamado durante veinte años, este hombre la estrecha entre sus brazos, y con la mano busca sus dos compañeras que esperaba vendrian con ella. No han venido, la paz y la felicidad se han quedado en otra parte; y entonces ve que la fortuna no es nada, y que despues de tantos años no ha podido hallar en ella lo que pensó que con ella vendria. En la fortune no hay paz, dice sonrojado, y vive con desazones, cada dia ve nuevos riesgos, teme que hasta la fortuna le abandone, y los restantes años de su vida son mas agitados que los primeros, y ya no espera hallar la paz sino en la tumba.

    El ministro de Dios, es el hombre de la paz: la predica, la recomienda, la pide al Criador para todas las criaturas, y mientras habla de ella y la ensalza, no logra verla nunca, y hácia el fin de su vida la predica por costumbre, porque ya se ha convencido de que la paz tiene su templo en otra region cuyas fronteras son el sepulcro.

    El hombre de estado que rige las naciones y regula el destino de sus semejantes, nunca cumple mejor su mision que cuando no convirtiendo el género humano en juguete, trabaja para establecer la paz y la felicidad en la nacion que gobierna; y mientras que procura la paz de todos, pierde hasta la esperanza de lograr la suya. Su alma está siempre agitada, su voz incesantemente declama, su entendimiento discurre, sus ojos recorren con afan el universo entero, combina intereses, entabla relaciones, proyecta alianzas, derriba ambiciosos, neutraliza planes, descubre intrigas y no consigue dar la paz a su patria. ¿Y cómo ha de dársela, cuando aun no la conoce, cuando no la ha visto nunca, cuando ni aun embozada ha llegado á los umbrales de su casa? Ah! esa paz no existe, esclama, y no habiendo podido hallarla en la tierra, se entra en el sepulcro para no soltarla mas nunca.

    El jóven que ama ve la paz y la felicidad completa en el objeto de su amor. Trabaja, se afana, se sacrifica para alcanzar ese bien que los encierra todos, mas la suerte se complace en alejarle ese bien, aunque no consigue desalentarlo. Hay en su corazon una esperanza, y animado por ella continúa su tarea, corre hácia el fin, sacrifica mas, lo da todo, porque espera. Pero pasan los dias, y los años pasan, y la juventud ha pasado y los obstáculos existen. Entonces el desengaño sustituye a la esperanza, este ha huido y deja dolor, amargura y desesperacion. La paz estaba en poseer á su amada; pero su amada no puede ser suya, y sin ella no hay paz ni felicidad en la tierra.

    La paz en el mundo es una mentira, solo es verdad la paz de la tumba. Los deseos, las pasiones se quedan fuera de los umbrales, y cada hombre entra en ella cual si viviera solo en el universo, y halla la paz, porque únicamente estando solo puede haller paz el hombre. Allí el rival reposa al lado de su rival sin insultarlo, el amigo con su enemigo sin provocarlo á la pelea. No hay odio, no hay venganza. El ambicioso ya nada quiere, el altivo es humilde, el sabio no está engreido, el uraño es manso, el vencedor yace contento debajo del vencido, y la victima no grita contra el que la sacrificó. La seducida perdona al seductor, al aleve el que fue vendido, al calumniador el inocente, y al asesino el que cayó á sus golpes. La política calla, no mas partidos, no mas rencores, no mas venganza, no mas abusos de poder, no mas opresion, no mas licencia. Todo es perdon, todo es amor, todo es paz. La tumba no es triste, es el término de las amarguras. Hay un reino de la paz, y la tumba es la puerta de ese reino, que necio el hombre busca en la tierra. Preguntad hoy á los finados, ellos os dirán que en el sepulcro han encontrado esa paz que en vano buscaron en el mundo. Allí, allí, solo allí existe. Dios ha inspirado ese sentimiento á nuestro corazon, y nos ha enseñado á tendernos para descansar, y nos ha dado el sueño para acostumbrarnos á morir.

    A las cinco y media de la tarde comienza en santa María del Mar el famoso novenario de las almas del purgatorio, que es obsequiado todas las tardes con la presencia de muchos devotos.

    Por la noche en los teatros se ejecutan la comedia No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague ó sea el convidado de piedra, y el sainete el Duende fingido. Suele haber un intermedio de baile que podria muy bien suprimirse. El poeta Zorrilla ha escrito el Nuevo convidado de piedra, que se ha ejecutado ya en algunos teatros en lugar del otro. Ha hecho muy bien Zorrilla en suprimir la primera parte del título de esa comedia, porque era una solemne mentira. ¡Ahí son una friolera las deudas que no se pagan nunca!

    Esta misma funcion suele repetirse en la tarde del domingo que sigue al presente dia.

  • Ejecución del coronel Blas de Durana, ya suicidado, por el asesinato de la baronesa de Senelles

    El coronel Durana.

    Consagremos la última página de los recuerdos de la Ciudadela, á la memoria de un militar tan desgraciado como querido de cuantos tuvieron ocasion de apreciar la belleza de las prendas que le adornaban.

    La calle de la Union fué á las primeras horas de la noche del 19 de junio de 1855, teatro de un drama horroroso.

    Durante el dia pudieron observar los vecinos, á un jóven de unos treinta años, rubio, de arrogante figura, y vestido con elegancia, que sin desamparar el portal de la casa número 21, parecia acechar con particular interés la entrada y piso primero de la casa número 32, en frente de aquella.

    Por las maneras del jóven, y por el individuo que en traje de asistente se le acercaba á hablarlo de vez en cuando, se hubiera desde luego tomado por militar al perenne observador.

    Su pálido rostro y su brillante mirada, indicaban que algun estraordinario sentimiento le tenia misteriosamente clavado en aquel sitio.

    En la habitacion, objeto de su vigilancia, vivia con su hermano y cuñada la baronesa de Senelles, ausentada por algunos dias de la casa y compañia de su esposo, residente en una de las ciudades de la alta montaña, al objeto de pasar la octava del Corpus con su distinguida familia.

    La baronesa se hallaba en estado interesante.

    Dieron las ocho, hora en que empezaba la funcion en los teatros públicos, y a poco aparecieron en el portal los hermanos de la baronesa.

    Esta bajaba mas despacio la escalera poniéndose los guantes.

    Casi al mismo tiempo penetró en la casa el jóven que hasta entonces habia estado de centinela en el portal fronterizo, subió algunos escalones, y encontrando en la primera meseta á la infortunada baronesa,

    —Toma, infame,—le dijo asestándola una terrible puñalada, que la derribó contra la reja de hierro que en aquel paraje se halla.

    —¡Ah! ¡favor! ¡socorro!—pudo apenas gritar la infeliz.

    El asesino no cesaba de ensañarse en su victima, sepultándole en el cuerpo hasta trece veces el puñal homicida.

    A los gritos desesperados de los hermanos de la baronesa, acudieron algunos milicianos y vecinos.

    Penetraron los primeros don Francisco Lladó, don Miguel Coll y don José Casas y Cortés, cabos aquél y éste, y sargento el segundo del cuarto batallon de milicia, quienes hallaron al matador, contra el cual apuntó Casas el fusil, contemplando como enagenado á la ya exánime señora, y teniendo aun en una mano el arma ensangrentada y en la otra un rico abanico roto y un pañuelo blanco.

    El rostro, las manos y el vestido del matador estaban manchados de sangre.

    No se inmutó el criminal a la órden de alto. Manifestó que habia herido á aquella mujer deliberadamente y con la mayor premeditacion. Levantó los brazos para que su aprehensor le registrare los bolsillos y se convenciere de que no llevaba otras armas, y dijo que estaba dispuesto á seguirle á donde quisiese llevarle.

    Como otros de los milicianos que habian ido acudiendo se dispusiesen á asegurar al asesino,

    —No hay necesidad de ello,—les dijo—respeten Vds. al menos mi calidad, en la conviccion de que no he de oponer resistencia alguna. Me llamo Blas de Durana y soy coronel del quinto batallon de cazadores de Tarifa.

    Era hijo del bizarro brigadier que supo hallar gloriosa muerte en la famosa batalla de Peracamps, y hermano de militares no menos distinguidos del ejército español.

    El instrumento del delito era un puñal ordinario, que tenia la figura de un cuchillo de monte, con vaina de cuero. La punta estaba algo torcida de resultas de la violencia de los golpes.

    Acompañado por uno de los alcaldes constitucionales, y escoltado por numeroso grupo de milicianos armados y pueblo, fué conducido el delincuente por la calle de Fernando, á las casas Consistoriales.

    Su victima, que habia dejado de existir á los quince ó veinte minutos, fué al dia siguiente estraida de la casa mortuoria y conducida al cementerio, en medio del general sentimiento de dolor por su desgracia y de indignacion contra el que la habia causado.

    Llegó Durana á las casas Consistoriales en el momento en que se verificaba el relevo de la guardia de este punto, saliendo la artillería y entrando los zapadores.

    Como aun no estaba hecha la entrega, el capitan de artilleria don Francisco Soler y Matas se hizo cargo del preso. Al encerrarlo, el carcelero pasó á registrarle, y no encontrándole ninguna arma, enseñó el reloj y dinero que solo llevaba en el bolsillo.

    Habiendo manifestado el capitan Soler que un preso no podia conservar nada en poder suyo, respondió Durana:

    —Está bien; mas antes que entregarlo al carcelero, quiero hacer un regalo de todo lo que poseo al caballero capitan, para que conserve de mi este recuerdo; pues yo ya sé la suerte que me aguarda.

    Escusóse el capitan, diciéndole que no lo admitia sino en clase de depósito, y que se lo devolveria al hallarse en mejor situacion; pero fué tal la insistencia del preso, delante de las varias personas que habia alli reunidas, que el capitan se vió precisado á aceptar el reloj y leontina de oro, un lente, y diez y seis duros y medio en varias monedas de oro y plata; todo lo que se le obligó despues á entregar al fiscal.

    El 20, á las seis y media de la mañana, fué conducido el desgraciado coronel á la Ciudadela, en un coche donde iban tambien tres mozos de la Escuadra.

    Con una celeridad de que hay pocos ejemplos, instruyóse el sumario, recibióse al acusado la confesion con cargos, estendió el fiscal la acusacion, pidiendo la última pena, y á los dos dias ya habia sido remitida ia causa en consulta al tribunal Supremo de Guerra y Marina.

    A las seis de la tarde del 24, en la sala de visitas del palacio de la Capitania general, con todas las formalidades de estilo y á presencia de muchas personas, fué leida y publicada por el general Zapatero, la sentencia del juzgado del tribunal de la Auditoria de guerra, en virtud de la que se condenaba al coronel Durana á la pena de muerte en garrote vil, como autor del asesinato premeditado y alevoso, sin ninguna causa atenuante, perpetrado en la noche del martes, en la persona de doña Dolores Parrella de Plandolit, baronesa de Senelles.

    Se le impuso además una indemnizacion de seis mil reales vellon,—que fué aceptada,—para los hijos de la victima, y el pago de todas las costas del juicio.

    El procurador don José Condeminas apeló en el acto, en nombro de su defendido, del fallo que acaba de leerse y notificarse.

    Acto continuo el escribano don José Cantallops, con los demás dependientes del tribunal, se trasiadó al calabozo que ocupaba el procesado en el primer piso de la torre de la Cindadela, y á presencia de los mismos, del ayudante de aquella plaza y del oficial de la guardia, le notificó el fallo que acababa de pronunciarse.

    Durana, que habia recibido corlesmente á todas aquellas personas, oyó la lectura de la sentencia con admirable serenidad, y con pulso seguro, suscribio la diligencia de notificacion, manifestando tan solo sentir la clase de suplicio que se le imponia.

    —He sido soldado—añadio—desde los primeros años de mi vida, y hubiera deseado acabar como tal mi existencia, pues no me amedrenta la muerte.

    Con todo, esta vez negó que hubiese obrado con la premeditacion que se suponia, pues quiso haber ejecutado el crimen en un momento de arrebato.

    Antes de terminar junio, fué trasiadado al castillo de Monjuich, por temor de que lograse evadirse, y considerando que, confiada su guarda al cuerpo de artilleria, habia de estar en mas seguridad que si continuase custodiándolo el arma de infantería, en la que podia contar el procesado con muchas amistades.

    Mas Durana desechó siempre toda idea de fuga. Solo habia pedido á sus amigos un veneno que llevaba constantemente en el bolsillo, para tomarlo cuando se perdiese toda esperanza de salvacion legal.

    Los que se lo dieron, luciéronle dar sin embargo palabra de no hacer uso de él hasta recibir una carta encabezada con una cruz.

    En el castillo se le tuvo al principio en la mas rigurosa incomunicacion, pero despues se le permitio pasear por la muralla, bajo la responsabilidad de los oficiales de artilleria que le acompanaban.

    La causa en la que se condenaba á Durana á la pena demuerteen garrote vil, con arreglo al articulo 89 del código penal, y demás accesorias, llegó el 27 de junio al Tribunal Supremo, que la pasó para el apuntamiento al relator, quien la devolvio el 29, en cuyo dia la recibio el letrado defensor D. Paciano Massadas.

    Este digno letrado y dipuiado á córtes—aunque no conocia al coronel—por uno de esos nobles impulsos, dignos de corazones elevados en el ministerio de la abogacia, aceptó el encargo de patrocinarle.

    Concediosele el término de veinte y cuatro horas, dentro de las cuales presentó la defensa, articulando por otrosies la prueba de que con intervalos de mayor ó menor tiempo, Durana tenia accesos de locura, comprobada por actos estertores en sus gestiones, asi públicas como privadas; y que de resultas de su ardiente pasion por la señora doña Maria de los Dolores Parrella, los celos le escitaron la locura, no obstante que dicha desgraciada señora no le correspondia, ni se presumia le hubiese dado motivos de esperanza.

    Esta prueba fué denegada, previa audiencia del fiscal.

    El defensor suplicó, se admitió este recurso, que fué mejorado en horas, evacuado el traslado al fiscal, y sin que precediera vista publica, citacion ni señalamiento, se confirmó con costas el auto suplicado.

    El abogado defensor, impulsado por su celo, reclamó la nulidad de esta providencia, y el Tribunal, dando una prueba de grande rectitud, y con sacrificio hasta del amor propio, si se quiere, dejó sin efecto la providencia confirmatoria con las costas de la denegacion de pruebas, y dió lugar á la vista pública que sobre este incidente se verificó.

    Leida la relacion, hecha por el señor Zurbano, tomó la palabra Massadas, y en un discurso de buenas formas, y nutrido de doctrina juridica, trató de demostrar que Durana habia tenido durante el curso de su vida varios accesos de locura, citando entre otros el de haber mandado rapar la cabeza á los soldados de su compañia en la espedicion de nuestro ejército á Italia, por cuyo hecho fué separado del mando por el general de la division Fernandez de Córdoba. Añadió el defensor que, salva la honra de la desgraciada baronesa, los celos de que estaba poseido el don Blas, produjeron el desarreglo mental de que friamento y en otros actos habia dado el coronel evidentes muestras.

    El señor Massadas dirigió su peroracion á manifestar tambien, que la prueba propuesta no era igual ni contraria á la de primera instancia, y asimismo procuró evidenciar que era procedente, mejorando una alzada que habia sido admitida en el efecto resolutivo.

    El fiscal de S. M. no asistió á la vista.

    A la una y media de la tarde se notificó al procurador del procesado el nuevo auto confirmatorio de la denegacion de prueba. No satisfecho el defensor con los esfuerzos practicados, aunque vanamente, en el desempeño de su noble ministerio, insistio todavia en la práctica de las diligencias de prueba pedidas, y otras sobre nuevos hechos que acababan de llegar á su noticia, bien admitiéndosele otro recurso de súplica, ó para mejor proveer.

    Referiase Massadas á ciertos documentos, que en su creencia habian de arrojar alguna luz para mejorar la condicion del reo.

    Pucos momentos despues le fué notificado el señalamiento del punto definitivo, del cual pidio el abogado suspension.

    Al mismo tiempo la madre y los hermanos del coronel, profundamento afligidos, no cesaban de implorar gracia y perdon para el reo, ínterin la accion de los tribunales proseguia su marcha con la rapidez propia de tan grave suceso, que tenia justamente estremecida la conciencia pública, llenando de dolor y amargura dos familias apreciables, la de la desgraciada victima y la de su ciego sacrificador.

    La sentencia de muerte fué confirmada.

    El 12 por la tarde, fué bajado el reo del castillo, y vuelto á conducir al primer piso de la torre de la Ciudadela, en donde á las seis y cuarto se le notificó el fallo del Supremo Tribunal.

    Oyó la lectura silenciosamente, y firmó luego con mano segura, tambien sin proferir palabra, la triste diligencia.

    Despues se lamentó, como siempre lo habia hecho, de la clase de suplicio que se le imponia, manifestándose pesaroso de no poder terminar sus dias de un modo mas conforme al noble ejercicio de las armas.

    Tan luego como se constituyó en capilla, admitió los ausilios espirituales de los párrocos castrenses, escusándose de recibir á otras personas y tambien á los hermanos de la Paz y la Caridad.

    Estos sin embargo, cumpliendo con los deberes de su benéfica institucion, permanecieron coustantemente junto á la torre, para poder acudir con mas oportunidad cuando se les necesitase.

    Precisamente se habia acordado que no salieran las campanillas á recorrer las calles de la ciudad pidiendo por el reo, y que no asistiese á la ejecucion la congregacion de la Sangre; pero si que se celebrasen las demás ceremonias religiosas, propias de tan tristes actos, corriendo los gastos de cuenta del infeliz Durana, y tambien la devota funcion religiosa que siempre acostumbra á celebrar en la iglesia del Pino la Real Cofradia de los Desamparados.

    El coronel pasó el dia 13 tranquilo y resignado con su suerte.

    Varias veces se reconcilió con los sacerdotes que le acompañaban, y se confesó.

    Las horas que le dejaban libres sus deberes religiosos, las empleaba escribiendo, otorgando testamento y conversando con diferentes personas.

    Tambien quiso que se le sacase el retrato al daguerrotipo, para legar este último recuerdo á su desconsolada madre.

    El reloj y lentes que á su instancia se le habian devuelto, quitándosele sin embargo á aquél el cristal, fusron legados á su hermano don Marcelino.

    Al piquete que debia escoltarle, dejó una onza, y varias monedas á otras personas.

    Para las siete de la tarde ordenó que se le trajese de la fonda la comida, y manifestó el deseo de tener á la mesa á varios amigos.

    Sin embargo, solo le acompañaron en ella los dos sacerdotes y el oficial de la guardia y capitan del 9 de Soria, don Ramon Figuerola.

    Con éste habló largo rato hasta las diez de la noche en que lo dijo que deseaba descansar. Animóle con algunas copas de Jerez, lo abrazó con efusion, y se dispuso para acostarse, prescribiendo al centinela que cuidara de cumplir con su deber.

    Entonces fué cuando, recatándose de los capellanes que no le habian dejado, quitó el lacre del pomo que encerraba el veneno, cubrióse el rostro, tragó el tósigo de muerte y se estiró en la cama encomendando su alma al Criador.

    A las cuatro de la madrugada del 14, en que debia tener lugar la ejecucion, levantóse uno de los párrocos para decir la misa.

    Durana parecia profundamente dormido.

    Acercóse el capellan á su cama.

    El coronel se agitó en aquel instante presa de una terrible convulsion.

    Su rostro estaba amoratado.

    —¡Este hombre se muere! gritó el capellan despavorido. Todos acudieron al lecho del moribundo.

    Aun habia tiempo para administrarle la Estremauncion.

    No parecia sino que esperaba aquella pobre alma este último ausilio para desprenderse del cuerpo y remontarse á las eternales regiones de lo infinito.

    Con la velocidad del rayo se dió aviso al auditor de guerra, al capitan general y á las demás personas á quienes importaba tener conocimiento del suceso.

    Llamóse tambien á algunos facultativos, que sangraron y suministraron á Durana ausilios ya ineficaces.

    Dos cartas se encontraron junto al cadáver.

    La una era sobre asuntos particulares, y en la otra, despues de varias protestas y reflexiones, decia que no se culpase á nadie de su muerte, pues que él mismo se la habia dado por medio de un veneno que desde mucho tiempo tenia prevenido, á fin de evitar la infamia del patibulo.

    Sin pérdida de momento se presentó el auditor con el tribunal para proceder á la formacion de las oportunas diligencias, dando las órdenes convenientes para que se llevase á efecto la ceremonia de la ejecucion de la sentencia.

    A la hora prefijada (las 8) estaba formado el cuadro en el glácis de la Ciudadela.

    A las ocho y cuarto empezó á salir para el lugar del suplicio el funebre acompañamiento.

    La sentencia iba á ejecutarse en un cadáver.

    Los restos del desgraciado Durana, cubiertos con la hopa negra, eran llevados en camilla destapada por cuatro presidarios.

    Estos mismos subieron el inerte cuerpo del coronel al funesto cadalso y sentáronlo sobre la fatal banqueta.

    El ejecutor cumplio en seguida con su triste ministerio.

    Un silencio aterrador reinó en el gran gentio que habia acudido á presenciar la ejecucion.

    Hasta el medio dia permanecio el cadáver espuesto á la pública espectacion. Despues de esta hora las hermanas de la Cofradia de te Virgen de los Desamparados le vistieron el escapulario, y colocándole en un coche fúnebre, le acompañaron al cementerio, seguidos de los facultativos que verificaron la autopsia.

    El infortunado coronel se» habia envenenado con cianuro mercúrico.

    Tal fué la suerte de un jóven de distinguida familia, que á la temprana edad de treinta años, acababa de alcanzar en el ejército el grado de coronel, habiendo adquirido por sus servicios varías cruces militares y desempeñado honrosos cargos.

    La pasion del amor le estravio como á tantos otros.

    Antes de morir pidio perdon á la familia agraviada, y á duras penas la obtuvo del ofendido esposo.

    No hay duda que seria mal correspondida esa pasion cuando á tal estremo arrebató á Durana el desvio de la noble dama de sus pensamientos. Por lo menos el desgraciado dejó siempre ileso el honor de la baronesa de Senelles.

    La continua persecucion con que a esta señora molestaba de mucho tiempo fué causa de que á instancias de la misma ó de su esposo se le desterrase á Lugo por el capitan general de Cataluña.

    Esta órden exaltando el resentimiento del coronel Durana, le condujo, probablemente, al asesinato y al patíbulo.

  • Ejecutados dos asesinos donde ahora se encuentra el mercado de san Antonio

    Ejecutados en el solar en el cual se halla hoy el Mercado de San Antonio Victoriano Ubierna, soldado de ingenieros, y Gregoria Foix, criada que era de la casa de un esterero de la calle de Conde del Asalto, al que degollaron y destrozaron.

  • Crimen de los Existencialistas

    Americans Sentenced in Spain

    BARCELONA, Spain (AP) – A Spanish civil court sentenced four Americans, a Spanish woman and a British girl to long prison terms today [1964/03/16] for the robbery-murder of a Barcelona furniture dealer.

    THE SENTENCES were:

    • James Bell Wagner, 23, of Union Beach, N.J., 30 years;
    • Mrs. Maria del Pilar Alfaro Velasco, 32, Spanish mother of two daughters, 23 years;
    • John Joseph Hand, 40, Southfield, Mich., and James Stephen Johnston, 30, Bluejacket, Okla., 21 years each;
    • Mrs. Nancy Karen Hand, 25, Detroit, Mich., 12 years and one day.
    • Joan Douglas Bryder [Bryden?], 22, a British librarian, 6 years.

    The prosecution had asked the death penalty for Wagner and the Spanish woman, 20 years for Hand and Johnston, 12 years for Mrs. Hand and six years for Miss Bryder.

    Court attaches said the prison terms would be cut at least in half by an amnesty which Generalissimo Franco ordered upon the election of Pope Paul VI and a second amnesty expected April 1 in connection with the 25th anniversary of the end of the Spanish Civil War.

    The six prisoners were arrested after the slaying Nov. 17, 1962, of Francisco Robirosa, 50, in his shop. The crime netted only $33 in loot.

    Wagner admitted he entered Robirosa’s shop to rob the man. The prosecution contended the Spanish woman planned the crime and the others were accomplices.

    BECAUSE OF THE defendants’ admissions of illict relations, of the use of drugs, and of other activities, the case was called by Spanish newsmen «The Trial of the Existentialists.»

    The prosecutor described all six defendants as drifters who lived by their wits.

    Wagner, a deserter from a U.S. Army Signal Corps battalion in Germany, and petite Maria del Pilar Alfaro escaped the death sentence – and execution by Spain’s garrote – because there was no proof of premedidation in Robirosa’s murder, the court indicated.

    More than 1,500 persons jammed the old provincial courtroom to witness the sentencing.

  • Supuestos simpatizantes de la Organización para la Liberación de Palestina torturan y asesinan a dos supuestos agentes de Mossad

    Diez meses después, la salvaje muerte de dos israelíes es un completo misterio

    […]

    James Gómez, presunto implicado en el asesinato de dos marineros israelíes en Barcelona, al parecer agentes del Mossad, declaró por primera vez ante el juez de esta ciudad que instruye la causa, y negó estar relacionado con el doble crimen. Gómez, natural de Senegambia, admitió que había conocido a los dos marinos el día en que murieron a través de Hesham Khames Kourdy, el hombre clave en este complicado asunto y que urdió el plan que culminó con el doble homicidio.

    Los hechos se desarrollaron … cuando atraca en el puerto de Barcelona el carguero “Zim California”, de bandera israelí. Dos marinos bajaron del barco, el calderero Yosef Abu Iaakov y el pinche de cocina Yosef Abu Zion. Tras hacer unas compras, acuden a una cita concertada de antemano en la Rambla.

    Sin que se conozca el motivo de la cita, allí se encuentran con Hesham Khames Kourdy, que iba proclamando por Barcelona su militancia en la Organización para la Liberación de Palestina, y James Gómez, un delincuente común con antecedentes en España por tráfico de drogas, estancia ilegal y robo con agresión. El grupo va a la plaza Reial y en un bar de lazona Gómez hace una foto, con una cámara “Polaroid”, en la que aparecen Kurdy y un marino.

    Cuatro días después, los cuerpos de ambos marineros son hallados en un piso de la calle Valencia, salvajemente torturados. Con anterioridad al macabro hallazgo, en Israel se informa del asesinato de dos judíos en Barcelona.

    En los días que transcurren entre los crímenes y el descubrimiento de los cuerpos, Gómez y Kourdy han tenido tiempo de huir de España sin problemas. Los pasos del primero se dirigen hacia el norte de Europa.

    [Gómez es detenido en Copenhagen por robar una camisa y devuelto a Barcelona.]

    En sus manifestaciones, James Gómez negó cualquier vincula ción con los dos asesinatos. precisando que se limitó a beber unas copas en compañía de Kourdy y los dos israelíes. Sin embargo, no pudo negar que conocía a Kourdy y reconoció que se veían periódicamente. En este sentido indicó que se reunió con el presunto miembro de la OLP el día en que fueron vistos por última vez los marinos y admitió la cita en la Rambla y la entrevista en un bar de la plaza Reial. Llegado este punto, se desmarca de cualquier acontecimiento posterior.

    Tras oír sus palabras, el juez decidió que James Gómez ingresara en prisión sin posibilidad de libertad bajo fianza y le procesó por delito de homicidio. Asimismo, el magistrado decídió que la policía realice una serie de comprobaciones, entre las que está reconstruir los pasos de Gómez el día en que desaparecieron los marineros.

    El personaje central de esta intriga es Hesham Khames Kourdy, hombre de pasado oscuro y actualmente en paradero desconocido, pero fácilmente identificable por tener el cuerpo cubierto por tatuajes.

    […]

    [S]e conoce que nació en Jerusalén hace 29 años y que residió en Barcelona con anterioridad a los asesinatos. Ya entonces se presentó como un miembro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Se marchó de España 16 o 18 meses antes de ocurrir los crímenes.

    De regreso a Barcelona vuelve a pregonar que es el delegado de la OLP para Cataluña, cosa que ha sido repetidamente negada por el portavoz oficial palestino en Madrid. Se inscribe en una academia de idiomas del centro de la ciudad e intenta acogerse al estatuto de refugiado político, alegando precisamente su condición de palestino. También explicaba que su familia había sido asesinada por los servicios secretos israelíes y que el Mossad le perseguía. En mayo de 1985 se le concede una tarjeta provisional de identidad.

    Sin embargo, este rastro tan claro que ha dejado Kourdy tras de sí genera desconfianza entre los investigadores del caso, acrecentada por varios detalles de los crímenes que no son lógicos.

    […]

    El móvil es la principal íncógnito que existe para resolver este rompecabezas. La rivalidad entre dos servicios secretos, Fuerza 17, escisión de la OLP que reivindicó el crimen, y el Mossad, es verosímil para la policía. Sin embargo, no se comprende la salvaje paliza propinada a los marinos y que parece que tiene corno objetivo obtener información. También puede ser que en las torturas participaran más personas al margen de Kourdy y Gómez.

    Por otra parte, parece claro que los agentes acudieron directamente a una cita con el palestino. El motivo de la reunión todavía es desconocido, pero se especula con que hubiera de por medio una investigación sobre tráfico de drogas, el intercambio de información e incluso el detectar a dos agentes del Mossad cercanos a la causa palestina.

    Tampoco hay que olvidar que el crimen se conoció en Israel antes de que los cuerpos aparecieran en un piso de Barcelona, y que en el Parlamento israelí se dio una explicación del suceso sin dar tiempo a las autoridades españolas para reunir los primeros datos sobre el suceso.

    Además, de las primeras fichas de los fallecidos que llegaron a Barcelona procedentes de Israel habían sido recortados previamente varios datos y el informe enviado a Interpol se remitió cuando los dos marinos ya estaban enterrados.