El aereonauta Orlandi.
Del Diario de Barcelona del 29 [de octubre] tomamos la siguiente curiosa reseña de los peligros que corrió Orlandi en la ascension aereostática que ha hecho últimamente en la capital del Principado:
«Hasta ayer por la mañana no se tuvo noticia cierta del paradero del intrépido aereonauta señor Orlandi.—La Providenció le salvó de una muerte que parecía casi inevitable, despues de haber luchado con toda clase de peligros, pues en poco estuvo que no pereciese en lugar desconocido y sin auxilio humano, como el infortunado Mr. Arban. Contra todo lo que se aseguraba, y contra todas las conjeturas de probabilidad, su globo vino á caer, segun su cálculo, sobre unas dos millas mar á dentro, á alguna distancia de frente la playa de Badalona.
Segun relacion de una persona respetable amiga del señor Orlandi y que ayer le estuvo acompañando durante toda la tarde, el globo llegó hasta colocarse sobre las montañas de Vallvidrera; pero envuelto despues en la densa nube que le ocultó de la vista de la multitud, empezó para el osado viagero una série de espantosos sufrimientos. Su rostro y toda la ropa que llevaba puesta se cubrieron de una gruesa capa de nieve, mientras que un fuerte granizo, acompañado de relampagos, le molestaba de continuo.
Probó de ir ascendiendo y sobre la nube vió otra vez el sol, pero observando que cambiaba el viento en la direccion del sudoeste, y que aquella habia cobrado una gran estension, resolvio hacer uso de la válvula para caer sobre la tierra, que no podia absolutamente distinguir.
El viento le arrastraba con una rapidez estraordinaria, y aunque el descenso era muy veloz, vino á caer dentro del agua, quedando completamente sumergido entre las olas por un breve instante, pero agarrado de las cuerdas del globo, pudo apoyarse en el mismo, luchando con crueles angustias. El creia haber distinguido no lejos del punto en que se hallaba un vapor y alguna otra embarcacion, pero pronto se convencio que por lo alterado de la mar no era fácil que esperase socorro por aquella parte.
Una, dos, tres, cuatro horas se pasaron de una ansiedad que rayaba en la desesperacion. Milagrosamente las mismas olas, que cada vez cobraban mayor embrabecimieato le arrojaron á la vecina orilla á eso de las diez de la noche.—Toda la maquinaria y aparato estaba completamente destruido; pero el globo seguía aun intacto, y él, un hombre solo, con las piernas dentro del agua, hacia esfuerzos sobrehumanos para salvar el resto de toda su fortuna y que le costaba unos tros mil duros. Pero quiso la fatalidad que así como un golpe de mar lo había tirado á la playa, otro golpe igual se llevó tras sí el globo sin que aya vuelto á aparecer.
El señor Orlandi permanecio largo rato tendido sobre la arena, estenuado por el frio, la agitacion y las imponderables fatigas que había tenido que soportar.—Cuando recobró algun tanto de aliento, se levantó como pudo, y á tientas so encaminó por el primer sendero que le deparaba la casualidad en busca de un albergue en donde pasar la noche.
Empero habia ya caminado cosa de una milla sin lograr su objeto, cuando los ladridos de un perro le hicieron presentir que no estaba léjos de alguna habitacion.—El perro pertenecía á un carabinero, quien al principio le tomaba por un contrabandista, y le dió el «quién vive» preparando su arma.
Por fortuna la voz conmovida del señor Orlandi, le dió á comprender que no era un defraudador de los derechos de la Hacienda, sino una persona victima de fatal desgracia.—Reconociole por el hombre del globo, condoliose de su situacion y le acompañó á una casilla del resguardo, en donde él mismo y sus compañeros le socorrieron, y despues le acompañaron hasta Badalona.
En esta villa se le proporcionó ropa y un cómodo hospedaje, pero a pesar do todos los buenos cuidados que se le prodigaron, el señor Orlandi no pudo entrar en calor hasta ayer por la mañana, en que dió aviso á sus amigos de que pasasen á buscarle.
El señor Orlandi seguia ayer noche en esta ciudad bastante indispuesto, pero no presenta síntoma alguno alarmante. Aunque de avanzada edad, tiene presencia de espíritu y es muy robusto. Los brazos y alguna parte de su cuerpo estaban, segun se nos aseguró, muy acardenalados.
Los consuelos de la amistad, sin embargo, podian á duras penas templar el amargo desconsuelo de que se hallaba poseido. Es ciertamente una situacion bien lastimosa la de ese hombre á quien acompaña una antigua celebridad, la de verse espuesto á los mas espantosos percances, despues de haber emprendido su viage sin poder realizar de mucho los crecidos gastos que este le ocasionaba, y para colmo de infortunio perder de un soplo su fortuna con la desaparicion del globo.
Compadecemos de todas veras su triste y dolorosa posicion. La atmósfera de Barcelona es de mal sino para los aereonautas. ¿Quién querrá ahora emprender nuevas ascensiones á la vista de las murallas de esta capital, al recordar la desaparicion de Mr. Arban, y los lamentables contratiempos de que acaba do ser juguete el señor Orlandi?