De uno de estos asesinatos se salvó un muchacho de Castellón, llamado Parra, que, herido, se hizo el muerto, y cuando en el depósito de cadáveres del Hospital Clínico se consideró fuera de peligro, dio señales de vida y fue conducido a una sala y curado de varias heridas no vitales. Después fue mandado, de nuevo, a la cárcel. Allí explicó cómo se había efectuado el crimen. Eran cinco sindicalistas que estaban detenidos en la jefatura de policía, sin saber por qué. A medianoche fueron sacados de los calabozos y entregados, bajo recibo, a dos parejas de la guardia civil para ser llevados a la cárcel, cuando lo usual era que fueran llevados en el furgón celular. Los guardias ataron a los presos de dos en dos y uno solo detrás, pero las cuerdas iban atadas unas con otras; imposible que uno de los detenidos intentara escapar solo. Subieron por la Vía Layetana, calle Claris y torcieron por la de Aragón. Los condenados iban flanqueados por dos guardias a ambos lados y dos detrás. Hubiera sido absurdo intentar la fuga. Al llegar a la calle de Vilamarí les hicieron tomar calle arriba, como si fueran hacia la cárcel. Por aquella época aquel sector de la ciudad estaba sin edificar y casi sin luz. De pronto los guardias de los lados se quedaron rezagados e inmediatamente sonaron los disparos de máuser, por dos veces. Los cinco conducidos cayeron al suelo sin siquiera gritar. Uno de los guardias fue al Hospital Clínico y ordenó que fueran a recoger los muertos. Tras mucho discutir, y después de haber telefoneado a la jefatura, los empleados del hospital acabaron por utilizar un carro que tenían para hacer las compras, y en ese vehículo fueron llevados, amontonados, los cinco muertos, que no eran más que cuatro. Parra oyó los disparos y se sintió herido en la espalda y en las piernas, pero no perdió el conocimiento ni un instante y, comprendiendo de lo que se trataba, tuvo la serenidad de fingirse muerto, estirado boca abajo en el suelo, y con un brazo estirado fuertemente por el de otro compañero muerto. Se sentía desangrar lentamente, pero comprendió que, si callaba, tenía una débil posibilidad de salir con vida de aquel atentado vergonzoso. Así estuvo más de media hora. lnfinidad de ideas se agrupaban en su cerebro, su familia, su prometida, su pueblo… pero sobre todas el instinto de conservación. ¡Vivir! Había que vivir, y para ello, no moverse, callar, sufrir. Los guardias debían haberse retirado a alguna distancia, porque, aunque oía como hablaban, no lograba entender lo que decían. De pronto le acongojó la idea de que fueran a darle el tiro de gracia. Todas las ideas se marcharon de su cerebro como pájaros asustados. Su atención agudísima no tenía más razón de ser que escuchar, escuchar con el temor inmenso de oír los pasos fatídicos de un guardia que pudiera acercarse con el fusil preparado para acabar con él.
Diego Parra sobrevive a una temprana aplicación de la ley de fugas
Comentarios
Una respuesta a «Diego Parra sobrevive a una temprana aplicación de la ley de fugas»
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[ref2610] no facilita sus fuentes pero da fecha y un muerto menos:
Un grup d’anarquistes de cognom Villanueva, Parra, Llorens, Gomar, Peris i Paniellos estaven prenent cafè a El Español, el 18 de gener de 1921, quan els van detenir. Els van pegar amb un bastó curt i gros de goma, el xarlot. El 20 de gener, a les dues de la matinada, Parra, Gomar, Peris i Villanueva, per ordre del comissari Arlegui, van ser trets de la Prefectura cap a la Model. Arribats al carrer Calàbria, els va caure una pluja de bales. Va sobreviure Parra, que va quedar greument ferit, però va poder explicar-ho. Era l’inici de la llei de fugues, un mètode expeditiu per eliminar elements indesitjables que es va cobrar la seva primera víctima amb Gregorio Daura Raduá, a qui van eliminar prop de la Monumental.
La Vanguardia del día 21 reubica el traslado en las 04:30 del mismo día y resucita temporalmente a un muerto:
Agresión a la guardia civil:: Tres muertos y un herido
En la madrugada de ayer debía efectuarse el traslado, desde los calabozos de la jefatura de policía a la cárcel celular, de los seis individuos sindicalistas valencianos, que fueron detenidos el martes último, en el café del Circo Español.
A las cuatro y media salieron de la jefatura cuatro de dichos individuos: Juan Villanueva Díez, Julio Peris Moltó, Ramón Gomar Palo y Diego Parra García, custodiados por parejas de la guardia civil. Al llegar la cuerda de presos a la calle de Calabria, desde una casa en construcción se hicieron varias descargas contra los guardias los cuales repelieron la agresión en la misma forma.
Aprovechando la confusión que se produjo los presos intentaron fugarse. Los guardias dieron el alto a los fugitivos, y como siguieran corriendo, se vieron obligados a hacer fuego contra ellos, resultando muertos Juan Villanueva y Julio Peris, y gravemente heridos Diego Parra y Ramón Gomar, habiendo fallecido este último esta mañana en el Hospital Clínico, a donde habían sido trasladados.
Para instruir las diligencias sumariales sobre el suceso, ha sido nombrado el comandante de infantería don Cristóbal Fernández Valdés.
Estos individuos, según el parte oficial, formaban una comisión del grupo rojo de acción de Valencia, que había llegado a esta para alentar a los grupos rojos de aquí para atentar contra las autoridades.
Diego Parra está reclamado por el juez especial de Valencia, por suponérselo uno do los agresores del ex-gobernador civil de esta provincia conde de Salvatierra.
Como es bastante normal en España, cuesta creer por completo ninguna de las dos versiones. Pero, como cuenta [ref2199], «la prensa del 22 dio cuenta de que, en las últimas treinta y seis horas, la autoridad judicial había ordenado veintiuna autopsias», y bajo tales circunstancias uno puede equivocarse facilmente.
Al parecer fue detenido el día 19, devuelto curado a la cárcel el 9 de febrero, y absuelto de participación en el asesinato de la marquesa de Tejares y el conde de Salvatierra el 4 de julio de 1922.
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