San Simplicio y los misterios de la onomástica

Si dijéramos que el imperio de la moda lo abarca todo en los paises civilizados, y que á este imperio tiránico nos sujetamos todos de grado ó por fuerza, y hasta sin advertirlo no pocas veces, no diríamos cosa que pareciese una novedad á nuestros benévolos lectores. Asi pues, no lo decimos, sino que sencillamente lo recordamos, como cosa sabida, y sin mas objeto que hacer de ello una aplicacion á este dia. Nuestros amigos y los que no lo son, habrán notado, y pueden notar la grande diferencia que hay entre los nombres de pila de los hombres de varios siglos. Desaparecieron las Blancas, las Berenguelas, Estrellas, Urracas, Almodis y Ermesindas, los Arnaldos, Rodolfos, Godofredos, Alvaros, Gonzalos; y dejaron el puesto á las Antonias, Franciscas, Josefas, Manuelas y Rosas, y á los Josés, Juanes, Jaimes, Pedros, Pablos, Antonios, Franciscos y otros que hoy son reputados por nombres comunes, prosaicos y hasta de mal tono, porque de algunos años acá, la moda desenterrando nombres antiguos y rebuscando en el martirologio ha dado en el chiste de bautizar á los recien nacidos con nombres que los hijos del siglo pasado califican de estraños, y los del siglo actual de poéticos. De repente, y cuando menos lo aguardaban, se han encontrado con una numerosa clientela las santas Adelaida, Matilde, Elvira, Filomena y otras; y los santos Alvaro, Pelayo, Heriberto, Gustavo, Federico, Gerardo y otros de la misma escuela.

En medio de ese cambio tan notable, nombres hay que triunfando de todas las modas han sobrevivido á sus caprichos, y entre los tales figura en primera línea el de María, nombre cosmopolita, que ha estado en boga siempre, y que ha logrado sonar bien á los oidos en todos los siglos, desde el siglo de Moisés por lo menos, hasta hoy dia de la fecha. Pero como en el mundo todo tiene su compensacion, á la eterna moda del nombre de María, puede oponerse la falta de ella de otros nombres. Varios podríamos citar recorriendo el martirologio; mas queremos concretarnos al santo del dia, que es el bendito san Simplicio, cuya clientela ha sido siempre sumamente escasa y hoy es nula de todo punto. El nombre de este santo tiene una semi-acepcion tan poco grata, que á esto debe sin duda atribuirse el que no se bautice de Simplicio á ningun niño, ni de Simplicia á niña alguna. Mas á pesar de esto y mientras hay Modestas que no son modestas, Prudencias que no son prudentes, Angustias que no tienen ninguna angustia, Piedades que no son piadosas, Cándidos que no son candidos, Prósperos sin prosperidades, Fortunatos sin fortuna, hay muchos simplicios que no se llaman Simplicios. Ellos podrán no volver la cara si oyen pronunciar este nombre, podrán no admitir la felicitacion de dias en el de hoy; pero á nosotros nos consta que los hay, y en crecido número, y les damos los dias muy cordialmente; y si en cambio de esto, alguno de los tales se amosca y nos llama simplicios á nosotros, no nos incomodaremos por ello, pues son tantos los Simplicios que no se figuran serlo, que bien podría ser que entráramos nosotros en el número.

Comentarios

Una respuesta a «San Simplicio y los misterios de la onomástica»

  1. […] De veras deseamos á nuestros lectores que se llamen Prudencios, que no se encuentren en el caso de los Prudencios de quienes hablamos en el dia 2 de marzo. […]

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