Empieza el derribo de la ciudadela

JUNTA SUPREMA
DE VIGILANCIA Y SEGURIDAD PUBLICA DE LA PROVINCIA DE BARCELONA

Atendiendo la necesidad que tiene esta Junta de operarios para el derribo del frente interior de la ex-Ciudadela
DECRETA
Que la mitad de los albañiles y peones que están empleados en construccion de obras particulares, se presenten sin escusa mañana al amanecer en la Ciudadela de esta Plaza y á disposicion del comandante de Zapadores de M. N. D. Vicente Zulueta, á recibir sus órdenes con los respectivos maestros y prevenidos con sus útiles é instrumentos necesarios para dicho derribo. Barcelona 28 de octubre de 1841.
El Presidente,
Dionisio Valdés.
El vocal Secretario,
Antonio Benavent

Emprenta de A. BRUSI

Comentarios

Una respuesta a «Empieza el derribo de la ciudadela»

  1. Avatar de Alberto Pernales
    Alberto Pernales

    Una reacción desde el racismo romanticista temprano se encuentra en [ref3923] de 1841/11/13:

    FOLLETIN
    !CAYÓ!

    Dése ya la señal, y en un momento
    Vereis del pueblo levantarse en hombros
    Este muro arrancado de cimiento
    Y enterrar su memoria en sus escombros.
    El R. del C.

    Un pueblo sin amo que indómito y fuerte
    Es como sus breñas tenas y bravío,
    Qae un dia domára, retando la muerte,
    La mar de Venecia, las playas de Chio;

    Vilmente engañado tirara la lanza
    Y esclavo quedóse, sin armas, sin leyes;
    Esta es en el mundo la suerte que alcanza
    Al pueblo que cree promesas de reyes.

    Promesas de reyes envuelven beleño
    Que aduermen al pueblo por darle cadenas;
    A ti, Cataluña, dos horas de sueño
    Cíen años le cuestan de lutos y penas.

    Jamás, Cataluña, tus manos armadas
    Soltaran el hierro, terror de los viles,
    Porque mas valiera ver nuestras moradas
    Trocadas en tumbas que en torpes rediles.

    Primero se vieran impávidos, fieros,
    Morir en la lucha los bravos leones,
    Que verles tratados cual mansos carneros,
    Cual pobres ilotas mordiendo eslabones.

    Cargada de grillos, sin prez, sin derechos,
    No es esto bastante, mi patria querida,
    Tal oro y aroma dejaron tus hechos,
    Que aun te temieron despues de rencida.

    Por esto á tu lado feroz centinela
    Miedosa te puso la vil tiranía,
    Un Argos de piedra que siempre está en vela,
    Que siempre te atisba de noche y de dia.

    Mas ya no te atisba; la noble ascendencia
    Asaz recordamos, abyectos y esclavos;
    No en vano nos dieron por gloria y herencia
    Los nuestros mayores su sangre de bravos.

    Alzad satisfechos, abuelos famosos,
    Mirad, vuestra raza consérvase fiera,
    ¿No veis vuestros nietos de gloría radiosos?
    La alcurnia del libre jamás degenera.

    ¿No ois como el pico los miembros quebranta
    Del rudo gigante, padron de desdoro,
    Que á todos sujetos nos tuvo á su planta
    Nutríéndose solo de sangre ó de lloro?

    ¿No ois como cruge cayendo su casco
    A golpes y golpes que el libre dispara?
    ¿No veis como salta la sien de peñasco
    Del monstruo que un día Felipe engendrara?

    El largo retumbo del fiero barreno
    Ya piedras y piedras bramando derrumba;
    Cual Dios tiene el pueblo su rayo y su trueno
    Que os roba al letargo sin de la tumba.

    ¡Sí, nobles abuelos! vosotros ahora
    Sentis que reviven las vuestras cenizas;
    Berenguer dispierta, quitas se incorpora
    Y mira estos muros por fin hechos trizas.

    Quizás desde el cielo desciende á la torre
    Su espirita altivo, y acaso su sombra
    Quebrados merlones registra y recorre,
    Pisando sos ruinas á guisa de alfombra.

    Y luego su cuerpo de nuevo se encierra
    Pinados augustos con júbilo llama;
    Contento, aplacado se vuelve á la tierra
    Al ver que sus nietos prolongan su fama.

    Oid, camaradas, esclama; campeones,
    Dejad vuestro ceño feroz é iracundo,
    Porque nuestros nietos los nobles blasones
    Hoy calcan que un dia legamos al mundo.

    Alzad satisfechos, amigos famosos,
    Vereis nuestra raza cuan noble, cuan fiera;
    Vereis nuestros nietos de gloria radiosos,…
    Vereis nuestra alcurnia que no degenera.

    El Romancero del Conde-Duque [Antonio Ribot y Fontseré]

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