Las bullangas de Barcelona: los gobiernos civil y militar amenazan mientras preparan su huida

Al dia siguiente, 27, el Comandante jeneral de las armas y el Gobernador civil, que en la azarosa noche del incendio se habían mantenido bastante pasivos, si debemos deducirlo de las providencias tomadas, dieron una proclama, en que, despues de pintar la gravedad de los desórdenes, hijos, dijeron, de cobardes ejemplos producidos por el brazo asesino de un puñado de enemigos del orden, que en Zaragoza y Reus acababan de subvertir la sociedad; amenazaron aquellas autoridades en estos términos: «Disposiciones fuertes, enérjicas, sin contemplacion ni miramiento á clases ni personas, se seguirán en breve, y la terrible espada de la justicia caerá rápidamente sobre las cabezas de los conspiradores y sus satélites…. Los malvados sucumbirán del mismo modo por el peso de la ley en un juicio ejecutivo, que fallará la comision militar, con arreglo á las órdenes vijentes. Al recordaros la existencia de aquel tribunal de escepcion, es justo advertiros que iucurriréis en delito sujeto á su conocimiento, si á las insinuaciones de la autoridad competente no se despeja cualquier grupo que infunda recelo á la misma. El arresto seguirá á la infraccion, el fallo á la culpa, y las lágrimas del arrepentimiento serán una tardía espiacron del crimen.»

Fué esta proclama la precursora del jeneral Llauder, y nadie dudaba que luego de su llegada, despuesde tomadas las convenientes medidas, mandaría cortar la cabeza, militar y ejecutivamente, á aquellos que bubiesen designado los parles de la policía ó las delaciones de sus secretos espías. Al aspecto de tan melancólica perspectiva, el Pueblo se conmovió de nuevo; se reunió delante de su palacio, y dió el grito de ¡muera Llauder! ¡muera el tirano!; y el Jeneral, con parte de la tropa con que babia entrado, se encerró en la misma noche del 27 en la Ciudadela de la plaza, de la que salió al amanecer del 28 para Mataró, desalojando despues el palacio del que sacó todo su equipaje.

Este fué, á nuestro entender, el primer triunfo qüe consiguió el Pueblo de Barcelona, porque muy pocos de sus habitantes tomaron parte en los acontecimientos de la noche del 25, al paso que nadie ó muy pocos hubo que no tomasen parte en la comun alegría que causó la retirada de Llauder. Y no es nada estraño que fuese público y jeneral el gozo, porque no hay felicidad donde no hay libertad; y no hay libertad donde no se vive bajo el imperio de las leyes: no hay leyes donde el despotismo puede atropellar impunemente al ciudadano, y el déspota no halla contrapeso que le detenga; reina el despotismo siempre que el ciudadano puede ser preso por la simple delación de un malvado y castigado militarmente sin que apenas se le dé tiempo para pensar á su defensa; y por un juicio mas que sumario, en que, para abreviarle, se prescinde de los trámites y formalidades que son la única salvaguardia de la seguridad individual. Estas reflexiones encargamos no las olviden los que lean la relacion de los acontecimientos del dia 5 de agosto.

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