No cabe en humano encarecimiento la suma necesidad y la hambre que se padeció no sólo en Barcelona, pero por Gathaluña, desde primeros de Diciembre de 1630 hasta el Junio de 1631. Llegó á baler el trigo á dos doblones la quartera (0’7232 de hectolitro), y el arroz y abas á treinta y seis y á quarenta rreales, sin que se hallase ni de uno ni de otro, y lo poco que se encontraba lo trayan por mar, malo, puerco y ediondo, y á ningún precio se hallaba ni pan ni trigo, y estando ya en Marzo creció más la necesidad, pues cesaron de vender pan en las tablas públicas y el sacar trigo á la plaza. Llegó esto á extremo que la gente y los niños hiban {gritando) vía fora fam (Vía fora, grito de alarma, de cuya traducción da una idea el «échate afuera,» castellano. El vía fora es popular en Cataluña, y así se grita vía fora lladres, pidiendo auxilio contra ladrones; vía fora foch y por razón de incendio, ó simplemente vía fora, vía fora, invitando á las gentes á echarse á la calle.) por las calles; y dia de Santa Madrona, commovida la plebe, quiso dar saco á la aduana. Entendieron(lo) los Conselleres, y encaminándose á ella, así como los vio el tumulto, dio tras ellos con ánimo á lo que se veía de matarlos, por lo mal prevenidos que se hallaban para un lanze como este y que les constava tan de antemano, retiráronse los Conselleres en un baluarte para defenderse, en donde como asediados estubieron, hasta que entendido por el Virrey, tomando su guardia y carroza fué al baluarte, y después de larga conferencia los sacó consigo, y yendo á la aduana, repartieron el pan que havía amasado, y se dio orden que incesantemente se amasase; pero sucedía que la estava aguardando así cómo lo sacavan del orno, y medio cocido, á puñadas hasían de él, y á beces sucedió robar la masa medio hecha, y llegó esto á estado, que mandó la Ciudad que ningún orno cociera pan de particulares, que no fuesen masadas competentes, sigún la gente de la casa; pero ni con esto se asiguraba, porque en los hornillos de las casas cada uno se cocía, y era forzoso, porque no estava sigura la masa en saliendo de casa. Esto pasava aquí dentro: ¡qué sería en la provincia, y aquí en los lugares vecinos que se socorrían de Barcelona! Fué preciso poner guardias para que uo dejasen salir pan, pero ni eso bastava, porque entre las cargas del fiemo, y cosas á este tono, sacavan para algunos el pan ó la arina. De á fuera solían traer alguna poca, pero á dos rreales de á ocho la arroba, apenas la de(ja)van tocar en los sacos, y si algún particular tenía algún poco de trigo, por mucha amistad á los amigos, les vendía á siete y ocho libras la quartera, moneda de plata castellana. Con estas penalidades se pasó aquel hivierno, manteniéndose los pobres y los niños con arroz, hasta llegar al segar los ordios (Centenos.), que anticipando las siegas, y haciendo secar el grano al calor de los ornos, empesó la pobre gente á socorrerse. Con eso asiguravan que en la ribera del Ebro y campo de Tarragona, mucha gente pereció miserablemente á mano de la pura necesidad y hambre.
Es cosa bien singular de nuestra vanidad la que voy á decir: estando en medio destas angustias, llegó la nuera del duque de Cardona, Virrey, y se hicieron aquel año las maiores y más célebres carnestolendas que aya visto Barcelona, y aunque el obispo quiso privarlas, interpúsose el Virrey con que su nuera deseava verlas, y así benció, y se tubieron tan singulares como he dicho, sin que para los bayles y fiestas se echase menos el pan, ni se conociesen los ahogos y travajos que se padecían.
Miquel Parets, De los muchos sucesos dignos de memoria que han ocurrido en Barcelona y otros lugares de Cataluña, crónica escrita ... entre los años de 1626 á 1660 (1888).