Carlos I come en la calle Ancha par ver entrar las galeras de Andrea Doria antes de la expedición a Túnez

Primero de mayo entró en Barcelona el Principe Juan Andrea Doria, con sus galeras, y el Emperador por verlas entrar vino a comer al carrer ample. Entró con veynte y dos galeras bien estibadas, y artilladas con gran concierto, llenas de vanderas y gallardetes de tafetan colorado y negro. La Capitana traya veynte y quatro vanderas grandes de tela de oro, con las armas del Emperador, y tres estandartes grandes de raso carmesi, y en el mas principal un Crucifixo grande bordado con San Juan y Maria a los lados, y uno de los otros dos estandartes trayan a Maria con su hijo en los braços, y el otro traya Santelmo. Venian las galeras enramadas, que cada una parecia un jardin, con mucha musica de trompetas, clarines, chirimias, y atambores. Luego que llegaron donde estava la armada de Portugal, hizo salua la arcabuzeria y artilleria, y assi dio buelta, y la armada de Portugal en passando el Principe con sus galeras, començó a responderle con toda la artilleria y arcabuzeria. Las galeras tornaron a cargar, y llegando donde el Emperador estava abatieron tres vezes las banderas con gran grita diziendo Imperio, Imperio. Luego dispararon la artilleria y arcabuzes, y hecha la salua salieron todos los grandes y Cavalleros cortesanos a la lengua del agua para recibir al Principe Juan Andrea Doria, y era tanta la gente que por mas que la guarda trabajava haziendo camino, a penas lo avia. Andrea Doria venia en cuerpo con su baston en la mano, y el Emperador lo recibió haziendole mucha honra, y con grandes muestras de amor. Era Andrea Doria General de la armada, y solo el podia tener el estandarte rendido. El Emperador le pidió que tuviesse por bien, que el estandarte de su hermano el Rey de Portugal estuviesse tambien assi, lo qual se hizo.

Comentarios

Una respuesta a «Carlos I come en la calle Ancha par ver entrar las galeras de Andrea Doria antes de la expedición a Túnez»

  1. Avatar de Alberto Pernales
    Alberto Pernales

    Ahora que sabemos que las Drassanes de hoy una gloria son del imperio español, no del aragonés, he buscado referencias a su construcción en la literatura de los siglo 16-17, pero sin éxito. Sí que encontré [ref2626], una comedia romántica ubicada en el puerto de Barcelona:

    JUAN
    ¡Bella ciudad!
    LISARDO
    Puerto y puerta

    de Italia a España.
    JUAN
    No mira

    en cuantos círculos gira
    desde que el alba despierta,
    más ilustre asiento el sol. 5
    Parece que es Barcelona
    la frente de la corona
    de todo el orbe español.
    LISARDO
    Estos días por lo menos
    son de regocijo grande. 10
    JUAN
    No hay quien por las calles ande.
    LISARDO
    Están de contento llenos
    los gallardos ciudadanos
    con la reina, que Dios guarde.
    JUAN
    Han querido hacer alarde, 15
    Lisardo a los castellanos
    de su riqueza y valor;
    y como en tiempo han venido
    de máscaras, ha lucido
    la competencia mejor.

    Etc. Y:

    Fui con mi hermano a la famosa playa, 40
    que de la roja púrpura, corona
    de nativos corales la atalaya,
    registro de la mar de Barcelona,
    y aunque otras mil atarazanas haya,
    donde el arte galeras perficiona, 45
    rindan ventaja, a la que lleva el día,
    que salga en ella la imperial María.
    Pinta un caballo un celebre poeta,
    diciendo, que es el mismo pensamiento,
    tal vez, que de los aires estafeta, 50
    desprecia en la carrera su elemento;
    ya dice, que paró veloz cometa,
    esparciendo relámpagos al viento,
    copiando, porque a Rubens se anticipe
    el retrato de Júpiter Filipe. 55
    ¿Pues cuánto con mejor pincel, Marcela,
    este caballo de la mar pintara,
    si su cristal sirviéndole de tela
    en la ribera contrapuesta para?,
    los rojos remos de una y otra espuela 60
    parecen alas de la fénix rara,
    que volarán, aunque mojadas plumas,
    rompiendo el agua y levantando espumas.
    Ha puesto la ciudad tanto cuidado,
    Marcela, en fabricar esta galera, 65
    como si en jaspe o mármol coronado
    -fol. 34r-
    de mil colunas un palacio hiciera
    de ébano, de oro y de marfil labrado,
    el más rico escritorio no pudiera
    igualar a la popa, que es mentira 70
    cuanto en cuadras de príncipes se mira.
    Estrado pueden ser los filaretes
    de la más alta y principal señora,
    los árboles, mesanas y trinquetes
    más le doran al sol, que el sol les dora: 75
    flámulas, estandartes, gallardetes,
    que al sol de Hungría llevarán su aurora
    con tales ondas el damasco mueven,
    que las del agua con las puntas beben.
    En esta caja han de llevar el uno 80
    de los cuatro diamantes españoles,
    perla que no la tuvo mar ninguno
    de cuantos vieron popas y faroles.
    El frío en Alemania es importuno,
    por eso el uno de sus cuatro soles, 85
    Filipe, dos infantes y María,
    quedándose con tres, España envía.
    Después que vi, Marcela, el Argos nuevo,
    que ha de llevar el rubio vellocino,
    mejor Jasón a más dorado Febo, 90
    la negra sombra de la noche vino
    en palacio, no sé cómo me atrevo
    a decirte, que vi su sol divino,
    donde el amor con general deseo
    le previno las galas de un torneo. 95
    Pero esto corta maravilla encierra
    para las muchas que sus ojos vieron,
    pues más de cuatro mil hombres de guerra
    entrando la ciudad la recibieron.
    aquí mostró la belicosa tierra, 100
    de qué valor sus armas procedieron,
    entoldando los aires tafetanes
    de tantos generosos capitanes.
    Puede armar Barcelona, que es trofeo
    digno de su grandeza, en un instante 105
    diez mil soldados, pero ya el torneo
    -fol. 34v-
    me pide señas de mi dulce amante,
    en cuatro carros, como el mundo veo
    dividido el teatro militante,
    que le formaron con bastante espacio, 110
    juntándose a la puerta de palacio,
    cuatro cuadrillas, que de veinte en veinte,
    con las armas, la noche hicieron día,
    el carro celestial resplandeciente
    con los mantenedores parecía. 115
    Tanta color y pluma diferente
    de las celadas fúlgidas salía,
    como se ven distintas las colores
    en macetas de plata varias flores.
    En medio pues, Marcela, de la fiesta, 120
    al gran teatro un caballero sube,
    que aventurero espada y lanza apresta,
    en quien la vista con razón detuve.
    No conociera la celada puesta,
    mi amado sol, pues le sirvió de nube, 125
    a no ser por Lisardo, su padrino,
    que a darme el premio a la carroza vino.
    Pasó la voz en el vulgar estruendo,
    de que era caballero castellano,
    cuando don Juan con su padrino huyendo, 130
    de los curiosos fue seguido en vano;
    y sin las armas, al jardín volviendo,
    agora se transforma en hortelano,
    renovando la antigua gallardía,
    que estas hazañas emprender solía. 135
    Donde Lisardo, aquel su amigo, vive,
    las armas deja y como viste viene,
    donde mi alma, aurora, al sol recibe,
    que entre estas flores mi esperanza tiene.
    Temo que el tiempo deste bien me prive, 140
    así celoso de su honor previene
    casarme don Fernando y don García,
    mientras más le aborrezco, más porfía.
    En tanto, yo fingiendo ruiseñores
    en esta dulce primavera, ¡ay cielos!, 145
    deciendo a este jardín y escucho amores
    y sin salir, sosiego sus desvelos
    -fol. 35r-
    mientras sus diligencias son mayores,
    buscando mi don Juan llenos de celos,
    le tengo aquí, sin que malicia tanta 150
    sepa que es él el ruiseñor que canta.

    Etc etc.

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