Pero de pronto, dejando a un lado alas y tinieblas, hice una oda a un futbolista —«Platko»—, heroico guardameta en un partido entre el Real de San Sebastián y el Barcelona. Fue en Santander: 20 de mayo de 1928. Allí fui con Cossío a presenciarlo. Un partido brutal, el Cantábrico al fondo, entre vascos y catalanes. Se jugaba al fútbol, pero también al nacionalismo. La violencia por parte de los vascos era inusitada. Platko, un gigantesco guardameta húngaro, defendía como un toro el arco catalán. Hubo heridos, culatazos de la Guardia Civil y carreras del público. En un momento desesperado, Platko fue acometido tan furiosamente por los del Real que quedó ensangrentado, sin sentido, a pocos metros de su puesto, pero con el balón entre los brazos. En medio de ovaciones y gritos de protesta, fue levantado en hombros por los suyos y sacado del campo, cundiendo el desánimo entre sus filas al ser sustituido por otro. Mas, cuando ya el partido estaba tocando a su fin, apareció Platko de nuevo, vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar. La reacción del Barcelona fue instantánea. A los pocos segundos, el gol de la victoria penetró por el arco del Real, que abandonó la cancha entre la ira de muchos y los desilusionados aplausos de sus partidarios. Por la noche, en el [Gran] hotel, nos reunimos con los catalanes. Se entonó «Els segadors» y se ondearon banderines separatistas. Y una persona que nos había acompañado a Cossío y a mí durante el partido, cantó, con verdadero encanto y maestría, tangos argentinos. Era Carlos Gardel.
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Los Boixos Nois matan a un francés de las Brigadas Blanquiazules; la vida posterior de un asesino
Sergi Segarra, un integrante de los boixos nois … que fue apuñalado el pasado 1 de diciembre por miembros de las brigadas blanquiazules -seguidores ultras del Español-, manifestó ayer a EL PAÍS que la muerte del joven francés Frederic Rouquier y la agresión de José María Arboleas, ocurrida el pasado 13 de enero, se produjo porque sus compañeros de los boixos nois decidieron vengar el ataque del que había sido víctima…
Asegura no recordar quién fue la persona que le agredió, pero afirma sin dudar que entre ellos estaba Fredi, uno de los líderes de las brigadas blanquiazules… Segarra, conocido como el Draculín, cree justificado el ataque que llevaron a cabo sus corripañeros contra el francés Rouquier y el otro seguidor españolista, ambos simpatizantes de las brigadas blanquiazules. «Creo que se pasaron -en referencia a los ultras del Español- un poco, y por eso pienso que lo que hicieron mis compañeros estuvo bien. Porque yo estuve a punto de morir. Ojo por ojo, diente por diente», repitió con insistencia…
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Unos skins matan al travesti Juan José Rescalvo en la Glorieta de los Músicos
La sección quinta concluye que los seis rapados, -«amigos y simpatizantes de los grupos skin head, caracterizados por su hostilidad hacia los vagabundos, indigentes, prostitutas, homosexuales y demás colectivos marginales»- se colaron en el parque de la Ciutadella, tras tomar varias copas. En su paso tropezaron con dos travestis que dormían en la glorieta de los músicos. Como éstos les llamaron la atención, los procesados, al ver que eran homosexuales, empezaron a castigarles.
Para la sala, los acusados, tres de ellos menores de edad, estuvieron movidos por la «intención de matar», elemento que se desprende de «la brutalida de la agresión, no sólo por la reiteración, sino también por el medio empleado, botas de tipo militar con las punteras reforzadas de acero». Además, añade, «cuando deciden dar por terminad a su actuación, pensando que ya han matado a sus víctimas, bajan de la tarima, pero al oír que uno respiraba, deciden subir a rematarle». Juan José Rescalvo Zafra, «Sonia», falleció, mientras que Ernesto Romero Arévalo, «Dori», quedó malherido. Al irse, cuatro de los acusados -los hermanos López, Alsina y Parlade- encontraron a tres mendigos: dos escaparon, pero Miguel Pérez Barreiros perdió el único ojo con visión.