El antecedente de la actual Real Federación Española de Fútbol fue la Federación Española de Clubs de Football, entidad que se constituyó en Madrid el 14 de octubre de 1909. Los primeros clubes en adherirse a la nueva entidad fueron el FC Barcelona, Vigo FC, Tarragona FC, Pamplona, Sociedad Gimnástica Española, Irún SC, Real Fortuna de Vigo y el Club Español de Madrid. Otros, sin embargo, dieron la espalda al nuevo organismo, este ellos, algunos clubes de peso como el Athletic Club de Bilbao, el Madrid FC (actual Real Madrid) y el que era vigente campeón de España, el Club Ciclista de San Sebastián (la actual Real Sociedad). Los disidentes llegaron a fundar su propia asociación, la Unión Española de Clubs de Football y encargaron al vigente campeón, el Club Ciclista la organización del Campeonato de España de 1910, de forma paralela a la Copa oficial que organizaba la Federación Española de Clubs de Football.
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Una Copa Barcelona-Real Sociedad durísima, con poesía de Alberti y Gardel de postre
Pero de pronto, dejando a un lado alas y tinieblas, hice una oda a un futbolista —«Platko»—, heroico guardameta en un partido entre el Real de San Sebastián y el Barcelona. Fue en Santander: 20 de mayo de 1928. Allí fui con Cossío a presenciarlo. Un partido brutal, el Cantábrico al fondo, entre vascos y catalanes. Se jugaba al fútbol, pero también al nacionalismo. La violencia por parte de los vascos era inusitada. Platko, un gigantesco guardameta húngaro, defendía como un toro el arco catalán. Hubo heridos, culatazos de la Guardia Civil y carreras del público. En un momento desesperado, Platko fue acometido tan furiosamente por los del Real que quedó ensangrentado, sin sentido, a pocos metros de su puesto, pero con el balón entre los brazos. En medio de ovaciones y gritos de protesta, fue levantado en hombros por los suyos y sacado del campo, cundiendo el desánimo entre sus filas al ser sustituido por otro. Mas, cuando ya el partido estaba tocando a su fin, apareció Platko de nuevo, vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar. La reacción del Barcelona fue instantánea. A los pocos segundos, el gol de la victoria penetró por el arco del Real, que abandonó la cancha entre la ira de muchos y los desilusionados aplausos de sus partidarios. Por la noche, en el [Gran] hotel, nos reunimos con los catalanes. Se entonó «Els segadors» y se ondearon banderines separatistas. Y una persona que nos había acompañado a Cossío y a mí durante el partido, cantó, con verdadero encanto y maestría, tangos argentinos. Era Carlos Gardel.