Etiqueta: Pau Claris

  • Matanza de soldados fuera de la muralla por los somatenes; con gritos religiosos, sacan al diputado militar y dos consejeros de la cárcel, y queman casas; intento de fuga del Virrey; huye el ejército a Rosellón

    Al otro día por la mañana, martes á 22 de maio 1640, bolvio el somatén á embestir la caballería, que la descubrieron á la laguna de Cañet, y á la primera envestida eran pocos los del somatén, pero engrosándose y cojiendo á los soldados ya fatigados, sin municiones, dándoles recia embestida, se vieron los soldados obligados á carrera havierta y como podían, huir hacia el muelle donde estavan las galeras, que viendo el suceso, y arrimando barquillos y quanto podían á la orilla, los hivan reciviendo y embarcando como llegavan, y ellos arrojándose á el mar, dejavan los cavallos por el arenal, como Dios se servía. Visto esto por el Virrey y Ciudad, mandaron salir algunos ayudantes y ministros á recojer los cavallos que huían por allí sueltos, y entrarlos, que pasaron de 300. Muchos soldados se encontraron muertos por el arenal; otros anegados, y los más de los que se embarcaron, heridos, que después á carretadas los llevaron al hospital para curarlos, y á no ser las galeras, es cierto perecían todos á manos del somatén.

    Bolvamos al somatén, que buelto atrás, y juntándose en San Andrés de Palomar, lugar que dista alguna legua de Barcelona, se congregaron hasta mil y quinientos hombres, y embiando algunos á la desilada para asigurar la puerta, cargó después todo el rresto, y dejando guarda para tener la salida franca, entraron á cosa de las diez del día, el mismo martes …, hasta unos mil y ducientos hombres, todos con dos ó tres pedreñales y escopeta, y delante uno con un Christo en la mano, que hiva gritando: Visca la fee y muirán los traidors y lo mal gobern.

    Encamináronse á la cárcel, sin que nadie se les opusiera, porque todos estavan amargos de lo que pasava, y sólo un desdichado cavo de guaita (2) que encontrándoles á la plaza de la lana dijo: Ténganse al Rey, y apenas lo pronunció, quando tirándole dos ó tres, siu decir Jesús, caió muerto.

    Estando en la, cárcel, pasaron algunos á la Dagería (Dagueria. Calle de la antigua Barcelona que, comenzando en la Libreteria, termina aún en la plaza de San Justo), y tomando los martillos de los oficiales, rompieron todas las puertas, y sacando en primer lugar al Diputado y dos del Consejo de Ciento (D. Francisco de Tamarit y los individuos del Consejo de Ciento, Francisco Juan de Vergós y Leonardo Serra), libertaron también á quantos presos havía, sin dejar alguno.

    A vista de esto, los conselleres, diputados y obispo acudieron á la cárcel para sosegar la gente, que, viéndose señores de loque intentavan, querían pasar á quemar algunas casas y hacer maiores estragos. Empezaron los conselleres, diputados y obispo (En 1640 ejercían los cargos de concelleres, diputados y obispo de Barcelona las personas siguientes: gobernaba la sede barcinonense D. García Gil Manrique. Eran diputados de la Generalidad de Cataluña: Pablo Claris, canónigo de la Seo de Urgel, diputado por el brazo eclesiástico; Francisco de Tamarit, diputado por el brazo militar, ó sea la nobleza, y José Miguel Quintana, diputado real, representante del brazo popular; siendo asesores de la corporación Jaime Ferrán, Rafael Antich y Rafael Cerda. El poder ejecutivo del Consejo de Ciento lo componían á la sazón cinco concelleres: el noble D. Luis Juan de Calders, conceller en cap.; Antich Saleta y José Massana, ciudadanos; Pedro Juan Xiráu, mercader, y Antonio Carreras, cirujano. El acuerdo del Consejo para que fuesen nombrados anualmente seis concelleres, no fué tomado hasta el 14 de Mayo de 1641. (Rúbrica de Esteva Gilaber Bruniquer, Ms., folio 72 vuelto, Archivo municipal de Barcelona.)) á templarlos, alabándoles lo hecho, y estimando el amor á la patria, pero que bastava aquéllo, y que todo se remediaría.

    Estas razones ponderadas con amor y eficacia, los amansó; y combenidos en bolverse á salir, poniéndose delante los comunes y el obispo con sus mazas altas, sin extraviarse alguno, los condujeron á todos por la puerta Nueva hasta tenerlos fuera, y despidiéndose los del somatén, se bolvieron á San Andrés y los otros á la ciudad.

    Viendo el de S(ant)a Coloma el mal estado de las cosas, y sabiendo que el somatén amenazava de quererle quemar el palacio, no dándose por siguro eu su casa temiendo algún motín, se retiró con el de Fernandina, generales y veedores de galeras, y los jueces á la Ataracana, que todos temían un desastre.

    Supieron la Ciudad y Diputación al entrar la puerta esta acción, y rectavía se encaminaron todos á la Ataracana, en donde persuadiendo al Virrey lo poco que devía temer aquellos movimientos, y asigurándoles ambos comunes tomavan á su cargo la siguridad de su persona, le bolvieron á su palacio, poniéndole de noche y día una compañía de guardia, hasta que se sosegaron los humores y las materias hicieron mexor rostro.

    Bolviendo los del somatén á la persecución de aquellos infelices infantes que se havían emboscado en el bosque de San Jerónimo, sedienta la gente de vever su sangre, concluieron con quantos pudieron haver á manos; algunos, pláticos del terreno, se bajaron á la marina, y por ella á Blanas. Los cavos más principales se acogieron al sagrado del combento, y presumiéndoselo el somatón quiso poner fuego á la casa, pero con súplicas de los p(adres), y asigurándoles no havía nadie, los despacharon, y después se supo, que medio disfrazados, los acompañaron á los recluidos asta la marina con celo religioso, y tomada una faluca, les dieron escape. La mortalidad que hicieron en el bosque fué de calidad, que en algunos meses, no hubo quien pasara por allí de la edor de los cuerpos.

    Viendo el Virrey la derrota de la milicia y la fatigada vida que llebava no teniendo puesto seguro, por estar todo el país contra ella, resolvió que el duque de Fernandina, con quatro galeras, fuese costeando la marina y recoxiendo los soldados, llebándoles al mismo tiempo provisiones, y á la misma sazón avisando á las milicias de la tierra se bajasen á la lengua del mar. Desta manera, y procurando se juntaran todas en Blanas, donde estava el maior grueso, se vinieron á juntar hasta cinco mil infantes y quinientos cavallos. Presumióse el de Santa Coloma, que, junta toda la gente, se conserbaría mexor y haría resistencia á qualquier movimiento del país; pero oyéndose que los naturales se querían unir en maior número y acavar con los soldados, que los tenían natural odio, mandó el Virrey que con las galeras se pasase la milicia al Rosellón, y dando las órdenes combenientes.

    Quando vino al embarcarse, Don Juan de Arce no quiso así, porque no pudiendo embarcar la cavallería era aventurarla, como porque juzgó á descrédito de las armas reales, el que con cinco mil soldados no tubiesen el campo suio contra lo poco disciplinado de los naturales, y así, resuelto á morir ó pasar por tierra la milicia, empezó su marcha orilla del agua, y á vista de las galeras siempre; pero como en algunos tránsitos era preciso para pasar los montes entrar tierra adentro, y al pasar la montaña de San Grau [Caldas de Malavella], en un lugarejo llamado Llagostera, les tubieron los paisanos emboscada, en donde, dándose las cargas, murieron algunos de ambas partes.

    Pero prosiguió la milicia su marcha, y llegando á S(a)n Feliu … tubieron ya las galeras, que dándoles refresco y tomando los eridos, continuaron las jornadas. Entradas ya las milicias en el Ampurdán, marcharon sin molestia alguna por ser llano el terreno; pero sin apartarse del mar y continuando los estragos de sacos, muertes ó insultos en cuantos lugares tocavan, que, entre otros, fueron San Pedro Pescador y Mumbrío (Montiró [Ventalló]). En este lugar quemaron también la iglesia, á cuio incendio pereció la reserva (Tuvo efecto el incendio de la iglesia de Montiró por los tercios reunidos, superentendidos por D. Juan de Arce, el día 31 de Mayo de 1640. La excomunión fulminada por el obispo de Gerona fué publicada el 24 de Junio.—En el Apéndice V va copiado el proceso del incendio de dicha iglesia). Pillavan muchos rebaños de ganado, que después sus propios dueños los redimían á peso de dinero; vahéronles los pillajes y robos del Ampurdán muchísimo, y arruinaron aquel país de todos modos. Llegado el campo á Rosas, vien que el governador no quiso darles entrada, tuvieron con el resguardo de la plaza siguras las espaldas para la entrada al Rosellón. Dexemos esto aquí y bolvamos á Barcelona, que quedava bien achacosa.

  • Destrozado el ejército habsburgo en la Batalla de Montjuic

    Avisos de 12 de Febrero de 1641.

    Estando el Jueves pasado ya despedido el Señor Conde de Monterrey, y habiendo ya besado la mano á S. M., llegó una carta del Señor Condestable de Napoles, Virrey de Valencia, en que avisaba, como Don Pedro Santa Cecilia, General de los vergantines de Mallorca, le escribió con un barquero como el Señor Marques de los Velez habia tenido un mal suceso á vista de Barcelona. Con esto se suspendió la jornada y se turbaron los Ministros y la Corte: aguardaron á que llegase correo, que entró el Sabado, que confirmó la nueva en esta forma, refiriendo el suceso con puntualidad.

    Que habiendo roto nuestro exercito á los enemigos en Martorrell, Villa del Señor Marques de los Velez, y de que se intitula Marques, y entrado el lugar con alguna pérdida de gente, y mucha resistencia, pasó adelante fiado en los viveres que esperaba por mar; y en la confusion que hallaría en Barcelona, viendo tan poderosa gente y victoriosa sobre ella. Llegó Sabado á 26 de Enero, dia de San Policarpo Papa y Martir. Convinieron á que se ganase á Monjuy, que es una eminencia elevada, desde donde se podria jugar la artillería y arrasar la Ciudad. Teníanla muy fortificada los enemigos: quedó resuelto se embarcase con todo el grueso: no se executó esta orden el día siguiente, sino que acometiesen siete tercios; y lo restante quedase abaxo de reten. Domingo, pues, marchó la caballería del cargo del Señor Don Alvaro de Quiñones, por el cuerno izquierdo; y la del Señor Duque de San Jorge por el derecho, yendo este Caballero con ánimo de mezclarse con la caballería del enemigo, y ocupar la puerta: cosa imposible y temeraria. Para esto hizo instancias con Don Alvaro, para que cerrase por aquella parte, y cogiesen en medio al enemigo, que estaba con su caballería al abrigo de la mosquetería de la muralla, y al reparo de una media luna que tenia delante de la puerta, y la artillería de la Ciudad. El Duque en fin embistió con su caballería, con todo denuedo y valentía; y al mismo tiempo la de Don Alvaro, pero con mas dicha y mas orden; porque el Duque como tan bizarro y. valiente se empeñó tanto, que le dieron dos mosquetazos, de que murió con lastima y pérdida general; y juntamente dos Capitanes de Corazas que le seguían Don Garcia de Cavanilas, y Don Fadrique Espatafora, sobrino del Señor Duque de Nochera. Hirieron al Comisario General Don Felipe Felinghon [Vellingen, Fellingham???], mataron su Teniente, algunos Caballeros y gente particular. Don Alvaro dispuso con mas cordura la gente de su cargo y caballería de las órdenes cerrando con el enemigo hasta el foso con mucho daño suyo; y luego se retiró, segun escriben, con la mas rara orden que se ha visto hasta hoy caballería, á tiempo. que los acrivillaban con artillería y mosquetería. La infantería que subió á ganar á Monjuy, ocupó con valor un trincheron, quiso abanzarse á parte que no pudieron sustentarla, y cejaron al trincheron mismo. El enemigo cobró ánimo con esto y con llegar su socorro; con que los nuestros desalentaron y perdieron lo ganado, y gente considerable: cerró la noche y se retiraron abaxo. Los Cabos que gobernaban estos Puertos eran Franceses, y muy soldados. Aquella noche hicieron nuevos reparos; cargó mucha gente, con que imposibilitaron el volver á embestirle, por estar nuestro exercito cansado, y sin haber comido en dos dias,con que se determinó por no arriesgarle todo retirarse á Tarragona. Murieron dos sobrinos del Señor Marques de los Velez, y el Señor Conde de Tiron [Tyrone], Maestre de Campo de Irlandeses, del Orden de Calatrava, Gentil-Hombre dé la Cámara del Rey [Shane O’Neill]; descendientes de los Reyes de Irlanda, y despues del Señor Conde de Tirconel [Tyrconnell], el succesor de aquella Corona. Murió tambien el Sargento mayor Don Diego de Cárdenas y Luzón.

    En quanto á las disposiciones del enemigo, se dice que tienen á Barcelona muy pertrechada de todo lo necesario, para esperar un largo sitio, y gente para hacerse con otro mayor exercito. Y que si Mos de Espinan no les hubiera faltado (que dicen cumplió su palabra), con mucha infantería y caballería en Martorrell deshicieran el exercito del Rey. Añaden que todo el campo de Tarragona, menos la Ciudad, ha vuelto á tomar las armas, con pretexto de malos tratamientos que han hecho los soldados, aun en los lugares entregados sin resistencia. Dicen que el número es de ocho mil hombres, acaudillados de Don Josef Margarit, primo de Don Anton Armengol, Baron de Rocaforte, á quien ahorcaron en Cambriles, y de un hermano suyo, Monge Bernardo, y otros deudos y Cabos, que han ido por los mismos pasos del Señor Marques de los Velez, con ánimo de cortarle. Otrosí dicen que los Catalanes, deshauciados de clemencia y piedad, han dado la proteccion al Rey de Francia, y jurado por Conde al Delfin su hijo, y para esto, que ha entrado en Barcelona el Duque de Halwin [Halluin], con infantería y caballería: y que el Arzobispo de Burdeos corre el mar con buena armada, habiendo dexado otro golpe hacia Cantabria. Tambien se dice que el de Halwin ha preso á Mos de Espinan, por achacarle ha usado infidelidad con los Catalanes; y que él se disculpa, con que se vió oprimido en Tarragona con poca gente, para oponerse á un exercito tan pujante; y que asi pactó de volverse á Francia. Culpante estos otros de que se ha dexado sobornar y ha sido infiel al empeño en que se habia puesto por parte de su Rey, cosa que puede creerse siendo Francés. Hablase demás de esto en que la Villa de Perpiñan, la fuerza y guarnicion, se ha entregado á los naturales, opresos de la hambre, no se sabe con que certeza; pero si es asi viene á ser un mal golpe para las armas de S. M. Algo debe de haber, pues han llevado á la cárcel pública de esta Corte, á los Síndicos del Principado, y á Don Juan Grao de Monfal con su Agente.

    […]

    Corre aquí voz de que los Catalanes han dado saco al gran Santuario de nuestra Señora de Monserrat, y muerto á puñaladas á su Abad. Y si esto es asi, no hay duda que tendremos en nuestro favor á Dios: pues enemigo que tanto le enoja, por nosotros hace: estimase el robo en casi un millon.

    […]

  • Inauguración en la nueva Plaza del Duque de Medinaceli de un monumento a no se sabe cuál de los Galceran Marquets, personaje(s) escogido(s) a prisas porque resultó que el candidato original, Blasco de Garay, no inventó la máquina de vapor

    […]

    En el alma sentimos que el juicio de los inteligentes no sea favorable á este monumento que la prensa barcelonesa calificó de bellisimo, que mereció la honra de verse estampado en uno de los primeros periódicos de Inglaterra, y que, segun ántes indicamos, se hizo para dar una muestra de los progresos artísticos de nuestro siglo. Constituidos en el deber de consignar el dictámen de la crítica razonada sobre todas las materias que tratamos, deber ingrato por demas cuando el dictámen es poco lisonjero, no podemos ménos de indicar algunos defectos que los artistas echan de ver en esta Columna. Concebida su traza con el propósito de eternizar la memoria de Blasco de Garay, pero dedicada á Marquet, desde que cierto literato probó la inexactitud con que se atribuia al primero la aplicacion del vapor á la navegacion; harto se comprende que con tan grande cambio de destino y sin variacion alguna en el pensamiento, habia de resultar poco satisfactoria la filosofía de la obra; porque ni la forma, ni los accesorios, ni los atributos podian convenir á la vez á un maquinista, á un genio científico, y á un vicealmirante, á un soldado. Mas dejando esto aparte, parece que, siendo irregular la plaza, debiera haberse preferido colocar la Columna en el mismo eje de la calle de la Merced, ántes que sujetarse al eje norte-sur de aquella. Tambien se tacha de pequeño el monumento, comparado con el grandor del sitio en que se halla, por cuanto una columna triunfal debe sobrepujar la altura de las casas ó edificios circunvecinos si se quiere que presente el carácter magestuoso y monumental que le es propio (1). Algunos se adelantan á decir, que siendo esta una pobre imitacion de las columnas-candelabros de la plaza de la Concordia en Paris, dista mucho de corresponderá la idea de grandiosidad que debió de presidir en su ereccion. Y con efecto, ¿qué objeto tienen en ella los dos faroles cuyas peanas son los extremos de la quilla de una nave? ¿Sirven acaso, como en las citadas columnas-candelabros, para alumbrar el suelo que pisan los transeuntes? ¿Sirven para iluminar la estatua? ¿Quién no conoce que es un contrasentido figurar el casco de una embarcacion atravesado por el fuste de una columna, cuando el mayor diámetro de la basa y del capitel imposibilita la realidad de la representacion? Por otra parte, la estatua está vestida con alguna impropiedad, pues el manto que le cubre ni es propio del Conceller, ni sienta bien al guerrero que parte para una expedicion marítima; aun prescindiendo de que forma tambien extraño contraste con la armadura militar el gorro de magistrado municipal. Tocante á los principales accesorios, á saber los caballos marinos del capitel y los tritones asaz monótonos del basamento, son una decoracion incongruente, pues no hay razon alguna admisible que autorice para mezclar objetos de la fábula con los atributos correspondientes al héroe del monumento y á la ciudad que lo ha erigido. El espíritu tan católico de la época en que aquel floreció, no puede hacer mas incompatible la mezcla. Se nota, en fin, que el basamento es demasiado pequeño, que presenta poca base á la columna, y que si bien será pintoresco en el dibujo hacer saltar el agua de los cuernos marinos que aparentan tocar los tritones, esta disposicion condena á una rociada inevitable á los que van por agua á la fuente.

    Vengamos ahora á la historia del personage. Claro es que el Ayuntamiento hubiera satisfecho la curiosidad general del público de Barcelona, si al anunciar la inauguracion de la Columna, hubiese continuado unos breves apuntes biográficos del vicealmirante catalan, de modo que resaltasen los raros méritos que le hacian acreedor á la señalada honra que iba á dispensarle, con preferencia á tantos otros marinos como florecieron en el servicio de la Casa de Aragon. Podia subsanarse este descuido colocando en la Columna una inscripcion, como se suele siempre practicar en semejantes monumentos. Sin embargo, el público no ha recibido otras noticias acerca de este punto principal, sino las mas ó menos extensas, y no siempre bien averiguadas, que insertaron á la sazon los periódicos políticos. En uno de ellos escribió D. Antonio de Bofarull un largo artículo ó reseña de la vida y hechos de Galceran Marquet, esforzándose con patriótico anhelo por presentarlo como uno de los primeros adalides de la antigua marina catalana (2). La familia de Marquet es antiquisima y con justicia celebrada: el exacto é imparcial Zurita al referir la victoria que el infante D. Alfonso hubo de los callereses en 1324, dice, especificando el buen comportamiento de algunos en el combate, que «tambien se señaló mucho en lo de la mar otro caballero catalan llamado Miguel Marquet, lo cual fué en los deste linage tan ordinario como si fuera por herencia» (3). Con todo eso, es exajerado el aserto de Felíu de la Peña, que esta familia barcelonesa diese mas victorias á sus Reyes, que varones contara en estas y las antiguas centurias; y únicamente á título de hipérbole puede tolerarse el que se afirme, como el citado articulista, que recorriendo la historia de nuestras glorias se ve que en ninguna deja de figurar este ilustre apellido.

    […]

    Siendo, pues, tan antigua y numerosa esta familia, se comprende cuán fácil es que varios de sus individuos en el decurso de los siglos llevaran el nombre de Galceran, que por cierto era muy comun en Cataluña en la edad media. Las crónicas confirman esta presuncion. Por consecuencia, importa ante todo señalar cuál de los Galceran Marquet que tomaron parte como marinos en nuestros antiguos sucesos, es el que representa la estatua que acaba de levantarse. Pudiera creerse que la coincidencia de haber sido Conceller de Barcelona y vicealmirante de las armadas aragonesas señala fijamente la persona; pero hojeando las historias se advierte que en realidad la confunde mas y mas. Si en 1334, vemos de Conceller cuarto á un Galceran Marquet, que sale á la mar acaudillando una flota; hallamos tambien un Galceran Marquet de Conceller primero en 1389, y de vicealmirante en las aguas de Sicilia en 1398; aun pasando por alto el Galceran Marquet que iba de cómitre en la galera en que en 1404 el Papa Benedicto XIII se embarcó para Italia en el puerto de Barcelona. Nadie caerá en el renuncio de imaginar que fuese la misma persona la que en 1398 desempeñaba uno de los primeros destinos de la armada, que habria obtenido nada ménos de sesenta y cuatro años ántes. Siendo, pues, dos individuos con igualdad de nombre y empleos, y no habiendo el Ayuntamiento indicado á cuál era su ánimo erigir la estatua, nos vemos sumamente perplejos en inclinarnos con preferencia á uno determinado, cualquiera que sea.

    Sin embargo, á impulso de ciertas razones, seguiremos por el pronto la opinion general que atribuye el monumento al personage mas antiguo. El Sr. de Bofarull sienta que la primera vez que figura en la historia Galceran Marquet es en 1331, yendo de vicealmirante en la flota mandada por Guillermo de Cervelló, que acababa de aprestar Cataluña para la guerra contra la república de Génova. Ninguno de nuestros mas acreditados historiadores nombra á Galceran Marquet en esta gloriosa expedicion; y aunque su silencio no destruye por sí solo la probabilidad del hecho, pensamos evidenciar su inexactitud con el testimonio irrecusable de cuatro documentos diplomáticos.

    [etc etc]

    Resulta de nuestra discusion histórica que, á pesar de hallarse confundidas y ser casi inextricables las ramas del árbol genealógico de Marquet, parece que en el período de setenta y tres años se conocen bastante distintamente tres Galceran, acaso padre é hijos, ó padre, hijo y nieto. Puede sentarse con toda probabilidad que dos de ellos fueron sucesivamente Concelleres y vicealmirantes. ¿A quién, pues, preguntamos de nuevo, representa la estatua que el Ayuntamiento mandó colocar en lo alto de la Columna triunfal, toda vez que las únicas circunstancias con que se quiso dar á conocer al público el ilustre personage, fueron las de haber desempeñado aquellos dos altos destinos? ¿Y qué contestaremos de fijo y categórico al viagero curioso que al contemplar el monumento nos dirija semejante interrogacion?

    Empero, concedamos por un momento que está bien determinada la persona de Galceran Marquet, y que aquel cuya memoria perpetúa la Columna, es inconcusamente el vicealmirante de D. Pedro IV ó el de D. Martin. Aun así, ¿qué razon se tuvo para decretarle tan distinguido honor con preferencia á cien y cien otros marinos catalanes que pusieron en manos de los monarcas aragoneses el cetro del Mediterráneo? ¿Por ventura el destino cívico que obtuvo? La oportunidad de presentar al héroe como magistrado municipal y vicealmirante, no la graduamos de motivo suficiente. Mejor hubiese sido renunciará ella, y exponerá la admiracion pública algun personage, cuyos hechos bien conocidos fuesen dignos de eterna recordacion, y nos le representaran como uno de los primeros hombres de su época y que mas influjo ejercieron en los destinos de la patria. Dechados presentan los fastos de Cataluña en que la generacion actual y las venideras podrian aprender el ejercicio de todas las virtudes sociales, políticas y militares: de los principes, justos, benéficos y tan cuerdos en la paz como valerosos en las lides, D. Ramon Berenguer el Viejo: de los magistrados celosos de los derechos y prerogativas populares, Juan Fivaller: de los leales tribunos cuya voz no intimidan riesgos ni amenazas cuando se trata de la salvacion de la patria, Pablo Claris: y finalmente de los denodados marinos (si á un marino se queria á todo trance erigir la columna) cuyas victorias pueden contarse casi por las páginas de nuestras crónicas, Rogerio de Lauria, Jofre Gilaberto de Cruíllas, Poncio de Santapau (12), Bernardo de Cabrera (13) y otros infinitos que llevan como anejo á su nombre el recuerdo de las glorias y pujanza que equipararan un dia á Cataluña con las potencias mas fuertes y belicosas del mundo. (14)

    No sin verdadero dolor debemos, pues, concluir diciendo que en la ereccion de esta Columna triunfal fueron poco felices el pensamiento y su realizacion.

  • Primera representación, por 2.300 músicos, de una cantata nacional de Clavé: ¡Gloria á ESPAÑA, la heróica matrona!

    ¡GLORIA Á ESPAÑA!

    CANTATA NACIONAL

    escrita para la 4.ª Gran fiesta musical de Euterpe celebrada en Barcelona los días 4, 5 y 6 de junio de 1864, y ejecutada por 2,000 coristas y 300 profesores de orquesta y banda.

    ¡Gloria á ESPAÑA, la heróica matrona
    Que humilló la extranjera arrogancia,
    Invencible en Sagunto, Numancia,
    Covadonga, Gerona y el Bruch!
    ¡Gloria á ti, gloria á ti patria amada!
    ¡Gloria á ti, cuyos tersos blasones
    Esculpieron preclaros varones
    Con su esfuerzo, saber y virtud!

    Eres cuna del Cid y Pelayo,
    De Cervantes, Mariana y Herrera,
    De Velázquez, Murillo y Rivera,
    De Isidoro, Capmany y Feijóo;
    De Ensenada, Cisneros y Aranda,
    De Lanuza, Clarís y Padilla,
    De Argensola, Quevedo y Ercilla,
    De Churruca, Marquet y Quirós.

    ¡Gloria á ESPAÑA! dó en paz hoy florecen
    Con las ciencias, la industria y las artes;
    Dó el progreso derrumba baluartes
    Que en talleres se ven transformar.
    Himno santo de amor reproduzcan
    Del Pirene las cóncavas breñas,
    Y desplieguen sus nobles enseñas
    Euterpenses legiones de paz.

    Nunca turbe la guerra intestina
    De la ESPAÑA el fecundo sosiego;
    Más si un día con ímpetu ciego
    Nos amaga extranjera invasión,
    Nuestro pecho, pavés de la patria,
    Hará ver á su saña iracunca
    Que no sufre infamante coyunda
    El denuedo del libre español.

    Ya el pueblo en lid artística,
    Templando el ardor bélico,
    Con cánticos de júbilo
    Dilata el corazón;
    Y auguran días prósperos
    Las euterpenses flámulas,
    Inmaculado lábaro
    De fraternal amor.
    ¡Gloria á ESPAÑA,
    Que no empaña
    Con fratricidios hórridos
    Su límpido blasón!

    Nunca turbe la guerra intestina
    De la ESPAÑA el fecundo sosiego;
    Más si un día con ímpetu ciego
    Nos amaga extranjera invasión,
    Nuestro pecho, pavés de la patria,
    Hará ver á su saña iracunca
    Que no sufre infamante coyunda
    El denuedo del libre español.

    ¡Gloria á ESPAÑA,
    Que no empaña
    Con fratricidios hórridos
    Su límpido blasón!