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  • Empieza una fiesta de San Jorge de cinco días para Carlos I

    El año de 1533, hallándose en Barcelona el emperador don Cárlos V, la reina doña Germana y su esposo el duque de Calabria, dignáronse honrar con su augusta presencia la fiesta, que por esta razon fue prorogada al domingo 27 de abril. Atavióse el altar con varias piezas de argentería de la Real Capilla, y los clérigos de la misma celebraron el oficio. No se dijo sermon por retardo que hubo en empezar. S. M., acompañado de las personas reales, del marqués de Guasto, de los cardenales de Santiago y Sigüenza, y de otros notables en gran número, vino cabalgando á la estradiota, vistiendo capa de tela de plata y una manera de cuera á la soldadesca, hecha de seda blanca, toda entretelada y recamada de hilo de plata, con mucha perlería, y unas calzas blancas ricamente bordadas de hilo de oro y plata, muy acuchilladas, aforradas en otra seda. Los diputados bajaron á recibirle hasta el pie de la escalera, y allí descabalgó en el apeadero que aun está. Habiéndole en seguida acompañado arriba, situóse en la cámara del regente de cuentas, donde se le habia puesto una cortina muy rica, y dentro de ella se recogió el duque de Calabria, viéndose elevado el sitial delante del lindar (sobre el endors, dice el original), á cuyo efecto se desclavaron las puertas. Los concelleres ocuparon su lugar acostumbrado: el cardenal de Santiago se situó afuera, al lado de la puerta antedicha, donde suelen ponerse los vireyes cuando concurren, en un banquillo cubierto de brocado, y al dorso un paño de raso. Seguian en otro banquillo algunos obispos; luego los embajadores que van con la córte, en asientos análogos; los diputados, el cuerpo consular, la nobleza, etc. Algunos convidados, por falta de mejor local, ocuparon el antepecho del claustro, habiéndose puesto en él paños de raso y bancos, y los cantores de la capilla tuvieron su apartamiento de costumbre, delante la puerta del archivo ó racional. Además, toda el ala del claustro que va desde el mismo racional hasta el gran consistorio, estaba llena de menestrales del condestable y del conde de Benavente, y de los trompetas y atabales del duque de Calabria, que espresamente fueron llamados, los cuales al entrar y salir S. M. y al acabarse los oficios, hicieron tan grande música que otra cosa no se oia. Los trompetas de la ciudad, que igualmente suelen concurrir, estaban sobre un castillo alzado delante de la Casa-diputacion, desde cuyo lugar daban señal cada vez que entraba ó salia algun personaje. El ramo (toya) fue entregado á S. M. por el diputado eclesiástico, despues de hecha salva, habiéndolo tomado de manso de un oficial preeminero que lo llevaba. No hubo damas en sus sólitos lugares, porque todo lo ocupaban los hombres, si bien asistieron muchas disfrazadas, asi dentro de la capilla, como en la cámara del racional y arriba en la azotea (nota omitida). A las vísperas tampoco asistieron muchos convidados, pero sí gran multitud de pueblo, en razon al jubileo que se gana visitando la capilla (nota omitida). Tampoco los diputados salieron cabalgando en órden consistorial, conforme otras veces se habia acostumbrado.

  • Encarcelados unos músicos y bailadores por poner en peligro la lucha de Nuestra Señor contra los turcos y la peste

    En aquest die, per lo vot havia fet la present ciutat o lo Concell de Cent Jurats de aquella no ballar de nits los vespres de Carnestoltes ni Dijous Lardé, per la misericòrdia havia feta Nostre Senyor a la present ciutat de Barchinona y a tot lo present Principat, de liberar-la, ço és, de la peste que ere en aquella, de remiar-la soptosament, y de la armada del turch enemich de nostra sancta fe christiana, que ere vinguda en la illa de Manorcha y prengué la vila de Ciutadella y malmané moltes ànimes, qui miraculosament se’n tornar ses fer ningun dany, ni al present Principat ni illa de Manorqua, los honorables consellers requeriren al veguer y sots-veguer, donant-los-ho per scrit, que preguessen los jutglars que havien sonat lo vespre abans per los carrers, y los qui·ls havien logats y los qui bellaven, metent-los a la pressó.

  • Bigamista ciego condenado a tocar el órgano

    Dit dia donaren sent asots a sinc penitentiats per lo Sant Offici, és a saber, al hermità portuguès que fou tret a acte públíc lo dia de Nostra Senyora de setembre 1602, que era fugit del hospital y no avia cumplida la penitentia ahont lo tornaren ab grilló al peu; un siego que’s diu Jaume, per dos mullers, condempnat a sonar lo orgue tota sa vida al hospital; altro per dos mullers, a galera. Y una dona castellana bunyolera, per etchisera; altra per echisera, catalana, anomenada Hierònima Casajús, que ha anys fou assotada y desterrada per alcavota en Barcelona y aprés en Valladolit per lo matex.

  • Magnífico espectáculo y fiesta de disfraces para la infanta María Ana de Austria camino a su boda en Alemania con su primo, Fernando III de Hapsburgo

    Empresa mui grande, ó loco atrevimiento parece, el querer en breves líneas descifrar tanta magestad, tanta gala, tanta grandeza y tanta hermosura como la que mi pluma pretende describir en este capítulo; pero sírvame de sol, como á Ícaro para el precipicio, mi buen deseo, y me dé calor para relatar, aunque en tosco idioma, la maior celebridad que ha visto Barcelona en estos siglos, con la entrada y arribo de la serenísima Doña María de Austria, Reina dignísima de Ungría hermana de nuestro cathólico y gran monarca Phelippe quarto, que Dios guarde.

    Partió S. M. de la señora Reina, de la ciudad de Zaragoza, con aquel lucimiento y grandeza que se dirá; llegó á la siempre venerada montaña de Monserrate, entre cuias elevadas peñas tomó albergue la serenísima Reina de los Angeles María Señora nuestra, cuia milagrosa imagen y angélica casa, publican tan repetidos milagros, como manifiestan tanta multitud de ofrendas y dones de pechos agradecidos en su iglesia y casa. Recivieron allí á S. M. con el regalo y grandeza que acostumbra aquella religiosa comunidad á sus Reies y Príncipes: detúbose allí algunos días, visitando aquellas hermitas y santuario, que, en contraposición de los disiertos de Thebayda, da y ha dado tantos santos á la tri(un)fante Iglesia, y vió y admiró aquel prodigio, á cuia sagrada imagen rinden culto las más remotas naciones, que si decir se puede, hasta los infieles le tributan beneración.

    Llegaron allí los embaxadores de la Dip(utaci)ón rindiendo enhorabuenas y ofreciendo, en nombre del Principado, obsequiosas alegrías de que con su Real presencia onrrase esta provincia. Partió S. M. para Espar(ra)guera, dejando con amorosos afectos su corazón en aquel celeste sitio y morada de la Virgen, pasó de Espar(ra)guera al lugar de San Feliu (del Llobregat), distante de Barcelona dos leguas; llegaron allí los síndicos de la ciudad á ofrecer á S. M. con reverentes afectos su posivilidad y corazones. También fué el señor duque de Feria, virrey del Principado, á tributar paravienes de bienvenida y besar la mano á S. M. en compañía de mucha nobleza, con ricas libreas y lucidas carrozas, en que puso particular estudio la nobleza cathalana: señalóse la entrada para el día siguiente, que era viernes á ocho de Febrero de mil seiscientos y treinta. Este día partió S. M., después de haver comido, para Barcelona, entrando entra tres y quatro horas de la tarde en la forma que se dirá, precediendo un sin número de acémilas, ricas carrozas y familia, con costosas libreas, así de la Reina como de los que la hivan sirviendo.

    Veníanla asistiendo el arzobispo de Sevilla y duque de Alva, por el Rey n(uest)ro S(eño)r. El Arzobispo trahía gran lucimiento de familia y acémilas. Noté con especialidad cuarenta acémilas con los reposteros de damasco carmesí y bordadas las armas del Arzobispo en tela rica, con relieves de oro y plata. Los garrotes para asigurar la carga, era de plata maciza; las planchas que trahían los mulos de lo mismo, y con ricos plumages; las sogas eran cordones de seda. Venía entre estas acémilas una que sólo servía para el acarreo del agua, con cuatro grandes cántaros de plata, y hasta las mismas angarillas cubiertas de plata de martillo; venían con éstas muchos capellanes y 24 pajes, vestidos de terciopelo morado; sin éstos, una máquina de lacaios vestidos de morado, con capas guarnecidas de pasamanes de oro y seda, y asimismo el resto del vestido. El duque de Alva llebava también mucha familia ricamente vestida, mucho número de pajes y lacaios; la librea de éstos era de paño muy fino, color de canela, guarnecida de pasamanes de oro hasta las capas á lo largo, que estava hermoso; y en fin, descrivir por menudo las galas de todos, sería nunca acavar. Lo que puedo asigurar, que era una India la riqueza y thesoro que incluían tan ricos vestidos y libreas como trahían los señores y familias que vi entrar aquella tarde por la puerta de San Antonio.

    Llegó el Arzobispo á la Cruz cubierta, en donde, sin salir de su litera, aguardó que los puestos llegaran á dar la vien venida y besar la mano á la Reina, que poco más atrás también en su litera aguardara: que tardaron algo los puestos á llegar, vino el ex(cellentissi)mo señor Don Juan Sentis, Obispo de Barcelona, con su ilustre cavildo, que se componía de doctos y nobles sugetos, llegando cerca de la litera de la Reina: el Obispo en nombre de todos dio la bienvenida á S. M., y se ofreció á su Real servicio. Los prevendados pasavan de uno á uno, y vesando al Obispo la mano, hacían su acatamiento á S. M., á quien el Obispo nombrava y decía los sugetos quienes eran, así como hiban pasando: acavado esto, bolvióse el Obispo con su cavildo á cavallo, dio algunos pasos la litera de S. M. y llegó el consistorio de la Diputación, con las mazas altas y todos sus oficiales con mui costosos vestidos y, llegando á la litera, se apearon todos, y de uno á otro besaron la mano á (la) Reina, y cumpliendo con las ceremonias de bien venida se bol vieron á sus casas. Paró un poco S. M. y llegó la Ciudad en forma, con todo su acostumbrado séquito, y el Conseller en cap, que era Gerónimo de Navel, pasando al lado de la litera, sin baxar de á cavallo ni él ni los demás, dio en nombre de toda la ciudad el parabién del arrivo y hizo los devidos ofrecimientos, que, concluidos, se dispuso el entrar la Reina, cuio norte y modo fué así. Pasadas las recámaras de la Real persona, del arzobispo de Sevilla y duque de Alva, y todo el tren supernumerario en esta función, pasaron los cavallos ligeros de Perpiñán armados. Los soldados de lanza y pistola con la librea acostumbrada, color amarillo y negro: venían luego los títulos y primer familia de S. M., á quienes sucedían el Arzobispo y el de Alva, llevando en medio al embaxador de Alemania; consecutivamente venían los Conselleres con sus mazas altas y todos los oficiales de la casa, y luego venían el duque de Feria, Virrey, y el Conseller en cap, en medio de los quales, en unas andas ó litera descubierta, venía la Reina. Aquí quisiera ser un Apeles ó un eloquente retórico, para copiarte con razones la velleza de un ángel humanado, pues sin encarecimiento podré decirte que concurrían en su sugeto, hermosura y Mag(estad) tan sin afectación, que sólo ella podía ser copia de si misma: la litera venía guarnecida de damasco verde, con galón de oro; el vestido era también verde, pero apenas se divisava, pues el oro y plata de relieve cegava para descubrir el campo; el tocado al uso, con su rosa negra, manguito de martas, y toda ella parecía perla en verdes conchas; seguían después ricas carrozas de ayas, damas y meninas, tan ricamente vestidas en barios colores, que parecía el campo amena primavera en rigores de Febrero. Advirtiósele á S. M. que entre lo serio y afable de su belleza, á una parte y á otra miraba con particular gozo y amor á basallos tan finos de su hermano; salieron de la ciudad quatro numerosas y ricamente vestidas compañías de infantería, cuios cabos ó capitanes eran D[on] Fran(cisco) Doms (de Oms), D[on] Juan de Gril, D[on] Bernardo Salva y D[on] Alexo Semenat; los soldados eran las cofradías ó oficios de pelayres, sastres, pasamaneros y sederos, que en todo pasavan de mil quinientos hombres, y con mucha orden y destreza: al llegar Ta Reina delante los esquadrones, hicieron una vistosa salva que entre el estruendo de pífanos y cajas parecía un campo de batalla; repitieron segunda salva, y fueron de guardia á la persona. Llegando á la puerta de San Antonio, la artillería obró lo que le tocaba en repetidas salvas de muchos trabucos, que en ileras se havían puesto sobre el muro, á quienes respondía la soldadesca; caminaron con este orden y militar estruendo la calle del Hospital y Rambla, al Llano de San Fran(cis)co y casas de los duques de Cardona, en donde tenía su palacio. Al llegar aquí, toda la marina era un continuado trueno con tan repetido tiro. Apeóse S. M. y acompañándola hasta su cámara, se despidió la Ciudad y demás gente que la cortejara. Encarecer la multitud de almas que concurrieron á ver esta función no es posible, porque parecía que las havía llovido el cielo como el agua, quando más espesa y menuda cae. A poco rato que S. M. estubo allí deseó ver el mar, y pasando por la galería ó puente que se fabricó para nuestro Rey, se puso en el balcón del mar, á cuia vista las ocho galeras que ocupaban el muelle haciendo frente al balcón, mui ermoseadas de vanderas y gallardetes, hicieron repetidas salvas, á quien respondían las quatro compañías arriba dichas, que asiguro parecía una reñida batalla de numerosos exércitos. Entre estos marciales estruendos llegó la noche, en la qual, entregándose todos al descanso, tubo fin la fiesta de este día.

    Amaneció el siguiente, que era sábado, tan claro y apacible, que el mejor de el Mayo no pudo ygualarle (que hasta el cielo lisongea benigno á las R(eale)s personas). Estaba la Plaza prevenida para las fiestas, y tan ricamente aderezada como dispuso la vigilancia de los señores Diputados y requiría la ocasión; y por parecer pequeña para tanta magestad, en dos días se alargó muchas baras y ocupava un superfino terrapleno de la parte del muro, en que trabajaron trescientos hombres cada día. Estava todo el sitio rodeado de tablados curiosamente dispuestos, y particularmente uno, que ocupava el frontispicio de la casa del conde de Santa Coloma; estava doce palmos alto de tierra y sus columnas arriba, para formar el sobrecielo, todo de damasco azul y amarillo, con la tapicería de la Diputación, historia ó fábula de Mercurio, que en su género y riqueza no se le sabe ygual; este tablado hera para las señoras y damas de la Reyna únicamente.

    Aquel día, á horas competentes, besaron la mano á la Reyna en público el Obispo y cavildo, la Ciudad, los diputados, los consejos, y por su orden los demás puestos y nobleza: en estos obsequiosos y devidos cumplimientos se pasó aquel día, y llegando la noche, apenas extendió ésta su negro manto, quando, para desmentir sus sombras con artificiales luces, amaneció nuebo día en aquel sitio. Estava todo el cercado de blandoneras y acheras tan espesas, que el calor de unas á otras era tan activo que aindava á dirretirse y quemarse más aprisa, y en donde no podían ponerse achas, suplían calderones de tea. Toda la cera era blanca, y ella y la fiesta á costa de la Diputación. Poblóse luego el balcón de las damas de la Reyna y sucesivamente los tablados; llenóse la plaza de gente de calidad, que fué preciso que salieran á despejarla. Don Bernardino de Marimón y Miguel Juan Granollaes, que con hermosos cavallos y ricos aderezos de raso verde y pasamanes de oro, vistiendo ellos el mismo color, y ocho lacaios con librea encarnada y plata, despejaron la Plaza, y luego S. M. ocupó el balcón de su mismo palacio, que hacía frente á la misma plaza, y se dio principio á la fiesta en esta forma: entraron delante clarines, trompetas, cajas y menestriles, todos con libreas de damasco blanco y carmesí, antiguos colores de las libreas del Principado; venían después quatro maeses de Campo, quienes heran D[on] Juan de Ardena, Joseph de Bella filla, Don Juan Ferrán y Don Pedro Vila, con ricas galas, plumajes, hermosos adrezos y vizarros cavallos; venían sucesivamente el diputado Militar Don Francisco Sentis, acompañado de Don Joseph de Cárdena, conde de Montagut, vestidos á la española de la m(an)g(a)? leonada, con franxas de oro de Milán, y las capas de lo mismo á echura de gavanes; el aderezo de los cavallos era de lo mismo, con quarenta lacaios de librea de lo mismo, que si no hera tan costosa como las galas de los dueños, hacía los mismos visos, con mucho plumaje y sus achas encendidas corrieron parejas, y haciendo acatamiento á S. M. con las lanzas, tomaron su puesto. Lo mismo hacían los demás que se siguen, con gran concierto y vizarría. Entraron después D[on] Joseph Cano? y Don Ramón Semmenat en traje de emperadores romanos coronados de laurel, con ricos cabos y adrezos: llebaban ocho lacayos á la romana, vestidos con cotas largas plateadas, con helantes de plata y sus achas de cera blanca encendidas. Es de advertir que era á cordado que ninguna pareja podía entrar más que ocho lacayos, menos las del Diputado militar y vizconde de Job. Gerónimo de Gava y Marcho? vestidos á la francesa, los bestidos acuchillados con muchas mengalas blancas qual salían por la trepadura; los calzones de grana guarnecidos de pasamanes de oro. Los lacaios en el mismo traje color y bestidos, algo menos costosos. Joseph de Corbera y Diego de Bergos en traje pastoril, pero con mucha gintileza y curiosos vestidos. Los lacaios al mismo modo y color. Don Juan Junent y Luis Lluy, en forma de ninfas y amadriades de los bosques, con muchas telas brillantes salieron muí galanes: los lacaios bestidos con vaquelléros á lo antiguo, con bariedad de colores, que en plumas é invenciones lustrosas hacían famosa vista. El varón de Rocafort y Don Ph(elip)e Ferrán en traje de egipcios, con bariedad de plumajes ricos y diversos colores. Los lacaios del mismo género. Don Joseph Doms y Don Joseph Gamir á lo portugués, que bien que iban de negro, hacía mucho el vestido por ir guarnecido de canutillo y pasamanes de plata; los lacaios de esclavos, con justillos del mismo color y calzón blanco. Don Francisco Funet y Don Antonio Mur en traje bolonés, con mucha gallardía y donaire. Los lacaios asimismo cerraban esta quadrilla. Don Luis Rejadell y Don Luis Soler vestidos á la española, con ricas galas y costosos plumajes y no menores adrezos de cavallos, que todos en su traje procuraban llebar ricos ginetes. Los lacaios destos dos últimos iban también de librea á la española. Sin intermisión ninguna, al son de pífanos y atambores, entraron quatro carros triunfales con mucho primor y destreza fabricados, tenía cada uno 24 barás en largo y 16 en ancho, con sus valagostados á los lados, todos plateados, y á cada esquina personajes de bulto mui bien trabajados; llebavan unas telas pintadas de variedad de fábulas al rededor de los carros hasta tierra, y con ellas se cubrían assí las ruedas como la gente que movía la máquina del carro con tal orden y secreto, que parecía que sin impulso alguno caminava; venían en cada carro cinco caballeros armados de punta en blanco, con lanzas plateadas y ricos plumajes y libreas con muchos volantes: todos los de un carro iban de una color y los otros de otra, entrando la plaza con gran magestad y lucimiento; dieron uña buelta á ella haciendo el devido acatamiento á la Reyna, y hecho esto, se retiraron los carros á un cavo de la Plaza. En cada carro iba uno que hacía maestre de Campo delante los otros quatro: que eran del primer carro, Don Ramón Gelabert; del 2.º Don Francisco de Paguera; del 3.º, Don Ramón Zalma; y del 4.º Don Luis de Escallar. Entró luego la otra quadrilla, que se componía destos: Francisco Gallar y Jayme Magarola vestidos á lo indiano, todos negros, con tal primor y velleza de plumajes, que sin deslucir á los demás se tubieron éstos por los más gallardos y bien vistos de todos los trajes, pues en riqueza quisieron manifestar ser en sí una India. Don Grao Guardiola y Don Juan de Tamarite á lo tudesco, con ricas y brillantes entretelas. Don Bernardo y Don Miguel de Calva en traje de salvajes, vestidos de oro y verde, con mucho primor y no de poco coste. Don Luis de Jenolar y Francisco Sorribas vestidos de úngaros, muy ricos sombreros al estilo de aquella nación y forrados de martas y el vestido también, que pareció muchas veces bien esta gala. Los lacaios de todos estos, al mismo modo que sus dueños en trajes y colores. Don Alexo Grimau y Don Luis Sanz al modo que nos pintan las amazonas, con mucho donaire y gala, y los lacaios á modo de antiguos soldados, iguales en color á sus amos. Don Juan de Eril y Don Thomás Fontanet de vandoleros á la cathalana, con trajes al uso, mucha charpa, flasco y pistolas, las capas á la gascona leonadas y oro con muchos alamares, y forradas en tela de plata con ricos adrezos los cavallos. Los lacaios en cuerpo al uso, con pistolas. El capitán Miguel y Planella, como á persianos, salieron con lucidas galas; los lacaios al mismo traje gallardamente vestidos. Don Gaspar Calders y Joseph Aguillar de flamencos, con rrubias guedejas y vistosas galas. Los lacaios del propio modo; el oidor militar, que era Francisco Casanovas, y el vizconde de Job, á la antigua española, con calzones á la antonia, capa con capilla y gorra llana, con tanta vizarría y gala, que no se podía desear más. Estos trahían quarenta lacaios vestidos á nuestra antigua moda: todos venían con mascarillas, procurando en ellas cada qual copiar los rostros de las naciones que representavan. Dióse principio á los estafermos, pues en cada cavo de plaza havía uno, y empezó á correr el Diputado militar, después de haver todos hecho las devidas cortesías á la Reyna; tomávanse las lanzas en medio de la plaza, que, como heran dos los estafermos, avían al cavo de la carrera de ejecutar la suerte, y en un hermoso caracol que formaban con los cavallos, en breve rato corrieron de seis á ocho lanzas cada uno, con gran destreza, felicidad y buenas suertes. Mudáronse luego las achas del cerco de la plaza con tal disimulo, que siendo más de mil achas las que de continuo quemaron, admiró mucho asi la diligencia como la grandeza: interrumpieron esta nobedad y atención los pífanos y atambores, á cuio aviso, con magestuoso movimiento, se juntaron los quatro carros triunfales delante el balcón de la Reyna, y formando uno servían los balagostados de hermosa valla para el torneo, que se hizo todo lo bien que se podía desear; concluiendo la fiesta con dos follas de cinco á cinco, y dando con gran orden y hermosa gala una buelta á la plaza, se retiraron todos, que era ya pasada media noche. Un lacaio poco experto pereció en la desilada del estafermo atropellado de un cavallo.

    El día siguiente, que era domingo de Carnestolendas, se esmeró la nación cathalana en hacer las más festibas este año que las demás, con báriedad de danzas, bayles, quadrillas y hermosos y ricos disfraces; el clos (cercado) era en el Llano de San Francisco, adonde todas las máscaras y el concurso asistía, y en devidos puestos era un continuo sarao y festín; y para esto tenían los Conselleres, como acostumbran, barias quadrillas de músicos y menestriles; por las noches era toda Barcelona una fingida Troya en fuegos y luminarias, pues hasta los muros estavan cercados de luces con bariedad de imbenciones. Esto duró las tres noches, y todas ellas se dava fin al bullicio pasada la medía noche: á las oraciones la artillería y milicia hacía su salva, y todo cuanto se oía y veía era demostraciones de amor, festejos de gozo, en obsequios y aplausos de la serenísima Reyna.

    Ultimo día de Carnestolendas, que lo era de nuestra gloriosa patrona, quiso S. M. con su eredado celo y cathólica piedad visitar su santo sepulcro de la virgen y mártir Santa Eulalia, y así fué S. M. con mucho lucimiento al Aseo. Estava aquélla iglesia un abreviado cielo, así de riquísimas colgaduras como de plata y oro, y con muchos perfumes y aromas: asistióle el cavildo todo, y visitó la capilla con suma devoción; llevada de la misma, el lunes 25 hizo la misma diligencia al glorioso San Raymundo de Peñafort, en el combento ó iglesia de Santa Cathalina mártir, de religiosos dominicos: havían también éstos adornado ricamente la iglesia y altares; recivió á S. M. la comunidad cantando el Tedeum laudamus, y después de haver hecho oración al Sacramento, visitó la capilla del Santo, en donde vio á sus dos hermanos Rey y Reyna n(uest)ros?: tomó después su coche. Iba en cuerpo con un bestido de terciopelo azul y negro, bordado de oro y mui preciosas joyas. Reconoció S. M. la fineza y amor con que la miravan los cathalanes, que guiasen por la calle de los Mercaderes, de la Boria y de Moncada, al muelle; luego llegó la noticia á la marina, y recojiendo las tiendas las galeras, dieron al viento hermosas vanderas, flámulas y gallardetes, y llegando S. M. á emparejar con ellas, dispararon artillería y mosquetería con gran gala repitiendo hasta sigunda salva, haciendo lo propio las demás embarcaciones: paseó un rato S. M. y, retirándose, dejó entre gustosos y apesarados los ánimos de quien la miraba, ocasionando ambos efectos su vista y su ausencia.

    Domingo, á dos de Marzo, quiso ver S. M. el sumptuoso combento de San Fran(cis)co, y así pasando por la tribuna, bajó á la iglesia, en donde los religiosos, cantando el Tedeum laudamus, la recivieron: hizo oración á Nuestro Señor, y entrando por la sachristía, dio vista á todo el combento haciendo mansión un rato en el claustrillo pequeño, con ocasión de la montañuela que con bariedad de personajes ó imbenciones de agua tienen dispuesta los religiosos.

    Domingo, á tres del mismo mes, mandó S. M. prevenir sus carrozas, y acompañada S. M. del arzobispo de Sevilla, de su confesor, del conde de Barajas, damas, meninas y meninos, se fué á visitar la Real casa y monasterio de Pedralbas: á la noticia de este viaje se poblaron los campos y caminos de gente, que parecía un numeroso exército. Havían precedido algunos días de gran templanza, y como el clima es benigno en este país, estaba ya la campaña hecha una alfombra verde y casi entretejidas de flores, pues ambiciosas de rendir cultos á tanta Magestad, intrépidamente rompieron las conchas de que naturaleza las previno en los rigores de Henero. Alegres los pajarillos de tanta grandeza y soberano huésped, lisonjeaban en dulce armonía con barios motetes, y en fin, todos tributaban beneraciones y parabienes á tanta grandeza. Llegó S. M. al monasterio, y reciviéronla aquellas santas religiosas con indecible alegfía, entonando el Tedeum: besáronla la mano, y al entrar en la clausura, era tanto lo que sentía el concurso perderla de vista aquel breve rato, que no pudiendo aguantar la guardia, fué preciso que el conde de Barajas insinuara á S. M. el desconsuelo con que quedaban, y dijo entonces S. M. en voz alta que luego saldría, que se quitasen, y que permitía entraran todas las señoras y damas cathalanas que allí estaban, y que los hombres quedasen. En procesión se fueron derechamente al coro y luego hubo sermón, que, acavado, dijo misa el Capellán maior de S. M., y concluida se fueron á donde las religiosas tenían ya dispuestas las mesas y sumptuosa comida: della nada diré, pues estando entre monjas, dicho se está que sería todo cumplidísimo: comió S. M. en presencia de todos y las damas cathalanas, enseñando con su modestia, templanza y pasimonia lo que deben hacer las señoras; retiróse luego á otra estancia, para dar lugar á que las damas comiesen. Las barcelonesas se repartieron por las celdas con sus conocidas. En haver comido, quiso S. M. pagar el agasajo á las damas cathalanas y llebada de su gran benignidad, las embió á decirles daba lugar para besarle la mano, que todas lo ejecutaron con reverente obsequio y rendida obediencia. Pasóse la tarde en ver la casa y su grandeza; dieron las monjas una esplendida merienda de bariedad de dulces, y S. M., después de haver tomado algo, dijo á las circunstantes todas que comieran sin reparo ni atención alguna; mandó luego se dispusieran los coches para bolverse á Barcelona, que ya era tarde, y con el referido aplauso bolvio á Palacio.

    El lunes, á 17 del mismo, visitó S. M. la iglesia y Real combento de la Virgen de la M(e)r(e)d: iba bestida de terciopelo morado con guarnición de puntas de oro y rico adrezo de diamantes; recivieronla aquellos santos religiosos en la conformidad que los demás combentos, y hecha oración en la iglesia, pasó Su Magestad al combento, y después de visto condujéronla al refitorio, pieza mui vella, en donde con rendida voluntad tenían los padres una mesa puesta con 40 fuentes de variedad de dulces, y á su lado un primoroso aparador de vidrios, que se llevaron toda la real atención y de los circunstantes. Sentóse S. M. en una silla de terciopelo carmesí, por ceremonia no más, y apenas se lebantó, quando entre los del cortejo quedaron mesa y aparador destituidos de todo, que pareció un encanto la brevedad y sutileza con que lo lebantaron; bolvióse S. M. á casa, y viendo la multitud que la seguía y llevada de su deboción, por el Llano de San Francisco suvió á la muralla y fué á visitar la capilla de Monserrate, y por la misma muralla se bolvio á su Palacio.

  • Llega noticia del inicio del proceso de beatificación de Olegario

    No puede la cortedad de una pluma, por ipérbola que sea, llegar á encarecer el júvilo y muestra de gozo con que esta ciudad de Barcelona recevió noticia y rótulo (Según se comprueba más abajo, el autor llama rótulo al despacho ó bula pontificia.) de conceder la santidad de Urbano octavo el permiso de que se recivieran públicas y jurídicas informaciones de las esclarecidas virtudes, prodigiosa vida y admirables milagros de nuestro santo obispo San Olaguer, á quien ya sus propias virtudes y continuados beneficios le habían granjeado en la común opinión el renombre de santo. Llegó la nueba á 14 de Agosto de 1630, y no es ponderable el gozo con que la celebraron, no sólo el Ilustrísimo y Excelentísimo señor Obispo, cavildo y clerecía, sino todo el lugar que en tiernos júvilos mostrava el ferbor de sus deseos, de ser al glorioso Olaguer colocado por la iglesia en el catálogo de los demás santos, y extendido su rezo y aprobado por la Santa Sede. La primer demostración se remitió á un solemne himno del Tedeum, ya que en lenguas de las campanas y ruidosas salvas se mostrasen las voces de los humanos pechos. Dispúsose que con pomposa solemnidad y lucido acompañamiento el Conseller, en capítulo, presentase el despacho en público al Obispo, y después de varios recados y embaxadas de Ciudad á cavildo, y deste á aquélla, y aparatos militares para la función, se resolvió para el miércoles 18 de Setiembre. El martes antes, que era á 17, se dio orden que al mediodía en todas las iglesias se tocasen las campanas en señal de regocijo; á la misma hora, la artillería hizo su salva, durando en repetidos estruendos toda aquella tarde, y á la noche en las dos torres del Aseo todo era luminarias, tiros y coetes, que parecía se ardía todo. El alborozo continuó casi toda la noche, y el día siguiente, se celebró solemne oficio, estando la iglesia y capilla del Santo quan ricamente aliñada y colgada se pudo; llegando la tarde después de víspera, quedó la capilla en coros, cantando diversos motetes y villancicos para divertir la multitud de gente que havía concurrido á la función, y para la de afuera havía también su entretenimiento con los ministrilles, trompetas y clarines, que nunca cesavan. Partió de Casa de la Ciudad el acompañamiento, guiando por el Regomi, calle Ancha, Santa María, calle de Moncada, Boria y plaza del Rey al Aseo, en esta forma: precedían dos compañías de infantería muí lucidas y numerosas, que era los cofadres de Santistevan y los albañiles, disparando de continuo; seguían luego los atambores, trompetas y ministriles, todos bestidos de la librea de la Ciudad; sucedían más de doscientos cavalleros y ciudadanos á pie con muí buen lucimiento, á quienes la Ciudad havía combidado, y últimamente, los oficiales y maceros de la Ciudad con sus insignias y los quatro Conselleres, siendo el último el en cap, que con un tafetán ó damasco bordado de oro, trahía el rótulo ó despacho pontificio. De esta suerte llegaron á la iglesia con una muchedumbre de gente que los seguía, y en la Lonja estaban esquadronadas las dos compañías, á quienes como á M(aest)re de campo de la Ciudad, comandava el señor de Bellafilla, y al llegar la Ciudad hicieron sus salvas con gran destreza, como si fueran soldados mui veteranos, y desde sus tablados las cajas, trompetas, clarines y chirimías hacían su oficio. Salióles á recevir el ilustre cavildo con mucha clerecía, y acompañando á la Ciudad hasta el presbiterio de la iglesia en donde estava el Obispo, primer nombrado en la bulla, con los otros dos ejecutores, que eran el arcediano maior y Don Ramón Semmenat, y los canónigos Mathías Amell y Joseph Ramón, entregó al Conceller en nombre del cavildo el despacho al señor Obispo, con auto de notario, requiriéndole su ejecución. Acavóse con esto la función y restituióse cada uno á su casa con mucha alegría, de ver el fervor con que se tomaba la canonicación de nuestro glorioso santo.

  • Entran el rey y sus hermanos, dando lugar a dos semanas de fiestas

    Aunque mi destino me trujo á esfera menor, no me quitó el ánimo de elevarme á cosas superiores y á tener de ellas natural complacencia y gusto, y así llevado de ésto, descriviré, aunque con tosco idioma y nada afectado, los celosos aparejos, majestuosas fiestas, célebres triunfos y generosos afectos con que la lealtad cathalana se dispuso para festejar á su Rey y Señor Phelipe Quarto, Infantes Don Garlos y Don Fernando en la entrada y arrivo á esta ciudad de Barcelona, viniendo del reyno de Valencia. Murmuróse algún tiempo si bendría ó no S. M. desde Valencia; el deseo nos decía que sí, pero los avisos nos asiguravan que no, y con esta indiferencia (Diferencia; en esta perplegidad quiso decir el cronista.) llegamos á primero de Maio de 1632, que era sávado, y con las cartas del correo se supo con certeza que S. M. se encaminaba a esta provincia. Nombráronse luego embajadores para partirá encontrar á S. M. y darle la vien venida. Por parte de la ciudad fueron nombrados Don Ramón Torres y Bertrán Desvalls, y por la Diputación Don Pedro Aymerich y D(octo)r Rull. Partieron luego y encontraron á S. M. poco más allá de Villafranca de Panadés. Lunes, día de Santa Cruz (Día 3 de Mayo de 1632) por la tarde entró S. M., y bien que con incertidumbre se esperava tal d(íc)ha, el concurso y aliño de las calles estava ya dispuesto y se logró. Venían en una carroza Su Magestad, los dos Serenísimos Infantes Don Carlos y Don Fernando, y en los estrivos el Conde-Duque, almirante de Castilla y marqués de Liche; ningún puesto de Ciudad ni Diputación asistieron á la entrada, porque nunca se creió fuese aquella tarde ni tan temprano, pues devían ser entre dos y tres cuando entró: commovióse la ciudad con tan repentino gozo y en afectuosos acentos manifestó su amor, aclamando á su Rey ó Infantes, y el bronce, en repetidos ecos, rindió parabienes á tanta grandeza y Magestad: acudieron luego quatro compañías de las de la Ciudad, que en número componían dos mil hombres, con sus arcabuces y mucho plumaje y gala: llegó S. M. á su palacio en el llano de San Francisco, en donde la soldadesca vizarreó quanto pudo, y respondiéndose la artillería y mosquetería, hicieron repetidas salvas. Aquella tarde las galeras hacían su papel, aunque mal recobradas de la pasada borrasca.

    Los días quatro y cinco de Maio 1632 recivió S. M. los parabienes de los puestos y comunes, besándole la mano como es estilo: el jueves, á seis, por la tarde, salió S. M. con sus altezas en público á visitar la iglesia del Aseo, que estava lo más ricamente colgada que se pudo, y no menos ricos y aliñados los altares. Reciviéronles su mui santo y docto prelado, con su Iltre. y benerable Gavildo, entonando la capilla con suaves boces, con-puestas por aquel célebre maestro Pujol (D. Antonio Pujol, maestro de capilla de la catedral de Barcelona.), el himno de Tedeum; acompañáronle al prebisterio, en donde después de haver hecho oración, bajaron á visitar el sepulcro de nuestra patrona Santa Eulalia, que estava no menos rico que devoto: bolvióse S. M. á su carroza, y dando lugar al concurso que le seguía se encaminó al muelle, en donde se repitieron aplausos en lenguas de bronce y plomo, y al anochecer se retiró á su palacio.

    Viernes, por la mañana, se entretubo S. M. desde el puente, mirando las galeras cómo vizarreaban por la plaia, mui ostentosas de flámulas, banderas y gallardetes: aquella tarde salió á visitar al glorioso San Raymundo de Peñafort. Estava aquel sumptuoso templo mui hermosamente adrezado; recivióronles aquellos santos religiosos con el aplauso y regocijo que como á hijos de tan gran padre devían, y se bolvió á palacio.

    El Sávado se festejó á S. M. con una hermosa y rica encamisada que, aunque en términos no mui elegantes será bien se describa, para no condenarla al silencio. Hicieron esta fiesta los cavalleros en nombre de toda la provincia: estava la Plaza de Palacio ó llano de San Francisco rodeado todo de tablados, y enfrente de casa de Santa Coloma se formó con arta presteza, una espaciosa galería, que adornada de ricas tapicerías y dispuestas en el sobrecielo muchas achas, sirvió de bello balcón para las damas, en donde campeó la hermosura y vizarría de sus rostros con admiración de todos. Circumbalavan la plaza multitud de blandoneras, en donde havía sitio para cerca de mil achas, que se quemaron, y sin ellas en barios trechos muchos calderones de tea con que estaba aquel sitio tan lucido, que parece havía la noche sido pirata del dorado Febo hurtándole sus luces para emplearlas en beneraciones de nuestro Monarca. Dejáronse ver Su Magestad y los Infantes en el balcón, manifestando que baxo bidriera mirarían la fiesta, para escusar lo nocivo y fresco del viento del mar.

    Luego que se supo asistía S. M. al balcón, empezaron los clarines, trompetas, caxas y ministrilles á hacer sus salvas: hivan todos bestidos de damasco blanco y carmesí, librea de la Diputación: al estruendo de estos metales empezaron á entrar los maestres de campo Don Juan de Eril y Don Bernardino de Marimón, mui ricamente vestidos de bordados de oro y pedrería rica: venían luego los cavos de las quadrillas, que eran el conde de Prelada y Don Buena Ventura de Lanuza, vestidos al modo que en los triumphos de los romanos, vestían los emperadores y coronados de laurel y oro; no describiré lo rico de las galas, así de estos como de los demás, pues quien pensara que cada pareja de por sí no procurava competir con las demás en lo rico, y todas en hacer quanto pudieron, se engañara, y así, refiriendo sólo los trajes, pasaré á los demás. Los dos fingidos emperadores salieron con máscaras de plata, mucha pluma y helante y con ocho lacaios, y cada uno de estos con su acha encendida: otros tantos lacaios y achas llebava cada pareja, vestidos sigún la nación que representava.

    Don Joseph Gamir y Francisco Vilar, en traje de armenios, hasta los tocados y adrezos, sigún la misma nación los lleva. Don Juan Tamarite y Don Luis Sanz, en hávito de romeros. Don Luis Rejadell y Don Luis Soler, á lo turquesco. Don Joseph Aguilar y Joseph Mora, en traje de amazonas. Francisco Balmas y Rocabruma, de españoles á lo antiguo, con gorra y capa con capilla. Don Grau de Reguer y Garao Alamany, de alemanes, con mui rubias cavelleras. Hivan de tártaros Don Joseph Ferrer y Ramón Torres. Don Fhelipe Roger y Pheliciano Vilar, de negros. Don Francisco Sala y Joseph de Bojados, de gitanos. Don Thomás Fontanet y Don Ramón Calders, de españoles. Don Miguel de Calva y Don Diego de Villanueba, de úngaros. Don Francisco Tord y Francisco de Sinispleda, de moscovitas. Jayme Ros y Narcis March, á la fandolina. Don Galcerán de Cartalla y Ph(elipe) Vilana, de portugueses. Don Gaspar Calders y Don Juan de Marimar, de franceses. Jayme Magarola y Vicente Magarola, de tudescos. Don Alejo de Semmenat y Francisco de Vallgornera, de persianos. Don Francisco Junent y Don Joseph de Espalan, de salvajes. Don Miguel Rocaberti y Don Diego de Pau, cerrando la tropa, de indianos. Todos heñían tan ricamente vestidos, y con tal abundancia de perlas, pedrería preciosa y boro, que fuera prolixidad el relatarlo; así como hivan entrando, con una pronta y veloz carrera, hacían la salva á S. M., llebando enristradas las lanzas.

    Entraron después, no menos vizarros, ricos y galanes que los otros, D. Luis de Mondar y Don Juan Dardena, haciendo oficios de maestres de campo, y luego se seguía un ponposo y rico carro, que fabricado á lo dórico, cubrían sus rruedas hermosas pinturas y follajes de oro y plata. Estava dispuesto con tal arte, que venía arematarse en una silla, ó sitio que ocupava una hermosa ninfa: venía á emparejar con el balcón en donde estava S. M.: venía la ninfa (que llamaron del Mediterráneo) vestida de nácar, bordado de perlas, oro y plata y con rrica corona; sembrado el tocado de mucha lazada de plata y helantes de mucho lucimiento: entró el carro con gran magestad, sin que se viera quién ocasionava su mobimiento, y llegando enfrente del balcón del Rey desembrazó la ninfa de un escudo, en el qual trahía escrito este cartel de desafío.

    Cartel de las fiestas (Es de pensar que el texto del cartel haya sido adulterado con algún error de copia; pero aun teniéndolo así en cuenta, este documento escrito para tan gran fiesta resulta notabilísimo, como muestra del mal gusto literario de la época.)

    El lucero maior, arbitro de la luz, alma del mundo, vida del día, corazón del cielo, discurriendo incesable, comunica sus raios porque, á tiempos, el signo más apartado participe de la magestad de su hermosura. Este, pues, signo felice, aquel instante breve que de corona se corona, desterrando las tinieblas que con su ausencia fueron tristeza y confusión, se viste de alegría, cuia ymitación eróica el gran Monarca Phelipe, luciente sol de España, mexora; pues discurriendo la esphera de su ymperio, quando se pone entre pa(r)das sombras á la humildad de Manzanares, amanece á la amenidad del Mediterráneo, que agrandecido de tanto oriente, con voz de fuego y lengua de agua, le saludan, y para mostrar, quánto su presencia la desbanece á Barcelona, precioso engaste de sus ondas y lustre dosel de su Principado, leal depósito de su nobleza inmortal, archivo de su lealtad, magestuosos aplausos afecta infesta guerra, porque á su orgullo no haia fiesta que no sea sol, porque á su balor no ay lid que no sea fiesta, y así en su nombre el animado clarín de mis labios, á quienes da alma la fama, combida á V. M. para una fiesta partida, en que balerosos los héroes que han de ylustrarla, lidiarán quál de las dos opuestas quadrillas defenderá con más gala, maior destreza y realzado valor; que la maior felicidad de una república es la asistencia de su Rey.

    Acabó de pronunciar la ninfa su cartel, y luego, rompiendo el aire sonoros ecos de barios instrumentos, dieron buelta por la plaza con mucho lucimiento y orden, y con el mismo empezaron los de á cavallo arromper lanzas en los dos estafermos que estavan dispuestos, uno en cada cavo de plaza, y haviendo roto cada cavallero seis lanzas con gran destreza y balor, dio fin la fiesta con una hermosa y alborozada folla, que concluida, dejó S. M. el balcón y todos se retiraron á sus casas siendo ya la una de la noche.

    El domingo, lunes y martes fueron los de las luminarias que en obsequio de S. M. se havlan publicado, y se havían dispuesto con tal arte y tal abundancia, que en la calle más angosta, ni en la circunvalación de la muralla, se ochava menos la celeste antorcha en más luciente día. Acompañaba á tanta luz y magestad el concurso de infinitos bailes, danzas y máscaras, con tales demostraciones de bullicio, que parecía havía perdido el juicio la gente. La muralla del mar y torres estava llena de artillería, y cada medio día y nochecer se disparava: las ocho galeras que havía en el muelle respondían con sus salvas de artillería y mosquetería, que parecía una sangrienta batalla. La última noche de estas tres, las damas cathalanas sirvieron á S. M. con un famoso sarao en el salón del puente de palacio; de donde se deja conocer, que hasta en mujeriles pechos tiene Gathaluña valor para rendir obsequios lucidos á sus Reies. Gustó tanto S. M. destas fiestas, que mandó se continuaran dos noches más, y se prosiguieron con tanto lucimiento y regocijo como empezaron. Para el domingo siguiente estavan prevenidas otras justas y fiestas de menor lucimiento, que se executaron en el llano de San Francisco, cuia relación omito, pues para descrivir tanta grandeza y tanta magestad, es poco capaz mi ingenio, y porque de lo que se sigue se podrá colegir quán célebres fueron.

    Quiso S. M. dar muestras de su real agradecimiento á tanto leal y fino obsequio, que no es incompatible con la Magestad el agradecer, y así resolvió salir de máscara á la Plaza del Born, el día martes 18 de 1632, á un estafermo que se corría en agasajo suio; resuelto el día y la hora, concurrieron á cavallo todos los de la fiesta á la puertecilla secreta del puente de palacio, que era por donde salió S. M. á tomar su cavallo: havíanse dividido en dos quadrillas, cuios caves heran, de la una el conde de Peralada, de la otra el vizconde de Jop: venían todos los cavalleros en cuerpo, con calzón y ropilla, riquísinios vestidos, preciosas joyas y cadenas, lucidísimas libreas, y numerosos los adrezos de los cavallos; eran los más de plata y oro, con mucha pluma y joya en los sombreros. Congregados todos en la frente del puente de palacio, á cosa de las quatro de la tarde bajaron S. M. y el señor Infante Don Carlos, ambos bestidos de un mismo modo, cuias galas eran de terciopelo liso, forradas en brocado blanco: vestían unas sotanillas ó vaquerillos que davan hasta la rodilla, con sus mangas largas, calzón jubón y manga justa de brocado, de tres altos, blanco, con ricas joyas y mucho plumaje y cadena, bota negra, los cavallos no ay que descrivirlos, pues nadie ha de dudar que, ellos en sí, y los ricos adrezos y jaeces correspondían á tanta Magestad. Salieron ambos hermanos con medias mascarillas de terciopelo negro, llevaban doce lacaios vestidos de damasco blanco, guarnecidos con pasamanes de oro de un dedo de ancho, con medias y sombreros blancos, y una pluma en cada uno también blanca, y con sus espadas. Es de advertir, que la Diputación sirvió á sus Magostados con las dos galas que lleban, y la librea para los doce lacaios. La orden que se tubo en la marcha fué ésta: precedían los clarines, trompetas y menestriles, y luego los dos cavos de las quadrillas; sucedían S. M. y el señor Infante su hermano, lado á lado, con sus lanzas doradas, precediendo los lacaios de S. M.: después benía el conde y marqués de Liche, y consecutivamente todos los demás, según su orden, además del de Olivares y Liche havía otra parexa de dos grandes, antes que los cavalleros cathalanes. De esta forma, y con gran orden, bajando por la Plaza de Palacio, calle Ancha y Cambios, se entraron en el Born: éste estava todo el ventanaje ricamente adrezado, y no menos hermoso de damas. El concurso es indecible. En las azoteas y desbanes havían colgado las vanderas de las cofradías, que en diversidad de colores formaban hermosa vista. El señor Infante cardenal se miró la fiesta baxo una mui clara celosía, en donde suelen los Virreyes tener sitio en las fiestas. Luego que se entró en la Plaza, sin detención alguna, corrió S. M. la primer lanza al estafermo, con gran gentileza y despejo, el estafermo no tenía aún cerrada la visera, y fué suerte no tocarle el Rey: al instante la cerraron, y luego se siguió el señor Don Carlos y sucesivamente los demás sin cesar, y en tomando la ocasión el Rey le seguía su hermano detrás, y tubo éste el unibersal aplauso, así por lo galán como por lo diestro y veloz en las carreras, y mexor romper las lanzas, aventajándose a todos. Dio fin ésta con una folla muy lucida, y luego, saliendo por los Cambios, se subieron por Loje (La Lonja.) á la muralla, apeándose el Rey en el mismo puesto que havía suvido á cavallo. Dijese en Barcelona que corriendo el Rey las carreras, molestado de la mascarilla se la quitó, y que el de Olivares quiso como reprender la acción, y que respondió el Rey: «Que estava entre sus vasallos y que no havía reparo,» y que el de Olivares lo llebó mal; yo no lo vi, sino que se dixo.

    Aquella misma noche se tubo un sumptuoso sarao en la Diputación y asistieron S. M. y dos hermanos, baxo una celosía mui clara, que se puede decir era lo mismo que si no la hubiera. Después de muchas hermosas y diestras danzas, con no menos airosos bailes, se repartieron los triunphos ó prisos del estafermo de aquella tarde. Era el primero una rica cadena, y el que publicava á quién se havian de dar dijo en alta voz: á la primera máscara de mejor lanza y llebando la cadena al Rey, S. M. la mandó dar á una hija de Don Bautista Roger, dama moza. El sigundo priso era una rica joya, y dixo el corredor ó pregonero: á la máscara sigunda, de más galán, presentáronla á Don Carlos, y S. A. la mandó llebar á Doña Cathalina Calvo, también mujer moza; los otros dos prisos se dieron á cavalleros cathalanes, ygualmente pararon en las damas; con lo que dio fin el sarao, retirándose cada uno á su casa.

    Al otro día, que era miércoles á 19 de Maio 1632, se partió el Rey con sus dos hermanos antes del amanecer, sin que casi nadie se diera de su salida: fuéronse á Monserrate, en donde hicieron noche, y al otro día, tomando S. M. y el señor Don Carlos la vía de Madrid, y el señor Infante cardenal la de Barcelona, se dispidieron con gran ternura, sigún se dice, que yo no me hallava hallí; pero es vien de creer, pues se amaban quanto es decible los tres hermanos. Llegó el señor Infante cardenal á Barcelona á las dos de la noche, haviendo partido de Monserrate á las quatro de la tarde.

  • La iglesia aprueba el libreto en italian y castellano de la primera ópera de un barcelonés que se da en Barcelona: Sesostri, re d’Egitto, de Domenico Terradeglias, ya asesinado (supuestamente)

    […]

    [argumento]

    Lo restante se comprende con la lectura del Tramma, cuyo historico fundamento se ha sacado de Erodoto lib. 2.

    PROTESTA. [en la intro]

    Las palabras Numen, Hado, Adorado, &c. son simples ornamentos de la Poesia, y no pensamiento del Autor, que se presenta verdadero Catholico.

    MUTACIONES DE SCENAS.

    EN EL ACTO PRIMERO.
    Sitio delicioso con Palacio de Campaña de Fante cerca de Menfis.
    Gabinete Real.

    EN EL ACTO SEGUNDO.
    Atrio que conduce à diversos Apartamentos.
    Jardin Real.

    EN EL ACTO TERCERO.
    Sala Real.
    Gabinete con Trono.
    Templo iluminado con el Ara de Amor.

    […]

  • Fiesta de San Antonio Abad, Tres Tombs

    El 17 de enero, dia de San Antonio Abad, se hace la bendición de animales; concurren á ella los gremios de carreteros y demás, vestidos con la mayor ostentación y precedidos de sus banderas y músicas para dar tres vueltas por las calles alrededor de la Iglesia del Santo, á que llaman vulgarmente los tres toms; llevan colgados del brazo ó del arzón de la silla de sus caballos enormes roscas llamadas tortells de una esquisita pasta, de que se hace particularmente en este dia, y en el de S. Pablo que es el 25 del mismo mes, un abundante consumo por toda la Ciudad.

  • En busca de la verbena

    Las vísperas de S. Juan y S. Pedro, (lo mismo que la de Navidad) acostumbra el pueblo correr las plazas y calles toda la noche al son de varios instrumentos y canciones populares, reuniéndose particularmente en la esplanada llamada el paseo nuevo ó de S. Juan, y en la mañana de este dia, luego que se abren las puertas de la plaza sale la gente á cojer la berbena, que llaman aquí tomar la buenaventura.

  • La Jamancia: mucha fusilería, poca carne, música para los líderes centralistas

    (Martes)

    Esta madrugada han entrado 52 carneros. A las 5 y ½ de la mañana, ha empezado en toda la línea de la ciudad un fuego muy vivo de fusilería.

    A las seis la Ciudadela ha roto el fuego de cañon, contra el baluarte del Medio dia y batería de S. Sebastian, y han contestado con disparos contra aquel fuerte y el de D. Carlos. En seguida las baterías de S. Antonio, Puerta del Angel, Junqueras, Rebellin de S. Pedro y Puerta nueva, han empezado á molestar con sus disparos el fuerte Pio, Ciudadela, y los pueblos de Sans y Gracia, en cuyo punto causaron algunas desgracias en edificios y personas, obligando á la mayoría de los refugiados y habitantes en aquel barrio, á retirarse á las colinas inmediatas donde permanecieron acampadas casi todo el dia. Este fuego tan horroroso como mortífero, ha durado hasta las doce y cuarto en que ha cesado del todo. A la una y media ha vuelto á renovarse con igual encarnizamiento, y ha durado hasta las cinco y media de la tarde.

    Esta mañana en medio del estruendo del cañoneo que tenia consternado á los habitantes de esta ciudad, una música de regimiento ha ido á felicitar á D. Rafael Degollada, presidente de la Junta suprema, y á D. Rafael Ferrater vocal de la de armamento y defensa por ser hoy sus dias. Esta tarde según se dice una muger ha entregado a un centinela abalizada de los centralistas un oficio para la Junta que aseguran ser del general Sanz. Son las once de la noche y no se oye ningun tiro de fusil. Según el vigia de la torre de la Catedral los fuertes han disparado en este dia 1,744 balas y 1,390 granadas, que ascienden juntas á 3,234 proyectiles. Véanse en la nota el oficio de que acabamos de hablar junto con la contestación dada por la Junta suprema (1).

    La Junta suprema á fin de precaver las desgracias que pudiesen sobrevenir á los que transitan por las calles durante los fuegos de los fuertes, ha publicado con esta fecha el decreto que puede leerse mas abajo (2).

    [
    (1) Ejército de Cataluña. Al pueblo Barcelonés. Desde el amanecer de hoy las baterías de los infames bajo cuyo yugo gime la desgraciada Barcelona, están haciendo fuego contra esta poblacion con proyectiles sólidos y huecos, teniendo quelamentar ya varias desgracias entre estos habitantes y daños en varios edificios.

    No es posible que yo tolere semejante infraccion de todos los derechos; y en este concepto, prevengo á los leales y honrados habitantes de Barcelona, que si en el término de media hora después de recibida esta comunicacion, no cesa el fuego contra los pueblos indefensos de Gracia, Sans, Clot, etc. me veré en la dolorosa precision de arrojar bombas sobre la Ciudad, baterías y obras, hasta que cesen de hostilizar á los mencionados puntos, cualquiera que sea el resultado; cuya medida tendrá egecucion, siempre que lo repitan.

    Cuartel general de Gracia 24 octubre de 1843.==El teniente general y en gefe del ejército.==LAUREANO SANZ.

    EXCMO. SEÑOR.
    Con impavidez y sangre fria ha visto esta Junta la ridícula amenaza que hace V. E. á este heróico vecindario, de arrojar bombas en el centro de la poblacion, caso que no cese el fuego de cañon, dirijido desde nuestros fuertes sobre los puntos que ocupan las tropas de su mando. Como si los Barceloneses se espantasen de esta medida estrema, se les pretende intimidar con ella, cuando hace dias, y hoy particularmeute, han llovido bombas sobre sus derruidos edificios, bombas que han servido y sirven para enardecer los entusiastas corazones de los libres. Caigan bombas á millares, señor D. Laureano Sanz; desplómense los mas bellos monumentos de arquitectura, que son la admiracion de la culta Europa ; perezcan, si asi lo quieren los absolutistas que mandan fuera de los muros, ancianos, mugeres y niños: húndase el firmamento, y desaparezca, si es menester, la rica capital del antiguo principado, la madre de la industria española; no por eso aflojará nuestra bravura, no por eso se ahogará el santo grito de Junta Central, que lanzan estos valientes, aun en los momentos de despedirse para siempre de su cara patria, cuando están exhalando su postrimer aliento. Ejecútese, pues ó mas bien continúe ejecutándose esa atroz medida, que todos los gobiernos del mundo condenan como impolítica y que se complace en practicar V. E. y nosotros
    diremos: Sálvese la libertad auuque no quede uno solo para contarlo. En último resullado también tenemos acordado un medio espantoso de destruccion, que asombrará al mundo, y que nos es indiferente que principie hoy ó dentro de una semana ó un año.

    Ya ve V. E. que los barceloneses son mas amantes de su reputacion y de su gloria , que de su propia ecsistencia, y que no hay fuerzas sobre la tierra, que les hagan aflojar de su propósito en un negocio, que no lo han de decidir las puntas de las bayonetas, ni el estruendo de los cañones, sino la fuerza irresistible de la opinión pública, que es el principal apoyo ó mas bien el único sosten de nuestra causa.

    De todo lo acaecido, y de lo que sucesivamente acaezca, V. E. es el único responsable ante Dios y los hombres; las victimas que inutilmente se sacrifican en uno y otro partido, V. E. solo las causa; y algun dia le exigirá la sociedad estrecha
    cuenta de su inmoral y bárbara conducta, toda vez que esta plaza no hace mas que contestar, y siempre cansada de sufrir, los fuegos de artillería que se le dirigen, ya contra las personas, ya sobre los edificios. Abra V. E. su corazon aun á sus mayores amigos; y manifiésteles sin rubor, si es ó no cierto que su conciencia lanza gritos de horror y de indignación contra su inícuo modo de proceder.

    Barcelona 24 de octubre de 1845.—El presidente, Rafael Degollada.—El vocal secretario, José de Caralt.—Excmo. Sr. D. Laureano Sanz, teniente general del ejército.

    (2) JUNTA SUPREMA PROVISIONAL DE LA PROVINCIA DE BARCELONA.

    A fin de precaver los funestos resultados que pudieran sobrevenir por estar muchas casas cerradas, cuando se disparan sobre la ciudad bombas o granadas desde los fuertes enemigos, esta Junta decreta:
    Art. 1.° Todas las puertas de las escaleras de las casas y las tiendas habitadas estarán abiertas durante el dia.
    Art. 2.° Desde el momento en que los fuertes enemigos principien á arrojar sobre la plaza proyectiles de cualquier clase se abrirá igualmente las puertas, aunque sea de noche, y no se cerrarán en toda ella hasta que hayan cesado los fuegos.
    Art. 3.° Los que contravinieren á los artículos precedentes, pagarán por sí ó por medio de sus encargados, la multa de 100 duros, ó sufrirán en su defecto un mes de reclusion en Atarazanas con destino á las obras de fortificacion, y sin perjuicio de que se franqueen las puertas de sus casas.
    Art. 4.° La fuerza armada de esta guarnicion, dirijida por los señores gefes ú oficiales, queda autorizada para llevar á cabo esta medida, y conducir presos á los contraventores á disposicion de esta Junta.
    Barcelona 24 de octubre de 1843.
    El presidente, Rafael Degollada.—Vocales.—Vicente Soler.—Agustin Reverter.—Antonio Benavent.—Miguel Tort.—Tomás María de Quintana.—José de Caralt.—Vicente Zulueta.—Tomás Fábregas.—Antonio Rins y Rosell, vocal secretario.
    ]

  • La Jamancia: el Chiriví, una canción caníbal

    (Domingo)

    Hoy no ha ocurrido cosa digna de notarse y si solo que, como todos los jueves y domingos, ha salido la retreta con música, tocando el Chiriví, canción inventada por la Jamancia, la cual en una de sus estrofas catalanas dice asi:

    A Cristina y Narvaez
    y á tots los moderats
    dintre de una paella
    los freixirém plegats.

    CORO.
    Ay, ay, ay, Chirivi,
    madus á la paella
    ay, ay, ay, Chiriví,
    á Prim hem de freigi.

  • La Jamancia: otra batería gubernamental en construcción, robos, negociaciones

    (Domingo).

    Hoy se ha observado que los del gobierno estaban construyendo otra bateria en el punto llamado Vista alegre: se ven en ella muchas troneras.

    Los fuertes no han hecho en todo el dia ningun disparo de cañon. Notáse la mayor ansiedad para saber cual será el desenlace de ese largo y sangriento drama. Corre muy válida la voz de que el general Sanz ha remitido al ayuntamiento por conducto de D. José Soler y Matas y de D. José Oriol Ronquillo, las bases de la capitulacion.

    Esta mañana han ido á prender á D. José Masanet á su misma casa y lo han arrestado en la alcaldía. Tambien han dejado una guardia en la puerta de su casa. Se asegura que es por el robo verificado en casa de Inglada que se efectuó de este modo: Presentóse el Sr. Masanet al gobernador de Atarazanas D. José Molins, con una orden de la Junta para que dicho Sr. le facilitare la fuerza armada que pidiese, y observando el Sr. Molins, que la fecha del oficio estaba borrada y enmendada, se lo hizo observar, diciéndole: que le daba la fuerza porque sabia que él era individuo de la Junta y que creia no seria para comprometerle; pues que el borron del oficio infunda sospecha á no presentarlo Masanet. Pidió seis zapadores de los que trabajaban en el fuerte de Atarazanas, diciendo era para registrar en una casa sospechosa, y cuando llegaron frente al teatro se les unieron otras personas y despues de seguir varias calles fueron á situarse en la plaza de la Cucurulla, donde colocaron á los zapadores de centinela en las bocas calles del alrededor. Masanet y sus cómplices subieron á la casa del Sr. Anglada y protestando un reconocimiento de orden de la Junta, encerró á los que guardaban la casa dentro un cuarto; apoderándose del dinero que habia en la caja. Fué tanta la precipitacion que llevaron, que los cuartos y escalera se encontraron sembrados de monedas de plata.

    Al medio dia el ayuntamiento ha oficiado á los Sres. Soler y Ronquillo diciéndoles que se trasladasen á Barcelona donde era necesaria su presencia para concluir el tratado. Regresaron en efecto, y en union con los demás individuos del ayuntamiento han aceptado y aprobado el convenio.

    A las 10 de la noche han vuelto á salir para Gracia los mismos comisionados á fin de conferenciar con el Sr. General Sanz. La Junta suprema y el ayuntamiento han acordado citar para mañana á todos los gefes de la guarnicion á fin de enterarles del estado en que se encuentran las negociaciones. El encargado del consulado de Grecia ha hecho presente al General Sanz que varios de los individuos comprometidos desean embarcarse antes de la entrada de las tropas. Parece que el General Sanz le ha contestado que no puede ni debe firmar ningún pasaporte hasta ser dueño de la ciudad.

    Esta noche no ha habido retreta.

    Los aficionados á seguirla y cantar el Chirivi, cantaban hoy: ara si, ara si, que som á la paella.

  • La Jamancia: empieza la reconstrucción

    El capitan general ha espedido hoy otro bando sobre la devolucion de los efectos de vestuario, equipo, y monturas pertenecientes al Ejército (1 [not OCRed]).

    Tambien ha publicado otro ordenando la presentacion en el fuerte de Atarazanas de los individuos de cuerpos francos, soldados y presidiarios que habian empuñado las armas en favor de la Junta Central (2 [not OCRed]).

    El Ayuntamiento Constitucional de cuya creacion hablamos en el diario de ayer, ha publicado tambien con esta fecha la alocucion que en la nota (3 [not OCRed]) se traslada, digna bajo todos conceptos de ser leida y conservada por las sabias máximas que en ella se consignan.

    Don Gregorio Villavicencio se ha despedido hoy dentro el buque se halla á bordo, de los nacionales de Barcelona con el siguiente escrito (4 [not OCRed]).

    Esta mañana he recorrido toda la línea de los centralistas empezando por el fuerte de san Pedro, y siguiendo por el paseo de S. Juan, calle del rech condal hasta la pescaderia y pasando en seguida á visitar el Jardin del general, lavadero nuevo, matadero, baluarte del medio dia, muralla nueva del mar, plaza de san Sebastian etc., y confieso que me han dejado atónito tanto las fuertes barricadas que hay en todo este espacio, como las muchas desgracias que se notan en los edificios del mismo.

    En primer lugar la casa mas próxima al peso de la leña, está medio arruinada. Las inmediatas, aunque no han sufrido tanto se ven acribilladas de balas y cascos de granada disparadas desde la ciudadela, y fuerte pio. De la pared que circunbala el mismo peso de la leña ha venido al suelo cuasi la mitad. La puerta nueva está intransitable. El Jardin del general ha sufrido tambien muchísimo y la mayor parte de los árboles del paseo que hay desde el pié del Jardin hasta el pié de la misma Ciudadela, están ó acribilladas de metralla ó derribados por el suelo. Tambien ha venido abajo el lavadero, parte de la pescaderia, y del matadero. Las casas inmediatas están echadas á perder.

    El baluarte del medio dia puede decirse que no ofrece mas que un monton de ruinas, y de los edificios que hay detras del mismo, el de Gorgas casi ha venido todo al suelo y los demás están muy mal parados particularmente en sus frontis. La casa X¡fré, la de la señora Martorell, y el frontis de la casa Lonja, que mira á la manzana de las casas del citado Xifré han sufrido descalabros de consideracion. Ademas de estas desgracias son infinitas las que han causado las granadas y demas proyectiles en el interior de los edificios en otros varios puntos de la poblacion.

    En cuanto a las baterias, barricadas y parapetos que ocupaban los centralistas, los principales son:

    En la muralla de tierra, frente al huerto de san Pedro habia una cortadura de unos veinte palmos de profundidad, y detrás de ella una bateria con dos obuses que miraban á la Ciudadela.

    Detras de la misma pared del peso de la leña habia otra pieza de artillería que no llegó á hacer fuego y que apuntaba tambien al mismo fuerte.

    Al pié de la muralla al lado de la puerta nueva se alzaba tambien una barricada hecha de vigas y precedida tambien de un foso de unos diez palmos de profundidad. La puerta nueva estaba defendida por dos piezas de grueso calibre y dos morteros, y desde ella hasta la calle del mismo nombre habia una zanja que servia de camino cubierto para pasar á dicha puerta sin ser ofendidos por los de la cindadela.

    Todas las calles que miran á la muralla de tierra y á la misma puerta estaban defendidas con barricadas hechas de vigas y piedras y precedidas todas de un profundo foso.

    En el molino de la sal ó sea el cuartel de caballeria de san Agustin se veia una barricada de piedras construida á modo de tambor y seguida de otra barricada. A la primera la precedia un foso y á la segunda le servia de tal la asequia del rech que descubrieron al intento.

    La boca calle de los asabonadors estaba tapada con otro tambor de piedras con foso. La mayor parte de las casas situadas en el mismo rech estaban todas tapiadas por la parte de adentro, en particular las puertas y ventanas que miran al paseo de san Juan. El puente llamado den Viromba ó del borne y todas las calles que desembocan en el paseo de san Juan estaban guarnecidas de tambores con fosos, detras de los cuales corria la asequia del rech condal descubierta y detras de ella se alzaban otras dos barricadas de piedra precedidas tambien de fosos. Todos estos parapetos y los que se enumerarán estaban guarnecidos de aspilleras. Todas las calles inmediatas á dichos puntos y la del rech condal están casi todas desempedradas.

    La entrada de la pescaderia por la parte de la Aduana está obstruida por una gran barricada de vigas y piedras de unos ocho palmos de grueso precedidas de un ancho foso. Lo mismo estaban las calles de detrás del matadero. Desde el ángulo del real palacio que mira á la Cindadela basta la calle por donde se entra al baluarte del mediodia, había una cortadura de unos diez ó doce palmos de profundidad por la cual se pasaba á dicho baluarte sin que los de la ciudadela pudiesen molestarles.

    La puerta del mar estaba también aparédada; y todas las calles que desembocan á la plaza de palacio y á los encantes están asi mismo obstruidas con fuertes barricadas precedidas todas de fosos.

    Al pié de la muralla del mar se veia una cortadura muy profunda que servia para pasar desde la plaza de san Sebastian á las casas de la manzana Xifré sin ser vistos ni molestados por los de Monjuí y la Ciudadela. A los estremos de esta cortadura formaron una bateria que es la que hemos llamado de san Sebastian, compuesta de piezas de artilleria de grueso calibre, y dos obuses mayores. En toda la calle Ancha no hay ninguna barricada. En la de Trenta claus hay dos: al extremo de esta
    calle al pié de la muralla de tierra habia un mortero y un obús. Tambien en la calle del conde del Asalto á unas 150 varas antes de llegar á la muralla hay un cañon de á ocho defendido por una barricada con un foso.

    A demas de las diferentes piezas de artilleria de todas clases y calibres que guarnecen la muralla, hay dentro de la plaza de la Constitución, dos obuses, dos cañones de á ocho, y cuatro morteros de los cuales el uno mira á la Ciudadela, otro a la Barceloneta, y los dos restantes á Gracia.

    Además de las barricadas y parapetos que acabamos de enumerar habia muchos otros esparcidos por la Ciudad; pero donde eran mas fuertes y numerosas era en el centro de la misma, en las calles de los Gigantes, bajada de S. Miguel, calle de la Ciudad, de la Esperanza, de Basea , de la Plateria, extremo de la Boria, Tapineria, de la Inquisicion, bajada de la Canonja, y escaleras de la Catedral.

    En estas arrancaron las baldosas que sirven de escalones y formaron con ellas una muralla con aspilleras en el llano de la misma Catedral. Además habia una fuerte barricada con foso en la plaza Nueva, otra en la calle de los Baños esquina á la bajada de Sta. Eulalia, otra en el Call, y otra en final extremo de la calle de Fernando 7.° al pie de las casas nuevas de la Enseñanza, á donde habia un obus que miraba á la Rambla. Entre todos los fuertes, baterías de la ciudad, y barricadas, tenian los Centralistas 47 cañones de diferentes calibres, 11 morteros, 11 obuses de á nueve, y 11 de á siete; Total 80 piezas de artillería.

    A las dos de la tarde, hora en que se ha permitido la entrada y salida por las puertas de la ciudad, conforme al bando de que hablamos ayer, el Capitan general ha dado orden á los cuerpos de artilleria para que pasasen inmediatamente á recoger
    dichas piezas.

    Siguen apostados en la plaza del Teatro un escuadron de caballería y algunas compañías de infantería.

    Esta tarde, usando del permiso concedido por el Capitan general, han salido al campo y llegado hasta Gracia, muchos nacionales con sus uniformes y sables, habiendo cometido algunos desmanes é insultado á los expatriados que regresaban á la
    ciudad. Esta noche les hemos oido cantar en algunos puntos la cancion de la Paella, habiéndose reunido muchos de ellos en la plaza del Rey, donde hay la principal del séptimo batallon, habiendo dado vivas á la Junta Central. A poco rato se ha presentado allí el mismo general Sanz, seguido de alguna fuerza de infantería y caballería, habiendo capturado unos 30 ó 40 que fueron conducidos á la mañana siguiente á la Ciudadela.

    Véase la órden de la plaza de este dia (1 [not OCRed]).

    La Diputacion provincial interina instalada en Gracia en cuatro de octubre, con el titulo de Junta de Armamento y Defensa, dirige á los habitantes de la Provincia una corta alocucion felicitándoles por la terminacion de la revolucion de la Capital (2 [not OCRed]).

  • La Jamancia: devolución bienes, liberación rebeldes

    (Domingo).

    Continuan los retenes en los mismos puntos que dejamos apuntados en otro lugar.

    Hoy á la 3 de la tarde han salido de Atarazanas cuatro carros cargados con las prensas, cajas y letra que embargaron los centralistas el dia 4 de setiembre de la redaccion del Imparcial, todo lo cual ha sido devuelto á sus dueños.

    Hoy al medio dia el Capitan general ha ido en persona á la Ciudadela y puesto en libertad á los nacionales que fueron presos en la noche del 21 en la plaza del Rey, exortándoles individualmente y al despedirles que en adelante solo cuidasen de su trabajo y no se metiesen en bromas.

    Tambien hoy ha vuelto á abrirse el teatro de santa Cruz despues dé haber estado cerrado mas de dos meses y medio. El Liceo está dando funciones hace ya dos dias.

    Hoy ha visto la luz pública el primer número del periódico el Artesano, cuyo prospecto se publicó á fines de Agosto último.

  • Ensayo de alumbrado de gas en la fachada de la Capitanía General

    En la noche de ayer se ha verificado el ensayo de la iluminacion por medio de gas en la hermosa fachada del palacio de la capitania general, sito en el que fue convento de la Merced, á pesar de la calma completa que reinaba en la atmósfera, no ha sido muy viva ni brillante la luz que ha dado en ciertos trozos, quizá por la suma pequeñez de los inumerables agueros, ó por las particulares de aire que estarian detenidas dentro de los conductores; pero orillado que sea este inconveniente, la iluminacion del edificio presentará un magnifico golpe de vista, particularmente en el escudo de armas que lo corona, cuyas formas y blasones marca el gas con perfecta elegancia y curiosa simetraia. Entonces solo faltará el que se ponga en práctica la idea tantas veces anunciada de colocar candelabros á lo largo de la muralla del mar y ejecutar algunas piezas de música escogidas, á lo menos, en las noches de los dias festivos, para que este hermoso paseo fuese en la estacion calorosa el mas delicioso y concurrido, y uno de los embellicimientos mas notables y dignos de la segunda ciudad de España.

  • Misa en la catedral, Domingo de Resurrección. Una cabalgata a Gracia y Montjuic. La «Compañia Anglo-Americana» en la plaza de toros. Apertura del gran teatro del Liceo de Isabel II: el Liceo, bonito, las mujeres, feas

    High Mass on Easter Sunday

    Our first enterprise, on Easter Sunday, was to endeavor to mount one of the Cathedral towers, and to have, as it was a bright day, a bird’s-eye view of the city and its environs. In prosecution of our plan we entered the body of the church, about half an hour before high mass had ended. The aisles which we had seen all lonely the day before, were crowded with zealous worshipers—the high altar was blazing with a multitude of soft lights; the ceremonial and vestments were very rich; the choir was full, and a fine orchestra (for Barcelona is very musical) aided the sweet-toned organ. High over all, the morning sun streamed through the painted windows, and you could see the incense which was fragrant hefore the altar, curling around the capitals, and clinging to the arches. The whole was deeply impressive, and I could not but observe the contrast of the congregation, in its silent and attentive worship, with the restless, and sometimes noisy devotions of which I had seen so much in Italy. Here were no marchings to and fro; no gazing at pictures; no turning of backs upon the altar; no groups, for conversazione, round the columns; nothing to mar the solemnity of the occasion, or break the echoes of the majestic music, as they swept along the lofty roof, seeming almost to stir to motion the old pennons that hang above the altar, so high, and now so much the worse for time, that their proud quarterings are visible no more. At last, the service came to its end, and the people went their ways to—buy tickets for the theater. At all events, we met a considerable portion of the congregation, thus occupied, when we went down the street soon after. The sacristan would not allow us to ascend the tower without a permit, which it was then too late to procure, so that after straying a little while through the beautiful cloisters, where fine orange and lemon-trees and bright, fragrant flowers charmed away the sadness of the worn gray stone, we returned to our Fonda, to seek the means of visiting some of the environs.

    A ride to Gracia—Montjuich

    After we had waited for an hour, a fellow made his appearance in the court-yard, driving a huge lumbering vehicle, covered with green and gold, very square and peculiar in shape, but, on the whole, sufficiently coachiform, and drawn by a pair of long-tailed blacks, with collars, on which jingled many bells. We made our bargain, and were cheated, of course, as we afterward found; horse and coach-dealing being, here as elsewhere, greatly subversive of moral principle. Away we went, up the Rambla, at a great pace, to the astonishment and apparent amusement of the crowd. Once outside the walls, our coachman gave us the benefit of slow jolts over a rough road to Gracia, a little village some two miles from the city, which is surrounded, and in some degree formed, by country-houses and their appurtenances. No doubt, in the summer season, this excursion may be a pleasant one, but the cold driving wind which came down from the mountains as we took it, made it bleak enough to us. Hedges of roses, it is true, were in luxuriant bloom, and the fertile fields of the Pla (plain) were as green as spring could make them. The aloe and the prickly-pear too, did their best to look tropical, but it was a useless effort, for the wind beat and battered them rudely, and they and the painted torres (towers), or country-boxes, looked uncomfortably out of place, naked, desolate, and chilly. To turn our backs upon the breeze, we directed our driver to carry us to Montjuich, which, as I have said, is a commanding eminence to the southwest, on the left hand as you enter the harbor. Creeping slowly around the outside of the city walls, which are heavy, strong, and well guarded, we passed by the quarter where the forest of tall chimneys indicated the business hive of the manufacturers, and then, crossing a fertile plateau beautifully irrigated and in high cultivation, we were set down at the foot of Montjuich. Up the hill we toiled, faithfully and painfully, on foot. Ford calls it a «fine zig-zag road.» I will testify to the zig-zig—but as to the fineness must beg leave to distinguish. At last we reached the fortress, which sits impregnable upon the summit, and to our chagrin were quietly informed by the sentinel at the postern, that we could not enter, without a permit. This we had not provided, through ignorance of its necessity, and we accordingly put in our claim to their politeness, as strangers. The sentinel called the corporal, the corporal went to his officer, the officer hunted up the governor, and by the same gradations a polite message descended to us, to the effect, that, as we were strangers, the usual requisitions would be waived, if we knew any body in the castle by name, whom we could go through the form of asking for. We knew no one, and being reasonable people, went on our way in ill humor with no one but ourselves. Not being, any of us, military men, which in a company of three, from our land of colonels, was quite a wonder, we persuaded ourselves that we had not lost much, for from the base of the fortress we had a charming view of the white city; its fine edifices, public and private, with their flat roofs and polygonal towers; the harbor, with all its festive banners streaming; the green valley, carrying plenty up into the gorges of the hills; and the sea, rolling far as eye could reach, a few dim specks of canvas here and there whitening its bosom.

    The Plaza de Toros, and Yankee Company

    Returning to the city, we crossed to the Garden of the General, a sweet little spot, prettily laid out, and planted with box and innumerable flowering shrubs, which were in delicious fragrance and bloom. There were fountains and aviaries there; fish-ponds, duck-ponds, and even goose-ponds, and all manner of people, of all sorts and ages. This garden, with a little walk beside it, is the last of a series of beautiful promenades which lead into each other, traversing the whole city, from the groves upon its outskirts to the splendid terraces along the shore.

    By this time we were well-nigh fatigued enough, but there was still an exhibition to be witnessed, which it did not become us, as good patriots, to neglect. The Plaza de Toros, or bull-amphitheater, was the gathering-place of the whole population; not, however, to behold the fierce combats peculiar to its arena, for with such things the tumultuous burghers of Barcelona were not to be trusted. A harmless substitute there was, in the shape of the «Compañia Anglo-Americana,» or Yankee company, who were delighting the sons of the troubadours with their gymnastics. Every body remembers the remoteness of the regions, into which the Haytien dignitary had the assurance to say that our estimable countrymen would follow a bag of coffee. Here was a parallel case. As we entered, Jonathan was performing a hornpipe, on stilts, much more at his ease (it being Sunday) than if he had been at home within sight of Plymouth Rock. He then gave them a wrestling match, after the manner which is popularly ascribed to «the ancients;» afterward, a few classical attitudes, with distortions of muscle, according to the Michael Angelesque models, and, finally, made his appearance as a big green frog, so perfectly natural, both in costume and deportment, that in Paris he would have run the risk, scientific and culinary, of having his nether limbs both galvanized and fried. We paid him the respect of our presence and applause for a little while, and lingered to witness the excitement of the immense assemblage, so strange and picturesque, and to hear their wild cries and saucy jests. The afternoon then being quite well advanced, we were trundled home, in due magnificence, to a worse dinner than we had earned.

    Opening of the Great Opera House—Social Habits of the Barcelonese—Musical Tastes

    About seven in the evening, a kind gentleman of the city called, by arrangement, to conduct me to the opening of the new Opera-house, the Liceo de Ysabel Segunda. There was a crowd around the entrances, and we found it difficult to make our way in, so that I had time enough to see that the façade, which looked paltry by day-light, was no better with the benefit of the grand illumination. The front, however, and some few of the minor arrangements of the interior, were all that could be reasonably found fault with; for the establishment is really magnificent, and full of the appliances of taste and luxury. Its cost was one hundred and fifty thousand dollars; and the stockholders had no doubt of being able to realize the interest of this large sum, and more, from the rent of the elegant shops upon the ground floor. I mention this fact, as an evidence both of enterprise and prosperity. The grand circle of the theater is larger, by measurement, than that of the San Carlo at Naples, or the Scala of Milan; and being finished, like the Italian Opera-house at Paris, with balconies, or galleries, in front of the boxes and slightly below their level, it has a far more graceful and amphitheater-like effect than the perpendicular box-fronts of the Italian houses, and especially the close, dingy walls of the Scala. The ornaments, though abundant, are neither profuse nor tawdry. The magnificent gas chandelier, aided by a thousand lesser lights, developed all the beautiful appointments of the boxes, with their drapery of gold and crimson, and the fine seen, cry, dresses, and decorations of the stage. I had seen nothing but the Italiens of Paris to rival the effect of the whole picture. The boxes of the lower tier are private property belonging to the contributors, or members of the Lyceum. My intelligent companion informed me that this is a species of property in very general request, there being scarcely a respectable family without a box, or, at all events, some special accommodations of its own, in some one of the theaters. The rights of the owners, he told me, are the subject of litigation almost as often as those relating to real property. They (the boxes and the law suits) descend from father to son.

    Each box in the Liceo has two apartments, as usual in Europe. In the outer one, which you enter from the lobby, and which is a sort of retiring room, you leave your cloak and hat, and perhaps meet those members of the family you visit, who are not interested in the performance and prefer a quiet chat. The inner boxes, of course, open on the body of the theater, and every one was in them on the evening of my visit. The assemblage was immense, and it would not be easy to find, any where, one indicating good taste and refinement more decidedly. The gentle sex must pardon me, however, for admitting that, to my eye, beauty was the exception that night, rather than the rule. I had expected more, for M. de Balzac had said somewhere of the Catalonian women, that their eyes were composed of «velvet and fire;» but I soon discovered that the remark had less foundation in fact, than in that peculiarity of the French imagination, which is so fond, in the descriptive, of mingling fancy with fancy-goods. I may be wrong, it is true, for the Imperial Frederick, seven centuries ago, in his best Limousin, declared—

    «I love the noble Frenchman,
    And the Catalonian maid.»

    And yet, I should not wonder if both the Gaul and the fair Catalan have undergone a change since those days.

    I learned, in the course of conversation in the evening, that the theater has much to do with the social enjoyments of Barcelona. Morning visits form the principal intercourse of ladies in their own houses. Evening parties are very rare, and it is only at the theaters that the higher classes meet, with freedom and frequency. The usages of etiquette are very easy and pleasant. If you are a friend, you drop in sans façon, and drop out when you like. If you are a stranger, you are presented to the lady of the box, and that formality gives you the freedom of the circle, and of all the conversation that goes round it—imposing the payment of no tribute but that of your best bow to each and all, when it pleases you to retire. There is no knowing what a quantity of pleasant business you can attend to during the progress of a long opera—making your pilgrimage to many shrines. Neither is it easy to calculate how much aid and comfort you may find from a solo or an orchestral movement, in those pauses of conversation, which, under ordinary circumstances, are so often uncomfortable, if not melancholy. It is difficult to discover whether fondness for music produced this custom in Barcelona, or whether the custom produced the fondness. One thing, however, is very certain: the Barcelonese are good musicians, and generally keep an excellent company. My friend the marquis, who was himself a director of an opera at home, informed me, that they pay so liberally for good artists, as to take a great many of the best second-rate performers from Italy. Their musical predilections are of long standing. A gentleman who knew, told me, in proof of it, that some of the earliest republications of Metastasio’s works were made at Barcelona. The prices of admission to the theaters are very low—so much so, that there is scarce a laborer too poor to find his way to the opera, on Sundays or feast days. By the returns of the ticket-offices, as published in the journals, the day after Easter, there were four thousand six hundred spectators at the opening of the Lyceum; over one thousand attended the Teatro nuevo; and between nine hundred and one thousand were at the Teatro principal. As music is what they generally hear, it will not seem strange that the humblest of them should be fond of it, and generally fair judges of its quality. This last, however, is more than I can honestly profess to be; and, therefore, I was rather pleased than otherwise that they had selected a historical play, for the opening of the Lyceum. It was by Ventura de la Vega, a living poet of considerable reputation and merit, and was founded on the popular and noble story of Ferdinand the First of Aragon, called «He of Antequera.» The piece of itself is full of fine passages, with excellent dramatic situations and effect, and was gotten up with great brilliancy. The part of Ferdinand was by the famous La Torre, considered the first master, and one of the best performers in Spain. He is a quiet actor, of fine personal appearance; something like Charles Kemble in his style, and, unhappily, a good deal like him in his voice, for he is growing old. His reading and articulation were admirable, but a great deal was lost, the house being too large for any thing but opera, ballet, or spectacle.

  • Ceremonias y costumbres del año nuevo

    Buen principio de año te conceda Dios, benévolo lector, que en ganar las albricias no queremos ser menos que tu criado, ni que tus vecinos, ni que tu limpia-botas, ni que el mozo del café en que acostumbras pasar algunos ratos. Vamos á empezar nuestra tarea y á cumplir nuestra solemne promesa de ponerte al corriente de todas las costumbres buenas y malas de nuestra ciudad, porque has de saber que en Barcelona hemos nacido, aunque nada te importe saberlo.

    En el presente dia como en todos los demás puedes hacer cuanto te venga en gana, pero es justo te digamos lo que podrás hacer si pretendes ser tan curioso como lo hemos sido nosotros por espacio de un año.

    En primer lugar no puedes ignorar si eres católico (porque puedes ser judío ó protestante), que el primer dia del año es fiesta de precepto, puesto que celebramos el aniversario de la circuncision del Señor.

    Puedes asistir á los divinos oficios que celebra la parroquia de Sta. María del mar cantados por la música de la capilla. El cuerpo municipal asiste á la funcion, y la parroquia regala á los regidores que asisten un roscon ó tortell.

    Al salir de esta funcion puedes felicitar los dias á alguno de tus conocidos que se llame Manuel, y sino, te viene á pedir de boca la inmediacion de la muralla del mar para ir á tomar el sol. Dirás tal vez, si eres forastero, ¿qué mas da ir á la muralla del mar que á otra parte cualquiera? Vas á saberlo. Cógete del brazo, y mientras llegamos estáme atento.

    Si la índole de un pueblo forma sus costumbres, á nuestro cargo tomamos el probar hasta la evidencia que nó sin fundamento se ha hecho proverbial la laboriosidad de los barceloneses. Vedlo aqui sino; que como no sea domingo ó fiesta de guardar no hay para qué cansarse, lo mismo asomarémos por los paseos que por los cerros de Úbeda. ¿A qué irse á holgazanear todos los dias? Cada cual tiene sus quehaceres y no nos reluce aqui tanto el pelo; pero llega nuestra hora en un domingo ó disanto y salimos entonces los barceloneses á lucir nuestros dijes y preseas de manera que pocos pueblos nos llevan ventaja en ello, y allá se las aviene el que se lo quita al cuerpo para buscar con que ataviarlo.

    Suponte que amanece en nuestra ciudad uno de aquellos dias en que el termómetro de Reaumur marca cuatro ó cinco grados sobre cero, que es lo regular, brillando el sol en una atmósfera serena y pura, uno de aquellos dias en que la mar que tenemos á la vista mueve apenas su azulada superficie y con suave murmullo juguetea entre las rocas. ¿Quién no va entonces á la muralla del mar, liceo de la elegancia, emporio de las galas, museo de la coqueterías y punto de reunion en los dias festivos de invierno? ¡Cuánta gente, qué bullicio, qué conjunto tan heterogéneo! Allí un sombrerito, acá una mantilla, allá un frac á la inglesa, acullá un gaban parisiense, un casacon del siglo de Luis XIV, un peinado á lo Villamediana, unas barbas de turco, unas botas marroquíes, un albornoz árabe, el aire español, y en los labios nuestro acento con que parodiamos la lengua de los Berengueres. Todos nos cercan y cercamos á todos, y nos codeamos unos con otros, y nos pisamos y los miramos y nos saludan, y con ganas ó sin ellas hay que corresponder á sus cortesías. La dificultad consiste en hallar el principio de ese círculo vicioso. ¿Cómo dar la preferencia á un grupo sobre los demás cuando todos nos parecen bien y nos ofrecen alguna particularidad? Alto, señores, pare la rueda: nada, no hacen caso; pues entonces emprendamos la marcha desde un estremo del paseo, y por aqui cortemos el hilo de esta enredada madeja, y caiga en quien caiga la suerte de ser el primero en verse espuesto al lente ustorio de nuestras observaciones.

    Preséntase desde luego una robusta mamá cogida del brazo de un barrigudo papá, y mas adelante sus dos pimpollitos de doce á catorce años: lindas muchachas; prometen mucho. Síguenles la pista dos jovencitos que empiezan á hombrear y con quienes coquetean, como que los conocen de verlos muy á menudo en la puerta del colegio. Ya se esconden los dos mozuelos de la vista de los papás, ya vuelven de improviso á la carga, y pasan y repasan y se empujan y disputan y dan suelta á palabras que no es bien que aqui se digan.

    ¿Qué voces son esas? ¿hay quienes se hablan de uno al otro lado del paseo? ah! es una comitiva de jóvenes de ambos sexos. Ellas, á cual mas alegre, pizpereta y vivaracha. ¿Riñen acaso? nó señor, ¡qué quiere V.! la fuerza del acento del pais.

    Cuán tiesa y espetada se viene aquella! cuántas joyas, cuánta pedrería, cuánta blonda! parece una imágen que se ha salido del altar. A pedir de cogote sentara aqui bien mutatis mutandis lo de nuestro poeta Moreto.

    Mucho moño y arracadas,
    Valona de canutillos
    Mucho collar, mucho afeite,
    Mucho lazo, mucho rizo
    Y verás qué mala estás.

    No es nada lo engalanado que se viene el que la lleva del brazo: novios deben de ser segun las dulces miradas con que mutuamente se corresponden. Pasemos de largo no se los estorbe y háganse á pesar de los ojos envidiosos que lo noten y de las malas lenguas que lo ridiculicen los arrumacos que les vengan en gana.

    ¡Ola, secretitos hay! ¡qué tendrán que decir esas elegantes que vuelven la cara para mirar á los novios! Con corta diferencia deben de decir lo que aquellas del otro lado, y las que se vienen hácia acá y las que nos vienen siguiendo: si el sombrerito es de moda, si el vestido le va bien ó mal, si es bonito ó feo el aderezo, si el prendido es de bueno ó mal gusto, con otras cosas sobre el casamiento y la dote y la boda que no queremos decir, porque ya estan al alcance del lector.

    Adieu mon cher, addio carissimo. ¿En dónde estamos? ¿son franceses, italianos ó españoles? son tres pisaverdes, enfáticos de sobra, y por demás lenguaraces. No son amores callejeros los que sacan á corro; aventuras de otra calaña los entretienen. En todas ellas han hecho el papel de protagonistas, y es bien creerlo porque ellos lo dicen, si bien no salgo fiador de la veracidad de sus palabras, porque como por despejo y no por mengua se tienen semejantes aventuras, á trueque de ser reputados en mucho es forzoso mentir á rienda suelta. Sígalos oyendo aquel á quien mayor curiosidad le aguijonee, y como eche el resto á su credulidad, de seguro va á dar al traste con las mejor sentadas reputaciones.

    Llegamos en esto al estremo del paseo y es fuerza dar la vuelta, y nos hallamos con la singularísima novedad de tener que saludar al que cinco minutos antes saludamos, y de sonreirnos á la que se sonrió, y llegamos luego al sitio en donde principiamos nuestras observaciones, y es preciso desandar lo andado, y vuelta á hacer lo mismo que hemos hecho antes y que harémos despues y un poco mas tarde, y hasta que den las dos, á cuya hora no todos los estómagos barceloneses resisten algunas vueltas de mas en la Rambla por via de apéndice al paseo de invierno.

    Seamos de los aficionados á este apéndice y verémos como las gentes que han paseado se dirigen á sus casas á celebrar la fiesta con una buena comida, quizás en compañía de algunos parientes ó amigos. El turron y sobre todo los barquillos son los postres necesarios de la de este dia. El parroquiano viejo de Sta. María del mar no abandona por mucho que le contradiga la generacion que debe sucederle, la antigua costumbre de comer sopa de fideos aderezados con azúcar y canela, y no se olvida de acudir por la tarde á su parroquia á oir el rosario y los villancicos alusivos á la festividad que canta la capilla.

    Los teatros dan funcion tarde y noche, costumbre que continúa todos los domingos y disantos del año, y otros dias que no lo son, y que en su lugar correspondiente señalarémos.

    En este dia se inauguran los bailes de máscara en el salon grande ó en el gran salon (albarda sobre albarda, y perdone el que se crea culpado) de la casa Lonja. Se empieza á la hora que señalan los anuncios, y se paga de entrada la cantidad que se fija, pero no se admiten cuartos ni moneda que deba pesarse. No dirémos aqui lo que es este baile; su vez le llegará, que ya va haciéndose pesado el articulillo. Hay tambien baile en la Patacada, y hablarémos de él el dia 8 de diciembre en que suelen comenzarse.

    Una advertencia harémos, y es, que no crea el buen lector que el paseo de la muralla del mar que hemos descrito, sea una particularidad del dia presente, puesto que es costumbre de todos los festivos de la estacion en que nos hallamos, con tal que el tiempo lo permita.

    En los cuatro primeros dias del año las cuarenta horas estan en la Catedral, despues pasan otros cuatro á Sta. María, y van turnando en las otras iglesias, aunque nó de un modo igual en todos los años. Hasta la Pascua de Resurreccion estan en cada iglesia cuatro dias, desde la Pascua en adelante solo tres. En la Semana Santa no las hay en ninguna iglesia. Las horas de esposicion varian segun las estaciones. Los periódicos dicen todos los dias la iglesia en que se hallan, y además cada semestre se vende un impreso en que se lee todo lo que conviene saber acerca de este punto.

  • Llegada y cabalgata de los Reyes Magos

    No hace muchos años que apenas podia andar uno por las calles al anochecer sin verse atropellado por la turba de chiquillos que al son de una bocina ó de un caracol de mar, volteaban un pedazo de cuerda encendida, suponiendo que iban á recibir á los Santos Reyes. Gracias á los infinitos bandos que se han publicado para prohibir esa fiesta infernal, al cabo se ha perdido la costumbre de las cuerdas quedando solo la otra.

    Saben los niños que en esta noche los reyes pasean todas las calles de la ciudad seguidos de criados que llevan largas escalas y una inmensa provision de turrones y de toda clase de dulces. Por esta razon niños y niñas ponian antes un zapato, y ahora por lo general un plato en el balcon ó ventana á fin de que les toque algo en el gran reparto. No perdais, hijos mios, esta buena costumbre, pues los reyes vienen este año embarcados en un vapor llenito de dulces muy ricos y muy variados, de suerte que la pitanza será abundantísima. Dejad, no obstante, que os dé una noticia que os conviene y que podeis creer que es verdadera, pues acerca de este negocio las tengo muy buenas. Esos señores reyes que todo lo saben, han llegado á entender que entre vosotras y vosotros los hay y las hay que no obedecen á sus padres, que son desaplicados y holgazanes, que se ensucian mucho la ropa, que hace enfadar á la maestra y al maestro, y otras cosas que vosotros no ignorais ni yo tampoco. Es pues el caso que enterados de todo esto, en la cámara del vapor traen una coleccion de cosas muy amargas para repartir á los niños y niñas que tengan alguno de esos defectos. Tal niño abrirá mañana muy aprisa el balcon pensando hallar el zapato ó el plato lleno de dulces, y se encontrará con un libro, lo cual significa que los reyes saben que es inaplicado. Una niña se levantará mas temprano de lo que suele, y en vez de turrones le habrán puesto una calceta, para darle á entender que es una holgazana: al otro un cepillo para decirle que es un niño sucio, y aun habrá quien halle envuelta en un papel una correa ó una cuerda que ya sabeis lo que significa. Si alguno de vosotros no es bueno ó no obedece ó se ensucia la ropa, ó es holgazan ó desaplicado, no ponga zapato ni plato porque se llevará gran chasco; métase en la cama sin hablar de los reyes y procure enmendarse para que en el año venidero tenga racion doble.

    La parroquia de Ntra. Sra. de los Reyes, vulgarmente llamad del Pino inaugura con solemnes maitines la funcion del dia siguiente.

  • Los puercos de San Antonio

    Érase un dia 1.º de Febrero, no importa el año, y érase que uno de los mayores glotones que pisa la tierra atravesó en mitad del dia el Cap de creus, ó si se quiere el llano de la Bocaría, y oyó el monótono son de una gaita acompañado del seco baqueteo de un tamboril. Estas dulces armonías sonaban en medio de un grupo de varias gentes, y nuestro gloton se acercó por mera curiosidad. Qué será, qué dejará de ser; y eran tres cerdos de los mas bien cebados que darse pueden en la tierra, tendidos descortesísimamente en el duro suelo. –¿Qué es esto? preguntó á un patan de los que allí estaban. –¿Que no ho veu? los porcs de St. Antoni; dijo con una amabilidad que dejó entender le era característica. –No quedó el gloton tan satisfecho de la respuesta como debia de esperar, al paso que se dispertaron en su imaginacion tales ideas de glotonería que se le hizo la boca agua pensando en los jamones y en los chorizos y en las morcillas etc. etc. etc., y continuó: ¿Para qué estan aqui esos señores? Y supo que á pesar de lo bien cebados criáronse en una casa de beneficencia, y que a son de la gaita y del tamboril pasean todos los años durante esta temporada tres animales de la misma especie, con el objeto de rifarlos despues á beneficio de los espósitos, en tres suertes, á cerdo por suerte, para lo cual se espenden billetes por la módica cantidad de un sueldo catalan, ó sean diez y ocho y pico maravedises.

    Parece ser que cuando se suprimieron los religiosos de San Antonio Abad, á quienes estaba concedida esta rifa, se pasó el privilegio al hospital de Sta. Cruz, con la obligacion de dar anualmente del producto de la rifa una pension á los dos religiosos que de la orden quedaban. Cumplió el hospital dicha obligacion, y desde que los dos religiosos murieron, todo el producto de la rifa está destinado al piadoso objeto que hemos dicho.