Etiqueta: Lonja de Barcelona

  • Pedro IV autoriza construcción de la Lonja

    En 1390 aun no habia Lonja en Barcelona, como se desprende de otro real privilegio que el mismo don Pedro dio á 14 de marzo, y que empieza asi: «Nos en Pere per la gracia de Deu, Rey d’Aragó etc. Attenents que en la ciutat de Barchelona, jatsiá gran é insigne Ciutat, é situada en marítima, é en la cual ha molts Navegants é Mercaders, es fan moltes feynes de mercaderia, no ha Lotje convinent ne bona etc. Perço, á suplicacio de vosaltres feels é amats nostres los Concellers é Prohomens de la ciutat de Barchelona, per profit é bon estament de la dita Ciutat, otorgam per tenor de la present á vosaltres que en la ribera de la mar de la dita Ciutat, ó en aquell loch ó partida de la dita Ciutat on á vosaltres será vist mil sesser faedor, puscats edificar é fer Lotje á ops dels Consols de la mar é dels navegants é mercaders asi de la dita Ciutat com estranys, qui en la dita ciutat concorrent, ab aquelles cases, edificis, é lochs qui á la Cort dels dits Consols é a semblants Lotjes se pertany. = Item que en aquells loch ó lochs de la dita ribera, on á vosaltres será mils vist, puscats construir etc.

    En 1382 por real decreto dado á 3 de julio se mandaron quitar las horcas que estaban colocadas en la Ribera del mar de Barcelona á fin de dejar el sitio espedito para la obra de la Lonja que iba á empezarse.

    Se empezó por fin en 1383 la fábrica de la casa del Consulado del comercio, que 44 años antes se habia proyectado; y se construyó en la mencionada plaza de los cambios, en terreno propio de la casa de Moncada.

    La primitiva Casa lonja consistió en un edificio singularisimo gótico, con un magnífico salon de 3 altas y espaciosas naves, que en memoria de su suntuosidad se conserva aun al piso del suelo y en el que se admira la gentileza de todas sus partes, y sobre todo una suma solidez.

  • La taula de canvi, la primera tabla de cambios en Europa

    DIJOUS XX. – Aquest dia fo posada e asagurada per la ciutat de Barchinona taula de cambi en la lotge nova per descarregar la dita ciutat de la qual foren regidors los honrats en Miquel Roure et en Guillem Colom. E los honorables consellers ab alscuns prohomens ciutadans mercaders e menestrals se ajustaren en la casa del Consell e anaren oyr missa del Sant Sperit a Santa Eulalia. E puys anarensen a la dita lotge ab VIII entre trompes e trompetes.

  • Primeras fiestas en Barcelona de Santa Teresa de Jesús, que celebra su beatificación venciendo a un cocodrilo volante

    En el otro estremo de la ciudad en una plaça que llamamos el pla den Llull, se apercibió una nave de buen tamaño muy hermosa, y bien adereçeda, y compuesta, con flamulas, y gallardetes de muy fina seda, con todas las xarcias, y velas que suelen tener las que navegan. En el castillete de popa, se hizo un estrado eminente, al pie del qual en las quatro esquinas se pusieron quatro niños muy hermosos, vestidos muy ricamente de los varios colores, con que se diferencian las quatro virtudes cardinales, cubiertos de joyas de gran valor, cada uno con las insignias de su virtud. Don Joseph de Josa, empuñanod la espada desnuda, representava la justicia: don Ramon Roig y de Mendoça abraçado con una coluna, significava la fortaleza: y Joseph de Aguilar mirandose en su espejo, descubria la madurez de la prudencia: y Francisco Maria de Giudice, hijo de un cavallero Ginoves Tesorero de la santa Cruzada, con el caliz en una mano, y jarro de agua en la otra, dando el devido punto a los regalos dela vida presente, tenia en si una imagen de la templança. Por la plaça de la nave, estavan repartidos doze fraylezitos niños, de los que traen el habito por devocion. Sobre el estrado se puso una imagen de nuestra Santa muy hermosa, vestida de muy rica seda, y cubierta de muchas joyas de perlas, y diamantes, y otras piedras preciosas muy finas, y de gran valor. Acudieron a acompañar esta nave una encamisada de cavalleros, cuyo capitan era don Juan de Boxados, a quien seguian el Conde de Peralada, y don Joseph de Cardona, don Guerau de Guardiola, don Luys de Rajadell señor de Jorba, don Joan Sarriera, don Pedro Aymeric, don Jayme de Llupia, don Miguel Clariana, Francisco de Oriz señor de Oriz, don Ambrosio Gallart, y Nicolas Bonet, todos ricamente vestidos con vaqueros de tela de plata y leonado, y unos volantes de lo mesmo, echados por las espaldas, con unas borlas que colgavan de los ombros, y les dava gracia de invencion maravillosa, y en los sombreros muchas plumas de los mesmos colores: los cavallos con ricos jaezes y adereços de guarniciones a la Francesa, que llaman corcheas, de plata, con lazos de leonado: trayan por Maestre de campo, a don Francisco de Pau y de Rocaberti. Y van guiando en la delantera los atabales y trompetas a cavallo, vestidos de los mesmos colores, y al pie de dozientas achas de cera blanca, sin otras de que la nave estava cercada y se alumbrava. Immediato a la nave, delante della venia un carro triumfal tirado de dos muy briosos frisones, en que estavan un juego de menestriles, revezandose en musicas muy regaladas. Con todo este ruydo de acompañamiento, musica, y luminaria, vino la nave, en que estava la Santa sulcando la tierra desde el puesto sobre dicho por la calle de bonayre: y por las espaldas de la casa de la contratacion (que llamamos lonja) dio la buelta a la calle ancha, de donde con viento en popa, y velas hinchadas, llegó a la puerta que sale a la rambla. Serian las nueve horas y media de la noche, quando la multitud de gente que estavan esperando, començó a alcançar de vista la nave de nuestra Santa, y causó en todos comun alegria y ternura de devocion. Llegó delantero don Francisco de Rocaberti, como Maestre de campo, haziendo plaça con su cavallo entre la multitud de pueblo, que la tenia muy bien ocupada. y parando la nave frontero del portal de la boqueria, con las dozientas achas, puestas a dos lados, se hizo una muy buena calle hasta la puerta ferriça, por la qual entraron primero juntos los cavalleros, haziendo su caracol con muy linda gala, y gallardo ayre: y parando delante la nave de la Santa, con su bendicion y cortesia, corrieron y rompieron a su gala cada uno cinco lanças, y assentaron campo en el cabo de la puerta ferriça todos juntos. Vino luego la nave, acercandose para la pelea contra el castillo, y nave de herejes de apostatas, (que diximos estar prevenidos) echando fuego de una bomba que tenia por proa, a modo de una bombarda. Acudió luego a la defensa el Cocodrillo, volando por el ayre, y meneando unas alas artificiales, que le avian puesto, como un demonio, echando grandes llamaradas de fueto por la boca, y por las manos, y pies, que parecian cinco bocas del infierno: porque de rato en rato, muy a menudo escupia de aquellas bombas, unas bocanadas de fuego, que rociavan toda la plaça, y parecian tiradas con el soplo de su aliento: y assi perseveró cerca de media hora, hasta que pegandose fuego a su castillo y nave, con el que la nave de la Santa les tirava, començo el castillo a disparar muchos truenos con muy buen orden…

  • Entra el duque de Feria, virrey de cataluña, y da una fiesta impresionante en honor de su nuevo hijo

    Aplazaron para la jura del duque de Feria por virrey de Cathaluña, el día 11 de Junio de 1629, y así ese día por la tarde se salió el Duque al lugar del Hospitalete. Empezóse á llenar el camino de gente y á pasar correos de una y otra parte, con las embaxadas que se acostumbra, de Consejo, Diputación y Ciudad: á cosa de las quatro de la tarde salió el Consexo Real con sus mazas altas y á cavallo, hasta el lugar de Sans, en donde hizo alto y despachó al Morondon (Juan Miguel de Monredon, alguacil real, que en 1.º de Mayo de 1640 le quemaron vivo con los suyos dentro de una casa, los amotinados de Santa Coloma de Farnés.) con aviso de que aguardava: estava el Duque en Provenzana, también parado, con el de Alcalá y su hijo, y respondió á la embaxada que no se moviera el Consejo, y despachó luego el Duque otro correo al Cons(ej)o y partió, y llegando á vista del Consejo, dexó su coche y montó en un hermoso caballo blanco, que con aderezo bordado de oro y plata le tenían prevenido; también estava aprestado el pendón ó guión con un Santiago á cavallo bordado en él; precedieron antes de llegar el Duque dos trompetas, con sus armas en las pendientes y mucha parte de su familia. Llegó el Consejo, y dándole la enhorabuena le pusieron en medio del Conseller y Regente. El Duque era hombre mui grueso, su vestido no se podía divisar de qué era, por solo se descubría la bordadura de plata y oro. Empezóse á caminar llebando delante las dos trompetas, el capitán de la guardia, los alabarderos y seis lacaios con librea verde y franxones de oro: venía después el Consejo y la persona del Duque, y detrás un cavallero de su familia, que vestido con baquero de terciopelo carmesí con franxas de oro, trailla el pendón; y después seguían algunos cavalleros cathalanes y el resto de la familia del Duque. Con esta orden se llegó hasta donde aguardavan los diputados, que ya tienen puesto señalado; hecha la ceremonia ordinaria, el Consejo quedó atrás y (el) Virrey se puso en medio de los diputados, hasta que llegando cerca de la Cruz Cubierta, en donde aguardaba la Ciudad, después de dado el parabién y aquellas sólitas ceremonias, se puso al lado del Virrey el Conseller sigundo, Buenaventura Gualvez, que por hallarse el Conseller en Cap enfermo, que era Bartholomé Sala, no pudo asistir, ni tampoco el cuarto, porque el día antes le hablan sacado á suerte por muerte de Pablo Magarola: suplieron estos lugares los cónsules de Lloixe [Llotja/Lonja] que llaman los Diputados. Se retiraron como acostumbran y puestos en esta forma entrando por la puerta de San Antonio, calle del Carmen, Puerta Ferriza y Plaza Nueba, llegaron al Aseo, en donde recivido por el Cavildo y conducido al altar maior prestó el juramento que es de estilo, y vuelto bajó á hacer oración á Santa Eulalia, y saliendo después tomó su cavallo, y pasando el guión ó penda (Pendón) delante, con el mismo acompañamiento, y por las casas de Diputación, Ciudad, calle del Rogomí y calle Ancha, le cortejaron hasta palacio, en donde todos se dispidieron.

    No truxo á su muger por quedar en Madrid y á últimos días de parir, ni vino dama alguna con él. Dentro de pocos días le llegó la noticia del parto que havía sido mui feliz, encomendándole Dios un hijo; y para celebrar esta alegre nueva, se publicó un sarao que se tubo en casa del conde de Eril, en frente de Junqueras, en el jardín de la misma casa. Para maior capacidad del concurso, dispúsose un grande tablado algunos palmos en alto de tierra, y al deredor colgado de ricas sedas de tapicería, y por cielo una grande vela con que venía á quedar como un gran salón, y en medio del teatro havían puesto unas divisiones para poder danzar y hacer los juegos sin estorbo alguno. Asistieron el Virrey, duques de Alcalá y hijo y nuera y todas ó las más damas cathalanas; hiciéronse torneos, monerías, danzas y bailes; empezóse el sarao á las nuebe de la noche, y acavó á las seis de la mañana; el señor Virrey dio una rica colación y, sigún se dixo, le costó el festín pasados de mil ducados, porque todos asiguraban que ni por el Rey se podía hacer cosa maior.

  • Salen más soldados para Salses en Rosellón; galanterías entre sitiadores y defensores; destrozos españoles en Narbona; terminos de la rendición; gran mobilización en Barcelona para asegurarla

    A 24 de dicho partieron 25 soldados de la Ciudad, y á 27 quarenta de la Diputación; todos á cavallo para hacer mejor y presto el viaje.

    Viendo el marqués de los Balbases que era casi imposible que Francia socorriese la plaza por las derrotas pasadas, y que los asediados (con las esperanzas que medio juramento les dio el de Luy, quando los puso en el castillo) no tratavan de rendirse, intentando como á general del exército todos los medios para ganarla sin costarle sangre y con alguna gloria de los españoles y sin descrédito de quien también havía sabido defenderla, escrivió esta carta al governador:

    «A Monsuir Aspernán (Mr. de Espernan), governador de las armas sitiadas en el castillo de Salsas.—Haviendo puesto las armas de S. M. sobre ese castillo y continuando á un mismo tiempo su expugnación, aprochando hasta el mismo foso, no he d(ic)ho jamás nada, dando lugar aquella guarnición pudiese mostrar su valor, y aguardar el socorro de su Rey, que haviéndolo procurado dos veces mui poderoso, le ha sido preciso retirarse con descomodidad, una por inclemencia de los tiempos, y otra por los varios sucesos de la guerra, y no solamente he aguardado se retirase, sino que se alejase mui adentro para avisar de lo que he obrado en cumplimiento de mis obligaciones y benignidad, pero lo que en adelante aró, será atar las manos al albitrio de generales, para usar todas las cortesanías que se desearían é etc.»

    Respuesta de Aspernán al de los Balbases:

    «La bondad de esta plaza no consiste en los aproches del foso, ni se halla en el estado de admitir cortesías, y haviéndola defendido siete semanas, espero en adelante hacer lo mismo y obrar lo que pueden los hombres de honor, y que saben defenderse, y lo que toca al socorro de Francia, quando sea verdad que se haia retirado mui adentro, yo le daré tiempo para que vuelva, quedando mui ofano de defender una plaza como esta, contra una persona y valor tan insigne como merece el nombre del Señor Marqués {de) Espinola.»

    Divirtiéndose los asediados de las incesables fatigas y ruinas que con tan recio y largo sitio padecían, hacían algunas llamadas, aunque fríbolas é impertinentes, y entre ellas dieron libertad á un capitán napolitano y al guardián de capuchinos de Elua [¿Elna o Santa Maria de Eula?], que en las primeras surtidas (Salidas) havían preso. Salieron tres capitanes y entraron de los nuestros otros tres; para capitular pedía el governador 30 días para avisar á su Rey y que si en ellos no llegava el socorro, se entraría á tratar de los pactos; concedíanle diez, y no admitiéndolos, y pareciendo á los nuestros necia la proposición, se le dio repulsa y los capitanes se volvió cada qual á su exército.

    Nuestra cavallería obrava mucho, pues corriendo hasta la comarca de Narvona, quemaba y talava todo el país enemigo, sin perdonar quanto le venía delante, y fué de gran consequencia el haver el día 29 de Diziembre 1639, en el lugar de Sitjar, quemado tres grandes almacenes de provisiones del enemigo, que le fué de gran incomodidad y pérdida.

    Con estas funciones y sucesos se continuava el sitio, admirando á todos así el valor de los sitiados, como la constancia de los sitiadores, y así viendo Monsiur de Espernan la firmeza de los nuestros y que ni las intentonas de Francia, las enfermedades, las inclemencias del cielo, y tanta fatiga, havia podido disminuir en nada el fervor del sitio, día de S.n Thomás apóstol, á 21 de Diz(iemb)re 163[9], hizo llamada la plaza y después de los acostumbrados estilos de la guerra, se ajustaron los pactos en esta forma:

    1. P(rimer)o que rendirían la plaza día de los Reies 6 de Henero 1640, saliendo de ella su guarnición con dos piezas de artillería, caxas templadas, banderas enarboladas, armas y bages, cuerda encendida, bala en boca, y seguridad de escolta para no recivir daño alguno.
    2. Que si en este tiempo venía el socorro y solamente rompiendo por una parte socorrida la plaza, quedase permanente el sitio de los nuestros, los pactos tenían su mismo valor y havía de rendirse la fortaleza.
    3. Que aunque la plaza se hallase plenamente socorrida de bastimento y municiones, havía asimismo de rendirse.
    4. Que en caso viniese el socorro y rompiese las trincheras no podían los de la plaza hacer ninguna ostilidad á los nuestros, ni nosotros á la plaza.
    5. Que se havía de embiar un trompeta de nuestro exército al Xpmo, con carta havierta de Monsieur Espernan, para darle aviso de esto, y que en re(he)nes quedasen el theniente y dos cavos de la plaza en nuestro exército; y del, en la plaza tres capitanes ([omitida carta de Olivares]).

    Con estos pactos y el aviso de ellos, se despacharon correos del x(ener)al nuestro á S. M., Diputación, ciudad de Barcelona y demás unibersidades, pidiendo se hiciera el último esfuerzo de socorro de gente, porque se savia que Francia con grueso exército venía sobre nuestro campo.

    Hallábase canceller de Cat(aluñ)a (El Canciller de Cataluña era un funcionario real de categoría superior á los jueces, oficiales y magistrados y hasta del general Gobernador. Sus atribuciones principales consistían en distribuir las causas entre los doctores del Real Consejo, firmar órdenes y privilegios, sentenciar en juicios verbales, tener en custodia el sello real, etc. El cargo de Canciller debía recaer en Cataluña en un eclesiástico. (Bosch, Titols de honor de Cataluña, etc., pág. 283.)) entonces el abad Eril, que para dar pronta execución á los R(eale)s órdenes, y de nuestros generales, havía quedado en Barcelona. Recivido este aviso se hicieron rigurosos pregones por Barcelona para que la gente acudiese al campo, y poniendo todo conato en que saliese un conceller, la segunda fiesta de Navidad se fué en persona al consejo de ciento, en donde obrando con gran enerxía y ponderando que todas las demás unibersidades del Principado aguardavan que se moviese Barcelona, y que en palabra del Rey la dava de que solamente el día de los Reies duraría la campaña, y que desde luego licenciava para ese día á quantos fueran ([omitida carta de Dalmau de Queralt al Consejo de Ciento]).

    Obró la exortación, pues salió luego deliverado que partiese el conseller en cap, que era Luis de Galdes (D. Luis Juan de Caldes.). Ese mismo día se hecho vando, pena de la vida, que todos los de 14 años hasta los 60 de edad, con armas, acudiesen al sitio dé Salsas sin exceptuar á nadie, porque en el mismo pregón decía que los militares y not(arios) que no obedeciesen desde luego, se davan por nulos sus privilegios y sus escrituras de ningún valor, asigurando que al otro día de los Reies podrían todos volverse á sus casas. Estos bandos se continuaron también por toda Cathaluña por orden de S(u) E(ccellencia).

    Comovióse la Provincia á vista de la urgente necesidad y la ciudad de Barcelona, estimulando las cofradías por medio de dos cavalleros y con públicos vandos, ofreciendo á cada soldado que se alistaría veinte y cinco libras de entrada y el socorro y siendo mancevo de qualquier oficio ó facultad, como tubiese la práctica que pedía el oficio ú arte, de pasarlo maestro sin ningún gasto. Lo mismo decían las cofradías y añadían su entrada asimismo. Además de esto, el común de Lotje (La Lonja) dava su socorro y entrada asimismo. Todo esto se hacía con fervor y celo, que junto con haver de salir el conseller en cap, dava maior ánimo á la gente: lográronse tan felizmente estas diligencias, que en dos días se alistaron baxo las vanderas de la ciudad 400 hombres para ir con el conceller en cap. La Diputación, que no se descuidava, juntó también un competente número de gente, y despachada toda, partiendo el Conceller el día 30, se tubo aviso que entre la Provincia toda hizo juntar pasado de doce mil hombres municionados á su costa en esta última leva y socorro.

    El Conceller en capítulo se partió con tres galeras por mar que ofreció y dio el duque de Fernandina general de ellas. Salió el Conceller acompañado de los demás, vestido con su gramalla y dos mazas altas, y en pos de las quatro compañías, y saliendo la Puerta del Mar la soldadesca y artillería le hicieron salva real; llebava consigo dos consultores á modo de camaradas ó embajadores: havíase dispuesto un puente cubierto de baieta colorada para el embarco, pero parecióndole al xeneral de las galeras que era mucha preeminencia la puente, le salió á recivir con una faluca desde su galera, y sin dejar la faluca, dando la mano al Conceller, se embarcó éste y puestos en la Patrona de España, y la milicia en las otras galeras, á prima noche carparon y aportaron con mucha felicidad á Coplibre…, distante de Barcelona 23 leguas. Desembarcó allí el Conceller, y pasando por los lugares del Rosellón la buelta de Salsas, le cortejaron y agasajaron mucho; acompañóle el duque de Maqueda general de galeones, que con una escuadra se hallava en la playa de Rosas, y el diputado militar; y llegando al campo con sus mazas altas y 400 hombres, el exército celebró su arrivo con gran alborozo, saliéndole á recibir los señores de primera clase, y el señor Virrey fuera de su tienda. El enemigo se hallava á la vista procurando dar el socorro y romper las trincheras; pero viendo que entrava tanta gente á nuestro exército cada día, no se atrevió á ejecutarlo y se retiró. El Conseller llegó al campo á 4 de Henero (de) 1640.

  • La ópera italiana llega a la Lonja para divertir al pretendiente Carlos

    Primera representacion de una ópera italiana en una sala de la lonja. La dispuso el consejo para divertir al archiduque Cárlos de Austria competidor de Felipe V en el trono de España.

  • Restauradas varias instituciones quitadas por Felipe V

    Establece Fernando III de Barcelona VI de Castilla una junta de comercio para atender al fomento del mismo, y un consulado para determinar lo contencioso. Restablece el derecho de imperiage, y hace á dicha junta espresa donacion de la casa lonja. Todo esto fue una restauracion de lo que en 1714 habia abolido Felipe V.

  • Fiestas de la Concepción y Santa Lucia, feria de belenes

    El 8 diciembre, fiesta de la Concepcion y el 13 de Sta. Lucia, celébrase alrededor de la Catedral una feria de figurillas de barro, casas de carton y de corcho, con los demás enseres necesarios á la formación de Belenes ó Pesebres para las próximas fiestas de Navidad. El 1.° de dichos dias empiezan regularmente los bayles de máscara que da la casa de Caridad en él grande y majestuoso salón de la Lonja, y en los almacenes de las casas de Nadal que llaman la Patacada, que los hay todos los dias festivos y algunos de trabajo, hasta el Carnabal inclusive. Preciso es acudir á ellos para formarse una verdadera idea de lo que ofrecen de original estas diversiones, de la variedad y ridiculez de los trajes, de sus escenas verdaderamente cómicas, y sobre todo de un sin número de intrigas secretas que se traman bajo el disfraz entre la baraunda y confusion de voces contrahechas, música, risas, empellones y estruendo.

  • La Jamancia: Barcelona es tomada por los rebeldes

    [La Jamáncia]

    (Sábado).

    Serian las dos y media de la madrugada cuando ha entrado en esta Ciudad el batallon 3.° de Francos fuerte de unos 300 hombres con su comandante D. Francisco Riera, y que ocupaba hacia algunos dias el vecino pueblo de Sans, dirigiéndose inmediatamente á la plaza de la Constitucion donde se ha parapetado con fuertes barricadas, asestando cañones á cada una de las principales calles que desembocan en ella y prohibiendo el paso á toda clase de personas.

    Sabido al momento por el conde de Reus todo lo que en la ciudad ocurría mandó á buscar inmediatamente su compañía de Guias, dándoles orden para que fuesen á apoderarse de la casa Lonja, como en efecto lo verificaron.

    A eso de las siete de la mañana el Sr. gefe político D. Joaquín Maximiliano Gibert, ofició al Ayuntamiento para que pasase desde luego con todas sus dependencias á celebrar sus sesiones en el salon de la Junta de Comercio en el citado edificio, mas este creyéndose expuesto en aquel local se reunió en el de la Alcaldía sita en el ex-convento de Trinitarios en la calle de Fernando VII. En su consecuencia y en vista de haberse retirado las autoridades populares, el Sr. Gibert de acuerdo con el Capitan General, mandó al Sr. Prim que hiciese retirar su compañía de guias, verificándolo con ellos el citado Capitan General con la demas fuerza de la plaza que estaba á las órdenes del conde de Reus, desocupando al propio tiempo el real palacio y cerrando todas sus puertas.

    A medio día los de la Blusa y parte de los francos de Riera estaban ya posesionados en dicha casa Lonja, puerta del Mar y palacio.

    A las cinco de la tarde salieron de la ciudadela los Sres. Prim y Milans acompañados de su estado mayor, dirigiéndose por el Paseo de S. Juan y Puerta nueva al barrio de Gracia, para conferenciar, segun se dijo, con los gefes de los dos batallones de la Constitucion, que habian llegado á dicho punto, regresando juntos á la Ciudadela por la puerta del Socorro.

  • Galdós: recuerdos de la Barcelona revolucionaria del 68; la Rambla, la Muralla del Mar y el Jardín del General; el guerracivilismo de los españoles; su primera novela

    Al salir de Barcelona [en 1903] el maestro Galdós ha enviado á EL LIBERAL en Barcelona una notable impresión, cuyo especialísimo tono local no le resta mérito alguno fuera de la ciudad condal.

    Sobriamente evoca Galdós los sucesos de Septiembre del 68, y la antigua ciudad.

    Es éste un documento muy interesante, además, por lo que cuenta de Los Episodios nacionales.

    Dice así:

    Sr. Director de EL LIBERAL.

    Me pregunta usted si es antiguo mi conocimiento de Barcelona, y cuántas veces he visitado á esta ciudad. Más fácilmente que puntualizar las visitas, puede mi memoria dar á usted noticia de la primera tan remota, que ahora me parece, como quien dice, perdida en la noche de los tiempos. Ello fué en días inolvidables, de los que marcados quedaron en la Historia patria como días de buena sombra, resultando también de feliz agüero en la vida individual, particularmente en la mía. En Barcelona pasé las dos últimas semanas de Septiembre de 1868, y el memorable día 29, fechas, como usted sabe muy bien, de las más famosas del siglo nuestro, que es el pasado, todo él bien aprovechado de crueles guerras, mudanzas y trapisondas.

    Ya ve usted si son de largo tiempo mis amistades con la capital de Cataluña. El prodigioso crecimiento de esta matrona, nadie tiene que contármelo, porque lo he visto y apreciado por mí mismo, un lustro tras otro. En Septiembre del 68, rota ya la cintura de murallas que oprimían el cuerpo de la histórica ciudad, empezaba ésta, por una parte y otra, á estirar sus miembros robustos nutridos por sangre potente. La he visto crecer, pasando de las moderadas anchuras á las formas de gigante que no cabe hoy en las medidas de ayer, ni ve nunca saciadas sus ansias de mayor vitalidad y corpulencia.

    A mediados de Septiembre vine de Francia con mi familia, pasando el Pirineo en coche, pues aun no había ni asomos de ferrocarril entre Perpiñán y Gerona. Recuerdo que por falta de puente en no sé qué río, la diligencia se metía en las turbias aguas, atravesándosas de una orilla á otra sin peligro alguno, al menos en aquella ocasión. De Figueras, conservo tan sólo una idea vaga. En cambio, Gerona, donde pasé un día con su noche, permaneció en mi mente con impresiones indelebles… [Gerona y los Episodios Nacionales]

    Barcelona fúe para mí un grato descubrimiento y un motivo de admiración, aun viniendo de París y Marsella. Me sorprendían y cautivaban la alegría de este pueblo, la confianza en sí mismo, y el ardor de las ideas liberales que entonces flameaban en todas las cabezas, aquel ingénuo sentimiento revolucionario, ensueños de vida progresiva y culta, tras de la cual corrían con igual afán los que conocían el camino y los que ignoraban por dónde debíamos ir para llegar salvos. En aquellos hermosos días de esperanza y fe, tenía la Libertad millones de enamorados, y lo que llamábamos Reacción había caído en el mayor descrédito. El sentimiento público era tan vivo, que las cosas amenazadas de muerte se caían solas, sin que fuera menester derribarlas.

    La principal hermosura de Barcelona era entonces su Rambla, rotulada con diferentes nombres, desde Santa Mónica hasta Canaletas. Viéndola hoy [1903], paréceme que nada ha cambiado en ella, y que su animación bulliciosa de hace treinta años era la misma que actualmente le da el contínuo trajín de coches y tranvías. La Rambla es de esas cosas que, admitiendo las modificaciones que trae el tiempo, no envejecen nunca, y conservan eternamente su frescura risueña y la sonrisa hospitalaria.

    El paseo más grato era entonces la Muralla de Mar, á la que se subía por la rampa de Atarazanas, y se extendía por lo que es hoy paseo de Colón. El paseante iba por el alto espacio en que se mecen hoy las cimas de las palmeras, y por un lado dominaba el puerto, en el cual hacían bosque los mástiles de los buques de vela, por otro podía curiosear el interior de los primeros pisos. Ya se hablaba de demoler la muralla, y los viejos se lamentaban de la destrucción de aquel lindo paseo, como de la probable pérdida de un sér querido; tan arraigada estaba en las costumbres la vuelta diaria por el alto andén en las tardes placenteras de verano. Los jóvenes la vierno desaparecer, y ya no se acuerdan de lo que fué uno de los mayores encantos de la vieja Barcelona.

    El ensanche estaba ya bosquejado, y en el Paseo de Gracia iban tomando puesto las magníficas construcciones, que eran albergue y vanagloria de los ricos de entonces. Aun faltaba mucho para que se pudiera admirar la parada de casas con que el citado Paseo, la Rambla de Cataluña, la Granvía y otras nos deslumbran y fascinan, pasándonos por los ojos la vida fastuosa y un tanto dormilona de los millionarios de hoy. De jardines públicos no recuerdo más que el llamado del General, más allá de la Lonja, hacia el Borne. Era tan chico y miserable que si hoy existiera lo miraría con burla y menosprecio la más menguada plazuela de la moderna ciudad. Más allá se extendía la trágica Ciudadela, odiada del pueblo, que anhelaba destruirla, y casi casi anticipaba la demolición con sus maldiciones y anatemas.

    Me parece que estoy viendo al conde de Cheste, en aquellos días de Septiembre, recorriendo la Rambla, seguido de los mozos de escuadra. Su arrogante estatura se destacaba entre el gentío, que le veía pasar con respeto y temor. Del último bando que publicó, conservo en mi memoria retazos de frases que denunciaban su carácter inflexible, su adhesión á la causa que defendía, así como sus gustos literarios, propendiendo siempre á cierto lirismo militar, muy propio de los caudillos de la primera guerra civil. No recuerdo bien si fué el 30 ó el 31 cuando empezaron á correr las primeras noticias de la acción de Alcolea. Fueron rumores, que más parecían ilusiones del deseo. Primero, secreteaba la gente en los corrillos de la Rambla; después, personas de clases distintas soltaban el notición en alta voz; y los crédulos y los incrédulos acababan por abrazarse… Lo que pasó luego en la ciudad no lo supe, porque mi familia tuvo miedo, creyendo que se venía el mundo abajo, y como habíamos de salir para Canarias, se resolvió abandonar la fonda de las Cuatro Naciones, y buscar seguro asilo á bordo del vapor América, que había de salir en una fecha próxima. Aquella noche, tertuliando sobre cubierta mi familia y otras que también huían medrosas, vimos resplandor de incendios en diferentes puntos de la población. El pueblo, inocente y siempre bonachón, no se permitía más desahogos revolucionarios, después de tanto hablar, que pegar fuego á las casillas del fielato.

    Viajeros pesimistas, que iban con nosotros, auguraban asolamientos y terribles represalias que ponían los pelos de punta; pero nada de esto pasó, al menos por entonces. El pueblo, aquí como en el resto de España, rarísima vez ha sido vengativo en las conmociones puramentes políticas. Se ha contentado con un cambio infantil de los nombres y símbolos de las cosas, así como los primates apenas han sabido otra cosas que erigir nuevas columnas en la Gaceta, llenas de ineficaz palabrería.

    Tengo muy presente al segundo de á bordo, catalán de acento muy cerrado, sujeto entrado en años, locuaz, ameno y de feliz memoria. Monstrándome el edificio de la Capitanía general, que tras la Muralla del mar desde el vapor se veía, me contó con prolijas referencias de testigo presencial la horrible muerte de Bassa, como lo arrojaron por el balcón, como lo apuñalearon, y echándole una cuerda al cuello, arrastraron por las calles su acribillado cuerpo. Poco sabía yo de estas cosas. De la dramática historia del siglo sólo conocía las líneas generales, y eran vagamente sintéticas mis ideas sobre las sanguinarias peleas por los derechos de dos ramas dinásticas, sin que en tan estúpìda y fiera lucha haya podido ninguno de los dos bandos demostrar que su rama valía más que la otra.

    Naturalmente, no pensaba yo así en aquel tiempo, pues mis conocimientos de la historia patria eran cortos y superficiales, y del libro de la experiencia había pasado muy pocas hojas. Los frutos de la verdad son tardíos. Vienen á madurar cuando maduramos; pero en nuestro afán de vivir á prisa, comemos verde el fruto, y de aquí que no nos haga todo el provecho que debemos esperar… Como digo, yo sabía de estas cosas menos de lo que hoy sé, que no es mucho, y mis inclinaciones hacía la novela eran todavía indecisas por estar la voluntad partida en tentativas y ensayos diferentes. La Fontana de oro, primer paso mío por el áspero sendero, no estaba aún concluída. Ín diebustillis [In diebus illis: en días aquellos], cuando por primera vez estuve en Barcelona, llevaba conmigo dos tercios próximamente de aquella obra, empezada en Madrid en la primera del 68, continuada después en Bagneres de Bigorre, luego pasada por Barcelona y las aguas del Mediterráneo para que se refrescara bien, y concluída por fin en Madrid andando los meses.

    El vapor América salió para Canarias, y á mí me dejó en Alicante.

    **********

    Dispénseme usted, señor director… Las horas vuelan, y está cerca ya la de mi partida de Barcelona.

    Quédese la continuación para el año próximo.

    B. Pérez Galdós.

    Barcelona 8 de Agosto de 1903.

  • «Pitarra» gana un segundo premio en la sección «englatina de oro» de los Juegos Florales con «Lo fossar de las moreras», ¿fuente del mito?

    En el salón de la Casa-Lonja, preciosamente adornado, se celebraron ayer con la acostumbrada solemnidad los Juegos Florales. Antes de abrirse las puertas de aquel salón, gran número de personas se hallaban ya reunidas en la calle del Consulado. El bello sexo fue obsequiado con ramos de flores.

    Presidió este acto el señor Gobernador, quien dirigió frases de elogio á los modernos trovadores. Seguidamente el señor Duran y Bas, presidente del Consistorio, pronunció un discurso que por cierto no estuvo adecuado al acto que se celebraba.

    El señor Franquesa y Gomis, secretario del Jurado, leyó una bien escrita memoria.

    Abierto el pliego que contenía el nombre del autor premiado con la flor natural, resultó ser don Francisco de A. Matheu y Fornells, quien, acompañado de dos señores mantenedores, pasó á ofrecerla, entre nutridos aplausos, á la señora doña Irene [aka Irena] de Sanromá.

    Esta señora, pues, fue proclamada Reina de la Fiesta y pasó á ocupar el sillón á ella destinado. Vestía un rico traje de terciopelo negro y adornaba graciosamente su cabeza, airosa mantilla blanca prendida con flores naturales.

    La poesía premiada del señor Matheu, se titula «Primavera» y fué leida con buena entonación por don José Blanch y Piera. «Primavera» se distingue por su buena versificación y por las delicadas imágenes que contiene.

    Los accésits á este premio se adjudicaron de la manera siguiente: Primero: á la poesía «Idili» de don Ramón E. Bassegoda. Segundo: «L’ aviona» de don Joaquín Riera y Bertrán. Además se concedieron menciones honoríficas á las poesías «La cansó de la cadena», «Marinas», «Locap del dol» y «Cop de mar.»

    El premio de la «englatina de oro» lo obtuvo don Ramón Picó y Campamarcon su enérgico y precioso romance «Depressa» que leyó el citado señor Blanch. Accésits á dicho premio: 1.° «Lo fossar de las moreras», de Federico Soler y Hubert. 2.° «Gelosía», cuyo autor se ignora. Se mencionaron «L’ auba de la patria» y «Lo vent mastral.»

    Premio de la «Viola de oro.» Fue adjudicado á «Los dos Cresos», bonita y original poesía que recuerda los idilios griegos y cuyo autor resultó ser don Apeles Mestres. Don José Roca y Roca leyó magistralmente la citada composición. Accésits: Primero «La má del albat» de don Pablo Bertrán y Brós; y segundo «Las balladoras», de don Fernando Agulló.

    Los premios extraordinarios se adjudicaron como sigue: «Brot de llorer de plata»; «La Verge de Bethania», poesía de excelente versificación, original de don Ramón E. Bassegoda, leida por el señor Cabot. Accésit: «Currandas rosellesas» de M. Pierre Coustrait. «Estuche regalado por don Pedro Mártir Sancristofol.» «Lo serraller», cuadro en prosa de don Emilio Vilanova. «Joya artística» ofrecida por la Revista Literaria. «L’ escanya pobres», novela de don Narciso Oller y Moragas. Mención honorífica: «La reyneta del Cadí».«Objeto de arte»: «La Caponada», de don Jaime Collell, presbítero. Leyóla el mismo autor con la buena entonación que le es propia.

    Terminó la poética fiesta con un magnífico discurso de gracias, escrito por el distinguido mantenedor M. Justin Pepratx.