Etiqueta: francia

  • La Jamancia: nueva batería Montjuic lista, negociaciones, expropiaciones

    (Sábado).

    Hoy se han observado ya dos piezas de artilleria en la bateria de la font trobada.

    Nótase muchísima agitacion en los habitantes de esta Ciudad. Hablase mucho de transaccion; pero los Jamancios mas freneticos, dicen que se mantendrán firmes hasta la muerte.

    A las once de la mañana una comisión de la Junta Suprema presidida por D. Vicente Soler, se ha presentado en casa de los sucesores de D. Rafael Sabadell y despues de un escrupuloso registro han encontrado al fin en un saco lleno de ceniza las cantidades siguientes: 750 duros en cuartos, 37 en monedas francesas de 19 francos, y lo restante hasta completar la suma de 1750 duros, que fué lo que se llevaron, en monedas de oro.

    A las siete de la noche han regresado de Gracia los comisionados que salieron ayer para conferenciar con el Capitan General. Al punto que han llegado se han reunido todos los vocales de las dos juntas y los comandantes de los Batallones que hay en esta plaza; pero al cabo de una hora y media se ha notado que varios gefes con gente armada ocupaban las avenidas de las bocas calles de las inmediaciones de la rambla y no dejaban penetrar á nadie dentro el casco de la ciudad. Segun he sabido despues por un comandante de batallon, ha provocado esta medida la divergencia que se nota entre los gefes de la guarnicion, muchos de los cuales no quieren acceder á la capitulacion que han propuesto, de acuerdo con el general los dos citados comisionados.

    Hoy el teniente de Rey D. José Olivan ha mandado á los contralores de los hospitales que le remitiesen una exacta relacion de los individuos que hayan muerto ó se hallen enfermos ó heridos, tanto del ejército como de milicia nacional y partidas sueltas, con especificacion del dia de su entrada y salida, nombres y cuerpos á que pertenecen.

    Hoy no ha habido fuego de cañon, y el de fusileria ha sido insignificante.

  • La Jamancia: reconciliación de la catedral tras los destrozos revolucionarios, fin

    (Jueves).

    Con arreglo á los artículos 9.° y 12.° del convenio que hemos trasladado mas arriba, el Exmo. Sr. Capitan general ha espedido hoy un bando disponiendo la presentacion de las cuentas, libros y demas comprobantes de lo recaudado y pagado por las personas que han estado encargados de la recepcion y administracion de caudales desde el 1.° de Setiembre hasta el 17 del que rige (1 [not OCRed]). Sobre lo dispuesto en este bando existe una comunicacion del Sr. Rius y Rosell á D. Laureano Sanz, fecha en Auriol de Francia á los 12 de este mes, que no podemos menos de copiar á continuación del citado bando (2 [not OCRed]). Nuestros lectores harán sobre ella los comentarios que juzguen del caso: nosotros, lo repetimos, no somos mas que historiadores.

    Hoy se ha celebrado con el mayor aparato la reconciliacion de la Sta. Iglesia Catedral, profanada, lo mismo que la de Sta. Maria, durante la revolucion pasada. El Excmo. é Ilmo. Sr. Obispo de esta Diocesis precedido del Cabildo y acompañado por el Excmo. Ayuntamiento Constitucional, presidido por el Sr. Gefe Político, ha principiado la función por los Exorcismos que previene el Ritual Romano, y despues de haber elevado al Todo Poderoso plegarias espiatorias, ha recorrido en procesión por tres diferentes veces todo el recinto y cláustros rociando las paredes con agua bendita, celebrándose en seguida un oficio solemne con el cual ha terminado tan augusta é imponente ceremonia. Ha concurrido á este acto religioso un inmenso gentío y la mayor parte de los gefes y señores oficiales de los cuerpos esentos de servicio. — El dia 3 de diciembre debe celebrarse la reconciliación de la Iglesia de Sta. Maria del Mar.

    Con esta fecha la Diputacion Provincial interina, ó llámesele Junta de Armamento y Defensa, ha dado las gracias á la compañia de M. N. de Berga por los servicios que ha prestado durante el bloqueo.


    Tales son los principales hechos que han tenido lugar durante los tres meses que ha durado la revolucion de esta Ciudad. Ojalá que, como lo esperamos, sirvan de saludable leccion para el porvenir! Ojalá que el gobierno no pierda de vista cuanto conviene cimentar la tranquilidad de esta poblacion inmensa, en cuya suerte ha empezado á probar que se interesaba con los dos acertados nombramientos de D. Ricardo Schely para gefe político y del Baron de Meer, para capitan general!

    FIN.

  • Washington Irving: los encantos de las torres de Gracia, etc.

    [To Mrs. Paris.]
    BARCELONA, July 28,1844.
    MY DEAR SISTER:
    To-morrow I embark in a Spanish steamer for Marseilles, on my way to Paris. I leave this beautiful city with regret, for my time has passed here most happily. Indeed, one enjoys the very poetry of existence in these soft southern climates which border the Mediterranean. All here is picture and romance. Nothing has given me greater delight than occasional evening drives with some of my diplomatic colleagues to those country seats, or Torres, as they are called, situated on the slopes of the hills, two or three miles from the city, surrounded by groves of oranges, citrons, figs, pomegranates, &c., with terraced gardens gay with flowers and fountains. Here we would sit on the lofty terraces overlooking the rich and varied plain; the distant city gilded by the setting sun, and the blue sea beyond. Nothing can be purer and softer and sweeter than the evening air inhaled in these favored retreats.

  • Con 59 años, Madame Saqui, la funambulista favorita de Napoleón, da su primera exhibición en España en el teatro de la Santa Cruz

    Una célebre notabilidad, un fenómeno admirable y digno de llamar la atención del público, se presentó en la noche del lunes en el teatro de Santa Cruz. Mad. Saqui, esta muger estraordinari cuyo valor y audacia son conocidas en toda Europa; esta muger que atravesó el Sena sobre un alambre á presencia de Napoleon, y que como pocas en el mundo, ha arrostrado repetidas veces los peligros de varias ascensiones aerostáticas, cuando ya en su edad bastante adelantada debia descansar sobre los laureles de sus gloriosos triunfos, pisa ahora por primera vez el suelo español y vuelve á trabajar con el mismo prestigio, con igual fuerza, agilidad y firmeza que pudiera hacerlo en los primeros años de su agitada vida. Si no fuese sorprendente en alto grado el verla ejecutar sobre la maroma tirante y sin balancin las suertes mas dificiles y arriesgadas con una habilidad y soltura que tendrá pocas rivales; bastaria calcular los largos años de vida que en el dia cuenta Mad. Saqui para contemplarla asombrado como un portento de la naturaleza. Sube y baja desde el palco escénico a la cazuela con una serenidad que pasma y como si verificase la operacion mas sencilla é insignificante, hasta el punto que la autoridad ha tenido que prevenirla que no ejecutase algunas suertes que se habia propuesto hacer en el momento del descenso: sin embargo, cuando está debajo del gran quinqué se arrodilla y toma diferentes posiciones hasta sostenerse en equilibrio sobre la punta de un pie que apoya con firmeza sobre la cuerda.

  • Barcelona en 1847: llegada y burocracia

    Arrival at Barcelona, and Tribulations at the Customhouse

    The next morning I rose as they were warping the steamer into port. The city lay beautifully in the center of its amphitheater of hills. Upon the left, as we faced it, towered up Montjuich, with its lofty and impregnable fortress, so famous, unhappily, in civil broil. To the right and near us, was the fine mole, behind which was the suburb of Barceloneta, with its painted dwellings and its crowd of factories and busy industry. In the inner harbor, just in front of us, lay quite a fleet of vessels, from many nations, all with their colors at half-mast, to betoken the solemnity of the religious festival. The buildings of the city-proper looked white and imposing in the distance, and every thing ashore was inviting enough to make us more and more impatient of the health-officer’s delay. At last, that functionary came: took our papers, as if we had been direct from Constantinople, with the plague sealed up in a dispatch for him: but finding, officially, as he knew, in fact, before, that we were just from La Ciotat, and had with us no contagion, he finally gave us leave to land and be persecuted at the Custom-house. Leaving our luggage to be trundled up in solido after us, we gave ourselves into the hands of the boatmen, who landed us safely charged us mercifully, and bade us «go with God.»

    After a short walk we reached a gate where we were told to halt and give our names to an officer. We dictated and he wrote, but I trust he may not be held to strict account for the perverted and unchristian style in which he handed us down to posterity and the police. Many a more innocent looking word than he made of my name, have I seen (in Borrow’s «Zincali,» for instance) traced all the way back to the Sanscrit. After being thus translated into Catalan we were called up, by our new titles, to be searched. This process was not very easy to bear patiently, for the custom-house officers are the principal agents through whom France fraternizes with Catalonia, in the smuggling-line, and we felt that they might, with a good conscience, have said nothing about our gnats, after having swallowed so many camels of their own. Nevertheless, we all managed to keep temper, except the Italian, who, as he had never gone twenty miles, in his own country, without having to bribe a custom-house squad, felt it his duty to be especially indignant at the same thing, when away from home. He had designed (he said) to give the rascals a «petseta» (as he would persist in calling the peseta, or twenty-cent-piece) but he would not encourage such villainy! The officials shrugged their shoulders, thought that something must be wrong, felt his pockets over again, and after having politely requested him to pull out the contents, begged him to «pasar adelante,» or, in other words, get out of the way, with his nonsense. He was prudent enough to obey, but not without some very didactic observations upon «questi Spagnoli,» in general, and inspectors of the customs, especially. We then marched to the palace-square, upon which the «Cafe de las siete puertas,» opened one of its seven portals to welcome us to breakfast. The Custom-house was opposite, and in due season we became possessed of our carpet-bags, and proceeded to the «Fonda del Oriente,» which had been recommended to us as the best hotel in the city.

    The Fonda is a fine-looking house, fronting on the Rambla, the principal public walk, and would, no doubt, be very comfortable among the orientals, with whom its name asserts consanguinity; but as the cold spring wind still whistled from the hills, it gave us small promise of comfort, with its tiled floors uncarpeted, its unchimneyed walls, and its balconies with long, wide windows, so admirable to look out from, and so convenient for the breeze to enter. I pulled aside the crimson curtains which shut up my bed in an alcove, and there came from it an atmosphere so damp and chill, that I did not wonder at the hoarseness of the artists in the adjoining chamber, who were rehearsing what would have been a trio, had not the influenza added another part. It being very obvious that comfort and amusement were only to be found out of doors, we soon had a rendezvous in the court. The Fonda was a famous gathering-place of diligences, and there was one which had just arrived. We had made large calculations upon the grotesqueness of these vehicles, for we had all read the strange stories which travelers tell of them; but, unhappily, the one before us was a capital carriage, of the latest style and best construction, and the conductor and postillion looked and swore very much after the manner of the best specimens of their class in France and Italy. Only the mules excited our wonder. There were eight of them—tall, powerful animals, and each was shorn to the skin, from hough to shoulder-point, with little tufts upon the extremities of ears and tail. They might readily have passed for gigantic rats, of an antediluvian species with a hard name, or a new variety of Dr. Obed Batteus’s «Vespertilio horribilis Americanus.»

  • Barcelona en 1847: la Rambla, comparación con Marsella, edificios públicos, la catedral, Colón

    The Rambla and the People on Promenade—Theophile Gautier—Marseilles and Barcelona contrasted—Public Buildings—The Cathedral—Christopher Columbus

    The Rambla, a wide and pleasant promenade, runs from the outer edge of the city, to the water. The trees along its sides had not taken the coloring of spring, and the weather was raw and gusty, but it was a half-holiday, and gentle and simple were taking their noon-day walk. The wealthier classes wore plain colors universally: the men enveloped in their cloaks, the women in rich, black mantillas, the lace of which just flung a shadow on their faces. The poorer people, as in all countries, furnished the picturesque. Full of leisure and independence, for the moment, they went sauntering up and down; the women with gay shawls drawn high around their heads, and their long silver or gold ear-rings, with huge pendants of topaz glancing in the sun; the men in long caps of red or purple, and striped and tasseled mantles, making lively contrast with the rich and various uniforms of the soldiers who were on the stroll. Now and then among the crowd you might discover the peaked hat so general in the south, bedecked with velvet trimmings, and tufts of black wool upon the brim and crown. Accompanying it, there would be a short fantastic jacket, with large bell buttons dangling, while the nether man was gorgeous in breeches of bright blue, with black leggings, and the everlasting alpargata, or hempen sandal. «Who are those troops?» I inquired of an old man, as a squad passed us, half-peasant, half-soldier in costume, their long, blue coats with red facings fluttering loose behind them. » They are the mozos de la escuadra,» he replied. «What is their branch of service?» «To keep the province clear of thieves.» «Are there, then, thieves in Catalonia?» «O! si senor! los hay, creo, en todas partes, como vmd. sabra» («Oh yes, sir, there are some every where, I think, as your worship may know,») said the old rascal, with a knowing leer.

    Theophile Gautier, in his pleasant «Voyage en Espagne,» has sufficient gravity to say that Barcelona has nothing of the Spanish type about it, but the Catalonian caps and pantaloons, barring which, he thinks it might readily be taken for a French city, nay, even for Marseilles, which, to his notion, it strikingly resembles. Now it may be true, as Dumas says, that Theophile professes to know Spain better than the Spaniards themselves; a peculiarity, by-the-by, among travelers, which the Spaniards seem to have had the luck of; but I must be pardoned upon this point, for knowing Marseilles better than he, having been there twice, for my sins, and too recently to be under any illusions on the subject. Dust from my feet I had not shaken off against that dirty city, because dust there was none, when I was there, and the mud, which was its substitute, was too tenacious to be easily disposed of. Yet I had sickening recollections of its dark and inconceivably filthy port, through all of whose multiplied and complicated abominations—solid, liquid, and gaseous—it was necessary to pass, before obtaining the limited relief which its principal but shabby street, «la Cannebière afforded. In the whole city, I saw scarce a public building which it was not more agreeable to walk away from than to visit. What was worth seeing had a new look, and with the exception of a sarcophagus or two, and the title of «Phocéens,» assumed by the Merchant’s Club, in right of their supposed ancestors from Asia Minor, there was really nothing which pretended to connect itself, substantially, with the past. Every thing seemed under the influence of trade—prosperous and ample, it is true, but too engrossing to liberalize or adorn.

    In Barcelona, on the contrary, you look from your vessel’s deck upon the Muralla del Mar, or sea-wall, a superb rampart, facing the whole harbor, and lined with elegant and lofty buildings. Of the churches, I shall speak presently. Upon the Rambla are two theaters : one opened during my visit, and decidedly among the most spacious and elegant in Europe; the other of more moderate pretensions, but tasteful and commodious, with an imposing facade of marble. In the Palace Square, the famous Casa Lonja, or Merchants’ Hall, stands opposite a stately pile of buildings, erected by private enterprise, and rivaling the beauty of the Rue Rivoli of Paris, or its models, the streets of Bologna, where all the side-walks are under arcades. On the other side of the same Plaza, the palace, a painted Gothic, fronts the Custom-house, which, overladen as it is with ornament, has yet no rival in Marseilles. Toward the center of the city, in the Square of the Constitution, you have on one side the ancient Audiencia, or Hall of Justice, whose architectural relics bring back remembrances of Rouen, while on the other side is the Casa Consistorial, or House of the Consistory, associated in its fine architecture and name, if not its present uses, with the days when the troubadour and the gaye science were at home in Barcelona, under the polished rule of the Arragonian kings. Every where throughout the city, you see traces of the past, and of a great and enterprising people who lived in it. Instead of the prostration and poverty which books of travel might prepare you to expect as necessary to a Spanish city, you find new buildings going up, in the place of old ones demolished to make room for them; streets widened; domestic architecture cultivated tastefully (as, indeed, from the ancient dwellings, it would seem to have always been in Barcelona), together with all the evidences of capital and enterprise, made visible to a degree, which Marseilles, with its vastly superior commerce and larger population, does not surpass.

    Nor, even as to the people, are the caps and trowsers the only un-French features. The Catalan, of either sex, is not graceful, it is true, or very comely. The women want the beauty, the walk, the style of the Andalusians. The men are more reserved in manner, less elegant and striking in form, more sober in costume and character than their gay southern brethren. But they are not French men or women, notwithstanding. Imagine a Marseillaise in a mantilla! «Uneasy lies the head that wears a crown»—even if it be but the crown of a bonnet; and it is impossible for one who has been bred to the use of those great equalizers of female head-carriage, to realize, much less to attain, the ease of motion, the fine free bearing of the head, neck, and shoulders, which the simple costume of the Spanish women teaches, and requires to make it graceful. Where, in the mincing gait on the trottoirs, will you find the proud, elastic step which the Spanish maiden is born to, even if it be her only inheritance? And where (to speak generally) among the loungers of cafes, and readers of feuilletons, or the proverbially brutal populace about them, do you see the parallel of that all-respecting self-respect, which it is a miracle not to find in the bearing of a Spaniard, be he high or low? It is an easy thing, M. Gautier, to condense a city into a paragraph!

    From the Rambla, we went down, along the sea-wall, to the Palace Square, where we found our way into the Lonja. The chambers of the commercial tribunals were in excellent taste. In each, there hung a portrait of the Queen, and, as all the likenesses were very much alike, I fear that they resembled her. We were shown through a gallery of bad pictures and statues—not very flattering testimonials of Catalonian art. During one of the recent revolutions, some indiscriminating cannon-balls had left these melancholy manifestations untouched, and had done a good deal of damage to the fine Gothic hall of the merchants. None but bullets fired in a bad cause could have conducted themselves so tastelessly. I would fain believe, however, that the more judicious Barcelonese have satisfied themselves, that the practical, not the ideal, is their forte, inasmuch as the extensive schools in the Lonja which are supported by the Board of Commerce, are all directed with a view to usefulness. Those of drawing and architecture are upon a scale to afford facilities, the tithe of which I should be happy to see gratuitously offered to the poor, in any city of our Union.

    An attractive writer (the author of the «Year in Spain») tells us that » the churches of Barcelona are not remarkable for beauty.» Externally, he must have meant, which, to a certain extent, perhaps, is true; but as to their interior, it is impossible to understand such a conclusion. The Cathedral and Santa Maria del Mar are remarkable, not only as graceful specimens, in themselves, of the most delicate Gothic art, but as resembling, particularly, in style, in the color of their dark-gray stone, and in their gorgeous windows, the very finest of the Norman models. Indeed, the great prevalence of this similarity in the churches of the province, has induced the belief, among approved writers, that the Normans themselves introduced the Gothic into Catalonia. Santa Maria del Mar reminds you, at a respectful distance, of St. Ouen, in the boldness and elevation of its columns and arches, and the splendor of its lights. It has an exquisite semi-circular apsis, corresponding to which is a colonnade of the same form surrounding the rear of the high altar; a feature peculiar to the Barcelonese churches, and giving to their interior a finish of great airiness and grace.

    From Santa Maria, we rambled up to the Cathedral, through many by-streets and cross-ways, passing through the oldest and quaintest portion of the city, and occasionally creeping under a queer, heavy archway, that seemed to date back almost to the days of Ramon Berenguer. Fortunately, we entered the church by one of the transept doors, and thus avoided seeing, until afterward, the unfinished, unmannerly facade. It would not be easy to describe the impression made on me by my first view of the interior of this grand temple, without the use of language more glowing, perhaps, than critical. When we entered, many of the windows were shaded; and it was some time before our eyes, fresh from the glare of outer day, became sufficiently accustomed to the gloom, to search out the fairy architecture in it. But, by degrees, the fine galleries, the gorgeous glass, the simple and lofty arches in concentering clusters, the light columns of the altar-screen, and the perfect fret-work of the choir, grew into distinctness, until they bewildered us with their beautiful detail. What treatises, what wood-cuts, what eulogies, should we not have, if the quaint carvings, of which the choir is a labyrinth, were transferred to Westminster, and the stalls and canopies of the Knights of the Golden Fleece were side by side with those of Henry the Seventh’s far-famed chapel! The same dark heads of Saracens which looked down on us from the «corbels grim,» had seen a fair gathering of chivalry, when Charles V., surrounded by many of the gallant knights whose blazons were still bright around us, held the last chapter of his favorite order there! Perhaps—and how much more elevating was the thought than all the dreams of knighthood !—perhaps, in the same solemn light which a chance ray of sunshine flung down the solitary nave, Columbus might have knelt before that very altar, when Barcelona hailed him as the discoverer of a world ! Let us tread reverently ! He may have pressed the very stones beneath our feet, when, in his gratitude, he vowed to Heaven, that with horse and foot he would redeem the Holy Sepulcher! «Satan disturbed all this,» he said, long after, in his melancholy way, when writing to the Holy Father; «but,» then he adds, «it were better I should say nothing of this, than speak of it lightly.» May it not have been, even in the moments of his first exultation, that here, in the shadow of these gray and awful aisles, he had forebodings of hopes that were to be blighted, and proud projects of ambitious life cast irretrievably away?

  • Misa en la catedral, Domingo de Resurrección. Una cabalgata a Gracia y Montjuic. La «Compañia Anglo-Americana» en la plaza de toros. Apertura del gran teatro del Liceo de Isabel II: el Liceo, bonito, las mujeres, feas

    High Mass on Easter Sunday

    Our first enterprise, on Easter Sunday, was to endeavor to mount one of the Cathedral towers, and to have, as it was a bright day, a bird’s-eye view of the city and its environs. In prosecution of our plan we entered the body of the church, about half an hour before high mass had ended. The aisles which we had seen all lonely the day before, were crowded with zealous worshipers—the high altar was blazing with a multitude of soft lights; the ceremonial and vestments were very rich; the choir was full, and a fine orchestra (for Barcelona is very musical) aided the sweet-toned organ. High over all, the morning sun streamed through the painted windows, and you could see the incense which was fragrant hefore the altar, curling around the capitals, and clinging to the arches. The whole was deeply impressive, and I could not but observe the contrast of the congregation, in its silent and attentive worship, with the restless, and sometimes noisy devotions of which I had seen so much in Italy. Here were no marchings to and fro; no gazing at pictures; no turning of backs upon the altar; no groups, for conversazione, round the columns; nothing to mar the solemnity of the occasion, or break the echoes of the majestic music, as they swept along the lofty roof, seeming almost to stir to motion the old pennons that hang above the altar, so high, and now so much the worse for time, that their proud quarterings are visible no more. At last, the service came to its end, and the people went their ways to—buy tickets for the theater. At all events, we met a considerable portion of the congregation, thus occupied, when we went down the street soon after. The sacristan would not allow us to ascend the tower without a permit, which it was then too late to procure, so that after straying a little while through the beautiful cloisters, where fine orange and lemon-trees and bright, fragrant flowers charmed away the sadness of the worn gray stone, we returned to our Fonda, to seek the means of visiting some of the environs.

    A ride to Gracia—Montjuich

    After we had waited for an hour, a fellow made his appearance in the court-yard, driving a huge lumbering vehicle, covered with green and gold, very square and peculiar in shape, but, on the whole, sufficiently coachiform, and drawn by a pair of long-tailed blacks, with collars, on which jingled many bells. We made our bargain, and were cheated, of course, as we afterward found; horse and coach-dealing being, here as elsewhere, greatly subversive of moral principle. Away we went, up the Rambla, at a great pace, to the astonishment and apparent amusement of the crowd. Once outside the walls, our coachman gave us the benefit of slow jolts over a rough road to Gracia, a little village some two miles from the city, which is surrounded, and in some degree formed, by country-houses and their appurtenances. No doubt, in the summer season, this excursion may be a pleasant one, but the cold driving wind which came down from the mountains as we took it, made it bleak enough to us. Hedges of roses, it is true, were in luxuriant bloom, and the fertile fields of the Pla (plain) were as green as spring could make them. The aloe and the prickly-pear too, did their best to look tropical, but it was a useless effort, for the wind beat and battered them rudely, and they and the painted torres (towers), or country-boxes, looked uncomfortably out of place, naked, desolate, and chilly. To turn our backs upon the breeze, we directed our driver to carry us to Montjuich, which, as I have said, is a commanding eminence to the southwest, on the left hand as you enter the harbor. Creeping slowly around the outside of the city walls, which are heavy, strong, and well guarded, we passed by the quarter where the forest of tall chimneys indicated the business hive of the manufacturers, and then, crossing a fertile plateau beautifully irrigated and in high cultivation, we were set down at the foot of Montjuich. Up the hill we toiled, faithfully and painfully, on foot. Ford calls it a «fine zig-zag road.» I will testify to the zig-zig—but as to the fineness must beg leave to distinguish. At last we reached the fortress, which sits impregnable upon the summit, and to our chagrin were quietly informed by the sentinel at the postern, that we could not enter, without a permit. This we had not provided, through ignorance of its necessity, and we accordingly put in our claim to their politeness, as strangers. The sentinel called the corporal, the corporal went to his officer, the officer hunted up the governor, and by the same gradations a polite message descended to us, to the effect, that, as we were strangers, the usual requisitions would be waived, if we knew any body in the castle by name, whom we could go through the form of asking for. We knew no one, and being reasonable people, went on our way in ill humor with no one but ourselves. Not being, any of us, military men, which in a company of three, from our land of colonels, was quite a wonder, we persuaded ourselves that we had not lost much, for from the base of the fortress we had a charming view of the white city; its fine edifices, public and private, with their flat roofs and polygonal towers; the harbor, with all its festive banners streaming; the green valley, carrying plenty up into the gorges of the hills; and the sea, rolling far as eye could reach, a few dim specks of canvas here and there whitening its bosom.

    The Plaza de Toros, and Yankee Company

    Returning to the city, we crossed to the Garden of the General, a sweet little spot, prettily laid out, and planted with box and innumerable flowering shrubs, which were in delicious fragrance and bloom. There were fountains and aviaries there; fish-ponds, duck-ponds, and even goose-ponds, and all manner of people, of all sorts and ages. This garden, with a little walk beside it, is the last of a series of beautiful promenades which lead into each other, traversing the whole city, from the groves upon its outskirts to the splendid terraces along the shore.

    By this time we were well-nigh fatigued enough, but there was still an exhibition to be witnessed, which it did not become us, as good patriots, to neglect. The Plaza de Toros, or bull-amphitheater, was the gathering-place of the whole population; not, however, to behold the fierce combats peculiar to its arena, for with such things the tumultuous burghers of Barcelona were not to be trusted. A harmless substitute there was, in the shape of the «Compañia Anglo-Americana,» or Yankee company, who were delighting the sons of the troubadours with their gymnastics. Every body remembers the remoteness of the regions, into which the Haytien dignitary had the assurance to say that our estimable countrymen would follow a bag of coffee. Here was a parallel case. As we entered, Jonathan was performing a hornpipe, on stilts, much more at his ease (it being Sunday) than if he had been at home within sight of Plymouth Rock. He then gave them a wrestling match, after the manner which is popularly ascribed to «the ancients;» afterward, a few classical attitudes, with distortions of muscle, according to the Michael Angelesque models, and, finally, made his appearance as a big green frog, so perfectly natural, both in costume and deportment, that in Paris he would have run the risk, scientific and culinary, of having his nether limbs both galvanized and fried. We paid him the respect of our presence and applause for a little while, and lingered to witness the excitement of the immense assemblage, so strange and picturesque, and to hear their wild cries and saucy jests. The afternoon then being quite well advanced, we were trundled home, in due magnificence, to a worse dinner than we had earned.

    Opening of the Great Opera House—Social Habits of the Barcelonese—Musical Tastes

    About seven in the evening, a kind gentleman of the city called, by arrangement, to conduct me to the opening of the new Opera-house, the Liceo de Ysabel Segunda. There was a crowd around the entrances, and we found it difficult to make our way in, so that I had time enough to see that the façade, which looked paltry by day-light, was no better with the benefit of the grand illumination. The front, however, and some few of the minor arrangements of the interior, were all that could be reasonably found fault with; for the establishment is really magnificent, and full of the appliances of taste and luxury. Its cost was one hundred and fifty thousand dollars; and the stockholders had no doubt of being able to realize the interest of this large sum, and more, from the rent of the elegant shops upon the ground floor. I mention this fact, as an evidence both of enterprise and prosperity. The grand circle of the theater is larger, by measurement, than that of the San Carlo at Naples, or the Scala of Milan; and being finished, like the Italian Opera-house at Paris, with balconies, or galleries, in front of the boxes and slightly below their level, it has a far more graceful and amphitheater-like effect than the perpendicular box-fronts of the Italian houses, and especially the close, dingy walls of the Scala. The ornaments, though abundant, are neither profuse nor tawdry. The magnificent gas chandelier, aided by a thousand lesser lights, developed all the beautiful appointments of the boxes, with their drapery of gold and crimson, and the fine seen, cry, dresses, and decorations of the stage. I had seen nothing but the Italiens of Paris to rival the effect of the whole picture. The boxes of the lower tier are private property belonging to the contributors, or members of the Lyceum. My intelligent companion informed me that this is a species of property in very general request, there being scarcely a respectable family without a box, or, at all events, some special accommodations of its own, in some one of the theaters. The rights of the owners, he told me, are the subject of litigation almost as often as those relating to real property. They (the boxes and the law suits) descend from father to son.

    Each box in the Liceo has two apartments, as usual in Europe. In the outer one, which you enter from the lobby, and which is a sort of retiring room, you leave your cloak and hat, and perhaps meet those members of the family you visit, who are not interested in the performance and prefer a quiet chat. The inner boxes, of course, open on the body of the theater, and every one was in them on the evening of my visit. The assemblage was immense, and it would not be easy to find, any where, one indicating good taste and refinement more decidedly. The gentle sex must pardon me, however, for admitting that, to my eye, beauty was the exception that night, rather than the rule. I had expected more, for M. de Balzac had said somewhere of the Catalonian women, that their eyes were composed of «velvet and fire;» but I soon discovered that the remark had less foundation in fact, than in that peculiarity of the French imagination, which is so fond, in the descriptive, of mingling fancy with fancy-goods. I may be wrong, it is true, for the Imperial Frederick, seven centuries ago, in his best Limousin, declared—

    «I love the noble Frenchman,
    And the Catalonian maid.»

    And yet, I should not wonder if both the Gaul and the fair Catalan have undergone a change since those days.

    I learned, in the course of conversation in the evening, that the theater has much to do with the social enjoyments of Barcelona. Morning visits form the principal intercourse of ladies in their own houses. Evening parties are very rare, and it is only at the theaters that the higher classes meet, with freedom and frequency. The usages of etiquette are very easy and pleasant. If you are a friend, you drop in sans façon, and drop out when you like. If you are a stranger, you are presented to the lady of the box, and that formality gives you the freedom of the circle, and of all the conversation that goes round it—imposing the payment of no tribute but that of your best bow to each and all, when it pleases you to retire. There is no knowing what a quantity of pleasant business you can attend to during the progress of a long opera—making your pilgrimage to many shrines. Neither is it easy to calculate how much aid and comfort you may find from a solo or an orchestral movement, in those pauses of conversation, which, under ordinary circumstances, are so often uncomfortable, if not melancholy. It is difficult to discover whether fondness for music produced this custom in Barcelona, or whether the custom produced the fondness. One thing, however, is very certain: the Barcelonese are good musicians, and generally keep an excellent company. My friend the marquis, who was himself a director of an opera at home, informed me, that they pay so liberally for good artists, as to take a great many of the best second-rate performers from Italy. Their musical predilections are of long standing. A gentleman who knew, told me, in proof of it, that some of the earliest republications of Metastasio’s works were made at Barcelona. The prices of admission to the theaters are very low—so much so, that there is scarce a laborer too poor to find his way to the opera, on Sundays or feast days. By the returns of the ticket-offices, as published in the journals, the day after Easter, there were four thousand six hundred spectators at the opening of the Lyceum; over one thousand attended the Teatro nuevo; and between nine hundred and one thousand were at the Teatro principal. As music is what they generally hear, it will not seem strange that the humblest of them should be fond of it, and generally fair judges of its quality. This last, however, is more than I can honestly profess to be; and, therefore, I was rather pleased than otherwise that they had selected a historical play, for the opening of the Lyceum. It was by Ventura de la Vega, a living poet of considerable reputation and merit, and was founded on the popular and noble story of Ferdinand the First of Aragon, called «He of Antequera.» The piece of itself is full of fine passages, with excellent dramatic situations and effect, and was gotten up with great brilliancy. The part of Ferdinand was by the famous La Torre, considered the first master, and one of the best performers in Spain. He is a quiet actor, of fine personal appearance; something like Charles Kemble in his style, and, unhappily, a good deal like him in his voice, for he is growing old. His reading and articulation were admirable, but a great deal was lost, the house being too large for any thing but opera, ballet, or spectacle.

  • Una salida en barco para Valencia

    Departure for Valencia—The Coast

    We were early on board the Barcino, but it was full half-past nine, before we were rid of the motley crowd of carabineros and idlers, whom our approaching departure had gathered together. I can not say that I felt at all distressed, when the tinkling of the little bell admonished our white-headed English engineer to set his machinery in motion. I was tired of Barcelona, for reasons, not very satisfactory, perhaps, in the abstract, but altogether so to me. The Fonda was chilly, dirty, and unsavory; the weather was cold and blustering, and I was an invalid, tired of vain seeking after genial sunshine and balmy breezes. With any thing, therefore, but reluctance, I saw the waves beat on the beach as we rode gallantly away beneath Montjuich, and watched the city, till, like a beautiful white wreath, it sank upon the bosom of the sea. Then Montserrat appeared, and disappeared, and came again, combing the fleecy clouds with its crest of innumerable pinnacles ; and through a gap we now and then might see a spur of the snowy, far-off Pyrenees. The breeze, though brisk, was not troublesome, and so I sate on deck all day, enjoying the glimpses of white towns sparkling here and there upon the arid surface of the hills; or watching the graceful sweep of the feluccas and mystics and other lateen sailed vessels, farther out at sea. Toward evening we passed abreast of the Ebro, and wondered at the sudden change of the waters, from blue to green or greenish, which marked the tribute paid by this great river to the Mediterranean.

    We had parted, at Barcelona, with our friends, the marquis and the philosophical Frenchman, and had been reinforced by a company of Spaniards, mostly from the south, who made themselves very merry with the lieutenant and his spy-glass, and with a little Catalonian doctor, who had just written a pamphlet on the mineral waters of la Puda [de Montserrat], near Barcelona, and was starting on a journey of speculation, to excite some interest in behalf of his sulphur. As the clear night set in, they gathered in a group by the ship’s side and talked politics—a subject, under the circumstances, particularly interesting, even to one who had come from a country where there is never any stint in the domestic article. One and all seemed to bewail the absence of what they called Españolismo—Spanish spirit-among their rulers. The people, they thought well and liberally enough disposed—patriotiocally, too—but their leaders, and especially the army-officers who moved the springs of government, they all concurred in branding as a pack of sorry knaves, most of whom oould bo won to any policy by a. few crosses and pesetas. They accounted, very sensibly, for the corruption among the officers of the customs, by referring to the fact, that the ordinary carabineros receive but six reals (thirty cents) per day, on which it is a known and obvious fact that they can not live. They are compelled, therefore, to «take provoking gold» in order to keep soul and body together. Smuggling, however (they said) had greatly diminished since the introduction of steam-vessels as guardacostas, and the appointment, to their command, of officers of the navy, who are generally men of higher tone and character. The navy itself (they told me) was increasing steadily though slowly. A lieutenant, who was in the company, said that its demands were beyond the actual supply of officers. This fiery young gentleman was quite radical in his notions as to the mode of reforming existing abuses, for he made bold to say, that until Spain should have gone through a revolution like that of France, with a practical application of the guillotine to one half of the high heads, there would be no permanent change for the better. The Catalan doctor seemed to think, on the whole, that he would prefer the continuance of the contraband trade, to so executive a remedy. When I went to sleep, they had not settled the question.

  • Ceremonias y costumbres del año nuevo

    Buen principio de año te conceda Dios, benévolo lector, que en ganar las albricias no queremos ser menos que tu criado, ni que tus vecinos, ni que tu limpia-botas, ni que el mozo del café en que acostumbras pasar algunos ratos. Vamos á empezar nuestra tarea y á cumplir nuestra solemne promesa de ponerte al corriente de todas las costumbres buenas y malas de nuestra ciudad, porque has de saber que en Barcelona hemos nacido, aunque nada te importe saberlo.

    En el presente dia como en todos los demás puedes hacer cuanto te venga en gana, pero es justo te digamos lo que podrás hacer si pretendes ser tan curioso como lo hemos sido nosotros por espacio de un año.

    En primer lugar no puedes ignorar si eres católico (porque puedes ser judío ó protestante), que el primer dia del año es fiesta de precepto, puesto que celebramos el aniversario de la circuncision del Señor.

    Puedes asistir á los divinos oficios que celebra la parroquia de Sta. María del mar cantados por la música de la capilla. El cuerpo municipal asiste á la funcion, y la parroquia regala á los regidores que asisten un roscon ó tortell.

    Al salir de esta funcion puedes felicitar los dias á alguno de tus conocidos que se llame Manuel, y sino, te viene á pedir de boca la inmediacion de la muralla del mar para ir á tomar el sol. Dirás tal vez, si eres forastero, ¿qué mas da ir á la muralla del mar que á otra parte cualquiera? Vas á saberlo. Cógete del brazo, y mientras llegamos estáme atento.

    Si la índole de un pueblo forma sus costumbres, á nuestro cargo tomamos el probar hasta la evidencia que nó sin fundamento se ha hecho proverbial la laboriosidad de los barceloneses. Vedlo aqui sino; que como no sea domingo ó fiesta de guardar no hay para qué cansarse, lo mismo asomarémos por los paseos que por los cerros de Úbeda. ¿A qué irse á holgazanear todos los dias? Cada cual tiene sus quehaceres y no nos reluce aqui tanto el pelo; pero llega nuestra hora en un domingo ó disanto y salimos entonces los barceloneses á lucir nuestros dijes y preseas de manera que pocos pueblos nos llevan ventaja en ello, y allá se las aviene el que se lo quita al cuerpo para buscar con que ataviarlo.

    Suponte que amanece en nuestra ciudad uno de aquellos dias en que el termómetro de Reaumur marca cuatro ó cinco grados sobre cero, que es lo regular, brillando el sol en una atmósfera serena y pura, uno de aquellos dias en que la mar que tenemos á la vista mueve apenas su azulada superficie y con suave murmullo juguetea entre las rocas. ¿Quién no va entonces á la muralla del mar, liceo de la elegancia, emporio de las galas, museo de la coqueterías y punto de reunion en los dias festivos de invierno? ¡Cuánta gente, qué bullicio, qué conjunto tan heterogéneo! Allí un sombrerito, acá una mantilla, allá un frac á la inglesa, acullá un gaban parisiense, un casacon del siglo de Luis XIV, un peinado á lo Villamediana, unas barbas de turco, unas botas marroquíes, un albornoz árabe, el aire español, y en los labios nuestro acento con que parodiamos la lengua de los Berengueres. Todos nos cercan y cercamos á todos, y nos codeamos unos con otros, y nos pisamos y los miramos y nos saludan, y con ganas ó sin ellas hay que corresponder á sus cortesías. La dificultad consiste en hallar el principio de ese círculo vicioso. ¿Cómo dar la preferencia á un grupo sobre los demás cuando todos nos parecen bien y nos ofrecen alguna particularidad? Alto, señores, pare la rueda: nada, no hacen caso; pues entonces emprendamos la marcha desde un estremo del paseo, y por aqui cortemos el hilo de esta enredada madeja, y caiga en quien caiga la suerte de ser el primero en verse espuesto al lente ustorio de nuestras observaciones.

    Preséntase desde luego una robusta mamá cogida del brazo de un barrigudo papá, y mas adelante sus dos pimpollitos de doce á catorce años: lindas muchachas; prometen mucho. Síguenles la pista dos jovencitos que empiezan á hombrear y con quienes coquetean, como que los conocen de verlos muy á menudo en la puerta del colegio. Ya se esconden los dos mozuelos de la vista de los papás, ya vuelven de improviso á la carga, y pasan y repasan y se empujan y disputan y dan suelta á palabras que no es bien que aqui se digan.

    ¿Qué voces son esas? ¿hay quienes se hablan de uno al otro lado del paseo? ah! es una comitiva de jóvenes de ambos sexos. Ellas, á cual mas alegre, pizpereta y vivaracha. ¿Riñen acaso? nó señor, ¡qué quiere V.! la fuerza del acento del pais.

    Cuán tiesa y espetada se viene aquella! cuántas joyas, cuánta pedrería, cuánta blonda! parece una imágen que se ha salido del altar. A pedir de cogote sentara aqui bien mutatis mutandis lo de nuestro poeta Moreto.

    Mucho moño y arracadas,
    Valona de canutillos
    Mucho collar, mucho afeite,
    Mucho lazo, mucho rizo
    Y verás qué mala estás.

    No es nada lo engalanado que se viene el que la lleva del brazo: novios deben de ser segun las dulces miradas con que mutuamente se corresponden. Pasemos de largo no se los estorbe y háganse á pesar de los ojos envidiosos que lo noten y de las malas lenguas que lo ridiculicen los arrumacos que les vengan en gana.

    ¡Ola, secretitos hay! ¡qué tendrán que decir esas elegantes que vuelven la cara para mirar á los novios! Con corta diferencia deben de decir lo que aquellas del otro lado, y las que se vienen hácia acá y las que nos vienen siguiendo: si el sombrerito es de moda, si el vestido le va bien ó mal, si es bonito ó feo el aderezo, si el prendido es de bueno ó mal gusto, con otras cosas sobre el casamiento y la dote y la boda que no queremos decir, porque ya estan al alcance del lector.

    Adieu mon cher, addio carissimo. ¿En dónde estamos? ¿son franceses, italianos ó españoles? son tres pisaverdes, enfáticos de sobra, y por demás lenguaraces. No son amores callejeros los que sacan á corro; aventuras de otra calaña los entretienen. En todas ellas han hecho el papel de protagonistas, y es bien creerlo porque ellos lo dicen, si bien no salgo fiador de la veracidad de sus palabras, porque como por despejo y no por mengua se tienen semejantes aventuras, á trueque de ser reputados en mucho es forzoso mentir á rienda suelta. Sígalos oyendo aquel á quien mayor curiosidad le aguijonee, y como eche el resto á su credulidad, de seguro va á dar al traste con las mejor sentadas reputaciones.

    Llegamos en esto al estremo del paseo y es fuerza dar la vuelta, y nos hallamos con la singularísima novedad de tener que saludar al que cinco minutos antes saludamos, y de sonreirnos á la que se sonrió, y llegamos luego al sitio en donde principiamos nuestras observaciones, y es preciso desandar lo andado, y vuelta á hacer lo mismo que hemos hecho antes y que harémos despues y un poco mas tarde, y hasta que den las dos, á cuya hora no todos los estómagos barceloneses resisten algunas vueltas de mas en la Rambla por via de apéndice al paseo de invierno.

    Seamos de los aficionados á este apéndice y verémos como las gentes que han paseado se dirigen á sus casas á celebrar la fiesta con una buena comida, quizás en compañía de algunos parientes ó amigos. El turron y sobre todo los barquillos son los postres necesarios de la de este dia. El parroquiano viejo de Sta. María del mar no abandona por mucho que le contradiga la generacion que debe sucederle, la antigua costumbre de comer sopa de fideos aderezados con azúcar y canela, y no se olvida de acudir por la tarde á su parroquia á oir el rosario y los villancicos alusivos á la festividad que canta la capilla.

    Los teatros dan funcion tarde y noche, costumbre que continúa todos los domingos y disantos del año, y otros dias que no lo son, y que en su lugar correspondiente señalarémos.

    En este dia se inauguran los bailes de máscara en el salon grande ó en el gran salon (albarda sobre albarda, y perdone el que se crea culpado) de la casa Lonja. Se empieza á la hora que señalan los anuncios, y se paga de entrada la cantidad que se fija, pero no se admiten cuartos ni moneda que deba pesarse. No dirémos aqui lo que es este baile; su vez le llegará, que ya va haciéndose pesado el articulillo. Hay tambien baile en la Patacada, y hablarémos de él el dia 8 de diciembre en que suelen comenzarse.

    Una advertencia harémos, y es, que no crea el buen lector que el paseo de la muralla del mar que hemos descrito, sea una particularidad del dia presente, puesto que es costumbre de todos los festivos de la estacion en que nos hallamos, con tal que el tiempo lo permita.

    En los cuatro primeros dias del año las cuarenta horas estan en la Catedral, despues pasan otros cuatro á Sta. María, y van turnando en las otras iglesias, aunque nó de un modo igual en todos los años. Hasta la Pascua de Resurreccion estan en cada iglesia cuatro dias, desde la Pascua en adelante solo tres. En la Semana Santa no las hay en ninguna iglesia. Las horas de esposicion varian segun las estaciones. Los periódicos dicen todos los dias la iglesia en que se hallan, y además cada semestre se vende un impreso en que se lee todo lo que conviene saber acerca de este punto.

  • Un inglés sobre Santa Eulalia

    St. EULALIA, virgin of Barcelona, martyr… St. Eulalia of Barcelona was a virgin martyr, dying on the rack, to which she was fixed in the persecution of Dioclesian. She is titular saint to many churches, and in Languedoc is called Olaire, Aulaize, and other similar names… The Noble Liverword or Hepatica, which has also been called Flower of St. Eulalia, begins now to shew its early flowers [in England?].

  • Fiesta de san Vicente Ferrer

    No solo á causa de su piedad y de sus apostólicas virtudes, sino por su profundo saber, por su irresistible elocuencia y por sus tareas políticas, merece san Vicente Ferrer colocarse entre los hombres de cuenta que ha tenido España. Desde muy niño hizo grandes adelantos en la virtud y en las letras. Despues de cursar humanidades en Valencia su patria, dedicóse á estudios mas serios en Barcelona, y entrando luego en la órden de dominicos, se dió á la predicacion con un fervor estraordinario y que produjo ópimos frutos. Recorrió gran parte de Europa estirpando vicios y heregías, sin mas armas que su uncion y su elocuencia; fue invitado á que pasara á sus cortes por diferentes monarcas, hasta por el rey moro de Granada; siguió á la corte de Francia y despues á la pontificia á Benedicto XIII, volvió á Barcelona en 1409, consoló las amarguras de esta ciudad nacidas del hambre que atormentaba á sus moradores, y tuvo consuelo de que Dios oyera sus preces, y Barcelona se viese libre de plaga tan funesta. La nombradía de Vicente Ferrer era europea; y si las virtudes y predicaciones se la habian granjeado muy grande en el concept to apóstol, se la adquirieron brillante como hombre de Estado sus atinados esfuerzos para acabar la desatrosa guerra comenzada ya en el reino de Aragon con motivo de la muerte de D. Martin el humano. Las tres provincias que componian ese reino estaban en armas para sostener á este ó al otro de los siete pretendientes á la corona, y entonces fue cuando los catalanes antes que los otros, dieron aquel grande ejemplo de sensatez y de amor patrio que por desgracia no ha tenido imitadores. Ellos promovieron la formacion del parlamento de Caspe en que representadas por comisionados las tres provincias, determinaron que todo el reino depusiese las armas, y que aquella asamblea decidiera cuál de los pretendientes habia de sentarse en el vacante trono. Vicente Ferrer cooperó de un modo eficaz á la reunion del parlamento, fue uno de sus diputados por Valencia, y á su saber, á su elocuencia y á su grande y merecida fama se debió en gran parte la acertada eleccion de rey que el parlamento hizo á favor del infante de Castilla D. Fernando el de Antequera, que mereció ser apellidado el justo.

    Acaso este artículo no esté de lleno enclavado en el objeto que tiene nuestro añalejo; mas siendo hoy el cia de san Vicente Ferrer, y tratándose de un suceso tan admirable como el parlamento de Caspe, no hemos sabido prescindir de bosquejarlo. Es un ejemplo que bien merecía haber sido imitado en ocasiones análogas; es desconocido de muchas gentes; nunca se la ha dado la importancia que tiene, y además en Barcelona tuvo principio ese grande negocio que evitó el derramamiento de mucha sangre, calamidades sin cuento, y consecuencias que no pueden hoy apreciarse, y que además colocó en el trono de Aragon á un gran monarca.

  • Dia de Pascua de Pentecostés

    Hanos dado el acaso un vecino que se acuerda de la primera guerra con la Francia como si pasara hoy, que es como si dijéramos que no baja de sus 60 del pico: hombre aficionadísimo á la música, y que habla de la de su tiempo con el mismo entusiasmo que puede hacerlo un jóven postnapoleoniano de la de Rossini ó Bellini: pero no se crea que este buen anciano sea hombre de caudal: en la guerra que el vulgo de este pais llama de la pendencia (propiamente juega el vulgo del vocablo), sirvió y llegó á teniente: fue despues empleado, y por consecuencia precisa es en el dia cesante. Asi es que pocas veces ha podido satisfacer su aficion á la música sentado en una luneta del teatro, sino que en su juventud, las revistas, misas de tropa y retretas eran su ópera, como lo son en el dia los pianos de los cafés , las misas solemnes y los órganos de las iglesias. No falta todos los años al oficio de la catedral en el dia de Navidad, ni al de Sta. María del mar en el de año nuevo, ni al del Pino en el dia de Reyes, y sabe cual es el mejor órgano de la ciudad y qué organista es el que mejor teclea.

    Llega la pascua de Pentecostés, cuyas costumbres rezamos hoy, y madruga y se viste de punta en blanco sin olvidar el sinnúmero de cintajos que ganó en las campañas que hizo; y á las 9 de la mañana le hallarán Vds. de fijo sentado en uno de los bancos de la catedral para oir teclear el órgano al maestro D. Mateo Ferrer, á quien llama Mateuet, durante los maitines del día; pues si bien duran una hora, dejan suficiente lugar al organista para tocar á su sabor todas las teclas y todas las contras. Nuestro anciano filarmónico se entusiasma, porque ha contraido la costumbre de entusiasmarse todos los años en aquella funcion que llama la hora, y hace participar de su entusiasmo á los que tiene á su lado, que son otros tantos ejemplares de un tipo que se pierde en la confusion , indiferencia ó reformado gusto de este segundo tercio del siglo XIX.

    Hoy es fiesta de precepto, y la Iglesia la celebra con toda solemnidad.

    Las demás costumbres no ofrecen ninguna particularidad notable, y son otra edicion de las veraniegas que hemos descrito en el mes pasado.

  • Asunción de María, fiesta mayor de Gracia

    Las funciones religiosas que tienen lugar en el dia de hoy con motivo de celebrar la Iglesia la fiesta de la asuncion de la Vírgen N.ª S.ª son muchas; de modo que su número iguala casi al de los templos que se cuentan en la ciudad. Sin embargo esceden á todas en magnificencia y solemnidad las de la Sta. iglesia catedral y de las parroquias de Sta. María del mar, y de Ntra. Sra. de los Reyes ó del Pino.

    Hoy es la fiesta mayor del barrio estramuros de la ciudad llamado de Gracia, con cuyo motivo hay solemne funcion en su iglesia parroquial, bailes en la plaza (balladas), y en varios salones. Oportuna ocasion es esta para dar á nuestros lectores una idea de lo que son las fiestas mayores de los pueblos de esto llano, puesto que el tal barrio tiene, digámoslo asi, una existencia anómala, porque sin hallarse dentro de los muros de la ciudad, forma parte de ella, y por consiguiente está bajo la jurisdiccion do nuestro Añalejo: y siendo un barrio de la misma, conserva las costumbres de los pueblos y aldeas inmediatas.

    Demos por concluida la funcion de la parroquia, que es mas ó menos solemne segun las circunstancias políticas, financieras (perdónese el término), y segun el gusto del párroco y humor de los parroquianos. Y si la damos por concluida es por no meternos en lo que no nos cumple, y sobre todo por ahorrarnos el trabajo de encarecer lo reducido de aquel templo, el calor que en él se sufre y los pisotones con que mutuamente se obsequian los concurrentes.

    No podemos sin embargo pasar por alto la gravedad del payés antenapoleoniano, con su chaqueta y calzon negros, su chaleco de terciopelo rayado y boton de cascabel de plata, ceñidor de seda, polainas de cuero encima de unas medias cenicientas que en mejores tiempos usó de seda, zapatos con grande hebilla de plata, gaban de paño, el pelo recogido en una redecilla, y sombrero de copa baja con alas de á medio palmo. Tipo es este del cual el cambio de costumbres no ha dejado en nuestros tiempos mas que algunos pocos ejemplares para muestra de lo que fue, porque en las ediciones modernas si bien se ha consentido el calzon, pero se le ha refundido en un pantalon zanqui-corto, se ha desechado la redecilla, se ha cortado la coleta, y se ha preferido dejar al aire la calva tal vez para tener mayor espacio en que formar la primera cruz al santiguarse. Esto es en cuanto á lo añejo, á la generacion de antes de la venida de Cárlos III á España y antes del rebombori del pa (1); que en cuanto á la generacion que domina, á la generacion que nació despues que muriese la Inquisicion, y despues de haber empezado la gloriosa lucha da la libertad contra la tiranía, este es otro cantar. El jóven payés ha desechado aquel pantalon de anchos cañones ajustado al cuerpo hasta los sobacos, y aquel simulacro de chaqueta de cuello derecho, y en cuyas espaldas apenas babia la tela suficiente para unir las dos mangas, y se ha vestido segun los figurines franceses, y solo le falta que cuelguen los dos faldones de su chaqueta para no distinguirse del pisaverde que marea los árboles de la Rambla con sus continuados paseos. La jóven payesa, que en los dias de labor la habrémos visto quizá atravesar senderos y saltar ribazos sufriendo impertérrita los abrasadores rajos del sol vistiendo una ligera saya de indiana, la vemos entrar hoy muy espetada en las iglesias zarandeando que no arrastrando sedas, y guardando melindrosa su cútis de los rayos del sol con su abanico, y quizá con una sombrilla.

    Si hubiéramos escrito el Añalejo 16 ó 20 años atrás, hubiéramos hecho aqui mencion especial del contrapás, danza que tenia lugar inmediatamente despues de concluida la funcion de la parroquia. El contrapás es el baile serio de los payeses, que se bailaba con toda la gravedad de que puede ser capaz una danza, dando las parejas sueltas algunos pasos hácia adelante y otros hácia atrás, repitiendo la misma ceremonia hasta haber dado la vuelta al rededor de la plaza. Los recien casados salian á lucir sus galas en el contrapás, siendo objeto de la curiosidad de unos, de la crítica de otras y de la envidia de todos. Bailaban, ellas con la mantilla puesta, un ramillete de flores en una mano, y el abanico en la otra; ellos con su gaban ó capa y sombrero puestos por mas que el sol achicharrara. Concluido el contrapás quitábanse ellas con donaire su mantilla, arrebujaban ellos su capa, y se daba principio á la contradanza.

    Poco despues del mediodía dábase tregua al baile para ir a comer y saborear los capones, los ánades, pavos, etc. que la mano de la ama de casa habia sazonado en sendas cazuelas con sus correspondientes especias, y con lo que, al paso que se celebraba la fiesta mayor se obsequiaba á los forasteros.

    Pero en el dia todas estas ceremonias van desapareciendo por puntos, no quedando de ellas mas que unas ligeras reminiscencias, y se han dejado para los pueblecitos en que la patarata de la civilizacion no ha alcanzado civilizar á sus vecinos. El barrio de Gracia en aquellos tiempos no era mas que una aldea, y perteneciendo en el dia á la ciudad quiere parecerse á ella, al paso que siente dejar sus costumbres de loque fue un tiempo.

    Despues de comer empieza de nuevo el baile en la plaza. El ball rodó, las contradanzas españolas y los valzes son las únicas danzas que allí se permiten. Para poder bailar es preciso que se adquiera éste derecho comprando un ramillete de flores ó un abanico en la mesa que se halla colocada al pie del tablado de los músicos, cuyo ramillete ó abanico debe regalarse á la pareja que se escoja. El producto de esos regalos sirve para la iluminacion y funciones con que se obsequia á la Virgen, de lo cual cuidan las jóvenes casaderas, de entre las cuales se nombran las sacristanas con el encargo de ceder á una sociedad de payeses (colla) por una cantidad alzada el derecho de dar el baile en la plaza: Estas sacristanas estan obligadas á recoger las limosnas que durante el año dan los vecinos, y hé aqui por qué bien ataviadas y bien dispuestas, con cara de pascuas se presentan los domingos del verano en las quintas de los particulares á la hora en que estos se hallan de sobremesa, á pedir para la iluminacion de la Virgen, cuya imágen llevan muy encintada y enramada en una bandeja cubierta de flores. —Tú, lector querido, que te encuentres en un lance como el que acabamos de mencionar, no te llames andana; y cualesquiera que sean tus creencias, da tu limosna, que al cabo es por amor de Dios. A eso se llama adorar al santo por la peana adorar al supremo Hacedor en sus obras. —Cuando las collas no habian adoptado el medio de dar los bailes en salones, el baile de la plaza estaba mas concurrido, y entonces el producto de los ramilletes y abanicos era algo mas crecido: por esto las sacristanas se ven en la precision de que la cuesta rinda en el dia mayor producto, escitando el celo de los devotos por los medios que les dicta su talento, á fin de que sean mas crecidas las limosnas.

    Como hemos dicho otras veces, los bailes de los payeses van tomando con los rigodones y polcas un carácter distinto del que deberían tener, y van perdiendo mucha parte de su fisonomía particular. Lo único que han conservado los payeses es no cambiar de pareja durante el baile. Mucho será que el espíritu enciclopédico, variable, veleidoso, en una palabra coqueton de la época, no ejerza su indujo sobre esta costumbre. En esta parte los bailes de la sociedad llamada culta, ha rendido
    parias con sobrada sumision al tal espíritu, de modo que hasta incurren en la nota de ridículos y babosos los que por quererse bien, danzan, juntos dos ó tres veces durante un baile. Pero no nos metamos en comparaciones ni paridades: á su vez hemos rezado lo que pasa en estos bailes y fuera aqui inoportuno. Cada cosa en su tiempo y los nabos en adviento dice el refran, que tambien por la oportunidad nos viene en gana traducir aqui libremente en lengua del pais, cada cosa en son temps com las figas al agost. ¡(Qué cosas tienen las lenguas!)

    Para concluir este artículo ligero, como de verano, solo debemos hacer mencion de otro refran que tiene como el que acabamos de decir, analogía con el mes en que estamos, y no solo con el mes sino tambien con el presente dia: per la Mare de Deu de agost á las 7 ya es fosch. Verdad de Perogrullo que no necesita comentarios, y que nos ahorra mas de cuatro palabras, y por consiguiente mas de cuatro oportunidades en que pueda el muy ladino criticon hincar su afilado diente.

    El domingo que sigue á la fiesta del presente dia, celebra la Iglesia la fiesta de S. Joaquin, padre de la Vírgen Ntra. Sra. Funcion en la parroquia de Sta. Ana.

    (1) Alboroto popular con motivo de la carestía y mala calidad del pan que se notó en Barcelona poco antes de la guerra que en 1792 tuvimos con los franceses.

  • La tiranía de las actuales circunstancias, los baños y las aguas, un viaje a Francia en buque de vapor

    Las generaciones que en la actualidad pululan sobre la tierra estan presenciando la caida de todo lo que existia en los tiempos de nuestros abuelos; esto en cuanto á los que presencian, que en cuanto á los actores en el drama, allá se van en número, si no escede. Pero prescindiendo de esta cuestion, es lo cierto, que el grito de alarma está dado.

    Recedant vetera nova sint omnia, latinajo mas manoseado que mango de escoba, y que vale tanto como decir: enhoramala lo añejo, venga lo nuevo. Y cuenta que no solo se dirigen los ataques á lo añejo, sino hasta á lo que tiene visos de tal, de modo que á cualquiera cosa que se tenga mala voluntad, no hay como darle una genealogía que remonte á dos siglos atrás, y asunto concluido, se lo llevará la diabla como tres y dos son cinco. Vean Vds. sino, lo que ha sucedido con la tiranía, y los abusos y los yugos. A dos por tres (lo demostramos todo matemáticamente) se le antojó á un quidam ó á un periodista que todo se sale allá, decir que todo esto era añejo y rancio y chocho, y no hubo mas, vino al suelo irremisiblemente. Pero la tiranía que no ha caido, el abuso que no se ha desterrado, el yugo que no se ha roto y que no solo ha quedado en pié tal vez para muestra, sino que no ha sufrido el menor ataque, es una tiranía la mas tirana de las tiranías, un abuso el mas perjudicial de todos los abusos, un yugo el mas pesado de todos los yugos que pueden uncirse á la mas recia y enhiesta cornamenta, las actuales circunstancias.

    Desde que el hombre se halló comprometido á hacer lo que no pudo ó no le vino en gana, existen actuales circunstancias. Ved, amables lectores, cuántos siglos cuentan de antigüedad estas buenas señoras; y bajo cualquier aspecto que se miren, su tiranía está patente. Por las actuales circunstancias no puede disfrutar el pais las ventajas de las leyes ni de las instituciones ; por las actuales circunstancias no se toma tal ó cual carrera; por las actuales circunstancias no se atreve uno á casarse (échele V. un galgo al socarron); las actuales circunstancias impiden hacer ciertas especulaciones ventajosas; las actuales circunstancias le dejan á uno el bolsillo mondo y lirondo; las actuales circunstancias no permiten que tengamos dos ó tres mil compradores del Añalejo; y las actuales circunstancias en fin hacen contraer ciertas costumbres, que de otro modo no solo no se contrajeran sino que merecerían la reprobacion de la mayor parte. Vamos á esplicarnos.

    Para muchas dolencias crónicas sobre todo de aquellas que segun las edades de los que las padecen cambian de nombre, está reconocida la eficacia de las aguas ferruginosas y de las sulfurosas y de las carbónicas y de las termales y de las salobres del mar. Verdad es que para los mas las aguas y los baños solo son un pretesto para descansar de las tareas que los ocupan durante el año, porque los establecimientos de aguas y baños ofrecen la ventaja de gozar de la libertad del campo sin salirse de la sociedad en que se vive. Que los baños y las aguas no son sino un pretesto para mudar de método de vida, que por bueno que sea el que comunmente se sigue siempre es monótono, está á la vista si se atiende á que los forasteros se vienen á Barcelona á tomar baños, mientras los barceloneses se van á tomar baños y aguas á Caldas, á Caldetas, á la Puda, á San Hilario, á la Espluga y á Argentona; esto se entiende siempre mientras lo permita el tirano del mundo, las actuales circunstancias. Empieza la primera temporada despues de la octava del Corpus, y la segunda en los últimos dias de la canícula. De los baños correspondientes á aquella rezamos cuanto era debido en los artículos de la octava del Corpus; y estando para salir la canícula, de derecho les corresponde este lugar á los pertenecientes á esta.

    A las actuales circunstancias es debido el que á los muchos establecimientos de aguas y baños del pais se bajan preferido los ultra-pirenaicos; y cuenta que si con respecto á esta preferencia decimos actuales circunstancias, lo mismo pueden ser de ayer que de hoy que de mañana, porque el epíteto está tan íntimamente unido al sustantivo, que sin él perdería este toda su sustancia. Ya es costumbre por no decir que está de moda, en la temporada de verano el pasar á tomar los baños á Vernet en Conflent en el otro lado del Pirineo, lo que tiene el doble mérito de estar en pais estrangero. Ya es muy vulgar el ir á tomar baños y aguas á los establecimientos del país. Ya se ve, estan maldispuestos, tan mal servidos… en una palabra, el buen tono no lo permite porque este otro tirano obliga á cargar con todo el ajuar doméstico que tiene relacion con el vestuario, llevar cofres y mas cofres llenos de esencias y pomadas, y sombrenlos de negligé y de sacíeté y de soirée, (perdona lector que hablamos de Francia). Esto sin contar la exigencia de las actuales circunstancias, de tener que hacer el viage por mar, exigencia cuyos lances, Dios mediante, no se nos han de quedar en el tintero, haciendo mencion de ellos á continuacion del presente artículo.

    Pero por mas que el buen tono pretenda introducirse en los establecimientos á donde llama á sus esclavos, las circunstancias le obligan lo mismo en Francia que aqui á ser menos exigente que en las poblaciones donde se tiene la residencia; y por esta razon muchos puntos de contacto tiene la sociedad bañista de Vernet con la de los establecimientos de nuestro pais.

    Las relaciones que se contraen en todos los establecimientos de aguas y de baños son poco duraderas como de aguado origen. Llega uno al establecimiento, y es amigo de todo el mundo, y todo el mundo se hace su amigo; hasta cuidados mutuos se prodigan los concurrentes ni mas ni menos que si hubiesen empezado juntos el a. b. c. La franqueza, la liberalidad, los goces honestos, todas las virtudes sociales parece que reinan en los establecimientos de aguas y baños. Hoy se prepara una merienda, mañana se hace una romería, pasado mañana se da un baile, sin que ninguna etiqueta del buen tono se cruce para interrumpir el curso armónico de la acuátil sociedad. Hasta las mugeres viven juntas y son amigas. Llega el día de la partida: — en tal calle n.º tantos tienen Vds. una casa á su disposicion. — Vengan Vds. á vernos. — Llegan á la ciudad: se obsequian mutuamente con una visita, ya no hecha á una hora de franqueza, sino ala que el buen tono prefija. Verdad es que parece quieren reproducir la libertad de la temporada de los baños, pero no lo consiguen, porque en esto tambien ejercen su poderosa tiranía las actuales circunstancias.


    Suponte, lector querido, ó queridísima lectora, que las actuales circunstancias te obligan á ir á Francia á tomar baños ó á beber aguas, y que otras circunstancias actuales tambien, como por ejemplo, realistas, carlistas, trabucaires, matinés, ó lo que sean, te aconsejan que hagas el viage por mar, á fin de no arriesgarte á dar con esos señores, de quienes cada uno cuenta mil cosas que te disgustan. Dando pues por sentadas y por simultáneas las actuales circunstancias de las dos clases, te encuentras en el caso preciso de ir á tomar baños ó á beber aguas á Francia, y de hacer el viage por mar, viage que yo tengo por cosa averiguada que lo harás en buque de vapor, pues eso de barcos de vela es muy ramplon, prosaico y anticuado.

    Quisiera yo saber si hay alguno de mis amados lectores, sean varones ó hembras, que no haya viajado nunca en buque de vapor. Si lo hubiese, puede hacerse cargo de que no ha probado cosa de gusto. Por supuesto que dejo á un lado eso de levantarse dos horas antes de lo regular, y doy al viagero por levantado y vestido y encaminado hácia el muelle nuevo, que no es poco darle todo esto por hecho. Atraviesa un angosto puente sorteando los cuerpos de curiosos que entran y salen, del faquin que viene con el baul ó la maleta que debieron embarcarse la tarde antes, y concedo que sano y salvo
    llega al fin de la tabla y pisa la cubierta del buque. Allí todo es confusion, voces, algarabía y falta de inteligencia, de suerte que mas que otra cosa parece un fac-simile de sesion parlamentaria. El capitan pide pasaportes, y entre la multitud tiene que ir pescando á los viageros con tales dificultades, que no parece sino que busca un hombre de bien. Suena una campana, y se manda salir á todos los que no emprenden viage; pero ellos continúan hablando y entrando cofres y mas cofres, y vienen y van personas. A todo esto, los que llegaron primero toman posesion de los bancos, cogiendo para el caso de marearse, ese instrumento recolector igual á una sarten sin mango, cubierto con una tapadera cóncava en medio de la cual hay un agujero redondo por donde se va destilando lo que arrojan los ciudadanos mareados. Continúa el ruido y el no entenderse ni poder dar un paso, hasta que el segundo toque de campana obliga á despejar á los bienaventurados que se quedan en tierra. Aqui entran los abrazos y los besos y los lloros y los mocos y los encargos de saludos y los adioses y los ahures y—cuida el chico,—y no dejes de escribir,—vuelve luego que puedas—y las recomendaciones al capitan del buque, y otras mil zarandajas, cuya esposicion seria nunca acabar. Marchan aprisita, retiembla el movedizo puente, y salidos en fin todos los profanos, quedan en el buque los que pagaron para que los mezcan segun sea la mar y el viento. En fin se suelta el último cabo, las palas comienzan á azotar el agua, y el buque se separa de la tierra. Alzanse pañuelos, y otros pañuelos responden, y quiere Dios que al cabo se den todos por despedidos. Ya se marcha.

    Ola! las ruedas se paran; nos detenemos. ¿Qué será? Un viagero dormilon ó una viagera elegante que habiendo acudido á esta cita mas tarde de lo que suelen á otras, vienen en una lancha y se los aguarda. Llegan, traen equipage , sube este, suben ellos, el buque está parado, se pierde tiempo y por uno ó dos se incomoda á doscientos. Ya estan dentro, se alza la escala, se cierra la porta y al fin echamos á andar de veras. Comienza el viagero á pasear una ojeada por los rostros de sus conavegantes, y no ve mas que caras nuevas: este va á Francia, aquel pasa á Italia, uno viene de Málaga, otro de Alicante y otro apenas ni él mismo lo sabe. Casi todos los viageros estan tan frescos y tan alegres, salvo una corta minoría cuyos individuos dejan aqui alguna cosa que les interesa, ó van á punto en donde no les interesa cosa alguna. Todos estan en cubierta y hácia la popa contemplando como la tierra va nivelándose con el mar, y acaba por perderse de vista. Los jóvenes dirigen la visual á las muchachas, y aun se les arriman con aquella libertad que solo dan un día de campo y un viage. Todos los viageros estan animados; pocos temen marearse; sin embargo como siempre hay gentes que se previenen para lo que pudiere tronar, una que otra señorita saca un limon y lo muerde para abrirle un boquete, nó precisamente porque eso prive de marearse, sino para neutralizar el hedor del carbon de piedra de cuyo humo sale una buena parte por la base de la chimenea. — Se marea V.?— Nó señor, al menos no me he mareado otras veces. — Ha viajado V. en vapor? — Nó, sino en buque de vela. — Entonces no tenga V. cuidado, en barco de vapor se marea uno menos. — No lo crea V., este temblor marea mas que el movimiento regular de un barco de vela, y luego ese humo, ese humo —Es buen preservativo el limon? — Dicen que sí. —Ca! no lo crea V.: eso es lo mismo que la carabina de Ambrosio cargada de salvado.—Sin embargo en teniendo limones yo voy segura de que no he de marearme. —¿Ha comido V. alguna cosa?—Nó señor, estoy en ayunas; pero voy á tomar una taza de té, pues dicen que eso dispone bien el estómago. — Para marearse, interrumpe un militar de los que comieron el rancho que los franceses tenian preparado para ellos en Bailen. — Perdone V., tomando té no tenga V. cuidado. —V. hará lo que guste; mas si toma V. té , dése V. por mareado. Otra cosa seria si tomase V. una taza de caldo.—Amigo mio, dice un jóven á quien no le hace gracia que el militar le intercepte el paso hasta la linda viagera , yo tengo en esto mucha esperiencia, y le aseguro á V. que el mejor preservativo es un buen almuerzo. — Eso no prueba á todos, observa un empleado que va á Francia á gastar sus ahorros y los agenos, lo mas seguro es tenderse en la cama antes que se sienta uno mareado, estarse quieto, taparse bien la cabeza y no haya miedo. — Se siente V. mala ? — Nó señor; pero á la verdad me incomoda el humo, y aun mas que el humo esos jóvenes que meten tanto ruido. —Qué quiere V.! como que no se marean. — Oh! eso es muy bueno ; yo me distraigo , canto , no paro un momento, porque en logrando uno estar siempre distraido, se está tan seguro á bordo como en casa. — Esa señorita se ha dormido!—Nó señor , estoy muy dispierta , pero sé que en arrebujándose una en un rincon sin menear pie ni mano y con los ojos cerrados está salvada.— V. no se marea?—Nó señora, yo soy de bronce, hijo de puerto de mar, he viajado mucho y de todos los modos como puede viajarse, y siempre tieso. — No tiene V. poca suerte.

    Y de este modo se continúan las conversaciones, y la broma y la franqueza, y todo el mundo se alimenta de esperanzas, salvo algunos que van á alimentarse con el pescado frito ó el viftech de la cocina del vapor, dentro de la cual nada está tan asado como la carne del fondista. ¿No te parece, querido lector, ó amada lectora, que es muy salado eso de viajar en vapor? ¡Ah! sábete que los viages en vapor son como los ministerios; todos prometen mucho y suelen acabar por ensuciarla. En lo mas animado de la bulla una señorita sentada en el banco verde y en la esquina inmediata á la escalera de estribor, palidece de repente, se pone la mano en la boca del estómago, le dan trasudores, y escondiendo la pupila bajo el párpado superior, saca el pañuelo y anda buscando con los pies esa sarten vomitoria de que nó en vano sehabia provisto. —¿Qué tiene V., señorita? — ¡Ah! me muero, me muero. — Se arrodilla, baja la cabeza, y allá va la cena de la noche anterior. Es la señorita del limon. Se acabó la jarana, no se oye una palabra, la mitad de los viageros han desaparecido, y los demás se van tendiendo por el suelo, porque en los vapores muchos viageros no tienen mas recurso que estarse en pie ó revolcarse por la cubierta. Vuelve uno la vista y echa de menos á los que cinco minutos antes daban y recibian conversacion. Pero señor, ¿qué se ha hecho esa gente? Todos los que tenían litera se han metido en ella nó por otra cosa sino porque estaban mareados. A la derecha yace moribundo el amigo de los vapores; el aficionado á los barcos de vela le hace duo en el sacar los hígados, y el de la taza de té la ha soltado y tras ella todo lo que comió en media semana. Mira, lector mio, qué grupo tan hermoso! El militar de Bailen pertrechado con el seguro específico de una taza de caldo, sostiene la frente de su anciana esposa que está perdida, y tiene que desocupar pronto para dejar la sarten al buen marido, que comparte sus bascas y sudor frio, pero que á fuer de militar antiguo, en medio de ese trabajo ciñe la espada y lleva puesto el sombrero de á tres picos cubierto de hule y con la borlita en las dos puntas. Hácia el lado del timon está una mareada hermana de un marcadísimo hermano que se sentía muy valiente; pero que al fin á impulsos de la simpatía ha dado á la mar lo que comió no hace todavía media hora. Una niña de seis años completa el terceto, y toda la familia queda purgada hasta la época de los panellets. ¿Te acuerdas, lectora querida, del jóven que aconsejaba un buen almuerzo? Pues ahí está hecho una miseria. Es verdad que ha almorzado; pero tambien ha desalmorzado, y ahora no teniendo que sacar, aprieta los dientes por temor de sacar el alma. El empleado tomó la eficaz medicina de meterse encama; pero la ha puesto como de perlas, y aburrido de verse solo y abandonado dentro de la artesa, se ha subido á cubierta para que lo dé el aire, que es escelente remedio para el que no se marea. Aquella cuadrilla de jóvenes que sin consideracion á nadie metían tanta bulla y divertían á todos los pasageros, callan, por fin aunque nunca han tenido la boca tan abierta como ahora. El que abogaba por la distraccion, ahí está sudando la gota gorda: la niña callada, quieta y delos ojos cerrados quiere y pide al cielo que la saque de tal estrechez; y el hijo de puerto de mar, ese grande viagero y hombre de bronce, dió consigo patas arriba, y sus ayes y suspiros completan el coro. ¿Y qué haces tú, lector mio, si aciertas á encontrarte en la comitiva? Quiera Dios que no imites á ninguno de tus compañeros, y que logres poner el pie en la famosa Portvendres llevando á Francia todo lo que de España llevaste encerrado en tu estómago; mas nó por esto te enorgullezcas, porque ya sabes el refran de que á cada puerco le llega su san Martin, y si á la ida te has salvado, no creas que esto sea una garantía para la vuelta.

  • Fiesta de Francisco de Asís, los artesanos empiezan sus velas

    Es fama en Barcelona que en el dia de hoy fiesta de san Francisco de Asis (sant Francesch) empiezan los artesanos sus velas. Esta puntualidad en la observancia de las costumbres pudo tal vez ser en otro tiempo, porque en el que corre empieza el artesano sus velas cuando hay trabajo de sobras, y las acaba cuando hay sobra de miseria, y decae la actividad del comercio. Sanctus Pancratius ora pro nobis. Aleluya. Aleluya. (Véase el dia 12 de mayo).

  • Inauguración del ferrocarril a Granollers, descripción de los trenes, la ruta, y el telégrafo eléctrico

    Junto á la Aduana, entre esta y la ciudadela, en el terreno que ocupaban los antiguos lavaderos del Ayuntamiento, se halla la estacion del Ferro Carril Del Norte, (seccion de Barcelona á Granollers), asi como su grandioso tinglado, que consiste en una ligera armazon de hierro y cubierto de cristales.

    Para hablar de su inauguracion, de los afanes de su empresa, de los trabajos, coste y demás que tiene relacion con la obra, prefiero copiar algunos trozos de un articulo que se publicó en el Diario de Barcelona del 24 de julio de 1854, (dos dias despues de la inauguracion) pues sus datos son tomados, parte de una estensa memoria que fué leida en la junta general de accionistas, suscrita por el señor presidente Don Miguel Clavé y por el señor secretario Don Joaquin Borrell y Vila, y parte estractados de los muchos que contiene la «Guia historica del viajero por el ferro-carril del Norte» curioso trabajo de D. C. C. y M.

    «En 17 de setiembre de 1851 quedó constituida la Sociedad anonima con todas las formalidades que la ley exije y con un capital social de 1.200,000 duros, y desde entonces la Junta de gobierno, ejerciendo libre y desembarazadamente las atenciones que le confieren los Estatutos, abarcó el grave y dificil cúmulo de atenciones inherentes á la construccion de un ferro-carril, consiguiendo la aprobacion de los planos y pasando á ocuparse de la medicion, justiprecio, exámen de titulos y otorgamiento de escrituras de las 207 propiedades particulares que atraviesa la linea.

    «Ocupándose también de los trabajos y obras que debian emprenderse, trataba de contratar con la debida anticipacion el crecido número de 33,105 traveseros de madera de roble de la mejor calidad, cuando, prévios los mas detenidos y satisfactorios informes, acordó la adopcion de los durmientes de hierro inventados en Inglaterra por M. Greaves, que consiste en dos conos de hierro que en su vértice ó parte superior llevan ya formado el suporte ó cojinete del rail; sistema ya acreditado por la esperiencia de satisfactorios ensayos.—Las consideraciones alegadas por la Empresa hicieron que se desestimase la pretension de los propietarios de los barrios de San Pedro acerca del punto que debia colocarse la estacion, permitiendose que esta se estableciese en el terreno que ocupaban los antiguos lavaderos del Ayuntamiento, entre la ciudadela y la Aduana, formándose el tinglado, que dentro breves dias empezará á levantarse, con una ligera armazon de hierro y cubierto de cristales, y pudiéndose abrir las puertas en la misma muralla.

    «Entro las muchas y complicadas dificultades con que tuvo que lucharse, merecen ser enumeradas el desocupo de los terrenos de la Ocata, que servian de almacenes de madera fuera la puerta de Mar; la variacion de cauce de la acequia de Bogatell; los obstáculos que oponian las rieras de Horta y San Andrés y la acequia Condal.—Animada la Junta del deseo de adoptar todo lo que ofreciese mejores condiciones de solidez y utilidad, decidió que los puentes de madera se substituyesen por otros tubulares de hierro, y acordó el que la vía fuese de la dimension de seis piés, contratándose todo el material fijo y movible.

    «Como hemos indicado, el número de espropiaciones asciende á 207, importando las 202 satisfechas, 127,682 duros, 676 milésimos, ascendiendo la cabida total de estos terrenos á 98 y media mojadas de tierra, entre las que van comprendidas las estaciones y talleres.—Los trabajos de esplanacion fueron naturalmente uno de los asuntos que ocuparon con mucho interés la atencion de la Junta.

    «Respecto á las obras de arte, constituyen tan importante ramo de este ferro-carril, las tageas, alcantarillas y sifones.—Los puentes para caminos vecinales, acueductos y viaductos y los de primer orden.—Las obras de encausamiento y defensa.—Las estaciones y los talleres.—Los puentes para caminos vecinales no han sido mas que dos, el de San Martin por debajo de la linea, y el de Montmaló por encima de la misma; y dos tambien del número de puentes-acueductos, que son los de las rieras de Horta y San Andrés.—Los puentes de primer orden son los de Ripollet que es de 11 ojos, recto, y de longitud 440 piés; el de Seca ó Santa Perpétua que es de 3 ojos, oblicuo, y de longitud 120 piés; el de Mollet de un ojo y de 56 piés; al de Parets de 9 ojos, oblicuo, y de 360 piés; y el del Congost ó Granollers de 6 ojos, oblicuo y de 522 piés. Estos puentes son magnificos, de solido, sencillo y elegante aspecto y de una forma desconocida hasta el dia en nuestro pais.—Como obras de encausamienlo y defensa han debido ser de grande importancia y cuantia tas que se han hecho en el Ripollet, el Besos y el Congost, para defender la linea de los embates de las aguas.

    «En cuanto al material fijo vienen comprendidas en esta calificacion los durmientes, cuyo coste total por una linea de veinte millas, con inclusion de las barras de union, planchas, clavijas, cuñas, etc. asciende á 66,347 duros, importando los fletes, seguros y demas gastos 21,133; los rails cuyo número, que asciende á 12,170 que componen una longitud de 79,446 varas ó sean 39,223 varas de via, equivalentes á 58,067 duros con mas 15,242 por razon de gastos; las agujas y cruceros, habiéndose escogido las agujas llamadas de Bames, premiadas en la Esposicion universal; las tablas ó plataformas giratorias, habiendo sido preferiítas las de esqueleto de Dun, formadas todas de madera y capaces para poder girar á un tiempo la locomotora y el tender, quedando todavia puesto sobrante para maniobrar con desahogo, y los traveseros, a paralos premiados tambien por la Esposicion, y que facilitan la composicion y descomposicion de los trenes. Estos últimos objetos puestos en la estacion importaron un capital de 14032 duros.

    «Como á material movible ó de esplotacion se comprenden los coches, los wagones y las locomotivas. Respecto á los coches, para evitar el inconveniente que ofrece el deterioro de las pinturas, se adoptó el que fuese de madera de teck de la India, poniéndose sumo cuidado en hacer resaltar la diferencia entre los de una y otra clase, sin echarse en olvido la comodidad del viajero. Cada carruage de tercera clase puede contener 52 pasajeros, que solo disfrutan de asientos de madera y que tienen á su disposicion uoas mamparas para ponerse á cubierto de la intemperie. Los de segunda clase están divididos en cuatro compartimientos, tienen cristales y ventiladores, asientos y respaldos rellenos y pueden contener 48 pasajeros; los de primera constan de tres separaciones, cada una de las cuales puede contener 8 pasajeros, con asientos y respaldos sumamente comodos que se sustituyen en verano por otros de rejilla. Tienen cristales, ventiladores, cortinas y persianas metálicas.—Todos los coches están provistos de lámparas y todos, sin distincion de clases, estan montados sobre el mismo sistema de muelles.

    «Los wagones han sido construidos en esta capital, á escepcion de los que sirvieron de modelo y los seis de hierro de Papente que tanta aceptacion han obtenido en Inglaterra. Las seis locomotoras fueron construidas por los Sres. Sharp de Manchester y ajustadas en Inglaterra por 59,904 duros.

    «Una estensa linea formada por veinte y cuatro coches de las tres clases indicadas,—y algunos de ellos que son mistos, esto es de 1.ª y 2.ª,— de varios wagones y de dos locomotoras adornadas con flores y con la bandera nacional, se hallaba establecida en la tarde del sábado frente la estacion de esta capital, empavesada tambien con banderas nacionales y estrangeras. Delante de una de las galerias se habia formado un pequeño estrado para las autoridades, levantándose en uno de sus lados el altar para la bendicion. Fueron invitadas para concurrir á este acto las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, los individuos del Ayuntamiento y de muchas otras corporaciones y los señores accionistas. La ceremonia de la bendicion la celebró de pontifical y asistido por varios sacerdotes, nuestro distinguido paisano, el Excmo. é Ilmo, señor Obispo de Tarazona, D. D. Gil Esteve, que cuando era obispo electo de Puerto-Rico dió tambien con su respetable presencia mayor realce á la inauguracion del ferro-caril de Mataró. Terminada que fuera dicha ceremonia, y mientras la música del Ayuntamiento colocada en uno de los wagones tocaba himnos patrioticos, los convidados ocuparon los puestos que les estaban reservados y el tren partió velozmente en medio de un entusiasmo general.

    «Eran las tres y media de la tarde, y si bien se dejaba sentir un calor insoportable, un cielo sereno y despejado convidaba á gozar de tos variados paisages que recorre la misma via.

    «Pasado el glácis de la Ciudadela y hasta llegar á la misma estacion de Granollers, el viajero disfruta de pintorescas y amenas perspectivas recorriendo deliciosas enmarcas. Lame la nueva via el llamado Fuerte-Pio, y penetra en el territorio del Clot, poblacion contigua á la carretera de Vich, en la cual se hallan establecidos los vastos talleres del Camino de hierro del Norte. Ocupan estos diferentes cuerpos de edificio de solida construccion, destinados cada uno de ellos para diferentes usos, y si bien es notable su grandiosidad, debe de tenerse en cuenta la grande estension que la linea ocupará cuando esté terminada. En otra espaciosa estension de terreno, vénse ya los aprestos de la gran fundicion de mineral de hierro que vá á establecer en dicho sitio la sociedad de Font, Alexander y compañia; establecimiento que será para el pais un nuevo, manantial de riqueza.—Visita tambien el camino el territorio de San Martin de Provensals, poblacion que unida con la llamada del «Poble nou», contiene mas de 1000 casas diseminadas, con unas 3000 almas, abundante en productos agricolas y en fábricas de varias clases.

    «El tren hace su segunda parada ante un solido puente de piedra que pertenece ya á la demarcacion de Horta. Esta poblacion, que disfruta de buenas y escelentes aguas, tiene dos iglesias: la de S. Ginés, edificio gotico de una sola pieza, y la de S. Juan que consta de tres reducidas naves. Cuenta con hermosas casas de recreo, mereciendo ser citada en primer lugar la conocida por «El laberinto», propiedad del Sr. marqués de Alfarrás, y despues la de Inglada. Existen tambien los restos de un antiguo edificio llamado «el Fontanet» que en otro tiempo sirvió de casa de recreo al archiduque Cárlos de Austria.—La tercera estacion es la de S. Andrés de Palomar. Este pueblo que forma una dilatada calle á ambos lados de la carretera de Vich, tiene una iglesia de antiquisima fundacion, una nueva plaza y casa de Ayuntamiento. Cuéntanse en él mas de 1200 casas, 8 cafés, 2 teatros y algunos salones para baile. Aprovecha para la industria varios caudales de agua, tiene tambien fábricas de vapor, un crecido número de panaderias y 1375 fanegas de tierra de cultivo que producen trigo, cáñamo, maiz, legumbres, patatas, etc.

    «Despues de atravesar las risueñas alamedas del Besós, se saluda á Santa Coloma de Gramanet, pueblo de 600 almas situado á la márgen del rio, y divisanse á lo léjos, sobre elevada colina, las ruinas del célebre castillo de Moncada, arrebatado de los árabes por el Rey D. Jaime de Aragon; donado por dicho monarca á D. Pedro de Moncada. Mil tradiciones recuerdan la fama de este derruido edificio. Moncada, segun Madoz, fué poblada por Fr. Gualter, comendador del Temple, y sus pobladores, en número de 100, vinieron de Calatayud,—La fuente de hierro, cuyas saludables aguas disfrutan de tanía celebridad, fué costeada por el Ilmo. Sr. Obispo de Barcelona D. Gavino de Valladares.—En el dia existe al pié de la fuente un comodo edificio destinado para alojamiento de las personas que acuden á tomar las aguas.—La antiquisima Acequia Condal, de construccion romana, abastece de aguas á Barcelona, regando un vasto territorio. La primera piedra de la misma que hoy surte las fuentes de la capital fué colocada por el Sr. Marqués de Campo Sagrado. La iglesia de Moncada y Reixach es dedicada á Santa Engracia y existe desde 1381. En 1808 tuvo lugar en su demarcacion un reñido combate.

    «Frente la estacion de Moncada, que debe ser considerada como el centro de la linea, tuvo efecto la segunda ceremonia de la bendicion. En todas las estaciones que el tren de honor recorria se incorporaban á la comitiva los curas párrocos y Ayuntamientos de los respectivos pueblos; pero tan solo en Montmaló y Granollers se tocaron las campanas para saludar al prelado y en celebridad de la ceremonia que se estaba efectuando.—La música del Ayuntamiento continuo tocando durante todo el viaje.

    «En la fértil comarca del Vallés, en donde, en 17 de diciembre de 1808, tuvo lugar la desgraciada batalla en la que el general francés Saint-Cyr, al frente de 22.000 hombres, batió á las tropas del valiente español don Miguel de Vives, se encuentra la poblacion de Ripollet, que tiene unas 400 casas y que contiene un puente de hierro tubular de los de primera clase, construido por el ingeniero Mr. Stephenson, y despues los puentes nuevos de la riera Santiga y de la riera de Caldas de Monbuy y éntrase ya en territorio de Granollers.

    «Vénse en seguida las poblaciones de Mollet, de Parets de Montmaló y Palou.—Para atravesar la riera del Congost, se construyó el gran puente tubular de hierro y de obra fundida que es el mayor de la linea.—En Mollet hay iglesia parroquial dedicada á San Vicente, sobre 150 casas y 800 vecinos; en Parets, iglesia bajo, la invocacion de San Estevan, y unas 200 casas; en Montmaló 80 «asas é iglesia, dedicada a la Virgen: el párroco que la sirve es de nombramiento de la Abadesa de San Pedro. En Palou la iglesia de San Julian fué fundada en 1103 y tiene 480 almas de comunion.

    «La villa de Granollers, colocada en terreno quebrado con buena ventilacion y hermosas vistas, y desde cuyas al turas se divisa el curso del Ter, es poblacion agricola y fabril y cuenta mas de GOO casas, muchas de ellas de antigua construccion, distribuidas en seis plazas, siendo muy espaciosa la mayor, en la cual existe el antiguo porcho para la venta de granos, y 17 calles; 770 vecinos y unas 3,400 almas. La iglesia parroquial es gotica, teniendo dos devotas capillas dedicadas á Nuestra Señora de los Dolores y a la Virgen del Rosario.

    «Son notables en este templo algunos cuadros bastante deteriorados, un altar gótico, tambien muy mal conservado, y un púlpito antiquisimo y de delicada labor.

    «Tiene además abiertas para el culto las iglesias del Hospital, y las que fueron de los conventos de Minimos y Capuchinos, y seis pequeñas capillas en las cuales solo se celebra en determinados dias.— Los mercados que tienen lugar en los jueves de cada semana, son unas verdaderas ferias; no obstante, la villa celebra dos grandes ferias anuales, la una el martes de Pascua de Pentecostes y la otra el 29 de agosto. Existen alrededor de la villa los restos de la antigua fortificacion romana.—Es objeto de especial devocion la ermita de Nuestra Señora de Belluda.

    «Cruzan á Granollers varios caminos de rueda y de herradura que conducen á las vecinas poblaciones y obsérvanse aun en su recinto los honrosos vestigios de los incendios y devastaciones que sufriera en la gloriosa época de la guerra de la Independencia.

    «En cuanto se avistó en Granollers la llegada del tren, salió de la iglesia el Rdo. clero parroquial con cruz alta, ganfalones y las banderas de las cofradias, seguido del M. Ayuntamiento, precedido de sus porteros y presidido por el Sr. Juez del distrito. Iban delante de la procesion los gigantes de la villa, y los balcones de las calles del tránsito se hallaban adornados con damascos.—En la galeria de la estacion, que es muy estensa, y que se encuentra aun sin terminar, habia tambien el altar para la última ceremonia de la bendicion. Las músicas dela villa saludaron el arribo del tren.

    «Despues de la bendicion el acompañamiento pasó á la iglesia, en donde se entonó el «Te Deum» en accion de gracias, cantado por la capilla de música, y terminado que fuera el himno religioso, S. E. I. dió la bendicion al pueblo.

    «De vuelta á ta estacion se sirvieron á los concurrentes, helados, dulces y bebidas, preparados por el café de las Siete Puertas de Barcelona, hallándose dispuesto en una de las salas de la estacion, con el esmero con que sabe hacerlo el Sr. Cuyás, dueño de aquel acreditado establecimiento un sencillo pero escogido ramillete destinado para obsequiar á S. E. I. á las autoridades de Granollers, y á algunas otras personas. Cerca de las siete y media de la tarde las locomotivas dieron la señal de marcha. El viaje de regreso se hizo con el mismo orden que el de partida. A las nueve atravesaba el tren las nuevas puertas construidas en la estacion de Barcelona.

    «Una de las causas que retardara la celeridad del viaje, aparte del natural entorpecimiento que debia motivar la subida y bajada de los Ayuntamientos de los diferentes pueblos del tránsito, fué, porque no hallándose aun terminado el deposito de aguas de la estacion principal, las locomotoras debieron hacer acopio de dicho liquido al pasar el tren por debajo de la riera de Horta.—Creemos que fueron un número de unas quinientas personas las que viajaron en dicho tren, sentadas espaciosamente en los veinte y cuatro coches que arrastraban las dos locomotoras.—Las otras máquinas estaban dispuestas en diferentes puntos para cualesquier caso imprevisto en que se hubiese tenido necesidad de utilizar sus servicios.

    «En toda el ala izquierda del ferro-carril se hallan levantados los palos que sostienen el alambre conductor del telégrafo eléctrico, habiendo diferentes baterias establecidas en las estaciones. Los coches en que vá el conductor tienen tambien, su bateria, y por medio de un mecanismo, tan fácil como sencillo, pueden ponerse en rápida é instantánea comunicacion con las Administraciones principales, desde cualquier punto de la linea, en los muchos incidentes que puedan ocurrir.—Anteayer se dirigieron varias preguntas á la estacion de Barcelona desde la de Granollers y vice-versa, y la contestacion fué obra de pocos segundos.

    «Tal fué, bosquejado en sencillo resúmen, el satisfactorio resultado de la inauguracion del primer trayecto del ferro-carril del Norte. Puesto en esplotacion en el dia de ayer, gran número de personas, sin que les arredrase lo sofocante del calor, acudieron á disfrutar del agradable viaje du Barcelona á Granollers, ó á alguno de los pueblos inmediatos.

    «El servicio se hizo con todo el buen celo y exactitud que puede esperarse en el primer dia de esplotacion de una linea y que se irá regularizando dentro un breve periodo.—Ignoramos si los precios que se han fijado son los que deben regir perpétuamente, divididos en reales y maravedises, que harán muy engorroso el despacho de billetes.

    «Por lo demás, felicitamos cordialmente á la Sociedad y sobre todo á la Junta directiva, pnr haber visto realizado el logro de sus constantes desvelos, deseando de todas veras que la nueva linea reciba prontamente la ostension á que está destinada por su favorable situacion geográfica y por la importancia y solidez de las obras que tiene construidas.»

  • Un viaje de manicomios, y el proyecto para el de la Santa Cruz

    Á LA M. I. ADMINISTRACION DEL HOSPITAL DE SANTA CRUZ DE BARCELONA

    Ocioso seria exponer las infinitas razones que demuestran la urgente necesidad de erigir en Barcelona un Manicomio digno de esta capital y su provincia por tantos títulos ilustres y famosas, tal como lo están reclamando la caridad y cultura de sus habitantes. El convencimiento de dicha necesidad se ha extendido á todas las clases de nuestra poblacion, y el anhelo de satisfacerla sin tardanza domina todos los corazones en que arde siquiera una chispa de amor á la humanidad doliente: es como un instinto público. Nadie, empero, tiene una conviccion mas profunda, nadie siente mas vivo deseo que V. S., que toca los inconvenientes de la residencia de los orates confiados á su custodia y patrocinio, en un local no tan á propósito como fuera de apetecer para su tratamiento curativo, seguridad y bienestar.

    Así lo prueba, aparte de la adquisicion de la casa ó quinta llamada de la Vireina en Gracia en 1836, y los trabajos que para establecer en ella un manicomio se ejecutaron entonces, la solicitud que por mejorar la suerte de los míseros locos ha desplegado V. S. en todos tiempos, y especialmente en estos últimos años, durante los cuales ha ido planteando en el Asilo manicómico anejo al Hospital de Santa Cruz reformas de suma importancia, así respecto á la parte material del edificio, como á sus servicios médico, administrativo y económico, cuyos felices resultados acredita la experiencia. Pero todavía lo prueba mas el deseo de construir de planta en los afueras de esta ciudad un buen Manicomio para trasladar á él los orates, á cuyo proyecto ha consagrado V. S. trabajos preparatorios por espacio de muchos años, y dádole en estos últimos el carácter de resolucion definitiva.

    Simultáneamente con V. S. se han ocupado varias veces en este proyecto la Academia de Medicina y Cirugía , la Sociedad Económica de Amigos del País, la Junta municipal de Beneficencia, informando sobre el lugar mas acomodado para la casa de orates, ya extramuros de Barcelona, ya en otro punto de la provincia; el Exmo. Ayuntamiento Constitucional, instruyendo un expediente que terminó por una exposicion hecha al Gobierno en 22 de abril de 1840, en solicitud de que le cediese el convento que fué de Capuchinos de Sarria con todos sus accesorios para fundar allí el establecimiento; y otras autoridades, tomando algunas providencias dirigidas á facilitar los medios para poner por obra esta interesante mejora. A fin de que sirviese de guia científica para la realizacion del proyecto, publicó entonces el Exmo. Ayuntamiento, á expensas de los fondos municipales, la Memoria para el establecimiento de un Hospital de locos, traduccion hecha por el Dr. D. Pedro Felipe Monlau de la que escribió en francés A. Brierre de Boismont, y fué premiada en un concurso abierto en 1834 por la Sociedad de Ciencias médicas y naturales de Bruselas. Este trabajo, sobre cuyo mérito no juzgo necesario dar mi humilde opinion, como tampoco sobre lo aplicable que pudiera ser ahora al proyecto de una casa de orates para Barcelona, es, si no me equivoco, el primer escrito acerca de esta materia que ha salido á luz en España.

    Paralizado estaba el asunto cuando en 1846 escribí y presenté al certamen público abierto por la Sociedad Económica en 25 de junio del propio año, una Memoria sobre el modo mas asequible de erigir un Asilo, Hospital ó Casa de locos para uno y otro sexo, fuera de las murallas de esta ciudad, acompañada de un proyecto de Reglamento interior para el régimeti del establecimiento, que obtuvo el primer premio y fué publicada despues encabezando la série de memorias del Boletín que dicha Sociedad empezó á dar á luz en 1853.

    Instaló en 1849 el Exmo. Ayuntamiento Constitucional una comision, que, bajo la presidencia del Iltre. Sr. Alcalde Corregidor, se ocupase en la traslacion de los locos de los departamentos de este Hospital á un lugar mas conveniente; y se invitó al acreditado Dr. D. Francisco Campderá, propietario y médico director de la Torre Lunática de Lloret, para que viniese á auxiliar á dicha comision con sus especiales conocimientos en materia de casas de orates; mas estas providencias no tuvieron ulterior resultado.

    A principios de 1854, emprendiendo V. S. con mas calor el proyecto de establecer un buen Manicomio, pensó construirlo en la quinta de Alegre, en la vecina villa de Gracia, sobre lo cual consultó, para asegurar el acierto, á la Academia de Medicina y Cirugía y á la Sociedad Económica de Amigos del País, cuyo dictámen fué bastante favorable.

    Como para animar á V. S. en su propósito, terminaba dicha corporacion su informe con estas notables palabras: «La infeliz, la indigna situacion en que, con harto dolor de V. S., se encuentran los enajenados del Hospital de Santa Cruz, exige que cuanto antes se les destine un edificio apropiado, y se les consagren atenciones especiales y exquisitas para su curacion y buen trato. Barcelona, ciudad tan principal y tan aventajada en todos conceptos, lamenta de cada día mas la existencia del depósito actual de orates, donde ninguno se cura, donde ninguno puede curarse, y que es para ella un padron de ignominia. Conviene, pues, que V. S. ponga en obra su proyecto, con el que se granjeará las simpatías de todas las personas piadosas, las bendiciones de los desgraciados y una memoria’gloriosa é imperecedera en los anales de la insigne capital del Principado.»

    En mi calidad de socio de las dos corporaciones citadas, tuve que enterarme del acuerdo de V. S., y anhelando por cooperar, en cuanto pudiese, á la realizacion de su pensamiento, me atreví á someter á la consideracion de V. S. en 12 de abril unas breves Indicaciones sobre la construccion de un Hospital de locos en la quinta de Alegre, situada en la vecina villa d» Gracia; refundicion completa de mi anterior memoria bajo un plan enteramente nuevo y mas acomodado, en mi sentir, á las necesidades de la práctica médica en lo relativo al tratamiento de la enajenacion mental.

    A consecuencia de este paso vino V. S. en invitarme para que concurriese á la sesion extraordinaria que celebró en 12 de mayo con el objeto de ocuparse detenidamente en los medios mas á propósito para mejorar la situacion de los locos confiados á su custodia.

    En esta conferencia concordaron todos los pareceres, y decidieron que urgía la construccion de un Manicomio fuera del recinto de Barcelona; y que antes de abrir sus cimientos, convenia reunir todos los datos indispensables para acometer la empresa con completa seguridad de buen éxito. En esta atencion rogóme V. S. que hiciese un viaje facultativo á varias naciones extranjeras para estudiar sus casas de orates mas notables, á fin de que con las nociones prácticas que adquiriese, corroborase ó modificase las teóricas que en mis Indicaciones habia manifestado, y por con• siguiente introdujese en mi proyecto las variaciones necesarias. Accedí gustoso á este ruego, no solo porque me distinguía con una prueba de confianza muy honrosa, sino principalmente porque me brindaba á auxiliar á V, S. en la ejecucion de su gran pensamiento.

    Para trazar el plan de mi viaje y visitas á los manicomios extranjeros, estimó V. S. oportuno que conferenciase conmigo D. Raimundo Durán y Obiols, doctor en Medicina y Cirugía, cuyas luces y experiencia eran verdaderamente la mejor fianza de acierto y feliz resultado en todo negocio relativo á la práctica médica. En union con este apreciable comprofesor, que acaba de arrebatarnos la muerte, presenté á V. S. en 17 del propio mayo unas sucintas reflexiones sobre el modo de desempeñar mi encargo con la mayor inteligencia y utilidad. En 20 del mismo mes expidió V. S. mi nombramiento para la comision de ir á estudiar los manieomios mas acreditados de Francia, Inglaterra, Alemania y otras naciones; manifestándome que, si bien me recomendaba al efecto las mencionadas reflexiones, no me imponía el deber de circunscribirme estrictamente á ellas, antes me facultaba para ampliarlas conforme estimase provechoso.

    Queriendo dar á mi comision cierto carácter oficial que, sobre acreditarme con los gobiernos de las naciones extranjeras y los ministros españoles en las mismas, me facilitase el evacuarla con mas desembarazo y latitud, obtuvo V. S. el beneplácito del Exmo. Sr. Gobernador de esta provincia, quien me entregó cartas de recomendacion para los Sres. Enviados extraordinarios y Encargados de negocios de España en las principales cortes de Europa, rogándoles que interponiendo su valimiento con ellas, me alcanzasen la competente autorizacion para estudiar sus manicomios.

    Hice, pues, el viaje y desempeñé con celo mi comision, cuyo resultado tuve el gusto de ofrecer á V. S. en 18 de enero de 1855, presentándole una Descripcion de varios Manicomios de Francia, Inglaterra, Bélgica, Alemania é Italia, visitados en los meses de junio, julio, agosto y setiembre de 1854; obrita bastante voluminosa, que aceptó V. S. con lisonjera benevolencia, y por la que se dignó darme las mas expresivas gracias. Este trabajo era un compendio de los conocimientos prácticos que habia adquirido con el estudio de casas de orates muy justamente celebradas, y que me proponía utilizar en el proyecto de la de Barcelona.

    Las azarosas circunstancias de aquellos dias, en que esta ciudad acababa de recibir el golpe fatal de una epidemia de cólera-morbo, imposibilitaron á V. S. de llevar adelante por entonces su pensamiento, á pesar de sus vivísimos deseos. En este conflicto y aguardando tiempos mas serenos, ansiosa de introducir mejoras en el Asilo manicómico existente, y poner el servicie de los orates á la altura en que se halla en los hospitales de las naciones extranjeras, acordó V. S. dar una forma nueva y mas especial á su direccion facultativa, que se dignó encomendarme nombrándome en 3 de julio del mismo año Médico mayor del Hospital de Santa Cruz con destino á dicho departamento.

    No me estaria bien enumerar las reformas importantes que por mi consejo ha planteado V. S. en el Asilo manicómico, y que han obtenido la aprobacion de corporaciones muy competentes, de las autoridades superiores de esta provincia, de muchas personas entendidas y hasta de médicos extranjeros harto inclinados, por desgracia, á exagerar el atraso en que aquí se halla la beneficencia pública de los orates. Basta añadir que aquel establecimiento tiene ya, respecto á su organizacion y servicios, el carácter de un hospital de locos en la mas rigurosa acepcion de la palabra. Con todo eso, algunos inconvenientes imposibles . de corregir que presenta la parte material del Asilo, y la necesidad siempre creciente de trasladarle á otra parte, fueron avivando mas y mas en el ánimo de V. S. el anhelo de proseguir nuevamente sus tareas para la construccion del Manicomio; á cuyo fin en 8 de marzo de 1856 llamó seriamente sobre tan importante asunto la atencion del limo. Cabildo Eclesiástico y Exmo. Ayuntamiento Constitucional, corporaciones compatronas del Hospital de Santa Cruz, á quienes V. S. dignamente representa.

    Decidida, por último, á empezar inmediatamente la obra, rogóme V. S. nn sesion de 25 de junio de 1857, que formase el Proyecto médico razonado en conformidad al cual debieran levantarse los planos y construirse el Manicomio; trabajos que encargó al arquitecto D. José Oriol y Bernadet, de cuya inteligencia habia recibido muy favorables y verídicos informes. Procedió V. S. con mucho acierto en esta resolucion, confiando á un médico y á un arquitecto conjuntamente (prescindiendo ahora de las personas) la ejecucion de una obra médico-arquitectónica, que de tal índole es un manicomio; pues sobrada ocasion he tenido de tocar los graves inconvenientes y defectos de varias casas de orates, para cuya construccion no se hizo caso de los conocimientos médicos especiales en tan difícil materia, de los conocimientos frenopáticos, cuya necesidad, en cuanto se refiere á ereccion y gobierno de aquellos asilos tan especiales tambien de suyo, no admite réplica como que está fuera de duda.

    Aunque habia yo visitado muchos manicomios en mi referido viaje, é igualmente el Sr. Oriol habia visto algunos, deseosos ambos de desempeñar nuestro importante encargo con el mayor lucimiento posible, á completa satisfaccion de V. S.; emprendimos, á nuestras expensas, en agosto del citado año un nuevo viaje á Francia, Italia, Suiza, Alemania, Holanda y Bélgica, no ya para volver á ver los hospitales de locos que habíamos examinado, sino para estudiar los erigidos desde el año 1854, y que, por ser muy recientes, debían de presentar el resultado ó aplicacion de los principios mas modernos de la ciencia frenopática á la parte de la arquitectura relativa á la construccion de aquellos establecimientos.

    En mis dos viajes estudié con mucha atencion en Francia el bello manicomio de Marsella; el de Mompeller; el particular de Pont-Saint-Côme, fundado por el docto Rech, junto á la misma ciudad; el de Burdeos y el de la Providencia de Niort, proyectado por el entendido Parchappe; el del hospicio de l’Antiquaille y la casa de San Pedro y San Pablo ó asilo de San Juan de Dios, cerca de Lyon; el grandioso de Tolosa; el de Auxerre, que pasa por el asilo modelo de aquella nacion; el de la Salpétrière en París, y en las cercanías de esta capital los de Bicêtre, de Charenton, seminario de insignes alienistas, y el de Ivry, que perteneció al sabio Esquirol: en Inglaterra el de Bethlem [Bedlam], tan célebre en otro tiempo, y el de Saint-Luke en Lóndres; y á corta distancia de esta el de Hanwell, en cuya direccion floreció el ilustre Conolly, y el de Colney Hatch, que es quizá el mas vasto de Europa: en Bélgica la singular Colonia de orates de Gheel, el magnífico manicomio que acababa de levantarse extramuros de Gante, conforme al proyecto de Guislain , maestro de los alienistas belgas; los dos hospicios de enajenados de la propia ciudad, y junto á ella el asilo particular del Strop: en Holanda el grandioso manicomio de Meer en Berg, cerca de Haarlem: en Alemania el de Eichberg, en el ducado de Nassau; el de la Caridad de Berlín, dirigido por el eminente Ideler; el de Halle, levantado segun el sistema aleman mixto del sabio Damerow; el monumental de Viena, en que campean la riqueza y elegancia, y cuyo servicio facultativo desempeña el insigne Riedel; y frontera á aquel la antigua Torre de los locos (Irren-Thurm): en Suiza el magnífico asilo de la Waldau, cerca de Berna; el de Préfargier, inmediato á Neuchatel, lujoso donativo de un ciudadano tan humanitario como pudiente, y el de Ginebra: en Italia el de la Senavra en las cercanías de Milan; dentro del recinto de esta ciudad los de la Senavretta y de Dufour; el real manicomio de Turin y el de Génova, malhadada aplicacion de la planta panóptica.

    Conviene advertir que antes de emprender el viaje, anduvimos el Sr. Oriol y yo recorriendo el llano de Barcelona en busca de un local á propósito para edificar la casa de orates; y despues de examinar con mucho detenimiento algunos, y tener varias conferencias, en que pesamos las ventajas é inconvenientes de todos, nos fijamos en tres y concluimos por elegir uno de ellos, cuya topografía médica es excelente. Hasta respecto de su situacion no titubeo en asegurar que quizás no le aventaja ninguno de los puntos que ocupan los manicomios que he visitado.

    Creyérase acaso que trato de escribir nuestro elogio, si explicara á V. S. la solicitud y atencion con que procuramos el Sr. Oriol y yo obtener de nuestra larga excursion científica el mayor fruto posible, la diligencia con que recorrimos todos los establecimientos que hacían á nuestro propósito, y el afan con que acopiamos cuantos datos y nociones prácticas atañían al objeto que nos llevaba. Ello es cierto, y dígolo sin jactancia, que regresamos con un rico caudal de noticias, así siquiátricas como arquitectónicas; estadísticas, proyectos médicos y planos de manicomios, que agregados á los adquiridos por mí en el primer viaje, y contando especialmente con la instruccion que sobre la materia nos habían proporcionado asiduos estudios teóricos y prácticos, fiábannos que podríamos salir airosos de nuestra comision, en beneficio de los desgraciados orates, con honra de V. S. y de la patria.

    […]

    Ya que nos hallamos dispuestos para entrar de lleno en nuestros trabajos, procedimos en ellos con arreglo á la lógica práctica que se sigue en las naciones extranjeras, donde al emprenderse la ereccion de un manicomio, empieza el alienista por presentar el Proyecto médico del establecimiento, que comprende su situacion, exposicion, capacidad, clasificacion de los enajenados que se abrigarán en él, disposicion general del edificio y particular de sus departamentos, secciones y piezas, y todos los demás pormenores relativos á la higiene y la ciencia frenopática, aplicables á la construccion de hospitales de locos; á cuyo proyecto ajusta luego el arquitecto sus planos y la ejecucion material de la obra. No se entienda, sin embargo, que siempre estén tan rigurosamente deslindadas las atribuciones y tareas de uno y otro profesor, que no deban ambos conferenciar sobre muchos puntos de la incumbencia especial de cada uno, discutirlos y adoptarlos juntamente, de modo que parezca que de consuno trabajan en una obra única. Esta mancomunidad y armonía son tanto mas apetecibles cuanto salen fiadoras del buen éxito del negocio.

    Supuesto que el desempeño de mi cometido requeria largas meditaciones y trabajos, á fin de no diferir el levantamiento de los planos del edificio, parecióme conveniente entregar á V. S., como lo efectué en 17 de noviembre del citado año, las Bases del Proyecto médico para la construccion del Manicomio de Santa Cruz, sucinto escrito que, á modo de índice, reunía ordenadamente los puntos, cuestiones y preceptos principales que debia luego comprender y dilucidar por extenso mi obra. Con él suministré al arquitecto Sr. Oriol todos los datos que había menester para dar principio á sus tareas, y proseguirlas ínterin me ocupaba yo en la formacion del Proyecto médico razonado.

    Este es el que tengo la honra de presentar hoy á V. S. con el corazon henchido de gozo y esperanza; porque entiendo que hoy es un dia de gloria para V. S., que empieza á ver coronados sus afanes; para la patria, que con la realizacion del proyecto satisfará una de las necesidades mas urgentes de su administracion; para las personas caritativas, que arden en deseos de dar impulso á la beneficencia pública de los orates hasta ponerla á nivel con la de las naciones extranjeras; y para mí, que tengo la buena suerte de poder cooperar á esta tan grandiosa como cristiana empresa.

    Asunto casi nuevo, ó, por lo menos, poco conocido es en España la construccion de un manicomio segun los principios modernos. Nuestras casas públicas de orates datan de fechas ya algo remotas, y algunas que, como el hospital de Zaragoza y el del Nuncio de Toledo, alcanzaron en otro tiempo gran celebridad, adolecen de graves defectos en su parte material, ó han decaído en términos de provocar la censura de los inteligentes; la Casa de Santa Isabel erigida en 1851 en Legañas, junto á Madrid, es un ensayo mezquino que por cierto saldria muy mal librado de la crítica del mas imparcial frenópata; los asilos particulares establecidos en estos últimos años tampoco pueden tomarse por modelos. Nuestra literatura siquiátrica es pobre, asi debemos confesarlo por mas que se resienta el orgullo nacional; y en punto á construccion de hospitales de locos, fuera de la citada memoria de Brierre de Boismont, ya algo añeja, y de algun otro opúsculo semejante, impreso ó manuscrito, de mas ó menos mérito, en balde se buscaria una obra que pudiera ser consultada con fruto.

    Lejos de mí la insensata pretension de llenar este vacío con mi Proyecto médico del Manicomio de Santa Cruz; lejos de mí la ridicula presuncion de constituirme maestro en esta parte de la ciencia frenopática. Yo he aprendido en los asilos de las naciones extranjeras, con el trato de los alienistas que las dirigen, la lectura de sus obras, la observacion á que he debido dedicarme en el desempeño de mi empleo en el Asilo manicómico de Santa Cruz, y la experiencia que he adquirido en el servicio facultativo de los alienados. Por el empeño que con V. S. contraje, he tenido que hacer estudios especiales concretados á la ereccion de la casa de orates de Barcelona, hasta poner en manos de V. S. el resultado de mis meditaciones, nó con ínfulas de preceptor, sino con la modestia del que, si bien tiene fe con su obra, solo aspira á someterla al exámen y censura de los inteligentes.

    Sin embargo, mi deber para con V. S. y la novedad del asunto me han obligado á dar al Proyecto cierto carácter de importancia, y aun de autoridad, sin el cual entiendo que no llenaria satisfactoriamente su objeto. En él he debido plantear y resolver todas las cuestiones que se refieren á la construccion de un manicomio, y resolverlas, no en general, sino bajo el aspecto particular de su aplicacion al asilo de Santa Cruz. Dos miras he tenido en ello: la de llevar al ánimo de V. S. la conviccion de mis opiniones, y la de robustecer con razones incontestables el plan del establecimiento y sus pormenores, á fin de que la obra y los desembolsos que exigirá su ejecucion, se justifiquen con su conveniencia y necesidad ante el gobierno, los profesores médicos y el público entero. Este plan me ha conducido á consultar los tratados mas notables sobre construccion de hospitales de locos que han salido de las imprentas francesa, inglesa, alemana, belga é italiana; á discutir en infinitos puntos las opiniones de sus autores; á señalar las que, en mi concepto, iban mas acordes con la observacion y experiencia; á desechar las que me parecian destituidas de fundamento, ó lo tenian deleznable ó vacilante; á dar entonces mi propio dictámen apartándome de ellas; á admitir lo que juzgaba aplicable al establecimiento que proyectaba; y á resolver, en fin, cuantas dificultades se me ofrecían, siquiera no se hubiesen ocupado en ellas los autores. Cuestiones hay en órden á construccion de hospitales de enajenados, que solo puede resolverlas la estadística frenopática, sobre la cual poseo interesantes trabajos extranjeros que me han servido de mucho, como igualmente los datos que he recogido en el Asilo manicómico de Santa Cruz. Cuantos preceptos y reglas he formulado, son hijos de atentos estudios y meditaciones, y van siempre encaminados á la curacion de los orates, objeto primordial del establecimiento, á su bienestar físico y moral y seguridad; á la simplificacion de los servicios, y hasta á la economía de estos y de los gastos de ereccion del edificio. Una gran copia de apuntes sobre las casas de orates extranjeras que he visitado, entre los cuales se halla siempre la enumeracion de las ventajas é inconvenientes de las mismas, recopilada en lacónicos pero exactos juicios críticos, me han ilustrado en no pocos asuntos, y servídome constantemente de guia, que me ha apartado de los escollos en que cayeron los que proyectaron algunos de aquellos establecimientos.

    No basta decir, por ejemplo, que el Manicomio de Santa Cruz estará situado en la zona alta del llano de Barcelona; que será capaz de 600 orates; que los admitirá, cualesquiera que sean la forma y grado de su enajenacion mental; que constará de un cuerpo céntrico, dos departamentos generales y cuatro particulares; que sus reclusos de cada sexo estarán divididos en trece grupos ó secciones y una subseccion; que tendrán tal capacidad los dormitorios, corredores, salas y demás piezas del edificio, etc. Estas proposiciones son susceptibles de demostracion, y no puede omitirla el que, como yo, tiene el deber de motivar sus determinaciones, ya que está privado del apoyo de escritores nacionales que las prohijen, ni puede invocar en favor de ellas el ejemplo de manicomios modernos de su patria. Es necesario probar que la zona alta del llano de Barcelona es, por su topografía médica, infinitamente preferible á la baja, y muy á propósito para la fundacion del establecimiento; que las circunstancias de esta provincia, la situacion del Manicomio y el estado actual de la beneficencia pública de los enajenados en nuestra patria reclaman que no baje de 600 el número de los que podrá contener aquel asilo; que por la naturaleza y extension del servicio á que estará destinado, tendrá que abrir sus puertas á orates de ambos sexos y de todas edades, á ricos como á pobres, á imbéciles é idiotas, no menos á maníacos furiosos, epilépticos y procesados; que la division del edificio en siete cuerpos principales es la que mejor permite separar en ciertos grupos casi naturales á los alienados, y mas facilita su asistencia y vigilancia, que es el alma de la institucion; que para el servicio, y sobre todo para el tratamiento de los orates, es perjudicial su clasificacion nosográfica y muy conveniente la empírica ó pYáctica; que los trece grupos ó secciones y una subseccion que se establecen, son útiles é indispensables, porque están fundados en la índole, forma, grado y ciertos fenómenos objetivos de las vesanias; que de la descomposicion química y alteracion miasmática del aire por efecto de la respiracion y exhalaciones de las personas que habitan en un local cerrado, y de las pérdidasque por otras causas experimenta el mismo flúido, se deduce la cantidad de aire atmosférico que cada orate necesita en un período determinado, y por ella se calcula la capacidad ó dimensiones que han de tener las diferentes piezas del Manicomio. Procediendo así en todo el Proyecto, se le da la firmeza indispensable, apoyándolo en las sólidas bases de la observacion, experiencia y criterio médico.

    El manicomio es un establecimiento tan especial que difiere de todos los demás de beneficencia; y por otra parte, los alienistas prácticos proclaman unánimes que todo lo relativo á su construccion material, bien así como á su organizacion y régimen, aun lo que parece mas insignificante, influye poderosamente en el ánimo de los enajenados, produciendo una impresion favorable ó adversa en su físico ó moral. Todas las partes del edificio con su particular disposicion y agradable aspecto han de conspirar á la seguridad y comodidad del orate, encubriéndole hábilmente su reclusion, y hablándole como quien dice un lenguaje de caridad y esperanza. Por esto no me he circunscrito en mi Proyecto á señalar la forma, disposicion, colocacion y demás circunstancias generales de los departamentos y secciones del edificio y de las piezas que las componen, sino que he descendido á explicar las particularidades de su construccion, como pavimentos, paredes, puertas, ventanas, techos, desvanes, sobradillos, tejados y azoteas, á cuyos pormenores pudiera parecer que no se extiende la jurisdiccion científica del médico alienista. Lejos de ser así, algunas de estas que acaso se llamarian pequeneces, suscitan cuestiones de importancia para el tratamiento frenopático, dan excelencia á una casa de orates, y hasta en cierto modo la caracterizan.

    Por lo dicho se viene á comprender que mi Proyecto, aunque particularizado al Manicomio de Santa Cruz, sienta las reglas necesarias, forma un cuerpo de doctrina general para la construccion de establecimientos de este género en España. Aun concurre en él la circunstancia notable de que entre los sistemas francés, anglo-americano y aleman, que son los grandes grupos en que se clasifican los hospitales de locos, al tenor de su forma y disposicion arquitectónicas, determinadas por las ideas médicas que á su construccion han presidido, he adoptado para el Manicomio de Santa Cruz cuanto me ha parecido ventajoso, y desechado lo inconveniente, sin ajustarlo á los principios de ninguno de ellos en particular, antes acomodándolo todo á las circunstancias especiales de nuestra patria; con lo que he establecido un sistema español, que tiene puntos de semejanza con los demás, pero se diferencia de ellos en varios conceptos.

    Como el ojo del padre no alcanza á ver sino las gracias del hijo, así el del autor descubre siempre excelentes cualidades en su obra, y ciega delante de sus defectos. Los tendrá, no lo dudo, el trabajo que hoy ofrezco á V. S. en cumplimiento de mi compromiso; pero confio que mi buen deseo, mis afanes y la novedad de la materia disculparán en algun modo mis errores. Grande y superior á mis fuerzas era el empeño, M. I. S.; pero me ha alentado constantemente el ejemplo de V. S., el provecho de los infelices orates, la honra y fama de nuestra querida patria, que por desgracia se ha quedado rezagada en la reforma radical que años hace ha recibido este importantisimo ramo de la beneficencia pública.

    Al contemplar la grandiosidad de mi proyecto, asome tal vez una sonrisa de indiferencia ó compasion á los labios de alguno de los muchos hombres que no conciben nada grande, ó se gozan en vaticinar con tono profetice la imposibilidad de toda empresa vasta y de mucha consecuencia. Achaque suele ser de ellas el tener que luchar en sus principios con esta extraña contrariedad; empero nada las detiene cuando reciben el impulso de una voluntad firme y decidida que se sobrepone á los obstáculos y preocupaciones. Yo mismo añadiré, repitiendo lo que decia Esquirol en una ocasion análoga, que no acierto á prever si los resultados de los estudios y reflexiones que contiene esta obra, lograrán el objeto que me he propuesto, ó si quizás habré escrito para mí solo; pero aunque yo no pueda ser útil, á pesar de mis deseos, aunque mi obra sea calificada de bello ensueño, ensueño es que, por lo menos, ha llenado de esperanza mi corazon.
    ¿Se duda, por ventura, de que en España, donde tanto impulso reciben en nuestros tiempos las mas grandiosas y difíciles empresas industriales y mercantiles, el embellecimiento de las poblaciones, la comodidad de los ciudadanos, y hasta todo lo que tiene por objeto único el honesto pasatiempo y recreo; se duda, repito, de que cuanto antes se dará satisfaccion cumplida al ardiente afecto de candad del país, que lamenta el descuido en que se tiene generalmente la beneficencia pública de los orates? La ley recien promulgada que consigna un crédito al gobierno para obras públicas, promete implícitamente que sin tardanza se abrirán asilos edificados segun los adelantos modernos, á los enfermos mas desvalidos y dignos de lástima; que sin tardanza dejarán de tener aplicacion á nuestra patria aquellas sentidas palabras que en 1833 dirigía D. Javier de Burgos, ministro de Fomento, á los agentes superiores de las provincias: contados son los hospitales en que se abriga á los dementes, y la humanidad se estremece al considerar el modo con que por lo general se desempeña esta alta obligacion; jaulas inmundas y tratamientos crueles aumentan por lo comun la perturbacion mental de hombres que, con un poco de esmero, podrían ser vueltos al goce de su razon y al seno de sus familias. Luego el proyecto que tengo hoy la honra de ofrecer á V. S., está destinado á prestar algun servicio para el dia no lejano en que, con gran contentamiento de las personas piadosas, resuelva el gobierno poner mano en la construccion de manicomios dignos de esta nacion magnánima, de la época y de la humanidad.

    Entre tanto cabe á V. S. la gloria de la iniciativa de esta grandiosa reforma, y á mí la satisfaccion de haber añadido una página radiante de caridad á los anales de nuestra patria, que no siempre ha de ser la historia un libro escrito con sangre, el martirologio de la humanidad.

    Barcelona 8 de julio de 1859.

    Emilio Pi y Molist.

  • «Pitarra» gana un segundo premio en la sección «englatina de oro» de los Juegos Florales con «Lo fossar de las moreras», ¿fuente del mito?

    En el salón de la Casa-Lonja, preciosamente adornado, se celebraron ayer con la acostumbrada solemnidad los Juegos Florales. Antes de abrirse las puertas de aquel salón, gran número de personas se hallaban ya reunidas en la calle del Consulado. El bello sexo fue obsequiado con ramos de flores.

    Presidió este acto el señor Gobernador, quien dirigió frases de elogio á los modernos trovadores. Seguidamente el señor Duran y Bas, presidente del Consistorio, pronunció un discurso que por cierto no estuvo adecuado al acto que se celebraba.

    El señor Franquesa y Gomis, secretario del Jurado, leyó una bien escrita memoria.

    Abierto el pliego que contenía el nombre del autor premiado con la flor natural, resultó ser don Francisco de A. Matheu y Fornells, quien, acompañado de dos señores mantenedores, pasó á ofrecerla, entre nutridos aplausos, á la señora doña Irene [aka Irena] de Sanromá.

    Esta señora, pues, fue proclamada Reina de la Fiesta y pasó á ocupar el sillón á ella destinado. Vestía un rico traje de terciopelo negro y adornaba graciosamente su cabeza, airosa mantilla blanca prendida con flores naturales.

    La poesía premiada del señor Matheu, se titula «Primavera» y fué leida con buena entonación por don José Blanch y Piera. «Primavera» se distingue por su buena versificación y por las delicadas imágenes que contiene.

    Los accésits á este premio se adjudicaron de la manera siguiente: Primero: á la poesía «Idili» de don Ramón E. Bassegoda. Segundo: «L’ aviona» de don Joaquín Riera y Bertrán. Además se concedieron menciones honoríficas á las poesías «La cansó de la cadena», «Marinas», «Locap del dol» y «Cop de mar.»

    El premio de la «englatina de oro» lo obtuvo don Ramón Picó y Campamarcon su enérgico y precioso romance «Depressa» que leyó el citado señor Blanch. Accésits á dicho premio: 1.° «Lo fossar de las moreras», de Federico Soler y Hubert. 2.° «Gelosía», cuyo autor se ignora. Se mencionaron «L’ auba de la patria» y «Lo vent mastral.»

    Premio de la «Viola de oro.» Fue adjudicado á «Los dos Cresos», bonita y original poesía que recuerda los idilios griegos y cuyo autor resultó ser don Apeles Mestres. Don José Roca y Roca leyó magistralmente la citada composición. Accésits: Primero «La má del albat» de don Pablo Bertrán y Brós; y segundo «Las balladoras», de don Fernando Agulló.

    Los premios extraordinarios se adjudicaron como sigue: «Brot de llorer de plata»; «La Verge de Bethania», poesía de excelente versificación, original de don Ramón E. Bassegoda, leida por el señor Cabot. Accésit: «Currandas rosellesas» de M. Pierre Coustrait. «Estuche regalado por don Pedro Mártir Sancristofol.» «Lo serraller», cuadro en prosa de don Emilio Vilanova. «Joya artística» ofrecida por la Revista Literaria. «L’ escanya pobres», novela de don Narciso Oller y Moragas. Mención honorífica: «La reyneta del Cadí».«Objeto de arte»: «La Caponada», de don Jaime Collell, presbítero. Leyóla el mismo autor con la buena entonación que le es propia.

    Terminó la poética fiesta con un magnífico discurso de gracias, escrito por el distinguido mantenedor M. Justin Pepratx.

  • Llega una «tribu» africana desde Marsella

    Aunque el sol achicharraba de lo lindo, fue numeroso el público que acudió á presenciar, á las once y media …, al desembarque de los negros aschantis, que procedentes de Marsella ha conducido el vapor «Nuevo Extremadura».

    Una barcaza remolcada por varias lanchas, en la que ondeaba la bandera de la colonia inglesa de Costa de Oro, llevó á tierra á los negros, quienes ocuparon de cuatro en cuatro los carruajes descubiertos preparados al afecto.

    En el último coche iban la esposa del director propietario y el jefe de la tribo, luciendo la primera un sinnúmero de joyas. Un lujoso parasol encarnado con flecos de oro, sostenido por un negro tentado en la tratera dei coche, cubría á los viajeros.

    En el carruaje que precedía al descrito iban los maceros con los símbolos reales, consistentes en un bastón cuyo puño figuraba una mano de marfil, dos alfanjes y una especia de capillo curvo hecho con pelo de caballo.

    Son gente de alta estatura, hercúleas formas y rizados cabellos, siendo sencilla su indumentaria, que consiste en un delantillo y una túnica de colores verde ó azul, con la que envuelven la mitad del cuerpo, arrollándole debajo del brazo contrario. Algunos usan sandalias.

    Abundan los niños y las mujeres.

    La aparatosa comitiva recorrió parta da la ciudad, para dirigirse al local de la Ronda de la Universidad, donde están instalados, llamando la atención da los transeuntes, por el aspecto pintoresco que ofrecía la cabalgata.

    La inauguración de los villórios negros tendrá lugar hoy, á las cuatro de la tarde, en el local indicado.

  • Exposición del «pueblo negro» en la Ronda de la Universidad

    Los Aschantis
    Pueblo negro, 150 indivíduos.–Abierto de día y de noche.–Ronda de la Universidad, 35.–Entrada 1 peseta, los jueves día de moda, entrada 2 pesetas.