Muy pocas son las costumbres populares en las que no se encuenra una reminiscencia por lo menos del suceso que les dió orígen, ó que con poca ó mucha precision no representen ese suceso mismo; pero semejante principio es una solemne mentira en el dia de Inocentes. Celébrase hoy el aniversario del horrendo sacrificio que de niños recien nacios en Belen en su territorio hizo el rey de Jerusalen Herodes, con la esperanza de que entre ellos hallaría á Jesus, que era la víctima que buscaba. Esto pues nos representa por una parte un acto de crueldad único en su clase, y por otra nos trae á la memoria la primera persecucion que de parte de un hombre sufrió el que venia á redimirnos á todos. Lo primero deberia dispertar afectos de ternura, y lo segundo piadosas meditaciones, pues viene á ser un anuncio de las persecuciones que aguardaban al que sin mas impulso que el amor, descendió á la tierra para regenerar á la especie humana, que á puro de ingratitudes y pecados habia caido en la desgracia de su criador.
Sin embargo de que todo esto es verdad, el aniversario de ese gran dia se celebra de una manera tan anómala, que á nosotros mismos nos pasmaria si no lo viéramos desde que venimos al mundo. Nadie se acuerda de ese horroroso sacrificio ni de esa persecucion infame, y con el título de inocentadas se hacen mil cosas estrañas que ni las ejecutan inocentes, ni se hacen para inocentes, ni van dedicadas á inocentes. Los muchachos callejeros que antes que los demás pierden la inocencia, cuelgan trapos, hojas de col ó lo que á mano les viene en los vestidos de las mugeres y en las capas de pocos hombres, y luego gritan como unos locos, la llufa, la llufa (que asi se llaman en catalan esas mazas), hasta que la persona que la lleva puesta lo advierte ó se lo advierten, y se le quita. Y todo el dia se oye por la calle esa grita repetida en inarmónico coro por la traviesa muchachería.
En la catedral desde el principio de la misa mayor hasta el Kirie abre y cierra la boca la cabeza del turco que está debajo del órgano, y los niños y los que lo fueron la abren tambien, y no la cierran de puro embobados.
Los aprendices algo romos y las criadas recien venidas á Barcelona (porque las antiguas ya no se dejan engañar) van á llever recados falsos, y advierten el engaño cuando han hecho la caminata. Sobre todo suele enviárselas á buscar los moldes de hacer barquillos, cuya golosina es un cebo para que no reparen en el engaño. Los amigos suelen pedirse algunos reales con achaque de haberse olvidado el bolsillo, y luego se gasta ese dinero en dulces, que se comen á la salud del tonto ó del olvidadizo, que nó del inocente.
Pero las inocentadas magnas y que son de rúbrica se reservan para los teatros, esto es para que las hagan los actores y las aplaudan los espectadores. Allí se hacen mil diabluras, aunque hay cosas de cajon como son vestirse los hombres de mugeres y al contrario, tocar la orquesta en distinto tono del en que canta el tenor, tiple ó bajo, ó pasar exabrupto desde el acompañamiento del que canta, á la jota, fandango ó bolero. Los actores suelen bailar y cantar, y pocos son los años en que no sale á relucir el trípili. No pocas veces los artistas de las compañías líricas cantan alguna cancion en castellano ó catalan, y por cierto que es una de las inocentadas mas ardientemente aplaudidas. La funcion en su totalidad suele ser una olla podrida: unos espectadores aplauden, otros se mantienten indiferentes, algunos se fastidian, y todos acaban la sabida frase: en dia de inocentes todo se permite; con lo cual termina la fiesta. ¿Qué tiene que ver todo esto con la degollacion de los inocentes? Venga Dios y lo diga.