Etiqueta: Atarazanas Reales de Barcelona

https://lh3.googleusercontent.com/-fp4jLYRd1wY/UP62NI8YT7I/AAAAAAABSlw/mEeUpyeV1lI/s560/puerto1928.jpg //// Las atarazanas en 1928, con el puerto, la Barceloneta con su plaza de toros, Santa María del Mar, etc. //// Gaspar / La Esfera ////

  • La Jamancia: vuelve el obispo, mucha actividad

    Hoy parece un dia de feria: tanta es la concurrencia y animacion que por todas partes se nota.

    El cuerpo de artilleria sigue trasladando á la Ciudadela las piezas de artilleria y cureñas que habia en la ciudad y sus fuertes, como asi mismo muchímas carretadas de fusiles de los que presentan los ex-milicianos en Atarazanas.

    A las cuatro de esta tarde ha entrado en Barcelona el Exmo. é Ilmo. Sr. Obispo de esta diócesis con su acompañamiento, procedente de Víllafranca, donde ha permanecido todo el tiempo de la revolucion, le cogió ya fuera de esta ciudad mientras estaba haciendo la visita.

    Los Alcaldes constitucionales han publicado con esta fecha el siguiente bando (1 [not OCRed]).

  • La Jamancia: devolución bienes, liberación rebeldes

    (Domingo).

    Continuan los retenes en los mismos puntos que dejamos apuntados en otro lugar.

    Hoy á la 3 de la tarde han salido de Atarazanas cuatro carros cargados con las prensas, cajas y letra que embargaron los centralistas el dia 4 de setiembre de la redaccion del Imparcial, todo lo cual ha sido devuelto á sus dueños.

    Hoy al medio dia el Capitan general ha ido en persona á la Ciudadela y puesto en libertad á los nacionales que fueron presos en la noche del 21 en la plaza del Rey, exortándoles individualmente y al despedirles que en adelante solo cuidasen de su trabajo y no se metiesen en bromas.

    Tambien hoy ha vuelto á abrirse el teatro de santa Cruz despues dé haber estado cerrado mas de dos meses y medio. El Liceo está dando funciones hace ya dos dias.

    Hoy ha visto la luz pública el primer número del periódico el Artesano, cuyo prospecto se publicó á fines de Agosto último.

  • La Jamancia: prohibición de símbolos de la Junta, vuelta de refugiados

    (Lúnes).

    Con esta fecha ha publicado el Exmo. Sr. Capitan general un bando (1 [not OCRed]) prohibiendo el uso de todo uniforme, insignia ó condecoracion concedida por la Junta Suprema.

    En la órden de plaza de este dia, entre otras disposiciones se da á reconocer por gobernador de Atarazanas al coronel D. Fancisco Palmes.

    Por lo demas continua la entrada de espatriados. Los retenes de infantería y caballeria siguen ocupando los mismos puntos.

  • Resultados de las primeras pruebas militares de la nueva pólvora blanca de Josep Roura i Estrada; por qué no se usó

    En un periódico científico de [Barcelona] y en su número correspondiente al mes de julio de 1848 se lee lo siguiente: «Polvora-Roura. – Esta pólvora se presenta en granos como la pólvora comun susceptible de adquirir todas las graneaciones, de color blanco algo amarillento, muy combustible, poco higométrica, y dotada de una fuerza superior á la mejor inglesa, apenas deja residuo y este no ataca tanto á las armas como el que deja la comun; el residuo no es nada higrométrico y los productos de la descomposicion no ejercen mayor detrimento en las armas que los productos de la negra: los experimentos siguientes dan una idea de las mayores ventajas que presenta la nuevamente descubierta, sobre la comun.
    Número 1. Fulminante; propia para pistones. Su preparacion es mas económica, fácil y menos peligrosa que la de Howard, advirtiendo ademas que sus componentes nada tienen de comun con los que entran en la de este.
    Número 2. Propia para chispa, piston y toda otra clase de fuego y en la cual no figura ninguna de las materias que constituyen la comun.
    Número 3. Adaptable á pison, mecha, lanza-fuego y fulmi-algodon.
    Estopines. De una composicion singular, pues en nada se parece á la de los dichos de cebo y de comunicacion que usa la artillería, tanto de campaña como de plaza.
    Lanza fuegos. Hechos con pólvora número 3, sin adicion de ninguna otra materia. Arden en el agua, como los que se usan en las piezas de campaña y en las de plaza cuando llueve. Los resultados de su combustion no despiden ningun mal olor.

    [Pruebas de penetración]
    Balas arrojadas en 4 de enero de 1848 en Atarazanas sobre resmas de papel.

    Pólvora-Roura num. 3. Pólvora comun.
    Tiro Adarmes Cuadernillos atravesados Adarmes Cuadernillos atravesados
    1 4 87 4 21
    2 2 1/2 64 4 1/2 25
    3 2 62 5 36

    Los ensayos que se hicieron con el graduador dieron iguales ventajosos resultados.

    [Pruebas de alcance]
    Balas arrojadas el dia 10 de enero de 1848 en el campo y sitio llamado de la Bota con morterete y cañon de á ocho.

    Morterete

    Pólvora-Roura num. 3. Pólvora comun.
    Tiro Carga (onzas) Alcance (varas) Carga (onzas) Alcance (varas)
    1 3 360 [no puede ser] 3 224
    2 2 1/2 248 3 229
    3 2 217 3 218
    4 2 222 3 218

    Cañon de á ocho
    [los 2 pies se refieren al ángulo de elevación, y supongo que en la última regla deberían ser 4]

    Pólvora-Roura. Pólvora comun.
    Tiro Carga (libras) Alcance (varas) Carga (libras) Alcance (varas)
    1 1 530 2 255
    2 1 780 2 pies 1 1/2 725 2 pies
    3 1 1052 2 pies 1 1/2 881 2 pies
  • Galdós: recuerdos de la Barcelona revolucionaria del 68; la Rambla, la Muralla del Mar y el Jardín del General; el guerracivilismo de los españoles; su primera novela

    Al salir de Barcelona [en 1903] el maestro Galdós ha enviado á EL LIBERAL en Barcelona una notable impresión, cuyo especialísimo tono local no le resta mérito alguno fuera de la ciudad condal.

    Sobriamente evoca Galdós los sucesos de Septiembre del 68, y la antigua ciudad.

    Es éste un documento muy interesante, además, por lo que cuenta de Los Episodios nacionales.

    Dice así:

    Sr. Director de EL LIBERAL.

    Me pregunta usted si es antiguo mi conocimiento de Barcelona, y cuántas veces he visitado á esta ciudad. Más fácilmente que puntualizar las visitas, puede mi memoria dar á usted noticia de la primera tan remota, que ahora me parece, como quien dice, perdida en la noche de los tiempos. Ello fué en días inolvidables, de los que marcados quedaron en la Historia patria como días de buena sombra, resultando también de feliz agüero en la vida individual, particularmente en la mía. En Barcelona pasé las dos últimas semanas de Septiembre de 1868, y el memorable día 29, fechas, como usted sabe muy bien, de las más famosas del siglo nuestro, que es el pasado, todo él bien aprovechado de crueles guerras, mudanzas y trapisondas.

    Ya ve usted si son de largo tiempo mis amistades con la capital de Cataluña. El prodigioso crecimiento de esta matrona, nadie tiene que contármelo, porque lo he visto y apreciado por mí mismo, un lustro tras otro. En Septiembre del 68, rota ya la cintura de murallas que oprimían el cuerpo de la histórica ciudad, empezaba ésta, por una parte y otra, á estirar sus miembros robustos nutridos por sangre potente. La he visto crecer, pasando de las moderadas anchuras á las formas de gigante que no cabe hoy en las medidas de ayer, ni ve nunca saciadas sus ansias de mayor vitalidad y corpulencia.

    A mediados de Septiembre vine de Francia con mi familia, pasando el Pirineo en coche, pues aun no había ni asomos de ferrocarril entre Perpiñán y Gerona. Recuerdo que por falta de puente en no sé qué río, la diligencia se metía en las turbias aguas, atravesándosas de una orilla á otra sin peligro alguno, al menos en aquella ocasión. De Figueras, conservo tan sólo una idea vaga. En cambio, Gerona, donde pasé un día con su noche, permaneció en mi mente con impresiones indelebles… [Gerona y los Episodios Nacionales]

    Barcelona fúe para mí un grato descubrimiento y un motivo de admiración, aun viniendo de París y Marsella. Me sorprendían y cautivaban la alegría de este pueblo, la confianza en sí mismo, y el ardor de las ideas liberales que entonces flameaban en todas las cabezas, aquel ingénuo sentimiento revolucionario, ensueños de vida progresiva y culta, tras de la cual corrían con igual afán los que conocían el camino y los que ignoraban por dónde debíamos ir para llegar salvos. En aquellos hermosos días de esperanza y fe, tenía la Libertad millones de enamorados, y lo que llamábamos Reacción había caído en el mayor descrédito. El sentimiento público era tan vivo, que las cosas amenazadas de muerte se caían solas, sin que fuera menester derribarlas.

    La principal hermosura de Barcelona era entonces su Rambla, rotulada con diferentes nombres, desde Santa Mónica hasta Canaletas. Viéndola hoy [1903], paréceme que nada ha cambiado en ella, y que su animación bulliciosa de hace treinta años era la misma que actualmente le da el contínuo trajín de coches y tranvías. La Rambla es de esas cosas que, admitiendo las modificaciones que trae el tiempo, no envejecen nunca, y conservan eternamente su frescura risueña y la sonrisa hospitalaria.

    El paseo más grato era entonces la Muralla de Mar, á la que se subía por la rampa de Atarazanas, y se extendía por lo que es hoy paseo de Colón. El paseante iba por el alto espacio en que se mecen hoy las cimas de las palmeras, y por un lado dominaba el puerto, en el cual hacían bosque los mástiles de los buques de vela, por otro podía curiosear el interior de los primeros pisos. Ya se hablaba de demoler la muralla, y los viejos se lamentaban de la destrucción de aquel lindo paseo, como de la probable pérdida de un sér querido; tan arraigada estaba en las costumbres la vuelta diaria por el alto andén en las tardes placenteras de verano. Los jóvenes la vierno desaparecer, y ya no se acuerdan de lo que fué uno de los mayores encantos de la vieja Barcelona.

    El ensanche estaba ya bosquejado, y en el Paseo de Gracia iban tomando puesto las magníficas construcciones, que eran albergue y vanagloria de los ricos de entonces. Aun faltaba mucho para que se pudiera admirar la parada de casas con que el citado Paseo, la Rambla de Cataluña, la Granvía y otras nos deslumbran y fascinan, pasándonos por los ojos la vida fastuosa y un tanto dormilona de los millionarios de hoy. De jardines públicos no recuerdo más que el llamado del General, más allá de la Lonja, hacia el Borne. Era tan chico y miserable que si hoy existiera lo miraría con burla y menosprecio la más menguada plazuela de la moderna ciudad. Más allá se extendía la trágica Ciudadela, odiada del pueblo, que anhelaba destruirla, y casi casi anticipaba la demolición con sus maldiciones y anatemas.

    Me parece que estoy viendo al conde de Cheste, en aquellos días de Septiembre, recorriendo la Rambla, seguido de los mozos de escuadra. Su arrogante estatura se destacaba entre el gentío, que le veía pasar con respeto y temor. Del último bando que publicó, conservo en mi memoria retazos de frases que denunciaban su carácter inflexible, su adhesión á la causa que defendía, así como sus gustos literarios, propendiendo siempre á cierto lirismo militar, muy propio de los caudillos de la primera guerra civil. No recuerdo bien si fué el 30 ó el 31 cuando empezaron á correr las primeras noticias de la acción de Alcolea. Fueron rumores, que más parecían ilusiones del deseo. Primero, secreteaba la gente en los corrillos de la Rambla; después, personas de clases distintas soltaban el notición en alta voz; y los crédulos y los incrédulos acababan por abrazarse… Lo que pasó luego en la ciudad no lo supe, porque mi familia tuvo miedo, creyendo que se venía el mundo abajo, y como habíamos de salir para Canarias, se resolvió abandonar la fonda de las Cuatro Naciones, y buscar seguro asilo á bordo del vapor América, que había de salir en una fecha próxima. Aquella noche, tertuliando sobre cubierta mi familia y otras que también huían medrosas, vimos resplandor de incendios en diferentes puntos de la población. El pueblo, inocente y siempre bonachón, no se permitía más desahogos revolucionarios, después de tanto hablar, que pegar fuego á las casillas del fielato.

    Viajeros pesimistas, que iban con nosotros, auguraban asolamientos y terribles represalias que ponían los pelos de punta; pero nada de esto pasó, al menos por entonces. El pueblo, aquí como en el resto de España, rarísima vez ha sido vengativo en las conmociones puramentes políticas. Se ha contentado con un cambio infantil de los nombres y símbolos de las cosas, así como los primates apenas han sabido otra cosas que erigir nuevas columnas en la Gaceta, llenas de ineficaz palabrería.

    Tengo muy presente al segundo de á bordo, catalán de acento muy cerrado, sujeto entrado en años, locuaz, ameno y de feliz memoria. Monstrándome el edificio de la Capitanía general, que tras la Muralla del mar desde el vapor se veía, me contó con prolijas referencias de testigo presencial la horrible muerte de Bassa, como lo arrojaron por el balcón, como lo apuñalearon, y echándole una cuerda al cuello, arrastraron por las calles su acribillado cuerpo. Poco sabía yo de estas cosas. De la dramática historia del siglo sólo conocía las líneas generales, y eran vagamente sintéticas mis ideas sobre las sanguinarias peleas por los derechos de dos ramas dinásticas, sin que en tan estúpìda y fiera lucha haya podido ninguno de los dos bandos demostrar que su rama valía más que la otra.

    Naturalmente, no pensaba yo así en aquel tiempo, pues mis conocimientos de la historia patria eran cortos y superficiales, y del libro de la experiencia había pasado muy pocas hojas. Los frutos de la verdad son tardíos. Vienen á madurar cuando maduramos; pero en nuestro afán de vivir á prisa, comemos verde el fruto, y de aquí que no nos haga todo el provecho que debemos esperar… Como digo, yo sabía de estas cosas menos de lo que hoy sé, que no es mucho, y mis inclinaciones hacía la novela eran todavía indecisas por estar la voluntad partida en tentativas y ensayos diferentes. La Fontana de oro, primer paso mío por el áspero sendero, no estaba aún concluída. Ín diebustillis [In diebus illis: en días aquellos], cuando por primera vez estuve en Barcelona, llevaba conmigo dos tercios próximamente de aquella obra, empezada en Madrid en la primera del 68, continuada después en Bagneres de Bigorre, luego pasada por Barcelona y las aguas del Mediterráneo para que se refrescara bien, y concluída por fin en Madrid andando los meses.

    El vapor América salió para Canarias, y á mí me dejó en Alicante.

    **********

    Dispénseme usted, señor director… Las horas vuelan, y está cerca ya la de mi partida de Barcelona.

    Quédese la continuación para el año próximo.

    B. Pérez Galdós.

    Barcelona 8 de Agosto de 1903.

  • Declarada la República (y el Estado Catalán), Maciá («soy presidente»), Companys («soy alcalde»), Iglesias, la CNT y otros intentan aprovechar el vacío de poder

    El funcionamiento de la república catalana
    La nota del señor Maciá proclamando el Estado Catalán
    BARCELONA 15.-Hecho la proclamación del Estado Catalán por el señor Maciá y cuando éste se encontraba en el Palacio de la Diputación, se le presentaron un oficial de Infantería y otro de Artillería, ofreciéndosele, según dijeron, en nombre de la guarnición de Barcelona.

    Después el señor Maciá, hablando con los periodistas, manifestóles que había telegrafiado al señor Alcalá Zamora para comunicarle que había proclamado la República Catalana, constituyéndose en su presidente. El señor Alcalá Zamora le ha contestado monstrándose conforme y dándole cuenta de la marcha de los sucesos políticos en Madrid.

    El señor Maciá facilitó más tarde la siguiente nota:

    «En nombre del pueblo de Cataluña proclamo el Estado Catalán bajo el régimen de la República Catalana, que libremente y con toda cordialidad anuncia y pide a los otros pueblos hermanos de España su colaboración en la creación de una Confederación de pueblos ibéricos, ofreciéndoles por los medios que sean librarles de la Monarquía borbónica. En este momento hacemos llegar nuestra voz a todos los Estados libres del mundo en nombre de la libertad, de la justicia y de la paz de los pueblos. – El presidente de la República Catalana, Francisco Maciá.»

    A la vez ha dirigido a todos los alcaldes de Cataluña el siguiente telegrama:

    «En el momento de proclamar el Estado Catalán bajo el régimen de República Catalana, os saludo con toda el alma y os pido que prometáis la colaboración para sostenerla, comenzando por proclamarla en vuestras ciudades y preparandoos para defenderla cuando os lo pida. Por la libertad de Cataluña, por la hermandad con los otros pueblos de España, por la paz internacional, sabed haceros dignos. – El presidente de la República Catalana.

    Los delegados del señor Maciá se incautan de las comunicaciones

    Por acuerdo del presidente de la República Catalana, varios delegados se incautaron de las oficinas de Telégrafos, de la Administración central de Correos y de la Central de Teléfonos.

    De Telégrafos se hizo cargo el que era oficial de dicho Centro y ha estado varias veces detenido por relación con los elementos revolucionarios, señor Escrich. De la Central de Correos se posesionó don Artemio Aiguadé, hermano del doctor del mismo apellido, y en la Central de Teléfonos se instaló el señor Miralles Pi, periodista, que ejercerá allí la censura para evitar que en las informaciones que se transmitan se den noticias tendenciosas, y sobre todo alarmistas, de sucesos.

    Numerosas manifestaciones

    Entre tanto, a medida que avanzaba la tarde las calles estaban llenas de público, recorriendolas en numerosas manifestaciones, algunas de las cuales iban con bandas de música, otras, llevando bustos de la República, y en general, los manifestantes con banderas de la República y banderas catalanas, dando vivas, cantando la Marsellesa y otros himnos del mismo carácter.

    En la plaza de Cataluña, un joven que pasaba en automóvil ha hecho unos disparos al aire, como protesta contra la actitud de algunos grupos de manifestantes. Estos le han rodeado, apaleándole, y la fuerza pública le ha protegido, llevándolo detenido.

    El gobernador recibe la orden de resignar el mando

    Al atardecer, el exconcejal y exdiputado radical don Emiliano Iglesias, con un grupo de elementos republicanos, se trasladaron al Gobierno civil para pedir al señor Márquez Caballero que le hiciera entrega de los poderes. El gobernador se negó en absoluto.

    El señor Iglesias se presentó nuevamente en el Gobierno civil, y como el señor Márquez Caballero, después de discutir con él, se retirase a sus habitaciones, se hizo presentar a los funcionarios que en el Gobierno se hallaban, incluso el jefe de la Guardia de Seguridad, todos los cuales le ofrecieron servir a la República con absoluta lealtad. El señor Iglesias dijo que se congratulaba de estas manifestaciones y que quería hacérselas saber al público.

    Efectivamente, salió al balcón con dicho oficial; pero los grupos, formados por varios millares de personas, prorrumpieron en gritos y denuestos tratando, al parecer, de penetrar en el edificio. Finalmente, y después de una serie de pequeños incidentes, los guardias se quitaron los escudos de los cascos y el oficial también hizo lo propio, con lo cual se calmaron los ánimos de los manifestantes.

    Casi al mismo tiempo que esto ocurría, el señor Márquez Caballero, puesto al habla con Madrid por teléfono, recibió orden del señor Maura para que resignase el mando en el presidente de la Audiencia.

    Don Emiliano Iglesias se niega a obedecer las órdenes de Madrid

    El presidente de la Audiencia se personó en el Gobierno civil para hacerse cargo del mando, conforme a lo comunicado por el nuevo ministro de la Gobernación, pero el señor Iglesias se negó a entregarla y, dirigiéndose luego a los periodistas y personas allí reunidos, dijo que actuaba en nombre del Comité Ejecutivo de Acción Ciudadana del partido radical en vista de que los elementos republicanos de Maciá se han hecho cargo de la Diputación y el Ayuntamiento. Hizo también un gran elogio al sentido de la disciplina del general Despujol, al que había visitado, y el cual le dijo que entregará el mando a quien le ordene el ministro del Ejército del Gobierno constituido, pero no a ninguna otra persona.

    Añadió que había saludado a los oficiales del Ejército que se encontraban en el antedespacho del capitán general, diciéndoles que había que pensar en España sobre todo, y que con esto ya quería significar bastante. Por último, ha dicho que facilitaría más tarde una alocución al pueblo de Barcelona.

    Se intenta asaltar y quemar el Archivo Antropométrico

    … A las diez de la noche un numeroso grupo se presentó frente a la delegación de Policía de Atarazanas, en donde está el archivo de ficheros antropométricos, con el intento, al parecer, de asaltar aquélla y destruir el archivo.

    Ante la actitud de los manifestantes, los guardias de Seguridad hicieron varios disparos, resultando muerto un soldado, que pasaba, al parecer casualmente, por aquel lugar, del batallón de Cazadores de Estella, y que no ha sido identificado, y varios heridos.

    En Capitanía fueron asistidos de heridas de arma de fuego Andrés Castillo y José Roquet, ambos guardias civiles. No se tienen más detalles.

    A medianoche se promovió un tiroteo – sin que se puedan saber las causas – en la calle de Anselmo Clavé, resultando muerto el vigilante nocturno Buenaventura Alsina, de cincuenta y cuatro años, y gravemente herido el guardia de Seguridad número 555, que ha ingresado en el Clínico.

    En el centro de Barcelona, a primera hora de la madrugada, continuaba extraordinaria animación, funcionando normalmente todos los teatros y establecimientos públicos.

    Nota de los Sindicatos Unicos

    Los Sindicatos Unicos han remitido la siguiente nota a los periódicos: «Ha sido proclamada la República en España. El nefasto Borbón que nos tenía la argolla al cuello, ha tenido que dejar el Poder. El Ayuntamiento, la Diputación, Correos y Telégrafos, están en manos del pueblo. Para sancionar estos hechos, el pueblo debe manifestarse en la calle. No nos entusiasma una República burguesa, pero no consentiremos una nueva Dictadura. Contra una posible reacción de los elementos armados, el pueblo debe estar en pie. Si la República ha de consolidarse indudablemente contando con la organización obrera. Como condición previa exigimos la inmediata libertad de todos nuestros presos. Después de este primordial, impondremos otras condiciones. La Confederación Regional del Trabajo de Cataluña declara la huelga general y está a la expectativa de los acontecimientos. Por la libertad de los presos, por la revolución, ¡viva la Confederación Nacional del Trabajo de España! Por la Organización obrera Comité Regional de Cataluña, Federación Local de Sindicatos de Barcelona.»

    Asalto a las cárceles

    A las cinco de la tarde, el director de la Cárcel Celular tuvo noticia de que llegaba una manifestación a exigir la libertad de los presos políticos. Por teléfono pidió al gobernador diciendo que estaba en gran compromiso por no haber presos políticos. El gobernador dijo que mandaba fuerza y que procurase contener a la manifestación. No fiándose de ello, el director comunicó con el capitán general, quien le contestó que iba a proclamar el estado de guerra y que mientras llegaba la manifestación la contuviese, que él mandaría un destacamento de la Guardia civil. Mientras tanto, llegó la manifestación, prendieron fuego a la puerta de la Cárcel, la derribaron con picos y mazas y dejaron en libertad a los 600 presos, casi todos ellos por delitos comunes. Han quedado solamente dos presos ciegos y tres locos.

    En la cárcel de mujeres ha ocurrido lo mismo. Fueron libertadas todas las presas y rotos los archivos y tiraron la fichas antropométricas.

    Asalto a Correos

    A primeras horas de la madrugada varios individuos se presentaron en el edificio de Correos e intentaron desarmar a unos guardias, lo que consiguieron. Cuando estaban en la parte superior donde había otros guardias con carabinas les encañaron las pistolas los desconocidos disparándoles varios tiros. Una de las balas tropezó con un mauser y otra rozó la rente de un guardia. Los guardias se defendieron disparando sus carabinas y matando a dos de los asaltantes que sujetaban con las manos sus pistolas. Los otros asaltantes se dieron a la fuga.

    Los estudiantes aceptan la República Catalana

    El presidente de la F. U. E., señor Sbert, que desde los primeros momentos estuvo ayer al lado de los republicanos, y que asistió a todos los actos que tuvieron lugar desde la proclamación de la República en Barcelona, manifestó a los periodistas que acababa de hablar con el presidente de la República Catalana, señor Maciá, poniéndose incondicionalmente a su disposición para la defensa del régimen naciente. Expuso que la F. U. E. tiene ya reconocida la fórmula federal del Estado en sus estatutos, y por tanto, no es, para ella ninguna violencia acatar la modalidad de la República federal, sino por el contrario, encaja perfectamente en su ideario.

    En cuanto a la actitud de los estudiantes, dijo que éstos volverán inmediatamente a la Universidad, por cuanto ha terminado su pleito de incompatibilidad con el régimen.

    El ministro del Gobierno provisional de Cataluña señor Carrasco, a Madrid. – Nicolau y Maciá conferencian

    A primera hora [del día 15] salió para Madrid en avión el ministro del Gobierno provisional de Cataluña, señor Carrasco, encargado de una misión especial cerca del Gobierno central.

    Al mediodía llegó al aeródromo del Prat del Llobregat el ministro de Economía del Gobierno central, Nicolau d’Olwer, el cual celebró una conferencia telefónica con el presidente, señor Maciá, y acto seguido reanudó su viaje aéreo hacia Madrid.

    El autor de la muerte de don Eduardo Dato en libertad

    Se ha ordenado que sean puestos en libertad quince presos políticos y sociales que estaban en Figueras. Entre ellos figura Pedro Matéu, condenado a cadena perpetua por la muerte de don Eduardo Dato.

    El presidente del Gobierno provisional de Cataluña aplaudido por la multitud

    … A las cuatro de la mañana [del día 15] desfiló por la plaza de la Constitución un regimiento de Infantería, con una banda de música, y al llegar al Palacio de la Generalidad, donde estaba reunido constituído en sesión permanente el Gobierno provisional de Cataluña, el presidente, señor Maciá, salió al balcón y fue saludado calurosamente por la multitud reunida en la plaza.

    En el zaguán de la Diputación formó un piquete de Ingenieros, que al paso de una compañía de Carabineros, precedida por la bandera republicana, rindió los honores correspondientes.

    [Cese rector de la universidad]

  • Aub: la revolución social. Muere Apel·les Mestres entre «llamps i trons»

    No hay luz eléctrica en Barcelona. Ni luna. Sólo tiros e iglesias ardiendo. La gente por la calle va de un incendio a otro. Intentaron salir los bomberos, pero el pueblo cortó las mangas. Se consumen las iglesias, pero no la Catedral, ni el monasterio de Pedralbes. Lo gótico no se quema, es el único orden que le impone al pueblo. Barcelona a oscuras pero con bastantes iglesias para poder andar por la ciudad, con el trágala de las caballerías muertas y los tiros de los fascistas confortablemente instalados tras su balcón, asesinando a mansalva. Un millón de habitantes sin más luz que gigantescas antorchas. Todos los templos se parecen ahora a la Sagrada Familia, y Barcelona huele a chamusquina. Largos ramos, pobladísimas lenguas de chispas por lo negro, negro de la noche; y los humos contra las estrellas. La gente callada, de una estación a otra, con su sentido trágico de la vida de los bolsillos, esperando un milagro; dándose cuenta de que nace un mundo nuevo, que puede morir en cierne, como otras tantas veces en este mismo lecho; pero todos husmean el parto; y, barruntándolo, nadie dice nada: óyese sólo el crepitar del fuego. El fuego hacia los cielos y la ciudad negra con heridos por los portales y asesinos por los tejados. Se ven las panzas del humo a la luz de las llamas, no las espaldas, ni la altura.

    Rafael Serrador, apoyado en una farola, mira cómo se abrasa la iglesia del Carmen. No se le alcanza, en su nueva vida, por qué destruyen e incendian, por qué no lo guardan para sí. Le duelen las llamas. Ya ha preguntado a veinte por qué queman, y todos se han alzado de hombros. Sin embargo, algo les mueve.
    Pegado a una de las puertas divisa un viejo al que cree recordar; mirando cómo sacan las imágenes y hacen una gran falla; síguele con la vista, no le suelta y se le acerca.
    – Por qué queman?
    El vejete le mira y le dice confidencialmente:
    –Chist! Hay que empezar siempre por el coro. Siempre.
    –Por qué?
    Ahí está el meollo! –y mirándole fijo a los ojos–: Si no, son capaces de volverse a sentar allí.
    El hombre se lleva a Serrador Ramblas arriba:
    –Ven. Le hace subir a la terraza del edificio de Las Noticias.
    Desde allí se descubren diez o doce incendios.
    –¿Ves tú, pequeño? De cuando en cuando hay que quitarse las chinches de encima y desinfectar el ambiente. Yo he sido mozo en la escuela de Ferrer, ¿sabes? ¡Aquel sí que era un hombre! Ya sabían lo que se hacían cuando lo fusilaron. Esta va a ser tan sonada como aquélla. ¿Crees que queman por quemar? ¡Pues no! Se mata lo que se odia. Se quema por purificar y salvar la vida: para ahuyentar los malos espíritus y rehabilitar la tierra. En el mundo hay dos cosas puras y hermosas: el fuego y el desnudo. ¿El arte? Historias y engañabobos. ¡Dímelo a mí! Fabrico vírgenes del siglo XVI. Los burgueses, los comunistas, creen que quemamos por destruir, que robamos para enriquecernos. Aquí cuando un niño es malo le dicen: eres peor que un ravachol. ¡Asquerosos! Lo de Ravachol es por un tranvía de Valencia, que descarrilaba con frecuencia y mató a unos cuantos. No viene a cuento. Quemamos para salvar y hacer tabla rasa; y cuando ha hecho falta robar es que hacía falta para vivir. Ya sé que no sé quién eres, pero me es igual.
    El viejo estaba completamente ido y mirando la ciudad, lloraba. «¡Ferrer santo! –musitaba– ¡Ferrer santo!» De pronto se volvió rápido hacia Serrador y le dijo tajante:
    –¡Porque si no las queman, volverán!
    –¿Quiénes?
    –Curas y diablos.

    Rafael bajó otra vez hacia el puerto. Anduvo hasta la «Buena Sombra», convertida en cuartel del asalto a Atarazanas. Reinaba un barullo tremendo. Se sentó en un rincón al lado de un librero de viejo y de un vendedor de biblias protestantes.
    –Mira –decía el más viejo–; la cosa no puede ser más sencilla. Aquí estamos los que no creemos en Dios y enfrente están los que creen. Y nada más. Huelgan otras explicaciones. Cuando deje de haber curas dejará de haber ricos.
    –Mira, Ambrosio –dijo Serrador–, más bien creería lo contrario.
    –¡Tú qué sabes, mocoso! Aquí la nada, y ellos con Dios. ¡Imponente! (Era su bordón.) ¡Imponente! Claro está que lo grande es que, para los que husmeamos la verdad, pelea la nada contra la nada, pero eso se queda para los escogidos.
    –Sí –dijo el vendedor de biblias–, hace siglos que nos quieren romper la crisma en nombre de Dios.
    –¡Y lo que te rondaré, morena!
    –Yo –dijo Serrador– creo que aquéllos creen en lo que tienen, y que son ustedes los que creen en Dios.
    –¡Imponente, mocoso, imponente! ¿Me vas a querer dar lecciones a mí? Nosotros creemos en el hombre.
    –Es lo mismo –dijo condescendiente Rafael.
    –¿Cómo que es lo mismo? Aquéllos creen en Dios porque le tienen miedo al hombre, y Dios es buen comodín.
    Rafael le pregunta al propagandista protestante:
    –¿Cómo vendes biblias siendo ateo?
    –Si creyese en Dios, las regalaría. A mí no me engaña ni Dios –le responde guiñando un ojo y descubriendo una encías sin más diente que un incisivo amarillo y gris oscuro, mitad por mitad.
    –Yo tengo publicado un libro –encadena el librero–, donde demuestro que todas las calamidades nacen en la creencia en Dios. Con más de doscientas citas y prólogo del conde de Tolstoi.
    –¿Te lo mandó él?
    –¡Lo recorté yo!

    El café concierto puede apenas con su oscuridad a pesar de las dos o tres docenas de bujías repartidas en mesas, mostrador y escenario. El camino de la bodega estaba libre y el bombo desfondado con una vela en el parche.
    Alrededor de una mesa discutían varios hombres de la FAI.
    –La ciudad es nuestra de arriba abajo.
    –¿Y la Esquerra?
    –¿Qué es la Esquerra sin nosotros? Ya se vio hace dos años.
    –¿Y los de la UGT?
    –Eso es otro cantar. Pero no nos vengan con monsergas, ellos no son nadie aquí, ¡nadie! Aquí mandamos nosotros. Y en Zaragoza, y en Sevilla. Y en Valencia, si me apuras. Referente a Madrid y Bilbao, ya hablaremos.
    –¿Tú crees que vamos a tomar directamente el poder?
    –Ya resolverá el comité. Yo creo que no. Esta no es «nuestra» revolución: es la de las derechas. Ellas lo han querido, ¡allá ellas! Pero por eso mismo no podemos perder las apariencias republicanas. Nos ha llegado la hora de salvaguardar las esencias liberales y democráticas. «Allons, enfants de la Patrie…»
    –¡No fastidies!
    –Sí, hijo: ¡y viva la Constitución!
    –¿Qué se sabe de Zaragoza?
    –Nada. Yo siempre dije que el secretario de la Federación…
    –Parece que allí empiezan a fusilar gente.
    –Vosotros diréis lo que queráis, pero si no es por la guardia civil y los de asalto, ¡ya quisiera yo ver dónde estaríamos a estas horas!
    –¿Y la tropa sin nosotros?
    –Eso es harina de otro costal. Pero vamos a ver lo que hace la Confederación en Zaragoza y Sevilla.
    –Dependerá un tanto de los gobernadores.
    –¡Che, callarse! –dijo un valenciano en la oscuridad–. Hemos luchado todos por la revolución, y ahí fuera todavía quedan cuarteles que tomar.
    –Sí, bueno. Hoy la Guardia Civil ha estado con nosotros, pero ¿y mañana? Lo que hay que hacer es disolverla. Y en seguida.
    En otro local, el del PSUC, Vidiella y Comorera abonaban en el mismo sentido.
    –Hay que formar Comités de Obreros y Campesinos.

    Companys, después de consultar con unos y otros, formaba el Comité Central de Milicias.
    –¡Se hunde la legalidad republicana! –clamaba por los gloriosos patios de la Generalidad un importante burócrata, de la Lliga–: ¡Eso es crear el poder revolucionario por decreto!
    –¿Y quién se lo ha buscado, monín? –le contestaba un ordenanza.

    Siguen subiendo hacia los cielos oscuros las abullonadas columnas de color rojuelo, salpicadas de pavesas brillantes.
    Rafael Serrador vaga por las calles tropezando con las gentes y sintiendo los lazos que le unen con los hombres, y como cogido en una red de la cual él fuese una de las mallas, una de las hebras de la noche. Por la plaza del Pino pasea un hombre completamente desnudo, gritando:
    –¡Viva el Sr. Kneipp! ¡Viva el Sr. Kneipp!
    Un mundo salido de sí, un mundo sin madre. Apoyado en un canalón, Rafael Serrador piensa en el agua, un agua bárbara, ímpetu bronco, raudo, tenaz, incontenible: como el de un toro de fuego, un arco iris de fuego, por encima de la ciudad vencedora.

  • Inauguración del Museo Marítimo

    El solemne acto fue presidido por el almirante Estrada

    [El día 18] quedó inaugurado, con toda la solemnidad que el importante acto requería, el Museo Marítimo que la Diputación Provincial ha instalado en el histórico edificio de las Atarazanas Reales, después de habilitarlo convenientemente para que recuperara toda la belleza que el curso de los años y una serie de reformas tenía oculta.

    Con motivo de la inauguración, las vetustas paredes del vestíbulo fueron decoradas con magníficos tapices, completando la exornación de aquel y de los pasillos, plantas tropicales y emblemas marítimos.

    Asistieron a la ceremonia el jefe del Departamento Marítimo de Cartagena, capitán general, almirante don Rafael Estrada; el capitán general don Luis Orgaz; gobernador civil y jefe provincial del Movimiento; delegada nacional de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera; gobernador militar, general Múgica; consejero nacional, camarada Julián Pemartín; alcalde, señor Mateu; tenientes de alcalde señores Rivas Seva, Azcoitia y Cameras Artan; comandante de Marina, don Luigardo López; intendente general, señor De Diego; doctor Sanabre, director del Museo Diocesano, por el señor obispo; y las primeras jerarquías del Movimiento en esta ciudad. Concurrieron también comisiones y representaciones de corporaciones, entidades y asociaciones vinculadas a la vida marítima de Barcelona.

    A la puerta del histórico edificio recibió a las autoridades el presidente de la Diputación, señor Simarro y varios diputados.

    Junto a la puerta rindieron honores a las autoridades la banda de cornetas y tambores de los flechas navales, y en los pasillos estuvierno formados, durante la ceremonia, guardias marinas.

    En compañía del presidente de la Diputación y de los técnicos que han cuidado de la habilitación de las viejas Atarazanas y de la catalogación de los ejemplares expuestos, las autoridades y personalidades recorrieron las vastas salas en que ha sido instalado el Museo y que proclaman la importancia que desde la antigüedad ha tenido nuestro puerto en el comercio marítimo y en el desenvolvimiento naval de España.

    Después de la visita, que por la calidad de lo expuesto fue, naturalmente, detenida, el señor Simarro pronunció un breve discurso en el que expresó la satisfacción que sentía la Corporación provincial al ofrecer el Museo a España y a la Marina, representada en el acto por el capitán general del Departamento. Terminó su parlamento con vivas a España y al Caudillo.

    El almirante Estrada correspondió a las palabras de ofrecimiento con otras de sincera gratitud por la aportación realizada por la Diputación Provincial al estudio de las cosas del mar, y recordó la importancia que desde antiguo ha tenido Barcelona como puerto marítimo, calificándolo de vanguardia de la Marina española, honor que comparte con los de Galicia.

    Autoridades e invitados fueron obsequiados con un aperitivo en una de las salas.

    La Banda Municipal amenizó el acto con escogidas composiciones y, al terminar, ejecutó los himnos Nacional y del Movimiento.

    Al retirarse las autoridades el almirante del Departamento, señor Estrada, pasó revista a los cadetes de la Escuela de Naútica y a los flechas navales.