26 de diciembre de 1920 - Estreno de los urinarios subterráneos de la plaza Urquinaona (0 + 737)

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Comentarios del compilador

No encuentro confirmación para la afirmación del ayuntamiento.

Xavier Theros, sin citar fuentes:

Poco más tarde [del 1890] se estrenaban los primeros urinarios exteriores -las conocidas Vespasianas-, que junto a los de La Rambla, plaza de la Universitat y Arc del Triomf serían los primeros que tuvo la ciudad.

[…]

[En] 1918 se decidía soterrar los mingitorios, aunque las obras no terminaron hasta 1920. Disponían de servicios y baños para hombres y mujeres -donde se atendía gratis a gente sin techo-, una peluquería y una centralita de teléfonos con cabinas. Tres años después, en plena época del pistolerismo, a pocos pasos de aquí se produjo el asesinato del industrial Joaquín Albiñana. En aquellas fechas estalló una bomba en los urinarios de Santa Mónica, mientras en los de Urquinaona era detenido un individuo que llevaba encima dos pistolas.

[…]

Durante los combates de mayo de 1937 se produjo un violento tiroteo en el que murió uno de los guardias de asalto parapetados a la entrada de los retretes.

[…]

[E]n 1949 eran arrestadas en sus escaleras dos mujeres que vendían lotería falsificada, localizadas porque el número que ofrecían había resultado ganador. También cambió la clientela del local, comenzando a menudear el público gay.

En los setenta ya nadie bajaba hasta allí, y en 1984 le hacían la competencia unas nuevas cabinas higiénicas, retiradas en 1992. Para entonces, uno de los pocos evacuatorios todavía en pie seguía siendo el de la plaza de Urquinaona. Pero la escasa afluencia de usuarios y su transformación en epicentro de marginales y toxicómanos originaron el cierre en 1999, y así desapareció todo rastro de lo que fueron unas instalaciones consideradas modélicas en su época.

Francisco González Ledesma en el décimo Ricardo Méndez, No hay que morir dos veces:

Hizo el viaje con ella, siempre manteniéndose a distancia, y la vio apearse en Urquinaona, que ahora era una plaza oscura y como envuelta en un silencio sideral; Gabri había oído decir que antes era muy distinto, que los obreros sin trabajo se reunían allí al amanecer para que los contratasen los patronos de ocasión, y que siempre había colas para el tranvía 29, el único que recorría toda la ciudad. También había habido un urinario público, pensaba, que estaba lleno de mirones y calculadores de longitudes, pero todo eso pertenecía a un pasado perdido en el tiempo. Después de sus años en la cárcel, Gabri era consciente de que ya no veía la ciudad que era, sino la que había existido, o la que le habían contado.

El Periódico:

El pasado marzo [del 2012] fueron demolidos. Su estado era deplorable, aunque, en honor a la verdad, era muy consonante con el resto de la plaza. De ese negocio se suele contar siempre la misma anécdota: que su última encargada, Carme, nació allí, pues sus padres eran los primeros concesionarios del urinario. Esa es la anécdota más conocida. La ignota es que durante años aquel establecimiento dependía de la Unidad Operativa de Aguas Potables del Ayuntamiento de Barcelona, lo cual no dice mucho sobre lo que en esta ciudad se consideran aguas potables. La cuestión, ya por terminar, es que los urinarios de Barcelona casi merecerían su centro de interpretación. Ayer, una breve visita al que aún subsiste en la plaza de Gaudí era un nostálgico viaje en el tiempo por 30 céntimos a los años en los que Barcelona soñaba con ser olímpica. Vamos, que quería ser tan moderna que plantó esos mingitorios que se lavan solos tras cada uso, tienen colgador de chaquetas, un simpático apéndice para colgar el cigarrillo (no, no va con segundas) y que de su pasado de gloria solo han perdido el hilo musical. La culpa se supone que debe ser de la SGAE.

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