Inmediatamente el ministro concedió la palabra al presidente de la Diputación provincial. En medio de la expectación general se levantó á hablar el señor Prat de la Riba.
Todas las miradas se clavan en él. La infanta hacie ademán de ir á prestar gran atención.
Y el presidente de la Diputación comenzó por elogiar el discurso del señor Muñoz. Y luego añadió:
La Diputación al secundar con toda suerte de sacrificios la construcción del Palacio de Justicia, ha interpretado una aspiración ¡ie esta tierra, propia de todos los períodos de madurez de las civilizaciones: la aspiración á instalar los servicios públicos en edificios que, tanto por su grandiosidad y riqueza como por sus cualidades artísticas, sean manifestación duradera del vigor y la majestad del pueblo que los erigen. Y de todos los servicios públicos, ningún otro se presenta con tantos prestigios delante de la conciencia popular coma la administración de justicia. Por esto los pueblos modernos, que en otro tiempo contentábanse con administrarla á la vera de un árbol, en los pórticos de una iglesia ó en las salas capitulares de los conventos, en el día levantan palacios á la justicia; por esto Barcelona ha querido dedicarla también un palacio y ha brindado al Estado los medios para construirlo.
Pero la Diputación, siguió diciendo, ha tenido un motivo especialísimo para votar una y otra vez las consignaciones necesarias: y es que la Diputación considérase heredera y sucesorá de aquella antigua Diputación deja Generalidad de Cataluña, que levantó el magnífico palacio hasta ahora ocupado por la Audiencia territorial de Barcelona.
Y más adelante advirtió:
Y por cierto que la Diputación entrará en posesión del antiguo Palacio de la Generalidad en los instantes en que se discute en el Parlamento una ley, la de Administración local, que si en lo municipal constituye un gran progreso sobre el régimen vigente en España, y aun un adelanto considerable comparándolo con la legislación de muchas naciones europeas, en lo provincial da el medio de reconstituir, aunque sea en una forma inicial, rudimentaria, aquella antigua Diputación, encerrando en una sola mancomunidad todas las provincias catalanas.
Pero los sacrificios del Ayuntamiento y la Diputación hubiesen sido estériles, sino hubiese venido á ocupar la presidencia de la Junta constructora una persona como don Bartolomé Muñoz, que une al culto á la justicia el amor al arte y á la arqueología. Ha vencido él todas las resistencias, ha triunfado de todas las inercias y ha coronado la obra por buenos patricios empezada.
Terminó diciendo:
Al hacer entrega de este edificio al Rey y á su gobierno, séame permitido formular un ruego, expresar un deseo, una aspiración. Tiene Cataluña un derecho civil especial. Este derecho lo queremos, no porque sea superior ni inferior al de las demás regiones españolas, sino porque es nuestro, porque encarna nuestro sentido de la justicia en las relaciones áe la propiedad y la familia. Yo ruego á los encargados de administrar justicia en nombre del Rey en esta casa, que tengan al derecho civil de Cataluña el mismo respeto, el mismo amor, la misma veneración, que el pueblo que con sus energías y sus tributos ha erigido este Palacio.
Comentarios del compilador
Centenario: http://www.elmundo.es/elmundo/2008/06/15/barcelona/1213529682.html