Año: 1890

  • Versión un poquitín sentimental del primer Primero de Mayo en España

    Bl estado de ánimo de Barcelona, fué bien distinto anteayer [1 de mayo], en que ss dieron pruebas de cordura y de prudencia del que reinó ayer, en que algunos elementos estraños á la gran masa de obreros, mantuvieron en zozobra el espíritu ds la población. Aquel estado de ánimo de anteayer es lo que quisimos reflejar pidiendo ayuda á uno ds los colaboradores artísticos de LA VANGUARDIA [Mariano Foix]y creemos haberlo conseguido.

    […]

    Mientras discurríamos entra los grupos de la Plaza da Cataluña que, por no haber podido penetrar en el Tívoli, aguardaban la salida de la manifestación, observamos graciosas escenas inspiradas por el buen humor y franca alegría que caracterizan al obrero catalán, aun en los momentos más solemnes y graves.

    Pasaba en aquel momento una sirvienta con un jarro de leche y al punto la rodearon los huelguistas, robándole la seriedad mezclada de temor que llevaba pintada en el rostro. «Muchacha, le decían, toma nuestro ejemplo. ¿Cuando os decidiréis á hacer una manifestación ó una huelga?» La chica dio por respuesta expresiva sonrisa, y prosiguió su camino, tal vez pensando en la Menegilda de la «Gran vía.»

    A la salida del Tívoli, sorprendió al lápiz de nuestro dibujante, uno de los grupos que llevaban la delantera da la comitiva. En todos ellos se nota marcadamente el tipo catalán y muestran la gravedad de quien está convencido de realizar un acto trascendental y de que llama la atención pública.

    Alrededor do la bandera se estrujaban todos ios obreros, constituyendo apiñado núcleo que se movía con dificultad.

    Junto á los trabajadores no faltaba el pilluelo, satisfecho y gozoso, aplaudiando á rabiar cuando los demás aplaudían, dándose aires de personage y echando de menos al escándalo y la gresca, en medio de tanto orden y compostura.

    Al llegar á la Plaza de Palacio se formaron pequeños grupos mientras los delegados subieron al Palacio del Gobernador. En casi todos ellos había un orador, generalmente uno de esos tipos indefinidos que entre loa obreros parecen burgueses, y entre los burgueses obreros, que peroraba ó daba consejos.

    Decíales el que reprodujo el lápiz de Foix: «Muchachos, creedme, una vez terminada esta manifestación, volveos á vuestras casas y no os dejéis engañar por los que os aconsejan una huelga ilimitada, porque esto puede ocasionarnos ua conflicto y perjudicar nuestra causa.»

    Cuando el Gobarnador hubo terminado el discurso que pronunció desde el balcón, todas las manos se levantaron para aplaudirle, siguiéndose nutridos vivas…

    Después de haber terminado la manifestación de anteayer, el alcalde señor Maciá y Bonaplata envió al Presidente del Consejo de ministros, el siguiente telegrama, que por cierto fué ayer muy comentado.

    «Excelentísimo Señor Don Práxedes Mateo Sagasta, Madrid.—Terminada la manifestación pacífica sin incidente alguno. Me enorgullece la honra de presidir el Ayuntamiento de esta ciudad.-Maciá y Bonaplata.»

  • Un inquilino da las llaves a un clan de gitanos para vengarse del propietario

    En un segundo piso de una casa de la Ronda de San Pedro, inmediata á la plaza de Urquinaona, vivia un matrimonio que por una ú otra causa se indispuso con el propietario de la finca, y éste intentó echarles del piso, subiéndoles á 42 duros el precio del alquiler, siendo así que no pagaron hasta entonces más que 21.

    El inquilino comprendió perfectamente el propósito del casero, y aun cuando juró tomar su revancha, se dispuso á satisfacerlo, mal de su grado, desalojando la habitacion.

    Así las cosas, sorprendió el viérnes por la mañana á los vecinos de la casa en cuestion ver llegar un grupo de gitanos, del cual formaban parte hombres, mujeres y niños, en número de más de 20, acompañados de sus caballos y carretas.

    El grupo comenzó á descargar jergones y otros trastos, traslándolos á la habitacion á que nos referimos.

    Era la venganza. El inquilino tenia pagado por adelantado un trimestre, y como faltaran aun más de dos meses para su vencimiento, proponíase proporcionar albergue durante aquel tiempo á varios individuos de estas tribus errantes que abundan en los alrededores de [la] ciudad.

    Los nuevos inquilinos, tranquilos y satisfechos, acordaron toma posesion de la casa, saliendo á los balcones y galerías con sus trajes súcios y descompuestos, y llamando no poco la atencion de los vecinos.

    El apuro del propietario fué mayúscula, y recurrió al gobernador para despachar á los gitanos. Pero dicha autoridad contestó que nada podia disponer sobre el particular.

    Era cosa de ver la alegría de los chicuelos allí alojados, que acariciaban con sus manos el papel de las habitaciones y se encaramaban por los hierros de la galeria, pretendiendo saltar á las casas contiguas donde veían jugar algunos niños.

    Una comision de vecinos de la calle de Fontanella visitó al propietario, pidiéndole arrojase á los gitanos, y el casero, en tal aprieto, no solo devolvió al inquilino la cantidad que tenía adelantada, sino que hasta le añadió una suma en concepto de indemnizacion.

    Y así terminó este incidente que durante todo el dia fué tema obligado de conversacion entre aquel vecindario.