Celébrase hoy la conmemoracion de los difuntos. Por la mañana solemnes oficios de difuntos en todas las iglesias, con grande concurrencia de fieles.
En la iglesia del hospital general se celebran misas á la una y media de la tarde.
Las tiendas del Call y algunas otras aparecen en este dia guarnecidas con géneros de luto.
Á las 3 de la tarde sale por la puerta de mar gran parte de la poblacion, y se dirige hácia el cementerio. Algunos van por costumbre, muchos para ver á los vivos, pocos para llorar, uno ú otro para ver si hay alguno epitafio bonito, ó alguna lápida de lujo: tambien los hay que van á una cita, queda una mayoria muy grande que no sabe por que va, y una fraccion muy reducida á la cual guia un objeto piadoso. Todos llegan allá, miran, leen, al ver un epitafio de un jóven esclaman: ¡que lástima! y pasan adelante. Al topar un conocido dicen Dios le haya perdonado, y van á otro. Si ven que el difunto tenia 80 años dicen: ¡canario! lo que vivió este hombre: no viviré yo tanto — y sin embargo mientras lo dicen piensan vivir mas que él. Se pasean sobre las cenizas de sus abuelos, y al cabo de media hora deshacen el camino andado, y entran en la ciudad sin acordarse mas del 2 de noviembre. Y bien debieran acordarse, porque al fin ese es el sitio á donde vamos á parar todos y el único en donde el hombre encuentra su paz. En vano nos agitamos en este mundo buscándola, y en vano la imaginacion nos presenta mil caminos para alcanzarla. ¿Quién es el que llega á conseguirla? Á veces as asdf que brilla á nuestros ojos, y que es llegado el momento de poseerla, mas ese brillo es la rafaga de luz que esclarece un instante el ennegrecido firmamento en medio de tempestad horrible. Tras la ansiada paz corremos as dos, y cuando ijadeando llegamos ya cerca del lugar donde á nuestro parecer existe, entonces el ángel de la muerte nos llama, y su voz mas poderosa que el asdf verso todo, nos obliga á obedecer el supremo mandato que está encargado de anunciarnos. Conocemos nuestro engaño y morimos; y morimos con gusto para evitar los afanes que nos costaría correr tras otras ilusiones que debieran muy pronto desvanecerse. Solo en la muerte existe una realidad, y solo con ella pueden hallar paz los mortales.
El poeta siente el fuego de su corazon, el arrebatador entusiasmo de su espíritu, se crea un universo que no existe, lo pinta, lo presenta á los ojos de los hombres cual delineado en un mapa, su imaginacion lo recorre, y en él ve la paz y la ventura; mas de repente sacude ese fantástico sueño, desciende de esa region etérea á donde se habia encumbrado, entra en el mundo positivo, corre, penetra en todas partes, busca la realided de ese universo que veia en sus ilusiones para gozar en él de la paz y de la ventura, y no halla mas que escarnio, mentira, desgracias y guerra. Aqui se matan, allá se venden, ahí se engañan, allí se calumnian, acullá se persiguen, y hácia el otro lado se aborrecen; la paz no existe, y el poeta se convence harto tarde de que en su mundo no habia sepulcros, y de que no puede haber paz porque solo en los sepulcros se halla.
El comerciante recorriendo todo el universo, averiguando los productos de cada pais, calculando sus precios, midiendo los viages, arriesgando sus capitales y su honor á veces, se afana tras la fortuna porque cree que traerá consigo la paz y la felicidad. Y la fortuna caprichosa se le sonrie desde lejos, se le acerca, entra en su casa, llena sus arcas, se le sienta al lado, se deja tocar por ese hombre que la ha llamado durante veinte años, este hombre la estrecha entre sus brazos, y con la mano busca sus dos compañeras que esperaba vendrian con ella. No han venido, la paz y la felicidad se han quedado en otra parte; y entonces ve que la fortuna no es nada, y que despues de tantos años no ha podido hallar en ella lo que pensó que con ella vendria. En la fortune no hay paz, dice sonrojado, y vive con desazones, cada dia ve nuevos riesgos, teme que hasta la fortuna le abandone, y los restantes años de su vida son mas agitados que los primeros, y ya no espera hallar la paz sino en la tumba.
El ministro de Dios, es el hombre de la paz: la predica, la recomienda, la pide al Criador para todas las criaturas, y mientras habla de ella y la ensalza, no logra verla nunca, y hácia el fin de su vida la predica por costumbre, porque ya se ha convencido de que la paz tiene su templo en otra region cuyas fronteras son el sepulcro.
El hombre de estado que rige las naciones y regula el destino de sus semejantes, nunca cumple mejor su mision que cuando no convirtiendo el género humano en juguete, trabaja para establecer la paz y la felicidad en la nacion que gobierna; y mientras que procura la paz de todos, pierde hasta la esperanza de lograr la suya. Su alma está siempre agitada, su voz incesantemente declama, su entendimiento discurre, sus ojos recorren con afan el universo entero, combina intereses, entabla relaciones, proyecta alianzas, derriba ambiciosos, neutraliza planes, descubre intrigas y no consigue dar la paz a su patria. ¿Y cómo ha de dársela, cuando aun no la conoce, cuando no la ha visto nunca, cuando ni aun embozada ha llegado á los umbrales de su casa? Ah! esa paz no existe, esclama, y no habiendo podido hallarla en la tierra, se entra en el sepulcro para no soltarla mas nunca.
El jóven que ama ve la paz y la felicidad completa en el objeto de su amor. Trabaja, se afana, se sacrifica para alcanzar ese bien que los encierra todos, mas la suerte se complace en alejarle ese bien, aunque no consigue desalentarlo. Hay en su corazon una esperanza, y animado por ella continúa su tarea, corre hácia el fin, sacrifica mas, lo da todo, porque espera. Pero pasan los dias, y los años pasan, y la juventud ha pasado y los obstáculos existen. Entonces el desengaño sustituye a la esperanza, este ha huido y deja dolor, amargura y desesperacion. La paz estaba en poseer á su amada; pero su amada no puede ser suya, y sin ella no hay paz ni felicidad en la tierra.
La paz en el mundo es una mentira, solo es verdad la paz de la tumba. Los deseos, las pasiones se quedan fuera de los umbrales, y cada hombre entra en ella cual si viviera solo en el universo, y halla la paz, porque únicamente estando solo puede haller paz el hombre. Allí el rival reposa al lado de su rival sin insultarlo, el amigo con su enemigo sin provocarlo á la pelea. No hay odio, no hay venganza. El ambicioso ya nada quiere, el altivo es humilde, el sabio no está engreido, el uraño es manso, el vencedor yace contento debajo del vencido, y la victima no grita contra el que la sacrificó. La seducida perdona al seductor, al aleve el que fue vendido, al calumniador el inocente, y al asesino el que cayó á sus golpes. La política calla, no mas partidos, no mas rencores, no mas venganza, no mas abusos de poder, no mas opresion, no mas licencia. Todo es perdon, todo es amor, todo es paz. La tumba no es triste, es el término de las amarguras. Hay un reino de la paz, y la tumba es la puerta de ese reino, que necio el hombre busca en la tierra. Preguntad hoy á los finados, ellos os dirán que en el sepulcro han encontrado esa paz que en vano buscaron en el mundo. Allí, allí, solo allí existe. Dios ha inspirado ese sentimiento á nuestro corazon, y nos ha enseñado á tendernos para descansar, y nos ha dado el sueño para acostumbrarnos á morir.
A las cinco y media de la tarde comienza en santa María del Mar el famoso novenario de las almas del purgatorio, que es obsequiado todas las tardes con la presencia de muchos devotos.
Por la noche en los teatros se ejecutan la comedia No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague ó sea el convidado de piedra, y el sainete el Duende fingido. Suele haber un intermedio de baile que podria muy bien suprimirse. El poeta Zorrilla ha escrito el Nuevo convidado de piedra, que se ha ejecutado ya en algunos teatros en lugar del otro. Ha hecho muy bien Zorrilla en suprimir la primera parte del título de esa comedia, porque era una solemne mentira. ¡Ahí son una friolera las deudas que no se pagan nunca!
Esta misma funcion suele repetirse en la tarde del domingo que sigue al presente dia.
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