En primeros de Junio probeió el duque de Cardona la vara de veguer en favor de M.º J. Forés, con pacto que á su costa lebantara 25 soldados para el Rey: aceptó el pacto, y no lo pudiendo cumplir, ó no queriendo, usó de la estratagema de salir el día 12 de Junio á la Rambla á alquilar unos seis segadores, que entonces estava lleno de ellos: concertólos para segar, y ajustado el tanto del jornal, les dijo le siguieran: llebólos á su casa, y bajándolos á un sótano los cerró allí, quitándoles las armas y haciéndoles tener custodia: al siguiente día bolvió á querer hacer lo mismo, y reconociendo los segadores que de los que el día antes havía llebado no se veía alguno, entraron en sospecha de alguna violencia, y como savían el pacto dicho, y que no hallava quien quisiera por su respecto asentar la plaza de soldado, creció la sospecha de su alebosía, y también que no dejarían de transcender algo del estado de sus compañeros. Vacilando en estos discursos, no faltó alguno que dijo los quería llebar á la Tarazana; apenas oieron esto, quando amotinándose contra él y pidiéndole les restituiese sus camaradas, él dió á huir y metióse en una iglesia.
Congregados los segadores, y con el grito de vivan los bergantes, se fueron á su casa, que la tenía á media calle Ancha, y entrándola, reconociéronla toda, y en aliando sus compañeros, dieron en arrojar alajas y quanto hallavan por la ventana y los que estavan bajo á hacerlo pedazos: quando ya no havían dejado clavos en las paredes, ni puertas en pie, quisieron pegar fuego; pero estórbeselo una recia tronada de agua, y como ya no quedava alaja sana, se sosegaron.
Viendo el gobernador el tumulto, que el Virrey estava fuera, pidió á la Ciudad mandara ir algunas compañías, y aunque fueron, ninguno quiso disparar un mosquetazo, antes en algún modo les aiudavan; viendo tal desbergüenza, empezó la Ciudad á hacer maior demostración y á cerrar las puertas, pero los segadores visto que se tomava con veras, se unieron todos, que pasavan de 400, y hecho un cuerpo se encaminaron á la puerta del Ángel con los pedreñales en las manos y las oces desnudas, amenazando que si les dañaban harían algún estrago; y haciéndose abrir con violencia la puerta, se salieron de la ciudad y se sosegó todo, y Forés no se vio en muchos meses.