Porque querriamos tomar plazer en veros matar toros vos dezimos et mandamos que ven gades aqui a nos, con IIII toros los mas bravos que hauer podredes e VIII murellos e dos alanes vaqueros e dos matatoros. E questo non mudades ni tardedes si nos copdiciades complaser e servir com nos vos faremos aqui satisfazer complidament todas las misiones e treballos e faremos a vos e a los dictos matatoros aquella remuneracion que conviene.
Etiqueta: toro
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Correr de toros
On December 3rd, 1601, the noble deputies, desirous of extending the delight, the joy and the happiness occasioned by the birth of said princess, organised a bullfight [correr de toros], and so terminated the fiesta with much music of minstrels and many trumpets which were on the stages [catafals]. (Manual de Novell Ardits)
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Noticia del nacimiento del primer hijo de Felipe IV desencadena grandes fiestas
Sávado á 10 de Noviembre, llegó carta de S. M. á la ciudad de Barcelona, como Dios se havía servido dar un Príncipe á España con felicísimo parto de la Reina Nuestra Señora: fué nueva de summo regocijo, y para monstrarlo, se dispusieron fiestas así divinas como humanas. El día siguiente, que era domingo, á medio día, se hizo salva real con toda la artillería y las iglesias tocaron las campanas como en la maior festividad. Aquella semana se pasó, y el domingo siguiente, á 18 de Noviembre, se hizo una procesión tan igual á la del Corpus, que sólo se diferenciava en llebar á la custodia un Niño Jesús en vez del Sacramento; aquella misma noche se dio principio á lucidísimas luminarias que duraron los días 18, 19 y 20 con tal grandeza, que las luces arteficiales desmentían á las del sol; porque en donde las achas y luces de las casas no se mostravan, suplían los calderones de tea por las esquinas, y otros basos de aceyte por las paredes; á esto se seguían músicas y valles por todas las esquinas y calles, con ricas y vistosas máscaras, que podían competir con las maiores carnestolendas que ha tenido Barcelona. No se permitió en aquellos días que travajasen los oficiales, ni que las tiendas se parasen, y á quien lo contrario hacía lo pecuniavan. El concurso y bullicio de la gente era inexplicable: pararon aquí las fiestas hasta que llegó el Virrey, que desde á Julio estava en Perpiñán, y en el ínterin se prepararon las fiestas de á cavallo. Entró el duque de Feria sávado á 8 de Diciembre 1629, día de la Concepción, y el miércoles, día 12, se hizo un torneo de á cavallo en quadrillas, con ricas libreas y costosísimas galas, y no menos artificiosas invenciones; la Diputación dio una corrida de 15 toros en la Plaza de(l) Born, atajándola desde la esquina de la calle de Moncada á la Vidrería, que corría un lienzo de madera: cerradas las demás bocas calles y fabricados tablados en quanto dava lugar el sitio; dispuesto todo, se hizo la corrida un lunes día 17, estando la plaza tan rica y poblada de gente en el ventanaje y tablado, que era cosa de pasmar; asistieron el Virrey, Consejo, Ciudad y Diputación en forma de comunes; en diversos puestos pusieron algunas estatuas en medio la plaza, á que enbestía el toro hacióndola(s) pedazos; quando algún toro, ó por no ser fiero ó por cansado, no dava gusto, tocaban un clarín y salía luego una baca mansa y el toro la seguía y sino lo dexarretaban y matavan allí. Inquietávanlos desde los tablados con flechas y picas para enfurecerlos: sacaron un perro grande que, enbistiendo al toro, le hasía de las orexas haciéndole venir á tierra, ó arrancándosela(s), que era cosa que dava mucho gusto. Dio fin la corrida con un toro que havían vestido de cuetes, que á pocos pasos del corral el peso y el fuego le echaron en tierra; despedía fuego como si fuera un infierno, y con unos bramidos que atemorizava; acabado de quemar se levantó, y enbestía de modo que se hacía hazer plaza á más de á paso. Diéronse tres prisos (Premios. Designanse indistintamente en esta crónica con los nombres de triunfos ó prisos.) á los toreadores, una salvilla de plata, un vaso y pilita de agua vendita, también de plata: los dos primeros ganaron los soldados, y el {tercero) un carnicero francés llamado Estela.
El día 20 de Henero 1630, se corrieron otras fiestas con mucha gala y ricas libreas, bien que como los días son cortos en Enero, y se empezó tarde, no se lució bien la fiesta, y con ésta se dio fin á todas las de esta ocasión tan deseada y alegre para toda España.
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La apertura de la plaza de toros de la Barceloneta sirve para recoger fondos para los asilados de la Casa de la Caridad
Apertura de la plaza de toros, y primera corrida.
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Las bullangas de Barcelona: quema de conventos de frailes
Se daban desde algun tiempo en Barcelona funciones de toros, y con motivo de la celebridad de los días de la Reina Cristina, se anunció en los periódicos la séptima funcion para el dia 25 de julio, que era festivo, por ser Santiago, Patron de España. Los toros que se habian lidiado en la funcion anterior habian sido bravísimos y escelentes á juicio de los entendedores; asi es que el anfiteatro estaba lleno en el día 25. Quiso la casualidad que los toros fueron muy mansos ó malísimos en aquel dia, y exasperados los espectadores, despues de los gritos, vociferaciones y confusion que se permite en aquellos espectáculos, dieron principio al barullo arrojando á la Plaza un sin número de abanicos; tras de ellos siguieron los bancos; luego las sillas, y por fin alguna coluna de los palcos. Rompieron la maroma que forma la contrabarrera, y con un pedazo de ella una turba increíble de muchachos, con una espantosa algazara, arrastró el último toro por las calles de la ciudad.
Apenas la jente que venia de la funcion empezaba á dar su ordinario paseo par la Rambla, á saber, á cosa de las siete y media, cuando empezó ya la alarma y se vieron arrojar algunas piedras á las ventanas del convenio de Agustinos descalzos. La guardia del fuerte de Atarazanas cerró el rastrillo y se puso sobre las armas, porque habia tambien tropel en el convento de Franciscanos, que le es muy inmediato.
Preludios fueron aquellos de un tumulto; pero nadie ó muy pocos creían en él, porque la jente se iba de sí misma retirando á sus casas; porque en la turba no habia ni un solo hombre; y porque, á nuestro entender, nada habia de premeditado. Sin embargo no tardamos mucho tiempo en salir del error. Tanta verdad es, que innumerables veces se orijinan cosas muy grandes de muy pequeños principios: y que de ordinario es mucho mayor el ímpetu y precipítacion, con que se despeñan los males, que fué el impulso que les dieron sus autores: pues es mucha verdad que no está en mano de quien arrojó el fuego en el edificio, poner tasa y término á sus estragos.
De las ocho y media á las nueve de la noche se iban formando algunos grupos en la plaza del Teatro y en la de la Boquería, que engrosaban por momentos. En vano intentó separarlos la guardia del Teatro y algunos soldados de caballería destacados de Atarazanas. Se iban de una parte para reunirse en otra; se conocía que habia intencion decidida; y desde entonces fué fácil prever la borrasca.
Clamoreando estaba el pueblo en diferentes puntos de la ciudad, y como el Capitan Jeneral y el Gobernador de la plaza se hallaban ausentes, el infatigable Teniente de Rey, Ayerve, en vano intentaba acudir donde mas amenazase el peligro, pues el odio habia pasado de raya, y mas se embraveciera cuanto mayor fuera el esfuerzo para contenerle.
Ardió el primero el convento de Carmelitas descalzos, y subió de punto la audacia, conseguido el primer triunfo.
Corría la tea abrasadora por todas las calles de la ciudad, y el segundo acometimiento se verificó en el convento de Carmelitas calzados. Pero la cosa iba con tal ímpetu y presteza, que arden á la vez las puertas de varios conventos, y sus moradores despavoridos pueden apenas huir por donde les depara la suerte y en varias direcciones, pereciendo unos cuantos en medio de la confusion y del trastorno.
No animaba en manera alguna á sus contrarios la esperanza del pillaje, porque lo que no devoraron las llamas se encontró intacto en las iglesias y en las celdas: ni espantaron la ciudad con confusa y alarmante gritería, pues solo resonaban los golpes del martillo que abría los entejados, ó el estrépito de la bóveda que se desplomaba; y con tan estraordinario orden obraban, que parecían los hombres unos trabajadores asalariados por la ciudad, y las mujeres pagadas para alumbrar el trabajo de los hombres. Una parte del pueblo, hombres y mujeres tambien, eran espectadores de aquel terrible espectáculo, y parecia que algunos no acababan de persuadirse de que sus ojos veían; y otros habia que parecia se alegraban, como quien de una vez desempeñaba con el efecto sus deseos y pensamientos.
El grande y nuevo convento del Seminario, situado en un ángulo de la poblacion, fué atacado por un corto número de personas; defendiéronse los frailes haciendo fuego, é hiriendo á algunos, hicieron volver las espaldas á los demás.
Iban á pegar fuego al de Capuchinos y Trinitarios calzados; y como las llamas hubieran inevitablemente hecho presa de las casas vecinas, se desistió del intento.
Tampoco fué incendiado el de Servitas, por la voz que cundió de que el Cuerpo de artillería tiene muy inmediato su almacen de pertrechos.
Mientras que en una parte de la Ciudad ardian algunos conventos y se incendiaban en la otra, el furor no declinaba en ninguna: antes, á manera de tempestad, volviendo y revolviendo á diversas partes sus recíprocos combates, todo lo llenaba de inquietudes, por la facilidad con que podia prender el fuego en las casas. Y cosa verdaderamente rara, á pesar de que fueron incendiados seis conventos: el de Carmelitas descalzos, el de Carmelitas calzados, el de Dominicos, el de Trinitarios descalzos, el de Agustinos calzados, y las puertas del de los Mínimos, ninguna casa particular sufrió el menor daño; ni nadie fué oprimido de la ruina de los fragmentos que caían y volaban de una á otra parte, ni recibió la menor herida con los encuentros y choques de unos con otros, llevando todos empleadas las manos con varios instrumentos, en tan confuso tropel.
Ningun convento de Monjas sufrió el menor ataque: ningun clérigo un insulto: ni ninguna fea maldad, que ordinariamente acompañan á semejantes conmociones nocturnas, se cometió en aquella espantosa noche: antes por el contrario muchas casas estaban abiertas sin que nadie recelara que corriera el saco por ellas.
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Misa en la catedral, Domingo de Resurrección. Una cabalgata a Gracia y Montjuic. La «Compañia Anglo-Americana» en la plaza de toros. Apertura del gran teatro del Liceo de Isabel II: el Liceo, bonito, las mujeres, feas
High Mass on Easter Sunday
Our first enterprise, on Easter Sunday, was to endeavor to mount one of the Cathedral towers, and to have, as it was a bright day, a bird’s-eye view of the city and its environs. In prosecution of our plan we entered the body of the church, about half an hour before high mass had ended. The aisles which we had seen all lonely the day before, were crowded with zealous worshipers—the high altar was blazing with a multitude of soft lights; the ceremonial and vestments were very rich; the choir was full, and a fine orchestra (for Barcelona is very musical) aided the sweet-toned organ. High over all, the morning sun streamed through the painted windows, and you could see the incense which was fragrant hefore the altar, curling around the capitals, and clinging to the arches. The whole was deeply impressive, and I could not but observe the contrast of the congregation, in its silent and attentive worship, with the restless, and sometimes noisy devotions of which I had seen so much in Italy. Here were no marchings to and fro; no gazing at pictures; no turning of backs upon the altar; no groups, for conversazione, round the columns; nothing to mar the solemnity of the occasion, or break the echoes of the majestic music, as they swept along the lofty roof, seeming almost to stir to motion the old pennons that hang above the altar, so high, and now so much the worse for time, that their proud quarterings are visible no more. At last, the service came to its end, and the people went their ways to—buy tickets for the theater. At all events, we met a considerable portion of the congregation, thus occupied, when we went down the street soon after. The sacristan would not allow us to ascend the tower without a permit, which it was then too late to procure, so that after straying a little while through the beautiful cloisters, where fine orange and lemon-trees and bright, fragrant flowers charmed away the sadness of the worn gray stone, we returned to our Fonda, to seek the means of visiting some of the environs.
A ride to Gracia—Montjuich
After we had waited for an hour, a fellow made his appearance in the court-yard, driving a huge lumbering vehicle, covered with green and gold, very square and peculiar in shape, but, on the whole, sufficiently coachiform, and drawn by a pair of long-tailed blacks, with collars, on which jingled many bells. We made our bargain, and were cheated, of course, as we afterward found; horse and coach-dealing being, here as elsewhere, greatly subversive of moral principle. Away we went, up the Rambla, at a great pace, to the astonishment and apparent amusement of the crowd. Once outside the walls, our coachman gave us the benefit of slow jolts over a rough road to Gracia, a little village some two miles from the city, which is surrounded, and in some degree formed, by country-houses and their appurtenances. No doubt, in the summer season, this excursion may be a pleasant one, but the cold driving wind which came down from the mountains as we took it, made it bleak enough to us. Hedges of roses, it is true, were in luxuriant bloom, and the fertile fields of the Pla (plain) were as green as spring could make them. The aloe and the prickly-pear too, did their best to look tropical, but it was a useless effort, for the wind beat and battered them rudely, and they and the painted torres (towers), or country-boxes, looked uncomfortably out of place, naked, desolate, and chilly. To turn our backs upon the breeze, we directed our driver to carry us to Montjuich, which, as I have said, is a commanding eminence to the southwest, on the left hand as you enter the harbor. Creeping slowly around the outside of the city walls, which are heavy, strong, and well guarded, we passed by the quarter where the forest of tall chimneys indicated the business hive of the manufacturers, and then, crossing a fertile plateau beautifully irrigated and in high cultivation, we were set down at the foot of Montjuich. Up the hill we toiled, faithfully and painfully, on foot. Ford calls it a «fine zig-zag road.» I will testify to the zig-zig—but as to the fineness must beg leave to distinguish. At last we reached the fortress, which sits impregnable upon the summit, and to our chagrin were quietly informed by the sentinel at the postern, that we could not enter, without a permit. This we had not provided, through ignorance of its necessity, and we accordingly put in our claim to their politeness, as strangers. The sentinel called the corporal, the corporal went to his officer, the officer hunted up the governor, and by the same gradations a polite message descended to us, to the effect, that, as we were strangers, the usual requisitions would be waived, if we knew any body in the castle by name, whom we could go through the form of asking for. We knew no one, and being reasonable people, went on our way in ill humor with no one but ourselves. Not being, any of us, military men, which in a company of three, from our land of colonels, was quite a wonder, we persuaded ourselves that we had not lost much, for from the base of the fortress we had a charming view of the white city; its fine edifices, public and private, with their flat roofs and polygonal towers; the harbor, with all its festive banners streaming; the green valley, carrying plenty up into the gorges of the hills; and the sea, rolling far as eye could reach, a few dim specks of canvas here and there whitening its bosom.
The Plaza de Toros, and Yankee Company
Returning to the city, we crossed to the Garden of the General, a sweet little spot, prettily laid out, and planted with box and innumerable flowering shrubs, which were in delicious fragrance and bloom. There were fountains and aviaries there; fish-ponds, duck-ponds, and even goose-ponds, and all manner of people, of all sorts and ages. This garden, with a little walk beside it, is the last of a series of beautiful promenades which lead into each other, traversing the whole city, from the groves upon its outskirts to the splendid terraces along the shore.
By this time we were well-nigh fatigued enough, but there was still an exhibition to be witnessed, which it did not become us, as good patriots, to neglect. The Plaza de Toros, or bull-amphitheater, was the gathering-place of the whole population; not, however, to behold the fierce combats peculiar to its arena, for with such things the tumultuous burghers of Barcelona were not to be trusted. A harmless substitute there was, in the shape of the «Compañia Anglo-Americana,» or Yankee company, who were delighting the sons of the troubadours with their gymnastics. Every body remembers the remoteness of the regions, into which the Haytien dignitary had the assurance to say that our estimable countrymen would follow a bag of coffee. Here was a parallel case. As we entered, Jonathan was performing a hornpipe, on stilts, much more at his ease (it being Sunday) than if he had been at home within sight of Plymouth Rock. He then gave them a wrestling match, after the manner which is popularly ascribed to «the ancients;» afterward, a few classical attitudes, with distortions of muscle, according to the Michael Angelesque models, and, finally, made his appearance as a big green frog, so perfectly natural, both in costume and deportment, that in Paris he would have run the risk, scientific and culinary, of having his nether limbs both galvanized and fried. We paid him the respect of our presence and applause for a little while, and lingered to witness the excitement of the immense assemblage, so strange and picturesque, and to hear their wild cries and saucy jests. The afternoon then being quite well advanced, we were trundled home, in due magnificence, to a worse dinner than we had earned.
Opening of the Great Opera House—Social Habits of the Barcelonese—Musical Tastes
About seven in the evening, a kind gentleman of the city called, by arrangement, to conduct me to the opening of the new Opera-house, the Liceo de Ysabel Segunda. There was a crowd around the entrances, and we found it difficult to make our way in, so that I had time enough to see that the façade, which looked paltry by day-light, was no better with the benefit of the grand illumination. The front, however, and some few of the minor arrangements of the interior, were all that could be reasonably found fault with; for the establishment is really magnificent, and full of the appliances of taste and luxury. Its cost was one hundred and fifty thousand dollars; and the stockholders had no doubt of being able to realize the interest of this large sum, and more, from the rent of the elegant shops upon the ground floor. I mention this fact, as an evidence both of enterprise and prosperity. The grand circle of the theater is larger, by measurement, than that of the San Carlo at Naples, or the Scala of Milan; and being finished, like the Italian Opera-house at Paris, with balconies, or galleries, in front of the boxes and slightly below their level, it has a far more graceful and amphitheater-like effect than the perpendicular box-fronts of the Italian houses, and especially the close, dingy walls of the Scala. The ornaments, though abundant, are neither profuse nor tawdry. The magnificent gas chandelier, aided by a thousand lesser lights, developed all the beautiful appointments of the boxes, with their drapery of gold and crimson, and the fine seen, cry, dresses, and decorations of the stage. I had seen nothing but the Italiens of Paris to rival the effect of the whole picture. The boxes of the lower tier are private property belonging to the contributors, or members of the Lyceum. My intelligent companion informed me that this is a species of property in very general request, there being scarcely a respectable family without a box, or, at all events, some special accommodations of its own, in some one of the theaters. The rights of the owners, he told me, are the subject of litigation almost as often as those relating to real property. They (the boxes and the law suits) descend from father to son.
Each box in the Liceo has two apartments, as usual in Europe. In the outer one, which you enter from the lobby, and which is a sort of retiring room, you leave your cloak and hat, and perhaps meet those members of the family you visit, who are not interested in the performance and prefer a quiet chat. The inner boxes, of course, open on the body of the theater, and every one was in them on the evening of my visit. The assemblage was immense, and it would not be easy to find, any where, one indicating good taste and refinement more decidedly. The gentle sex must pardon me, however, for admitting that, to my eye, beauty was the exception that night, rather than the rule. I had expected more, for M. de Balzac had said somewhere of the Catalonian women, that their eyes were composed of «velvet and fire;» but I soon discovered that the remark had less foundation in fact, than in that peculiarity of the French imagination, which is so fond, in the descriptive, of mingling fancy with fancy-goods. I may be wrong, it is true, for the Imperial Frederick, seven centuries ago, in his best Limousin, declared—
«I love the noble Frenchman,
And the Catalonian maid.»And yet, I should not wonder if both the Gaul and the fair Catalan have undergone a change since those days.
I learned, in the course of conversation in the evening, that the theater has much to do with the social enjoyments of Barcelona. Morning visits form the principal intercourse of ladies in their own houses. Evening parties are very rare, and it is only at the theaters that the higher classes meet, with freedom and frequency. The usages of etiquette are very easy and pleasant. If you are a friend, you drop in sans façon, and drop out when you like. If you are a stranger, you are presented to the lady of the box, and that formality gives you the freedom of the circle, and of all the conversation that goes round it—imposing the payment of no tribute but that of your best bow to each and all, when it pleases you to retire. There is no knowing what a quantity of pleasant business you can attend to during the progress of a long opera—making your pilgrimage to many shrines. Neither is it easy to calculate how much aid and comfort you may find from a solo or an orchestral movement, in those pauses of conversation, which, under ordinary circumstances, are so often uncomfortable, if not melancholy. It is difficult to discover whether fondness for music produced this custom in Barcelona, or whether the custom produced the fondness. One thing, however, is very certain: the Barcelonese are good musicians, and generally keep an excellent company. My friend the marquis, who was himself a director of an opera at home, informed me, that they pay so liberally for good artists, as to take a great many of the best second-rate performers from Italy. Their musical predilections are of long standing. A gentleman who knew, told me, in proof of it, that some of the earliest republications of Metastasio’s works were made at Barcelona. The prices of admission to the theaters are very low—so much so, that there is scarce a laborer too poor to find his way to the opera, on Sundays or feast days. By the returns of the ticket-offices, as published in the journals, the day after Easter, there were four thousand six hundred spectators at the opening of the Lyceum; over one thousand attended the Teatro nuevo; and between nine hundred and one thousand were at the Teatro principal. As music is what they generally hear, it will not seem strange that the humblest of them should be fond of it, and generally fair judges of its quality. This last, however, is more than I can honestly profess to be; and, therefore, I was rather pleased than otherwise that they had selected a historical play, for the opening of the Lyceum. It was by Ventura de la Vega, a living poet of considerable reputation and merit, and was founded on the popular and noble story of Ferdinand the First of Aragon, called «He of Antequera.» The piece of itself is full of fine passages, with excellent dramatic situations and effect, and was gotten up with great brilliancy. The part of Ferdinand was by the famous La Torre, considered the first master, and one of the best performers in Spain. He is a quiet actor, of fine personal appearance; something like Charles Kemble in his style, and, unhappily, a good deal like him in his voice, for he is growing old. His reading and articulation were admirable, but a great deal was lost, the house being too large for any thing but opera, ballet, or spectacle.
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Los bailes particulares
Nó precisamente en este dia, pero sí desde los primeros del mes suelen darse en algunas casas bailes particulares, costumbre que ha sufrido un gran golpe desde la institucion de los casinos. Mas como aun no está del todo perdida, seria un robo hecho á nuestros lectores, no decirles cuatro palabras acerca de esos bailes, los cuales á pesar de la mudanza de los tiempos, conservan un carácter especial que perderán muy tarde ó nunca. Danse los bailes particulares en una sala de regulares dimensiones, no siempre profusamente iluminada, con sillas á la redonda, y con la añadidura muchas veces de un tabladito en la testera para colocar á los músicos. El que crea que todos los que van á esos bailes se divierten no está en lo cierto, y si alguno se figura que todos van con el objeto y con la esperanza de divertirse, tampoco entiende del negocio una palabra. Los maridos, por ejemplo, ni van para divertirse ni lo han soñado siquiera, pues aun cuando el baile de suyo fuese capaz de proporcionarles ese bien, se lo convierte anticipadamente en amargura y espinas el presupuesto que quince dias antes les presenta la señora esposa, del gasto que esa funcion hace necesario. Las madres no se divierten tampoco, por varias causas que ellas saben perfectamente. Suelen las tales ocupar en la sala el primer término, y aunque las mas preferirian indudablemente estar en la cama, han hecho el sacrificio de ir alá para que les diviertan las hijas, y con el objeto de ver si la tinta que las luces derraman en los rostros de las niñas, el calorcito de la sala, el olor de las esencias y los demas alicientes que por allí revolotean, emboban á este ó al otro hombre de bien, que le vendria á la rapaza como á nosotros cincuenta mil compradores del Añalejo. Esas madres son aquellas ya maduras y que estan fuera de combate, las cuales no abandonan la silla en toda la noche, murmurando un rato, quejándose mutuamente de sus dolencias, contando partos y amamantamientos, y no perdiendo de ojo á la muchacha, porque todavía recuerdan las cosas que les dijeron en los bailes de su tiempo, y las travesuras de que fueron testigos si nó actrices. Esta respetable porcion de los concurrentes la reputan por cosa que está de sobra todos los que bailan y muchos de los que miran.
Dando vueltas al rededor de la sala y por entre las sillas, cual si anduvieran buscando alfileres, andan una porcion de solterones con las manos metidas en las faltriqueras, espiando momentos de descuido, dando conversacion á casadas que ni son jóvenes ni viejas, haciéndose del ojo con solteras, embaucando madres y discurriendo malicias y picardías. Esa es la plaga de todos los bailes; gente dañina que no toca sin tiznar y que no pocas veces empaña cuando respira. Esos son diablos que corren sueltos toda la vida para recoger todo lo que anda perdido, y perder mucho de lo que estaba encontrado.
En el centro de la sala bulle una multitud de jovencitos de poca edad y poca malicia, que baila, y baila porque oye música, que dice algun requiebro mal combinado y peor oportuno, que suda y se afana y hace gala de las buenas piernas, que despues de dos docenas de piruetas se queda contento como si hubiese puesto una pica en Flandes, y rematada la funcion se va á casa á dormir el cansancio, soñando toda la noche tan sin sustancia como obró durante el baile. Esos son los pastores que punzan de lejos al toro para que salga movido á la plaza, donde la cuadrilla, que son los señores camastrones, le plante una banderilla, pica ó estocada tal que venga á caer á sus pies. Las muchachas por su parte alegritas y medio sudadas, y riendo y saltando y hechas á las flojas armas de los danzantes no saben defenderse contra los empujes de aquellos perillanes, y suelen meterse en atolladeros tales, que han de tenerlo á gran fortuna si salen con lodo á la rodilla.
Allá en lontananza ocupan y obstruyen la puerta de la sala una muchedumbre de hombres de diversas edades y condiciones, que ni osan adelantarse ni saben hacerse atras; contemplan nó lo que pasa en la sala, sino en un solo punto de ella, danda á Barrabás no pocas veces el baile y á todos los que por él andan. Tal vez haciendo un esfuerzo sobre sí mismos se retiran por un momento, mas un poder irresistible los trae de nuevo á ver sus duelos, y á desear que vuelen las horas para sacar la hacienda de peligro. Esos prójimos son maridos, cuyas mugeres rodeadas á veces de cuatro ó seis camastrones, estan como piojo en costura, sin que los ojos del centinela puedan atravesar el espesor de los cuerpos enemigos para conocer el estado de defensa en que se halla la plaza. Es verdad que si los espugnadores lo advierten suelen hacerse atrás á fin de no inspirar sospechas; mas entonces un marido prudente, un marido del siglo XIX echa á correr dejando el campo libre: no se diga que conoce los zelos, ó no se esponga á que la muger le reconvenga con que no tiene confianza en ella. Vuelve la espalda, y antes de dar dos pasos, la plaza está otra vez sitiada, y la van estrechando por todos lados, disputándose los sitiadores el honor del asalto. Y entre tanto el marido anda por la antesala hablando con otro compinche, á quien le pasa lo mismo. Asoma el esposo las narices y despejan, despeja el esposo y vuelven á la carga, y asi andan jugando toda la noche al escondite, y la cosa para en lo que para, que eso no puede ponerse nunca en claro, ni es menester tampoco.
Alguna de esas esposas no tiene todavía las piernas en secuestro, y si bien ha dicho á mas de cuatro solicitantes que por entonces no deseaba bailar, tanto la hostigan que para no hacerse ridicula (escusa muy socorrida), apechuga con el galan, nó sin haber antes pedido por señas licencia al esposo que continúa de portero, y que ni se la dió ni tuvo resolucion para negársela. Enrédase en el wals, porque es un wals lo que se baila, y aunque el marido ha ido siguiendo el movimiento por un buen rato, al fin tantas parejas se interponen que mi hombre ha perdido la pista, y abandona la atalaya supliendo con la imaginacion lo que no atisban los ojos.
En esos bailes no suele jugarse, que esto es gollería reservada para los bailes de gran tono. No habiendo pues el tapete verde, la cosa continúa con las mismas variaciones dichas, hasta que las madres cansadas de lidiar con las hijas, de sacar todos los relojes, de luchar con el sueño, de temer el mal humor y de ver la impaciencia del marido, se pronuncian en retirada, alborotan el cotarro, y hacen que su ejemplo sirva de hincapié para las menos atrevidas. Entonces van desfilando todos los danzantes y mirones, y las señoras de la casa estan ya en la antesala y despiden una por una á las concurrentes, y se van trayendo capas y pañolones, y los galantes mancebos las acomodan en las espaldas de las madres, y despues en las de las hijas, y pillan el brazo mas hermoso que pueden para ayudar, nó á bajar, sino á enredarse y á tropezar por la escalera, y suelen probar el estrangis de un apretoncillo que no pasa de ahí si no recibe contestacion, y que se hace mas significativo si la ha merecido. Llega la comitiva á la calle, tápase la boca todo el mundo, y dando mas de mil buenas noches, y ahures, y á los pies de Vds., y beso á V. la mano, y vaya V. con Dios, y para servier á V., y hasta mañana, y á Dios, y ahur, y vaya V. enhorabuena, y voces, y gritería, y bullicio, y risotadas y otras cosas que todos saben; se desbanda la cuadrilla, cual vuelo de pájaros cuando oyen un escopetazo inmediato al árbol en que estaban posados.
¿Quién es capaz de seguir á todas esas guerrillas en que acaba de desplegarse la reunion entera del baile? ¿Cómo referir las diversas conversaciones que se empiezan, el distinto humor de cada persona, los diferentes efectos que en cada una de ellas ha dispertado la escena en que desempeñaron el papel de mirones, de actores, de actrices, de personages que no hablan ó de sacasillas? Algunos critican á los concurrentes y á los amos de la casa en pago de haber tenido gasto y molestias para divertirlos; analízase el trage de las señoras, desciéndese á averiguar de dónde saca el marido el dinero para costearlo, háblase de lo amartelado que Pedro estaba junto á Bernarda, supónense relaciones que nunca ha habido, discútese qué razon tuvo Joana para no ser de la partida, estráñase la presencia de fulanita no estando fulando, se discurre acerca de la conducta de señoras y de hombres, se tijeretea á todo triquitraque, se muerde á diestro y á siniestro, se reniega de tales diversiones; un amigo dice á oto en secreto la conquista que ha comenzado, y este refiere el estado de la que ha venido á continuar: laméntase aquel de que no habia cosa de provecho, unos van cansados, fastidiados muchos, indiferentes no pocos, y es gran fortuna si entre todos no hay quien se queje de la pérdida del sombrero que se ha llevado un tempranero, dejándolo otro mugriento y angosto hasta el punto de no cubrirle media cabeza. Y unos por babor, otros por estribor, estos por la proa y por la popa aquellos, siguen la derrota de costumbre y van á dar fondo á casa, tal vez desmantelados, tal vez con avería gruesa, tal vez haciendo agua, tal vez sin mas áncora que la de la esperanza. Llégase á casa, cenan de requiem, y se tienden en una buena ó fementida cama, y tengan vds. muy buenas noches.
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De primos y primas en el día de los santos Primo y Feliciano
El que hoy quiera felicitar los dias á todos los que responden nombrando el primero de los santos del dia, no tiene bastante con una resma de targetas. Pocos son en verdad los varones y las hembras á quienes en la pila puso el padrino el nombre de Primo ó Prima; mas en cambio de esta escasez, hay tanta abundancia de primos y primas extra bautismo, que dudo pueda encontrarse nombre de mas tocayos. Dejando á un lado todas las primas de los instrumentos de cuerda, que no son en corto número, y que por cierto se comen, á puro de romperse, la mitad de lo que ganan los violinistas y guitarristas; haciendo caso omiso de esas otras primas de jugada en papel del Estado, en billetes de banco y en acciones de empresas y sociedades, en las cuales primas sucede la rareza de que quien pierde, pierde y paga, y quien gana, gana, pero no siempre cobra; suprimiendo la hora prima de los romanos y la hora prima canónica; omitiendo las lecciones de prima y los catedráticos de prima que antes habia en las universidades y que han caido en desuso; dejando á un lado, decimos, todos esos primeríos, nos atenemos á otros dos, á saber, los primos de las primas, y los primos de las primadas.
Tenemos por cosa de todo el mundo sabida que los primos de la primera de esas dos clases son incómodos de suyo, mequetrefes de las familias, guardianes importunos, usurpadores de derechos maridales y paternos, suplefaltas de novios, sobresalientes de cortejos, sustitutos de hermanos, terceros en domésticas discordias, encubridores de enredos, trastornadores de voluntades, trastos de tropiezo, pararayos de enojos, vichos de sobra, y entes que no pueden con exactitud incluirse en clasificacion ninguna. Los tales primos son los censos irredimibles de todas las familias. No hay ninguna entruchada entre ellas y ellos en que ora en pro, ora en contra, no ande barajado un primo. Ya los primeros amores de las niñas son suyos en calidad de primeros ocupantes, porque aun nadie ha observado que en la tal casa hay una muchacha que comienza á mugerear, cuando ya el primo está cansado de decirle que la quiere, y con el achaque del primerio hace mas de tres años que le anda buscando las vueltas en haz y paz de los padres de la mocosa, que temen del mozo que pasea la calle, y no tienen maldito el recelo del sobrino que á todas horas hace migas con la chiquilla. El primer apreton de mano, que es como el cabo de gastadores de los lances y sucesos amorosos , lo atrapa un primo sin que nadie lo pueda remediar; y aunque la rapaza cuando comienza á representar papel en el inundo llame la atencion de un ciudadano cualquiera que empieza por telegrafear, y procure despues estrechar las distancias, nó por esto se adelanta cosa alguna, porque entonces el primo se encaja de por medio , y aunque en rigor no es rival, hace oficios de ello, y no hay sino aguantarlo, porque en calidad de primo no bastan humanas fuerzas á separarlo de la querida. Él suple los ojos de la madre, él baila con la muchacha para impedir que baile el amante, la cela como un agente de policía, y es mucha fortuna si no da en la flor de ser un espía que trastorna los planes á duras penas fraguados entre los dos amantes.
Entabla un jóven relaciones con una señorita y ella parece que corresponde, pues se asoma al balcon cuando pasa el mozalbete, y mira á la luneta en que el tal se sienta, y se vuelve á mirarle cuando sale del teatro, y á todo esto ni el papá ni la mamá se han dado cata de ello; pero suple por ambos el primito que no le pierde á V. de ojo y se complace en mortificarle, y si hay un baile allí se lo encuentran danzando con la prima, cuchicheando y sonriéndose con ella, y haciéndole muecas y poniéndole el pañuelo á la salida, y dándole el brazo en la escalera y en la calle, todo todito para mortificar al amante, al cual ni siquieía le queda el consuelo de poder romperle la cabeza, porque como primo, pertenece á la familia, y el amante respeta á todos los individuos de la familia de su querida. ¿Y daríamos nosotros los días á tales primos? Nó por cierto, y cuenta que á nuestra edad no nos incomodan los tales, pero sabemos que incomodan á muchas gentes, y estamos seguros de que continuarán incomodando hasta la consumacion de los siglos. Por esto aconsejamos á nuestros lectores que no den los dias á ninguno, y si entre los tales lectores hay algun primo, que sí los habrá, tómeselos si quiere, que no serán los dias la primera cosa que se habrá tomado en el mundo.
En cuanto á los primos de las primadas les felicitamos de corazon, ya porque son necesarios en la sociedad, ya porque estan muy distantes de incomodar á nadie, ya porque nos consideramos tocayos en atencion á las muchas primadas que en este mundo nos han sido jugadas, á las muchas que nos jugarán todavía, á las infinitas veces que hemos pasado por primos, á las otras que nos han tomado por Ídem, y á la indecible facilidad con que nos dejamos primear por astutos y por tontos, por jóvenes y por viejos.
A los primos de la primera especie torozones, tabardillos y calambres, á los de la segunda felicidades sin fuento y por muchos años.
Tambien es hoy san Feliciano. Pónganse la mano en el corazon todos nuestros lectores, y á ver si hay uno siquiera que se considere en el caso de celebrar hoy sus dias. Si lo hay, puede estar seguro de que no tendrá tocayos. Bueno está el mundo para que haya hombres felices.
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Noticias portuguesas de una corrida de toros en la Barceloneta
Perto d’alli se acha a plaza de toros, inalienavel de todas as cidades e povoaçoes d’alguma importancia na Hespanha. A de Barcelona é uma das maiores, e póde conter 10:000 espectadores.
Na tarde de domingo 9 de outubro assisti a uma corrida de touros, pela quadrilha do afamado Cúchares. Entre os oito bois, havia dois portuguezes, chamados Morito e Gorrion, das manadas do Ribatejo do lavrador Raphael José da Cunha, e que a 200 legoas de distancia foram acabar as maos dos capinhas Manolo e Curro.
Para se fazer idea do interesse e da minuciosidade com que se descrevem estes espectaculos na imprensa hespanhola, transcreverei o seguinte trecho da descripçao d’esta toirada, que publicou o Diario de Barcelona de 11 de outubro de 1853.
«Morito se llamaba el tercer toro. Era de Lisboa, ganaderia de Acuña, y tremolaba su hermosa divisa celeste. Era tambien negro, cornigacho, astiroto del izquierdo, de libras, de cabeza, fiero y voluntario. Morito que, como digo, era mas negro que un moro y de alma mas negra que su pelo, tomó una vara de Pinto, y le mató un injerto de caballo que montaba, siete del Naranjero, que estuvo mui bien en ciertas ocasiones, dos de Calderon, cada una de las cuales le custó un tumbo y un jaco muerto, cuatro de Castañita con un rocin despachado, y cinco del famoso Barillas, que midió dos veces el suelo con sus costillas y perdió un camello, Morito, rencoroso como un moro cuando se halla entre cristianos, se revolvia con un afan y un celo, y se arrojaba á hombres y á capas de un modo que no parecia sino cumplir un secreto voto de venganza. Tres veces saltó la valla, con la misma facilidad con que se infringe tres veces una ley. Los muchachos le parearon con destreza, adornándole con dos pares y medio de colgajos, y el Morito, que se habia hecho de mas sentido que un vigilante de puertas, fué á morir á los pies de Curro, de una corta y de otra de recurso baja á paso de banderillas.
«Portugués era tambien, de la misma ganaderia de Acuña, el toro que salió en seguida. Se llamaba Gorrion, y era negro, liston, cornialto y astinegro. Salió jugueton y revoltoso como un trabajador en dia de fiesta, disposto á hacer mas calaveradas que baches tiene, el empedrado de ciertas calles. Se mostró desde un principio blando al hierro, y aunque fue siempe voluntario, no recargó jamás. Barillas le puso cuatro puyas, y ¡cosa particular! no se cayó una vez sola; Castañita otras cuatro, y Calderon cinco con un marronazo. Minuto y Muñiz pusiéronle entre los dos tres pares, y Manolo le tendió de un mete y saca primero, y luego de un volapié.»
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Debut como novillero de Pere Aixelá (Peroy), primer matador de toros catalán en plazas de primera categoría
1855: Julio: 01: Peineto, Jardinero: Manuel Arjona Herrera o Guillén, hermano de Cúchares, y Pedro Aixelá (Peroy) alternaron en la plaza de Barcelona [el Torín en la Barceloneta] el (01- 07-1855); día de la alternativa de Peroy, al que Arjona le cedió el toro, llamado Peineto, de la ganadería de Bermejo. Tuvo dicho suceso características de fausto por varios motivos: porque era la confirmación de las dotes toreras de Aixelá y porque era el primer toro estoqueado por un catalán en un espectáculo público de aquella categoría. Anduvo después por diversas plazas catalanas y del resto de la Península; en ellas ejecutaba el salto de la garrocha con gran limpieza y destreza y ponía banderillas al quiebro, por haberlo aprendido en Francia en su práctica con toros embolados.
Era entonces la época en que empezaba a realizar esa suerte el Gordito, y por ello causaban más expectación sus actuaciones. En 1853 le llevó en su cuadrilla a Nimes (Francia), el matador de novillos Basilio González (el Sastre); toreó con éste varias corridas, aprendiendo con gran facilidad las modalidades del toreo landés. Siguió toreando y progresando de manera rápida; en las corridas celebradas en Barcelona los días de San Juan y San Pedro del año 1855 figuró como banderillero de cartel.
En esa misma corrida, pero de la ganadería de don Pedro Galo Elorz, el toro llamado Jardinero, de casta pura navarra, cogió al diestro Antonio Luque (Camará), ocasionándole una grave herida de unos 12 centímetros de longitud en la tetilla izquierda.
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Muere un joven alemán en la plaza de toros de la Barceloneta
EDICION DE LA NOCHE DE HOY 19 DE JUNIO.
Nuestro corresponsal de Barcelona nos escribe con fecha 17:
«Hoy se ha verificado el entierro del malogrado Wandersahen [sic], muerto en el ensayo de la corrida de toretes proyectada por los jovenes de la buena sociedad.
El cónsul aleman en esta plaza, Sr. Lindan [sic: Linden/Lindau?], que se hallaba en la plaza cuando aquel fué cogido por la fiera, pidió permiso al juzgado para llevarse el cadáver á su domicilio, lo cual le fué concedido, y ayer se presentaron allí los médicos forenses para practicar la autopsía, no atreviéndome á dar cuenta de lo que ocurrió ante el representante de una nacion estranjera, por el buen nombre de nuestro país.
Despues fué embalsamado el cadáver por el distinguido profesor Sr. Griñan, operacion que se llevó á cabo á instancias del señor consul y de los amigos del difunto en el despacho principal del consulado.
El cortejo funebre ha sido numerosísimo, viéndose la rica caja que encerraba al desgraciado Wandersahen, cubierta de flores y coronas, y siendo llevadas las ocho gasas por amigos del finado, cerrando la comitiva más de sesenta carruajes, entre los que se veían los de las primeras autoridades.
La proyectada corrida se ha suspendido habiéndose acordado emplear en obras benéficas el importe de ella.
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El conde de Santa Coloma le pide consejo al torero gitano Rafael el Gallo
Mientras el conde nos enseñaba su estupenda casa, entre unas frases de elogio para un cuadro de Pantoja, una armadura milanesa ó un tapiz flamenco, derivamos la conversación del toro a los toreros. Admirados estábamos ante un biombo japonés, en el que se comenta nuestro Quijote, mueble curiosísimo de un raro mérito artístico, cuando saltó en la conversación el nombre de Rafael el Gallo. ¿Por qué? No lo sé. Acaso por asociación de ideas, que Rafael tiene mucho de Quijote taurino. Lo cierto es que el conde me refirió que una vez El Gallo le pidió una corrida para Barcelona. Se envió la corrida, y al desencajonar los toros, uno se rompió un cuerno. Telegrafiaron al conde dándole cuenta de ello y le preguntaban ¿qué hacemos? Cuando se recibió el telegrama, Rafael, de paso para Barcelona, visitaba a Santa Coloma.
-Mira lo que me dicen, Rafael -dijo el conde-, que un toro se ha roto un cuerno, y que qué hacen.
-Dígales osté que a ve si puen haser que se rompan los cuernos los otros sinco.
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Ignacio Sánchez Mejías, el torero del 27, recibe la alternativa de manos de Joselito, su cuñado
EN BARCELONA
Barcelona, 16.-Entrada, buena. La tarde, ventosa.
Junto á la puerta de la plaza hay un escuadrón de Caballería.
Las cuadrillas con aplaudidas en el paseo. Belmonte es abucheado.
Lídianse toros de V. Martín.
PRIMERO
Negro: salta la barrera, causando pánico.
Mejías recíbelo con dos lances de rodillas y seis verónicas monumentales, arimándose. Ovación.
Joselito da otras muy lucidas.
Con bravura toma cuatro varas por tres caídas y muerte de un jaco.
Hay buenos quites.
Mejías pone tres pares buenos (Música) y otro delantero, desigual.
Joselito entrega los trastos á Mejías, abrazándole. (Ovación.)
Mejías, de esmeralda y oro, vase al bicho, apartando á la gente; trastea por naturales y ayudados, tres de pecho, y deja una entera, buena, tirándose con arrestos. Ovación y oreja.
SEGUNDO
Berrendo en negro.
Belmonte da cinco verónicas cuadradas.
Toma el berrendo cuatro varas por tres caídas y muerte de dos jacos.
Magritas y Riverito prenden pares regulares.
Belmonte, de verde y oro, halla al toro incierto, quedado; trastea con un pase ayudado, saliendo achuchado; otro con desarme y un rasguño en la mano derecha. Sigue movidillo, arrimándose valiente, con dos de pecho forzados, dos molinetes, y atiza un pinchazo hondo, derrotando el toro; otros dos feos y media delantera. Pitos.
TERCERO
Feo, negro, manso. José recógelo.
Acosado, toma cuatro varas por una caída y muerte de un jaco.
Cuco y Cantimplas lo hacen mal.
Mejías devuelve los trastos á Joselito, que viste de negro.
Joselito logra apoderarse del toro, que está huido. Trastea arrimado con rodillazos; da un pase cogiéndose á la oreja del toro, y señala una entera, ladeada y atravesada. Descabella al segundo intento. Ovación y oreja.
CUARTO
Negro, descarado.
Joselito veroniquea lucido, adornándose en quites.
Toma cinco varas por tres caídas y muerte de dos jacos.
Mejías pone un par súper con los terrenos cambiados.
Gallito otro al cuarteo, y termina con otro Mejías.
Joselito trastea por bajo con naturales y ayudados; perfílase y deja una entera atrevasada, entrando recto con el brazo alto. Cuatro intentos. Pitos y palmitas.
QUINTO
Retinto, suelto.
Toma cinco varas por una caída y dos caballos muertos.
Morenito de Valencia y Maera parean súper.
Belmonte da tres pases ayudados, con desarme; sigue inseguro y tírase, dejando una entera contraria, entrando súper. Descabella á pulso. Palmas.
Belmontistas y gallistas arman una gran bronca.
Mejías da un capotazo, recortando y quebrando.
Toma el bicho cuatro varas y mata dos caballos.
Mejías deja un par abierto, desigual, y otro al cuarteo, superior.
Joselito entra con los terrenos cambiados y deja un par monumental y otro discutible.
Mejías brinda al sol y marca tres pases altos, un rodillazo, cuatro de pecho -ovación, música-, un pinchazo y una estocada algo perpendicular.
Descabella al segundo intento. -
Último espectáculo taurino en la plaza de la Barceloneta
… en esta de la Barceloneta fue con intermitencias hasta el (23-09-1923), en cuya fecha se dio el último espectáculo, consistente en una novillada con seis toros de Hidalgo, en la que un tal Faroles rejoneó los dos primeros, y luego dieron muerte a los cuatro restantes, en lidia ordinaria, Isidoro Todó (Alcalareño II) y Ramiro Anlló (Nacional chico). La Barceloneta, que tenía una cabida para 12.000 espectadores, se mantenía todavía en pie en la década de 1940 y después pasó el inmueble a propiedad del Banco Urquijo, a sabiendas de que realizando en ella algunas mejoras, podría continuar dando funciones.
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Derrumbada la plaza de toros de la Barceloneta
Acabada la Guerra Civil, el Torín va ser enderrocat el 8 d’abril de 1946 i vuit anys més tard els terrenys que ocupava van passar a ser propietat de la companyia Catalana de Gas.
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El marketing de José Tomás: seis toros en la Monumental
José Ramón Márquez:
Da la impresión de que la corrida benéfica o a beneficio del pasado día 5 en Barcelona marca un punto de inflexión en el devenir profesional del llamado “dios de piedra de Galapagar”. Esa publicitada tarde ha puesto una vez más en evidencia las características que han marcado la trayectoria de este extravagante torero y de manera muy particular las carencias de su apuesta.
Se ha señalado con insistencia y de una forma a la que cada vez se han ido sumando más voces que el diseño de la ‘segunda venida’ de José Tomás obedece de una forma milimetrada a los principios de la moderna mercadotecnia dispuesta en tres líneas.
[1, 2, 3]
¿Y después de Barcelona, qué? Pues tras esa importante tarde, publicitada urbi et orbe, queda lo que siempre hubo: un torero con una notable falta de oficio que es sustituida normalmente por una gran impavidez, que a medida que los toros le cogen y le trompican va tomando más precauciones para que eso no pase, pues ya se sabe que los toros, aunque no calen, hacen daño. En Barcelona volvió a estar tres veces por los aires, y eso siempre se debe poner como demérito del torero, ya que la cogida es siempre un accidente indeseable. Pero a medida que Tomás va tomando precauciones, su toreo se va pareciendo más al de los demás: en Barcelona se le vio perder pasos como a casi todos y renunciar a aquel famoso ‘sitio inverosímil’ en el que se ponía.
[…]
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El Parlamento autonómico prohíbe las corridas de toros a partir de 2012
Las corridas de toros han quedado prohibidas en Cataluña. A partir del 1 de enero de 2012 ninguna corrida de toros se podrá celebrar en Cataluña, después de la aprobación este miércoles en el Parlamento autonómico de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones.
La mayoría de los diputados autonómicos ha decidido que no se vuelvan a celebrar corridas de toros en Cataluña. Los representantes de CiU y PSC tenían libertad de voto por lo que tenían la llave para la aprobación o no de la ILP -posición defendida por Anna Mulà i Arribas, que en 2006 se presentó en las listas del PACMA- que pedía la reforma de la norma de la protección de los animales. Los diputados autonómicos de PP y Ciudadanos han votado a favor de mantener las corridas de toros; mientras que los de ERC e ICV-EUiA han votado a favor de la prohibición.
Con esta decisión, la Monumental de Barcelona, que en la práctica era el único coso de Cataluña que ofrecía corridas de toros, dejará de serlo desde el 1 de enero de 2012. Sí se seguirán permitiendo los correbous o toros embolaos y la suelta de toros y vaquillas. Así como otros eventos culturales o deportivos en los que sí mueren animales, como la pesca deportiva.
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¿Última corrida de toros en Barcelona?
Lo que tienen perpetrado para el próximo domingo no es más que la entrega de esa plaza, la rendición planificada con un fiestorrín dedicado a recoger los últimos dineros que se puedan exprimir del toro. Nadie, aparte de cuatro románticos, ha tenido verdadero ánimo de defender eso. El primero, el propietario de la Plaza, que está deseando hacer un convenio con el Ayuntamiento y transformar inmediatamente La Monumental en dinero contante y sonante; en segundo lugar, los políticos de oposición, que en su afán de no ser tachados innecesariamente de espanyols, no han sido capaces de defender con afán la pervivencia de esta centenaria tradición; y en tercer lugar, los gobernantes, decididos a implantar en Cataluña el régimen de Catalandia, ese mundo ficticio para cuyo diseño lo mismo hacen tapar con nocturnidad los restos de las construcciones de época califal en el monasterio de San Pedro de Rodes que proscriben la tauromaquia, pues son cosas que no entran en esa realidad nacional de juegos florales, noucentisme e idioma vernáculo que se han inventado, tan irreal por otra parte.