Etiqueta: Santiago el Mayor

  • Entra el duque de Feria, virrey de cataluña, y da una fiesta impresionante en honor de su nuevo hijo

    Aplazaron para la jura del duque de Feria por virrey de Cathaluña, el día 11 de Junio de 1629, y así ese día por la tarde se salió el Duque al lugar del Hospitalete. Empezóse á llenar el camino de gente y á pasar correos de una y otra parte, con las embaxadas que se acostumbra, de Consejo, Diputación y Ciudad: á cosa de las quatro de la tarde salió el Consexo Real con sus mazas altas y á cavallo, hasta el lugar de Sans, en donde hizo alto y despachó al Morondon (Juan Miguel de Monredon, alguacil real, que en 1.º de Mayo de 1640 le quemaron vivo con los suyos dentro de una casa, los amotinados de Santa Coloma de Farnés.) con aviso de que aguardava: estava el Duque en Provenzana, también parado, con el de Alcalá y su hijo, y respondió á la embaxada que no se moviera el Consejo, y despachó luego el Duque otro correo al Cons(ej)o y partió, y llegando á vista del Consejo, dexó su coche y montó en un hermoso caballo blanco, que con aderezo bordado de oro y plata le tenían prevenido; también estava aprestado el pendón ó guión con un Santiago á cavallo bordado en él; precedieron antes de llegar el Duque dos trompetas, con sus armas en las pendientes y mucha parte de su familia. Llegó el Consejo, y dándole la enhorabuena le pusieron en medio del Conseller y Regente. El Duque era hombre mui grueso, su vestido no se podía divisar de qué era, por solo se descubría la bordadura de plata y oro. Empezóse á caminar llebando delante las dos trompetas, el capitán de la guardia, los alabarderos y seis lacaios con librea verde y franxones de oro: venía después el Consejo y la persona del Duque, y detrás un cavallero de su familia, que vestido con baquero de terciopelo carmesí con franxas de oro, trailla el pendón; y después seguían algunos cavalleros cathalanes y el resto de la familia del Duque. Con esta orden se llegó hasta donde aguardavan los diputados, que ya tienen puesto señalado; hecha la ceremonia ordinaria, el Consejo quedó atrás y (el) Virrey se puso en medio de los diputados, hasta que llegando cerca de la Cruz Cubierta, en donde aguardaba la Ciudad, después de dado el parabién y aquellas sólitas ceremonias, se puso al lado del Virrey el Conseller sigundo, Buenaventura Gualvez, que por hallarse el Conseller en Cap enfermo, que era Bartholomé Sala, no pudo asistir, ni tampoco el cuarto, porque el día antes le hablan sacado á suerte por muerte de Pablo Magarola: suplieron estos lugares los cónsules de Lloixe [Llotja/Lonja] que llaman los Diputados. Se retiraron como acostumbran y puestos en esta forma entrando por la puerta de San Antonio, calle del Carmen, Puerta Ferriza y Plaza Nueba, llegaron al Aseo, en donde recivido por el Cavildo y conducido al altar maior prestó el juramento que es de estilo, y vuelto bajó á hacer oración á Santa Eulalia, y saliendo después tomó su cavallo, y pasando el guión ó penda (Pendón) delante, con el mismo acompañamiento, y por las casas de Diputación, Ciudad, calle del Rogomí y calle Ancha, le cortejaron hasta palacio, en donde todos se dispidieron.

    No truxo á su muger por quedar en Madrid y á últimos días de parir, ni vino dama alguna con él. Dentro de pocos días le llegó la noticia del parto que havía sido mui feliz, encomendándole Dios un hijo; y para celebrar esta alegre nueva, se publicó un sarao que se tubo en casa del conde de Eril, en frente de Junqueras, en el jardín de la misma casa. Para maior capacidad del concurso, dispúsose un grande tablado algunos palmos en alto de tierra, y al deredor colgado de ricas sedas de tapicería, y por cielo una grande vela con que venía á quedar como un gran salón, y en medio del teatro havían puesto unas divisiones para poder danzar y hacer los juegos sin estorbo alguno. Asistieron el Virrey, duques de Alcalá y hijo y nuera y todas ó las más damas cathalanas; hiciéronse torneos, monerías, danzas y bailes; empezóse el sarao á las nuebe de la noche, y acavó á las seis de la mañana; el señor Virrey dio una rica colación y, sigún se dixo, le costó el festín pasados de mil ducados, porque todos asiguraban que ni por el Rey se podía hacer cosa maior.

  • Galeras españolas con ayuda de Santiago toman un navío otomano en una batalla nocturna

    El dia cinco de Diciembre de 1629, por (la) tarde, se descubrió un bello y arrogante baxel de alto bordo que cursava esta playa de Barcelona, costas de Gathaluña, recelándose ser turco. Cerró la noche, y queriendo los turcos, como hijos de ella, hacer de las suias, fueron abordando hacia el puerto, acercándose tanto, que á cosa de las onze de la noche le descubrieron unos soldados cathalanes que hacían guardia del morbo, que entonces se celava por el contagio, y reconociendo los paysanos lo donoso que havía de ser á las galeras, embarcaciones del puerto y navios que havía por la plaia, fuéronse á toda priesa á dar aviso á las galeras y navios, que sin du(da) se devían estar sin centinelas: apenas pasó la palabra vieron la nave, quando cortando los cavos, dieron los remos al agua las cinco galeras españolas, que como recelaban ya la tarde antes, están dispuestas para carpar. Disparó la Patrona el acostumbrado tiro sin bala, dando seña para que respondiera el navio; pero él, soberbio por naturaleza, desimuló, y viendo las galeras el silencio, dieron tras él, y él, juzgando con la opacidad de la noche que eran barcas que le davan caza, desplegando las velas huíase engolfando, con ánimo de conducir aquellas barquillas en alta mar para hacer presa de ellas. Salió su presunción tan castigada como merecía, pues las galeras, llegando á tiro de poder jugar la artillería y mosquetería, empezaron á llober valas como si fuera agua, y á formar el humo densas, nubes en la región cierca. A la multitud de los tiros continuada, y á las luces del fuego, reconocieron los hijos de Vulcano que eran galeras las que le infestavan: aquí empezó la sangrienta escaramuza, y en su bárvara lengua á lebantar voces y animarse á la batalla: aquí los valerosos españoles, hixos de Marte, á formar círculo cercando al navio, y darle fieras cargas; sin cesar los cañones de disparar, que parecían venas de la región ígnea sigun arrojavan fuego; á cuio estruendo dispertó lo más de la ciudad con el susto de la novedad: duró la pelea hasta las cinco de la mañana, en que con la luz de la luna se logravan mejor los tyros, pues de uno le rompió la galera de San Juan los árboles m(aest)re y trinquete al navio, y luego abordando las proas contra el turco castillo, y apellidando el patrón de España, se oían las voces de Santiago y á ellos, y los gemidos de los heridos acavaron de rendir al baxel, en el cual se hallaron 110 moros, sin los que en la batalla havían muerto, quince renegados y 16 cautivos, con catorce cañones de bronze y muchas provisiones de municiones y mantenimientos de vizcocho, arroz, manteca y otros géneros, con diversidad de estandartes que traía de diferentes reies, para executar mexor sus presas. El día siete por la mañana se restituieron al puerto las galeras, rotas las proas y arrastrando el navio, y por el agua los estandartes ó banderas que havían apresado. El cabildo y clero del Aseo fue á buscar los muertos, que eran doze de las galeras, á quienes hicieron sumptuoso entierro. Los heridos fueron muchos, pero no pereció ninguno. Vendito sea Dios.

  • Las bullangas de Barcelona: quema de conventos de frailes

    Se daban desde algun tiempo en Barcelona funciones de toros, y con motivo de la celebridad de los días de la Reina Cristina, se anunció en los periódicos la séptima funcion para el dia 25 de julio, que era festivo, por ser Santiago, Patron de España. Los toros que se habian lidiado en la funcion anterior habian sido bravísimos y escelentes á juicio de los entendedores; asi es que el anfiteatro estaba lleno en el día 25. Quiso la casualidad que los toros fueron muy mansos ó malísimos en aquel dia, y exasperados los espectadores, despues de los gritos, vociferaciones y confusion que se permite en aquellos espectáculos, dieron principio al barullo arrojando á la Plaza un sin número de abanicos; tras de ellos siguieron los bancos; luego las sillas, y por fin alguna coluna de los palcos. Rompieron la maroma que forma la contrabarrera, y con un pedazo de ella una turba increíble de muchachos, con una espantosa algazara, arrastró el último toro por las calles de la ciudad.

    Apenas la jente que venia de la funcion empezaba á dar su ordinario paseo par la Rambla, á saber, á cosa de las siete y media, cuando empezó ya la alarma y se vieron arrojar algunas piedras á las ventanas del convenio de Agustinos descalzos. La guardia del fuerte de Atarazanas cerró el rastrillo y se puso sobre las armas, porque habia tambien tropel en el convento de Franciscanos, que le es muy inmediato.

    Preludios fueron aquellos de un tumulto; pero nadie ó muy pocos creían en él, porque la jente se iba de sí misma retirando á sus casas; porque en la turba no habia ni un solo hombre; y porque, á nuestro entender, nada habia de premeditado. Sin embargo no tardamos mucho tiempo en salir del error. Tanta verdad es, que innumerables veces se orijinan cosas muy grandes de muy pequeños principios: y que de ordinario es mucho mayor el ímpetu y precipítacion, con que se despeñan los males, que fué el impulso que les dieron sus autores: pues es mucha verdad que no está en mano de quien arrojó el fuego en el edificio, poner tasa y término á sus estragos.

    De las ocho y media á las nueve de la noche se iban formando algunos grupos en la plaza del Teatro y en la de la Boquería, que engrosaban por momentos. En vano intentó separarlos la guardia del Teatro y algunos soldados de caballería destacados de Atarazanas. Se iban de una parte para reunirse en otra; se conocía que habia intencion decidida; y desde entonces fué fácil prever la borrasca.

    Clamoreando estaba el pueblo en diferentes puntos de la ciudad, y como el Capitan Jeneral y el Gobernador de la plaza se hallaban ausentes, el infatigable Teniente de Rey, Ayerve, en vano intentaba acudir donde mas amenazase el peligro, pues el odio habia pasado de raya, y mas se embraveciera cuanto mayor fuera el esfuerzo para contenerle.

    Ardió el primero el convento de Carmelitas descalzos, y subió de punto la audacia, conseguido el primer triunfo.

    Corría la tea abrasadora por todas las calles de la ciudad, y el segundo acometimiento se verificó en el convento de Carmelitas calzados. Pero la cosa iba con tal ímpetu y presteza, que arden á la vez las puertas de varios conventos, y sus moradores despavoridos pueden apenas huir por donde les depara la suerte y en varias direcciones, pereciendo unos cuantos en medio de la confusion y del trastorno.

    No animaba en manera alguna á sus contrarios la esperanza del pillaje, porque lo que no devoraron las llamas se encontró intacto en las iglesias y en las celdas: ni espantaron la ciudad con confusa y alarmante gritería, pues solo resonaban los golpes del martillo que abría los entejados, ó el estrépito de la bóveda que se desplomaba; y con tan estraordinario orden obraban, que parecían los hombres unos trabajadores asalariados por la ciudad, y las mujeres pagadas para alumbrar el trabajo de los hombres. Una parte del pueblo, hombres y mujeres tambien, eran espectadores de aquel terrible espectáculo, y parecia que algunos no acababan de persuadirse de que sus ojos veían; y otros habia que parecia se alegraban, como quien de una vez desempeñaba con el efecto sus deseos y pensamientos.

    El grande y nuevo convento del Seminario, situado en un ángulo de la poblacion, fué atacado por un corto número de personas; defendiéronse los frailes haciendo fuego, é hiriendo á algunos, hicieron volver las espaldas á los demás.

    Iban á pegar fuego al de Capuchinos y Trinitarios calzados; y como las llamas hubieran inevitablemente hecho presa de las casas vecinas, se desistió del intento.

    Tampoco fué incendiado el de Servitas, por la voz que cundió de que el Cuerpo de artillería tiene muy inmediato su almacen de pertrechos.

    Mientras que en una parte de la Ciudad ardian algunos conventos y se incendiaban en la otra, el furor no declinaba en ninguna: antes, á manera de tempestad, volviendo y revolviendo á diversas partes sus recíprocos combates, todo lo llenaba de inquietudes, por la facilidad con que podia prender el fuego en las casas. Y cosa verdaderamente rara, á pesar de que fueron incendiados seis conventos: el de Carmelitas descalzos, el de Carmelitas calzados, el de Dominicos, el de Trinitarios descalzos, el de Agustinos calzados, y las puertas del de los Mínimos, ninguna casa particular sufrió el menor daño; ni nadie fué oprimido de la ruina de los fragmentos que caían y volaban de una á otra parte, ni recibió la menor herida con los encuentros y choques de unos con otros, llevando todos empleadas las manos con varios instrumentos, en tan confuso tropel.

    Ningun convento de Monjas sufrió el menor ataque: ningun clérigo un insulto: ni ninguna fea maldad, que ordinariamente acompañan á semejantes conmociones nocturnas, se cometió en aquella espantosa noche: antes por el contrario muchas casas estaban abiertas sin que nadie recelara que corriera el saco por ellas.

  • Fiestas de Santiago Apóstol y San Jaime, feria del último en la c/ de Fernando VII

    Desde la batalla de Clavijo, que es como si dijéramos mas de diez siglos atrás, podríamos contar la antigüedad del patronato que tiene en España Santiago, cuya fiesta celebra la Iglesia en el dia de hoy. Por supuesto que á aquellos buenos de los leoneses que la ganaron no debió de ocurrírseles, que andando el tiempo se agasajaría al buen apóstol en el dia de su fiesta á cañonazos, tal como lo hacemos los hombres de ahora: pero está dispuesto de este modo, y asi lo dejarémos, pues no queremos enmendar la plana al que inventó tamaños agasajos, y los llamó hacer la salva. ¡Cuán distinto significado tenia esta frase entre nuestros tatarabuelos! La manera de hacer la salva la señala una ordenanza; á ella nos remitimos: á las costumbres nos atenemos que nó á las leyes.

    La parroquia de san Jaime establecida en la iglesia que fuo de trinitarios calzados, celebra con toda solemnidad la fiesta de su titular. La situacion del templo da lugar á que la feria sea en este dia de las mas notables, dado que en otro tiempo Barcelona no haya celebrado en este dia una feria tal como la que celebra en el dia 21 de diciembre. Sea de esto lo que fuere; que hemos tomado por texto sic nunc sunt mores, estas son las costumbres de ahora, y no nos meterémos á indagar lo que ha pasado.

    La calle de Fernando VII presenta en este dia un aspecto agradable con los puestos de la susodicha feria. Juguetes, abanicos, libros viejos, avellanas, melones, mucha gente, mucho grito, muchísimo chiflido y pisoton, y buena oportunidad para darse á luz los jóvenes de ambos sexos, para feriarse y feriar; hé aqui lo que da de sí la feria de san Jaime.

    Por dos veces durante el dia está concurrida la feria: por la mañana desde las 7 á las 10, y por la tarde desde las 4 hasta que anochece: el buen tono prefiere la hora de la mañana.

    Sale la elegante de su casa vestida con premeditado desden: fériala el jóven de buen tono segun la franqueza que con ella use; y una caricatura de barro ó de carton, y unas avellanas lo de rúbrica. Con la caricatura se entabla la conversacion, las avellanas sirven para saborearla; y partiendo avellanas con las muelas, se dicen entre dientes cosas que de otro modo no se dijeran ó por prudencia, ó por justicia ó por templanza: la fortaleza queda para los dientes, y sin ella no so cascan avellanas.—Trac rrac: — esta avellana, señorita.— Está vacía.

    Las mamas van á la feria á acompañar á sus hijas, y á feriar á su hijo menor. Las hijas se ferian ellas, y
    saludan al contertulio, y bromean con el que va á su lado; y los afectos que sienten los disimulan allá dentro de su corazon, y su paso no se altera: el hijo menor llega á la feria y salta, brinca, da trescientos mil traspies y los hace dar á su mamá, cuyas rodillas abraza en ademan de súplica, se mete en cuantos charcos encuentra al paso, y recibe por ello mas de cuatro tirones de brazo y otras tantas sofrenadas: apetece cuanto alcanzan sus ojos, y quiere hacerse con todo lo de la feria, (no sabemos si hacen otro tanto las hijas) y quiere una cosa y luego la rechaza; (idem per idem ) y llora, y patea, y regaña la mamá, y sofócanse las hijas. A los acompañantes toca entonces mostrarse obsequiosos y comprar para el niño cuanto le viene en gana. Si puede haber en esto deseos de atraerse la benevolencia de la mamá ó de las hijas, sábenlo ellos. Hablará el tiempo y aclarará el enigma, y dirá cómo les habrá ido en la feria á las hijas de la mamá.

    La concurrencia de la tarde es mas bulliciosa, y no describimos sus circunstancias, porque la demasiada naturalidad que en ella reina perjudicaría el bello ideal del cuadro que quisiéramos presentar en bosquejo. El que quiera enterarse de lo que allí pasa vaya en buena hora, y buena pro le haga.

    En el dia de hoy celebra tambien la Iglesia la fiesta de san Cucufate, y siendo titular de una de las parroquias de la ciudad, es inútil decir que su párroco y comunidad de presbíteros tributan solemnes cultos al santo. Algunos puestos de juguetes se ven fuera de la iglesia á pesar de los muchos que forman la feria de san Jaime: esto prueba que no se desperdicia en el pais la menor ocasion de lucrar alguna cantidad por pequeña que sea.

  • El obispo Laguarda da gracias a Dios y a Manuel Girona por haberse acabado la reforma neogótica de la catedral

    Las fiestas Constantinianas en Barcelona
    En la Catedral

    Con gran solemnidad se celebraron en la Catedral los actos anunciados para [el] primer día del Triduo en conmemoración del XVI Centenario del edicto de Constantino.

    A las diez de la mañana empezó el oficio, en acción de gracias por la terminación de la fachada y del cimborio del templo.

    El capitán general, don Valeriano Weyler, que ostentaba la representación de S. M. el Rey, ocupó un sitial colocado bajo dosel en la parte derecha del presbiterio, acompañándole el gobernador civil, señor Sánchez Anido, el alcalde señor Collaso, con el teniente de alcalde señor Valles y Pujals y los concejales señores Carreras, Muntañola y Vallet.

    La cripta de Santa Eulalia se hallaba cubierta, situándose en la parte derecha de ella, don Manuel y doña Ana Girona, con todos sus hijos políticos y nietos. En la parte izquierda se hallaban el comandante de Marina, don Antonio Montis, el general gobernador señor Rodríguez y Sánchez Espinosa, el diputado provincial, don Pío Valls, el catedrático de la Universidad doctor Carreras, los generales con mando en esta plaza y varios cónsules.

    Entre los numerosos invitados que ocupaban el antecoro, figuraban los miembros de la Junta diocesana de Acción Católica, señores Albo (F.), Plá Deniel, de Riba, Nadal y Dalmases, y en el caro estaban el presidente de la Audiencia señor Serantes, el fiscal de S. M. señor Rives, el delegado de Hacienda señor Eulate, el catedrático de la universidad doctor Fábregas y el del Instituto General y técnico señor Brugada y representantes da muchas comunidadies religiosa y entidades católicas.

    El resto de los cruceros estaba totalmente ocupado por los fieles.

    El altar mayor presentaba el aspecto de las grandes fiestas, como las verjas del presbiterio y de la cripta de Santa Eulalia. De las galerías colgaban los tapices de las grandes solemnidades, estando el templo espléndidamente iluminado.

    A las diez empezó el oficio, que era de medio pontifical, siendo el celebrante el canónigo doctor Sánchez, asistido de los capitulares doctores Bruguera y Puig.

    El «Orfeó Cátala» cantó la gran misa del Papa Marcelo, de Palestrina.

    Terminado el Evangelio, el doctor Laguarda, que ocupaba su sitial frente al del representante de S. M. se dirigió al pulpito, con capa pluvial, mitra, y báculo y precedido del cabildo y clero catedral.

    El discurso del prelado, á pesar de hallarse éste convaleciente, fue elocuentísimo. Empezó saludando á S. M. el Rey que había querido asociarse á la solemnidad, dirigiéndole una expresiva carta en la gue se interesa vivamente por el bien moral y material de Barcelona y delegando su representación en persona tan ilustre corno el general Weyler, al que encargó transmitiera al Monarca la gratitud del prelado y de la Iglesia de Barcelona y los votos que hacía en este acto para que Dios le proteja en los días de su vida y sean éstos dilatados en bien de la Monarquía y de la Patria.

    Después de saludar y agradecer su asistencia á las autoridades y demás invitados, entró en la materia objeto de su discurso, que era la historia de la Catedral, perla, dijo, de la hermosa concha que se extiende desde el Tibidabo hasta el mar.

    «La diócesis de Barcelona ve en este templo algo así como la inspiración y manifestación de su alma, porque la diócesis de Barcelona ve en esas negras piedras y en esas columnas gue se levantan y en esas muros, algo más que piedras; esas piedras son verdaderos archivos de gloriosos recuerdos de la Iglesia y de la diócesis de Barcelona.

    Y porque la diócesis de Barcelona mira con veneración profunda y singular este templo, al ver para el frente del mismo una preciosa fachada y que después se levanta dirigiéndose al cielo un hermoso cimborio, prodigio de la arquitectura, y observa esto que hace veinticinco años no existía, rebosa de gratitud y agradecimiento.»

    Recuerda el prelado que el día de la Purísima del año 1886 hablaba precisamente desde aquel mismo púlpito el obispo don José [sic] Cátala, el cual había, recogido el alma de su pueblo, y expresaba el deseo que todos sentían de que la Catedral de Barcelona tuviera terminadas sus obras, especialmente de su fachada.

    Añadió que el deseo ha sido realizado, gra-cias á la munificencia de don Manuel Girona que se ofreció á costear la fachada. Con este motivo elogió á aquel patricio y á sus hijos, que han sabido imitar á su padre continuando su obra y costeando el cimborio.

    Hace al doctor Laguarda el historial del templo catedral desde el tiempo en que según tradición el apóstol Santiago predicara en este mismo montículo en que hoy se asienta.

    Hablando de la parte artística de éste:
    «Lo que dicen los templos ojivales, añade, está demostrado en éste. Mirad estas columnas, delgadas, finas y sólidas como el pensamiento que se levanta; mirad estos arcos apuntados; mirad esa luz que se filtra por los vidrios de colores; mirad las sombras de tristeza augusta de que están impregnadas las naves de este templo… todo habla de Dios, de la eternidad, del alma.»

    Señala la característica de nuestro templo Catedral, notable, no por sus adornos maravillosos, que no tiene, sino por la pureza de sus líneas incomparables, y felicita á los facultativos que han trabajado para completar dentro de su estilo propio la obra de la Basílica, señores Mestres y Font.

    Terminó el doctor Laguarda su hermoso discurso cantando un himno á la patria catalana y elogiando los sentimientos cristianos del pueblo de Barcelona.

    El doctor Laguarda, al acabar su discurso se sentía bastante fatigado, á causa de hallarse aún casi en la convalecencia.

    Después del sermón, el «Orfeó» cantó un Te-Deum. La función religiosa terminó á la una menos cuarto.

    En el palacio episcopal.—Banquete

    Terminados los oficios se reunieron las autoridades en el salón del trono del palacio episcopal, y en presencia de don Manuel y doña Ana Girona el canónigo doctor Faura leyó el texto de un pergamino que el cabildo entrega á los señores de Girona. En él está copiada el acta de la sesión del cabildo en que se acordó declarar bienhechores insignes á don Manuel y doña Ana Girona.

    Con tal motivo se cambiaron palabras de gratitud entre el prelado y el señor Girona.

    El prelado sentó á su mesa á las citadas autoridades. Una de las presidencias de la mesa la ocupaba el general Weyler, que tenía á su derecha á doña Ana Girona, viuda de Sanllehy; al presidente de la Audiencia, al delegado de Hacienda y al doctor Carulla, y á su izquierda al alcalde, presidente de la Diputación, deán doctor Almera y vicario general doctor Palmerola.

    La otra presidencia la ocupó el doctor Laguarda, que tenía á su derecha al gobernador civil, rector de la Universidad, señor Millán Astray [es decir el padre del Mutilado: le falta entrada Wiki] y presidente de la Junta diocesana señor Trías, y á su izquierda á don Manuel Girona, comandante de marina, fiscal de S. M. y capitán ayudante del general.