Etiqueta: Regeneracionismo

  • Primera Fiesta del Árbol, dedicada a un renacimiento español tanto geotécnico como moral; inauguración del «menhir» del Parque de la Ciudadela

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    [F]ue numerosísimo el [público] que acudió ayer al Parque á presenciar la Fiesta del Árbol, verificada por iniciativa de nuestro ilustrado colaborador el ingeniero de montes don Rafael Puig y Valls y patrocinada por el Ayuntamiento de Barcelona.

    En el Palacio de Bellas Artes se organizó la comitiva, que en el orden que publicamos se puso en marcha á las cuatro de la tarde, presidida por una nutrida comisión del Municipio, que á su vez lo era por el alcalde doctor Robert.

    Por el paseo central del Parque, el de circunvalación y por el puente de la Sección Marítima desfiló la comitiva, que se detuvo ante el pórtico del Museo Zootécnico.

    En este punto e! señor Puig y Valls pronunció un notable discurso en el que historió el origen de la fiesta que se celebraba, ensalzando á la vez su trascendencia.

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    Yo querría, en este instante, presentar á la vista de todos el aspecto desolado de las montanas españolas; yo querría que pasaran por delante de vuestros ojos los campos abandonados, las tierras sin cultivo, las comarcas ardientemente soleadas, sin sombra y sin abrigo, los cauces secos, llenos de cantos rodados, arrancados de las alturas que caen á impulsos de aguas desbordadas, rebotando por todas partes y dejando en todas ellas huellas de desolación y de ruinas; porque si vierais todo esto, si vierais yermos los campos, abandonadas las campiñas y arrasadas las montañas, os parecería más dolorosa aún la falta de buen sentido de nuestros hombres de Estado, de olvidar el cuidado del patrimonio nacional, sin mostrar prudencia y cautela en el gobierno de nuestras ya perdidas colonías.

    Afirmemos en la inteligencia del niño el amor á los árboles que vamos á plantar; sumad estos amores que arraigarán, con fuerza, en diversos puntos de España, y sin sentir solo por méritos de esta Fiesta, que el niño no olvidará jamás, habréis formado una red de voluntades en cuya tupida malla reservaremos una riqueza que solo la codicia irracional pudo reducir á la menguada condición en que hoy se halla.

    Que al alto ejemplo de Barcelona y á nuestro llamamiento respondan los demás pueblos de Cataluña y de España entera, que así nuestra riqueza crecerá, nuestra tierra será más hermosa, nuestras montañas más fecundas, consiguiéndose de esta manera, aunque sea lentamente, el olvido de nuestros desastres y la reparación de nuestros terribles infortunios.

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    A seguida el alcalde doctor Robert, pronunció elocuentes palabras en loor del acto que se verificaba…

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    [E]s más que hermosa, es simbólica.

    Hay, añadió, que cuidar los árboles, que son nuestros amigos y que sanean una atmósfera que el hombre se encarga de envenenar.

    Comparó los árboles con los niños, diciendo que éstos son arbolitos de carne que han de crecer, bien atendidos y bien dirigidos.

    Se habrá querido por alguien acusarnos de querer resucitar una idea pagana adornando á los árboles.

    Lejos están los que tal piensen, pues que adorando á la Naturaleza se adora á Dios.

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    Acto continuo se trasladó la comitiva al campo de plantación, en donde los niños de las escuelas municipales procedieron al planteo de sin número de arbolillos.

    Entonces, también, se descubrió la piedra conmemorativa de la fiesta del Arbol en Barcelona, haciendo entrega á la vez el señor Puig y Valls al Alcalde de la bandera, confeccionada exprofeso para el acto que relatamos.

    Luego, en el pabellón de la Trasatlántica, los niños fueron obsequiados con una merienda.

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  • Ataque militar contra las oficinas del ¡Cu-Cut! y La Veu de Catalunya

    En 1905 la Lliga volvió a perder las elecciones provinciales, aunque en este negro panorama le aportaron cierto consuelo unas elecciones municipales en otoño. Para celebrarlo, el partido convocó el 18 de noviembre un «banquete de la victoria». Sacó punta al suceso el semanario satírico nacionalista Cu-cut!, en un chiste: un militar comentaba el cartel del banquete: «¿Victoria? Eso será cosa de paisanos.» Las pullas y desprecios al ejército menudeaban desde el 98, pero esta ocasión fue para muchos militares la gota que colma el vaso, máxime viniendo de quienes en el 98 habían laborado en la retaguardia contra el esfuerzo bélico. Grupos de oficiales asaltaron los locales de la Cu-cut y los de La Veu de Catalunya, y destrozaron sus enseres.

    Aquel coletazo del 98, en principio traumático, se transformó para los nacionalistas en lluvia copiosa después de una sequía, inaugurando una época de esplendor para ellos.

    El escándolo por el asalto a Cu-cut tomó proporciones gigantescas. Todos los partidos en Cataluña, desde los carlistas a los republicanos, así como la prensa, se solidarizaron con la Lliga, poniendo al rojo vivo a la opinión pública. En Madrid la irritación con la literatura nacionalista creó el ambiente contrario. También allí había un fuerte rechazo a la acción de los militares, pero la indignación de éstos era tal que ningún gobierno tuvo ánimos para afrontarla. El entonces jefe de gobierno, Montero Ríos, dimitió, y su sucesor Moret, que había acordado con Cambó cortar la indisciplina castrense, aceptó la «Ley de jurisdicciones,» por la cual los delitos contra la patria y el ejército pasaban al ámbito militar. Esa ley suponía un grave retroceso, pues la Restauración había superado la intromisión del ejército en la política, pero en buena medida era tambíén el fruto de una imprudente e incesante provocación a las fuerzas armadas, las cuales se sentían impotentes y desprotegidas por los políticos.