Solemne procesion en accion de gracias por la victoria de San Quintin alcanzada por los españoles contra los franceses.
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Solemne procesión por la llegada a España de Felipe II tras firmar la Paz de Cateau-Cambrésis
Solemne procesion igual á la del Corpus por la feliz llegada á España del rey Felipe II, que venia de Flandes.
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Juramento del infante cardenal por virrey, pérdida de prestigio importante al quitar los sombreros para él, continuación y disolución de cortes
Luego que llegó S. M. á Barcelona, se bolvieron á continuar las Cortes que havían quedado sin concluirse el año 26, por los desabrimientos que se dijo del de Cardona y Santa Coloma; pero viendo S. M. que ni aora podían terminarse en mucho tiempo por las controbersias que se sucitavan, y que hacía mucha falta su R(eal) P(resencia) en los reynos de Castilla, combinieron S. M. y los brazos en que quedase por presidente de ellas el señor cardenal su hermano, hasta su conclusión, con título y carácter de Virrey. Gombenidos en esto, se partió S. M., quedando el cardenal aquí, á quien se dispuso tomar el juramento algunos días antes del Corpus; y llegando el día señalado acudieron los puestos al Aseo como es costumbre, á donde, llegando el señor cardenal con aquel lucido acompañamiento que toca á su real persona, salieron los conselleres á recivirle, que ya se hallaban en la iglesia, y acompañáronle á el presbiterio, en donde, al prestar el juramento, dijo el protonotario: «Por mandado de S. A., que todos los que aquí asisten se quiten los bonetillos, hasta el señor duque de Cardona.» El conseller en cap, sin acordarse de su gran preeminencia, se descubrió, y los demás les siguieron; perdióse en un instante joya que á costa de mucha sangre y preciosos servicios en largas edades havía comprado esta novilísima y leal ciudad, de el ánimo y cariño de sus famosos Condes y Reies, y que tarde ó mui difícilmente la bolverá á cobrar. Juró el Infante, y vanos los castellanos, empezaron á publicar que ya habían conseguido que los conselleres de Barcelona no podían cubrirse delante los presidentes y personas reales, y esto con tales muestras de alborozo y burla, que eran otras tantas saetas para los corazones barceloneses; y no sé si de este día y con esta erida, se llagaron algunos tan en lo más sensible, que no sería error muy grande persuadirse que de los lances futuros tubo parte este suceso. Juntóse luego el Consejo de Ciento; intentaron desnudar la gramalla al conseller en cap, y deponerle para siempre de las bolsas (Es decir, quitar su cédula insaculada en las bolsas, lo cual equivalia á privarle del derecho de poder ser elegido para cargos concejíles); pero nunca falta en los comunes quien apoye ó al desdichado ó al elevoso, y así no prebaleció la resolución. Era este infelice el doctor Bernardo Sala: riñéronle la acción, y tomaron acuerdo de no concurrir jamás en público con el cardenal, ni poder ir juntos por ciudad tres conselleres, ni á pie, ni en coche, mientras estubiera el cardenal. Resolvióse hacer la visita que se acostumbra á los Virreyes después de su juramento, y provarlo (no) descubrirse; pero advertido de esto, excusóseles el Infante poderlo hacer, pues los despidió luego sin darles lugar á su intento. Con esto creció el desabrimiento, y con saver se havía tomado auto de estar descubiertos los conselleres delante personas reales: atribuíase á que el mandato de descubrirse lo havían aconsejado al Príncipe el conde de Oñate, su consultor, y el de Cardona, y publicóse también que el auto se havía embiado auténtico luego al Rey: visto todo esto por la ciudad, y movida de un papel que el Infante escrivió á la Ciudad, que insertava una carta del Rey en que dicen decía que en su real presencia, no sólo los grandes, pero ni el Infante, ni sus hijos se cubrían, sino con mucho gusto suio, ó aquellos que por mui relevantes servicios lo llebavan merecido; escrivió la Ciudad un memorial de cinco pliegos, que narrando los muchos y singulares servicios, desacía la última cláusula del papel, y haciendo constar de infinitos privilegios de los gloriosos Reyes, con copiosísimas gracias, concluía con infinitos exemplares de concurrencias del conseller en cap y Reyes, en que havía aquél siempre gozado la preeminencia de grande de España, á todas luces, y que en esta posesión se hallava Barcelona, sin que huviese merecido le despojasen della. Dióse el memorial al Infante, y se remitió al Rey, extendiéndose después por todo. Quedóse en silencio con esto la materia, y no sé io cómo quedará para cuando suceda el lance de venir el Rey.
Día del Corpus siguiente, fué S. A. á la iglesia del Aseo en público á oír los divinos oficios: páresele un rico dosel de terciopelo carmesí con franxa de oro y estrado igual, y estubo sentado de modo que apenas se le veía el rostro, asistido de su consejo y familia, pero no de la Ciudad, que tampoco á la tarde concurrió en la procesión. Llebavan el tálamo seis sacerdotes revestidos, en vez de los conselleres: su Alteza hiva en el puesto que como á Virrey le competía, y el señor Obispo en el gremial. S. A. llebava una antorchita dorada encendida, y con una banderilla de damasco carmesí le hacían aire, y se seguía después su familia.
A medio Junio enfermó S. A. de unas tercianillas, sangráronlo dos veces, y el día de San Pedro se hizo una procesión general de rogativas por su salud, y quiso Dios oírnos y dársela en breve mui buena. Su divirtimiento el tiempo que estubo acá, era el maior la caza y pesca, visitando algunas iglesias.
Para el día 11 de Abril de 1633, le vino la orden á S. A. de su hermano nuestro Rey, para que pasase á Flandes con 18 galeras de España, Sicilia y Genova, que se hallavan en este puerto, y así ejecutó ese día por la tarde su embarcación en la capitanía de España, que nuebamente se havía adrezado: no quiso embarcarse por el puente que se le havía fabricado, por el de palacio, ni tampoco que se le disparase artillería, así porque llebava luto de su hermano Don Garlos, como por el dolor que mostrara de dejar á Barcelona, en donde vivía gustosísimo: embarcóse por el muelle mui silenciosamente, por un puentecillo que se havía hecho desde la tierra á galera: embarcóse luego la familia, pero no partieron hasta las once de la noche: fuese á Genova, en donde estubo algún tiempo; de allí pasó á Milán y también estubo algunos meses, en donde tomó mucha melicia, y no sin mucha contradicción de franceses, suecos y olarideses: ejecutó su pasaje disputándolo mui á menudo con las armas en la mano, y á costa de muchas vidas. El día 7 de Setiembre, 1634, tubo un fiero combate con los suedeses, y derramando mucha sangre de una y otra parte, consiguió la victoria contra veinte y seis mil hombres del Rey de Suecia, haciendo en ellos fiera carnicería y gran presa. Dios le prospere en sus felices sucesos para maior exaltación de la fee.
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Fiestas para la mujer de un general italiano filoespañol en la guerra de Flandes
A 26 de Julio 1636, con 17 galeras, las diez de España y 7 de Sicilia, llegó la princesa Cariñena (La princesa de Cariñán), mujer del príncipe Thomás, hermano del duque de Savoia que servía á nuestro Rey en Flandes, en compañía del Infante cardenal; y el Rey la havía embiado á buscar para que se estubiera en Madrid mientras su marido servía en Flandes. Mandó S. M. á la Ciudad que la hiciese entrada y todos aquellos agasajos que á su persona Real se le harían si venía á esta ciudad. Apenas dieron fondo las galeras salió la Ciudad, y entrando los conselleres en la galera, se le ofrecieron con toda su posivilidad: fabricóse luego un puentecillo para el desembarco, y mandó la Ciudad salir quatro compañías de mosquetería para que la festejasen, y al entrar se le hicieron tres salbas, la primera con vala. Entró en una carrocilla descubierta que el Rey le havía embiado, con tres ó cuatro criaturas, y el gobernador (que por ausencia del de Cardona) hacía veces de Virrey, con los conselleres á cavallo la acompañaron hasta casa el duque de Cardona, en donde se ospedó. Hicióronsele luminarias y carnestolendas en bariedad de máscaras, vailes y danzas por tres días, de que gustó mucho, y después de haver descansado algunos días, se partió para Madrid.
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Diputación y ciudad levantan a más hombres para la guerra en Rosellón a cambio de reducciones en los impuestos reales y los sobre los aprendices
El día 13 de Junio segunda fiesta de Pascua de Espíritu Santo, con la noticia de haver el francés invadido á Cathaluña, resolvió la Diputación levantar 1.200 hombres, por cuio coronel nombraron á Don Joseph Sorribas hijo de Phelipe Sorribas el viejo, y de esta ciudad. Havía servido 23 años en Flandes, era mui querido del Infante Cardenal, y havía venido por consejero del conde de Santa Coloma en esta guerra. Repartióse el tercio en seis compañías, y se formó una de estudiantes solamente; dábanse á cada soldado cinco libras (13’33 pesetas) de entrada y dos rreales de socorro.
Lunes á 20 de Junio viendo la Ciudad la necesidad de gente, quiso levantar graciosamente 200 hombres más, dándoles el socorro que á los demás del tercio, y para abreviar esta leva publicó que todos los mancebos de qualquier oficio ó arte que fueran, que asentarían la plaza, les pasarían maestros de su oficio al volver, pagando solamente lo que un hixo del maestro suele pagar, y si algún hijo de maestro iba, le pasarían por la mitad menos. El miércoles á medio día estubieron ya los 200 hombres para marchar, y el viernes á otro día de Corpus, marcharon; cuio capitán era F. de Ripoll.
Uniéronse con el tercio, que era de 500, y con estos tenía 700 efectivos. Hizo esta demostración la Ciudad en agradecimiento de la remisión que havía hecho S. M. de los quintos y franqueza de fogatxes, para cuia agencia tenía la Ciudad á Gerónimo de Navel en Madrid. También tenía la Diputación otro síndico para aquella gran contención que tenía el Consistorio con el Virrey, y S. M., en vista del servicio de ambacadas (Embajadas), despachó luego á ambos embaxadores con el decreto de sus pretensiones mui á favor de los comunes, para aorrarles el sueldo que logravan los dos enviados.
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Los ingleses dejan de ayudar a los austriacistas para perseguir a los piratas berberiscos
Saturday night came in a Dutch post, and yesterday another, which advise, from Barcelona, of the 2d past, that the troops of the allies in Catalonia will be soon in motion, and king Charles resolved to go in person into the feild, the reinforcements he expects, with those he has already, will make his army about 36,000 strong; and, ‘tis said, will open the campagne with the seige of Tortosa.
And that the rovers of Algiers having lately seized an English ship, the British men of war which were at Barcelona, are sail’d towards the coast of Barbary to demand satisfaction, and if denyed will then bombard their citty.
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Los bailes particulares
Nó precisamente en este dia, pero sí desde los primeros del mes suelen darse en algunas casas bailes particulares, costumbre que ha sufrido un gran golpe desde la institucion de los casinos. Mas como aun no está del todo perdida, seria un robo hecho á nuestros lectores, no decirles cuatro palabras acerca de esos bailes, los cuales á pesar de la mudanza de los tiempos, conservan un carácter especial que perderán muy tarde ó nunca. Danse los bailes particulares en una sala de regulares dimensiones, no siempre profusamente iluminada, con sillas á la redonda, y con la añadidura muchas veces de un tabladito en la testera para colocar á los músicos. El que crea que todos los que van á esos bailes se divierten no está en lo cierto, y si alguno se figura que todos van con el objeto y con la esperanza de divertirse, tampoco entiende del negocio una palabra. Los maridos, por ejemplo, ni van para divertirse ni lo han soñado siquiera, pues aun cuando el baile de suyo fuese capaz de proporcionarles ese bien, se lo convierte anticipadamente en amargura y espinas el presupuesto que quince dias antes les presenta la señora esposa, del gasto que esa funcion hace necesario. Las madres no se divierten tampoco, por varias causas que ellas saben perfectamente. Suelen las tales ocupar en la sala el primer término, y aunque las mas preferirian indudablemente estar en la cama, han hecho el sacrificio de ir alá para que les diviertan las hijas, y con el objeto de ver si la tinta que las luces derraman en los rostros de las niñas, el calorcito de la sala, el olor de las esencias y los demas alicientes que por allí revolotean, emboban á este ó al otro hombre de bien, que le vendria á la rapaza como á nosotros cincuenta mil compradores del Añalejo. Esas madres son aquellas ya maduras y que estan fuera de combate, las cuales no abandonan la silla en toda la noche, murmurando un rato, quejándose mutuamente de sus dolencias, contando partos y amamantamientos, y no perdiendo de ojo á la muchacha, porque todavía recuerdan las cosas que les dijeron en los bailes de su tiempo, y las travesuras de que fueron testigos si nó actrices. Esta respetable porcion de los concurrentes la reputan por cosa que está de sobra todos los que bailan y muchos de los que miran.
Dando vueltas al rededor de la sala y por entre las sillas, cual si anduvieran buscando alfileres, andan una porcion de solterones con las manos metidas en las faltriqueras, espiando momentos de descuido, dando conversacion á casadas que ni son jóvenes ni viejas, haciéndose del ojo con solteras, embaucando madres y discurriendo malicias y picardías. Esa es la plaga de todos los bailes; gente dañina que no toca sin tiznar y que no pocas veces empaña cuando respira. Esos son diablos que corren sueltos toda la vida para recoger todo lo que anda perdido, y perder mucho de lo que estaba encontrado.
En el centro de la sala bulle una multitud de jovencitos de poca edad y poca malicia, que baila, y baila porque oye música, que dice algun requiebro mal combinado y peor oportuno, que suda y se afana y hace gala de las buenas piernas, que despues de dos docenas de piruetas se queda contento como si hubiese puesto una pica en Flandes, y rematada la funcion se va á casa á dormir el cansancio, soñando toda la noche tan sin sustancia como obró durante el baile. Esos son los pastores que punzan de lejos al toro para que salga movido á la plaza, donde la cuadrilla, que son los señores camastrones, le plante una banderilla, pica ó estocada tal que venga á caer á sus pies. Las muchachas por su parte alegritas y medio sudadas, y riendo y saltando y hechas á las flojas armas de los danzantes no saben defenderse contra los empujes de aquellos perillanes, y suelen meterse en atolladeros tales, que han de tenerlo á gran fortuna si salen con lodo á la rodilla.
Allá en lontananza ocupan y obstruyen la puerta de la sala una muchedumbre de hombres de diversas edades y condiciones, que ni osan adelantarse ni saben hacerse atras; contemplan nó lo que pasa en la sala, sino en un solo punto de ella, danda á Barrabás no pocas veces el baile y á todos los que por él andan. Tal vez haciendo un esfuerzo sobre sí mismos se retiran por un momento, mas un poder irresistible los trae de nuevo á ver sus duelos, y á desear que vuelen las horas para sacar la hacienda de peligro. Esos prójimos son maridos, cuyas mugeres rodeadas á veces de cuatro ó seis camastrones, estan como piojo en costura, sin que los ojos del centinela puedan atravesar el espesor de los cuerpos enemigos para conocer el estado de defensa en que se halla la plaza. Es verdad que si los espugnadores lo advierten suelen hacerse atrás á fin de no inspirar sospechas; mas entonces un marido prudente, un marido del siglo XIX echa á correr dejando el campo libre: no se diga que conoce los zelos, ó no se esponga á que la muger le reconvenga con que no tiene confianza en ella. Vuelve la espalda, y antes de dar dos pasos, la plaza está otra vez sitiada, y la van estrechando por todos lados, disputándose los sitiadores el honor del asalto. Y entre tanto el marido anda por la antesala hablando con otro compinche, á quien le pasa lo mismo. Asoma el esposo las narices y despejan, despeja el esposo y vuelven á la carga, y asi andan jugando toda la noche al escondite, y la cosa para en lo que para, que eso no puede ponerse nunca en claro, ni es menester tampoco.
Alguna de esas esposas no tiene todavía las piernas en secuestro, y si bien ha dicho á mas de cuatro solicitantes que por entonces no deseaba bailar, tanto la hostigan que para no hacerse ridicula (escusa muy socorrida), apechuga con el galan, nó sin haber antes pedido por señas licencia al esposo que continúa de portero, y que ni se la dió ni tuvo resolucion para negársela. Enrédase en el wals, porque es un wals lo que se baila, y aunque el marido ha ido siguiendo el movimiento por un buen rato, al fin tantas parejas se interponen que mi hombre ha perdido la pista, y abandona la atalaya supliendo con la imaginacion lo que no atisban los ojos.
En esos bailes no suele jugarse, que esto es gollería reservada para los bailes de gran tono. No habiendo pues el tapete verde, la cosa continúa con las mismas variaciones dichas, hasta que las madres cansadas de lidiar con las hijas, de sacar todos los relojes, de luchar con el sueño, de temer el mal humor y de ver la impaciencia del marido, se pronuncian en retirada, alborotan el cotarro, y hacen que su ejemplo sirva de hincapié para las menos atrevidas. Entonces van desfilando todos los danzantes y mirones, y las señoras de la casa estan ya en la antesala y despiden una por una á las concurrentes, y se van trayendo capas y pañolones, y los galantes mancebos las acomodan en las espaldas de las madres, y despues en las de las hijas, y pillan el brazo mas hermoso que pueden para ayudar, nó á bajar, sino á enredarse y á tropezar por la escalera, y suelen probar el estrangis de un apretoncillo que no pasa de ahí si no recibe contestacion, y que se hace mas significativo si la ha merecido. Llega la comitiva á la calle, tápase la boca todo el mundo, y dando mas de mil buenas noches, y ahures, y á los pies de Vds., y beso á V. la mano, y vaya V. con Dios, y para servier á V., y hasta mañana, y á Dios, y ahur, y vaya V. enhorabuena, y voces, y gritería, y bullicio, y risotadas y otras cosas que todos saben; se desbanda la cuadrilla, cual vuelo de pájaros cuando oyen un escopetazo inmediato al árbol en que estaban posados.
¿Quién es capaz de seguir á todas esas guerrillas en que acaba de desplegarse la reunion entera del baile? ¿Cómo referir las diversas conversaciones que se empiezan, el distinto humor de cada persona, los diferentes efectos que en cada una de ellas ha dispertado la escena en que desempeñaron el papel de mirones, de actores, de actrices, de personages que no hablan ó de sacasillas? Algunos critican á los concurrentes y á los amos de la casa en pago de haber tenido gasto y molestias para divertirlos; analízase el trage de las señoras, desciéndese á averiguar de dónde saca el marido el dinero para costearlo, háblase de lo amartelado que Pedro estaba junto á Bernarda, supónense relaciones que nunca ha habido, discútese qué razon tuvo Joana para no ser de la partida, estráñase la presencia de fulanita no estando fulando, se discurre acerca de la conducta de señoras y de hombres, se tijeretea á todo triquitraque, se muerde á diestro y á siniestro, se reniega de tales diversiones; un amigo dice á oto en secreto la conquista que ha comenzado, y este refiere el estado de la que ha venido á continuar: laméntase aquel de que no habia cosa de provecho, unos van cansados, fastidiados muchos, indiferentes no pocos, y es gran fortuna si entre todos no hay quien se queje de la pérdida del sombrero que se ha llevado un tempranero, dejándolo otro mugriento y angosto hasta el punto de no cubrirle media cabeza. Y unos por babor, otros por estribor, estos por la proa y por la popa aquellos, siguen la derrota de costumbre y van á dar fondo á casa, tal vez desmantelados, tal vez con avería gruesa, tal vez haciendo agua, tal vez sin mas áncora que la de la esperanza. Llégase á casa, cenan de requiem, y se tienden en una buena ó fementida cama, y tengan vds. muy buenas noches.