Considerandose en el Concejo de Ciento que esta Ciudad es almohada de los pies del Rey y torre maestra de sus Reynos, atendiendo á que las murallas y recinto de dicha Ciudad estaban abiertas, de que se seguian muchos inconvenientes, fraudes y latrocinios; se dió órden de poner la primera piedra á la muralla del mar de la vanda del espolón de levante, cuya ceremonia executó Juan Camós Conceller tercero.
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El virrey Fadrique de Portugal pone la primera piedra del baluarte de mediodía
Se puso la primera piedra para el baluarte de medio dia, delante de la Torre nueva, por Don Fadrique de Portugal entonces Virrey de Cataluña. (La torre nueva no existe, mas sí el baluarte que domina al muelle.)
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Los frailes franciscos y capuchinos también ayudan mejorar las defensas del puerto, obra que no se acaba
A 30 de Agosto 1636, empezó la Ciudad á abrir foso entre los dos baluartes de la marina con ánimo de circumbalarlos todos: para la obra alistaron bajo la protección y mando de un cavallero, cincuenta hombres, corriendo la lista por toda Barcelona, y con veletas señalaban quiénes heran de tal ó qual cavallero: ajustado así, hacían acudir dos cinquentenas todos los días al travajo, y cerrando las puertas por la mañana á voz de pregón, les decían que quien era de tal cinquentena acudiera á casa su cavo: tenían dos ingenieros de continuo para disponer la obra, y los dos cavalleros por sobrestantes. Esto duró lo que fue pasar hasta quatro veces cada cinquentena, y los frailes franciscos y capuchinos, que travajaran un día cada religión, y cansados ya, sin perfeccionar la obra, la dejaron estar.
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Las villas de Barcelona, menos bonitas que las de Italia, sus carruajes anticuados
After riding through the lively village of St. Andreol, we found ourselves in the fertile and populous vicinity of Barcelona. The city, backed by Monjoich, has a pretty look on this side; and though it was impossible for us, whose eyes had been so lately feasted with the charms of Naples and Genoa, to be struck with the villas of Barcelona, yet returning from monastic solitude [they had been to Montserrat], they delighted us extremely. We hastened lest we should be too late for the gates, which are always shut at eight o’clock.
[…]
We found the Rambla (the parade of Barcelona) crowded by all the middle orders of the citizens ; men, women, priests, and monks. It was the double holiday of Whit-Monday and Saint Renpands. After the opera, about thirty carriages moved in procession: they were generally shabby, both as to the vehicle and the equipage; and many were of the ancient square form. The general’s (which was preceded by two dragoons) and that of the governor, were in the Parisian fashion: the harness of both was handsome, and decorated with silver; the latter had plumes on the horses’ heads. -
Ensayo de alumbrado de gas en la fachada de la Capitanía General
En la noche de ayer se ha verificado el ensayo de la iluminacion por medio de gas en la hermosa fachada del palacio de la capitania general, sito en el que fue convento de la Merced, á pesar de la calma completa que reinaba en la atmósfera, no ha sido muy viva ni brillante la luz que ha dado en ciertos trozos, quizá por la suma pequeñez de los inumerables agueros, ó por las particulares de aire que estarian detenidas dentro de los conductores; pero orillado que sea este inconveniente, la iluminacion del edificio presentará un magnifico golpe de vista, particularmente en el escudo de armas que lo corona, cuyas formas y blasones marca el gas con perfecta elegancia y curiosa simetraia. Entonces solo faltará el que se ponga en práctica la idea tantas veces anunciada de colocar candelabros á lo largo de la muralla del mar y ejecutar algunas piezas de música escogidas, á lo menos, en las noches de los dias festivos, para que este hermoso paseo fuese en la estacion calorosa el mas delicioso y concurrido, y uno de los embellicimientos mas notables y dignos de la segunda ciudad de España.
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Primera representación, por 2.300 músicos, de una cantata nacional de Clavé: ¡Gloria á ESPAÑA, la heróica matrona!
¡GLORIA Á ESPAÑA!
CANTATA NACIONAL
escrita para la 4.ª Gran fiesta musical de Euterpe celebrada en Barcelona los días 4, 5 y 6 de junio de 1864, y ejecutada por 2,000 coristas y 300 profesores de orquesta y banda.
¡Gloria á ESPAÑA, la heróica matrona
Que humilló la extranjera arrogancia,
Invencible en Sagunto, Numancia,
Covadonga, Gerona y el Bruch!
¡Gloria á ti, gloria á ti patria amada!
¡Gloria á ti, cuyos tersos blasones
Esculpieron preclaros varones
Con su esfuerzo, saber y virtud!Eres cuna del Cid y Pelayo,
De Cervantes, Mariana y Herrera,
De Velázquez, Murillo y Rivera,
De Isidoro, Capmany y Feijóo;
De Ensenada, Cisneros y Aranda,
De Lanuza, Clarís y Padilla,
De Argensola, Quevedo y Ercilla,
De Churruca, Marquet y Quirós.¡Gloria á ESPAÑA! dó en paz hoy florecen
Con las ciencias, la industria y las artes;
Dó el progreso derrumba baluartes
Que en talleres se ven transformar.
Himno santo de amor reproduzcan
Del Pirene las cóncavas breñas,
Y desplieguen sus nobles enseñas
Euterpenses legiones de paz.Nunca turbe la guerra intestina
De la ESPAÑA el fecundo sosiego;
Más si un día con ímpetu ciego
Nos amaga extranjera invasión,
Nuestro pecho, pavés de la patria,
Hará ver á su saña iracunca
Que no sufre infamante coyunda
El denuedo del libre español.Ya el pueblo en lid artística,
Templando el ardor bélico,
Con cánticos de júbilo
Dilata el corazón;
Y auguran días prósperos
Las euterpenses flámulas,
Inmaculado lábaro
De fraternal amor.
¡Gloria á ESPAÑA,
Que no empaña
Con fratricidios hórridos
Su límpido blasón!Nunca turbe la guerra intestina
De la ESPAÑA el fecundo sosiego;
Más si un día con ímpetu ciego
Nos amaga extranjera invasión,
Nuestro pecho, pavés de la patria,
Hará ver á su saña iracunca
Que no sufre infamante coyunda
El denuedo del libre español.¡Gloria á ESPAÑA,
Que no empaña
Con fratricidios hórridos
Su límpido blasón! -
Galdós: recuerdos de la Barcelona revolucionaria del 68; la Rambla, la Muralla del Mar y el Jardín del General; el guerracivilismo de los españoles; su primera novela
Al salir de Barcelona [en 1903] el maestro Galdós ha enviado á EL LIBERAL en Barcelona una notable impresión, cuyo especialísimo tono local no le resta mérito alguno fuera de la ciudad condal.
Sobriamente evoca Galdós los sucesos de Septiembre del 68, y la antigua ciudad.
Es éste un documento muy interesante, además, por lo que cuenta de Los Episodios nacionales.
Dice así:
Sr. Director de EL LIBERAL.
Me pregunta usted si es antiguo mi conocimiento de Barcelona, y cuántas veces he visitado á esta ciudad. Más fácilmente que puntualizar las visitas, puede mi memoria dar á usted noticia de la primera tan remota, que ahora me parece, como quien dice, perdida en la noche de los tiempos. Ello fué en días inolvidables, de los que marcados quedaron en la Historia patria como días de buena sombra, resultando también de feliz agüero en la vida individual, particularmente en la mía. En Barcelona pasé las dos últimas semanas de Septiembre de 1868, y el memorable día 29, fechas, como usted sabe muy bien, de las más famosas del siglo nuestro, que es el pasado, todo él bien aprovechado de crueles guerras, mudanzas y trapisondas.
Ya ve usted si son de largo tiempo mis amistades con la capital de Cataluña. El prodigioso crecimiento de esta matrona, nadie tiene que contármelo, porque lo he visto y apreciado por mí mismo, un lustro tras otro. En Septiembre del 68, rota ya la cintura de murallas que oprimían el cuerpo de la histórica ciudad, empezaba ésta, por una parte y otra, á estirar sus miembros robustos nutridos por sangre potente. La he visto crecer, pasando de las moderadas anchuras á las formas de gigante que no cabe hoy en las medidas de ayer, ni ve nunca saciadas sus ansias de mayor vitalidad y corpulencia.
A mediados de Septiembre vine de Francia con mi familia, pasando el Pirineo en coche, pues aun no había ni asomos de ferrocarril entre Perpiñán y Gerona. Recuerdo que por falta de puente en no sé qué río, la diligencia se metía en las turbias aguas, atravesándosas de una orilla á otra sin peligro alguno, al menos en aquella ocasión. De Figueras, conservo tan sólo una idea vaga. En cambio, Gerona, donde pasé un día con su noche, permaneció en mi mente con impresiones indelebles… [Gerona y los Episodios Nacionales]
Barcelona fúe para mí un grato descubrimiento y un motivo de admiración, aun viniendo de París y Marsella. Me sorprendían y cautivaban la alegría de este pueblo, la confianza en sí mismo, y el ardor de las ideas liberales que entonces flameaban en todas las cabezas, aquel ingénuo sentimiento revolucionario, ensueños de vida progresiva y culta, tras de la cual corrían con igual afán los que conocían el camino y los que ignoraban por dónde debíamos ir para llegar salvos. En aquellos hermosos días de esperanza y fe, tenía la Libertad millones de enamorados, y lo que llamábamos Reacción había caído en el mayor descrédito. El sentimiento público era tan vivo, que las cosas amenazadas de muerte se caían solas, sin que fuera menester derribarlas.
La principal hermosura de Barcelona era entonces su Rambla, rotulada con diferentes nombres, desde Santa Mónica hasta Canaletas. Viéndola hoy [1903], paréceme que nada ha cambiado en ella, y que su animación bulliciosa de hace treinta años era la misma que actualmente le da el contínuo trajín de coches y tranvías. La Rambla es de esas cosas que, admitiendo las modificaciones que trae el tiempo, no envejecen nunca, y conservan eternamente su frescura risueña y la sonrisa hospitalaria.
El paseo más grato era entonces la Muralla de Mar, á la que se subía por la rampa de Atarazanas, y se extendía por lo que es hoy paseo de Colón. El paseante iba por el alto espacio en que se mecen hoy las cimas de las palmeras, y por un lado dominaba el puerto, en el cual hacían bosque los mástiles de los buques de vela, por otro podía curiosear el interior de los primeros pisos. Ya se hablaba de demoler la muralla, y los viejos se lamentaban de la destrucción de aquel lindo paseo, como de la probable pérdida de un sér querido; tan arraigada estaba en las costumbres la vuelta diaria por el alto andén en las tardes placenteras de verano. Los jóvenes la vierno desaparecer, y ya no se acuerdan de lo que fué uno de los mayores encantos de la vieja Barcelona.
El ensanche estaba ya bosquejado, y en el Paseo de Gracia iban tomando puesto las magníficas construcciones, que eran albergue y vanagloria de los ricos de entonces. Aun faltaba mucho para que se pudiera admirar la parada de casas con que el citado Paseo, la Rambla de Cataluña, la Granvía y otras nos deslumbran y fascinan, pasándonos por los ojos la vida fastuosa y un tanto dormilona de los millionarios de hoy. De jardines públicos no recuerdo más que el llamado del General, más allá de la Lonja, hacia el Borne. Era tan chico y miserable que si hoy existiera lo miraría con burla y menosprecio la más menguada plazuela de la moderna ciudad. Más allá se extendía la trágica Ciudadela, odiada del pueblo, que anhelaba destruirla, y casi casi anticipaba la demolición con sus maldiciones y anatemas.
Me parece que estoy viendo al conde de Cheste, en aquellos días de Septiembre, recorriendo la Rambla, seguido de los mozos de escuadra. Su arrogante estatura se destacaba entre el gentío, que le veía pasar con respeto y temor. Del último bando que publicó, conservo en mi memoria retazos de frases que denunciaban su carácter inflexible, su adhesión á la causa que defendía, así como sus gustos literarios, propendiendo siempre á cierto lirismo militar, muy propio de los caudillos de la primera guerra civil. No recuerdo bien si fué el 30 ó el 31 cuando empezaron á correr las primeras noticias de la acción de Alcolea. Fueron rumores, que más parecían ilusiones del deseo. Primero, secreteaba la gente en los corrillos de la Rambla; después, personas de clases distintas soltaban el notición en alta voz; y los crédulos y los incrédulos acababan por abrazarse… Lo que pasó luego en la ciudad no lo supe, porque mi familia tuvo miedo, creyendo que se venía el mundo abajo, y como habíamos de salir para Canarias, se resolvió abandonar la fonda de las Cuatro Naciones, y buscar seguro asilo á bordo del vapor América, que había de salir en una fecha próxima. Aquella noche, tertuliando sobre cubierta mi familia y otras que también huían medrosas, vimos resplandor de incendios en diferentes puntos de la población. El pueblo, inocente y siempre bonachón, no se permitía más desahogos revolucionarios, después de tanto hablar, que pegar fuego á las casillas del fielato.
Viajeros pesimistas, que iban con nosotros, auguraban asolamientos y terribles represalias que ponían los pelos de punta; pero nada de esto pasó, al menos por entonces. El pueblo, aquí como en el resto de España, rarísima vez ha sido vengativo en las conmociones puramentes políticas. Se ha contentado con un cambio infantil de los nombres y símbolos de las cosas, así como los primates apenas han sabido otra cosas que erigir nuevas columnas en la Gaceta, llenas de ineficaz palabrería.
Tengo muy presente al segundo de á bordo, catalán de acento muy cerrado, sujeto entrado en años, locuaz, ameno y de feliz memoria. Monstrándome el edificio de la Capitanía general, que tras la Muralla del mar desde el vapor se veía, me contó con prolijas referencias de testigo presencial la horrible muerte de Bassa, como lo arrojaron por el balcón, como lo apuñalearon, y echándole una cuerda al cuello, arrastraron por las calles su acribillado cuerpo. Poco sabía yo de estas cosas. De la dramática historia del siglo sólo conocía las líneas generales, y eran vagamente sintéticas mis ideas sobre las sanguinarias peleas por los derechos de dos ramas dinásticas, sin que en tan estúpìda y fiera lucha haya podido ninguno de los dos bandos demostrar que su rama valía más que la otra.
Naturalmente, no pensaba yo así en aquel tiempo, pues mis conocimientos de la historia patria eran cortos y superficiales, y del libro de la experiencia había pasado muy pocas hojas. Los frutos de la verdad son tardíos. Vienen á madurar cuando maduramos; pero en nuestro afán de vivir á prisa, comemos verde el fruto, y de aquí que no nos haga todo el provecho que debemos esperar… Como digo, yo sabía de estas cosas menos de lo que hoy sé, que no es mucho, y mis inclinaciones hacía la novela eran todavía indecisas por estar la voluntad partida en tentativas y ensayos diferentes. La Fontana de oro, primer paso mío por el áspero sendero, no estaba aún concluída. Ín diebustillis [In diebus illis: en días aquellos], cuando por primera vez estuve en Barcelona, llevaba conmigo dos tercios próximamente de aquella obra, empezada en Madrid en la primera del 68, continuada después en Bagneres de Bigorre, luego pasada por Barcelona y las aguas del Mediterráneo para que se refrescara bien, y concluída por fin en Madrid andando los meses.
El vapor América salió para Canarias, y á mí me dejó en Alicante.
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Dispénseme usted, señor director… Las horas vuelan, y está cerca ya la de mi partida de Barcelona.
Quédese la continuación para el año próximo.
B. Pérez Galdós.
Barcelona 8 de Agosto de 1903.