Hay gente insólita y extraña que nos demuestra que nuestra capacidad de asombro no tiene límite. La otra noche, sin ir más lejos, fuimos convocados en la Galería Joan Prats, porque había sido absolutamente empaquetada y cubierta por un artista búlgaro llamado Christo.
Llegamos y, en efecto, el tipo había empacado hasta el teléfono. El suelo estaba convenientemente empaquetado también, cubierto con una grisácea lona que un empleado de la casa, enteradísimo, advirtió que provenía de la misma Norteamérica. Enrique Badosa se desternillaba. Poco a poco fuimos cansándonos de aquella monotonía, porque incluso la escalera que baja al sótano había sido empaquetada también y el suelo de habitaciomes y salas de paredes desnudas y blancas.
El caballero Christo llegó finalmente con cierto aire familiar a lo Lluís Llach, y después de invitarnos a sentarnos en el suelo —porque las sillas andaban también muertas debajo del embalaje— comenzó a hablar de su proyecto de empaquetamiento del monumento a Colón. Porque esa es la idea que le trae de cabeza. Dijo:
—Hace aproximadamente un año y medio decidí hacer un proyecto en Barcelona y me incliné por el monumento a Colón, porque está ahí junto al mar, abierto a la ciudad vieja, el casco antiguo y las Ramblas. Su perspectiva es fundamental e interesantísima para mí.
Y el proyecto se hizo, pero al parecer el alcalde último, señor Viola, tuvo miedo de que dejaran a Colón empaquetado para siempre y no dio el permiso.
[…]
Uno, que es provinciano y de pueblo, piensa que la cosa es de locos. Pero no acaba ahí el asunto. Preguntado sobre el aspecto económico de sus inquietantes embalajes, Christo respondió:
—Eso es un asunto que al alcalde de la ciudad no debe preocupar. Nosotros corremos con todos los gastos. Ni siquiera se necesitaría la asistencia de los bomberos. Nosotros sólo necesitamos el permiso; luego encargamos a una empresa la ejecución del proyecto, tal y como yo lo he medido y dispuesto. En el fondo es sencillo. Para el caso del monumento a Colón es necesario el trabajo de 35 ó 40 obreros durante tres o cuatro días. El coste total sería de unos dos millones de pesetas. Si me dan el permiso tendrán ustedes a Colón convenientemente empacado con una hermosa tela blanca, durante una semana o diez días todo lo más.
Por si el nuevo alcalde ciudadano tampoco le hace caso, Christo ya tiene cubiertas las espaldas laborales con otro trabajito de nada, que va a iniciar en Berlín en cuanto las autoridades germanas se repongan del susto: empaquetar inmediatamente el Reiohstag. — Ferran MONEGAL.