Año: 1948

  • «Gilda», más que Rita Hayworth

    LOS ESTRENOS COLISEUM. «Gilda»
    Los «doctores en publicidad» han hecho lo que debían al amontonar deslumbradores párrafos en torno a Rita Hayworth y debemos reconocer que no han exagerado de un modo apreciable, pero no han caído en la cuenta de que con tal conducta se corría el peligro de hacer suponer que «Gilda» era, simplemente, Rita Hayworth. Si así hubiese sido, esta comentario no tendría más extensión que la precisa para intentar la casi vana tarea de buscar un adjetivó inédito que aplicar a la ex esposa de Orson Welles, más esa grata rebusca ha de quedar supeditada a otras consideraciones, ya que esta película por sus finísimas calidades cinematográficas merece un análisis que deje al margen la belleza imponderable de la protagonista, a fin de que no altere substancialmente el juicio.

    «Gilda» es, por lo pronto, una habilísima película de intriga que nos ha recordado, por sü ambientación, por sus misterios sostenidos, por la intervención de personajes extraños, inexplicados y decisivos, algunas cosas de Sternberg y, sobre todo, el estilo narrativo de Somerset Maugham. Ya el primer plano es un golpe de audacia expresiva que se lleva al espectador tras de sí, en pos de los imprevistos derroteros de una historia que, valiéndose de recursos elementales pero de reconocida eficacia dramática, se desenvuelve sin que se lleguen a concretar hasta el momento preciso las razones que tienen los personajes para obrar como obran. Con ello se consigue que el público no separe los ojos de la pantalla ni por un instante; nadie sabe lo que puede pasar, puesto que nadie sabe por qué sucede lo que se ve. A esta nota dominante responde toda la película, incluso el tremendo duelo amoroso que mantienen Rita Hayworth y Glenn Ford, en el que la pasión restalla como latigazos.

    Puede deducirse, por lo que queda dicho, que en «Gilda» se usan los más acreditados trucos de la novelística «de misterio», y por ello será preciso agregar que si ello es cierto, también lo es que se ha puesto en su utilización auténtico talento y verdadera gracia de buen cine pues, eso y no otra cosa es el estilo de la dirección, atenta a la creación de ambientes al juego de los figurantes, y, más que nada, a conceder un relieve visual y plástico, extraordinario — con calidades fotográficas insuperables — a las situaciones de más importancia para el curso de la narración. Si a todo ello se agrega el «sex appeal», el «glamour», el «¡oomph!», etc., etc., de la inenarrable Rita Hayworth — que realmente se nos muestra fascinadora a costa de un manejo agotador de sus encantos — podrá obtenerse una idea bastante clara de lo que es «Gilda», en cuyo reparto sobresalen Glenn Ford, tenso, firme y exacto, en una revelación total, y George Macready. Antes de terminar señalemos la espectacularidad de una rumba y un «fox» danzados y cantados por la mismísima Rita, que al contorno de «vamp» de su papel infunde la luminosa fuerza de su juventud y una nada desdeñable flexibilidad interpretativa que, verdaderamente nos ha sorprendido muy agradablemente. – H. SAENZ GUERRERO.

  • Novelistas barceloneses en castellano (González Ledesma) y catalán (Gifreda) ganan segundos premios en el primer Premio Internacional de Janés

    Premio Internacional de Primera Novela

    El Jurado, presidido por Somerset Maugham, emite fallo en Madrid

    En un típico restaurante de esta capital, y en un ambiente de gran expectación, se han reunido a cenar esta noche los componentes del Jurado formado para conceder el Premio Internacional de Primera Novela, 1947, instituido por el editor barcelonés, José Janés. El Jurado, presidido por el escritor inglés Somerset Maugham, lo formaban los señores Eugenio d’Ors, José María de Cossío, Walter Starkie y Fernando Gutiérrez, que actuaba como secretario.

    Por unanimidad ha emitido fallo, concediendo los siguientes premios:

    Primer premio de 25.000 pesetas, a la novela «Turris Eburnea», de Rodolfo L. Fonseca, de Montevideo.

    Dos segundos premios de 10.000 pesetas cada uno, a las novelas «Sombras Viejas», de F. González Ledesma, y «Sis o set sirenas» [sic], de Mario Gifreda.

    También ha recomendado la compra y edición de las siguientes novelas: «This other Eden», de Katherin Gaskin; «La Tierra brava», de Leocadio Antonio Zuinaga Uribe; «Adorable loca», de Pedro Boltes, y «El pont Levadís», de Ramón Planas.