De San Sebastián a Barcelona
¡Catalanes! ¡No olvidemos la lección terrible!
Durante estos últimos meses, hemos tenido el honor de vivir en la España del General Franco, no a consecuencia de alguna determinación personal de tipo perfectamente voluntario y caprichoso, sino porque la banda criminal que ha gobernado Cataluña estos últimos treinta meses nos privó violentamente del derecho —como a tantos otros catalanes— de vivir en este país, que es el nuestro. Hemos tenido asimismo el alto honor de llegar a Barcelona inmediatamente después de la entrada en ella de las gloriosas tropas nacionales. Hemos podido gozar, pues, de una visión directa del estado en que ha dejado a nuestra querida ciudad la locura desatada que como un huracán de destrucción ha pasado sobre ella.
Los catalanes tenemos fama de personas de buen sentido, equilibradas, ecuánimes, ponderadas. Tenemos en nuestra lengua vernácula una palabra que llamamos el «seny», que sintetiza, hasta donde es posible, la psicología de nuestro pueblo y que significa en definitiva, una tendencia a preferir las cosas concretas y positivas frente a las cosas nebulosas y vagas, un sentido de la medida, una capacidad para situarnos en la zona de la vida humana y un irreductible horror por todo lo que es cósmico, excesivo y desorbitado.
Desde el punto de vista de la psicología catalana, lo que ha pasado en Cataluña es incomprensible. La visión de la Barcelona de hoy nos ha producido espanto. ¿Cómo es posible que un pueblo como este, haya podido hacer una horrorosa guerra civil —¡civil!—, se haya arruinado, haya pasado por innumerables vejaciones, por dolores indescriptibles, por sufrimientos profundos, por los tormentos más refinados de la abyección comunista en nombre de la clase política más vil, más perversa, más inmoral que recuerda quizá la Historia? ¿Cómo es posible que un pueblo tan plácido, tan conservador, de tan buena compañía, de tantas virtudes, haya obedecido durante dos años y medio a la caterva màs cobarde, màs enemiga del género humano que ha podido caer sobre un país civilizado?
Nosotros creemos que el pueblo catalán está hov muy curado de criminales ilusiones, de pedanterías insoportables, de personajes que se llamaban honorables y han resultado unos simples criminales, de humanitarismos fáciles que chorrean sangre, de fantasías aparentemente inocuas y de efectos catastróficos, imponentes, mortales. El pueblo catalàn se encuentra hoy depauperado, escuàlido y arruinado. Tiene ante sí la labor inmensa de rehacerse a sí mismo, de elevar su tono, para rehacer y elevar el tono de España. Ha de emprender esta labor con el mayor entusiasmo, porque el motor de la memoria de lo que ha sufrido y de las vejaciones de que ha sido objeto, le infundirán fuerzas y entusiasmos redoblados. El pueblo catalàn ha de jurarse a sí mismo no olvidar jamás los nombres de sus falsos pastores, los efectos de las doctrinas que se le han infundido y le han resquebrajado, los tremendos sufrimientos morales y materiales que con sádica perversidad se han proyectado sobre este pueblo noble y desgraciado.
X. X.